domingo, 30 de octubre de 2016

DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”

Cada domingo, como comunidad cristiana, venimos a encontrarnos con Jesús. De ese encuentro ha da salir la conversión que, poco a poco, vaya sacando de nosotros lo mejor que en nosotros hay y que se ve anegado, muchas veces, por todo un mundo superficial y materialista.

El pasaje de Zaqueo nos invita a pensar de qué cosas nos sentimos ricos e importantes y, sin embargo, nos hacen pequeños ante Dios y nos impiden ver al Jesús que pasa cerca de nosotros ofreciéndonos la salvación.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El sabio debe comenzar su acto de asombro considerando su pobreza y la grandeza de Dios. Desde esta verdad más profunda, podrá luego reflexionar, meditar y contemplar el resto de las cuestiones, que según este texto serán el perdón, el amor, la providencia, y la fe.

Lectura del libro de la Sabiduría 11, 22—12, 2

Señor, el mundo entero es delante de ti como un grano de polvo que apenas inclina la balanza, como una gota de rocío matinal que cae sobre la tierra. Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado. ¿Cómo podría subsistir una cosa si tú no quisieras? ¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. Por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor.
Palabra de Dios.

Salmo 144, 1-2. 8-11. 13c-14

R. Bendeciré al Señor siempre y en todo lugar.

Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente; día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

El Señor es fiel en todas sus palabras y bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que caen y endereza a los que están encorvados. R.

II LECTURA

Ser considerados por Dios dignos de la vocación significa que hemos sido fieles a la vida a la cual el Señor nos ha llamado. Esta fidelidad se vive en cada momento de la vida, y en cada opción que vamos haciendo.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 1, 11—2, 2

Hermanos: Rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe. Así el Nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 3, 16

Aleluya. Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único; todo el que cree en él tiene Vida eterna. Aleluya.

EVANGELIO

 “Cuando entra Jesús al corazón de un hombre, este entra en la dinámica de Dios, que es el Don. Cuando entra Jesús en el corazón no podemos hacer otra cosa que ser nosotros mismos, darnos, ser imagen y semejanza de Dios. Cuando Jesús entra en el corazón, uno aprende a dar y cuando se hace don, es feliz”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”. Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Evangelio: el libro de los encuentros con Jesús

Alguien ha definido los evangelios como una historia de salvación a través del encuentro con Jesús. Jesús trae un mensaje de salvación para todos y en la predicación de ese mensaje se va topando con distintas personas. Unas reaccionan acercándose a él, aceptando su mensaje y dejándose transformar por él; por eso deciden seguirle. Otras lo escuchan con curiosidad, pero se mantienen indiferentes, sus vidas no cambian. Otras se revuelven ante su mensaje porque, o no lo comprenden, o temen perder la situación privilegiada en que viven. Se convierten en sus enemigos. Es por lo que lo atacan y tienden constantemente celadas para poder sorprenderlo en alguna contradicción y tener motivos que justifiquen su oposición. Él, sin embargo, sigue su camino anunciando a todos la salvación, sin presionar ni forzar a sus oyentes. Lo hace porque él ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Zaqueo y el desconocimiento de uno mismo

Hoy recordamos uno de esos encuentros salvadores. Los protagonistas son, por una parte Jesús, deseoso de rescatar a alguien que está perdido, alguien considerado pecador por aquella sociedad y, al mismo tiempo despreciado por colaborador de Roma. Por otra parte Zaqueo, alguien deseoso de conocer a Jesús, pero, seguramente, convencido de que no puede acceder directamente a Él. Seguramente teme encontrarse directamente con Jesús, él pecador y alejado de ese círculo de gente sencilla y cumplidora. Por eso se sube a un árbol desde donde contemplarlo a distancia, sin tener que afrontar una situación delicada para él.

Parece que a Jesús no le pasa inadvertida su actitud y, frente a la postura de desprecio de los demás, Él se acerca y se autoinvita a comer en su casa. Y es en esa comida donde tiene lugar el encuentro en profundidad con Jesús y es lo que ocasiona la conversión de Zaqueo. Ignoramos cuál fue el tema de conversación de aquella comida, pero sí conocemos los frutos de la misma. Jesús habló y Zaqueo se dejó interpelar por sus palabras. El fruto de aquella conversación es que Zaqueo pudo, tras ello, sacar lo mejor de sí mismo: donde había injusticia, fraude y egoísmo, van emergiendo justicia, reparación y generosidad sobreabundante.

Es bueno observar que la reacción de Zaqueo se centra fundamentalmente en aquellas cosas que hacen referencia a los demás. “La mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, les restituiré cuatro veces más”.

 “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”

Como dice Jesús, en respuesta al arrepentimiento y la conversión de Zaqueo, “hoy ha llegado la salvación a esta casa”. La salvación que ofrece Jesús no surge automáticamente; comienza por descubrir nuestra verdad más profunda. El contacto con Jesús nos acerca a lo que realmente somos. Es lo que nos facilita llegar a ser el que realmente somos. Sólo tras el encuentro con Jesús, Zaqueo empieza a ser él mismo. Jesús con su presencia ha rescatado al que, sí, estaba perdido, pero que era también hijo de Abraham.

Cada domingo, como comunidad cristiana, venimos a encontrarnos con Jesús. De ese encuentro ha da salir la conversión que, poco a poco, vaya sacando de nosotros lo mejor que en nosotros hay y que se ve anegado, muchas veces, por todo un mundo superficial y materialista.

¿Cuáles son nuestras riquezas?

El pasaje de Zaqueo nos invita a pensar de qué cosas nos sentimos ricos e importantes y, sin embargo, nos hacen pequeños ante Dios y nos impiden ver al Jesús que pasa cerca de nosotros ofreciéndonos la salvación. Los Padres de la Iglesia insisten en que, frecuentemente, no es el aliciente del mal al que estamos acostumbrados o la oposición que encontramos lo que nos impide comenzar una nueva vida; es el miedo al ridículo. Localizar esas realidades nos pueden ayudar a dar el primer paso para una conversión real. Ser conscientes de esas ataduras y de nuestra pequeñez es el mejor modo de hacer que el encuentro con Él sea fructífero. Es el camino que nos puede llevar a la gracia de acogerlo en nuestra casa y dejar que nos hable al corazón. Jesús trae la salvación, nos libera de nuestras esclavitudes, saca de nosotros lo mejor de nosotros mismos, nos descubre lo que realmente somos y lo que estamos llamados a ser: hijos de Dios.

 Nuestra salvación: Encontrarnos con Jesús

Pablo nos avisa hoy de que no nos calentemos la cabeza con supuestas revelaciones acerca del fin del mundo. Entonces, como hoy, hay quienes andan preocupados por venidas divinas terribles, llenas de amenazas y castigos por nuestros pecados, pero eso es algo que tiene poco que ver con el Dios compasivo que “cierra los ojos a los pecados de los hombres”, que no ha venido a condenar sino a salvar y a buscar lo que estaba perdido.

