“Amarás al Señor tu Dios con todo tu
ser”
En la tarea de construirnos como
personas el amor ocupa un lugar irrenunciable. Sin recibir y sin ofrecer amor
el ser humano se pierde en peligrosas carencias. Bueno sería descubrir y sentir
que, incluso en las más adversas circunstancias, estamos en la existencia
porque hemos sido amados desde siempre y para siempre como realidad originante
y concluyente por Dios. Por eso su Palabra nos pide hoy amor a Él y a nuestro
prójimo.
Se nos ofrece una acuciante llamada para
romper el círculo asfixiante del “yo, mi, me, para mí, conmigo”, y abrirnos a
la vivificante tarea de construirnos mutuamente con el amor que se hace entrega
y donación sin límites.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
El
pueblo de Dios es un pueblo que está a la escucha, porque sabe que la Palabra
de Dios trae vida. Por eso esta palabra se repite y se transmite, y todo el
corazón se dispone a cumplirla.
Lectura
del libro del Deuteronomio 6, 1-6
Moisés habló al pueblo diciendo: Este es
el mandamiento, y estos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios,
ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión, a
fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los
preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo
mismo que tu hijo y tu nieto. Por eso, escucha, Israel, y empéñate en
cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra
que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido. Escucha,
Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu
corazón estas palabras que yo te dicto hoy.
Palabra de Dios.
Salmo
17, 2-4. 47. 51ab
R.
Yo te amo, Señor, mi fortaleza.
Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi
Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de
alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación! Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido. R.
II
LECTURA
Jesús
hace una obra completa y definitiva. No hay nada en su vida que no haya sido
pura entrega de amor. Ese amor restablece los vínculos entre el Padre y la
humanidad. Ya no hay lugar para el pecado ni hace falta multiplicar los
sacrificios, porque los efectos de la vida, muerte y resurrección de Jesús
permanecen para siempre.
Lectura
de la carta a los Hebreos 7, 23-28
Hermanos: En la antigua Alianza los
sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer;
pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable. De ahí
que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su
intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. Él es el Sumo
Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los
pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros
sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y
después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose
a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles;
en cambio, la palabra del juramento –que es posterior a la Ley– establece a un
Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 14, 23
Aleluya. “El que me ama, será fiel a mi
palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Un
escriba era una persona experta en textos sagrados. Este escriba, con toda su
erudición, había encontrado lo esencial de todas las palabras de la ley: el
amor. Por eso recibe el bellísimo elogio de Jesús. Que también en nosotros
pueda actuar así el Espíritu Santo, para que al leer y meditar cada día la
Palabra estemos cada vez más cerca del Reino de Dios.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 12, 28b-34
Un escriba se acercó a Jesús y le
preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”. Jesús respondió: “El
primero es: ‘Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu
espíritu y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a
ti mismo’. No hay otro mandamiento más grande que estos”. El escriba le dijo:
“Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro
más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con
todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los
holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan
acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se
atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Amarás
al Señor tu Dios con todo tu ser
La Palabra que este Domingo se nos
ofrece toca lo más profundo del corazón del creyente y reclama una adhesión
total con Aquel que nos la ofrece. Nada ni nadie debe ser vivido en la
existencia del creyente con la misma intensidad y entrega que su relación con
el Misterio de Dios.
Moisés lo dejó claro al pueblo de
Israel, y el Señor Jesucristo lo deja igualmente claro a quienes desean acoger
y encarnar su mensaje.
La fuerza de este mandato fundamental y
fundante en la vida de todo creyente nos interpela hoy a cada uno de nosotros:
¿Está mi corazón en Dios? ¿Está todo mi ser (afecto, inteligencia, voluntad)
centrado en Él y en su proyecto de amor y unidad, de justicia y paz, de
libertad y dignidad, para toda la familia humana?
Parafraseando el dicho de sabiduría
popular; “Dime con quién andas y te diré quién eres”; podríamos también
decirnos a nosotros mismos: “Dime dónde está tu corazón, y te diré quién eres”.
Una buena ocasión la que nos presenta la Palabra para volver a lo esencial,
para volver al Señor con toda la fuerza de nuestro ser. Para no dejarnos
seducir por otros reclamos, para no permitirnos distracciones que nos aparten
de Él.
Acoger este mandato encierra la
exigencia de una constante sinceridad con nosotros mismos para vertebrar
continuamente en nuestro vivir y obrar las exigencias que tal mandato encierra.
