Estamos iniciando la primavera. En
muchas comunidades también se programan, en estas fechas, misiones y campamentos del verano, con todo tipo de reuniones de formación para los cristianos
que quieren vivir la fe en serio.
La Palabra de Dios de este Domingo nos
da unas pautas para que podamos vivir la fe de una manera adulta. No hay que
medir la fe por la cantidad, es más importante la calidad. Ella nos
proporcionará efectos más maravillosos que plantar una higuera en el mar. Nos
llevará la fe, aunque sea como un grano de mostaza, a descubrir la gratuidad
del siervo que hace lo que debe hacer y que luego lo traduce en guardar el
depósito de la fe y gastar la vida por el evangelio. Este modo de vivir la fe
nos ayudará también a encontrar una respuesta, a la luz del Señor, para todas
aquellas preguntas que nos hacemos al contemplar el mal que hay a nuestro
alrededor.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
justo clama a Dios: ¿Por qué hay tantas injusticias, pecado y dolor? ¿Por qué
Dios no interviene fuertemente para terminar con todo eso? Es el mismo clamor
que reza el salmo de hoy, invitándonos a la actitud de fidelidad. Dios está con
nosotros, en medio de tantas situaciones en que parece que nos ha olvidado. No
dudemos de la fidelidad de Dios, y busquemos en él nuestra fortaleza en medio
de las vicisitudes que sacuden nuestra vida.
Lectura
de la profecía de Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin
que tú escuches, clamaré hacia ti: “¡Violencia!”, sin que tú salves? ¿Por qué
me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que
saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia. El Señor me
respondió y dijo: “Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la
pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar
a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá
seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo
vivirá por su fidelidad”.
Palabra de Dios.
Salmo
94, 1-2. 6-9
R.
¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y
nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No
endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.
II
LECTURA
Dos
veces se menciona al Espíritu Santo: el Espíritu nos fue dado, como don; y por
lo tanto, el Espíritu habita en nosotros. El Espíritu Santo está vivo, sí, y
vivo dentro de cada uno de nosotros. ¡Qué buena noticia! Vivir en fortaleza,
amor y sobriedad no depende de nuestras pobres fuerzas, sino del Espíritu, que
es pura fuerza de Dios.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 6-8. 13-14
Querido hijo: Te recomiendo que reavives
el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el
Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de
amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni
tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los
sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la
fortaleza de Dios. Toma como norma las saludables lecciones de fe y de amor a
Cristo Jesús que has escuchado de mí. Conserva lo que se te ha confiado, con la
ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Palabra de Dios.
ALELUYA 1Ped 1, 25
Aleluya. La Palabra del Señor permanece
para siempre. Ésta es la Palabra que les ha sido anunciada: el Evangelio.
Aleluya.
EVANGELIO
Nuestra
fidelidad a Dios se expresa en la perseverancia cotidiana. Y esto ocurre
cuando, a pesar de todas las dificultades y de las cosas que no entendemos,
permanecemos unidos a él. Nuestra fe constante se expresará en el servicio
concreto. Y de allí brotará la fuerza que puede mover montañas.
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 3b-10
Dijo el Señor a sus discípulos: “Si tu
hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces
al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’,
perdónalo”. Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió:
“Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa
morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les
obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar
el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y
siéntate a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la
túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás
después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le
mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan:
‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
“Hasta
cuando clamaré, Señor, sin que me escuches”
El profetismo fue importante para
mantener la esperanza del pueblo en el Dios de la misericordia y la paciencia.
El Dios de Israel las tuvo constantemente con el pueblo escogido.
Históricamente Israel paga sus infidelidades a la Alianza por ir “detrás de otros
dioses”. Los pueblos que invaden la viña del Señor son los instrumentos de los
que se sirve Yavé para hacer comprender al pueblo su alejamiento de la Alianza.
Habacuc, en el fragmento que leemos en este domingo, no habla al pueblo. Habla
directamente al Señor y le pide explicaciones por la sordera que demuestra ante
los desmanes que contemplan sus ojos.
Con frecuencia en nuestras vidas tenemos
esta actitud ante el Señor.. La humanidad cada vez se aleja más de Dios. Lo
trascendente ya no cuenta para el hombre de hoy. El secularismo galopante lo
invade todo y a Dios ya no le sentimos necesario. Ante esta situación, los que
queremos seguir a Jesús y que “venga a nosotros su Reino”, con frecuencia
también sale de nuestro interior esta queja: “Hasta cuando clamaré, Señor, sin
que me escuches”.