Por eso, la venida que nos debe interesar ante todo es este “pasar” cotidiano de Jesús a través de nuestra ciudad, de nuestra vida, siendo conscientes de que quiere encontrarse con nosotros y autoinvitarse a nuestra casa. Se trata de un encuentro que nos llama a iniciar un camino, una vocación que hemos de ir realizando día a día, pidiendo en la oración cotidiana, en la conversación con el Cristo que habla sentado a nuestra mesa. Solo el paso de Jesús por nuestra vida podrá transformar nuestra existencia y nos dará la fuerza para que, como en el caso de Zaqueo, no se quede sólo en buenos deseos, sino que nos lleve a dar frutos de buenas obras, mirando, sobre todo, a nuestra relación con los demás.

ESTUDIO BÍBLICO.

Todos están llamados a la salvación

Iª Lectura: Sabiduría (11,23–12,2): La bondad del ser creado

I.1. Hermoso texto del libro de la Sabiduría. Hermosa reflexión y plegaria a la vez que canta la grandeza de Dios en la creación como misterio de su “sabiduría”. Lo creado tiene sentido, no solamente porque sale de las manos de Dios, sino porque es bueno y tiene un sentido positivo. Es verdad que el texto viene a culminar un repaso a la historia del pecado de Egipto que tuvo en sus manos al pueblo elegido. Dios podía haber reducido a la “nada” a ese pueblo. Pero no fue así. El autor, probablemente escribe en Alejandría y ve todavía la grandeza de ese pueblo, aunque ahora en manos helenistas.

I.2. Por eso el final de este capítulo impresiona: Dios no puede destruir nada que haya creado con su poder. Se refiere al pueblo, a la humanidad, a los hombres, a las personas. Dios, el Dios de la Sabiduría, no puede destruir a nadie para triunfar Él; aunque se le haya presentado así muchas veces. Este texto respira sabiduría religiosa y contempla cómo todo tiene un sentido y cómo de la mano de Dios también salen las oportunidades para cambiar, para ser otras personas, para emprender un camino nuevo. El mundo vive de la mano de Dios y el hombre, de cualquier raza o religión, es un canto a la dignidad que cada uno lleva en su corazón. Por eso la religión debe ser lumbrera cuando se asoma a la interioridad de la persona, porque en esa interioridad es donde habita el “espíritu”, la “sabiduría” –que sería lo mismo-, de Dios.

IIª Lectura: 2ª Tesalonicenses (1,11–2,2): La vocación cristiana no debe ser la apocalíptica

II.1. La II Tes es una carta sobre la que existen verdaderas dudas de su autenticidad paulina. Esta opinión está cada día más extendida. Son numerosas las muestras literarias e incluso el sentido pastoral de la misma. Se piensa que los discípulos de Pablo se vieron en la obligación de escribir a una comunidad que estaba pasando una verdadera crisis de identidad. Y especialmente turbada por cuestiones escatológicas sobre la venida del Hijo del hombre o del fin del mundo. Pablo había abordado el tema escatológico en su primera carta (1Tes 4,15ss), tal como la suerte de los difuntos. Esto incrementó en alguna comunidad una crisis y un deseo por fijar cuándo y cómo acabará todo.

II.2. La referencia a “revelaciones” o a un supuesto escrito de Pablo debe interpretarse con verdadero cuidado. Es verdad que es eso lo que se intenta corregir, y todavía muchos autores piensan que Pablo mismo sale al paso de una falsa interpretación de sus palabras. Sobre ello habría mucho que decir, pero no es el momento. Pablo, de alguna manera, se vio envuelto también en esa tensión escatológica de los primeros años cristianos. E incluso esperó la pronta venida del Señor. Pero él mismo tuvo que centrarse en otras cosas y poco a poco fue precisando su pensamiento sobre estas cuestiones que apasionaba a las mentes apocalípticas. Lo que a Pablo le interesaba, de verdad, es la vocación cristiana, la suya y la de todos aquellos que aceptaban al Señor como el verdadero salvador. Es eso lo que se pone de manifiesto en los versos finales de 2Tes 1, y que corresponden a nuestra lectura.

Evangelio: Lucas (19,1-10): El Reino exige un pacto de justicia

III.1. El relato de Zaqueo es otro de esos episodios de Lucas que no tiene desperdicio. Es tan logrado, a todos los niveles, que habría que leerlo varias veces y cada una de ellas nos encontraríamos con matices que podría dar para una reflexión. No es un relato histórico. simplemente porque Jesús “tenía” que pasar por allí para ir a Jerusalén. Pero el que sea en la frontera de esta ciudad milenaria es un marco digno de consideración, porque la salvación llega hasta los confines de la tierra. Se enfrentan dos personajes… pero no solamente eso. También hay gente que está a la expectativa de qué hará Jesús. Aunque Jesús parece que no hace nada más que invitarse a casa de un “pecador”, tendrá la última palabra. Con esto está dicho todo. Zaqueo es un pecador para los puritanos, para los de religión legal. Para Jesús, y sin duda para Lucas, es un “rico”. Pero ¿también de los ricos es el Reino de los cielos? He aquí la gran cuestión de este episodio. Si los ricos renuncian a ello (dando la mitad de los bienes a los pobres y haciéndose como la gran mayoría de la gente) entonces sí.

III.2. Los bienpensantes de siempre especulaban que si Jesús entraba a casa de un publican, se contaminaba, ya que los publicanos trataban con las autoridades romanas que les concedían los privilegios de recolectores de impuestos. Pero para Lucas Jesús va buscando el verdadero “pecado”: haber acumulado riquezas y poder a costa de los otros. Y es eso lo que debe cambiar Zaqueo. No tiene por qué renunciar a ser colector de impuestos, ni a tratar con los paganos, los romanos, sino a no hacerse poderoso con las riquezas injustas. El tema es muy querido para Lucas, como sabemos. Y eso, sin duda, porque en su comunidad debía ser una cuestión puesta sobre la mesa de cómo se puede ser un buen seguidor de Jesús en este mundo donde hay riquezas y todo lo que ello conlleva.

III. 3. El narrador de este episodio nos muestra su maestría literaria, pero la instancia narrativa va mucho más allá de lo que podíamos esperar. El que ponga en labios de Jesús elementos que son muy característicos de su teología centra con precisión las perspectivas globales de su obra evangélica: mostrar a Jesús como profeta y salvador. El que seleccione sus informaciones es un indicio de buen narrador; insinúa las cosas y aunque no describa la psicología teológica de la conversión de Zaqueo no significa que no haya llegado hasta el fondo de las cosas: está, justamente, en la decisión de dar la mitad a los pobres. Esto no es signo de liberalidad solamente, sino de justicia. No pretende Lucas presentar a Zaqueo simplemente como un hombre desprendido o magnánimo (porque antes del encuentro con Jesús no lo había sido), sino como un convertido a la causa del Reino. También aquí las insinuaciones se transparentan: en la casa han hablado a fondo Jesús y Zaqueo, porque que rían conocerse mutuamente. Esta es, pues, una propuesta para los ricos (no para dirigirlos espiritualmente), aunque la conversión también se apoya, y mucho, en la magnanimidad, precisamente la que no muestran los con­troladores ortodoxos de los pecadores. Es un relato de grandes iniciativas: Zaqueo que quiere conocer a Jesús; Jesús que busca a Zaqueo; Zaqueo que renuncia a ser rico (sic: porque no de otra manera se ha de entender ofrecer la mitad de los bienes a los pobres, y restituir la injusticia) y, finalmente, Jesús (y desde luego Lucas está detrás), que le muestra que ese es el camino de la salvación.

