“Gracias
a la constancia salvarán sus vidas”
Este domingo trigésimo tercero es el
penúltimo del Tiempo Ordinario del presente año litúrgico, y como tal, las
lecturas hablan sobre el final de los tiempos, tema que suele, con mucha
frecuencia, sobrecoger a quienes lo escuchan.
Es de suma importancia poder diferenciar
entre el discurso apocalíptico y el discurso escatológico, entremezclados
principalmente en la primera lectura y el Evangelio tomado del capítulo
veintiuno del texto de san Lucas. Y finalmente, poder dilucidar el
comportamiento adecuado que todo cristiano ha de llevar ante la inminencia de
este final.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
“Día del Señor” es el día definitivo en que todas las acciones quedarán a la
luz. No habrá entonces lugar para el mal. Para indicar esto el profeta usa el
símbolo del fuego, poderoso y purificador. Dios vendrá como luz y alumbrará una
nueva realidad.
Lectura
de la profecía de Malaquías
Llega el día abrasador como un horno.
Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el día que llega
los consumirá –dice el Señor de los ejércitos–, hasta no dejarles raíz ni rama.
Pero para ustedes, los que temen mi nombre, brillará el sol de justicia que
trae la salud en sus rayos.
Palabra de Dios.
Salmo
97, 5-9
R.
El Señor viene a gobernar a los pueblos.
Canten al Señor con el arpa y al son de
instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor que
es Rey. R.
Resuene el mar y todo lo que hay en él,
el mundo y todos sus habitantes; aplaudan las corrientes del océano, griten de
gozo las montañas al unísono. R.
Griten de gozo delante del Señor, porque
él viene a gobernar la tierra; él gobernará al mundo con justicia y a los
pueblos con rectitud. R.
2ª
Lectura
La
carta deja ver que en la comunidad había algunos miembros que buscaban
aprovecharse de la generosidad y la buena voluntad de los demás para vivir sin
trabajar y metiéndose en todo. La caridad cristiana no puede ser un pretexto
para ser holgazanes y entrometidos. En esto la amonestación es clarísima: el
que no quiere trabajar que no coma.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 3,
6-12
Hermanos: Les ordenamos, en nombre de
nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida
ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque
ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre
ustedes, no vivíamos como holgazanes y nadie nos regalaba el pan que comíamos.
Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de
no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de
proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella
ocasión, les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma.
Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente,
no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos los mandamos y los
exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen en paz para ganarse su pan.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 21, 28
Aleluya. Tengan ánimo y levanten la
cabeza porque está por llegarles la liberación. Aleluya.
EVANGELIO
Las
señales que Jesús describe han sucedido siempre y siguen sucediendo: guerras,
catástrofes naturales y persecución contra los cristianos. Si estas cosas
siempre han sucedido, ¿por qué Jesús dice que les prestemos atención como
señales precursoras? Porque Jesús quiere que tengamos siempre una actitud
atenta y vigilante. Y quiere prevenirnos sobre los falsos profetas que ante tal
o cual signo ya plantean catastróficamente que llega el fin del mundo.
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 5-19
Como algunos, hablando del templo,
decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:
“De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo
será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto y cuál
será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se
dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: ‘Soy yo’, y
también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y
revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no
llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra
nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas
partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las
sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa
de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan
bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una
elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni
contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus
parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos
a causa de mi nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.
Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Discurso
apocalíptico
El género apocalíptico es patente en los
textos bíblicos. Incluso en los evangelios queda plasmado. Si bien es cierto
que apocalipsis significa revelación, se trata de un desvelar los sucesos que
en un futuro acontecerán, futuro que tiene que ver con el final de los tiempos.
La fundamentación de este género literario se basa tanto en la realidad
conocida como en la noción de la finitud de lo que existe. Es decir, se
proyectan las realidades que hacen daño al ser humano y ponen en peligro su
existencia, y la del mundo, potenciándolas hacia el futuro. Por esta razón, la
cuestión sobre cuándo sucederá y cuál señal anunciará la destrucción del Templo
de Jerusalén es respondida con el anuncio de guerras, terremotos, epidemias y
hambre. Sin embargo, el texto evangélico en cuestión no es utilizado como medio
para atemorizar o aterrar a los que lo leen o escuchan, como ninguna
apocalíptica bíblica, debido a que ante el anuncio del fin siempre sobresale en
Las Escrituras el tema de las promesas de Dios.
