“Ustedes no recapacitaron ni le creyeron”
Nuestra historia cristiana, en estos
veintiún siglos, está llena de palabras muy hermosas y sistemas doctrinales
monumentales, recogiendo el pensamiento cristiano con gran hondura, pero la
verdadera fe, hoy y siempre, la viven aquellas personas que saben traducir el
evangelio en las obras cada día.
El problema está en si el evangelio que
hemos recibido de Jesús responde a nuestro compromiso o se queda solo en las
palabras bonitas y profundas.
Porque cuántas veces nos admiramos de
esas palabras evangélicas, en quien “habla con autoridad…” pero Jesús no nos
dice esas palabras para que le admiremos, sino para que las cumplamos, aunque
sea como el primero de los hermanos de la parábola de hoy o como el hijo
pródigo…
En definitiva, debemos hacer realidad
ese dicho tan repetido, pero hoy al filo del evangelio: obras son amores y no
buenas razones.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
“La justicia del justo será sobre él, y el
pecado del impío será sobre él. Esta fue una innovación teológica –si se me
permite el término– frente a la creencia que Dios hacía pagar los pecados de
una generación, hasta su tercera y cuarta descendencia. Claramente el profeta
está diciendo que cada uno debe hacerse cargo de sus actos”.
Lectura
de la profecía de Ezequiel 18, 24-28
Esto dice el Señor: Si el justo se
aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que
comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho
será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá.
Ustedes dirán: “El proceder del Señor no es correcto”. Escucha, casa de Israel:
¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando
el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que
ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para
practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto
los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso,
seguramente vivirá, y no morirá.
Palabra de Dios.
Salmo
24, 4-9
R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión.
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame
tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi
Dios y mi salvador, y yo espero en ti todo el día. R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de
tu amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las rebeldías mi
juventud: por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad. R.
El Señor es bondadoso y recto: por eso
muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren
rectamente y enseña su camino a los pobres. R.
II
LECTURA
Como
si fuera un padre, o una madre, la alegría del apóstol es el amor fraterno de
su comunidad. ¿Y cómo hacer presente ese amor? Pues “teniendo los mismos
sentimientos de Cristo”. Busquemos en el Evangelio para volver a descubrir cómo
amaba el Señor, cómo trataba a la gente, cómo buscaba que cada uno de los que
se cruzaban con él fuera pleno.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 1-11
Hermanos: Si la exhortación en nombre de
Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la
comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan
perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo
corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por interés ni por vanidad, y que
la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos.
Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los
demás. Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús. [Él, que era
de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía
guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición
de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por
eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el
Señor”].
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo
las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Siempre
hay tiempo y siempre es el momento para responder al llamado del Señor. No hay
un “después” o un “ya es tarde”, porque la respuesta a veces toma su tiempo. Lo
importante es la decisión y emprender el camino de obediencia al Padre.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 21, 28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y,
dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi
viña’. Él respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’,
pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”. “El primero”,
le respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las
prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a
ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los
publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver
este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Las conductas y respuestas humanas no
han cambiado mucho a lo largo de la historia… de tal manera que en la carta que
escribe Pablo a los cristianos de Filipo les manifiesta que están divididos en
su comunidad y les pide que vivan unánimes “concordes en un mismo amor y en un
mismo sentir”. ¿No nos ocurre a nosotros igual a pesar de los años pasados?
Le siguen otras consideraciones como
consecuencia de la desunión en que viven y termina con el bello himno a Cristo,
que debe ser su modelo de vida, que “no hizo alarde de su categoría de Dios…
sino que pasó por uno de tantos”.
¿Sería esa actitud de los hermanos de la
parábola la que tenían esas comunidades cristianas de filipenses, donde cada
uno hacía y deshacía, guiados más por sus gustos que por su compromiso y
coherencia cristiana?
Esta parábola se enmarca dentro de los
acontecimientos que tuvieron lugar después de la entrada de Jesús en Jerusalén,
de la expulsión de los vendedores del Templo y de la discusión sobre la
autoridad de Jesús… por ello no dudan las autoridades de Israel en someterlo a
las más diversas pruebas para cogerlo en alguna situación contradictoria.
“¿Con qué autoridad haces esas cosas?
¿Quién te dio esa potestad?” (Mt 21,23) le habían dicho a Jesús. Y Él salía
airoso de sus preguntas haciéndoles a su vez otras preguntas, dejándoles en
evidencia y proponiendo el ejemplo de unas parábolas sobre el sentido de su
misión y predicación… entre ellas, ésta de los dos hijos y otras que
escucharemos los próximos domingos.
Cuando Jesús les propuso esta parábola,
tenía en mente la acritud del pueblo judío y la de todos aquellos que se tenían
por buenos… pero sin olvidar a los que eran considerados oficialmente malos y
pecadores.
