miércoles, 29 de junio de 2016

SAN PEDRO Y SAN PABLO APÓSTOLES




SAN PEDRO Y SAN PABLO

Los Santos Padres han considerado a los apóstoles san Pedro y san Pablo como dos columnas sobre las que descansa la Iglesia. Continúan interpelando al hombre de hoy, alumbrando a quien se propone unirse con la Santísima Trinidad.

Un océano de amor vería el Maestro en los ojos del humilde pescador de Betsaida para erigir sobre él la Iglesia. Tras la rudeza de sus manos y rostro curtidos en el mar apreciaría un tierno corazón refulgiendo en su mirada. Impetuoso, impulsivo, imprevisible e incluso contestatario cuando atendía a la escueta razón, y se le paralizaba el pulso al sospechar la pérdida de su Maestro por ignorar todavía el trasfondo mesiánico albergado en sus palabras, el apóstol era una piedra preciosa a la espera de ser tallada, un hombre de raza, pura pasión…

Se ha tendido a subrayar la debilidad que Pedro mostró tras el prendimiento de Cristo, relegando a un segundo plano la globalidad de sus edificantes gestos que sostuvieron la Iglesia hasta derramar su sangre. Fue pronto en el seguimiento; se anticipó a la petición de lo que se considera legítimo, como es la familia. En ello se asemejaba al resto de los apóstoles, ciertamente, pero Cristo se fijó en él de forma especial. Al conocerle, le saludó por su nombre: «Tú eres Simón…» y le dio otro apelativo, el de Cefas. Todo un símbolo, una señal; le proporcionó nueva identidad y ésta incluía el cambio sustantivo para su vida.

El llamamiento personal continúa teniendo este signo para nosotros; exige una transformación, como devela el Evangelio que le sucedió a Pedro. Él se aventuró a responder al Maestro en nombre de los apóstoles desde lo más hondo del corazón, de forma inspirada, rotunda. Había resonado en su interior la voz divina y lo reconoció como Mesías: una auténtica y explícita profesión de fe.

Es obvio que no podemos confesar a Dios si no lo entrañamos. Por ese acto, Cristo lo denominó «bienaventurado», edificando sobre él su Iglesia al instante. Es verdad que vaciló y se dejó llevar por sus temores desoyendo la advertencia del Maestro, sin tomar conciencia de la fatalidad en la que incurriría; por eso no puso coto a tiempo a su flaqueza, sucumbió y lo negó. Pero de la radicalidad de su posterior respuesta, que vino envuelta en amargas lágrimas, se extraen incontables lecciones, teniendo como trasfondo la misericordia y el perdón divino.

Toda debilidad, sea del orden que sea, es susceptible de modificación, porque contamos con la gracia para renacer día tras día. Pedro protagonizó uno de los instantes más tiernos del Evangelio, cuando Cristo le preguntó tres veces si le amaba. Con ese consuelo en su corazón aglutinó a los apóstoles, anunció la Palabra, sufrió cárcel, conmovió a las gentes sorprendidas de que un galileo hablase con tanta fuerza, afrontó las dificultades surgidas en las comunidades, hizo milagros…; en suma, amó hasta la saciedad. Estaba al frente de todos, junto a María, cuando recibieron el Espíritu Santo. Apresado durante la persecución de Nerón el año 64, a punto de ser ajusticiado en la cruz, sintiéndose indigno de morir como Cristo, pidió que le crucificaran boca abajo.

A su vez, Pablo, el más grande misionero que ha existido sobre la faz de la tierra, es un ejemplo vivo de lo que significa el compromiso personal en el seguimiento de Cristo testificando la Palabra con independencia del humano sentir, del «temor» y del «temblor» que se pueda experimentar. No fue miembro de la primera comunidad, pero su admirable impronta apostólica nada tiene que envidiar a la de los Doce.

Judío, originario de Tarso, nació entre los años 5-10 d.C. Formado bajo la tutela del prestigioso Gamaliel en Jerusalén, al conocer la existencia de los seguidores de Cristo, considerados como una secta, se propuso luchar contra ella descargando toda su fuerza. Si su trayectoria anterior a la conversión fue la de un celoso defensor del ideal en el que creía, ese que le indujo a actuar fieramente, después de haber quedado cegado por la luz del Altísimo camino de Damasco, no le faltaron arrestos para anunciar el Evangelio; en su pecho albergaba un volcán de pasión.

Este infatigable apóstol de los gentiles, precursor de la Nueva Evangelización, nos enseña a difundir la Palabra a los alejados de la fe y no solo a los creyentes; hacerlo a tiempo y a destiempo en los paraninfos universitarios o en los suburbios, en ámbitos donde mora la increencia y en los que ya anida la fe. Nos insta a enriquecer los nuevos areópagos que las presentes circunstancias ofrecen. Él hubiera aprovechado convenientemente los actuales mass media: prensa, radio, televisión, Internet, redes sociales… Estos recursos puestos al alcance de un apóstol de su talla habrían dado la vuelta al mundo impregnados del amor de Dios. Dio testimonio de su arrebatadora entrega a Cristo sin ocultar cuántas penalidades atravesó por Él: cárceles, azotes, naufragios, peligros constantes, hambre, sed, frío, falta de abrigo y de descanso, agresiones a manos de salteadores, etc. A todo ello hemos de estar dispuestos si de verdad queremos seguir a Cristo.


