“Hagan lo que él les diga”
Tras la fiesta del bautismo de Jesús,
contemplamos hoy el anticipo de sus «signos», que se realiza en la conversión
del agua en vino en las bodas de Caná de Galilea. Brilla ante todo en este
signo el infinito poder de Dios. Entra, asimismo, en escena y de manera
decisiva la mediación humana de María, la madre de Jesús, que interviene con
una súplica, mantenida con perseverancia: —«No les queda vino». Ponen su parte
también unos servidores, dóciles al consejo de María y a las indicaciones del
Señor. El mayordomo certifica la calidad de un vino del que ignoraba su
procedencia. Todo un símbolo del cambio, de la conversión de la humanidad que
anuncia el profeta Isaías en la primera lectura. Un anticipo, igualmente, del
único Espíritu renovador, que es fuente de múltiples gracias para la
edificación de la Iglesia, tal como expone san Pablo en la segunda lectura.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
El
profeta dice esto del pueblo, y de cada integrante de este pueblo. Hoy esta
palabra está dicha para nosotros. Contemplemos, pues, que Dios nos dice que no
estamos abandonados, ni devastados, sino que somos sus favoritos y amados por
él.
Lectura
del libro de Isaías 62, 1-5
Por amor a Sión
no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su
justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha encendida. Las
naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás
llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor. Serás una espléndida
corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te
dirán más “¡Abandonada!”, ni dirán más a tu tierra “¡Devastada!” sino que te
llamarán “Mi deleite”, y a tu tierra “Desposada”. Porque el Señor pone en ti su
deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen, así
te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su
esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 95, 1-3. 7-10a.c.
R. Anuncien
las maravillas del Señor por todos los pueblos.
Canten al Señor
un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su
Nombre. R.
Día tras día,
proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas
entre los pueblos. R.
Aclamen al
Señor, familias de los pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen
la gloria del Nombre del Señor. R.
Entren en sus
atrios trayendo una ofrenda, adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡Que
toda la tierra tiemble ante él! R.
Digan entre las
naciones: “¡El Señor reina! El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”. R.
II LECTURA
Para
poder contribuir al crecimiento de la comunidad con nuestro propio carisma es
fundamental reconocer que tenemos algo que aportar. No estamos ajenos de ser un
don para los hermanos, solo debemos saber qué podemos dar.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 4-11
Hermanos:
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de
actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno,
el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría
para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro,
la fe, también en el mismo Espíritu. A éste se le da el don de sanar, siempre
en ese único Espíritu; a aquél, el don de hacer milagros; a uno, el don de
profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a
este, el don de lenguas; a aquél, el don de interpretarlas. Pero en todo esto,
es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno
en particular como él quiere.
Palabra de Dios.
ALELUYA
cf. 2Tes 2, 14
Aleluya. Dios
nos llamó por medio del Evangelio para poseer la gloria de nuestro Señor
Jesucristo. Aleluya.
EVANGELIO
“El agua de las abluciones rituales simboliza
probablemente la Antigua Alianza. El vino es símbolo de la Nueva Alianza,
sellada con la Sangre de Cristo, que renueva y perfecciona la Antigua y da
comienzo a una nueva creación. Esta manifestación de la gloria de Jesús tuvo
como marco una boda, celebración que en el Antiguo Testamento es signo de la
alianza de Dios con su pueblo”.
✜ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 1-11
Se celebraron
unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también
fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le
dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver
nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes:
“Hagan todo lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a
los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada
una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las
llenaron hasta el borde. “Saquen ahora –agregó Jesús– y lleven al encargado del
banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como
ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua,
llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando
todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has
guardado el buen vino hasta este momento”. Este fue el primero de los signos de
Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos
creyeron en él.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
«Delicia y alegría de Dios».
El profeta Isaías anuncia una
maravillosa conversión, un cambio a fondo de la humanidad, representada en la
ciudad de Jerusalén, que se convertirá en «delicia y alegría de Dios». El
profeta no puede callarse. Muestra cercana y, lo hace en tono exultante de
gozo, la nueva realidad que se extenderá por todos los pueblos de la tierra:
—Resplandecerá la salvación, que brillará como una antorcha. Los pueblos y sus
gobernantes verán la justicia y la gloria del Señor. Será incluso nuevo el
nombre de los integrantes de la comunidad de salvación. Su dignidad alcanzará
la cima más elevada. Plena será su sintonía con Dios, que se reforzará por
medio de una alianza inquebrantable.
