domingo, 27 de agosto de 2017

DOMINGO 21º DEL TIEMPO ORDINARIO


“¿QUIEN DICEN USTEDES QUE SOY YO?”
  
Las preguntas y su repercusión en la vida y en la fe. El Evangelio de hoy nos sitúa ante la fe cristiana, “dejándonos interpelar” por Jesucristo, y recibiendo la “revelación de Dios”, como fuente de bienaventuranza. En la Biblia Dios pregunta a las personas; las personas preguntan a Dios; y el hombre se pregunta: ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Quién es Cristo para mí? Las preguntas son más necesarias aún que las respuestas. Las preguntas nos mueven, nos despiertan, pero sobre todo nos comprometen, porque crean una relación personal. Por eso, las preguntas de Dios y a Dios, nos ayudan a entrar en conversación con El y a dar a la escucha de su Palabra el valor de sentido para la vida. Como seres humanos, como creyentes, como pobres y buscadores, necesitamos preguntarnos y dejarnos preguntar, porque lo que ignoramos es siempre más que lo que sabemos. La formulación de preguntas es el mejor camino para el encuentro con la verdad... La pregunta del otro sobre mí, y mi relación con él, es necesaria para la madurez humana y espiritual. Así ocurre con la pregunta de Jesús hoy: “¿Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre? Y vosotros ¿quien decís que soy yo?, centra hoy nuestra oración y nuestra reflexión, encontrando en la relación que supone esa pregunta, infinidad de respuestas a toda nuestra vida.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

 “Dar las llaves” implica siempre el otorgamiento de algún grado de autoridad. En este pasaje profético se nos indica también cómo debe ser ejercida esa autoridad: “será un padre para los habitantes de Jerusalén”. Así, toda autoridad deberá tener siempre presente el carácter servicial de su función.

Lectura del libro de Isaías 22, 19-23

Así habla el Señor a Sebná, el mayordomo de palacio: “Yo te derribaré de tu sitial y te destituiré de tu cargo. Y aquel día, llamaré a mi servidor Eliaquím, hijo de Jilquías; lo vestiré con tu túnica, lo ceñiré con tu faja, pondré tus poderes en su mano, y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo clavaré como una estaca en un sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre.
Palabra de Dios.

Salmo 137, 1-3. 6. 8

R. Tu amor es eterno, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles. Me postraré ante tu santo templo y daré gracias a tu nombre. R.

Daré gracias a tu nombre por tu amor y tu fidelidad, porque tu promesa ha superado tu renombre. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

El Señor está en las alturas, pero se fija en el humilde y reconoce al orgulloso desde lejos. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.

II LECTURA

San Pablo ha expuesto en su carta la inmensa misericordia de Dios, que abarca a todos los pueblos, judíos y gentiles. Esta misericordia lo hace alabar a Dios con gratitud. ¡Tan grande es este misterio de amor que excede lo que nuestra mente puede alcanzar!

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 11, 33-36

¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! “¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido?”. Porque todo viene de él, ha sido hecho por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 16, 18

Aleluya. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Aleluya.


EVANGELIO

La fe cristiana se vive en comunidad. Al usar la imagen de la Roca, Jesús quiere dar a esta comunidad un fundamento sólido y estable, un cimiento firme que pueda resistir los embates del enemigo. Cuando todos los que formamos la Iglesia, pastores y pueblo, nos mantenemos unidos profesando nuestra fe en Jesucristo como el Mesías Vivo, nos animamos unos a otros a vivir plenamente nuestra fe.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 13-20

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes”, les preguntó, “¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La relación y las preguntas

Cada domingo la Palabra de Dios nos interpela, e invita a preguntarle a Dios, permitiéndonos compartir inquietudes de fe. Con los demás. Así empieza siempre una relación de fe. La experiencia de la fe se inicia así, con una relación que conlleva la pregunta personal y comunitaria sobre Jesucristo. ¿Quien decís vosotros que soy yo? ¿Qué lugar ocupo en tu vida? ¿Qué dice y expresa vuestra vida de mí? En el Evangelio de hoy, Jesús nos hace dos preguntas: Una general: “Quien dice la Gente que es el Hijo de Hombre”. Otra, totalmente personal y comunitaria, que implica la intimidad y la relación, y que lleva a la confesión de fe: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Le pregunta al grupo de los discípulos, pero la respuesta se da en comunidad. Por esa pregunta y el modo de responder, empieza el proceso y apertura a la relación de fe con Jesucristo.

Dejarse interpelar por la Persona de Jesús hoy, es un reto para el cristiano y su comunidad

Jesús sigue vivo y nos interpela en la lectura orante de su Palabra... Y así, a Jesús lo vamos conociendo, Sólo hay un camino para ahondar en su misterio: la relación y el seguimiento. Cada uno hemos de ponernos ante Jesús, y escuchar: ¿Quién soy yo para tú? ¿Qué dice tu vida de mí? ¿Quién soy yo para vosotros? ¿Cómo me expresan vuestras relaciones? Una pregunta que no sólo nos cuestiona sobre Jesús, sino también sobre nosotros mismos. ¿Quién soy yo? ¿En quién creo? ¿Desde donde oriento mi existencia? ¿A qué se reduce mi fe?

¿Quien decís que soy yo?

Cuando escuchamos esta pregunta, podemos pensar en fórmulas doctrinales: Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, el Salvador del mundo, el Redentor de la humanidad. Pero ¿basta pronunciar estas palabras para convertirnos en seguidores suyos? Podemos responder por costumbre, por piedad o por disciplina, pero parece que no es ese el sentido de la pregunta, que invita más bien a examinar la relación con Jesús, Hay cristianos que, alardean incluso de su ortodoxia, pero no conocen el dinamismo del Espíritu de Cristo... Por eso, hoy necesitamos responderle con la vida más que con palabras sublimes, porque la fe no consiste en creer algo, sino creer en Alguien. Lo decisivo en la fe, es encontrarse con Jesucristo personal y comunitariamente.