Pablo pudo ponerse como ejemplo, con tanta modestia y libertad en el amor, porque ya no vivía en sí mismo; era Cristo quien estaba en él, de quien provenía su fuerza y su gloria; Él le confortaba. Viajó incansablemente, venció la resistencia de ciudades dominadas por la idolatría y de los que quisieron doblegarle, superó reticencias de sus propios hermanos, y convirtió a indecibles con su vida, palabra, milagros y prodigios. Ansiaba tanto llegar a la meta, que luchaba para que después de haberla predicado, no fueran otros los que la conquistaran quedándose rezagado en el camino. Libró perfectamente su combate, corrió hasta el fin, firme en la fe. Todo lo consideró basura con tal de ganar a Cristo, gastándose y desgastándose por Él. Constituye un ejemplo incuestionable para nuestra vida. Coronó la suya entregándola bajo el golpe de espada que le asestaron en la Vía del Mar hacia el año 67.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El Espíritu Santo vive en la Iglesia. Es espíritu de vida y de libertad. Las cadenas se caen y las puertas se abren cuando dejamos que sea el Espíritu el que nos conduzca. Una iglesia viva y dinámica no puede morir, porque el Espíritu la lanza siempre hacia adelante.

Lectura de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11

El rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de "los panes ázimos". Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión. De pronto, apareció el Ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: "¡Levántate rápido!". Entonces las cadenas se le cayeron de las manos. El Ángel le dijo: "Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias", y Pedro lo hizo. Después le dijo: "Cúbrete con el manto y sígueme". Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Ángel, sino que creía tener una visión. Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Ángel se alejó de él. Pedro, volviendo en sí, dijo: "Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío".
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 33, 2-9

R. El Señor me libró de todos mis temores.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian! R.

SEGUNDA LECTURA

Nosotros también, como los apóstoles, esperamos con amor la manifestación de Jesucristo. Como los apóstoles, miramos hacia ese día con esperanza y caminamos en la fe que nos sostiene.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18

Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

"Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: 'Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas'. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25, 31-46). Solo el que sirve con amor sabe custodiar" (Papa Francisco, homilía de la asunción de su pontificado, 19/3/13).

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 13-19

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Palabra del Señor.



COMPARTIMOS LA PALABRA

La misión de los Apóstoles es dar testimonio fiel y sincero de Cristo, aun implicando ello la persecución y la muerte. Se actualizan las palabras de Jesús que dicen: «bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.» (Lc. 6, 22-23)

Date prisa, levántate
La primera parte del libro de los Hechos de los Apóstoles finaliza con la muerte de Santiago y la encarcelación de Pedro. El evangelista Lucas, ahora redactor de las primeras vivencias de los Apóstoles, explica que el mandato misionero de Jesús se extiende hasta la entrega de la propia vida. El verdadero testigo del Resucitado no puede quedarse con un pie en las seguridades humanas y el otro pie en las confianzas divinas; el verdadero testigo es el que, desde el principio, es consciente de que su vida, si dice sí a Dios, está depositada en la confianza en Él. Ahora bien, ¿quién dijo que era fácil? ¿Acaso no se acrisola el oro para potenciar más sus nobles atributos? El fuego al que se somete el cristiano, el testigo de Cristo, es la incomprensión humana, la cual conlleva odio, exclusión, injuria, calumnia… tanto ayer como hoy y mañana. Esa incomprensión no es tanto debida a que no expliquemos bien el mensaje -aunque haya veces que sí lo empañemos- como a que nuestra vida es escándalo para unos y necedad para otros. Sin embargo, mientras que el oro se acrisola solo, el cristiano no; lo contemplamos en Santiago y Pedro que están acompañados en todo momento por la comunidad de creyentes, la Iglesia, en insistente oración -¡poderoso medio de gracias!- y de Dios mismo que acampa a través de su mensajero en torno a sus fieles y los protege.

Ahora me aguarda la corona merecida
Por otro lado, Pablo, en las palabras que al final de su cautiverio dirige a Timoteo, nos ofrece su testamento. Recordando las palabras que hemos escrito en el párrafo anterior, el Apóstol de los gentiles es consciente de que ha conseguido aquello por lo que ha corrido hasta la meta: si entregas tu vida mantenida por la fe a la predicación del Evangelio, el Señor te ayuda a ser su mensajero y a obtener tu premio. Mas, ¿qué tipo de premio es aquel que se asemeja con la muerte? Las palabras de Pablo -«ahora me aguarda la corona merecida»- tienen un sentido cultual y escatológico. Cultual en cuanto a que sabe que su testimonio va a culminar con el sacrificio; escatológico, su corona la pospone a «aquel día», sabiendo que el premio que el Señor nos tiene reservado es comunitario. Dios premia a toda su Iglesia reunida en el cielo, como bienaventurada amada.

Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Y es que los testigos del Hijo de Dios somos las piedras en la edificación de la Iglesia al igual que Simón. Jesús nos lo explica a través de una imagen aplicada al hijo de Jonás y empleando símbolos fáciles de comprender en aquella época y contexto y que, quizá, nosotros necesitemos analizar. Así, con el cambio de nombre de Simón, Jesús está anunciándole que le encomienda una nueva misión como es la construcción de una nueva comunidad de creyentes. Kephas -piedra en arameo- se convierte en el cimiento de todos los cristianos, en prototipo del discípulo de Jesús, ocupando un lugar fundamental pues, a la vez, le hace único poseedor de las llaves del Reino de los Cielos y le da la facultad de atar y desatar en el cielo y en la tierra. La entrega de las llaves nos recuerdan las palabras del profeta Isaías -«Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará; cerrará y nadie abrirá.» (Is. 22, 22)-, mientras que el poder atar y desatar es una imagen semítica que implica tener autoridad doctrinal y ser garante de la interpretación de las enseñanzas del Rabí -atribuida por la tradición católica posteriormente al primado del Papa-. Simón supo ser Pedro, aunque puede que no desde aquel mismo instante, sino algún tiempo después, y que no sería grata su presencia y su palabra ante los dirigentes políticos y religiosos judíos; de ahí que con el pasar del tiempo, finalmente, fuera apresado y encarcelado por anunciar el Nombre de Jesús.