III. 4. En el texto, los ricos y los poderosos se sienten aludidos hic et nunc. Y sabemos que Lucas quiere reconciliar a gente rica y poderosa con el mensaje cristiano y con las exigencias del Reino desde algo que esté de acuerdo con la exigencia social propia de su situación. El sentido práctico de lo que pide no puede obviarse con interpretaciones o escapatorias que no lleven a una praxis determinada. Lucas lo ha dejado bien sentado en su obra: la riqueza es muy peligrosa para vivir en cristiano, por injusta, como en el caso de Zaqueo, y porque los pobres no podrán nunca salir de su condición si no cambian las situaciones sociales, o mejor dicho, si los ricos no invierten «la mitad» de sus riquezas en los pobres. Esa es la forma en que los ricos se convierten y la manera en que hacen justicia con los que no conocen ya después de haberles exaccionado. Eso significa, asimismo, que Lucas mantiene un debate crítico con los ricos: su afán de dinero (philargyría) y su codicia (pleonexía), como le sucede a los fariseos (Lc 16,14), es la causa de su pecado, no el que traten con paganos y pecadores; de ahí que su con versión está adecuada a la de un hombre rico, porque cada uno debe tener la suya, según su historia y el sentido de su vida.

III. 5. Es una propuesta a nivel de la comunidad, o de personas concretas, de la que hay que extraer consecuencias inmediatas de alcance social; a posteriori debe tener reflejo en la sociedad que nos ha tocado vivir en el mundo de hoy, como es en el caso de los pueblos del Tercer Mundo y de su deuda externa frente a los países ricos y poderosos. Lucas debe tener claro que en la comunidad cristiana no puede haber desequilibrios y que los ricos y pudientes de ben compartir sus bienes como una exigencia de conversión verdadera. Esto significa, pues, que cuando Lucas se propone describir el tiempo nuevo como un tiempo de salvación, en esta historia, esa salvación se hace efectiva para él, para aquella casa, para aquella familia o para aquella comunidad, por la praxis de la justicia como ética de verdadera solidaridad. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).





domingo, 23 de octubre de 2016

DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El que se enaltece será humillado”

Aunque pueda parecer una cuestión redundante a veces los cristianos tenemos que preguntarnos a qué se debe nuestra necesidad de Dios; para qué necesitamos Dios. Podemos actuar como si opinásemos que es simplemente un juez que dictamina lo que está bien y lo que está mal y por ello que con nuestras propias fuerzas podemos llegar a la salvación. O podemos reflexionar sobre la necesidad viva de su Gracia paternal que nos purifica y nos perdona, regenerándonos y dándonos una nueva vida. Si pensamos la primera opción nos situaremos frente a Él como el fariseo que rinde cuenta de sus virtudes, tranquilo y orgulloso por ser todas ellas excelentes. Si vivimos la segunda dejaremos nuestra vida abierta al silencio sanador de su persona como el publicano, y esperaremos que su acción en nuestro silencio nos justifique y llene de sentido.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El sabio considera que la imparcialidad de Dios se juega, justamente, en escuchar al pobre. Es que no escucharlo es practicar una justicia parcial, torcida, y contra los derechos de todos.

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.
Palabra de Dios.

Salmo 33- 2-3. 17-19. 23

R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. R.

El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados. R.

II LECTURA

San Pablo considera que su búsqueda de Dios ha sido una carrera. Usando imágenes de las competencias de entonces, él se ha estado preparando para este momento. Ha llegado a la meta, es decir, al final de su vida, y su fe está firme.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18

Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.

Aleluya        2Cor 5, 19

Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO

“Jesús enfrentó esa forma de espiritualidad equivocada que coloca sobre la conciencia de las personas sentimientos insoportables de culpa por no alcanzar metas excesivamente altas. Esa forma de comprender las Escrituras es un verdadero obstáculo a la vida que procede del Evangelio, cuyo núcleo central es la liberación de todas las personas.”

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 9-14

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El Señor es un Dios justo que no desoye a la viuda cuando repite su queja.

La primera lectura del Evangelio de esta semana enlaza con las lecturas que se proclamaron el domingo anterior. Vuelven a aparecer la figura del juez, dibujado por la exaltación de la virtud de la justicia divina, y de la viuda insistente que es finalmente escuchada. Dios juez y viuda desamparada son dos figuras típicas de la Biblia, quizás porque una encarna uno de los atributos divinos por antonomasia y la otra el nivel más grande de desvalimiento para un israelita. Sin embargo es interesante ver en que ámbito semántico se mueve esta virtud de la justicia en la lectura de hoy. Ser justo en Dios se relaciona con la escucha y la atención. Dios escucha, atiende y hace justicia al pobre. Toda una lección para muchos hombres que no escuchamos, atendemos poco y hacemos parva justicia especialmente con los pobres.

"Ahora me aguarda la corona merecida con la que el Señor juez justo me premiará aquel día"

Las palabras de despedida de Pablo a Timoteo son uno de los testimonios de fe más conmovedores de sus epístolas. El apóstol con dos símiles muestra cómo ha entendido su vida en Cristo: ha combatido el combate y ha corrido hasta la meta. En definitiva ha luchado por lo que creía y ha recorrido un camino de fe duro y lleno de dificultades. Y lo importante es el final de todo ello, el poder recibir la corona del juez justo. En las guerras y competiciones sólo uno recibía la corona pero en la vida en Cristo son todos los que le siguen fielmente los que reciben la corona. Lo importante no es ya quién llega el primero sino saber el por qué de la carrera, el por quién corremos y a quien encontraremos en la meta. La meta no es un final sino un encuentro, una persona y una coronación; sobreabundancia de todas nuestras expectativas. Sólo así podemos entender como el apóstol finaliza su mensaje. Cuando el hombre va a morir por su amor al crucificado no mira su gloria sino la de Cristo. Cuando la gloria del hombre llega a su fin es cuando proclama la eternidad de la gloria de Dios. La gloria del hombre es así la alabanza eterna de Dios.

"Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido"

Jesús utiliza esta parábola para enseñar a todos los que le escuchan cuál es la oración grata a Dios, cuál es la oración que Dios escucha y por ello cuál la que consigue la justificación y la sanación del hombre. Jesús muestra estos dos personajes tan diversos y contrastados para hacer captar al oyente por sí sólo su enseñanza. Puede ser que en nuestra vida no nos encontremos con situaciones tan extremas pero sí que en muchos momentos seamos bastante parecidos al fariseo erguido y en demasiadas pocas ocasiones similares al publicano contrito.