“El justo vivirá por su fe”
Apreciamos entre nosotros un grito
unánime de los que piden pan, dignidad, consuelo, en definitiva, que se haga
justicia a los más oprimidos. Habacuc es un profeta en tiempo de miseria y desolación,
por eso resuena hoy en nuestros oídos el aviso de que si la religión la
convertimos en un ídolo, en una “cueva de ladrones”, ese ídolo no nos puede
salvar. Lo dice bien claro: “El justo vivirá por su fe”, es decir, la vida del
justo depende de en quien ha puesto su confianza. Esta confianza transforma su
vida y puede experimentar que nada hay imposible, todo se afronta con
seguridad. Así es como este modo de vivir la fe consigue algo más grande que
mover montañas. Transforma el corazón y lo dilata hasta hacer presente al
Espíritu Santo. Para los cristianos que viven así su fe, el mundo es Cristo
Jesús; Él es el centro en que convergen y toman criterio y fuerza nuestros
pensamientos, acciones y deseos.
“Auméntanos la fe”
Por lo dicho anteriormente, descubrimos
que la fe es un don de Dios que hemos de pedir constantemente para nosotros y
para los demás. Tenemos que hacer nuestro el ruego de los apóstoles a Jesús:
“Auméntanos la fe”. No se trata de “cantidad, sino de calidad”. Esa fe que
como, nos dirá San Pablo, es para nosotros un “precioso depósito”. Así es como
la fe nos ayuda a dar sentido a nuestra vida y a tomar postura ante los
acontecimientos que nos rodean. Es una verdadera fe, grande o pequeña, pero
comprometida no solo un rato, sino en todo momento y circunstancia de nuestra
vida, en casa, en el trabajo, en la calle, en los momentos a legres o en los
momentos de dificultad y tristeza. Es la fe que no nos aísla del mundo que nos
toca vivir, sino que nos ayuda de una manera comprometida a realizar el
proyecto de Dios, porque el creyente vive en la fe y en el amor a Jesucristo.
“Somos unos pobres siervos”
La fe no es un acto ni una serie de
actos, sino una actitud personal fundamental y total que influye en toda
nuestra existencia. Dios es el que hace que sea posible esa actitud. No podemos
atribuirnos ningún mérito ante Dios. No se trata de tener a Dios a nuestro
servicio, sino que hemos de ponernos nosotros plenamente al servicio de Dios
con humildad: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que
hacer”. Así es como viviremos la fe como algo recibido gratuitamente de Dios y
como algo que nos ayuda a no robar la gloria de Dios con nuestro actuar.
“Reavivaremos el don de Dios”, No nos avergonzaremos de “dar testimonio de
nuestro Señor” y de “tomar parte en los duros trabajos del Evangelio”. Así es
como iremos construyendo un mundo mejor donde aparezca por todas parte el Reino
de Dios”.
La celebración de la Eucaristía es para
nosotros el encuentro con el Señor y los hermanos para poder vivir la fe y
alimentarla con la Palabra de Dios. Así es como el don de la Fe crecerá en
nosotros con una calidad que nos impulsará a dar testimonio de ella, allí donde
a cada uno nos toca vivir
ESTUDIO BÍBLICO.
La fe como don y gracia
Iª
Lectura: Habacuc (1,2-3; 2,2-4): El justo vivirá por su fe
I.1. La primera lectura de este domingo
está tomada del profeta Habacuc (1,2-3;2,2-4). Es una lectura reconstruida
sobre el texto del profeta en la que aparece primeramente una lamentación, una
queja por la opresión y la violación del derecho en Judá. Habacuc es un profeta
de los siglos VII-VI a. C. Pero es un profeta que no habla al pueblo, sino que
habla con Dios; le pregunta, le interpela ante lo que ven sus ojos. Así es todo
el libro. ¿Hay respuestas para el hombre de Dios que quiere defender los
valores radicales de la vida? La respuesta de Dios, según la experiencia
teológica y espiritual del profeta, el hombre de Dios, es que, quien sepa
mantenerse fiel en medio de la injusticia y la violación de los derechos,
vivirá. La promesa de vida es la síntesis más completa de toda la predicación
del profeta. Es una promesa a Israel, pero es una promesa que incumbe a todos
los cristianos: el mal nunca se apoderará de la historia definitivamente.
I.2. El texto de Hab 2,4 tendrá un
carácter germinal en el planteamiento decisivo de la teología paulina, tanto en
Gal 3,11, como en Rom 1,17 cuando se enuncia el tema que ha de desarrollar en
toda la epístola: el evangelio de la salvación por la fe y no por las obras. La
fe en la Biblia (emunah) no es defender una doctrina, sino tener una
experiencia radical de “confianza” en Dios. Eso es lo que propone el profeta, y
en ese sentido es como lo entendió Pablo para lanzar al judaísmo o al
judeo-cristianismo de su tiempo el reto que habría de darle la identidad
religiosa verdadera.
IIª
Lectura: IIª Timoteo (1,6-14): El depósito evangélico de la libertad
La segunda lectura de este domingo es el
comienzo de la 2ª carta a Timoteo en la que se ponen de manifiesto los
elementos pastorales del que, según la tradición, ha recibido el encargo de
Pablo para dirigir una comunidad cristiana. Se habla del don de Dios que ha
recibido, y que nos es un don para temer, sino para luchar con fuerza y energía
por los valores del evangelio frente a este mundo. Defender los valores éticos
en nombre del Señor Jesús debe ser una tarea decisiva para quien es responsable
de una comunidad cristiana. Existe un “depósito de la fe”. Ese depósito, no
obstante, no es una doctrina extraña al Evangelio; es el Evangelio de
Jesucristo liberador. Es eso lo que hay que defender con energía frente a otros
evangelios mundanos que no liberan.