Hoy, Pedro y Pablo, reflejo de cómo vivieron nuestros primeros hermanos en la fe, siguen comunicando que la vida del testigo está perdida sin el anuncio íntegro; que la vida del testigo es una carrera sostenida por la fe; que la vida del testigo es firme y fuerte como roca bien cimentada; que la vida del testigo es contemplar al Señor, el cual hace radiar nuestro rostro y sosegar nuestras ansias y angustias en los momentos de duda y aflicción porque quien a Él consulta, encuentra respuesta.


GUIÓN PARA LA MISA 



ORACIÓN UNIVERSAL


domingo, 26 de junio de 2016

DOMINGO 13º DEL TIEMPO ORDINARIO


«Sígueme.»

A la luz de la Palabra que nos será proclamada, somos invitados a examinar y actualizar la vocación que hemos recibido. Como bautizados, retomar el reto que supone la llamada que Jesús nos hace, comprender el alcance, contenido y proyección de la misión que se encierra en ella, resulta vital para poder compartir con el entorno cultural en el que estamos insertos y del que formamos parte, lo que hemos recibido.

Mirar nuestra Cultura con nuevos ojos; escuchar con disponibilidad de acogida y asumir las renuncias que conlleva haber dicho que sí, comprometiendo la existencia con la misión profética que se desprende de la aceptación del Evangelio de Jesucristo.

Hay que dejar de lado todo aquello que impide actuar con la radical entrega que Jesús propone. Para ello es preciso valorar y dar prioridad a los destinatarios de la misión que se encomienda a cada bautizado. Escuchar, entender y acoger como regalo lo que en la diversidad se manifiesta. Y reconocer que el don de la libertad es fundamental para llevar a cabo la misión liberadora. Ayudar a tomar conciencia de que Jesús quiere que seamos libres y que en libertad siempre procedamos para que la relación entre las personas, pueblos y culturas, produzca el enriquecimiento de todos.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Elías ha sido un gran profeta. Pero los profetas no son tales por sí mismos, sino porque Dios los ha llamado para garantizar la presencia de la Palabra en medio del pueblo. Eliseo es el continuador de la misión de Elías, lo cual demuestra que Dios nunca abandona a su pueblo.

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21

El Señor dijo a Elías: “A Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti”. Elías partió y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto. Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: “Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré”. Elías le respondió: “Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?”. Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.
Palabra de Dios.

Salmo 15, 1-2a. 5. 7-11

R. Señor, tú eres la parte de mi herencia.

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Señor, tú eres mi bien”. El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Tú decides mi suerte! R.

Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.

Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.

II LECTURA

La libertad se construye, se lucha por ella. La valoramos cuando estamos amenazados por el riesgo de volver a la esclavitud. ¡Y cuánto más, la libertad que nos ha dejado Cristo! Hay que sostener este bien y anunciarlo en todo momento, porque Cristo ha muerto para que seamos libres.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 5, 1. 13-18

Hermanos: Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Palabra de Dios.

ALELUYA        1Sam 3, 9; Jn 6, 68c
Aleluya. Habla, Señor, porque tu servidor escucha; tú tienes palabras de Vida eterna. Aleluya.

EVANGELIO

Un hombre se acerca a Jesús para solicitarle lo mismo que Eliseo le pidió a Elías: enterrar a sus padres. Mientras Elías no puso reparos y lo dejó librado a la decisión de su discípulo, Jesús se muestra más exigente y terminante: no se puede retrasar más el anuncio del Reino.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 51-62

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”. Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: “¡Te seguiré adonde vayas!”. Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Y dijo a otro: “Sígueme”. Él respondió: “Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

El discurrir del tiempo ordinario no precisa de temáticas especiales que den ocasión al predicador para exponer la Palabra. Los contenidos sobre los que siempre caben acercamientos nuevos viene propuestos, con una coherencia sorprendente, en la secuencia dominical. La luz que el Espíritu Santo infunde en la Comunidad, permitirá ir viendo esta permanente novedad y cómo se introduce en lo cotidiano de la vida.

Vocación de Eliseo

El relato de la vocación de Eliseo que el primer libro de los Reyes nos propone, destaca el sentido vocacional que deriva de la Palabra de Dios. A Elías se le manda ungir a su sucesor en el ministerio profético. El gesto de echar encima su manto sobre Eliseo, lleva a entender la propuesta que se está haciendo. Ciertamente la respuesta ha de ser en libertad. Cuando Eliseo le dice a Elías que le permita ir a despedirse de los suyos, la respuesta sitúa en el ámbito de la libertad: “Ve y vuelve ¿quién te lo impide?. El texto nos propone un modo definitivo de responder: los aperos y los bueyes son consumidos en un gesto de comunión. El fuego los destruye para compartir. Pero además señala el cambio de vida que genera la llamada. Todo es diferente. Hay una ruptura para situarse ante y entre los otros de un modo nuevo.

Libertad

Pablo escribe a los Gálatas sobre la libertad. Un asunto muy apreciado en nuestros días que precisa una iluminación especial. Sentirse libre no es hacer lo que le apetece a cada uno en cada momento. “Hacer lo que me da la gana”. No consiste la libertad que resalta Pablo en esto, que más revela sometimiento que liberación. Para vivir en libertad, Cristo no ha liberado. Convine a cada bautizado vivir esta experiencia liberadora para iluminar la búsqueda de libertad en el sentido correcto.

No a las condenas, intolerancias e incomprensiones

Somos muy dados a condenas; las intolerancias y las incomprensiones están a la orden día. Jesús rechaza y condena la reacción de los discípulos: ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? ¡Un piadoso disparate! No estamos nosotros muy lejos de actitudes semejantes. Por esto, la segunda parte del pasaje del Evangelio de Lucas señala condiciones básicas de todo discipulado: Hay que dejarlo todo modificando el sentido de propiedad porque todo es compartido. Hay que descubrir una nueva relación afectiva, un modo nuevo de actuar que revoluciona la dependencias y las obligaciones.