La gran diferencia entre ambos es que uno no necesita más que a sí mismo y el otro sólo busca la misericordia de Dios. El fariseo repasa sus méritos, los describe, los numera y así se contempla a sí mismo intachable ante el creador. Puede hacerlo en el templo o en su casa sólo, el lugar sacro es lo de menos. Al no postrarse físicamente ante Dios deja claro que no necesita de su acción, que no ve su vida como necesitada de su misericordia. El publicano abre su vida a Dios, a su misericordia. No expone sus méritos sino que deja espacio a Dios para que actúe. Abre su vida vacía al creador para que se llene de su acción regeneradora. La gloria del fariseo es su vida presente mientras que la gloria del publicano es la futura por la acción de Dios. La acción de gracias del fariseo no deja de ser un ejercicio de autocomplacencia donde Dios no tiene espacio, mientras que la petición de misericordia del publicano es el silencio del hombre ante su creador que implora la eficacia de su perdón. La humillación del publicano deja a Dios ser Dios mientras que la soberbia del fariseo simplemente expresa su no necesidad de misericordia. Por ello la gloria de la justificación de Dios se hace eficaz en quien como la viuda lo pide y no puede hacerse presente en quien como el fariseo la ignora.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Eclesiástico (35,12-14.16-18): El culto que agrada a Dios

El texto del Eclesiástico, o Sirácida, se enmarca originariamente en la descripción de la verdadera religión. Se pretende poner de manifiesto la relación estrecha que debe haber entre el culto y la vida moral. Por ello aparece, por una parte, la relación entre justicia y plegaria; de ahí que en primer lugar se hable de la rectitud y la justicia del Señor que se preocupa de los pobres y los débiles, de los humildes e indefensos. Y es después cuando se ensalza la plegaria perseverante de quien se siente pobre delante de Dios, de quien necesita de Él por encima de todas las cosas. Pero ¿hay alguien que no necesita de su misericordia y bondad? Dios no tiene preferencias de personas, aunque se preocupe especialmente de los indefensos, y el culto que le agrada debe estar en sintonía con la voluntad sincera de conversión.

IIª Lectura: IIª Timoteo (4,6-8.16-18): La victoria del evangelio

II.1. Leemos el texto de la IIª Timoteo en que el autor, como si fuera el mismo Pablo, se nos presenta en los últimos días de su vida, antes del martirio, sintiéndose abandonado de casi todos, pero no está solo: el Señor le acompaña. Es uno de los textos más elocuentes y bellos del epistolario paulino. La tradición es segura en cuanto al martirio del Apóstol de los gentiles, y aquí es descrita como una experiencia martirial. Es como un examen de conciencia evangélico lo que podemos escuchar y meditar en este domingo, que se proyecta elocuentemente en una dimensión sacramental de la vida cristiana, que debe ser una vida verdaderamente apostólica.

II.2. Con metáforas e imágenes desbordantes se habla de la muerte como la victoria del evangelio. Se percibe claramente que la muerte del Apóstol no es el final; como tampoco es para nosotros nuestra muerte. Su vida ha sido como una carrera larga, competitiva, por una corona, la de la justicia, que Dios otorga a los que se mantienen fieles. Por otra parte, los elementos autobiográficos de que se encuentra abandonado y en disposición de ser juzgado, son también parte de esa lucha hasta el final de quien ha hecho una opción por el evangelio con todas sus consecuencias. No le preocupa su autodefensa, sino que el evangelio sea conocido en todas partes.

Evangelio: Lucas (18,9-14): La verdadera religión según Jesús

III.1. El texto del evangelio es una de esas piezas maestras que Lucas nos ofrece en su obra. Es bien conocida por todos esta narración ejemplar (no es propiamente una parábola) del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar. No olvidemos el v. 9, muy probablemente obra del redactor, Lucas, para poder entender esta narración: “aquellos que se consideran justos y desprecian a los demás”. Los dos polos de la narración son muy opuestos: un fariseo y un publicano. Es un ejemplo típico de estas narraciones ejemplares en las que se usan dos personajes: el modelo y el anti-modelo. Uno es un ejemplo de religiosidad judía y el otro un ejemplo de perversión para la tradiciones religiosas de su pueblo, sencillamente porque ejerce una de las profesiones malditas de la religión de Israel (colector de impuestos) y se “veía obligado” a tratar con paganos. Es verdad que era un oficio voluntario, pero no por ello perverso. Las actitudes de esta narración “intencionada” saltan a la vista: el fariseo está “de pie” orando; el publicano, alejado, humillado hasta el punto de no atreverse a levantar sus ojos. El fariseo invoca a Dios y da gracias de cómo es; el publicano invoca a Dios y pide misericordia y piedad. El escenario, pues, y la semiótica de los signos y actitudes están a la vista de todos.

III.2. Lo que para Lucas proclama Jesús delante de los que le escuchan es tan revolucionario que necesariamente debía llevarle a la muerte y, sin embargo, hasta un niño estaría de parte de Jesús, porque no es razonable que el fariseo “excomulgue” a su compañero de plegaria. Pero la ceguera religiosa es a veces tan dura, que lo bueno es siempre malo para algunos y lo malo es siempre bueno. Lo bueno es lo que ellos hacen; lo malo lo que hacen los otros. ¿Por qué? Porque la religión del fariseo se fundamenta en una seguridad viciada y se hace monólogo de uno mismo. Es una patología subjetiva envuelta en el celofán de lo religioso desde donde ve a Dios y a los otros como uno quiere verlos y no como son en verdad. En realidad solamente se está viendo a sí mismo. Esto es más frecuente de lo que pensamos. Por el contrario, el publicano tendrá un verdadero diálogo con Dios, un diálogo personal donde descubre su “necesidad” perentoria y donde Dios se deja descubrir desde lo mejor que ofrece al hombre. El fariseo, claramente, le está pasando factura a Dios. Esto es patente y esa es la razón de su religiosidad. El publicano, por el contrario, pide humildemente a Dios su factura para pagarla. El fariseo no quiere pagar factura porque considera que ya lo ha hecho con los “diezmos y primicias” y ayunos, precisamente lo que Dios no tiene en cuenta o no necesita. Eso se han inventado como sucedáneo de la verdadera religiosidad del corazón.

III.3. El fariseo, en vez de confrontarse con Dios y con él mismo, se confronta con el pecador; aquí hay un su vicio religioso radical. El pecador que está al fondo y no se atreve a levantar sus ojos, se confronta con Dios y consigo mismo y ahí está la explicación de por qué Jesús está más cerca de él que del fariseo. El pecador ha sabido entender a Dios como misericordia y como bondad. El fariseo, por el contrario, nunca ha entendido a Dios humana y rectamente. Éste extrae de su propia justicia la razón de su salvación y de su felicidad; el publicano solamente se fía del amor y de la misericordia de Dios. El fariseo, que no sabe encontrar a Dios, tampoco sabe encontrar a su prójimo porque nunca cambiará en sus juicios negativos sobre él. El publicano, por el contrario, no tiene nada contra el que se considera justo, porque ha encontrado en Dios muchas razones para pensar bien de todos. El fariseo ha hecho del vicio virtud; el publicano ha hecho de la religión una necesidad de curación verdadera. Solamente dice una oración, en muy pocas palabras: “ten piedad de mí porque soy un pecador”. La retahíla de cosas que el fariseo pronuncia en su plegaria han dejado su oración en un vacío y son el reflejo de una religión que no une con Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 16 de octubre de 2016

DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Hazme justicia frente a mi adversario”

Oh Dios y Padre nuestro:
Con Jesús alzamos nuestras manos
en oración hacia ti, Dios nuestro amoroso.
Con Jesús seguimos confiando en ti.
Escúchanos, pues, aun en nuestras luchas y penas,
cuando estamos decepcionados
y vamos a tientas en la oscuridad,
ya que creemos  que tú nos amas
y que quieres que alcancemos la felicidad
por medio de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

 “La Mishna, texto postbíblico compilado en el siglo II de la era común, pregunta: ¿Acaso las manos de Moisés hacían la guerra o detenían la guerra? ‘Lo que el texto quiere decir es que todo tiempo que los hijos de Israel elevaban sus ojos hacia el cielo y sometían su corazón a Dios ellos se sentían valientes y cuando no lo hacían ellos decaían’”

Lectura del libro del Éxodo 17, 8-13

Los amalecitas atacaron a Israel en Refidim. Moisés dijo a Josué: “Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios”. Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec. Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al filo de la espada.
Palabra de Dios.