«Mujer,
déjame, todavía no ha llegado mi hora»
En la misma línea del anuncio profético
de un cambio de época, por lo que a la historia de la salvación se refiere, se
sitúa el prodigio obrado por Jesús en las bodas de Caná, aldea de Galilea
situada entre Nazaret y el lago de Genesaret. Los pueblos del mundo, por la
omnipotencia divina y la mediación humana, tienen el camino abierto para
convertirse en óptima familia de Dios. —La fuente y explicación de este cambio
está en Jesús, que viene a salvar y accede a los ruegos de su madre para que no
demore por más tiempo, sino que anticipe el momento de «manifestar su gloria».
—En el «misterio de Caná» se halla ya presente, de manera «prefigurada», cuanto
se desarrollará más tarde en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección del
Señor. María, que estará firme al pie de la cruz, se adelante aquí con una
súplica llena de confianza. No cede en su petición, aunque escucha de labios de
su Hijo estas palabras, en apariencia disuasorias: —«Mujer, déjame, todavía no
ha llegado mi hora». Pero, a la vez, María, nueva Eva, mira hacia los
destinatarios de la salvación. Bien puede decirse que nos dirige, en la persona
de los servidores, el mandato que San Juan de Ávila calificaba de sermoncillo
de María: —«Haced lo que él os diga». Estas palabras se convierten en
exhortación apremiante de fidelidad al Evangelio, que tiene poder para forjar
una nueva humanidad desde sus mismos cimientos.
«Recibirá
de lo mío y os lo explicará a vosotros»
La obediencia de fe y amor a Jesús se
condensa, tras su glorificación, en una fina docilidad al Espíritu Santo,
enviado por él para recordar sus mensajes, profundizarlos y llevarlos a la
práctica. Del Espíritu prometido anticipó él mismo: —«Recibirá de lo mío y os
lo explicará a vosotros» (Jn 16, 14-15). El Espíritu hace posible la intimidad
con Jesús e impulsa a confesarlo como «Señor» (1 Cor 12, 3). —Por la
correspondencia al poder del Espíritu va edificándose y se consolida la
humanidad renovada por la gracia de la salvación que viene de Cristo. —La
colaboración humana, querida por Dios, presenta un verdadero abanico de posibilidades,
que se plasman en ministerios y actuaciones diversas, todas brotando del mismo
y único manantial del Espíritu. Todas, igualmente, orientadas al bien común del
nuevo pueblo de la gracia. Es lo que pretende el anuncio de la Palabra llena
de la sabiduría y ciencia divina, de igual modo, la tarea que se dirige a
formar y apoyar en la correspondencia a la fe, que es fermento de nuevas
culturas, el servicio solícito y competente al mundo de los enfermos y del
dolor, la certera orientación que procede del discernimiento de espíritus, la
interpretación de los signos y del lenguaje de Dios, que siempre tiene una
Palabra iluminadora. Del Espíritu procede incluso el ministerio de profetizar y
de realizar milagros, sobre todo en el orden de gracia. Todo ello en conformidad
con cuanto se proclama hoy en la segunda lectura.
Los signos y la manifestación de la
gloria de Jesús, a ejemplo de los apóstoles presentes en Caná, tiene también
que ayudarnos a crecer en la fe en él, una fe que se exteriorice en obras que
procedan del amor con que «él nos amó primero» (1 Jn 4, 19).
ESTUDIO
BÍBLICO
Jesús inaugura una religión de vida
Después de Navidad y Epifanía, y antes
de llegar a la Cuaresma, se intercala un tiempo intermedio, en la liturgia de
los domingos, que se toma del tiempo común en el que se siguen las lecturas del
Ciclo C. Pero en realidad este “segundo domingo” siempre ha sido un domingo de
transición que ha tenido como marco los capítulos primeros del evangelio de
Juan, que es leído, normalmente, en los tres ciclos, durante el tiempo de
Cuaresma y Pascua.
Iª
Lectura: Isaías (62,1-5): El enamoramiento de Dios desde la justicia
I.1. La lectura profética está tomada de
la tercera parte del libro de Isaías (se le llama el Tritoisaías); y el profeta
discípulo, o de la escuela de Isaías en sentido amplio, anuncia una nueva
Jerusalén, la ciudad de Sión, bajo el lenguaje poético del enamoramiento y el
amor divinos. La gran pasión del profeta Isaías fue Jerusalén, donde estaba el
templo de Dios o, lo que es lo mismo, su presencia más determinada según la
teología de los especialistas. Pero ni siquiera la presencia de Dios se garantiza
eternamente en un lugar o en una ciudad, si allí, sus habitantes y todos los
que deseen venir a ella, no se percatan de la necesidad de la justicia como
signo de salvación. La estrecha unión, en los profetas, entre la presencia de
Dios y la justicia es algo digno de resaltar. Es evidente que Dios no puede
comprometerse con un pueblo que no cuida a los pequeños, a los desgraciados y a
los que no tienen casi nada. Si la religión es “religarse” a Dios.