Discurso
escatológico
Ante la apocalíptica bíblica descuella
el anuncio del plan salvífico de Dios. Inevitablemente lo finito tendrá un
final, no obstante, Dios propone al ser humano su plan. Por lo cual, Jesús
dirige a sus discípulos unas palabras sobre el desenlace final de la vida de
los que han decido seguirle. Sean cuales fuere las situaciones adversas, tanto
las propias de la inmanencia del mundo como las que vienen anejas al
seguimiento de Jesucristo, todas son ocasión para dar testimonio. Vivir la vida
acogiendo su causa conllevará también acoger su destino. Por esto, si bien
habrá persecuciones, cárcel, traiciones y muerte, la promesa de la salvación es
más real. Esta promesa despierta la confianza de los discípulos, incluso ante
la posibilidad de desastres naturales o la probabilidad de sufrimientos por la causa
del Reino. Jesús promete que “con nuestra perseverancia salvaremos nuestras
almas”.
¿Cómo
“esperar” el fin?
Si actuamos confiados en la promesa de
Dios, que ante la inminencia de un fin terrenal existe un futuro salvífico,
tanto la paz como la tranquilidad han de embargar nuestro interior. También el
profeta Malaquías en la primera lectura habla de este final: “pero a los que
honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las
alas”. Pero, cuidado con confundir tranquilidad con no hacer nada, denuncia que
expresa la segunda lectura, debido a que, en la comunidad de Tesalónica, ante
la inminencia del fin su decisión fue la de “sentarse a esperar”. La espera
confiada en las promesas de Dios no excluye el compromiso cristiano, todo lo
contrario, lo potencia. Es la seguridad que tenemos no sólo en el final
prometido sino en el camino propuesto: el seguimiento del Señor. Que todo sea
ocasión para dar testimonio de nuestra opción acogiendo la causa del Señor.
ESTUDIO BÍBLICO.
Esta Historia hay que vivirla con
dignidad
Iª
Lectura: Malaquías (3,19-20):
I.1. En la línea litúrgica de presentar
los temas sobre las últimas cosas de la vida y de la historia, al final del año
litúrgico, la lecturas de este domingo pecan un poco de apocalípticas. Este es
un género literario religioso que tiene sus contradicciones, acertado en
algunas cosas por su inspiración profética y desenfocado en otras. Es una
literatura para tiempos de crisis, en que se ambiciona una identidad frente a
culturas nuevas que pretenden arrasar con todo el pasado; refugio, en otros
momentos, de mentalidades fundamentalistas. En la Biblia existe de todo eso un
poco y a lo largo de la historia siempre ha habido grupos y personas que se
encuentran demasiado a gusto en esos perfiles.
I.2. La lectura de Malaquías es un buen
ejemplo de ese tipo de presentación. Es un texto que se centra en un término
consagrado de la teología profética del Antiguo Testamento: el día de Yahvé, el
día de la actuación de Dios. Para aquella mentalidad se trataba de presentar el
final de la historia. Y son obvias sus afirmaciones: para los que han vivido
arrogantemente, en la injusticia, en la ceguera del poder y la corrupción, será
su final. Pero los que han vivido según el proyecto de Dios no tienen por qué
temer. Es lógico pensar que alguien tiene que denunciar a los arrogantes y
soberbios que un día todo eso se acabará; en ese sentido los mensajes
apocalípticos tienen mucho de profético. Es, a veces, el grito reivindicativo
de los que han soportado la injusticia y el oprobio.
IIª
Lectura: 2ª Tesalonicenses (3,7-12): ¡No tengamos miedo al futuro! ¡Vigilemos!
II.1. La segunda lectura es un texto
continuación del domingo anterior. Supone una lección muy concreta,
precisamente para corregir ciertos abusos que se dieron en algunas comunidades
donde, personas con mentalidad apocalíptica que esperaban el fin del mundo, se
cruzaban de brazos o se aprovechaban de los que eran más sensatos y conscientes
de que, mientras el mundo sea mundo y la historia sea historia real, se debe
vivir en ella con dignidad y responsabilidad. Bajo la mentalidad religiosa
desenfocada se pueden producir abusos que no deben ser tolerados en la
comunidad.
