“Así
debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes”
¿Estamos tranquilos con la manera de
vivir la fe en Jesucristo? ¿Contentos con nuestros pastores? Éstas y otras
preguntas se hacen oportunas para el día de hoy. Hay muchas personas que
necesitan apagar tu luz, tus valores, porque así creen que brillarán más ellos,
pero lo cierto es que no es más que una mirada desproporcionada del otro.
Sartre en su metafísica decía que el infierno es la mirada del otro.
Lo cierto es que hay muchas maneras de
ocultar la luz: las críticas, el rechazo, la envidia, los celos… todo generado
por esa mirada desproporcionada que no siempre señala tu realidad personal.
El evangelio de hoy nos invita a ofrecer
tu luz por encima de todo. Ser una ciudad habitable en lo alto de un monte
donde se pueda admirar junto al paisaje. Sí, digo bien, admirar que es justo lo
que adolecemos. Hemos de admirar al otro como criaturas de Dios, imagen y
semejanza suya, y como sujeto del amor que merece, sustentado en Cristo Señor
nuestro.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
creyente podrá ser luz si es solidario, generoso, rompiendo con su egoísmo e
individualismo. Cuando nos encontramos con el hermano pobre, con el necesitado
de pan y de lo indispensable para cubrir su pudor y vivir dignamente, entonces
podremos ser verdaderamente luz en un mundo que se ha oscurecido, que “no ve”
al otro, que quedó ciego ante el hermano que lo mira y clama a él.
Lectura
del libro de Isaías 58, 7-10
Así habla el Señor: Si compartes tu pan
con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves
desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz
como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu
justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor
responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”. Si eliminas de ti todos
los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al
hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las
tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía.
Palabra de Dios.
Sal
111, 4-9
R.
Para los buenos brilla una luz en las tinieblas.
Para los buenos brilla una luz en las
tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Dichoso el que se
compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. R.
El justo no vacilará jamás, su recuerdo
permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está
firme, confiado en el Señor. R.
Su ánimo está seguro, y no temerá. Él da
abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará
su frente con dignidad. R.
II
LECTURA
San
Pablo no quiere ocultar su capacidad de predicar o sus condiciones de escritor.
Su “pobreza” no radica en que no sabe qué decir ni cómo decirlo. Está
convencido de que él es pobre y pequeño ante la grandeza y el poder de Dios. Él
sabe muy bien que nada puede ser igual o mayor a Dios. Ubicándose así,
demuestra su humildad.
Lectura
de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 1-5
Hermanos, cuando los visité para
anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o
de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y
Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y
vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación
persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del
Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres,
sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 8, 12
Aleluya. “Yo soy la luz del mundo; el
que me sigue tendrá la luz de la vida”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
“Si tan sólo hubiese dicho: ‘para que vean sus
buenas obras’, hubiese constituido su fin el ser vistos siendo alabados por los
hombres, lo cual buscan los hipócritas. Pero además añade: ‘y glorifiquen a su
Padre que está en los cielos’ para que, por lo mismo que el hombre con las
buenas obras agrada a los hombres, no constituyendo en eso su fin sino en dar
alabanza a Dios, por lo tanto agrade a los hombres de modo que en ello sea
glorificado Dios” (San Agustín, De Sermone Domini, 1, 7).
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 13-16
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son
la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a
salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima
de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón,
sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están
en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en
ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que
está en el cielo.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Cuando
partas tu pan con el hambriento… brillará tu luz en las tinieblas
La fe que se vive es una fe que se
comparte. La comunidad es un referente para la práctica diaria en lo que se
cree, y el escenario propio donde se realizan los actos de justicia. Partir tu
pan con el hambriento no sólo es un acto de misericordia, también es un acto de
justicia, integrador, no es darle lo que le falta es darle lo que le es debido,
porque no ha tenido la oportunidad para vivir dignamente, porque la sociedad se
lo ha negado.
En no pocas ocasiones hemos escuchado
que con los recursos que la tierra posee hay posibilidades de paliar el hambre
de todos los pobres de la tierra, aun así, el acto de justicia no acontece: ni ayer,
ni hoy. ¿Es por falta de rezar? Me temo que no. Aunque el mundo de hoy adolece
de una profunda espiritualidad, lo que no acontece como acto de justicia no
resquebraja nuestras entrañas. Hay que dejarse quebrar en las entrañas para
comprender que tu pan se puede hacer extensible a los demás, así brillará una
luz distinta de las tinieblas del egoísmo y la injusta distribución de los
bienes de la tierra.
Débil
y temeroso
San Pablo habla de sus inicios en la
predicación apostólica, recordando que no se presentó como un erudito, sino más
bien débil y temeroso. Su saber era acerca de Jesucristo, y éste crucificado.
Su palabra era una manifestación del Espíritu para que la fe no se apoye en el
saber de los hombres que es caduco, sino en el poder de Dios, que es más
amplio.
Esta es una reflexión que hemos de hacer
todos cuantos creemos en Cristo, en algún momento de nuestra vida. El temor y
la debilidad no han de ser un impedimento para el que habla de Cristo, ni para
quien siente la vocación, ni siquiera para los que buscan la perfección en los
otros y tampoco la haya en sí mismo. Hay que dejar paso a la gracia de Dios que
se manifiesta y realiza en la debilidad de los que lo buscan. Los que buscan
pecados que señalar deberían aprender también esta lección: en algún momento
ellos serán señalados, se verá su debilidad, y necesitarán de la gracia de
Dios. Dios se manifiesta en lo pequeño y desbaratado.