Pedro, modelo de un discípulo creyente

La figura de Pedro es modelo de creyente, con un papel fundamental en la formación de la Iglesia. Es la imagen primordial del cristiano, creyente y dubitativo; discípulo de Jesús, pero también su tentador; el que le confiesa y el que le traiciona. Todo lo cual lleva a replantear el tipo de relación que establecemos con El. A la primera pregunta de Jesús responden todos los discípulos. A la segunda sólo responde Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16)... Pero en aquí, no se manifiesta tanto el conocimiento de Pedro, sino la fe de la comunidad: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo! Una verdadera confesión de fe, que cobra valor con la palabra de Jesus reconociendo la revelación en la fe, y otorgando a Pedro un poder por esa misma confesión. Jesús llama bienaventurado a Pedro porque ha confesado la fe que expresa la realidad del misterio de Dios y de Jesús. La lectura de Rom 11, 33-36, habla hoy de la revelación como un misterio que nadie puede conocer por sí mismo. Todo lo hemos recibido de Él. Por eso, la fe no puede ser el resultado de una investigación humana o de una búsqueda racional, sino la respuesta a una interpelación de Dios, que siempre tiene la iniciativa en el proceso de la fe.

Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

¿Quién es esa piedra? Simón recibe de Jesús el sobrenombre de piedra, como una función y un encargo de seguridad y consistencia sobre la que edificar su Iglesia. Se sigue discutiendo si las palabras. “Tú eres “piedra”, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, se refiere a la persona de Pedro o a la confesión de fe que Pedro proclama, aunque sea aquí donde fundamenta la tradición, el Primado y la infalibilidad papal. Pero la pregunta que nos hacemos es ¿donde está fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está. (1Cor 3,11, Ef 2,20), y eso es lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Con esta confesión de fe, Pedro expresa su ser y su misión, convirtiéndose en prototipo de todos los creyentes. Los seguidores de Jesus que aceptamos el evangelio tenemos como roca de salvación la confesión de la fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para atar y desatar, porque tiene las llaves del reino de los cielos...Es la confesión de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno, no depende de Pedro sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo y a quien Pedro confiesa.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (22,19-23): La autoridad de la justicia

I.1. La Iª Lectura se refiere probablemente a una serie de acontecimientos políticos y de la corte del rey Ezequías, que tienen conexión, de alguna manera, con el momento en que Senaquerib, emperador de Asiria, invadió la tierra santa (701 a. C.). Jerusalén estuvo a punto de caer, pero algo sucedió que impidió la conquista de la ciudad de Sión. Se han dado distintas opiniones al respecto, siendo la más probable una rebelión de Babilonia… y esto era más urgente que la caída de Jerusalén. El profeta Isaías siempre entendió que eso se debía a la acción de Dios que conduce todos los momentos de la historia. El pueblo, sin embargo, parece que se lo agradeció más al rey que a Dios. Todo esto se cuenta en 2Re 18-20. El reino quedó totalmente destruido, aunque Jerusalén no cayera en manos asirias.

I.2. En este oráculo de hoy, bajo el simbolismo de las llaves, que aparecerá en el evangelio, se quiere mostrar la actuación de Dios con el secretario Sobná, hombre rico y ambicioso, que se estaba construyendo un mausoleo que escandaliza al profeta frente a la situación de tributos, injusticias y pobreza que vive el pueblo. El profeta anuncia su destitución por Eliaquín, el mayordomo, que debía ser un hombre más consecuente con la situación posbélica.

I.3. El oráculo lo dice todo: un padre para el pueblo y en sus manos estarán las llaves del reino de David; era el hombre de confianza que necesitaba Ezequías en aquellos momentos, quien fue un rey reformador. Con las llaves se cierra y se abre. Será un administrador de justicia para un pueblo destrozado, donde los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Esa es la situación que debe cambiar. Quien tiene las llaves, debe saber que es el administrador de Dios. Y que no tiene derecho a coartar libertades ni a permitir miserias.

II.ª Lectura: Romanos (11,33-36): Himno a la Sabiduría

II.1. El c. 11 de Romanos termina con un maravilloso himno a la sabiduría divina. Viene a cerrar los cc. 9-11, en los que el apóstol se ha planteado en profundidad el misterio del pueblo de Israel, su destino, su futuro. Y esto lo hace porque a través de toda la carta ha venido hablando de un pueblo nuevo, de una comunidad nueva, que no se fundamenta en otra cosa que en la fe en Jesucristo, quien ha dado su vida por toda la humanidad. Pero Pablo era judío, su raza no era determinante, pero en la lectura que hace del Antiguo Testamento lo ve como el pueblo que recibió las promesas de Dios, con un papel histórico y teológico que no se puede olvidar. Con este himno, Pablo concluye la parte doctrinal de la carta a los Romanos, y deja en manos del misterio de Dios, de su divina sabiduría, el destino de su pueblo por el que siente una cierta fascinación.

II.2. Algunos apuntan a que Rom 11,33-36 sería el himno conclusivo de la parte doctrinal de la carta (Rom 1-11). Pero no debemos olvidar la famosa y discutida doxología de Rom 16,25-27, también en forma de himno, que algunos manuscritos desplazan a Rom 14,23 o a Rom 15,33 y que ha dado lugar a la polémica sobre la autenticidad de Rom 16. ¿Pertenece Rom 16 a la carta dirigida a los Romanos? No es necesario entrar en esa discusión crítica de manuscritos. Podemos suponer, pues, que piezas como éstas se creaban o recreaban en las comunidades paulinas, para la liturgia, en las que no falta cierta influencia del judaísmo helenista. Pablo, por su parte, las aprovecha en momentos bien señalados para cerrar o rematar ciertas ideas decisivas. Este es uno de ellos, porque debemos estar de acuerdo que Rom 9-11 es una sección reflexionada y de largo alcance.

II.3. El himno pone de manifiesto algo que debemos tener muy presente. Desde luego, es un himno a Dios y nos recuerda mucho lo que podemos leer en el libro de Job (35,7;41,1-3), es decir, la impotencia del hombre frente al misterioso designio de la historia que no la podemos abarcar en profundidad, por muy alto que haya volado la humanidad. Encontrarse con Dios es “un misterio” y nadie puede exigirle algo, porque nadie le ha dado nada. Al contrario, todo lo hemos recibido de Él. Y resuena explícitamente la grandeza de la fidelidad de Dios al hombre, a la humanidad entera, no solamente a Israel.