Habla de una cultura de muerte que tiene que fenecer, sustituirse por una cultura que brota de la novedad del Reino. Y lo que Elías permitió a Eliseo, Jesús lo descarta. El seguimiento pone en camino, sin posibilidad de retorno, de marcha atrás. Quien sigue a Jesús tiene la mirada puesta en El que va delante abriendo camino. Por eso “poner la mano en el arado y volver la vista atrás” no tiene cabida porque se camina mal. Una tentación muy actual: el recurso al pasado como respuesta al presente.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: 1Reyes (19,16-21): Eliseo “sigue” a Elías

I.1. La lectura nos presenta una narración que ofrece todos los indicios de la mentalidad de una época, pero que pone de manifiesto esa ruptura que los profetas expresan en sus vidas como ejemplo a seguir. En la narración aparece el gran profeta Elías que, con el signo ancestral de su manto, capta a su discípulo Eliseo para que le siga; porque, cuando Elías desaparezca, Eliseo debe mantener viva la llama de la profecía, la voz de Dios. El signo del manto es el signo evidente de para qué sirve un manto, para proteger, para acoger. El manto de Elías es toda su vida, sus opciones por el Dios vivo, su defensa de la justicia.

I.2. Toda llamada implicará un cambio de mentalidad y una opción por lo que merece la pena. Habrá que romper con ideologías de mentalidades ancestrales, rutinarias, incluso familiares (no se refiere a los sentimientos, desde luego) para seguir el proyecto de Dios.

IIª Lectura (Gálatas 5,1-18): Nuestra vocación es la libertad

II.1. La carta de la libertad cristiana, tal como se conoce la carta a los Gálatas, nos habla precisamente de ese don por el que luchó Pablo contra los que se oponían al evangelio. El Apóstol sabe que la libertad puede malinterpretarse con el libertinaje; todos lo sabemos. No obstante, el evangelio es el don de la libertad más grande que el hombre tiene que recuperar constantemente como don de Dios. El “apóstrofe” con que Pablo reclama a los cristianos la consecuencia de su vocación a la libertad es de una fuerza inaudita. Y deja claro que la libertad debe experimentarse en el amor. Sin el amor, la libertad cristiana también estaría herida de muerte. No se trata solamente de matices o de pura retórica: ¿De qué nos vale la libertad desde el odio? ¿Dónde nos lleva la libertad sin reconciliación?

II.2. Durante toda la carta, Pablo se ha mantenido en una actitud irrenunciable a los valores del evangelio que él predica, que recibió por revelación y por el que da la vida. Ese evangelio es la experiencia más grande de libertad que jamás hubiera podido soñar. Ahora, en la parte práctica de la carta (cc. 5-6) vuelve de nuevo sobre el tema. La libertad verdadera es un don del Espíritu; el libertinaje es una consecuencia del egoísmo (de la carne, como a Pablo le parece bien decir). La carne es todo ese mundo que nos ata a cosas sin sentido. El cristiano, como hombre que debe ser del Espíritu, está llamado a ser libre y a no esclavizarse en lo que no tiene sentido.

Evangelio (Lucas 9,51-62): Seguir a Jesús: renuncia a la violencia y a ideologías de muerte

III.1 La lectura del evangelio expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es el momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa” que en el tercer evangelista se recarga de un sentido teológico especial, porque se intenta presentar, de la forma más efectiva, la actividad de Jesús como profeta, a la vez que el evangelista se vale de la significación de ese viaje para enseñarnos a ser discípulos de Jesús. No están claras las referencias geográficas del viaje (9,51-19,28). Nos encontramos con una insistencia clara en que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos casi en el centro del evangelio y Lucas, a diferencia de Marcos, quiere privilegiar toda la “subida” a Jerusalén que será en realidad una “bajada” al abismo de la condena y de la muerte. El texto de hoy está formado por dos narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él no hizo discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino enseñándoles a vivir de otra forma y manera.

III.2. La renuncia a la violencia que propugnan los hijos del Zebedeo porque no ha sido Jesús recibido en Samaría es ya una declaración de intenciones. Lo es también que el profeta galileo vaya a Jerusalén pasando por el territorio de los herejes samaritanos para anunciarles también el mensaje del Reino. Son rechazados y Jesús cuenta con ello, pero no se le ocurre incitar a la condena y a la violencia. Éste es un aspecto determinante del “seguimiento” de Jesús según Lucas. Merecería la pena comentar este episodio como paradigma de la actitud básica de Jesús en su decisión de ir a Jerusalén.

III.3. Por eso, inmediatamente después de la decisión de Jesús, se nos presenta el conjunto de las llamadas de Jesús a seguirle. La forma y la manera es distinta de lo que sucede entre Elías y Eliseo. Aquí es la palabra directa de Jesús, o la petición de los que quieren ser discípulos, o los que quieren informarse, como si fueran candidatos. Pero la radicalidad es la misma. Es una llamada para seguir a Jesús que ha decidido jugarse su vida como portavoz de Dios delante de los jefes y señores de este mundo que están en Jerusalén. Lucas quiere que los discípulos también tomen conciencia de lo que es este viaje, este proyecto y esta tarea. ¿Para qué seguir a Jesús? ¿Por qué romper con las ideologías familiares? ¿Por qué no mirar hacia atrás? Porque la tarea del Reino de Dios exige una mentalidad nueva, liberadora. Los seguidores de Jesús tienen que estar en camino, como Él; el camino es la vida misma desde una experiencia de fraternidad.

