“Allí
donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.”
Varias de las expresiones que hoy nos
presenta el evangelio de San Lucas, podían servir de hilo conductor de nuestra
reflexión: la confianza, el desprendimiento con el corazón limpio de intereses
materiales, estar atentos a su venida… y el Señor nos lo va pidiendo camino de
Jerusalén.
Y sin olvidar que el evangelio de hoy
hay que leerlo teniendo en cuenta el de los domingos anteriores.
Los que se encontraban solos,
marginados, sin nada… tenían que depositar su fe y confianza en aquel que había
comprometido su palabra de no abandonar a quienes lo habían dejado todo por
seguirle a él… “no temas pequeño rebaño…”.
Y junto con la confianza, les pide Jesús
que estén despiertos y vigilantes: “tengan ceñida la cintura y encendidas las
lámparas…”
Nunca quiere el Señor inspirar miedo…
nunca actúa así, sino que tengamos una confianza llena de amor, porque quiere
concedernos la vida eterna, donde no habrá lugar para los sobresaltos e
incertidumbres, sino para darnos la suma claridad.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
¡Cuánta
fuerza tienen las personas buenas cuando se sostienen entre ellas! Esa
solidaridad da firmeza para resistir en los malos momentos. Y así viven su fe,
ayudándose, alentándose y haciéndose responsables unos de otros en el caminar.
Lectura
del libro de la Sabiduría 18, 5-9
Como los egipcios habían resuelto hacer
perecer a los hijos pequeños de los santos –y de los niños expuestos al
peligro, uno solo se salvó– para castigarlos, tú les arrebataste un gran número
de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas.
Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que,
sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran
reconfortados. Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la
perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros
adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos
hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común
acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos
bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
Palabra de Dios.
Salmo
32, 1. 12. 18-20. 22
R.
¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
Aclamen, justos, al Señor: es propio de
los buenos alabarlo. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él
se eligió como herencia! R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la
muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es
nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
II
LECTURA
Quien
camina en la fe, pone los ojos y el corazón en la tierra definitiva, pero no se
desentiende de esta tierra y de esta historia, porque es en este transcurrir
cotidiano en donde su fe se manifiesta. Además de los creyentes que nombra la
Carta, seguramente nosotros podemos agregar los nombres de hombres y mujeres de
fe que nos precedieron y son para nosotros un estímulo en nuestro camino.
Lectura
de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-19
Hermanos: La fe es la garantía de los
bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por
ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe,
Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a
recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en
la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos
con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos
cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara
recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno
de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya
cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del
cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Todos ellos
murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y
las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la
tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si
hubieran pensado en aquélla de la que habían salido, habrían tenido oportunidad
de regresar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial.
Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse “su Dios” y, de hecho, les ha
preparado una Ciudad. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó
a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,
a aquél de quien se había anunciado: “De Isaac nacerá la descendencia que
llevará tu nombre”. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aún para
resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un
símbolo.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:
Lectura de la carta a los Hebreos 11,
1-2. 8-12
Hermanos: La fe es la garantía de los
bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella
nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe,
Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a
recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en
la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos
con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos
cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara
recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno
de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya
cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del
cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 24, 42. 44
Aleluya. Estén prevenidos y preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.
EVANGELIO
La
parábola del administrador expone la responsabilidad mutua que nos debemos los
creyentes “para distribuir la ración en el momento oportuno”. Todos tenemos
algún tipo de compromiso que nos compromete con el hermano. ¿Con qué
disposición de ánimo hacemos nuestra tarea? El Señor espera encontrarnos
ocupados en nuestro trabajo, es decir, sirviendo y amando al prójimo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 12, 32-48
Jesús dijo a sus discípulos: “No temas,
pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan
sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen
un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la
polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén
preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los
hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle
apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor
encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica,
los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor
llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si
el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar
las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del
hombre llegará a la hora menos pensada”. Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta
parábola la dices para nosotros o para todos?”. El Señor le dijo: “¿Cuál es el
administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal
para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a
quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que
lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: ‘Mi
señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las
sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el
día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que
los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las
cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un
castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será
castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al
que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Y porque este evangelio lo relacionamos
con el de los anteriores domingos, recordamos que nos dice Jesús: “estad
preparados…”, como si fuésemos a participar en una prueba deportiva.