Salmo 120, 1-8

R. Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor.

Levanto mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R.

Él no dejará que resbale tu pie: ¡Tu guardián no duerme! No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. R.

El Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha: de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche. R.

El Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida. Él te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre. R.

II LECTURA

La Palabra de Dios no está para ser simplemente leída. Ella nos penetra, interpela y debería marcar cada paso y decisión de nuestra vida.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 14—4, 2

Querido hijo: Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien. Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Heb 4, 12

Aleluya. La Palabra de Dios es viva y eficaz, discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús nos alienta a no dejar de orar, a tener esperanza y paciencia en la oración. Seguir orando, gritando, noche y día, hasta que por fin veamos que nuestra oración ha sido respondida, porque Dios escucha nuestro clamor y ve nuestro dolor.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 1-8

Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme’”. Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

En el mundo hebreo existe una figura que representa a la divinidad. Se trata de la Sabiduría. Su presencia es poderosa, creativa e influye en la realidad cotidiana. Cuando irrumpe transforma situaciones y genera posibilidades donde lo humano florece. Sin embargo, la presencia de la Sabiduría es esquiva y no siempre incuestionable. Seguirla, rozarla se propone como una tarea que depende de nuestro deseo. Esta imagen queda asociada con la divinidad misma: con su presencia desnuda la realidad que nos rodea y sondea nuestro interior. Surge en los inicios del tiempo, habitando lo creado y tejiendo espacios de Gracia. Este imaginario hebreo fue heredado por el pensamiento cristiano y su presencia se cuela sutilmente también entre las lecturas de este domingo.

Cada personaje y situación mostrada en las lecturas resuenan en nuestra historia personal y comunitaria. Algunos son muy conocidos, como Moisés o Josué, pero otros se presentan anónimos. De estos últimos recogemos no sus nombres, sino su intimidad. Así el Salmo recita la inquietud de alguien que busca ser consolada, que anhela ser rescatada. Similares son también las peticiones de aquellos otros que piden al Maestro indicaciones sobre cómo orar, o bien los consejos que muestra la 2 Carta de Timoteo.

“Mañana yo estaré en pie en la cima del monte”

En el escenario de una batalla, la primera lectura muestra cómo los israelitas orientaban sus esperanzas. Moisés frente a la violencia decide responder del mismo modo. Él permanecerá junto con Aarón y Jur mientras Josué atacará a los de Amalec. Además de las luchas, defensas y asedios parece que se necesita algo más que la violencia y estrategia humana. El pueblo de Israel ha de saber en quién ha puesto su confianza. Parece que la clave está en orientar sus decisiones. El libro del Éxodo señala al grupo como mediadores de lo divino y estos representan también las intenciones y deseos del resto del pueblo. En comunidad se sitúan “en la cima del monte” y erguidos muestran la presencia de Dios en medio de ellos. Hacia lo alto y “con el bastón en la mano” apuntan a lo divino para sostener sus esperanzas de supervivencia.

A pesar de lo violento de la escena en la que Josué “pasa a filo de espada” a la tropa de Amalec vemos que se trata de una tarea realizada a partir de las esperanzas compartidas por muchos. Tanto entonces como ahora la fe y la confianza comunitaria pasan por orientar las esperanzas hacia aquello que merece la pena.

“El auxilio me viene del Señor”

Tenemos experiencia en comprobar que tanto nuestra vida de fe como las creencias sostenidas comunitariamente se ven a menudo debilitadas. Son muchas las dudas, las preguntas, los olvidos o las confianzas desplazadas que buscan “otras” verdades. Atravesamos situaciones vitales en las que ofertas de última hora, llamativas propuestas o tareas pendientes se proponen como débiles luces que calman algunos de nuestros anhelos. Con el paso del tiempo es posible que acumulemos ciertas oscuridades y desencantos.

La lectura del Salmo pone en cuestión el sentido que damos a nuestra orientación vital y plantea la pregunta “de dónde me vendrá el auxilio”. Al mismo tiempo señala qué podrá calmar esa angustia. El origen de las respuestas del Salmo apunta a alguien que ha creado, que cuida, que guarda siempre y que incluso protege nuestra sombra. En alguien así nuestras dudas, auxilios y desgastes pueden quedar depositados. Algo similar debió experimentar Teresa de Jesús cuando afirmó: “Solo Dios Basta”.

“Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado”

Las palabras de Pablo en su carta a Timoteo plantea de nuevo una situación similar: qué nos es posible creer, en quién confiar, qué calmará nuestra sed. Las respuestas no son evidentes y hay que echar mano de nuestra historia. Es necesario volver a buscar qué nos atrajo, qué provocó la ilusión o encendió el deseo. Buscar es recordar y fiarse. La fe parece tener ese movimiento que nos lleva a tener presente el pasado, pero a la vez nos impulsa a desear lo que no parece posible. Pablo recomienda que permanezcamos y revisemos nuestras confianzas. La propuesta no pretende solo fortalecer y apuntalar nuestra propia fe comunitaria o personal. El fin es la predicación. La fe no consiste en nuestra propia mejora, sino en la irradiación de su Sabiduría.

Así, junto con la viuda, podremos insistir a tiempo y a destiempo. No solo para conseguir que otras personas escuchen la Palabra, sino para que su eficacia pueda transformar la realidad. Anhelamos un mundo más justo. Como familia predicadora deseamos acompañar situaciones como la de las viudas, las desprotegidas, las violentadas, o de las persona refugiadas. Para ello, es necesario mantener la “insistencia” de la viuda en buscar las causas, las raíces que provocan la injusticia y “fastidiar” a aquellas situaciones que refuerzan el sistema neoliberal.

ESTUDIO BÍBLICO.

La perseverancia en la oración mantiene la fe en el mundo

Iª Lectura: Éxodo (17,8-13): la victoria no está en las armas, sino en Dios

I.1. Esta lectura puede resultar demasiado extraña para los tiempos que vivimos. La historia, en este caso, salta por los aires en cuanto que la victoria del pueblo en el desierto, contra las tribus beduinas de los amalequitas, depende de un gesto casi mágico en que el caudillo Moisés levantaba su brazo bendiciendo sus tropas para que la consigan. Sabemos que Dios no entregó la tierra prometida a Israel de esa manera, sería absurdo. Pero las leyendas y los mitos se fundamentan en algo extraño o extraordinario que sucede de vez en cuando. Israel no hace simplemente historia, sino historia sagrada, y en ésta el protagonista principal es Dios.

