“Por
sus frutos los conoceréis”
“Por sus frutos los conoceréis”. Los
textos de este domingo nos sitúan en esa clave. Somos como un viñedo plantado
con cariño y esmero por la mano de Dios. De nosotros espera buenos frutos. Pero
no siempre cuando llega la hora de recolectar, encuentra Dios buenas uvas.
Lamentablemente los frutos, nuestros frutos, no siempre son los esperados.
Vivir nuestra vida alimentándola de todo
lo que hay de verdadero, justo y noble, de lo que en el camino de la vida
encontramos de bondad y auténtica alegría, nos ayudará a dar los buenos frutos.
Escuchar a las voces de los auténticos testigos, aquellos que son amigos de
Dios, nos orientará.
Si, además, nos toca cuidar de la viña
plantada por Dios, nos vendrá bien no olvidar que somos sólo viñadores,
cuidadores, servidores del Pueblo de Dios, compañeros de camino, que apuntan
con su vida a aquel que es el dueño de la viña: Dios mismo.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SUPALABRA.
I
LECTURA
En
este lamento, el Señor describe que el amor que depositó en su pueblo no fue
correspondido. Ese abandono hará que el pueblo sufra mucho, no porque Dios los
haga sufrir, sino porque han desaprovechado la oportunidad de vivir
fraternalmente la Ley que Dios les ha regalado.
Lectura
del libro de Isaías 5, 1-7
Voy a cantar en nombre de mi amigo el
canto de mi amado a su viña. Mi amigo tenía una viña en una loma fértil. La
cavó, la limpió de piedras y la plantó con cepas escogidas; edificó una torre
en medio de ella y también excavó un lagar. Él esperaba que diera uvas, pero
dio frutos agrios. Y ahora, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, sean
ustedes los jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más se podía hacer por mi viña que
yo no lo haya hecho? Si esperaba que diera uvas, ¿por qué dio frutos agrios? Y
ahora les haré conocer lo que haré con mi viña; quitaré su valla, y será
destruida, derribaré su cerco y será pisoteada. La convertiré en una ruina, y
no será podada ni escardada. Crecerán los abrojos y los cardos, y mandaré a las
nubes que no derramen lluvia sobre ella. Porque la viña del Señor de los
ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación
predilecta. ¡Él esperó de ellos equidad, y hay efusión de sangre; esperó
justicia, y hay gritos de angustia!
Palabra de Dios.
Salmo
79, 9. 12-16. 19-20
R.
La viña del Señor es su pueblo.
Tú sacaste de Egipto una vid, expulsaste
a los paganos y la plantaste; extendió sus sarmientos hasta el mar y sus
retoños hasta el Río. R.
¿Por qué has derribado sus cercos para
que puedan saquearla todos los que pasan? Los jabalíes del bosque la devastan y
se la comen los animales del campo. R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu
mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.
Nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos
la vida e invocaremos tu Nombre. ¡Restáuranos, Señor de los ejércitos, que
brille tu rostro y seremos salvados! R.
II
LECTURA
¿Por
qué dice san Pablo que nada debe preocuparnos? No porque seamos irresponsables,
sino porque presentamos a Dios nuestras vidas a cada momento. De esa manera
comprendemos que Dios quiere nuestro bien, nos entregamos a su amor, y la paz
llena nuestro corazón.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 4, 6-9.
Hermanos: No se angustien por nada, y en
cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de
acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de
Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los
corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. En fin, mis hermanos,
todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es
amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza,
debe ser el objeto de sus pensamientos. Pongan en práctica lo que han aprendido
y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con
ustedes.
Palabra de Dios.
ALELUYA Cf. Jn 15, 16
Aleluya. “Yo los elegí del mundo, para
que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
“El provocador de Jesús de Nazaret les
pregunta un tema hermenéutico a aquellos cuyo poder está centrado en el
monopolio interpretativo de las Escrituras: '¿No han leído nunca en las
Escrituras?'. Allí está el debate centrado en dos formas diferentes de lectura.
Estamos frente a la paradoja permanente de la forma de actuar de Dios. Aquellas
personas que los líderes religiosos rechazan ahora serán la piedra angular de
todo el sistema de fe. El Reino de Dios ya no les pertenece a quienes no comprenden
esta paradoja” (L. Orlov, www.pastoralsida.org).