Quizás ésta es una de las páginas que
nos gusta pasar y recorrer de puntillas, sin asomarnos a su fondo ante el temor
de que se nos plantee algún que otro problema práctico por “los bienes
terrenos” en los que tanto insiste Jesús.
Y es que Jesús fue pobre, y así se lo
recuerda con sinceridad a los que intentan seguirle: “no tenía dónde reclinar
la cabeza”. Y además ponía esa condición para ir con él: “vende cuanto tienes…
y después ven y sígueme”.
Sí, Jesús nos quiere desprendidos de
todo, y de manera especial de lo que más ata, los bienes materiales, el dinero…
es la mejor forma de “estar preparados…
Prepararse y esperar no es cruzarse de
brazos para encerrarse en una tranquila y sosegada pasividad, como quien
aguarda pacientemente en la estación a que llegue el tren o el autobús, como
tampoco consiste en la evasión de problemas y negocios de la vida de cada día,
sin poner de nuestra parte el esfuerzo necesario para ello.
“Tener encendidas las lámparas para el
encuentro con el Señor” significa poner nuestra mirada en “los bienes de
arriba” sin dejarse encandilar por las cosas de este mundo. “Estar preparados…”
supone una vigilancia activa y creadora haciéndonos cargo de los
acontecimientos de la vida, y poniéndonos a trabajar con tesón y ahínco para
colaborar en hacer un mundo más justo y honrado, más disponible, más habitable
y más humano… donde reine la justicia, el amor y la paz.
Con esa fe y confianza se nos presentan
en las primeras lecturas a los que siguen a Dios: “tu pueblo esperaba ya la
salvación de los inocentes…” y “la fe es seguridad de lo que se espera y prueba
de lo que no se ve…” y por esa fe se recuerda a los antiguos, que la carta a
los Hebreos nos presenta como modelo: Abraham, Sara, Jacob… ¿tenemos esa fe en
el seguimiento de Jesús?
Todo esto nos anima a superar los miedos
que con frecuencia se nos presentan y es la garantía de que el Reino de Dios está
llegando a nosotros, de que quiere ser verdadero nuestro amor a Dios y a los
hermanos.
Cada domingo, en la Eucaristía, podemos
encontrar esa fuerza que nos ayuda “a estar preparados…” y bien sabemos que no
es ninguna prueba deportiva sino la fuerza que nos debe acompañar para hacer el
camino que como cristianos debemos recorrer cumpliendo nuestra misión y
haciendo presente el Reino de Dios con un corazón libre de ataduras, limpio de
muchos tesoros humanos, porque “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro
corazón”.
ESTUDIO BÍBLICO.
Estén
preparados
Iª
Lectura: Sabiduría (18,6-8): Memoria de la pascua liberadora
I.1. La lectura de este día quiere
describir la noche de salvación para Israel, la noche pascual, que se ha
convertido en el paradigma nostálgico de un pueblo que siempre ha recurrido a
su Dios para que lo liberara de todas las esclavitudes; que anhela salvación y
que encuentra en el Dios comprometido con la historia la razón de ser de su
identidad. Es, probablemente, un texto cultual, es decir, nacido en la
liturgia. El c. 18 de este libro escrito en griego, para la comunidad judía de
Egipto, es una memoria litúrgica de la noche pascual, de la noche de la
libertad y de la noche de la luz. Nada hay tan celebrado en Israel como la
noche pascual.
I.2. “Memoria” es mirar al pasado. Pero
es más que eso, es tener presente que Dios siempre puede encender la luz de la
salvación para su pueblo en cualquier momento que lo necesite. Se hace memoria
para actualizar y para “sentir” la misma presencia liberadora de Dios, porque
el pueblo, la comunidad, las personas siempre pueden estar amenazadas de
esclavitud. Sólo en Dios es posible poner la esperanza, porque en sus manos
está la luz.