I.2. Conceptos y palabras fuertes son
las que podemos oír en este bello poema profético (que debemos leer desde
61,10): amor, justicia, salvación. Es como la descripción de la boda de un rey
victorioso con su esposa, que en este caso es Sión, Jerusalén. La boda, en
realidad, es una victoria, la victoria de la justicia (sdqh). Esa es su corona
y su triunfo: desposar a la amada Jerusalén. Por lo mismo, hablar de una
Jerusalén nueva es anunciar una religión nueva, revivida por el amor eterno de
Dios. Jerusalén es la esposa, pero ¿qué hace una esposa desposada si en sus
bodas falta el vino nuevo del amor? Eso es lo que sucedió en las bodas de Caná,
en Jerusalén, en la religión judía, hasta que interviene Jesús ofreciendo el
vino nuevo del amor divino. Una religión sin amor es como unas bodas sin amor.
Y muchas veces nos acostumbramos a practicar ese tipo de religión: vacía, sin
sentido, sin enamoramiento.
IIª
Lectura: 1Corintios (12,4-11): Los carismas y el bien común de la comunidad
II.1. En el pasaje de la carta a los
Corintios de San Pablo que leemos hoy encontramos la teología de los carismas
en la comunidad. Este texto está elaborado por dos conceptos que se atraen:
unidad y diversidad. Hay diversidad de carismas, de ministerios y de funciones,
pero en un mismo Espíritu, en un mismo
Señor, en un mismo Dios (he aquí la unidad). Pero sobresale el papel del
Espíritu como fuente inmediata de los carismas, servicios y actuaciones. No es
ahora el momento de fijarnos en la diversidad o en la misma enumeración y orden
que Pablo establece. Podría ser curioso el orden y el sentido de los mismos,
pero no es el momento de hacer una lectura exegética que, además, debería tener
en cuenta todo el conjunto de 1Cor 12-14 para mayor alcance. Quizás los dos
últimos, el de hablar en lenguas (glosolalia) y el de interpretarlas estarían
en el fondo de un problema que se ha suscitado en la comunidad y sobra lo que
han consultado al apóstol. El criterio, no obstante, es que los dones
especiales que cada uno tiene, por el Espíritu, deben estar al servicio de la
comunidad cristiana.
II.2. El fenómeno de la glosolalia es
extático y tiene que ver con algunos elementos de este tipo en el mundo
helenista, como en Delfos o las Sibilas.
Quizás habría de tomar en consideración las palabras de K. Barth, quien
decía que este tipo de oración podría llamarse «expresión de lo inexpresable».
El apóstol san Pablo en 1Cor 14,18 apunta, incluso, que él mismo es capaz de
«hablar en lenguas» y no parece que haya ironía en sus palabras. Algunos
corintios estaban deslumbrados con este carisma que consideraban de los más
brillantes y celestes, casi como un meterse en lo divino. Pero ¿quién lo puede
entender? Tiene que haber alguien que lo interprete. Pablo no habla con ironía
sobre este caso, repetimos, pero su criterio es decisivo: el bien de la
comunidad.
II.3. Estamos ante una teología que pone
de manifiesto la vitalidad de una comunidad cristiana donde el Espíritu (como
el vino nuevo de la vida) concede a cada uno su papel en el servicio en
beneficio de los otros: unos predican, otros alaban, otros consuelan, otros
profetizan, otros se dedican a los pobres y desheredados; todo bajo el impulso
del Espíritu de Jesús. Pablo les habla de esta manera a una comunidad que no
era precisamente un prodigio de unidad, sino que había algunos que pretendían
imponerse sobre los otros en razón de roles que podían resultar extraños y
donde se buscaba más el prestigio personal que el servicio a la comunidad.
Estos dones, pues, si no saben ponerse al servicio de todos no vienen del
Espíritu.
Evangelio:
Juan (2,1-11): Llenar la religión de alegría y vida
III.1. El evangelio de hoy nos propone
el relato de las bodas de Caná como el primer signo que Jesús hace en este
evangelio y que preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su existencia.
Podríamos comenzar por una descripción casi bucólica de una fiesta de bodas, en
un pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental. Así lo harán muchos
predicadores y tienen todo el derecho a ello. Pero el evangelio de Juan no se
presta a las descripciones bucólicas o barrocas. Este es un relato extraño que
habla de unas bodas y no se ocupa, a penas, de los novios. La novia ni se
menciona. El novio solamente al final para reprocharle el maestresala que haya
guardado el vino bueno. La “madre y su hijo” son los verdaderos protagonistas.