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 33-46
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo: “Escuchen esta parábola: Un hombre poseía una tierra y
allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de
vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando
llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los
frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro
lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros
servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma
manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: ‘Respetarán a mi
hijo’. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: ‘Este es el heredero: vamos a
matarlo para quedarnos con su herencia’. Y apoderándose de él, lo arrojaron
fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará
con aquellos viñadores?”. Le respondieron: “Acabará con esos miserables y
arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo”.
Jesús agregó: “¿No han leído nunca en las Escrituras: ‘La piedra que los
constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra
del Señor, admirable a nuestros ojos?’ Por eso les digo que el Reino de Dios
les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir
sus frutos”. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas,
comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo,
pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
El evangelio de hoy vuelve nuestra
mirada sobre una imagen utilizada en diversos momentos por los textos bíblicos:
es la imagen del Pueblo de Dios como una viña.
Los textos nos narran, como en varios
actos, el drama de esta viña, una historia entretejida de amor y traición, de
esperanza y desencanto, de ternura y misericordia, de violencia y ambición. Es
nuestra propia historia.
A esta viña se refiere, en primer lugar,
el texto de Isaías que escuchamos en la primera lectura. Como en un primer acto
de esta historia, se nos cuenta su origen. La imagen es entrañable: Dios ha
cavado con esmero la tierra, quitado los cantos que pudieran impedir el
crecimiento de las plantas y plantado buenas cepas. De este viñedo, se dice que
era “su plantel preferido”. Nos recuerda, cómo no, ese estribillo que acompaña
cada uno de los actos del Dios creador: “y vio Dios que era bueno”. Nos muestra
también el amor de Dios por su viña, la esperanza que pone en ella. Es, nos
dice el narrador, el canto del amor de Dios a su viña. Y ese es siempre el
punto de partida: estamos plantados en esta tierra, en este momento histórico,
en esta comunidad cristiana, como buenas cepas, como plantel preferido de Dios.
Participamos de la bondad de todo lo creado y del amor sin límites del creador.
Y ese es nuestro punto de apoyo frente a toda desesperanza, frente a cualquier
visión pesimista.
Esta confianza en el Dios que no sólo
planta su viña, sino que también cuida de ella, es la que refleja la carta a
los Filipenses: Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en
la súplica con acción de gracias, vuestras peticiones serán presentadas a Dios.
Y la paz de Dios custodiará vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Pero no cabe caer en el optimismo
facilón. El texto de Isaías narra con palabras desgarradoras el desencanto del
viñador ante la falta de frutos de la viña por él plantada: “¡qué más podía
haber hecho por su viña? ¿por qué esperando que diera uvas dio agrazones?”
Nuestra vida, nuestro trato con los demás, tiene a veces más sabor a amargura
que a dulce mosto. Es un hecho: los frutos, nuestros frutos, muchas veces no se
corresponden con lo que Dios ha sembrado. Donde Dios esperaba justicia y
derecho, nos encontramos con violencia y abusos… algo ha pasado. Se ha quebrado
esa relación amistosa entre el viñador que cuida y espera lo mejor de la viña y
la viña por él plantada, llamada a confiar incondicionalmente en su hacedor.
El propio texto de Filipenses nos da una
pista, para no perdernos en la maraña de mensajes que recibimos cada día
prometiéndonos caminos de felicidad que terminan dando frutos que más se
parecen a amargos agrazones que a uvas de las que sacar los mejores mostos:
“Todo lo que es verdadero, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud
o mérito, tenedlo en cuenta”. En un mundo en que con frecuencia se valora el
éxito y el poder más que el servicio, la agresividad más que la bondad… Pablo
nos pone ante nuestra mirada lo que de verdad importa, aquello que hemos de
buscar y valorar por encima de todo: bondad, amabilidad, virtud… Aunque no esté
de moda.
Pablo se atreve incluso a ponerse a sí
mismo y su mensaje como faro para no perder el norte: “lo que aprendisteis,
recibisteis, oísteis visteis en mí,
ponedlo por obra”. La autoridad de Pablo en este caso es la del testigo,
la de quien no sólo se ha encontrado con Cristo, sino que también ha dado la
vida por Él y por los suyos. Es la autoridad del que vive aquello que predica.