II.4. En Rom 9-11 ni Israel ni los paganos, que ahora forman parte del proyecto salvador, son los verdaderos protagonistas de las afirmaciones y de los argumentos que se ponen sobre la mesa. Consideramos que el verdadero protagonista es Dios que quiere salvar a todos los hombres sin que eso sea faltar a su fidelidad a la alianza con Israel. Pero su fidelidad salvadora con Israel forma parte de este mismo proyecto. De ahí que este himno final venga a ponerse en el centro de todo esta acción salvadora de Dios como una decisión de su sabiduría. Tanto los paganos como Israel deben admirar la sabiduría divina. Las preguntas sapienciales de los vv. 34-35, inspiradas en dos textos de la Escritura (Is 40,13; Job 41,3) son suficientemente elocuentes al respecto. Nadie puede ni debe discutir la soberana libertad de Dios para salvar a todos los hombres y a Israel. Los pueblos han sido llamados a la salvación porque Dios lo quiere así. Israel será salvado, porque Dios así lo ha decidido.

Evangelio: Mateo (16,13-20): Confesión de fe viva y verdadera

III.1. El evangelio de hoy es uno de los textos más específicos de la teología de este evangelista. El simbolismo de las llaves, de atar y desatar, se aplica ahora a Pedro, el apóstol que habría de negar a Jesús. ¿De dónde nacen estas palabras, cuyo fondo arameo es innegable? Mc 8,27-29 no contiene las palabras sobre las llaves, lo cual resulta ciertamente extraño. Mateo nos ofrece una verdadera confesión de fe de Pedro en sentido pospascual y unas palabras de Jesús otorgándole un poder precisamente por esa confesión de fe. Por lo tanto, ese poder, en lo que se refiere a la comunidad de Mateo, tiene que ver con una promesa y función en la Iglesia. Este es uno de los textos más discutidos en torno al «primado» de Pedro y sus sucesores.

III.2. El texto de la confesión mesiánica de Pedro nos ofrece una de las lecturas más discutidas de la exégesis de Mateo. En su probable fuente, Mc 8,27ss, la confesión es de otro tono y, además, no están presentes las palabras sobre el “primado”. Es evidente que la tradición “católica” ha hecho un tipo de lectura que viene marcada por la sucesión apostólica de Pedro. Es, desde luego, de valor histórico que Simón, uno de los Doce, recibió el sobrenombre o apodo de Kefa (en arameo; kephas, en griego) y que sería traducido como Petros en griego, que significa “roca”. El que haya sido en este momento o en otro todo lo que se explica del sobrenombre en Mateo, no es relevante históricamente (pudo ser en otro momento cf Jn 1,42; Mt 4,18; 10,2), pero sí es significativo. Pedro pudo recibir este sobrenombre del mismo Jesús y haber sido llamado de esa manera durante su ministerio. Se seguirá discutiendo si las palabras de Jesús sobre la “piedra” se refieren a la persona de Pedro, o a la confesión que Pedro proclama (no olvidemos que es una confesión pospascual en toda regla). Pero aquí se funda, en la tradición católica, el primado y la misma “infalibilidad” papal. Pero ¿de qué valdría la "infalibilidad" si solamente se tiene en cuenta lo doctrinal?, porque la doctrina cambia con el tiempo en expresiones y en comprensión. Esta "vexata quaestio" no debería ser el fondo del texto de Mateo, sino precisamente la necesidad que tenemos de vivir en la "comunión" de la fe que nos salva, más que en la afinidad doctrinal. La Iglesia, pues, no se fundamenta sobre la doctrina, sino sobre la fe de Pedro, que es un misterio de confianza (emunah) en la palabra de Jesús, quien nos ha revelado la salvación de Dios. Ni el mismo Pedro sería nada sin la confesión de su fe en Cristo e Hijo de Dios (con todo lo que ello implica), ni la Iglesia tendría sentido sin el Cristo e Hijo de Dios confesado por Pedro. Pedro, por ello, no está situado por encima de la Iglesia, sino que recibe esa misión y lleva a cabo ese servicio en el seno de la misma comunidad a la que sirve con la confesión de su fe.

III.3. El texto de Mt 16,13-20 es campo de batalla entre católicos y protestantes y no lo debemos ignorar. Todavía en ello debemos tener grandes expectativas ecuménicas, con la esperanza de los pasos que hemos de dar con las respectivas interpretaciones que corresponden a las “tradiciones” cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre interpretarán que “piedra” (petra) se refiere a Pedro (petros); los protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino a la confesión anterior: “tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. ¿Qué nos está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son posibles. Pero hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas cosas quedan para un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos parece más razonable interpretar que “sobre esta roca” ha de referirse a la confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe un nombre nuevo Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.

III.4. Cada evangelista ha redactado la confesión de Pedro según sus preocupaciones teológicas y eclesiales. Las de Mateo están bien claras por el conjunto del texto de hoy. El problema, pues, sería si las palabras laudatorias de Jesús, después de la confesión de Pedro, son del mismo Jesús o de la Iglesia primitiva. Esto, desde luego, tiene divididos a los especialistas, aunque es más coherente pensar que la Iglesia posterior necesitó reivindicar la figura de Pedro como testigo cualificado y como “primero” entre los Doce. No deberíamos exagerar, como se hace frecuentemente, sobre los arameismos de las palabras laudatorias de Jesús, como si estas nos llevaran directamente a las mismas palabras de Jesús. De hecho, otros autores dan a entender que la construcción griega de estas palabras es más armónica de lo que parece; que no hay tanto arameismo en las mismas y que estamos ante la teología de un autor (en este caso Mateo) más que ante una “profecía” del Jesús histórico. Y eso sin entrar en la discusión, hoy no tan relevante, de si las palabras del “tu es petrus” son una interpolación posterior como defienden algunos especialistas.

III.5. Estas palabras, pues, significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las asechanzas a las que está y estará sometida. La pregunta es ¿dónde está fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está (cf 1Cor 3,11; Ef 2,20), y es eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Por lo mismo, no se puede echar sobre las espaldas del pescador de Galilea todo el peso de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo con su vida, con su entrega y su resurrección. Y otro tanto habría que decir de los sucesores de Pedro. De la misma manera, pues, la metáfora de “atar y desatar” se ha de interpretar en este tenor de defensa de la comunidad, del nuevo pueblo, de la Iglesia. Porque no debemos olvidar que esa misma metáfora la usará después Mt 18,15-20 para aplicarla a los responsables de la comunidad ante el pecado de los que son recalcitrantes y rompen la comunión.