Los judíos, bien sabemos, fueron los
primeros en ser llamados por Dios, pero por su conducta infiel, por su
resistencia a admitir al Mesías fueron rechazados a pesar de las promesas
hechas por sus líderes. Y los gentiles se negaron desde el principio a admitir
la invitación del Padre, que los llamaba cariñosamente… Reconocieron luego su
culpa con arrepentimiento, mereciendo ser dignos de alcanzar la salvación.
Los sumos sacerdotes y ancianos
respondieron claramente a la pregunta del Maestro en la parábola: “¿quién de
los dos hijos, hizo lo que quería el padre?”: pues aquel que fue a trabajar a
la viña a pesar de la negativa inicial.
Y para condenar la conducta de los
judíos, Jesús no tuvo más que sacar las consecuencias que de esa contestación
se seguía… pero con unas palabras que ellos no se esperaban: “los publicanos y
las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios…”
En definitiva el Maestro nos está
advirtiendo que lo verdaderamente importante son las obras y no las buenas
palabras. Ya lo había dicho en otras ocasiones: “No todo el que dice ¡Señor,
Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre” (Mt 7,21).
Y qué decir de este hermoso texto que
nos advierte sobre el juicio final, en el que se nos dice que no se nos juzgará
por nuestras buenas palabras sino por nuestras obras: “venid benditos de mi
Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de
beber…” y a otros los rechazará por no haber cumplido las obras de misericordia
(Mt 25,31ss).
Es un consuelo saber que nuestra
salvación depende de nosotros mismos. Es a nosotros a quien Cristo nos invita a
que vayamos a trabajar a su viña, a que nos esforcemos por conquistar el Reino.
Hay palabras y expresiones que pueden llenarnos la boca, pero ¿se reflejan en
nuestro modo de vivir? Porque se trata de armonizar la vida con la fe.
Nuestra respuesta puede ser muy diversa,
como las de los dos hijos de la parábola, pero debemos esforzarnos por
responder con una conducta de hechos y no solo de buenas palabras. Es Jesús
quien nos dice que “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión”
(Lc 15,9).
ESTUDIO BÍBLICO.
Iª
Lectura: Ezequiel (18,25-28): Solidaridad, pero también responsabilidad
personal
I.1. La Iª Lectura se enmarca en un
conjunto de profeta Ezequiel, que expresa uno de los puntos álgidos de su
teología después de la catástrofe del destierro de Babilonia (587 a. C.). Se ha
dicho, con razón, que en el pensamiento de este profeta hay un antes y un
después de esa fecha fatídica para Israel. En lo que respecta al después,
cuando el pueblo estaba destruido y todos pensaban que esa situación era la
consecuencia de cómo el pueblo había actuado frente a Dios, el profeta entiende
que en el futuro no se podrá hablar exclusivamente de responsabilidad colectiva
donde casi nadie se siente culpable. Por ello, aquí estamos ante la teología de
la responsabilidad personal, donde cada uno da cuenta a Dios de sus obras.
I.2. Todo el c. 18, como 33,12-20, está
en esa línea, que es un progreso con respecto a la moral anterior, según
aquello de que no pueden "pagar justos por pecadores". Es verdad que
siempre existe una responsabilidad colectiva y solidaria, y también hay que
contar con una «situación» social de injusticia y maldad que a unos afecta más
que a otros. Pero la responsabilidad personal muestra que Dios nos ha hecho
libres para decidir moralmente. Es verdad que la situación de la catástrofe del
destierro de Babilonia fue responsabilidad de los antepasados, de los que no
quisieron escuchar la palabra de Dios por medio de los profetas. Hay que asumir
esa historia pasada con todas sus consecuencias de solidaridad. Pero mirando al
presente, también cada uno de los que escuchan a Ezequiel tiene que meterse la
mano en el corazón: ahora se agudiza la responsabilidad personal. El futuro se
construye desde esa opción personal para abrirse a Dios.
II.ª
Lectura: Filipenses (2,1-11): El abajamiento "humaniza" al Señor
II.1. Después de una exhortación a la
intimidad, Pablo, propone a la comunidad de Filipos el ejemplo del Señor, de
Cristo, quien ha renunciado a su categoría para hacerse como uno de nosotros,
llegando hasta la misma muerte. Con toda probabilidad, este «himno» a los
Filipenses (vv. 5-11), Pablo lo ha tomado de una liturgia primitiva que podría
cantarse en Éfeso, desde donde escribe la carta. Ésta es la impresión que
produce, entre otras cosas, por su estructura, por su ritmo, aunque él mismo le
ha puesto un sello personal con el que se evoca la muerte en la cruz de Cristo,
ya que en la cruz es donde se revela de verdad el Señor de los cristiano:
porque sabe dar su vida por nosotros. Eso no lo hace ningún señor, ningún dios
de este mundo. En ese Señor es donde debe mirarse la comunidad como en un
espejo.