He aquí la clave de los que son auténticos pastores en contraste con los
asalariados que, como nos narra el texto evangélico, no sólo se hacen dueños de
la viña, sino que desconocen al Aquel que les ha encargado de su cuidado, a sus
enviados y a su propio Hijo.
Apropiarse de la comunidad cristiana:
ocupar el lugar de Dios, hacernos jefes, señores de la comunidad… dueños de
ella, únicos interpretes de lo que es justo, aduaneros que en lugar de acoger
al que llega, filtran entre puros e impuros... es olvidar que somos todos parte
de la viña, cepas plantadas cuidadosamente por el Señor, que, al fin y al cabo, lo que espera de todos
nosotros son frutos de amor.
ESTUDIO BÍBLICO
I
Lectura: Isaías (5,1-5): Una viña muy amada
I.1. La I Lectura de este domingo es una
de las composiciones de más envergadura profética para hablar al pueblo y del
pueblo. El gran maestro de la profecía de Judá y Jerusalén (s. VIII a. C.)
comienza por este poema, canto o trova, a meterse de lleno en las entrañas de
esa comunidad del pueblo elegido para poner sobre la mesa los sentimientos de
Dios, sus profundas entrañas de búsqueda del pueblo amado. A pesar de la
artificialidad con que en los cantos se eligen palabras y símbolos, en el caso
del profeta no se trata de simple poesía, porque la poesía es sentimiento puro,
y en Isaías, teología pura.
I.2. Este es el canto del amigo (se
entiende que es el profeta), como cuando se habla del amigo del esposo, que
canta un canto de amor. El amigo -"esposo de la viña"- ha mimado la
viña: con lo que se expresa todo lo que Dios ha hecho con el pueblo elegido
desde que lo liberó de Egipto y se hizo con él una Alianza. Puede resultar
extravagante que el amigo tenga por esposa una "viña", pues eso es lo
que hay que precisar en primer lugar. Una viña no puede tener sentido si no
fuera porque es el "símbolo" de un amor verdadero, ¡cómo aman y miman
los campesinos sus viñas! La imagen está lograda hasta el punto que la
artificialidad logra su cometido. El pueblo de Israel, pueblo de origen
pastoril, errante, esclavo, llega a sedentarizarse en un lugar, en una tierra,
que es un don, y plantan viñas y huertas. ¡Así es de verdad la libertad
campesina! La identificación entre el pueblo y la viña es patente.
I.3. ¿Qué más puede hacer un Dios por un
pueblo? ¿Qué ha sucedido para que la viña no produzca buen fruto? Para entender
todo eso debemos leer el libro de Isaías desde el comienzo hasta este momento,
porque ahí describe el profeta lo que ha pasado: buscan otros dioses, buscan en
la naturaleza y la fertilidad lo que viene de Dios; los poderosos han
implantado la injusticia; Jerusalén, centro de la religión, no cuida de los
desgraciados, de los huérfanos, de las viudas; la ciudad vive del soborno y el
robo de unos pocos que se enriquecen. Antes, errantes, peregrinos por el
desierto, probablemente eran más solidarios. Los sufrimientos compartidos,
solidarizan. Pero las cosas han cambiado.
I.4. El poema de la viña es la expresión
poética de lo que se ha descrito previamente con palabras más duras. Pero no
olvidemos, como dice el profeta, que este es un canto de amor. Es la forma que
Dios tiene, por medio de su amigo el profeta, de hablar al corazón del pueblo,
como la amada al amado. Es decir, esto se afirma, se expresa, porque se ama de
verdad y porque se espera una respuesta. Hay reproches, incluso amenazas,
porque si la persona amada no responde ¿qué puede suceder? Las viñas se cortan
y se plantan otras cosas.
IIª
Lectura: Filipenses (4,6-9): La comunidad cristiana, viña del Señor
II.1. Es verdad que el texto de
Filipenses debería estar precedido por el anuncio de la alegría y de la
presencia inmediata del Señor (vv. 4-5), que justifican a todos los efectos las
exhortaciones de la lectura de hoy de cómo esperar y vivir ese momento como una
verdadera comunidad cristiana. No obstante la lectura se centra en la praxis
verdadera de oración y confianza cara al futuro, en no tener miedo pase lo que
pase. En este sentido podemos tener muy en cuenta lo que se nos dice que esos
versículos mencionados (que se leen en Adviento.