III.6. En definitiva, el texto de Mateo, la fuerza del “tu es petrus” no debe hacernos olvidar que Pedro fue elegido por Jesús no para ser Papa, que es una institución posterior, reafirmada con la “infalibilidad” doctrinal, sino al servicio de la salvación de los hombres; aunque será inevitable tenerlo en cuenta en la historia de la interpretación del papado. Pero no podemos echar encima del texto de Mateo más de lo que dice y de lo que afirma; sin olvidar, además, la Iglesia o comunidad en la que aparece, una comunidad judeo-cristiana que necesitó de transformaciones muy radicales en confrontación con el judaísmo tradicional. Desde luego, los seguidores de Jesús que aceptamos el evangelio tenemos como “roca” de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para “atar y desatar”, porque tiene las “llaves” del Reino de los cielos. Es la confesión de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los cristianos o de cualquier hombre o mujer, no dependen de Pedro tampoco, sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro confiesa. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 20 de agosto de 2017

DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”
  
Este domingo, las lecturas actúan sobre nosotros como un espejo que nos refleja nuestra verdadera identidad, más allá de los falsos honores, categorías y disfraces que nos gusta utilizar.

La palabra nos iguala a todos, con nuestros aciertos y errores, en la fraternidad universal. Cada ser humano, sea como sea su realidad, su historia, sus condiciones… es hijo de Dios y, por tanto, objeto de todo su amor y cuidado.

Nadie puede arrogarse la capacidad ni la condición de decirle a otro “tú no puedes acceder al amor del Señor” o “yo estoy más cerca de Dios que tú”. Todos tenemos debilidades al igual que la huella de Dios en nuestras entrañas. Él es infinitamente más grande que nuestras clasificaciones, su amor trasciende nuestros méritos y nuestros pecados.

La actitud creyente supone el sobrecogimiento ante tal misericordia y el esfuerzo de ser, con toda nuestra vida, testigos de la misma ante toda la humanidad.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Dios quiere romper los límites de cualquier grupo o nación que se crea con el derecho exclusivo de apropiárselo. Él no mira raza ni condición, él llega a todos para atraerlos hacia sí. Su Casa está abierta a todos. ¡Qué hermoso sería que nuestros países, nuestros templos y nuestras casas también lo estén!

Lectura del libro de Isaías 56, 1. 6-7

Así habla el Señor: “Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia. Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa montaña y los colmaré de alegría en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.
Palabra de Dios.

Salmo 66, 2-3. 5-6. 8

R. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor!

El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R.

Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. R.

¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.

II LECTURA

San Pablo, judío y fariseo convertido, sufre por sus compatriotas que han rechazado a Cristo. Pero sabe que el amor y las promesas de Dios se mantienen firmes, también en su Alianza con el pueblo judío. Dios no deja a nadie fuera de su misericordia.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 11, 13-15. 29-32

Hermanos: A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos. Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida? Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ahora ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Cf. Mt 4, 23

Aleluya. Jesús proclamaba la buena noticia del reino y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús recorre tierras extranjeras y paganas. Y hay allí una mujer que reconoce su poder y lo llama hijo de David. Desde su necesidad, ella tiene la sabiduría y la determinación para pedir la sanación. Sabe por experiencia que hay formas de distribución que hacen que el alimento alcance para todos, sin excepción. Si ella reconoció en Jesús al hijo de David, a la vez Jesús la reconoce a ella como una mujer de fe. Esa fe transforma y levanta desde la postración hacia la vida.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 15, 21-28

Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y, sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó sana.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La misericordia infinita y universal de nuestro Dios es el mensaje central de las lecturas que este domingo nos ofrece.

El punto de partida serían las divisiones que las personas establecemos entre nosotros: judíos y gentiles, justos e impuros, creyentes y paganos… los que “son como yo” y los que no. Una catalogación que presupone que hay algunos que merecen la bendición de Dios y que para otros es inalcanzable.

La Palabra de hoy, en sus tres lecturas, nos muestra claramente que Dios no hace estas distinciones: su misericordia, la salvación que nos trae es absolutamente para todos.

El primer paso, pues, sería la toma de conciencia de que cada uno de nosotros está necesitado de esa misericordia, como lo hace la mujer cananea del evangelio que clama: “ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”. Nadie puede arrogarse el derecho o el merecimiento de nada frente a Dios, cada uno de nosotros, como nos dice la carta a los romanos, “desobedece” en algún punto del camino por lo que todo lo que recibimos de Él es pura Gracia de un Padre que siente infinita compasión por la humanidad.

Solo desde esa conciencia de nuestra precariedad como criaturas podemos establecer una acertada relación con el Señor.

Así ocurre también en el Evangelio, en el que Jesús se manifiesta como modelo de diálogo perfecto, en el que, desde de una posición inicial, se abre con humildad a la escucha de la mujer para llegar al punto de encuentro principal, que es su gran fe.

La cananea, por su parte, sabe de su condición y sus limitaciones, pero mucho más grande es su convencimiento y su confianza en Dios.

Esa relación con Él sana a nuestra protagonista, a su hija, a toda la humanidad. La narración evidencia lo que anunciaba el profeta Isaías en la primera lectura: Dios ofrece su amor, regala su salvación a todo ser humano, el límite lo pone cada cual en la medida que, en ejercicio de su libertad, quiera aceptarlo y disfrutarlo.

El último paso en este proceso lo encontramos en las palabras de S. Pablo “Así también ellos que ahora no obedecen, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia”. La misericordia llega a todos gracias también a la intervención de los hermanos. Sabernos beneficiarios de la Gracia de Dios nos urge a ser misericordiosos también nosotros con los hermanos. Pedirla y recibirla supone ser conscientes de que mi vida, mi camino, no son solo míos.

Son, por tanto, dos las cuestiones principales que se nos plantean hoy:

¿Quiénes son los cananeos, los que consideramos “desobedientes” en la actualidad?

El recelo temeroso, la acusación, el ataque, la condena, no son herramientas del cristiano. ¿Cómo creyentes, estamos dispuestos a establecer diálogos, escuchar y aprender de los no creyentes, de quienes no comparten nuestras ideas o formas de comprender el mundo?

