domingo, 10 de septiembre de 2017

DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos”


La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y al mismo tiempo tenemos un cierto derecho a la intimidad. Pero cuando se tratan de pecados graves que afectan a la comunión, es necesaria una práctica caritativa de amonestación: primero a solas, luego con testigos consejeros, por último a la comunidad. El poder de atar y desatar que se confirió a Pedro en otro momento, es aquí donde adquiere mayor sentido y significado, es en el ámbito de la comunidad donde se realiza el perdón de los pecados.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En la comunidad cristiana nos cuidamos unos a otros. No hacemos esto con una actitud de vigilantes, esperando el error del otro para sancionarlo, sino previniendo y exhortando para vivir en el bien y la gracia. Una palabra a tiempo o una indicación en el momento oportuno, son acciones concretas del amor que nos lleva a interesarnos sinceramente por el otro.

Lectura de la profecía de Ezequiel 33, 7-9

Así habla el Señor: “Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: ‘Vas a morir’, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida”.
Palabra de Dios.

Salmo 94, 1-2. 6-9

R. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 13, 8-10

Jesús había resumido todos los mandamientos en la ley suprema del amor. San Pablo continúa en la misma línea. Este mandamiento del amor unifica todas las normas y preceptos. Además, nos unifica espiritualmente, porque evita que nos dispersemos con interpretaciones complejas y hace que dejemos al Espíritu Santo obrar en nosotros.

Hermanos: Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: “No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás”, y cualquier otro, se resumen en éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.
Palabra de Dios.

ALELUYA        2Cor 5, 19

Aleluya. Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO

“La corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un agujero, allí, en el tejido de la Iglesia que es necesario remendar. Y así como las mamás y las abuelas, que cuando remiendan lo hacen con tanta delicadeza, así debe ser la corrección fraterna. Si tú no eres capaz de hacerla con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, tú harás una ofensa, una destrucción al corazón de esa persona, tú harás una habladuría más, que hiere, y tú te transformarás en un ciego hipócrita”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Vigía de un pueblo y centinela de la Palabra de Dios

El libro del Profeta Ezequiel, coloca la misión del profeta, como figura simbólica, en lo alto de una atalaya, como si fuera un vigía. Su misión es alentar al pueblo para que cambie de conducta; de su misión, su vida y la salvación de muchos está en juego. Por eso, el profeta no puede desentenderse de su misión: es centinela, vigía de la situación que vive el pueblo, ha de alertar de lo que suceda. Viene de la figura de un Dios como guardián de Israel, y los profetas son sus vigías para llamar y alertar. El pueblo mismo necesita de los centinelas para que su vida tenga sentido.

El profeta pues es ser centinela de la fidelidad del pueblo de la alianza. Debe cumplir con firmeza y fidelidad la palabra de Dios en su integridad; sea una palabra de esperanza o de juicio.

El odio no tiene la última palabra

En la carta a los Romanos, San Pablo nos presenta que el deber más importante que tiene el cristiano es amar a Dios y amar al prójimo. En esto consiste la ley y los profetas, en estos se resuelven todos los mandamientos. El amor es la única virtud que integra incluso a los enemigos. Consiste en amar a todos los hombres, no solo a los que piensan como yo, o practican la misma religión que yo. Lo importante aquí es preguntarme qué me hace más dueño de mi corazón el amor o el odio. Si a pesar de querer perdonar, no lo consigo porque he sido víctima del terror o el odio, entonces he de preguntarme quien es el dueño de mi corazón. El amor nos propone otra cosa, incluir al enemigo para que no sea el odio o la venganza quien tenga la última palabra.

La comunidad como experiencia de conversión

El Evangelio de Mateo, nos invita a reflexionar sobre la acogida de nuevos miembros en la comunidad y su modo de proceder en el perdón.

La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y al mismo tiempo tenemos un cierto derecho a la intimidad. Pero cuando se tratan de pecados graves que afectan a la comunión, es necesaria una práctica caritativa de amonestación: primero a solas, luego con testigos consejeros, por último a la comunidad. El poder de atar y desatar que se confirió a Pedro en otro momento, es aquí donde adquiere mayor sentido y significado, es en el ámbito de la comunidad donde se realiza el perdón de los pecados.


ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Ezequiel (33,7-9): El profeta centinela de la palabra de Dios

I.1. La primera lectura forma parte de un texto que se enmarca en el recuerdo del asedio de Jerusalén por los babilonios y pos­teriormente, ya Jerusalén destruida, el profeta promete un futuro mejor. No po­día ser de otra manera para una comunidad que analiza su situación y consi­dera su responsabilidad. Pero es el mismo profeta quien se convierte en centinela de esta situación y de esta llamada a la responsabilidad personal, con todas sus consecuencias. Ezequiel es un profeta que goza de esta notoriedad teológica cuando defiende en su obra el sen­tido de que ya no es todo el mundo responsable y todo el mundo culpable, sino que cada uno responde según sus obras y su actitud.