II.2. No obstante podríamos considerar
que la lectura en sí, es la contrarréplica a lo que el profeta Isaías ha
descrito sobre la viña del Señor. Ahora Pablo está hablando de lo que debe ser
una comunidad cristiana en el mundo. El valor simbólico y teológico de la viña
del Señor sigue estando presente. Digamos que en una descripción práctica de la
calidad del fruto de la viña; ésta debe identificarse en el mundo por la
alegría, la comprensión, la paz en el corazón y en la mente, porque si no se
tiene paz interior, profunda, iremos a la guerra y justificaremos la violencia.
Y además: la verdad, lo justo, la limpieza de corazón. En definitiva, hacer el
bien siempre y en todo momento. Esto es lo que el profeta pedía a la viña del
Señor y esto es lo que Pablo pide a la comunidad cristiana.
Evangelio:
Mateo (21,33-43): Dios, ha plantado una viña, una comunidad, nueva
III.1. El evangelio nos propone la
parábola de los viñadores homicidas y está en continuidad con los textos del
evangelio de Mateo que muestran las polémicas de Jesús con los dirigentes
judíos antes de la pasión, viniendo a poner el punto final de una polémica que
comenzó en Galilea. Aunque la parábola está tomada de Marcos (12,1-12), el
primer evangelio nos propone algunos matices que llevan el texto a una densidad
polémica contra el judaísmo, que extraña sobremanera en este evangelio de
Mateo, tan propicio a asumir lo mejor de la teología veterotestamentaria y
judaica.
III.2. En la redacción y sentido de esta
parábola juega un papel importante la reflexión sobre el Sal 118,22-23. Se
identifica claramente a los viñadores con los jefes del pueblo. El
"vosotros" del v. 43 indica que los dirigentes religiosos del
judaísmo, rechazando a Jesús, han perdido su última oportunidad de dar a Dios
lo que correspondía y, de esa forma, han arrastrado a todo el pueblo en su
infidelidad como aparecerá claramente en el juicio ante Poncio Pilato (cf Mt
27,20-25). La segunda parte de la sentencia anuncia el traspaso de la viña que
no se hará a "otros dirigentes" sino a un nuevo "pueblo que
produzca frutos" (v. 43). Esto es importante para entender esta parábola,
no solamente porque los cristianos debemos rechazar todo antisemitismo, sino porque
es verdad que la decisión final de condenar a Jesús estuvo en manos de
"dirigentes" ciegos para ver e imposibilitados para acoger palabras
proféticas como las de Jesús sobre Dios y sobre el Reino.
III.3. Esta parábola, con sus
transformaciones en la comunidad cristiana después de la pasión de Jesús, es
una puerta abierta siempre a la conversión, a la esperanza. Los hombres que en
tiempos de Jesús aguardaban, entonces, que se diera en su generación la
irrupción de un mundo nuevo e inaudito, se percataron de que aquella parábola
iba por ellos y no quisieron aceptar que el tiempo nuevo había llegado con
aquél profeta que hablaba de aquella manera. Quien entiende que esta parábola
nos introduce en un mundo donde sólo hay vida cuando no se vive a costa de otras
vidas, habrá dado con esa puerta abierta a la esperanza, a la fraternidad, a la
paz y a la justicia. Sabemos que la realidad última, para la fe cristiana, es
Dios mismo, pero como Dios Padre de todos los hombres. Era el Padre de Jesús,
el profeta de Nazaret, y ese Dios, cuando se asesina a cualquier hombre, siente
en sus entrañas lo que sintió con la muerte de Jesús. También esta parábola de
Jesús es un canto de amor por la vida.
III.4. Pero no podemos evitar sacar
conclusiones muy significativas para ahora y para todos los tiempos. La
religión que mata o permite guerras en nombre de Dios, no es exactamente
"religión", religación a Dios. Por eso esta es una parábola que debe
leerse clara y contundentemente contra los fundamentalismos religiosos que amenazan
tan frecuentemente a los pueblos y a las culturas. No hay apologética capaz de
defender a "nuestro Dios" con la muerte de los otros, porque en todos
esos asesinados, Dios mismo está muriendo. Y si Jesús fue eliminado, creyendo
los dirigentes que daban gloria a su Dios, se encontraron con que esa muerte se
ha convertido en la "piedra angular" de una religión nueva de amor y
de paz. Y los asesinos fundamentalistas, pues, quedarán sin Dios y sin
religión. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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