III.4. Los textos del seguimiento que Lucas ha tomado del evangelio de itinerantes, probablemente galileos radicales (Q), no tienen por qué ser caracterizados como filósofos cínicos. Desde luego, Jesús no lo era, ni lo podía ser. Pero en esos dichos se refleja toda la crítica hacia las instituciones sociales y el desapego, incluso, de lazos familiares que puedan desviar la atención de las exigencias de Reino de Dios. No se trata de odio familiar, pues eso estaría contra el amor a los enemigos que Jesús defendió expresamente. Es, más bien, poner las cosas en su sitio cuando se trata de sacar adelante el proyecto de Dios, que puede no coincidir con intereses religiosos institucionales e incluso familiares. El discípulo de Jesús se abre a un horizonte nuevo, a una familia universal, a una religión de vida y no de muerte. Las palabras del seguimiento son rupturistas, pero no angustiosas; son radicales, utópicas si queremos, porque van a la raíz de la vida y porque son las que transforman nuestra vida y nuestro entorno social y religioso. Jesús quiere que le sigamos para hacer presente el reinado de Dios en este mundo. Y el Reino de Dios es lo único que puede traer la libertad a quien la anhela. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).



domingo, 19 de junio de 2016

DOMINGO 12º DEL TIEMPO ORDINARIO


«Ustedes, ¿quién dicen que soy?»

El Tiempo Ordinario es una invitación permanente a volver a asumir la pregunta por Jesús de Nazaret como base esencial para su seguimiento. Este Domingo XIIº, particularmente, quiere centrar la atención en Aquél que es capaz de atraer nuestra mirada (cf. Zac 12,10) y revestirnos de sí mismo para asumir su seguimiento como una vocación filial a la libertad (cf. Ga 3,26-29). La pregunta por la persona de Jesús, su identidad, sus exigencias, necesitan de una respuesta real, ya que de la calidad de la respuesta dependerá la calidad del seguimiento.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA

I LECTURA

El pecado del pueblo es un gran dolor tanto para Dios, como para el mismo pueblo. Por este motivo, llorarán como si estuvieran de luto, porque la oscuridad caerá sobre todos ellos. Y como el pueblo no puede ver su propio pecado, será la luz misma de Dios la que lo hará visible.

Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Así habla el Señor: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Palabra de Dios.

Salmo 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

II LECTURA

El bautismo nos incorpora a Cristo y hace que superemos todas las diferencias culturales y sociales. Todos, sin importar de dónde provengamos, tenemos las mismas oportunidades porque todos somos hijos de Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 26-29

Hermanos: Todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

¿Quién es Jesús? Desde nuestra propia experiencia, surge la respuesta. A pesar de la diversidad de respuestas, todas deben coincidir con la misma confesión: es el Mesías, que atravesará el dolor y la muerte y resucitará. Sobre esta fe se construye toda la doctrina cristiana.


Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Asumir la pregunta

No hay seguimiento posible de Jesucristo sin antes afrontar la pregunta sobre su identidad. El paso del nivel formal al nivel existencial de la pregunta está marcado por la experiencia del encuentro y de la intimidad con Él. Evadir esta pregunta y sus consecuencias podría convertir a una persona en un fundamentalista o un fanático.

Jesús mismo, en un contexto de oración e intimidad con los suyos, dirige la pregunta sobre su identidad. La experiencia de Jesús que tienen “la gente” y “los discípulos” se revelan en dos niveles de respuesta: uno formal y otro existencial.

El nivel formal representa las expectativas de quienes esperan un mesías que solucione las problemáticas sociales, religiosas y políticas de Israel. En este sentido, podría pensarse que el pueblo esperaba un mesías “práctico y eficaz”. Sin embargo, aunque este aspecto es importante, no es suficiente para dar consistencia a una confesión de fe.

El nivel existencial, de profundidad, que Jesús busca en los suyos, nace de la revelación y se traduce, en labios de Pedro, en una confesión en el misterio personal del Hijo como Mesías. La revelación necesita de un espacio de intimidad que permita acoger el misterio con el corazón y la inteligencia.

Asumir la respuesta

El acento de la confesión mesiánica está puesto en el conocimiento interpersonal y el vínculo de amistad de Jesús con los suyos como fundamento de su acción evangelizadora como Mesías.

La revelación de la identidad filial y mesiánica de Jesús, lejos de perfilar un ministerio triunfalista, invita a considerar el horizonte kenótico del mismo. Para Jesús, ser mesías no conlleva ni el reconocimiento ni la aceptación por parte de los estamentos religiosos y cultuales de su tiempo.

Este anticipo del talante kenótico de su horizonte ministerial deberá ayudar a ahondar en los suyos las motivaciones más profundas de su seguimiento. No se trata de seguir a un líder carismático ni a un profeta triunfante, sino a un Hombre que será abrazado por el misterio del sufrimiento y de la pascua.

 Asumir el seguimiento

Todo verdadero seguimiento de Jesús implica no sólo haber asumido la pregunta sino también las consecuencias de la respuesta. Todo horizonte existencial se amplía cuando se clarifica la identidad y las exigencias de Quien se sigue.

Para los suyos, el seguimiento implica la renuncia y la cruz. Renuncia, en primer lugar, a todas aquellas realidades que se oponen al camino trazado por el Maestro, es decir, a la autorreferencialidad y al exitismo. En segundo lugar, renuncia a toda forma de mesianismo abstracto que no pueda abrazar radicalmente lo humano.

La cruz implica desposesión de toda seguridad, pero también conlleva una actitud de abandono radical en las manos de Aquel que nos ha llamado a seguirlo. “La cruz de cada día” no presenta nada extraordinario. Habla de aquellas realidades simples y cotidianas que revelan el misterio del dolor y el sufrimiento humano. Pero también puede ser un camino de liberación pascual cuando el ser humano, como Jesús, es abrazado por ella.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"

El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos indiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.

Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor  mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.

Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la fraternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El Dios monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.

II.ª. Lectura (Gálatas 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"

¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.

Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.

Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir

La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesías tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de cierto equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.

