“He venido a
prender fuego en el mundo”
En este domingo las tres lecturas
coinciden en mostrar que ejercer de profeta, como Jeremías o como Jesús, genera
división en los “espectadores”, -término que emplea el autor de la carta a los
Hebreos-. No es fácil proclamar la verdad que Dios quiere que sea conocida por
los seres humanos. No suele ser la esperada. “La verdad duele” se suele decir.
Y la culpa recae sobre el mensajero. Pasó con Jeremías según la primera
lectura; pasó con Jesús según la segunda; y el mismo Jesús avisa de ellos a sus
discípulos. Asumir esa realidad, y no dejar de decir lo que hay que decir ni de
actuar como hay que actuar sólo es propio de quienes no buscan el aplauso
social y se exponen a la “división de opiniones” incluso entre los más cercanos
que señala Jesús o que caiga sobre él la “ignominia”, como se apunta en la
segunda lectura. Pero merece la pena, es el modo de vida de quien quiere ser
coherente con su fe.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Son
muchos los que buscan la forma de acallar al profeta con su poder. Pero la
Palabra de Dios no puede ser silenciada, se alza desde cualquier pozo en que se
la quiera hundir.
Lectura
del libro de Jeremías 38, 3-6. 8-10
El profeta Jeremías decía al pueblo:
“Así habla el Señor: ‘Esta ciudad será entregada al ejército del rey de
Babilonia, y éste la tomará’”. Los jefes dijeron al rey: “Que este hombre sea
condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres
de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no
busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. El rey Sedecías respondió: “Ahí
lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes”.
Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo
del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el
aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro. Ebed
Mélec salió de la casa del rey y le dijo: “Rey, mi señor, esos hombres han
obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo
morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad”. El rey dio esta orden a
Ebed Mélec, el hombre de Cusa: “Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del
aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera”.
Palabra de Dios.
Salmo
39, 24.18
R.
¡Señor, ven pronto a socorrerme!
Esperé confiadamente en el Señor: Él se
inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R.
Me sacó de la fosa infernal, del barro
cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos. R.
Puso en mi boca un canto nuevo, un himno
a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. R.
Yo soy pobre y miserable, pero el Señor
piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío! R.
II
LECTURA
Jesús,
desde la cruz, se hace solidario de todos nuestros dolores y acompaña nuestro
sufrimiento.
Lectura
de la carta a los Hebreos 12, 1-4
Hermanos: Ya que estamos rodeados de una
verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en
especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al
combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de
nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la
cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora “está sentado a la derecha” del
trono de Dios. Piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de
los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo,
en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar
su sangre.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo
las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Ante
el fuego del amor que trajo Jesús, hay quienes prefieren el hielo del
desinterés y la indiferencia hacia el hermano. No nos quedemos en la tibieza. A
pesar de los conflictos, sigamos optando apasionadamente por Jesús.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
12, 49-53
Jesús dijo a sus discípulos: Yo he
venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera
ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto
se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la
tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante,
cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra
tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la
hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la
suegra.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Tener conciencia del impacto social de
la predicación del evangelio.
Cuando se escribe el texto evangélico ya
había plena conciencia de que el llamado Evangelio, las ideas y actitudes que
dimanan de la vida y predicación de Jesús, y que sus discípulos hacen suyas, no
han dejado indiferentes a quienes las hacen conocer, como si fueran unas
creencias más en medio de tantas como proliferaban en la sociedad de entonces.
Exigen una nueva visión de Dios y del ser humano, también de la comunidad
humana que no suele ser la que el ser humano desea. Y eso no se puede olvidar.
Aceptar el evangelio exige lucha,
esfuerzo en el interior de cada uno
Lucha, esfuerzo en el interior de cada
uno. Comprometerse con Jesús, con la verdad que ofrece, con su estilo de vida,
sentir como él sintió, no está de acuerdo con las pulsiones más inmediatas y
urgentes de nuestra condición humana, que buscan aburguesar nuestra vida,
quedarse con lo “que el cuerpo pide” y también, y sobre todo el “espíritu”, que
es disfrutar de lo fácil y cómodo y no complicarse la vida. Aunque ello
implique no tomar en serio la fe que se dice profesar, dejarla en un segundo
plano, tras otros intereses distintos, si no contrarios..
