“Anidarán
en él aves de toda pluma,
anidarán
al abrigo de sus ramas”
Hoy nos encontramos con unas lecturas la
mar de campestres. Ya sabemos que Jesús enseñaba en parábolas y para que lo
entendieran, les hablaba de lo que veían a diario: árboles, semillas, campos,
vides, plantas, pájaros... Posiblemente, si nos hablara hoy, usaría el lenguaje
de las redes sociales e Internet, se dejaría fotografiar y mandaría mensajes
vía WhatsApp. Pero, por ahora, nos lo podemos imaginar enseñando a quienes lo
seguían a golpe de parábola agrícola o pastoril. Lo que sabemos seguro es que
quería que lo entendieran y por eso, hablaba a la gente con su propio lenguaje.
Y nosotras, las personas creyentes de hoy, ¿nos hacemos entender?
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
La
imagen nos habla de aquello que Dios quiere hacer crecer. En el contexto
histórico del profeta Ezequiel, esta comparación va dirigida al pueblo que,
después de luchas y sufrimientos, reverdecerá y se extenderá.
Lectura
de la profecía de Ezequiel 17, 22-24
Así habla el Señor: “Yo tomaré la copa
de un gran cedro, cortaré un brote de la más alta de sus ramas, y lo plantaré
en una montaña muy elevada: lo plantaré en la montaña más alta de Israel. Él
echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros
de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. Y todos los
árboles del campo sabrán que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al
árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor,
lo he dicho y lo haré”.
Palabra de Dios.
Salmo
Salmo
91, 2-3. 13-16
R.
Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor, y cantar,
Dios Altísimo, a tu Nombre; proclamar tu amor de madrugada, y tu fidelidad en
las vigilias de la noche. R.
El justo florecerá como la palmera,
crecerá como los cedros del Líbano: trasplantado en la Casa del Señor,
florecerá en los atrios de nuestro Dios. R.
En la vejez seguirá dando frutos, se
mantendrá fresco y frondoso, para proclamar qué justo es el Señor, mi Roca, en
quien no existe la maldad. R.
II
LECTURA
Nuestra
vida es un caminar, hacia la plenitud de nosotros mismos, y junto a otros. Por
eso, no podemos esperar, ni exigir una plenitud aquí y ahora. Porque en la vida
se trata de buscar, de crecer, de vivir en comunidad.
Lectura
de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 6-10
Hermanos: Nosotros nos sentimos
plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio,
lejos del Señor; porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos
claramente. Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar
este cuerpo para estar junto al Señor; en definitiva, sea que vivamos en este
cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarle. Porque todos debemos
comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con
sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Aleluya. La semilla es la palabra de
Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre.
Aleluya.
EVANGELIO
Estas
dos breves parábolas nos hablan de algo pequeño que crece. El impulso del
crecimiento no depende de la acción humana, sino que está en la misma semilla.
Esa fuerza intrínseca, una vez que comenzó a desplegarse, es irrefrenable. Así
es el poder del Reino de Dios, y las parábolas nos muestran el optimismo y la
confianza que Jesús tiene en que el Padre va a instaurar su reino. Ya ha
comenzado a hacerlo, y nada detendrá su amorosa presencia entre nosotros.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 4, 26-34
Jesús decía a sus discípulos: “El Reino
de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se
levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa
cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al
fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en
seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”. También decía:
“¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para
representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más
pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y
llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas
que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”. Y con muchas parábolas como
estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No
les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les
explicaba todo.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Con el permiso de los exégetas, que
seguro que tienen mucho que aportar en torno a estos textos, nos aventuramos a
hacer una interpretación subjetiva de, al menos, las lecturas que hoy nos
proponen este tema del plantar y hacer crecer una rama, una semilla, etc.
Aunque la lectura del evangelio propuesta se refiere al Reino de Dios no es
difícil, creemos, establecer una relación entre nuestro papel como personas
creyentes y esa semilla que tiene que ser plantada.
Podemos sentir que nosotras mismas somos
esa semilla que el Padre-Madre Dios planta en el mundo para que demos fruto, y
nos convirtamos en grandes árboles que acojan a quienes llegan en busca de
refugio... ¿Somos acogedoras, prestamos nuestras ramas a quienes necesitan un
espacio para acomodarse?
También podemos pensar en la semilla del
Reino que estamos llamadas a sembrar, a cuidar y a permitir que crezca con
nuestro comportamiento, con nuestras obras de justicia y misericordia, con
nuestras palabras que anuncien que “ya está entre nosotras”. ¿Somos conscientes
y responsables de esa semilla que tenemos que plantar en nuestro paso por la
vida?