IIª
Lectura: Hebreos (11,1-2.8-19): La fe, por encima de la muerte
II.1. Hoy, la segunda lectura, tomada de
Hebreos 11, llena de contenido esta parte de la celebración, con su visión práctica
de la fe evocada a la luz de las grandes figuras de la “historia de la
salvación” y de todos aquellos que, por amor de lo que esperaban y de las
realidades invisibles, renunciaron a los honores terrenos. Se dice que con este
capítulo, el autor de la carta a los Hebreos, que no es San Pablo desde luego,
sino un maestro desconocido, compuso este sermón para mover a la fe a la
comunidad, al igual que los padres del pueblo, pero ahora con la esperanza que
procura Jesús y su obra. Él es el ejemplo de nuestra fe en Dios y de nuestra
entrega a los hombres al comprender todas las flaquezas. Por esto es Sumo
Sacerdote, porque siendo Dios, superior a los ángeles, a Moisés y a Aarón
,comprendió más que nadie los pecados de los hombres.
II.2. En nuestra peregrinación hacia
Dios, en la tipología hacia el santuario celeste, tenemos un mediador y una
seguridad que no tuvieron los padres del pueblo: al mismo Jesús. Por eso,
creer, según lo que se propone en Hebreos 11, no es mirar al pasado, ni
conservarlo, sino avanzar hacia el futuro. Quiere decir que debemos estar en
camino, que no hay puntos muertos en la historia de la salvación. Como es
lógico, la lectura de hoy solamente toma algunos aspectos de ese capítulo, y se
debe leer el mismo en su totalidad. La figura de Abrahán, el padre del pueblo
al que se le pidió todo, es el ejemplo. Si fuéramos realistas diríamos que Dios
no pide la muerte de un hijo, el de las promesas. Eso es un “género simbólico”
para decir que todo está en manos de Dios. Pero precisamente es en las manos de
Dios donde está la resurrección, y ésa es la gran cuestión de la fe en Dios y
una de las afirmaciones de más alcance de este texto de la carta a los Hebreos.
Evangelio:
Lucas (12,32-48): La sabiduría de la vigilancia
III.1. El evangelio de Lucas nos ofrece
aquí una serie de elementos que están en el Sermón de la Montaña, en Mateo, y
un conjunto de parábolas (los criados que esperan a que su amo vuelva de unas
bodas, el amo que vigila su casa por si llega un ladrón, y el administrador fiel
al que se le ha confiado repartir el trigo) sobre la vigilancia y la fidelidad
al Señor. La exhortación primera, que concluye con el dicho “donde está vuestro
tesoro, allí está vuestro corazón”, es toda una llamada a la comunidad sobre el
comportamiento en este mundo con respecto a las riquezas. Lucas es un
evangelista que cuida, más que ningún otro, este aspecto tan determinante de la
vida social y económica, porque escribía en una ciudad (Éfeso o Corinto) donde
los cristianos debían tomar postura frente a la injusticia y la división de
clases.
III.2. El dicho del tesoro y el corazón
es un dicho popular que encierra mucha sabiduría de siglos. Pero es propio de
estos dichos (el llamado “Evangelio Q” como algunos lo llaman actualmente)
poner de manifiesto la radicalidad sapiencial y escatológica que se vivió en
aquellos momentos. Si bien es verdad que el rigor apocalíptico ya no es
determinante, sí lo es el sentido que mantienen estas palabras. Vigilar, ahora,
ya no es estar preocupados por el fin del mundo, sino estar preocupados por no
poner nuestro corazón en los poderes y las riquezas. Son dichos para
comprometerse en nuestro mundo, aunque sin perder la perspectiva del mundo
futuro.
III.3. Lucas sitúa esto en el programa
de buscar el Reino de Dios, pidiendo y exigiendo al cristiano no desear las
mismas cosas que desean y tienen los poderosos de este mundo. El Reino exige
otros comportamientos. Así, pues, las parábolas sobre la vigilancia y la
fidelidad vienen a ser como el comentario a esa actitud. Es una llamada a la
responsabilidad en todos los órdenes, pero especialmente la responsabilidad de
saberse en la línea de que la vida tiene una dimensión espiritual,
trascendente, sabiendo que hay que ponerse en las manos de Dios. Eso no es una
huida de lo que hay que hacer en este mundo; pero, por otra parte, tampoco
ignorando que nos espera Alguien que un día se ceñirá para servirnos si le
hemos sido fieles. Ése de quien habla Jesús en la parábola, es Dios. Nosotros,
mientras, administramos, trabajamos, ayudamos a los más pobres y necesitados,
como una responsabilidad muy importante que se nos ha otorgado. (Fray Miguel de
Burgos Núñez, O. P.).
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