I.2. Un centinela, que guarda la ciudad, es la imagen hermosa de la lectura. Los demás pueden descansar, trabajar, pero cuando escuchen la voz del centinela, todos deben acudir para salvar la ciudad, y si alguien no lo hace está perdido; perdido personalmente. Dios es el guardián de Israel (según el salmo 121), pero necesita a los profetas como centinelas para llamar y alertar. Y el pueblo mismo necesita a los centinelas, a los profetas, para que su vida tenga sentido. La religión también los necesita. Por eso, una religión sin profetas está llamada a enquistarse en el pasado y a morir. Este es el sentido profundo del texto de hoy.

I.3. En el texto se perfila, pues, la misión del profeta, de un profeta verdadero: es el centinela de la fidelidad del pueblo de la alianza. Debe cumplir con firmeza y fe la misión de comunicar la palabra de Dios en su integridad; sea una palabra de esperanza o una palabra de juicio. Y el profeta, como cada uno de nosotros, es responsable de no haber anunciado a todos la palabra de Dios, de haber callado. Por eso es tan difícil que un verdadero profeta guarde silencio. Efectivamente se pone el acento en la respon­sabilidad de los que escuchan la palabra del profeta.

IIª Lectura: Romanos (13,8-10): La felicidad de todos se resuelve en el amor

II.1. Seguimos con la parte exhortativa de la carta a los Romanos, es decir, no es un texto doctrinal, sino parenético. Pero no se trata de cualquier norma práctica, sino de lo que puede considerarse como la “quintaesencia” de toda la moral, de todo compromiso, de todos los mandamientos, de la ley y de los preceptos. El deber más importante que tiene todo cristiano es amar a Dios y al prójimo; en esto consiste la ley y los profetas; en esto se resuelven todos los mandamientos. Y esto se toma de uno de los decálogos del AT, concretamente de Dt 15,17-21. Y todos estos mandamientos se resumen en uno (reductio in unum), citando Lv 19,18b: amarás a tu prójimo, como te amas a ti mismo. Es muy posible que aquí se esté pensando en lo complicado de todos los preceptos de la ley mosaica, unos 613; por tanto, mejor tirar por la calle del medio: todo se reduce a amar a los otros, tal como nosotros queremos ser amados.

II.2. Pero también es muy importante tener en cuenta que el prójimo, en el ámbito de la Nueva Alianza, no son los que tienen la misma re­ligión o piensan como nosotros, sino todos los hombres. El amor es la única virtud que integra a los enemigos. Dios no los tiene, porque ama a todos los hombres. Esta es la norma de vida que Pablo propone para todo cristiano y que debía ser la de todos los hombres. En esta síntesis breve, Pablo nos presenta toda la praxis de los que han aprendido a ser cristianos en razón de aceptar la gracia salvadora de Dios.

Evangelio. Mateo (18,15-20): la comunidad como experiencia de perdón y oración

III.1. El evangelio de hoy forma parte de uno de los discursos más significativos del primer evangelio. Mateo se caracteriza por una narra­ción de la actuación de Jesús que viene alentada por una serie de discursos. En este caso, nos encontramos con el llamado «discurso eclesiológico» porque se contemplan en él las normas de comportamiento básicas de una comunidad cris­tiana: perdón, comprensión, solidaridad. Hoy aparece lo que se ha llamado la corrección fraterna, el tema del perdón de los pecados en el seno de la comunidad, y el valor de la oración común.

III.2. La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y tenemos un cierto derecho a nuestra intimidad. Pero se trata de pecados graves que afec­tan a la comunión, y para ello se debe seguir una praxis de admonición, con ne­cesidad de testigos, para que nadie sea expulsado de la comunidad sin una verdadera pedagogía de caridad y de comprensión. El poder de «atar y desatar», que en Mt 16 (hace dos domingos) se confería a Pedro, completa lo que allí se dijo: es en la comunidad donde tiene todo sentido el perdón de los pecados. Eso exige dar oportunidades, para que no sea el puritanismo lo específico de una comunidad, como muchas lo han pretendido a lo largo de la historia de la Iglesia. ¡No! No es el puritanismo lo esencial, aunque nuestro texto se resiente de ello, sino ofrecer a los que se han equivocado e incluso ofendido a la comunidad, la oportunidad nueva de integrarse solidaria y fraternalmente en ella. Si leemos el texto en clave disciplinar y jurídica, entonces habremos rebajado mucho el valor evangélico de la comunidad.

III.3. De la misma manera, la oración común enriquece sobremanera nuestra oración personal. Eso no excluye la necesidad de que tengamos experiencias de perdón y de oración personales, pero hay más sentido cuando todo ello se integra en la comunidad. La religión enriquece la dimensión social de la persona humana. Sin duda que estos aspectos tienen otros matices e interpretaciones, pero la dimen­sión comunitaria es la más rica en consecuencias. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



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