La primera lectura nos habla además de
cómo el Señor humilla a los árboles altos y ensalza a los humildes. Esta es una
enseñanza que encontramos en diferentes lugares de la Palabra de Dios (Cántico
de Ana, Magníficat...) quizás muy repetida para convencer a los creyentes
frente a las evidencias históricas: no es tan obvio que en la vida real quienes
ganan sean las personas humildes. La Palabra de Dios nos lo repite para ver si
a fuerza de oírlo lo creemos y/o... lo hacemos posible. ¿Me creo que Dios
ensalza a quienes son humildes y hace florecer a los secos?
Por último, la vida oculta de la
simiente, que aparece también de alguna otra forma en el evangelio, es un buen
tesoro para los momentos de impaciencia y prisas. "La semilla germina y va
creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella
sola...". ¿Soy consciente de que no puedo adelantar ni un segundo los
procesos de las personas, de la vida, de mí misma?
Sin duda, las lecturas de hoy son verdes
;) en dos sentidos: son ecológicas y son un canto a la esperanza. Nos enseñan
que sí, nosotras podemos ser esa semilla, podemos colaborar en sembrar el Reino
pues se nos ha dado esa capacidad. Y con un muy buen resultado final, porque
como dice el salmista: “El justo crecerá como una palmera, se alzará como un
cedro del Líbano; plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de
nuestro Dios”. Podemos alcanzar esa altura, esa presencia majestuosa que, sin
duda, tuvieron y quizás tengan hoy los cedros en el Líbano.
ESTUDIO BÍBLICO.
I
Lectura (Ezequiel 17,22-24): Algo nuevo surge de lo viejo, por obra de Dios
El texto de Ezequiel debemos situarlo
como una promesa de restauración después de la catástrofe. Todo el c. 17 tiene
esa dimensión y se explica ante la calamidad del destierro de Babilonia que
tiene sus etapas. Ezequiel, con este enigma del "águila y el cedro"
va a plantar cara a ciertas expectativas de algunos que pensaban que la
salvación podría venir de Egipto al que algunos miraban, bien en el destierro,
bien en la misma tierra de Judá que todavía no habían sido desterrados hasta la
caída de Sedecías. Estamos en el año 588 a. C. y la parábola del "cogollo
del cedro" viene a responder, a su manera, a los que no han entendido la
verdadera historia de lo que ha pasado.
Y esa historia de ruina solamente la
puede arreglar Dios, contando con un pueblo que se fíe de su palabra
manifestada por los profetas verdaderos. Dios es capar de lo viejo, de lo
antiguo, sacar algo nuevo y entonces lo viejo dejará su arrogancia, como el
cedro altísimo. De un cogollo insignificante nacerá un cedro nuevo, en lo más
alto de la montaña que no puede ser más Sión, Jerusalén. Esta teología de lo
viejo y lo nuevo tiene sus resonancias, ya que de esa manera siempre se
mantiene la promesa y la fidelidad de Dios.
II
Lectura (II. Corintios 5,6-10): Lo mortal será revestido de vida
Las reflexiones escatológicas de Pablo
frente a su ministerio siguen siendo las claves de este texto de 2Cor. Se habla
del encuentro con el Señor "post mortem", en el mismo momento de la
muerte. Es verdad que la antropología subyacente a este conjunto de 2Cor
4,7-5,10 se nos escapa un poco entre las manos. Expresiones como el
"hombre interior" sugieren un lenguaje propio de la filosofía griega,
pero también hay diferencias notables, en cuanto no se está hablando en este
caso con un leguaje dualista de alma y cuerpo. Por eso mismo debemos
interpretar el misterio de la "interioridad" en una relación de
interconexión con los conceptos soma y ánthrópos, que son claves en toda esta
perícopa. El sóma es la persona en su integridad. En toda esta trama de
conceptos antropológicos y apocalípticos, lo más decisivo es la expresión de
2Cor 5,4: "para que así esto mortal sea consumido (katapothe) por la
vida". El sentido del verbo katapínó, en aoristo pasivo, debe tener la
fuerza de la acción de Dios. Como muchas veces ocurre en el NT por el aoristo
pasivo, y más cuando se trata de los temas escatológicos, no debemos olvidar
que es Dios el sujeto de esa acción. De hecho, no nos seduce la traducción que
escoge el sentido de "tramar" o "devorar", porque no es la
vida lo que engulle lo mortal; es la vida en cuanto acción de Dios sobre toda
muerte y sobre todo los hombres que pasan por la muerte. Esto se confirma muy
bien por el v. 5, que pone a Dios como garante de ello, dándonos las
"arras" del Espíritu. La vida está sembrada en nuestro cuerpo mortal,
en nuestra mismidad. No vamos a la nada, porque Dios nos garantiza, pues, que
hemos sido creados, hemos nacido, para la vida y no para la muerte.