II.2. Haría falta todo el espacio del
que se dispone y mucho más para poder entrar de lleno en el "himno"
de Filipenses. Porque la IIª Lectura de hoy es una de las joyas del Nuevo
Testamento. Solamente podemos asomarnos brevemente al contraste que quieren
trazar estas dos estrofas fundamentales de que se compone esta pieza literaria
y teológica: abajamiento y exaltación. La primera nos muestra cómo el Señor
inicia un itinerario que muchos viven en su humanidad, en su indignidad, en su
nada. Él ha emprendido ese destino también, como una opción irrenunciable, ¿por
qué? Nunca se explicará suficientemente por el texto mismo, aunque usemos la
palabra más adecuada: su solidaridad con la humanidad sufriente; por eso se
despojada de sus derechos.
II.3. El camino contrario, el que muchos
quieren recorrer sin haber vivido y experimentado el primero, es en el himno un
misterio de gratuidad y de donación. Dios no puede querer la indignidad y la
nada de su suyos. Y hablando en términos de alta cristología, no puede querer
que su Hijo (y sus hijos) sea presa de lo más inhumano que existe en la
historia. "Por eso" se le dio un nombre, una dignidad que está por
encima de toda dignidad terrena. No como la de los "hombres
divinizados", que sin solidaridad y sin padecer ni sufrir quieren ser
adorados como dioses. Esos están llenos de una auto estima patológica que los
aleja de los hombres. Son insolidarios y no tienen corazón.
II.4. El himno, pues, pone de manifiesto
la fuerza de la fe con que los primeros cristianos se expresaban en la liturgia
y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del
proceso de Dios, de Cristo, el Hijo: El que quiso compartir con nosotros la
vida; es más, el que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta
la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más
escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que
nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No
es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo. La Pasión de
Mateo debe servir de referencia de cómo el Hijo llegó hasta el final: la muerte
en la cruz.
II.5. El himno propiamente dicho
(vv.6-11), tiene dos partes. La primera subraya la auto humillación de Cristo
que, siendo de condición divina, se convierte en esclavo. La segunda se refiere
a la exaltación de Jesús por parte de Dios a la categoría de Señor. Establece,
además, una relación de causa a efecto entre humillación y exaltación:
«Precisamente por eso» (Flp 2, 9). Y aquí radica la gran paradoja: que quien no
destacó en vida por gesta heroica alguna, quien no fue soberano ni tuvo el
título de Señor, quien termina sus días crucificado por vil y subversivo a los
ojos del Imperio y de su propia religión, es considerado «Señor» y Mesías. Y,
paradoja todavía mayor: el anuncio del Mesías crucificado se convierte en el
núcleo de la predicación de Pablo y en el centro de la fe cristiana. Esto no
podía por menos que chocar a la mentalidad helenista que, en sus cultos,
aclamaba a los «señores» que habían tenido una existencia gloriosa. Tenía que
sorprender igualmente al mundo judío, para quien el Mesías debía tener una
existencia gloriosa, que ciertamente Jesús no tuvo. Por eso, dirá Pablo que el
anuncio de un Mesías crucificado es «escándalo para los judíos, locura para los
griegos» (1Cor 1, 23).
Evangelio:
Mateo (21,28-32): Para Dios, lo que cuenta es "volver"
III.1. El evangelio de Mateo (21,28-32),
con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la
misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el
Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores
pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la
salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan
determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a
la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su
padre y va a trabajar.
III.2. Lo que cuenta, podríamos decir,
son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor,
Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la
parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho
que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas,
ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido. Sabemos,
no obstante, que los dos hijos corresponden a dos categorías de personas: las
que siempre están hablando de lo religioso, de Dios, de la fe y en el fondo su
corazón no cambia, no se inmutan, no se abren a la gracia. Probablemente tienen
religión, pero no auténtica fe. Por eso, por ley de contrastes, la parábola
está contada con toda intencionalidad y va dirigida, muy especialmente, contra
los primeros.
III.3. El acento está, justamente, en
aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final
por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como
el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre. Los
verdaderos creyentes y religiosos, aunque sean publicanos y prostitutas, son los
que tienen la iniciativa en el Reino de la salvación, porque están más abiertos
a la gracia. El evangelio ha escogido dos oficios denigrados y denigrantes
(recaudadores de impuestos y prostitutas); pero no olvidemos que el marco de
los oyentes también es explícito: los sacerdotes y ancianos, que dirigían al
pueblo. Pero para Dios no cuentan los oficios, ni lo que los otros piensen; lo
que cuenta es que son capaces de volver, de convertirse. (Fray Miguel de Burgos
Núñez, O. P.).
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