Evangelio:
Lucas (17,5-10): La fe, reto de la “confianza” en Dios
III.1. El evangelio de este domingo se
toma de Lucas: un conjunto literario con dos partes: 1) el diálogo sobre la
petición de los apóstoles para que aumente la fe de los mismos y la comparación
con un pequeño grano de mostaza; 2) la parábola del siervo inútil. Lo primero
que debemos considerar en este aspecto es que la fe no es una experiencia que
se pueda medir en cantidad, en todo caso en calidad. La fe es el misterio por
el que nos fiamos de Dios como Padre, ahí está la calidad de la fe; ponemos
nuestra vida en sus manos sencillamente porque su palabra, revelada en Jesús y
en su evangelio, llena el corazón. Por eso, la fe se la compara aquí con un
grano de mostaza, pequeño, muy pequeño, porque en esa pequeñez hay mucha
calidad en la que puede encerrarse, sin duda, el fiarse verdaderamente de Dios.
Puede que objetivamente no se presenten razones evidentes para ello. No es que
la fe sea ilógica, o simplemente ciega, es una opción inquebrantable de
confianza. Es como el que ama, que no puede explicarse muchas veces por qué se
ama a alguien. Por tanto, existe una razón secreta que nos impulsa a amar, como
a creer.
III.2. La fe que mueve montañas debe
cambiar muchas cosas. La comparación del que, por la fe, arranca una morera o
un sicómoro y lo planta en el mar, da que pensar. ¿Qué sentido puede tener? Un
sicómoro no puede crecer en el mar. En realidad es un símbolo de Israel y este
no es un pueblo del mar; no hay tradición de ello. La frondosidad que tiene,
como la de la higuera que protege con su sombra, es como un reto: son árboles
de secano, de estío, protectores… pero no pueden estar en el mar, se pudrirían.
Es un imposible, como un “imposible” es el misterio de la fe, de la confianza
en Dios. Cuando todo está perdido, cuando lo imposible nos avasalla, “confiar
en Dios” pone en entredicho una religiosidad de oropel, de cosas, de ritos, de
ceremonias, de purificación. La fe es algo del corazón, donde está la sede de
lo mejor y de lo peor en la Biblia. Por ello, tener fe, confianza (emunah), y
pensar que una morera puede ser trasladada al mar y crecer allí es poner en
entredicho la religión vacía. Sin la fe, la religión no lleva a ninguna parte.
Y muy frecuentemente sucede que se tiene “una religión”, pero en ella no habita
la fe.
III.3. La parábola conocida como del
“siervo inútil” no es una narración absurda. No es propiamente la parábola del
siervo inútil, porque no es ese su sentido, sino del que acepta simplemente en
su vida que es un siervo y no pretende otra cosa. El amo que llega cansado del
trabajo es servido por su criado; el criado tiene la conciencia de haber
cumplido su oficio; esas eran las reglas de contratación social. ¿Qué sentido
puede tener esto en el planteamiento de la fe y la recompensa? No podemos
aplicar aquí la lógica reivindicativamente social de que el patrón y el siervo
no pueden relacionarse tal como se propone en esta lectura. El juicio moral
sobre la servitud o la misma esclavitud de aquellos tiempos, está demás a la
hora de la interpretación. Se parte de la costumbre de aquella época para
mostrar que el siervo, lo que tenía que hacer era servir (se usa el verbo
diakoneô), porque era su oficio, y el amo ser servido.
III.4. Jesús quería partir de esta
experiencia cotidiana para mostrar al final algo inusual: por ello, la vida
cristiana no se puede plantear con afán de recompensa; no podemos servir a Dios
y seguir a Jesús por lo que podamos conseguir, sino que debemos hacernos un
planteamiento de gracia. El buen discípulo se fía de Jesús y de su Dios. Cuando
se da esa razón secreta para seguir a Jesús, no se vive pendiente de
recompensas; se hace lo que se debe hacer y entonces se es feliz en ello.
Existe, sin duda, la secreta esperanza e incluso la promesa de que Dios nos
sentará a su mesa (símbolo de compartir sus dones), pero sin que tengamos que
presentar méritos; sin que sea un salario que se nos paga, sino por pura
gracia, por puro amor. Así es como Lucas ha entendido este conjunto en que pone
en conexión el diálogo sobre la fe con la parábola del siervo (que no es
inútil). Con Dios no vale do ut des, sino lo que cuenta es abrirse a Él como lo
que somos y con lo que somos… y se nos invita, por gracia, a sentarnos a su
mesa, lo que no ocurre precisamente en las relaciones sociales de este mundo de
clases. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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