Ellos parecen, en verdad, “los novios” de este acontecimiento. Pero la madre no
tiene nombre. Quizás la discusión exegética se ha centrado mucho en las
palabras de Jesús a su madre. “¿qué entre tú y yo”? o, más comúnmente. “¿qué
nos va ti y a mi”? Y el famoso “aún no ha llegado mi hora”. Cobra mucha
importancia el “vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el vino tiene
un significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un milagro, sino
como un “signo” (semeion), el primero de los seis que se han de narrar en el
evangelio de Juan.
III.2. La fuerza del mensaje del
evangelio de este domingo es: Jesús, la palabra de vida en el evangelio
joánico, cambia el agua que debía servir para la purificación de los judíos -y
esto es muy significativo en el episodio-, según los ritos de su religión
ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El relato tiene unas
connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los símbolos, de la
narratología y de la teología que debemos inferir con decisión. El “tercer día”
da que pensar, pues consideramos que es una expresión más teológica que
narrativa. El tercer día es el de la pascua cristiana, la resurrección después
de la muerte. No es, pues, un dato estético sino muy significativo. También hay
una expresión al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11) cuando se anuncia que
descendería Yahvé, la gloria de Dios.
III.3. La teología del evangelio de Juan
quiere poner de manifiesto, a la vez, varias cosas que solamente pueden ser
comprendidas bajo el lenguaje no explícito de los signos. Jesús y su madre
llegan por caminos distintos a estas bodas; falta vino en unas bodas, lo que es
inaudito en una celebración de este tipo, porque desprestigia al novio; la
madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni en todo el evangelio) y
Jesús mantienen un diálogo decisivo, cuando solamente son unos invitados;
incluso las tinajas para la purificación (eran seis y no siete) estaban vacías.
Son muchos vacíos, muchas carencias y sin sentidos los de esta celebración de
bodas. El “milagro” se hace presente de una forma sencilla: primero por un
diálogo entre la madre y Jesús; después por la “palabra” de Jesús que ordena
“llenar” las tinajas de unos cuarenta litros cada una.
III.4. María actúa, más que como madre,
como persona atenta a una boda que representa la religión judía, en la que ella
se había educado y había educado a Jesús. No es insignificante que sea la madre
quien sepa que les falta vino. No es una boda real, ni un milagro “fehaciente”
lo que aquí se nos propone considerar primeramente: es una llamada al vacío de
una religión que ha perdido el vino de la vida. Cuando una religión solamente
sirve como rito repetitivo y no como creadora de vida, pierde su gloria y su
ser. Jesús, pues, ante el ruego de las personas fieles, como su madre, que se
percatan del vacío existente, adelanta su hora, su momento decisivo, para
tratar de ofrecer vida a quien la busca de verdad. Su gloria no radica en un
milagro exótico, sino en salvar y ofrecer vida donde puede reinar el vacío y la
muerte. Esa será su causa, su hora y la razón de su muerte al final de su
existencia, tal como interpreta el evangelio de Juan la vida de Jesús de
Nazaret. De una religión nueva surgirá una comunidad nueva.
III.5. Podríamos tratar de hacer una
lectura mariológica de este relato, como muchos lo han hecho y lo seguirán
haciendo. El hecho mismo de que este relato se haya puesto como el segundo de
los “misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II es un indicio que impulsa a
ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos mariológicos que en el evangelio
de San Juan no se prodigan, aunque contemos con la escena a los pies de la cruz
(Jn 19,26-27) que se ha interpretado en la clave de la maternidad espiritual de
María sobre la Iglesia. Nuestro relato es cristológico, porque nos muestra que
los “discípulos creyeron en él”. Eso quiere decir que la mariología del relato
(el papel de María en las bodas de Caná) debe estar muy bien integrada en la cristología.
María en el evangelio de Juan puede muy bien representar a una nueva comunidad
que sigue a Jesús (como el discípulo amado) y que ve la bodas de esos novios
que se quedan sin vino como una lectura crítica de un “judaísmo” al que
combaten “los autores” del evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de Jesús
a su madre en el relato, si lo hacemos con la traducción más común: “¿qué nos va a ti y a mí?”, puede
tener todo su sentido si el evangelista quiere marcar diferencias con un
judaísmo que se está agotando como religión, porque ha perdido su horizonte
mesiánico. Y unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está
sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?. (Fray Miguel de Burgos
Núñez, O. P.).
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