Alumbre
así vuestra luz a los hombres
Para que la fe se contagie, ha de haber
signos externos que muestren que hay gente que cree en Jesucristo, en su amor,
en su acción salvadora. Sin un Padrenuestro rezado profundamente, sin un acto
de misericordia realizado todo se convierte en desazón, se vive en la
privacidad. Pero aunque la fe sea personal, ha de manifestarse con coraje para
que interpele a cuantos nos vean testimoniar a Jesús vivo y resucitado. No
podemos escondernos, ocultarnos, ni por miedo ni por vergüenza, porque somos
responsable de una buena noticia que hemos de compartir. La fe no es solo para
unos pocos, es para todo aquel que quiera escuchar y bendecir a Dios.
ESTUDIO BÍBLICO.
Iª
Lectura: Isaías (58,7-10): Solidaridad y compromiso
I.1. La primera lectura de la liturgia
de hoy la encontramos en el libro de Isaías (TritoIs) que es como el texto de
Is 1,10-20, acomodado a una nuevas circunstancias por las que pasa el pueblo de
Judá, precisamente en el período postexílico. Todo está casi destruido, y como
siempre, los pobres son los que soportan lo peor. Sabemos que es un texto de la
escuela de Isaías. Se plantea en la comunidad la necesidad de un día de ayuno,
mortificación y humillación para conseguir el favor divino. Entonces el profeta
habla, dice, interpreta e interpela. Lo que Dios quiere, como ayuno, como
mortificación, es no cerrarse al prójimo, a “tu propia carne”, en el lenguaje
antropológico-semítico del AT. Con ello se revelan las causas de la situación:
la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos afectados
personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros,
considerando esos hechos como datos fríos de noticias o de encuestas
sociológicas.
I.2. Pero el profeta dice que cuando
alguien pasa hambre eres tú quien la pasas; cuando te desentiendes de tu
prójimo, te desentiendes de ti mismo. Si se hace todo eso: partir el pan con el
hambriento, hospedar al pobre, vestir al desnudo, habrá justicia; y si hay
justicia allí está la gloria de Dios. No hay ayuno mejor que este para ganarse
el favor de Dios. Es un texto que Lucas tomó como programa para la lectura de
Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14ss). Las promesas de luz, son
exigencias de justicia; esto la sabe el mundo entero.
IIª
Lectura: Iª Corintios (2,1-5): La experiencia de Cristo crucificado en Pablo
II.1. La segunda lectura, continuando
con 1 Corintios, es de una fuerza inexorable: la fuerza del poder más pobre del
mundo: la cruz, la sabiduría de la cruz, del fracaso. Pablo, predicador,
apóstol, se presentó en Corinto consciente de lo poco que podía presumir ante
los ojos del mundo, ante la sabiduría de los filósofos griegos, del mensaje que
predicaba. Incluso había tenido un fracaso grande en Atenas, la ciudad más
sabia del mundo (Hch 17), porque les había anunciado la resurrección del un
crucificado. Pero la sabiduría de Dios, está claro, no encaja con la de este
mundo. Corinto era una ciudad distinta, donde frente a los potentados
económicamente por ser una ciudad comercial, había muchos marginados, pobres,
trabajadores de sol a sol. ¿Aceptarán este mensaje del cristianismo? Corinto
fue distinta; difícil ciudad y difícil comunidad, heterogénea, pero allí
encontró Pablo a los que aceptaron el mensaje de Cristo, y éste, crucificado.
Maravilloso pasaje donde Pablo expresa la convicción de que Jesucristo, el
crucificado, es el liberador de los oprimidos.
II.2. Se trata, pues, de ponerse como
modelo para la comunidad en el mejor sentido de la palabra. En realidad Pablo,
el judío, podía haberse presentado como un buen rabino cristiano y un buen
retórico, sabio y de cultura helenista, pues lo era según los mejores datos que
tenemos. Pero como apóstol de Jesucristo, no entiende que los altos discursos
de sabiduría pudiera trasladar el mensaje de “Cristo crucificado”. Eso hubiera
sido un infidelidad a quien lo llamó y por ello la comunidad que había sido
llamada desde su experiencia de pequeñez no puede renunciar a sus orígenes
“crucificados”. Cuando la comunidad, la Iglesia, quiere vivir la “grandeza y la
gloria, el poder y la influencia incluso de su teología y de su ética no vive
en plenitud el mensaje del Crucificado. Si la Iglesia no entiende que pueda ser
perseguida e incluso rechazada… entonces no hay “theologia crucis” en su seno.
La Iglesia debe ser discutida… y sentirse por ello muy cerca de su Señor.
Evangelio:
Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo
III.1. El evangelio de Mateo, hoy,
prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-,
sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del
mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se
usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la
luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del
cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal
como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los
alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese
sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo.
Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve
sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación
viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos
interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la
sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.
III.2. La luz del mundo, y la ciudad en
lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos
que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido
religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad
del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”…
hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la
comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las
bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente
personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales
del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.
III.3. Con estos dichos del Señor se
quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas, que fue el
evangelio del domingo anterior. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos
ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las
bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios
tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada
global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada
en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva
comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que
iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el
templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano
personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de
los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad,
sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.
III.4. Los que han hecho las opciones
por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal
de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las
bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay
que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres,
eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas,
son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra
manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la
paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a
anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del
mundo se ha usado muchos para “santos” especiales; pero no deja de ser un
despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera
vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la
luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada. (Fray Miguel
de Burgos Núñez, O. P.).
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