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Isaías (56,1. 6-7): Algo nuevo está por llegar

I.1. El "Trito Isaías" (56-66) es un conjunto literario-profético que ha dado mucho que hablar entre los especialistas, porque se presta a numerosas hipótesis. Este conjunto podría atribuirse a uno de los discípulos del "Deuteroisaías" (40-55), o podría aceptarse como un conjunto de oráculos de distintos personajes de la "escuela isaiana". Algunos piensan que son del s. V a. C., cuando la situación ha cambiado. La lectura de hoy está tomada del primer oráculo en el que después de promover el derecho y la justicia propone, incluso, que los extranjeros, los que no pertenecen al pueblo, también tendrán acogida en la casa del Señor. Se superará eso de ser hijo o hijas. Es decir, ese nombre quedará un poco obsoleto si ese nombre se entiende exclusivamente desde el nacionalismo religioso. He aquí la clave de las lecturas bíblicas de este domingo.

I.2. La exigencia del derecho y la justicia es como el frontispicio de un templo, y todo el que entre en él, sea de la raza que sea y de la religión que sea, está invitado a sentirse en su casa y en su mundo. Este proyecto utópico es social y religioso a la vez, porque la religión debe estar en el corazón de la vida. Y esa es una de las claves de la salvación que Dios quiere llevar a cabo, aunque la lleva acabo por medio de los hombres, que son los que también ponen todos los obstáculos e impedimentos para que esto no se cumpla de hecho. El profeta, sin embargo, confía en la palabra de Dios que siente en su corazón. Es un reto, un desafío y toda una provocación, porque lo que propone no es normal, ni para Israel, ni para los otros pueblos.

I.3. Esa es la victoria de Yahvé, el derecho y la justicia; lo que más anhelan los pueblos, los pobres, los parias, los desasistidos. Identificar justicia y salvación no es normal, porque los estereotipos religiosos no lo permiten. Diríamos que el signo de la nueva alianza, en la que se mueve el profeta, es la práctica de la justicia. Esa es la nueva situación que en este conjunto de oráculos del Trito-Isaías se va a poner de manifiesto. Por tanto aquí están insinuadas muchas cosas, que van mucho más allá de texto y que requieren su actualización.

I.4. La casa de Dios ya no será un monumento, un templo hecho por manos humanas, sino el mundo y la historia de todos aquellos que se dedican al Señor y que recibirán un nombre nuevo, más expresivo y radical que el de hijos e hijas. Todos los hombres que practican el derecho y la justicia están construyendo el "mundo nuevo", la casa de la salvación, porque no hay cosa que más anhele Dios que todos vivamos en la justicia y en la paz. Ese es el principio fundamental de la salvación y del universalismo.

II Lectura: Romanos (11,13-15. 29-32): Comunión con nuestros “hermanos mayores”

II.1. Del conjunto de Rom 9-11 del que ya leíamos algo el domingo pasado se han entresacado estos versículos que interpelan a los cristianos (que son como el acebuche injertado en el olivo) para que comprendan que la gracia que han recibido es a causa del pueblo judío que no ha sido fiel a Dios, ni a su alianza. No obstante en esa infidelidad judía, Pablo ve, como los profetas, un "resto" que hace posible que también los judíos puedan ser salvados en Cristo.

II.2. Sobre la teología del resto, pues, se quiere llamar la atención de los que ahora, con pleno derecho, han heredado la salvación y han sido injertados en las raíces santas. Esto es lo que se pone de manifiesto en Rom 11, 16-24 con la alegoría de los dos olivos. Es como si Pablo estuviera desmontando ciertas cosas que se han afirmado en los cc. 9-10, aunque son irrenunciables. Eso no puede llevar al nuevo Israel, el de la salvación - aquellos que han aceptado la gracia de la salvación por la fe y no por las obras-, a olvidar que antes de ellos ha existido y existe el pueblo de las promesas que no lo ha perdido todo, a pesar de su "infidelidad". Esa infidelidad de ellos es la que se convierte en causa de que otros puedan heredar, porque han sido injertados sobre "raíces santas".

II.3. Aquí es donde se debe fundamentar toda una interpretación ecuménica en la que se ponga de manifiesto que los cristianos no pueden nunca ignorar a los judíos, que son los hermanos mayores de un proyecto de gracia y de salvación de parte de Dios en Cristo. No se trata simplemente a una actitud que condene el antisemitismo ideológica y prácticamente. Hay más en juego: debemos asumir toda una teología y espiritualidad del judaísmo, aunque transformadas y purificadas de todo aquello que signifique particularismo y vanagloria.

II.4. Lo que todo esto revela, no es otra cosa que la bondad (chrestotes) de Dios que es la que ha hecho posible que un olivo salvaje (acebuche) haya sido injertado en un olivo cultivado. Si los judíos han buscado ardientemente encontrar su propia justicia, en la nueva situación no es esto lo que cuenta. Lo que cuenta es aceptar la bondad con todas sus consecuencias. El espléndido intento de Pablo de relacionar el destino de Israel con la misión de los paganos (Rom 11,11-24), pone de manifiesto que ese destino depende de la gracia y de la misericordia de Dios. Porque ha sido por gracia y misericordia por lo que los paganos han heredado lo que estaba destinado a Israel. Ahora el nuevo pueblo de la gracia debe ser generoso con Israel.

II.5. De esa manera, Pablo se atreve a dar un paso, que si se nos hubiera dicho al comienzo de conjunto de Rom 9-10 nos parecería escandaloso. El apóstol, con Rom 11,25-32, parece que se quita un peso de encima. Lo llama "misterio", ¡nada más y nada menos!. Ese misterio consiste en que todo Israel se salvará (Rom 11,26). Y es misterio porque, según el evangelio que ellos han rechazado, no deberían esperar la salvación de Dios al haber rechazado lo que han rechazado... a Cristo ¿Cómo, pues, es posible? Porque, sin embargo, Dios no ha revocado su alianza ni ha disertado de su pueblo, por razón de los mismos Patriarcas. Así quedan las cosas de una forma definitiva. Al comienzo de Rom 11,1 se preguntaba el apóstol ¿acaso Dios ha rechazado a su pueblo? ¡Desde luego que no!