La vida de Jesús es una vida profética y, como  tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.


El mesianismo de Jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de Jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 12 de junio de 2016

DOMINGO 11º DEL TIEMPO ORDINARIO


Tus pecados están perdonados

Nuestras acciones deben estar motivadas por el amor, no por cumplimientos que no nos tocan el corazón. Nuestra vida se medirá por el amor que pongamos en ella. Solo desde la apertura al otro, desde el agradecimiento y desde la gratuidad y desde el servicio podemos empezar a construir el Reino.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA

I LECTURA

La misión de Natán era denunciar el pecado. De este modo, le ofrece a David la posibilidad del arrepentimiento. Reconocer el pecado es el inicio del camino hacia el perdón.

Lectura del segundo libro de Samuel 12, 7-10. 13

El profeta Natán dijo a David: “Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría otro tanto y aún más. ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada de los amonitas. Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita”. David dijo a Natán: “¡He pecado contra el Señor!”. Natán le respondió: “El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás”.
Palabra de Dios.

Salmo 31, 1-2. 5. 7. 11

R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.

Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.

Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.

II LECTURA

San Pablo era fariseo y conocía bien los alcances de la Ley. Al conocer a Cristo, todo eso quedó en segundo plano. Es Cristo, con el Espíritu, el que le da vida nueva desde su interior. La Ley, que es externa al hombre, no puede animar nuestro ser.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 2, 16. 19-21

Hermanos: Como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será justificado en virtud de las obras de la Ley. Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha muerto inútilmente.
Palabra de Dios.

ALELUYA        1Jn 4, 10
Aleluya. Dios nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Aleluya.

EVANGELIO

Hay mucho amor en esta mujer, que besa, unge, llora... Y hay mucho amor en Jesús, que recibe, contempla y perdona. Él no niega que ella es pecadora, pero puede ir más allá de eso. El pecado queda atrás, pues el amor lo supera. Esta mujer, que ha entrado llorando, ahora puede salir de aquella casa en paz.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 7, 36—8, 3

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”. Pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro”, respondió él. “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso que aquél a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquél a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”. Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

En la primera lectura del Segundo libro de Samuel, el mensaje de Dios a través del profeta Natán al rey David, es atemporal. Es una llamada a vivir desde el agradecimiento. Sólo aquel que verdaderamente valora lo que tiene es agradecido de verdad. El agradecimiento nos saca de nosotros mismos y nos lleva al otro, nos ensancha el corazón el sabernos queridos y bendecidos.

La falta de agradecimiento, nos centra en nosotros mismos, nos vuelve egoístas y en el fondo genera exigencias que desembocan en envidias, celos, insatisfacción,… donde todos nuestros deseos se expresan de una manera negativa y donde la debilidad humana y el deseo de tener más y más sin mirar el precio y las maneras como conseguirlos nos convierte en esclavos modernos de nuestros deseos muchas veces incontrolables y egoístas.

Afortunadamente nunca debemos perder de vista que no dependemos solo de nuestras fuerzas y de que Él nos sostiene y nos alienta. Nos ayuda a ser capaces de reconocer nuestras limitaciones. Solo reconociendo nuestra finitud seremos capaces de ensanchar nuestros horizontes y llegar a ser más felices. Nunca podemos olvidar de que el mayor de deseo de Dios para con nosotros no es que seamos buenos, que también, el deseo profundo de Dios es que seamos felices, y solo desde el desprendimiento y la consciencia de las propias limitaciones podemos sentirnos plenamente amados y perdonados podemos ser plenamente felices.

Dios en el AT, al contrario de lo que pudiera parecer, no es un castigador vengativo, sino un educador. Intenta enseñarnos que nuestras acciones tienen consecuencias. Esa enseñanza es especialmente valiosa en nuestra sociedad, que muchas veces disocia las acciones y sus consecuencias, generando la falsa apariencia de que nuestros actos no generan consecuencias. Esa falta de conexión es una falsedad que nos sirve para evitar tener mala conciencia, o para pacificar escrúpulos. El mal que viene después del pecado no es un castigo divino, sino la circunstancia de nuestros propios actos. El dolor que causamos en las personas que queremos, la soledad, la falta de profundidad en las relaciones, la destrucción del medio ambiente, son consecuencias directas de nuestras acciones. Nuestra libertad tiene límites, mejor dicho un único límite – no hacer al otro lo que tú no desees que el otro te lo haga a ti.

De esto también nos habla el salmo, quien pide perdón a Dios lo recibe y sentir ese amor infinito de Dios padre y madre.

En la segunda lectura de San Pablo a los Gálatas, habla sobre la ley y la justificación. Les pone su ejemplo personal. Según la ley judía San Pablo estaba condenado, pero no a los ojos de Dios. La ley divina, la lógica divina, no tiene nada que ver con la ley humana y su aplicación. Si vivimos, por Cristo vivimos. Si vivimos como cristianos y seguimos el ejemplo de Jesús, Cristo vive en nosotros. Muchas veces nos preocupamos como vivir dentro de una sociedad secularizada, donde muchas leyes van incluso contra la fe cristiana, pero Jesús nos enseñó que incluso en los tiempos difíciles se puede vivir dentro de esta sociedad diciendo: “den al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios, lo que es de Dios”. Mt 22, 15-21

Y lo que Dios nos pide, su mandamiento principal, su lógica es la lógica del amor.

El Evangelio insiste en el mismo mensaje en el que vienen incidiendo todas las lecturas, esta vez la enseñanza viene de manos de una mujer pecadora. Una mujer que tenía mucho de que arrepentirse, pero que también tuvo la capacidad de postrarse, llorar, cuidar, y amar. Jesús no sigue nuestra lógica, que a veces no es capaz de reconocer los gestos o el valor de las pequeñas cosas, Jesús.