Jesús divide a la sociedad
La lucha interior que exige la fe se
traslada a las relaciones humanas. Ni estructuras sociales que deben fundarse
en la coincidencia de proyectos de vida, como la familia, resisten con
facilidad el compromiso cristiano asumido con coherencia, y surge la división o
el enfrentamiento entre sus miembros, que anuncia Jesús. Piénsese, por ejemplo,
lo que con frecuencia sucede cuando un hijo se siente llamado al sacerdocio o a
la vida religiosa, y contraría por ello las expectativas familiares. O
simplemente cuando un miembro de la familia, un hijo, por ejemplo no se pone
como primer objetivo mantener y mejorar el status socioeconómico de la familia,
porque sus intereses, su vocación va en otra dirección. Pensemos también en lo
que sería pretender organizar la vida económica y política desde las enseñanzas
evangélicas incluso en una sociedad que se llama cristiana. ¡Cuánta oposición!
¡Cuánta crítica por ser idealista, y no acomodarse al estilo de vida vigente!
A pesar de todo merece la pena apostar
fuerte por Jesús
Conscientes, eso sí, de nuestras
debilidades y de las incoherencias que se nos pegan al ser dada nuestras
limitaciones, también y sobre todo morales. “No os canséis y no perdáis el
ánimo” dice el autor de la carta a los Hebreos en la segunda lectura. Y lo dice
porque por ahí pasó Jesús en quien tenemos que “tener fijos los ojos”, como
añade. Vivir el Evangelio o simplemente vivir con la dignidad propia del ser
humano –que el Evangelio nos descubre- exige tensión en nuestro interior y en
nuestras relaciones humanas. Abandonar la tensión es malgastar la vida. Es duro
ese compromiso, pero no estamos solos si nos damos tiempo a contar con quien
“inició y completa nuestra fe”, Jesús, “sentado ahora a la derecha del Padre”,
-segunda lectura-, pero presente en nuestra historia personal.
ESTUDIO BÍBLICO.
Primera
lectura: (Jeremías 38, 4-6.8-10)
Marco: El contexto es la situación de
Jerusalén en el tiempo inmediato anterior a su destrucción el año 587 a.C. Se
subraya la situación de carencia: el pueblo esta desanimado, el rey no tiene
poder, no hay agua en las cisternas, no hay pan en la ciudad. La lectura forma
parte de la así llamada “pasión de Jeremías”.
Reflexiones
1ª)
¡La resistencia a la palabra del profeta repercute en su persona!
Ese hombre no busca el bien del pueblo
sino su desgracia. La situación era delicada. Jeremías ha de llevar adelante su
ministerio profético en circunstancias difíciles. Nos han quedado algunos
fragmentos dramáticos que hemos convenido en llamar las “confesiones de
Jeremías”, que revelan muy bien la intimidad del alma de este profeta
caracterizado por una exquisita sensibilidad, un amor entrañable a su pueblo y
una fidelidad a Dios inquebrantable (Jr 11,18ss; Jr 15,10ss; Jr 18,18-21). También
los profetas interpretaron la situación política (recuérdese la misión de Elías
y, sobre todo, de Eliseo y otros muchos profetas como Natán, Isaías, Amós,
etc.), porque son los intérpretes autorizados de las exigencias de la alianza
que alcanza a todos los aspectos de la vida personal y nacional. El profeta
tuvo que tomar parte en aquellas circunstancias y aconsejar que se rindieran al
rey de Babilonia, como única salida posible y viable. Su consejo y su postura
no fueron aceptados y le causaron dura oposición y persecución.
Segunda
lectura: (Hebreos 12,1-4)
Marco: El contexto es la exhortación a
la constancia y fortaleza en medio de las dificultades, contrariedades y
persecuciones resistiendo activamente. El autor invita a los lectores a fijar
la mirada en el ejemplo de Jesús que es quien abre camino
Reflexiones
1ª)
¡Dejemos de lado lo que obstaculiza y corramos en la carrera que nos toca!
Corramos en la carrera que nos toca, sin
retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe. Toda la
historia de la salvación está orientada hacia la consecución de una gran
esperanza. Esa esperanza iba tomando formas y expresiones diferentes, aunque
siempre continuadas y complementarias, a lo largo de los siglos de preparación.
Realizada la presencia del Salvador en el mundo, esta esperanza se expresa de
una manera cristológica, es decir, el motivo y la meta de la esperanza es
participar en la misma historia y destino de Jesús. El discípulo debe tener los
ojos fijos en Jesús. Es necesario seguir adelante siempre y sin claudicaciones
y, como sabemos, en medio de persecuciones a muerte: Olvidando lo que he dejado
atrás me lanzo hacia delante en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por
medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto... De todos modos, sigamos
adelante siendo consecuentes con lo que ya hemos alcanzado (Flp 3,12-16). Son
exhortaciones, en ambos casos, que tratan de dar respuesta a una situación real
y dolorosa. Todo es posible por el poder de Dios y la contribución de las
virtualidades de todo orden que tenemos a nuestro alcance. La oferta que el
cristianismo hace a los hombres es valiosa como el oro y conlleva que sea
estimada como tal. Hoy como ayer hay que presentar el cristianismo como una
respuesta que alcanza a lo más valioso del hombre y le promete la realidad que
le proporciona su sentido.