I.2. Nuestra visión, pues, de estos acontecimientos no debe ser fundamentalista, como puede dar a entender el texto de la Escritura. Lo que se quiere resaltar es que los objetivos del pueblo de la Alianza no se consiguen con la fuerza, las armas y la guerra. Aquí sí que deberíamos escuchar la Escritura con reverencia. A veces la victoria y la salida de lo imposible dependen de valores de confianza en el bien y en Dios. Es verdad que se trata de un texto a purificar en lo que se refiere a la unión entre religión y guerra; pero también es verdad que es una tradición en la que se pone de manifiesto que si el pueblo no hubiera contado con Dios, en su paso por el desierto, nunca habría llegado a la tierra prometida.

IIª Lectura: IIª Timoteo (3,14-4,2): El Espíritu inspira nuestra vida

II.1. Este es un texto bien explícito que muestra una de las afirmaciones más importantes en lo que se refiere a la Sagrada Escritura. Es un texto clásico que siempre se ha tenido en cuenta para hablar de la "inspiración divina" de la Biblia, de las Escrituras. Esto es verdad, tanto para los judíos como para los cristianos. Pero volviendo sobre el fundamentalismo, esa inspiración no se entiende como si Dios o el Espíritu hubieran “dictado” el texto. Se trata del resultado de unas experiencias religiosas, personales o comunitarias, que se han plasmado en la Biblia. Conviene que tengamos una idea lógica y moderna de la inspiración, sin negar algo fundamental: la inspiración de Dios se hace en la vida y en la historia de los hombres o de las comunidades y ellos las plasman en su texto. Ahí es donde Dios, por el Espíritu, actúa. No en pergaminos o pellejos muertos, aunque esos libros merecen respeto.

II.2. Esas experiencias de inspiración divina se han vivido en la historia del pueblo de Israel y de las comunidades cristianas primitivas. El autor de la carta a Timoteo (que según la tradición es Pablo, aunque hoy ya no hay ninguna razón para unir inspiración y autenticidad de un texto) exhorta para que al leer las Escrituras se vea en ellas la mano de Dios con objeto de exhortar, educar y conducir a la salvación que nos ha manifestado Jesucristo. Esta exhortación de la epístola de hoy es una llamada para que todos los predicadores, catequistas y educadores cristianos tengan como base de su acción y compromiso la Sagrada Escritura.

Evangelio: Lucas (18,1-8): Dios sí escucha a los desvalidos

III.1. El evangelio de Lucas sigue mostrando su sensibilidad con los problemas de los pobres y los sencillos. En el Antiguo Testamento, las historias entre jueces y viudas, especialmente en los planteamientos de los profetas, se multiplican incesantemente. Son bien conocidos los jueces injustos y las viudas desvalidas (Am 5,7.10-13; Is 1,23; 5,7-23; Jer 5,28; Is 1,17; Jer 22,3). El mismo Lucas es el evangelista que más se ha permitido hablar de mujeres viudas en su evangelio (Lc 2,36-38;4,25-26;7,11-17;20,47; 21,1-4). En lo que se refiere a la parábola que nos propone, no hay por qué pensar que se tratara de una viuda vieja. Eran muchas las que se quedaban solas en edad muy joven. Su futuro, pues, lo debían resolver luchando. Si a ello añadimos que la mujer no tenía posibilidades en aquella sociedad judía, entenderemos mejor los propósitos de Lucas, que es el evangelista que mejor ha plasmado el papel de la mujer en la vida de la comunidad cristiana primitiva y de la misma sociedad.

III.2. Nos podemos preguntar: ¿quién es más importante aquí, el juez o la viuda? Por una parte la mujer que no se atemoriza e insiste para que se le haga justicia. Pero también es verdad que este juez, a diferencia de los que se presentan en el Antiguo Testamento, llega a convencerse que esta mujer, con su insistencia, puede llegar a hacerle la vida muy incómoda o casi imposible. Lo hace desde sus armas: su palabra y su constancia o perseverancia; no usa métodos violentos, pero sí convicción de que tiene derechos a los que no puede renunciar. Por eso al final, sin convencimiento personal, el juez decide hacerle justicia. La comparación es más o menos como en la parábola del amigo inoportuno de medianoche (Lc 11, 5-8): la perseverancia puede conseguir lo que parece imposible. Pero si eso lo hacen los hombres injustos, como el juez, ¿qué no hará Dios, el más justo de todos los seres, cuando se pide con perseverancia? Es esa perseverancia lo que mantiene la fe en este mundo hasta que sea consumada la historia.

III.3. Lo que busca la parábola, pues, es comparar al juez con Dios. El juez, en este caso, no representa simbólicamente a Dios, sería absurdo. Pero es de Dios de quien se quiere hablar como co-protagonista con la viuda. Indirectamente se hace una crítica de los que tienen en sus manos las leyes y las ponen al amparo de los poderosos e insaciables. De esto sabe mucho la historia. Dios, a diferencia del juez, es más padre que otra cosa; no tiene oficio de juez, ni ha estudiado una carrera, ni tiene unas leyes que cumplir a rajatabla. Dios es juez, si queremos, de nombre, pero es padre y tiene corazón. De esa manera se entiende que reaccionará de otra forma, más sensible a la actitud de confianza y perseverancia de los que le piden, y especialmente de los que han sido desposeídos de su dignidad, de su verdad y de su felicidad.


III.4. ¿Tiene que ver algo en este texto el tema de la plegaria, de la oración perseverante? Todo depende del tipo de lectura que se haga y habrá variantes de ello. La verdad es que no podemos reducir el texto y la parábola a una cuestión reivindicativa de justicia. El final del texto es sintomático: “Dios hará prontamente justicia a los que le piden” (v.8). Dios no dilatará el concedernos lo que le pedimos, Dios sí tendrá el corazón abierto a ello. Es una parábola para inculcar la “confianza” en Dios más que en los hombres y sus leyes. ¿Se puede ir por el mundo con esa confianza en Dios? ¡Claro que sí! La respuesta debemos ofrecerla desde nuestra experiencia personal, desde nuestra experiencia cristiana. Y tendrá pleno sentido esta acción de Dios frente a muchas situaciones que debemos vivir en la más íntimo, sabiendo que mientras otros nos despojan de nuestra justicia, de nuestra dignidad y de nuestros derechos, Dios está con nosotros. A muchos es posible que no les valga esta experiencia personal en la que Dios “nos hace justicia”, pero en otros muchos casos será una victoria interior y dinámica de la verdad que buscamos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

domingo, 9 de octubre de 2016

DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”

Hoy es domingo: ¿dónde están los demás?

