“Porque
donde dos o tres están reunidos en mi nombre,
allí
estoy yo en medio de ellos”
La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y al mismo tiempo tenemos un cierto derecho a la intimidad. Pero cuando se tratan de pecados graves que afectan a la comunión, es necesaria una práctica caritativa de amonestación: primero a solas, luego con testigos consejeros, por último a la comunidad. El poder de atar y desatar que se confirió a Pedro en otro momento, es aquí donde adquiere mayor sentido y significado, es en el ámbito de la comunidad donde se realiza el perdón de los pecados.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
En
la comunidad cristiana nos cuidamos unos a otros. No hacemos esto con una
actitud de vigilantes, esperando el error del otro para sancionarlo, sino
previniendo y exhortando para vivir en el bien y la gracia. Una palabra a
tiempo o una indicación en el momento oportuno, son acciones concretas del amor
que nos lleva a interesarnos sinceramente por el otro.
Lectura
de la profecía de Ezequiel 33, 7-9
Así habla el Señor: “Hijo de hombre, yo
te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de
mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: ‘Vas a
morir’, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta,
el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú,
en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él
no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida”.
Palabra de Dios.
Salmo
94, 1-2. 6-9
R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y
nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No
endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.
II
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 13, 8-10
Jesús
había resumido todos los mandamientos en la ley suprema del amor. San Pablo
continúa en la misma línea. Este mandamiento del amor unifica todas las normas
y preceptos. Además, nos unifica espiritualmente, porque evita que nos
dispersemos con interpretaciones complejas y hace que dejemos al Espíritu Santo
obrar en nosotros.
Hermanos: Que la única deuda con los
demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley.
Porque los mandamientos: “No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no
codiciarás”, y cualquier otro, se resumen en éste: “Amarás a tu prójimo como a
ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud
de la Ley.
Palabra de Dios.
ALELUYA 2Cor 5, 19
Aleluya. Dios estaba en Cristo,
reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación.
Aleluya.
EVANGELIO
“La
corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un
agujero, allí, en el tejido de la Iglesia que es necesario remendar. Y así como
las mamás y las abuelas, que cuando remiendan lo hacen con tanta delicadeza,
así debe ser la corrección fraterna. Si tú no eres capaz de hacerla con amor,
con caridad, en la verdad y con humildad, tú harás una ofensa, una destrucción
al corazón de esa persona, tú harás una habladuría más, que hiere, y tú te
transformarás en un ciego hipócrita”.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 18, 15-20
Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu
hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado
a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el
asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a
hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la
comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que
ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la
tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes
se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo
concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente
en medio de ellos”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Vigía de un pueblo y centinela de la
Palabra de Dios
El libro del Profeta Ezequiel, coloca la
misión del profeta, como figura simbólica, en lo alto de una atalaya, como si
fuera un vigía. Su misión es alentar al pueblo para que cambie de conducta; de
su misión, su vida y la salvación de muchos está en juego. Por eso, el profeta
no puede desentenderse de su misión: es centinela, vigía de la situación que
vive el pueblo, ha de alertar de lo que suceda. Viene de la figura de un Dios
como guardián de Israel, y los profetas son sus vigías para llamar y alertar.
El pueblo mismo necesita de los centinelas para que su vida tenga sentido.
El profeta pues es ser centinela de la
fidelidad del pueblo de la alianza. Debe cumplir con firmeza y fidelidad la palabra
de Dios en su integridad; sea una palabra de esperanza o de juicio.
El odio no tiene la última palabra
En la carta a los Romanos, San Pablo nos
presenta que el deber más importante que tiene el cristiano es amar a Dios y
amar al prójimo. En esto consiste la ley y los profetas, en estos se resuelven
todos los mandamientos. El amor es la única virtud que integra incluso a los
enemigos. Consiste en amar a todos los hombres, no solo a los que piensan como
yo, o practican la misma religión que yo. Lo importante aquí es preguntarme qué
me hace más dueño de mi corazón el amor o el odio. Si a pesar de querer perdonar,
no lo consigo porque he sido víctima del terror o el odio, entonces he de
preguntarme quien es el dueño de mi corazón. El amor nos propone otra cosa,
incluir al enemigo para que no sea el odio o la venganza quien tenga la última
palabra.
La comunidad como experiencia de
conversión
El Evangelio de Mateo, nos invita a
reflexionar sobre la acogida de nuevos miembros en la comunidad y su modo de
proceder en el perdón.
La corrección fraterna es muy
importante, porque todos somos pecadores, y al mismo tiempo tenemos un cierto
derecho a la intimidad. Pero cuando se tratan de pecados graves que afectan a
la comunión, es necesaria una práctica caritativa de amonestación: primero a
solas, luego con testigos consejeros, por último a la comunidad. El poder de atar
y desatar que se confirió a Pedro en otro momento, es aquí donde adquiere mayor
sentido y significado, es en el ámbito de la comunidad donde se realiza el
perdón de los pecados.
ESTUDIO BÍBLICO.
I
Lectura: Ezequiel (33,7-9): El profeta centinela de la palabra de Dios
I.1. La primera lectura forma parte de
un texto que se enmarca en el recuerdo del asedio de Jerusalén por los
babilonios y posteriormente, ya Jerusalén destruida, el profeta promete un
futuro mejor. No podía ser de otra manera para una comunidad que analiza su
situación y considera su responsabilidad. Pero es el mismo profeta quien se
convierte en centinela de esta situación y de esta llamada a la responsabilidad
personal, con todas sus consecuencias. Ezequiel es un profeta que goza de esta
notoriedad teológica cuando defiende en su obra el sentido de que ya no es
todo el mundo responsable y todo el mundo culpable, sino que cada uno responde
según sus obras y su actitud.