Evangelio:
(Lucas 12,49-53)
Marco: Proseguimos el viaje a Jerusalén.
El fragmento podría titularse: el Reino no admite rivales; su prioridad es
indiscutible en los planes y actuación de Jesús. El evangelio es una noticia
inquietante, que puede engendrar la división.
Reflexiones
1ª)
¡Encender el fuego en el mundo, tarea principal de Jesús!
La imagen del fuego está relacionada con
la espera escatológica*. Es una imagen que acompaña en las descripciones
habituales que presentan los signos del fin. El propio Bautista recurre a ella
en su predicación de marcado sabor escatológico también (Lc 3,16-17). La
predicación de Jesús estaba intensamente coloreada por la espera y realización
escatológica. Se trata de un fuego purificador en primer lugar: es necesario
que la humanidad sea acrisolada al fuego para entrar en la gloria. También
tiene el aspecto destructor. La relación de fuego y bautismo sugiere igualmente
la idea de la regeneración total. No olvidemos que en este itinerario hacia
Jerusalén, Jesús quiere instruir de modo peculiar a sus discípulos. Esta
enseñanza va dirigida especialmente a ellos: el destino de Jesús es pasar por
el fuego y el bautismo de su muerte y resurrección para hacer presente en el
mundo el fuego purificador para siempre y ofrecer un bautismo que transforme a
la humanidad. Estas imágenes, por tanto, nos invitan a comprender el mensaje de
Jesús a sus discípulos de forma y que alcance a todo el ser del hombre.
2ª)
¡Jesús es un signo de contradicción, una bandera discutida y un valor absoluto!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo
paz? No, sino división. Hemos de habituarnos al estilo paradójico de Jesús. Una
lectura precipitada de estas expresiones podría conducir a una comprensión
desviada de sus palabras. Jesús proclamó dichosos a los promotores de la paz;
se opuso a la violencia. La sangre de su cruz establece la reconciliación y la
paz entre todas las cosas y entre los hombres y Dios. La paz es uno de los
bienes fundamentales que se esperan para la etapa central de la salvación,
porque la paz sintetiza todos los bienes de la salvación. El Dios de Jesús es
un Dios de paz y no de aflicción o de guerra. ¿Cómo entender entonces estas
palabras? En la Biblia hay diversos géneros literarios y uno de ellos es el uso
de la paradoja. Jesús, que es el Príncipe de la paz, afirma que no ha venido a
traer la paz. Cuando Jesús pide, como condición para seguirle, que hay que
negarse incluso a sí mismo, o cuando dice que no es digno de él quien no le
prefiere, incluso a los seres familiares más queridos, está suscitando una
elección radical. En una misma familia puede haber miembros que se deciden por
el seguimiento y otros no. ¿Qué ocurre entonces? Que se produce una criba, una
división, no querida directamente por Jesús, sino resultado de la opción tomada
por el discípulo que decide seguirle. Es decir, el seguimiento de Jesús provoca
muchas oposiciones. Jesús es una bandera discutida. Simeón lo había afirmado en
la presentación del templo (relato de la infancia, Lc 2), donde leemos una
página entendida retrospectivamente*. La prueba definitiva de que Jesús fue
rechazado por su pueblo es que fue condenado a muerte en cruz (cf. Jn 7 y 8: en
ambos capítulos aparece por once veces que la vida de Jesús estaba en grave
peligro de muerte; en ellos se subraya la labor de juicio y de criba que
provoca la palabra y los gestos de Jesús).
Es, por tanto, una verdad extendida por
todo el evangelio que la persona, las palabras y los gestos de Jesús, que vino
a establecer la definitiva paz entre los hombres, y entre Dios y los hombres,
de hecho lleva consigo la división por la exigencia de la opción tomada frente
a él. División no querida, pero inevitablemente producida. Jesús es un valor
absoluto que está incluso por encima de la sagrada institución de la familia..
Este evangelio sigue siendo vivo hoy, pero encuentra no pocas dificultades. No
es fácil compaginar la seriedad del seguimiento de Jesús, así presentado y
planteado, y la cultura de los hombres de hoy. ¿Hablaría de la misma manera,
propondría las mismas exigencias, se arriesgaría de la misma manera si Jesús
viniese hoy al mundo como lo hizo entonces?... La respuesta es que el Evangelio
es único y para siempre y que, por tanto, Jesús es único y para siempre:
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Hb 13,8). (Fr. Gerardo Sánchez
Mielgo, O. P.).
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