El ve lo que nosotros no vemos, mira nuestro interior, nuestros pensamientos, deseos, sentimientos. Esta mujer es el ejemplo de una persona rechazada y condenada según la ley que marca la sociedad de su época, pero perdonada y aceptada según la lógica de Dios, porque tenía el corazón lleno amor.

Nuestras acciones deben estar motivadas por el amor, no por cumplimientos que no nos tocan el corazón. Nuestra vida se medirá por el amor que pongamos en ella. Solo desde la apertura al otro, desde el agradecimiento y desde la gratuidad y desde el servicio podemos empezar a construir el Reino.

Puede que no podamos hacer grandes cosas, pero si podemos hacer pequeñas cosas con mucho amor (Teresa de Calcuta).


ESTUDIO BÍBLICO

Dios hace que la religión tenga vida

Iª Lectura: 1Samuel (12,7-10.13): Dios perdona… a quien confiesa su culpa

I.1. El profeta Natán no fue, desde luego, el "profeta de bolsillo" del rey David, a pesar de famoso oráculo de 2Sam 7 que tánto tiene que ver con el establecimiento de la monarquía davídica en Judá, y con la teología del mesianismo posterior. Es verdad que los reyes dispusieron a su antojo de "profetas", que en realidad no eran profetas. Los autores o el autor "deuteronomista" (los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes) que tiene muy en cuenta la sabida de David al trono judío no podía pasar por alto que el rey pudiera disponer a su antojo de la vida de nadie. Este es el caso de Urías, puesto en primera fila en la batalla para que muriera en la guerra, un hitita, para llevarse consigo a Betsabé su esposa (la que sería la madre de Salomón su sucesor). El relato que se nos propone, pues, tiene toda la carga profética y moral de condenar los crímenes del rey David, el prototipo, el modelo para los judíos. Pues ahí tenemos al profeta de Dios que no esconde la palabra y el juicio contra los crímenes del rey poderoso. David no era un santo y la subida al trono fue una verdadera tragedia para sus contrincantes, como la misma familia de Saúl (el primer rey del pueblo elegido, contra la misma voluntad de Samuel, otro profeta).

I.2. Es verdad que la pretensión del relato tiene un doble objetivo: mostrar la fuerza persuasiva de la palabra profética, como palabra que viene de Dios, que no se vende, que es juicio de condena y salvación según las circunstancias. Natán tendrá que ver con la situación política del reinado davídico, pero no a costa de silenciar el juicio contra el rey que actúa injustamente. Es un rasgo bien definido del verdadero profeta que tiene conciencia de que la palabra viene de Dios, dura y exigente en muchos casos, como fuego ardiente… Esta es su seguridad frente a reyes y poderosos. Y así ocurre fehacientemente en el caso de Natán y David. Es probable que Natán tuviera ciertas predilecciones por David y que influyera en un momento determinado por Salomón como sucesor de su padre… pero no hasta el punto de poder vender ante él la palabra de Dios.

I.3. Pero también tiene, el relato, un tono moralizante necesario: quien se arrepiente, aunque sus crímenes sean grandes, encontrará el perdón. Porque sea el rey de "dos reinos" y haya conquistado todo "un mundo" para él y para los suyos, no le está permitido ir contra Dios y contra sus súbitos. Estos tienen de parte al profeta, es decir a Dios mismo, pues el profeta es el único que pone enfrente a Dios y al rey. Es lo primero y decisivo en esta escena de tipo religioso, entre el profeta y el rey como individuo. Después tendrá consecuencias en la historia misma de la familia de David, en la rebelión de sus hijos, en los intereses políticos de la misma Betsabé para que Salomón sea preferido sobre otros. Es verdad que esto no se contempla aquí, sino la necesidad de reconocer la culpa y arrepentirse ante Dios, que es lo que busca el profeta. El profeta ha conseguido lo que quería, no precisamente humillar en nombre de Dios, sino que se imponga la justicia, el derecho de Dios y de los hombres. Arrepentido… el rey, el hombre, es perdonado.

IIª Lectura: Gálatas (2,16.19-21): En Cristo he encontrado al Dios vivo y verdadero

II.1. El texto de la carta a los Gálatas es una de las maravillas teológicas del apóstol en la defensa que hace del evangelio al que dedica su vida. Cristo crucificado se revela en su vida como la fuerza de Dios y desde entonces prefiere vivir crucificado, siendo un maldito como tal, que vivir agarrado a la ley, que le aleja de la gracia. En estos versos está recogida la "tesis" que se defiende con todas sus fuerzas en esta carta de Pablo. Son los versos que concluyen el c. 2, después de toda una serie de datos biográficos imprescindibles; su oposición a los judaizantes que llegaron a Antioquía en nombre de Santiago y de enfrentarse al mismo Pedro por tal de no perder la libertad que los cristianos han conquistado en Cristo Jesús.

II.2. La dialéctica entre vivir en Dios y vivir en la Ley es descomunal. Se trata, muy probablemente, de una de las expresiones más fuertes y logradas de Pablo. Antes, cuando vivía según la Ley, pensaba que vivía en Dios y con Dios; vivía en la Alianza y en la fidelidad de un buen judío. Ahora todo ha cambiado al descubrir a Cristo, el Hijo crucificado. Ahora es cuando se ha encontrado verdaderamente con Dios. ¿Es esta una ruptura? Sí, es una ruptura definitiva. La cuestión no está, pues, en aceptar o no aceptar la Ley, sino en este planteamiento cristológico. Si los oponentes hubieran podido pedir una fórmula de compromiso o conciliación, Pablo por el contrario, plantea las cosas como alternativa y contraposición. Se debe de elegir, pues, entre la Ley o Cristo. Y está claro cómo se expresa Pablo: solamente es posible elegir a Cristo, es decir, crucificarse con él, como exigencia radical del evangelio.