La pregunta no la podemos evitar. Las palabras de Jesús en el evangelio de Lucas nos mueven hoy a pensar en la importancia que tienen los números: ¿no han quedado limpios los diez? ¿Los otros nueve dónde están? De diez sólo una décima parte, sólo uno. Esa pregunta sobre dónde están los demás, se la hacen muchos que pasan por nuestras iglesias y comprueban el escaso número de los que celebran El Día del Señor en comunidad. Es verdad que aquí contamos todos, no sólo los selectos, los buenos. Cada uno está emplazado, no basta con la mayoría, la interpelación es individual y personal. Nunca es suficiente hacerlo en nombre de los demás, del otro. El hecho está ahí y siempre es fácil que se convierta en pregunta: los demás ¿dónde están?.
Con este espíritu unámonos a esta celebración del Día del Señor que quiere ser de todos, porque todos, con nuestras peculiaridades, tenemos mucho que agradecer, si bien lo reconozcan pocos.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Naamán era general del ejército enemigo. Había hecho muchas incursiones contra Israel. Justamente a él, un extranjero y enemigo, el profeta Eliseo debe mostrarle el camino de la salvación. Y este general pagano y poderoso reconoce al Dios de Israel. Su curación es un signo de que Dios no quiere cerrar los caminos de la salvación a nadie. Y nos enseña a no encerrarnos en nuestros estrechos criterios de merecimiento.

Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 10. 14-17

El profeta Eliseo mandó un mensajero para que dijera a Naamán, el leproso: “Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio”. Naamán bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor”. Pero Eliseo replicó: “Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada”. Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó. Naamán dijo entonces: “De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor”.
Palabra de Dios.

Salmo 97, 1-4

R. El Señor manifestó su victoria.

Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.

El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.

II LECTURA

La Palabra de Dios no está encadenada. Cada vez que la anunciamos, la repetimos, la enseñamos, la proclamamos, hacemos que esta Palabra se mantenga viva en los corazones. Y la Palabra hará su obra de sanar y liberar.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8-13

Querido hijo: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.
Palabra de Dios.

ALELUYA        1Tes 5, 18

Aleluya. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. Aleluya.

EVANGELIO

Para los compatriotas de Jesús, el samaritano era como un pagano, un hereje, y además, un enemigo. Según esta consideración, los samaritanos no podían estar en buena relación con Dios. Pero ante el paso de Jesús, este samaritano demuestra más gratitud y reconocimiento que los otros nueve enfermos. Este samaritano trae un cuestionamiento para nosotros. Él, que supuestamente era de “los alejados”, se moviliza, alaba a Dios y se expresa efusivamente ante Jesús dando gracias. Jesús pasa por nuestra vida y sana. Expresémosle nuestra gratitud.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 11-19

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
                                                  Palabra del Señor.




MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La salud que buscaba Naamán, el sirio.

Visto desde hoy, por lo menos choca que sea un sirio quien acude al Dios de Israel para obtener la salud que no puede obtener en su pueblo. Y se entiende, es que hoy también acuden los sirios, muchos que huyen de la guerra, buscando refugio, entre los que tienen lo necesario y podrían compartirlo con los que carecen de ello. Pero no sin muchas dificultades, en la situación antigua y en la actual.

Naamán es un personaje muy importante, jefe del ejército del rey de Siria, pero que está enfermo de lepra, enfermedad incurable. Una sirvienta israelita, al servicio de la mujer de este general, le hace saber que en Israel hay un profeta muy poderoso. Naamán se presentó al rey de Israel, que quedó perplejo ante su petición. Bueno, ya ha intervenido una creyente israelita para conducir al general Naamán hacia el profeta de Dios, pero ante la resistencia del propio Naamán y su deseo de un trato espectacular, propio de su dignidad, el profeta de Dios también le marca lo que tiene que hacer, le señala puntualmente el camino: “Ve y lávate siete veces en el Jordán y quedarás limpio” (2 Reyes 5, 10). Incluso los mismos sirvientes del propio Naamán median para persuadirle a que acepte lo que manda el profeta. ¿Forma todo este itinerario parte de la obediencia de la fe? Cierto, no siempre sucede igual, pero en todo caso siempre son muchas las mediaciones para llegar a la fe.

De la experiencia de la curación, a la confesión del único Dios.

¡Vaya que salto! ¡Verdaderamente un salto mortal!. El salto de la fe no es fácil de darlo, porque todo considerado, siempre queda un vacío. Naamán el sirio dio un salto mortal al aceptar la palabra del profeta Eliseo, pero cayó de pie, y no como quien recoge el bien recibido y a otra cosa, sino que se recoloca encontrando su nuevo lugar. Si la lepra lo tenía postrado, ahora, liberado de ella, se mantiene de pie ante el único y verdadero Dios. La debilidad de su enfermedad, en interacción con la fuerza de las palabras del profeta, transforman la experiencia de la curación en un plus sobreañadido, que pone al dador del bien en primer lugar y comprende así cómo debe situarse ahora, después de haber sido curado y eliminado el mal que le humillaba. Naamán, este extranjero y enemigo de Israel, confiesa: “Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel”. Ahora ha cambiado el horizonte de la vida de Naamán el sirio y no simplemente ha recuperado el bien de la salud que con tanta ansia buscó. Lo mejor del sirio fue reconocer que todo lo había recibido del Único que todo lo puede.

¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que un extranjero?

Quizás es que las cosas Jesús las hizo esta vez muy fáciles, tal como Lucas describe la curación de los diez leprosos. No les pidió nada, no hizo nada sobre ellos, ni siquiera se habían curado todavía cuando les dijo que se presentaran a los sacerdotes. Solo cuando iban a mitad de camino –diríamos- y es posible que ya no veían a Jesús, que quedaba ya lejos, cayeron en la cuenta que habían sido curados. Esto es, como si nada hubiera pasado.

Pero las cosas fueron igual para los diez. Por ahí no hay, pues, que buscar nada para entender lo sucedido. Las cosas buenas que tenemos todos parece que no se deben a nadie. Son como naturales. Nos pertenecen por naturaleza, por derecho. ¿Es habitual agradecer las cosas buenas que tienen todos los demás? Aunque no lo explicita el evangelista Lucas, sí que debemos suponer que se presentaron a los sacerdotes, pues la lepra no sólo era una enfermedad física, sino también un rechazo social que sólo desaparecía cuando los sacerdotes tenían constancia oficial.

Parece que el relato de la vuelta del samaritano curado a Jesús, en lugar de marcharse alegremente con los otros nueve, es algo más que una licencia literaria de Lucas. ‘A grandes gritos y echándose por tierra a los pies de Jesús, alabando a Dios y dándole gracias’, esta descripción está más cerca de un relato de conversión que una simple constatación de curación. La acción curativa de Jesús ha llegado hasta transformar el corazón del leproso samaritano, que prorrumpe a gritos de reconocimiento y de acción de gracias.

Pero ¿por qué precisamente un extranjero, un samaritano?

El evangelista deja constancia que el leproso agradecido es un samaritano. Esta frase, escuchada por los lectores originales, destruía todos los estereotipos que se tenía de los samaritanos, personas despreciadas por los judíos. No es la ley sino la fe quien salva. Por eso el samaritano pudo escuchar de Jesús: “levántate, tu fe te ha salvado”. Ciertamente para ello no fue necesaria ni la mediación de los sacerdotes. Bastaba reconocer el don recibido.