Evangelio: Mateo (15, 21-28): La fe de los que están fuera

III.1. El evangelio de hoy es como el reverso de la lectura de la carta a los Romanos, porque Jesús está representando un papel. Vemos el caso de una mujer fenicia, cananea, que se acerca a Jesús, aunque en territorio pagano (Tiro y Sidón). Jesús, al principio, está escenificando miméticamente, la actitud de un judío ortodoxo y exigente. Se ha dicho que es un evangelio difícil, pero no lo es tanto. Ya que las palabras de Jesús, duras al principio como el pedernal, no son suyas, sino de la teología oficial judía. Los discípulos quieren quitarse de encima a la mujer que inoportuna y Jesús quiere darles una lección majestuosa.

III.2. La mujer no es hija de Israel y no tiene derecho a pedir lo que pide y a decir lo que dice. Esta mujer cananea ha sido alabada por su coraje y por su fuerza maternal, por la que quiere echar fuera de su hija a todos los "demonios" de su vida (un demonio muy malo). No olvidemos que el relato está enhebrado con mentalidad de la época. Jesús quiere decir que a él, siendo judío, no le está permitido "oficialmente" hacer el bien a una mujer pagana, a una cananea, que es como los perros o como los cerdos. Eso es importante para entender el texto y la propuesta de Jesús. Un judío no debe hacer lo que la mujer cananea le pide. Jesús lo recalca para dejar más en evidencia la “oficialidad” de la ortodoxia judía. Como decimos, pues, todo es una representación, porque ni Jesús pensaba así, ni estaba de acuerdo con la mentalidad oficial que no le permitía ni siquiera acercarse a los paganos, y menos a una mujer.

III.3. La lección es para sus discípulos: esta mujer se comporta mejor que los judíos, es más que una hija de Israel, es capaz de mover el mundo y llegarse al corazón de Dios por tal de "desdemonizar", de liberar, a su hija. Jesús sabe, como experiencia personal que en realidad "ha sido enviado para salvar a todos" ("no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores"). Y una vez que queda en evidencia toda la "oficialidad" teológica y religiosa del judaísmo de su tiempo, Jesús muestra quién es y qué ha venido a hacer: llamar a todos, salvar a todos, "desdemonizar" a todos, liberarlos.

III.4. Esto era lo que se podía contemplar como lejano, pero real, en el oráculo de Is. 56,1.5-6 (nuestra I Lectura del día). Jesús no había ido al territorio de Tiro y Sidón, país pagano, por miedo o por cobardía, sino para poner de manifiesto que "algo nuevo había llegado". No quiere despedir a la mujer porque le inoportuna, como piden los discípulos, sino que pretendía algo más grande de ella. Al principio se siente como un "perro" con sus amos, pero Jesús quiere elevar su categoría de mujer pagana y de madre. Su fe es capaz de mover montañas y eso, precisamente, no ocurría ni en la religión ni en la patria de Jesús. La lección está dada. El demonio de la incomprensión, de la incomunicación, de la inhumanidad entre pueblos y religiones ha sido expulsado. La suerte está echada: el reino de la salvación llega para todos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 13 de agosto de 2017

DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Vayan a la otra orilla; Yo los encontraré allí.”

“No envíe mis naves a luchar contra los elementos” – dicen que clamó el rey Felipe II tras la catástrofe de la Armada Invencible. Y es que las naves de Felipe II no contaban con un capitán muy particular, capaz de someter a los elementos. Pero, ¿qué o quiénes son estos elementos que ponen en riesgo la nave de la Iglesia?

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este relato nos enseña que Dios no puede ser encerrado en una experiencia o en una expectativa. Dios es el Señor, y se nos presenta siempre de una forma nueva e inesperada.

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 9. 11-13

Habiendo llegado Elías a la montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche. Allí le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta.
Palabra de Dios.

Salmo 84, 9-14

R. Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.

Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán; la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La justicia irá delante de él, y la paz, sobre la huella de sus pasos. R.

II LECTURA

El dolor que siente Pablo por sus hermanos judíos que no aceptan a Jesús, ¿lo sentimos nosotros por tantos hermanos que aún no conocen a Dios, el amor, la justicia, la paz? Pablo sale del “bienestar” que le da la fe, y se encuentra con este dolor. Nosotros, ¿nos abrimos a quienes esperan nuestra palabra?

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 9, 1-5

Hermanos: Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza. Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Sal 129, 5

Aleluya. Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Aleluya.

EVANGELIO

 “En la persona de Pedro, con sus entusiasmos y debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y a pesar de todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el Señor resucitado, en medio a las tormentas y peligros del mundo” (Papa Francisco).

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 14, 22-33

Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. “Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El pasaje del evangelio de Mateo de este domingo acontece “después que la gente se hubo saciado”, esto es, tras la narración de la multiplicación de los panes y los peces, relato evocador de la comunidad reunida que se alimenta en la fe compartida y la fraternidad constituida en torno a Jesucristo. Una comunidad, saciada, satisfecha, protegida, arropada en sí misma, con la seguridad de una presencia providente que sostiene y da vida a esa comunidad.

¿Y ahora qué? ¿Puede la comunidad relajarse y regocijarse en sí misma, habiendo alcanzado su ser y sentido? Ahora es tiempo de “ir a la otra orilla”, ya es tiempo: “Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla”. Si Jesús ha de llegar a la otra orilla, preciso será que los discípulos se dispongan a precederle.

Pero, ¿en verdad estamos dispuestos a ello? Pues, ¿acaso tiene sentido abandonar lo que hemos construido con esfuerzo, con tesón, con paciencia? ¿No basta con mantener y sostener la vida en comunidad fraterna? ¿No es esto lo que se nos pide? Y si hemos conseguido un atisbo de esto es nuestro contexto habitual, ¿no es un contrasentido marchar en busca de “otra orilla”? ¿No es demasiado pronto, no seré mejor quedarse y fortalecer lo que ya tenemos, que bastante en precario está?

Siempre hay otra orilla. Siempre hay otra tierra que nos llama, siempre hay otras gentes, otros mundos, otras culturas, otras sociedades, otras multitudes, que necesitan ser saciadas. Jesús mismo nos las señala, nos apremia a ir a ellas,… porque él mismo se dispone a ir a la otra orilla. El irá, ¿quién le dirá que no?