II.3. La cuestión se centra en el hecho de que compara lo que es vivir según la Ley, y lo que es vivir crucificado con Cristo. Y la conclusión es nítida: prefiere estar crucificado con Cristo, a vivir según la Ley. Viviendo en la Ley él sabe que no le espera más que la muerte espiritual sin sentido. Por el contrario, viviendo crucificado le espera una vida verdadera. Viviendo según la Ley no es posible, para Pablo, encontrarse con el Dios vivo y verdadero, con el Dios salvador. Viviendo «crucificado» uno se encuentra con el Dios vivo y verdadero, el Dios salvador y liberador, porque Dios se ha revelado realmente en la vida del crucificado. ¿Por qué? nos preguntamos todavía. La respuesta está en Gal 2,20, porque es en la cruz donde el Hijo le ha mostrado su amor y su entrega. Y si el Hijo es la revelación de Dios, entonces es en la cruz donde el Dios real se entrega a todos los hombres, independientemente de su raza y religión.

III. Evangelio: Lucas (7,36-8,3): Jesús, profeta del perdón y la misericordia

III.1. Esta escena, una de las más hermosas y significativas del evangelio de Lucas ha sido muy valorada, reinventada varias veces, evocada en la poesía, la pintura y el drama. La verdad es que estamos ante un "capolavoro" del arte narrativo. En el marco de una comida a la que es invitado Jesús, se enfrentan un fariseo (en realidad muchos fariseos) y una mujer pecadora. Es el fariseo el que hace pública esa maldad. Esta pecadora anónima (no identificada, de ninguna manera, con María Magdalena, aunque de ella se nos hable a continuación) parece que sea una prostituta. Es lo que exige el guión moralista y así se ha tratado casi siempre el pecado de ésta; parece que es lo que pega. Pero en verdad no tiene por qué estar marcada con esa indignidad que afecta tan marginalmente a la mujer. Y si en realidad lo fuera, ¡mejor!, porque de esa manera Jesús se cubre de gloria profética. Jesús desde luego, no es un invitado de piedra, aunque se trata de un enfrentamiento, entre un hombre y una mujer; un puritano, uno que tiene conciencia de que no se contamina como el profeta que se deja secar los pies por una mujer pecadora. Enfrente, o mejor, postrada, esa mujer sin nombre (el hombre curiosamente tiene nombre, Simón, y con ello dignidad social y religiosa). Ya esto es significativo.

III.2. Está claro que el fariseo pretende desacreditar a su invitado, quizás porque su invitación obedecía más bien a cierta buena fama de profeta de la que Jesús gozaba en Galilea entre la gente. No interviene, en primera instancia, porque todo va saliendo según ciertas previsiones; todo esto vale para dejar en evidencia al profeta. Parece que aquí, en el marco de una comida, y con testigos presenciales, todo eso va a acabar. Ya sabemos que Jesús tiene fama de comedor y ser amigo de publicanos y pecadores; se ha afirmado un momento antes (Lc 7,34). Pero Jesús no se dirige primeramente a la mujer, sino a Simón, con esa breve parábola de los dos deudores con deudas desproporcionadas. La enseñanza es meridiana: a quien más se le perdona más agradece. Los gestos de la mujer pueden ser todo lo ambiguos que queramos, pero no para Jesús, ni para el fariseo, que representa todo un mundo religioso y una mentalidad. Para los rabinos de la época… ¡no digamos!

III.3. Jesús, este Jesús de Lucas, que se nos presenta tan cercano a la mujer, a los débiles, tan abierto a la misericordia… después de haber dejado bien claro en la parábola hasta dónde quiere llegar, se pone de parte de la mujer. Lo que le reprocha a Simón, lo pone a cuenta de la mujer, de la pecadora, ¡algo inaudito! En realidad, la narración parece insinuar que Jesús no ha sido invitado con buenas intenciones a casa del fariseo. Al final son dos mundos los que se enfrentan: el de los fariseos y el de Jesús. Y quien dictamina este enfrentamiento, la juez, es una mujer pecadora. No ha sido tratado Jesús con dignidad por parte de los fariseos, de hombres. Y resulta que esta mujer viene a restituir toda la dignidad para este profeta amigo de publicanos y pecadores. Parece como si la mujer si hubiera enterado que Jesús no ha sido tratado con toda la dignidad que merece y ella viene a suplirlo. Es verdad que se trata de una pecadora en toda regla (por lo que sea, ¡es igual!), porque Jesús le perdona sus pecados y por ello explota el auditorio de hombres y de fariseos: ¡solamente Dios puede perdonar pecados!

III.4. El fariseo, los fariseos, los puritanos, no se sienten perdonados… porque no sienten necesidad y no pueden agradecer. La mujer sí siente la necesidad de comprensión, de perdón, de misericordia y, consiguientemente, ama mucho. Debemos resaltar la fuerza del v. 47, incluso en una buena traducción: no es su amor lo que provoca el perdón, sino el perdón de Jesús lo que le lleva a amar con toda el alma y todo el corazón. Ella ha pedido comprensión, perdón, misericordia… y se le ha concedido. Ella lo necesitaba y ha llevado a cabo todo aquello que le acercaba a quien consideraba que se lo podía ofrecer de parte de Dios. Los "fariseos" (no solamente Simón, aunque éste los representa) no se acercan a Jesús, no le ofrecen ni siquiera la hospitalidad dignificadora, sino una hospitalidad para ser cazado y ser juzgado. El profeta, amigo de publicanos y pecadores, de la mujer y de gente sencilla y necesitada, ha salido ileso… pero no sin escándalo de los que no se sienten pecadores. Y no saben que esa dignidad estirada y legal… puede ser también pecado. Y podrían tener el mismo perdón como la mujer. Pero eso sería rebajarse a una moral débil que no pueden soportar. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).