Como hemos cantado en el salmo responsorial, el Señor revela a las naciones su justicia, no basada en méritos propios sino en el reconocimiento de quien nos la da gratuitamente. Basta que la deseemos de corazón, como hemos visto en Naamán el sirio y el leproso samaritano. “Porque sin con Él morimos, viviremos también con Él”.


ESTUDIO BÍBLICO.

Necesidad de la acción de gracias a Dios

Iª Lectura: IIº Reyes (5,14-17): El acceso a Dios de los malditos

I.1. La lectura del Libro de los Reyes nos presenta una narración del ciclo del profeta Eliseo -discípulo del gran profeta Elías-, en la que se nos muestra la acción beneficiosa para un leproso extranjero; nada menos que Naamán, el general de Siria, pueblo eterno enemigo de Israel. La enfermedad de la lepra era una de las lacras de aquella sociedad, como existen hoy entre nosotros pandemias de enfermedades malditas, especialmente para pueblos sin acceso a los medicamentos imprescindibles. Por eso era considerada la enfermedad más impura y diabólica. ¿Cómo tratar a este enfermo, que además es un maldito extranjero? Eliseo, a diferencia de su maestro Elías, que era un profeta de la palabra, se nos presenta más taumatúrgico y recurre el mítico Jordán, el río de la tierra santa, para que se bañe o se bautice en sus aguas curativas, casi divinas, para aquella mentalidad. Es como un baño en la fe de Israel; este es el sentido del texto.

I.2. Pero lo importante es la acción de gracias a Dios, ya que el profeta no quiere aceptar nada para sí. Este ejemplo, concretamente, había sido puesto ante los ojos de sus paisanos en Nazaret (Lc,4,14ss) para mostrar el proyecto nuevo del reino de Dios que no se atiene a criterios de raza y religión para mostrar su gratuidad y su paternidad para todo ser humano. Toda persona, ante Dios, es un hijo verdadero. Ese es el Dios de Jesús. El ejemplo moral de Eliseo de no despreciar a un extranjero es un adelanto profético de lo que había de venir con la predicación del evangelio. Por ello, cuando las religiones dividen y justifican guerras y odios, entonces las religiones han perdido su razón de ser y de existir.

IIª Lectura: IIª Timoteo (2,8-13): Morir y vivir con Cristo

II.1. La segunda lectura es uno de los textos cristológicos más sublimes del Nuevo Testamento. Seguramente procede de una antigua fórmula de fe; un credo que confiesa no solamente la descendencia davídica de Jesús, sino principalmente su resurrección, a partir de la cual viene al mundo la salvación. Pero es una fórmula que no se queda exclusivamente en la proclamación ideológica de una cristología al margen de la vida del apóstol y de los hombres. Este acontecimiento de la resurrección es lo que llevó al apóstol a abandonar su vida de seguridad en el judaísmo y a luchar hasta la muerte para que el mundo encuentre en este acontecimiento la razón última de la historia futura. El quiere ayudar a salvarse a los hermanos.

II.2. Eso significa que la resurrección de Jesús es determinante. Su opción por el crucificado es una opción para la salvación y por la vida eterna. Así, en la estrofa de cuatro miembros, se va proponiendo la actitud y la forma de vivir una de las experiencias más radicales de la vida cristiana: morir con El, lleva a la vida; sufrir con El, nos llevará a reinar; si le negamos, nos negará, pero si somos infieles, El siempre es fiel. Por lo mismo, pues, no hay razón para la desesperación. En sus manos está nuestro futuro.

EVANGELIO: Lucas (17,11-19): La verdadera religión: ¡Saber dar gracias a Dios!

III.1. El relato de los leprosos curados por Jesús, tal como lo trasmite Lucas, que es el evangelio del día, quiere enlazar de alguna manera con la primera lectura, aunque es este evangelio el que ha inducido, sin duda, la elección del texto de Eliseo. Y tenemos que poner de manifiesto, como uno de los elementos más estimados, la acción de gracias de alguien que es extranjero, como sucede con Naamán el sirio y con este samaritano que vuelve para dar gracias a Jesús. El texto es peculiar de Lucas, aunque pudiera ser una variante de Mc 1,40-45 y del mismo Lc 5,12-16. No encontramos en el territorio entre Galilea y Samaría, cuando ya Jesús está camino de Jerusalén desde hace tiempo. Lo de menos es la geografía, y lo decisivo la acción de gracias del extranjero samaritano, mientras que los otros, muy probablemente judíos (eso es lo que se quiere insinuar), al ser curados, se olvidan que han compartido con el extranjero la misma ignominia del mal de la lepra.

III.2. Ahora, liberados, se preocupan más de cumplir lo que estaba mandado por la ley: presentarse al sacerdote para reintegrarse a la comunidad religiosa de Israel (cf Lev 13,45; 14,1-32), aunque Jesús se lo pidiera. ¿Es esto perverso, acaso? ¡De ninguna manera! En aquella mentalidad no solamente era una obligación religiosa, sino casi mítica. Y es algo propio de todas las culturas hasta el día de hoy. No son unos indeseables lo que esto hacen, pero se muestra, justamente, las carencias de esa religiosidad mítica y a veces fanática que tan hondo cala en el sentimiento de la gente, y especialmente de la gente sencilla. No obstante, la crítica evangélica a esta reacción religiosa tan legalista o costumbrista es manifiesta. Antes de nada quieren integrarse de nuevo en su religión nacionalista y se olvidan de algo más decisivo.

III.3. El samaritano, extranjero, casi hereje, sabe que si ha sido curado ha sido por la acción de Dios. Pero además, el texto pone de manifiesto que no es la curación física lo importante sino que, profundizando en ella, se habla de salvación; y es este samaritano quien la ha encontrado de verdad viniendo a Jesús antes de ir a cumplir preceptos. Quien sabe dar gracias a Dios, pues, sabe encontrar la verdadera razón de su felicidad. Es verdad que los judíos leprosos también darían gracias a Dios en su afán de cumplir con lo que estaba mandado, no debe caber la menor duda. Lo extraño de relato, como alguien ha hecho notar, es que mientras estaban enfermos de muerte, estaban juntos, pero ahora curados cada uno va por su camino, casi con intereses opuestos. La intencionalidad de relato es mostrar que la verdadera acción de gracias es acudir a quien nos ha hecho el bien. Lo hace un hereje samaritano, que para los judíos era tan maldito como el tener todavía la lepra.

III.4. Es, pues, ese maldito samaritano quien muestra un acto religioso por excelencia: la acción de gracias a quien le ha dado vida verdadera: a Jesús y a su Dios. El Dios de Jesús, desde luego, no siempre coincide con el Dios de la ley, de los ritos y de los mitos. Es el Dios personal que, con entrañas de misericordia, acoge a todos los desvalidos y a todos los que la sociedad margina en nombre, incluso, de lo más sagrado. La lepra en aquella época, por impura, alejaba de la comunidad santa de Israel. Pero en el evangelio se nos quiera decir que no alejaba del Dios vivo y verdadero. Por eso el samaritano-hereje -sin religión verdadera para la teología oficial del judaísmo-, expresa su religión de corazón agradecido y humano. Porque una religión sin corazón, sin humanidad, sin entrañas, no es una verdadera religión. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).