Muchas razones y argumentos tenemos que oponer para no ir a la otra orilla: hay que cruzar el mar, hay que dejar tierra firme (lo que conocemos) y asumir el peligro de introducirnos en un contexto inestable, movedizo, posmoderno, incomprensible, e incluso amenazante; hoy la barca no está preparada: está vieja y desgastada, débil para ese viaje, sin las fuerzas de otras épocas “mejores”; precisamente ahora que contamos con menos fuerzas, ¿no es mejor reforzar nuestra propia orilla, lo “seguro” lo que ya conocemos, lo que ya “funciona”? Además, ¿y si no nos quieren en la otra orilla? Si ya nos sabemos rechazados…  ¿no es cierto que el viento sopla en contra?

¿Quién sopla en contra sino los mismos que no quieren ir a la otra orilla? “El viento era contrario” no porque nada se opusiera al viaje, sino los mismos “Jonases” que montaron en la barca y que no querían alcanzar su Nínive particular para llevar el mensaje profético de Dios. Siempre hay otra orilla, siempre hay otra Nínive, aquel lugar que es el “némesis” de “nuestra” iglesia: de nuestros valores, de nuestra ideas, de nuestros modelos de vida, y que rechaza nuestras formas y planteamientos, y que encima resulta amenazante, como un mar embravecido que amenaza con tragarnos.  ¿A qué ir allí, si ya sabemos que no les gustamos?

Para mayor desconcierto, Jesús se nos acerca andando sobre aquellas aguas turbulentas: no puede ser él, es un falso Jesús, un “fantasma”: Jesús no estaría con ellos, no puede estar con ese mundo, con esos ninivitas… no son los suyos, no le comprenderían ni le acogerían. Pero él está allí, avanza hacia allí con paso firme y decidido, y en su afirmación, derriba nuestras precauciones y oposiciones: “Animo, soy  Yo, no tengáis miedo”.

 Lo que pasa es que no me conocéis del todo, sólo me conocéis bajo un prisma, el que vosotros conocéis de siempre, lo que habéis creído y vivido siempre, como si lo diferente fuera necesariamente opuesto y desahuciable. No avanzo entre los hombres como un “huracán violento que descuaja”, ni un “terremoto” que destruye, ni un “fuego” que abrasa: no he venido a destruir el mal en la vida de los hombres como el que sembrador que arrancando la cizaña arranca también la buena semilla, sino que he venido a acompañar a los hombres en su caminar como suave brisa que conforta y susurra el camino y la esperanza.

Entonces, si él está también allí, no hay excusa, no hay pretexto: aquella orilla también es su orilla. También habrá de ser nuestra orilla. A ella tenemos que dirigirnos. El saber que él también se dirige allí, que también allí están los suyos, que él también está ahí, será nuestra fuerza: “Te basta mi fuerza”, no importa el estado de la Iglesia. La Iglesia se rejuvenece cada vez que encuentra nuevas orillas – a las que el mismo nos apremia -. Rechazarlas es morir, es hundirnos, dejarnos engullir por nuestros propios vientos, nuestros propios miedos, nuestras propias negativas y rechazos.

Ejemplo por excelencia, Pablo, en este pasaje de Romanos, nos da, precisamente, cuenta de su particular cruce a la otra orilla: convencido judío, el Jesús que se le aparece y le manda ir a Damasco, a casa de sus “enemigos” a aquellos a los que había de perseguir, le descoloca hasta hacer de la otra orilla el ser y sentido de su vida, dejando atrás la que fue su orilla, “su propia carne” donde pensaba que había de permanecer Dios sempiternamente.

En este día de hoy, Jesucristo nos apremia a ir a la otra orilla. El ser de la Iglesia es navegar, siempre. Siempre hay otra orilla. Es hoy o nunca. La iglesia que se queda en la misma orilla siempre acaba perdiendo la perspectiva y la verdad. Sólo cuando los discípulos cesan en su oposición a ir a la otra orilla alcanzan la verdad: el que Jesús es “realmente Hijo de Dios”, afirmación que, en la mitad del evangelio de Mateo, como centro geográfico y significativo del mismo, anticipa la verdad que se desvela al final del evangelio: “verdaderamente este era Hijo de Dios”; verdad puesta, por cierto, en boca de uno de los de la otra orilla del momento, un centurión romano. ¿Y si hemos de ir a la otra orilla para que se nos desvele y revele la verdad?

ESTUDIO BÍBLICO.

Hoy podemos hablar a propósito de las lecturas, de la "manifestación divina", ya que la "voz de silencio" de la experiencia de Elías y la presencia de Jesús ante sus discípulos angustiados, nos ofrece un mensaje de experiencia religiosa, algo verdaderamente real, cuando se cree y se confía en Dios.

I Lectura: 1 Reyes (19,9a.11-13): El Silencio de Dios, siempre es palabra

I.1. Este texto de la experiencia de Elías en el Horeb (que es el Sinaí), es una "historia" religiosa llena de contenidos místicos; probablemente una de las piezas maestras de la religiosidad de la Antigüedad, que nadie ha acertado a explicar en todos sus pormenores literarios y narrativos. El miedo de Elías a la reina Jezabel que quería desplazar a Yahvé por el Baal fenicio subyace en medio de una guerra de religión con todas sus consecuencias. Elías era un yahvista de fondo y forma y no le queda más remedio que el destierro del reino del Norte, de Israel, donde se estaba consumando una catástrofe.

I.2. Elías marcha en busca de Dios, lo busca con toda el alma y todo el corazón, porque el pueblo no quiere oponerse con todas sus fuerzas a la tiranía de la reina. El profeta quiere ir a los orígenes, al Dios del Sinaí, de la Alianza, de los mandamientos. Casi sin fuerzas, se refugia en una cueva lleno de miedo y se le anuncia el "paso" de Yahvé. Porque Dios siempre pasa por la vida de las personas y de los pueblos, pero no lo hace de cualquier forma y manera. También para Elías, un luchador yahvista, es necesaria una purificación.