I.2. Un centinela, que guarda la ciudad,
es la imagen hermosa de la lectura. Los demás pueden descansar, trabajar, pero
cuando escuchen la voz del centinela, todos deben acudir para salvar la ciudad,
y si alguien no lo hace está perdido; perdido personalmente. Dios es el
guardián de Israel (según el salmo 121), pero necesita a los profetas como
centinelas para llamar y alertar. Y el pueblo mismo necesita a los centinelas,
a los profetas, para que su vida tenga sentido. La religión también los
necesita. Por eso, una religión sin profetas está llamada a enquistarse en el
pasado y a morir. Este es el sentido profundo del texto de hoy.
I.3. En el texto se perfila, pues, la
misión del profeta, de un profeta verdadero: es el centinela de la fidelidad
del pueblo de la alianza. Debe cumplir con firmeza y fe la misión de comunicar
la palabra de Dios en su integridad; sea una palabra de esperanza o una palabra
de juicio. Y el profeta, como cada uno de nosotros, es responsable de no haber
anunciado a todos la palabra de Dios, de haber callado. Por eso es tan difícil
que un verdadero profeta guarde silencio. Efectivamente se pone el acento en la
responsabilidad de los que escuchan la palabra del profeta.
IIª
Lectura: Romanos (13,8-10): La felicidad de todos se resuelve en el amor
II.1. Seguimos con la parte exhortativa
de la carta a los Romanos, es decir, no es un texto doctrinal, sino parenético.
Pero no se trata de cualquier norma práctica, sino de lo que puede considerarse
como la “quintaesencia” de toda la moral, de todo compromiso, de todos los
mandamientos, de la ley y de los preceptos. El deber más importante que tiene
todo cristiano es amar a Dios y al prójimo; en esto consiste la ley y los
profetas; en esto se resuelven todos los mandamientos. Y esto se toma de uno de
los decálogos del AT, concretamente de Dt 15,17-21. Y todos estos mandamientos
se resumen en uno (reductio in unum), citando Lv 19,18b: amarás a tu prójimo,
como te amas a ti mismo. Es muy posible que aquí se esté pensando en lo
complicado de todos los preceptos de la ley mosaica, unos 613; por tanto, mejor
tirar por la calle del medio: todo se reduce a amar a los otros, tal como
nosotros queremos ser amados.
II.2. Pero también es muy importante
tener en cuenta que el prójimo, en el ámbito de la Nueva Alianza, no son los
que tienen la misma religión o piensan como nosotros, sino todos los hombres.
El amor es la única virtud que integra a los enemigos. Dios no los tiene,
porque ama a todos los hombres. Esta es la norma de vida que Pablo propone para
todo cristiano y que debía ser la de todos los hombres. En esta síntesis breve,
Pablo nos presenta toda la praxis de los que han aprendido a ser cristianos en
razón de aceptar la gracia salvadora de Dios.
Evangelio.
Mateo (18,15-20): la comunidad como experiencia de perdón y oración
III.1. El evangelio de hoy forma parte
de uno de los discursos más significativos del primer evangelio. Mateo se
caracteriza por una narración de la actuación de Jesús que viene alentada por
una serie de discursos. En este caso, nos encontramos con el llamado «discurso
eclesiológico» porque se contemplan en él las normas de comportamiento básicas
de una comunidad cristiana: perdón, comprensión, solidaridad. Hoy aparece lo
que se ha llamado la corrección fraterna, el tema del perdón de los pecados en
el seno de la comunidad, y el valor de la oración común.
III.2. La corrección fraterna es muy
importante, porque todos somos pecadores, y tenemos un cierto derecho a nuestra
intimidad. Pero se trata de pecados graves que afectan a la comunión, y para
ello se debe seguir una praxis de admonición, con necesidad de testigos, para
que nadie sea expulsado de la comunidad sin una verdadera pedagogía de caridad
y de comprensión. El poder de «atar y desatar», que en Mt 16 (hace dos
domingos) se confería a Pedro, completa lo que allí se dijo: es en la comunidad
donde tiene todo sentido el perdón de los pecados. Eso exige dar oportunidades,
para que no sea el puritanismo lo específico de una comunidad, como muchas lo
han pretendido a lo largo de la historia de la Iglesia. ¡No! No es el
puritanismo lo esencial, aunque nuestro texto se resiente de ello, sino ofrecer
a los que se han equivocado e incluso ofendido a la comunidad, la oportunidad
nueva de integrarse solidaria y fraternalmente en ella. Si leemos el texto en
clave disciplinar y jurídica, entonces habremos rebajado mucho el valor
evangélico de la comunidad.
III.3. De la misma manera, la oración
común enriquece sobremanera nuestra oración personal. Eso no excluye la
necesidad de que tengamos experiencias de perdón y de oración personales, pero
hay más sentido cuando todo ello se integra en la comunidad. La religión
enriquece la dimensión social de la persona humana. Sin duda que estos aspectos
tienen otros matices e interpretaciones, pero la dimensión comunitaria es la
más rica en consecuencias. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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