La garantía para el cristiano es, sin
duda, el Espíritu, que es un adelanto de todo lo que nos espera en la nueva
vida, en la vida escatológica. Es verdad que aquí no se habla de resurrección,
que es un concepto más apocalíptico y que está mucho más presente en 1 Cor 15.
Digamos, mejor, que se contempla el paso de la muerte a la vida como una
"transformación" personal, no al final de los tiempos, ni en el
momento de la Parusía como se da a entender en I Tes 4,15 1 Cor 15,51. ¿Por
qué? Porque eso va desapareciendo poco a poco del horizonte de los textos
paulinos. Ello significa que en Pablo se produce una evolución personal en este
tema escatológico. No obstante, mientras todo eso llega, vivimos de la fe, exiliados
del Señor. Quiere decir de la vida total y especial que tiene ahora el Señor,
Cristo. Se usa la expresión de ir a "habitar junto al Señor (v. 8), es
decir, nos revestiremos, poseeremos la vida que ahora tiene el Señor, porque la
identificación entre Cristo y la vida lo podemos ver en 2Cor 4,1 1. Pablo se
está expresando, sin duda, en una mística cristológica de tonos proféticos. ¡No
hay miedo a la muerte! Después de las expresiones que había inventado sobre el
particular, en 1 Cor 15,55, sobre la victoria de la muerte, esta mística
cristológica es un cántico a la victoria de la vida en Cristo.
Evangelio
(Marcos 4,26-34): El Reino como un grano que crece en esperanza
Las parábolas de Jesús son toda una
escusa para hablar del misterioso crecimiento del reino que anuncia. Es verdad
que había anunciado con una seguridad inquebrantable que "ya está
aquí" o que "en medio de vosotros". Mc 1, 14-15 lo pone como
frontispicio de todo y como programa, a la vez que exige conversión y confianza
en ese anuncio. Pero podían preguntarle, como de hecho sucedió ¿dónde está ese
Reino? De allí que las dos parábolas del crecimiento, mediante los símbolos de
un grano (aunque un grano es pequeño, no se resalta este punto) y una semilla
de mostaza (que es como una cabeza de alfiler) vengan a decirnos algo
significativo de sus comienzos, de sus logros y de su consumación. Se da una
cierta disimilitud y contraste en el final de las dos comparaciones: la del
grano en lo que se refiere a lo que, a causa del crecimiento y la consumación
final, no tendrá sentido (se desechará) y la de la mostaza nos habla del Final
en términos más positivos, porque se hará grande y vendrá a ser
"hogar" y protección de multitudes de pájaros.
El reino está ya aquí, pero solo como
una semilla que es confiadamente un final grandioso o apropiado. No son
parábolas o comparaciones deslumbrantes, pero están llenas de sentido. Debemos
aceptar la misma naturalidad de este mensaje en cuando es algo que ya está
sembrando, que está creciendo y por eso tiene misterio. Como tiene misterio la
comparación de la levadura (cf Mt 13,33; Lc 13,29-21) que poco a poco impregna
la masa. Eso quiere decir que está "germinando" y por eso se
alumbrará un mundo nuevo, tanto en el caso de acabar algo que no tiene sentido
en la historia (y por eso de meterá la hoz) o en el caso de que se construya un
"hábitat" donde vengan todas las aves a protegerse. Incluso
deberíamos entender que se trata de toda clase de aves y por lo mismo que se
estaría apuntando a los paganos. Son los dos aspectos del Reino y de su
transformación de la historia: algo quedará caduco, pero lo más importante es
la imagen de los pájaros que anidan.
Es ese final bueno y liberador el que
debemos proponer como mensaje de las parábolas de hoy. Es verdad que se nos habla
de "meter la hoz”, pero es lógico que esta historia humana debe dejar aquí
todo aquello que no tiene sentido, que es opuesto al proyecto y a la plenitud
del Reino de Dios. Pero en la parábola de la mostaza, que comienza con el
sentido de la "nimiedad" de lo insignificante y de lo mínimo, todo se
transforma hasta ofrecernos la imagen de un árbol cósmico donde todos puedan
encontrar no solamente el hábitat humano, sino la verdadera felicidad del
Reino. Así, pues, quiere decirnos Jesús, son las cosas de Dios. Esta es la
propuesta de esperanza que forma parte de la entraña del Reino, por
insignificante que parezca. En estas metáforas, pues, proponía Jesús un mensaje
que llenaba los corazones de los sencillos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O.
P.).
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