I.3. Dios no aparecerá como lo esperaba el profeta: primero en un viento fuerte, después en un terremoto y finalmente en el fuego. Pero allí no estaba Dios, dice el texto, con mucha intencionalidad. Esas son expresiones simbólicas con las que se han arropado siempre las manifestaciones divinas en la antigüedad. Es toda una lección que se debe aprender, quizás para dar a entender que Elías no puede luchar con estas mismas armas contra Jezabel y su religión. Son elementos cósmicos, muy artificiales, que han dado de Dios una imagen de temblor y terror.

I.4. ¿Dónde está Dios? En el silencio. La famosa expresión hebrea "qol demaná daqá" ha dado pie a numerosas lecturas e interpretaciones. Hay una voz (qol), pero en el "silencio profundo" o sutil, o imperceptible, como de seda. Y es ahí donde Elías tiene que notar la presencia y la manifestación de Dios, en la brisa de su alma y de su corazón. Ese silencio de noche oscura, que experimentan los místicos y los no místicos, es una presencia sencilla, humana y entrañable de Dios que comparte, de verdad, nuestra existencia.

I.5. Perseguido y angustiado no puede exigir al Dios del Sinaí, de las epifanías cósmicas, que sea como el profeta quiere que sea o como quieren muchos de los suyos. Dios está, se manifiesta, incluso en el infierno de muchas noches y de muchas venganzas, para estar de lado de los que sufren y son malditos por los poderosos. Es verdad que nos gustaría, que le gustaría a todo el mundo, que Dios fuera tan terrible como Jezabel para dar el merecido que algunos se han ganado. Pero en la "voz de un silencio sutil" Dios es más Dios de verdad.

II Lectura: Romanos (9,1-5): Nuestros hermanos judíos

II.1. Pablo comienza, con este c. 9 de Romanos, uno de los momentos más abrumadores de su carrera apostólica, y lo refleja en el conjunto de Rom 9-11. Hoy se nos lee únicamente lo que podemos llamar el "exordio" de todo ese conjunto. La carta ha dejado bien a las claras su "evangelio" y sus radicalidades: nadie puede salvarse si no es por la fe en Cristo que nos lleva a al amor de Dios. Por tanto, y en definitiva, porque Dios quiere salvarnos en su proyecto amoroso.

II.2. ¿Qué sucederá con su pueblo que todavía espera salvarse por el cumplimiento de la ley? ¿No es acaso el pueblo de las promesas, de los patriarcas, de la Alianza? Sin duda que sí, pero si quiere ser el verdadero pueblo de Dios, tiene que aceptar a Dios verdaderamente. Tiene que cambiar y tiene que aceptar, como dirá más adelante Pablo, que Cristo es el final (telos) de la ley (Rom 10,4). Se trata de una expresión que ha dado mucho que hablar y que se ha usado maliciosamente con sentido “antisionista”.

II.3. Pero la verdad es que ahora sí que no se puede polemizar, con este texto en la mano, que tenemos los cristianos actitudes "antisemitas". Porque Pablo, un judío de verdad, pone las cartas boca arriba. No se trata de un juego, sino de decir la verdad sobre Dios y sobre la salvación. Dios quiere salvar a todos los hombres y no lo hará con privilegios "semitas". Los cristianos nunca podrán olvidar que han conocido al Dios de la salvación por medio de un judío como Jesús de Nazaret. Nunca deben olvidar que ese pueblo ha mantenido la antorcha religiosa por mucho tiempo. Pero es el mismo Dios quien ha decidido otra cosa y esto es muy significativo.

II.4. Pablo plantea la "cuestión judía", al comienzo, con el deseo de ser condenado con tal de que su pueblo acepte a Cristo. ¡Qué más se puede decir! ¡Quiere ser condenado con tal de que sean salvados los suyos! Pero no de cualquier forma y manera. Es verdad que la retórica de sus expresiones asombra, pero en Pablo es todo un sentimiento. También, como Elías, que tuvo que ver a Dios en "la voz del silencio", el pueblo judío está llamado a no "exigirle" a Dios que lo salve, sino a dejarse salvar por amor. Su ley no les garantiza nada, porque Dios no salva por cualquier cosa, sino porque ama.

Evangelio: Mateo (14,22-33): El Señor, luz en la noche

III.1. Con la lectura de este episodio de Mateo, la "marcha sobre las aguas", se evocan muchas cosas de las experiencias de la resurrección. De hecho es muy fácil entender que este no es simplemente un episodio histórico de la vida de Jesús y los suyos, sino que encierra experiencias pascuales. No hace falta más que poner atención en las expresiones que se usan en esos momentos (cf. Mt 28,5.10; Jn 20,28), incluso en cómo se postran los discípulos ante el Señor resucitado (Mt 28,9.17). Y es que, en la comunidad primitiva, no podía evocarse este momento de la vida de Jesús sino como "Salvador" y "Señor", lo cual sucede especialmente a partir de la resurrección.

III.2. Es significativo que Jesús, después de la multiplicación de los panes, episodio inmediatamente anterior, se retira a solas para orar y entrar en contacto con Dios en una experiencia muy personal y particular, que refleja muy a las claras dónde recibe Jesús esa "fuerza" salvífica. Los discípulos, en la barca, están en sus faenas. Sabemos, se ha dicho frecuentemente, que en el evangelio de Mateo esa barca representa a la comunidad, a la Iglesia, a la que el evangelista quiere trasmitir este mensaje.

III.3. El hecho mismo de que Pedro represente un papel particular en este episodio, también habla de ese misterio de la Iglesia, que necesita la fuerza y el coraje de su Señor. Pedro es en el evangelio de Mateo el primero de ese grupo de los doce, de la Iglesia, que necesita buscar y encontrar al Señor por la fe. Incluso es representado con sus debilidades. Porque la Iglesia en el NT no es el grupo de los perfectos, sino de los que necesitan constantemente fe y salvación.


III.4. "Soy yo, no tengáis miedo", es una palabra salvadora, de resurrección. Ya hemos dicho que este relato está envuelto en ese lenguaje en el que Jesús domina el tiempo y el espacio, las aguas y el fuego si fuera necesario. Es el lenguaje teológico de la resurrección, cuando Jesús es confesado como Señor. Pero de la misma manera que Dios se "manifestó" a Elías en el Horeb. Ante la desesperación de los suyos, no viene en medio del terremoto, sino "caminando" sobre las aguas, que es como decir: "en la serenidad de la noche", en el "silencio" imperceptible y cuando hace falta. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).