II.2. El autor -se pretende que sea
Pablo- da su testimonio personal de que él, aún siendo apóstol y teniendo
derecho a vivir de ese trabajo (Cf 1Cor 9,6ss; Gal 6,6), sin embargo trabajó lo
necesario para subsistir (Hch 18,3; 1Cor 4,12). Este texto, pues, viene bien
para no preocuparse demasiado por el final del mundo y para no vivir en la
fiebre de una mentalidad apocalíptica. Esto sigue interesando mucho a ciertos
grupos sectarios, que más allá de lo religioso, embaucan a muchos por nada.
Evangelio.
Lucas (21,5-19): No toda la felicidad está en esta historia
III.1. El texto del evangelio de Lucas
corresponde a lo que se ha llamado el discurso escatológico de Jesús que
aparece en los tres evangelios sinópticos, aunque con visiones diferentes entre
uno y otro. El de Lucas es el más explícito en cuanto a corregir los abusos de
algunos que se presentaban en Jerusalén o en cualquier comunidad para decir que
llegaba el día del Señor, el fin del mundo, para que les siguieran a ellos.
Lucas tuvo mucho cuidado de catequizar a su comunidad al respecto, en el
sentido de que no fue un evangelista que se dejó impresionar demasiado por el
lenguaje y los símbolos apocalípticos. Conserva, eso sí, el talante profético
de este discurso que se pone en boca de Jesús como en Mc 13. El discurso base de
Mc 13 pudo ser redactado, tal como lo tenemos ahora, en un momento de la crisis
que Calígula provoca en la comunidad judía, y por lo mismo en la comunidad
cristiana: mandó que se le levantara una estatua en la explanada del templo.
Pero Lucas, por su parte y mucho más tarde de estos acontecimientos, trata de
serenar y tranquilizar, máxime teniendo en cuenta que él conoció o tuvo noticia
de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era. Esta es una tesis
no aceptada por todo el mundo, pero que parece lógica. De hecho, Lucas es el
autor del NT que mejor ha sabido asumir el mensaje profético-apocalíptico de
Jesús mirando a la historia como lo más positivo, sin estar obsesionados por el
final catastrófico de movimientos sectarios.
III.2. Con la destrucción de Jerusalén
no llegó el fin del mundo, ni del judaísmo siquiera. Los judíos pensaban que el
día que el templo fuera destruido desaparecería el pueblo de Israel. ¡No fue
así! Porque sin templo, una religión puede tener mucho sentido. Luego, había que
reinterpretar todos esos acontecimientos. Lucas prepara a su comunidad para las
persecuciones, ya que los cristianos serán perseguidos; pero eso no es el
final. Las urgencias apocalípticas no son la mejor manera para catequizar o
hablar de Dios y de su salvación, pero tampoco debemos vivir con la pretensión
de instalarnos aquí para siempre. El anhelo de un mundo mejor es lo
radicalmente cristiano. Y ese mundo mejor se ampara en una vida nueva, en una
experiencia nueva de vida que no podemos programar… como casi todo se programa
hoy. No podemos avergonzarnos, los cristianos, de decir y proclamar que eso
está en las manos del Dios “amigo de la vida”, que para eso nos ha creado.
III.3. No podemos menos de tener cuidado
cuando nos adentramos en el sentido de un texto como este. De hecho, el fin del
mundo y de la historia, que en algunos círculos cristianos surgía de vez en
cuando, no se ha llevado a cabo. Es seguro que Jesús nunca se definió por un
fin del mundo y de la historia con la llegada del reinado de Dios. No era un
iluso, aunque fuera un “profeta” escatológico. Pero con ello hay que entender
que algo nuevo y “definitivo” estaba surgiendo con su llamada a la conversión y
a buscar a Dios con toda el alma y todo el corazón. Porque los reinos de este
mundo solamente provocan guerras y catástrofes, pero el Reino de Dios al que él
le dedica su vida, nos trae la justicia y la paz. Si no es así es porque los
poderosos de este mundo quieren ocupar el lugar de Dios en la historia. Y es
eso lo que se condena con este discurso. Los cristianos deben saber que estarán
en conflicto con los que dominan en el mundo. En el caso de Lucas, el discurso
prepara a los cristianos, no para el fin del mundo, sino para estar dispuestos
a la persecución y a la lucha si en verdad son fieles al mensaje de profeta de
Galilea. Por ello hay que mantenerse “vigilantes”, pero no por catástrofes
apocalípticas, sino porque el reinado de Dios es una instancia crítica que no
puede aceptar en muchas ambientes de este mundo. (Fray Miguel de Burgos Núñez,
O. P.).
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