Diversas crisis sacuden en nuestros días
la vida social y también la vida de la Iglesia. Lo cual hace más fuerte y
apremiante la llamada a acoger con corazón sincero y voluntad firme el
mandamiento principal de la Ley. Se trata de volver al Señor y vivirle
intensamente con todo aquello que nos constituye como personas. En esta
intensidad de encuentro con Él, de hacerle la referencia constante de nuestra
vida, encontraremos a sus hijas e hijos, y comprenderemos que solo viviendo
como verdaderos hermanos con todos
autentificaremos la vivencia de su proyecto. Suave y apremiantemente Él nos
susurrará: “Y amarás al prójimo como a ti mismo”.
ESTUDIO BÍBLICO.
I
Lectura: Deuteronomio (6,2-6): Israel se identifica con su Dios
I.1. La primera lectura forma parte de
lo que se conoce como los mandamientos deuteronómicos, que son una especie de
catequesis de una escuela, que encierra el famoso Shema (¡escucha Israel!), de
la religión deuteronómica, que los israelitas piadosos recitan todos los días,
que está en los pequeños rollitos de las puertas de las casas, en las cajitas
de las filacterias (tefillim) que se ponen para rezar en el muro del templo. La
afirmación rotunda de monoteísmo es propia de la teología de esta escuela que
inspiró la reforma del rey Josías, cuando el libro ¿se encontró? (cf. 2Re
22,10ss) en unas obras del templo. Se invita a Israel a pensar en su Dios, a
guardarle fidelidad en cada instante, a amarlo sobre todos las cosas y sobre
todos los dioses, porque este texto combate claramente el politeísmo.
I.2. Los israelitas deben llevar esto en
su corazón, y por ello copiaron la costumbre oriental de hacer como amuletos y
símbolos en las manos y en los brazos. Amar a Dios con todo el corazón, con
toda el alma, con todas sus fuerzas, como veremos en el evangelio, es dedicarle
nuestro ser. ¿Es el monoteísmo de Israel un verdadero valor? No nos quedemos en
la palabra, ni en el concepto. Israel es monoteísta por muchas razones
socio-religiosas. No obstante no comenzó así su historia. Los patriarcas, los
epónimos o padres del pueblo era politeístas o al menos tenían sus dioses
familiares con respecto a otros. Los valores de un Dios creador y hacedor del
mundo se introduce después en la religión de Israel. Para Israel,
independientemente de la teología de la revelación, el llegar a ser monoteísta
se explica por sus vidas, sus sufrimientos en la esclavitud de Egipto y por la
fuerza que encontraron en el Dios Yahvé, que les llevó a la libertad.
II
Lectura: Hebreos (7,23-28): Un sacrificio vivo
II.1. La segunda lectura vuelve sobre la
carta a los Hebreos. Es, probablemente, el c. 7 de Hebreos una de las cumbres
de esta carta. En el texto de hoy compara a los sacerdotes de la antigua
Alianza y a Jesús. En el texto es muy importante la permanencia del sacerdocio
de Cristo “para siempre”. El autor, que es un gran exegeta apoya casi todo el
c. 7 en el Sal 110 como oráculo del sacerdocio de Cristo, superior y más
perfecto que el sacerdocio levítico. Este “para siempre” determina, incluso, la
perfección del ministerio sacerdotal de Jesús: su sacrificio no es de cosas, de
víctimas, sino de entrega absoluta de sí mismo.
II.2. La lectura nos ofrece los tonos
polémicos que el autor quiere poner sobre la mesa: es una polémica contra el
sacerdocio levítico y ritual. Aquellos morían y eran sucedidos por sus hijos y
familiares, lo cual denota la precariedad de ese sacerdocio. Pero con
Jesucristo no puede suceder así, porque su sacrificio de amor, llevado a cabo
en la cruz, es un sacrificio eterno, que abarca toda la historia. Ya no son
necesarios los sacrificios rituales a Dios, porque Jesucristo los ha hecho
ineficaces. Los sacerdotes antiguos debían purificarse personalmente antes de
ofrecer un sacrificio por el pueblo, pero Jesús, el Hijo de Dios, ha puesto fin
a una religión que no salva. Solamente salva, y para siempre, el sacrificio de
su amor por todos nosotros, ofrecido a Dios.
III.
Evangelio: Marcos (12,28-34): Dios quiere ser amado en los hermanos
III.1. El evangelio nos presenta al
escriba que quiere profundizar de lleno en la Torah, la ley del judaísmo, ¿con
qué intención? ¿sabiendo que Jesús sería capaz de ofrecerle una interpretación
profética? Ya hemos visto la importancia que tenía y tiene en el judaísmo el
primer mandamiento expresado con el Shema Israel, que es parte de nuestra primera
lectura. La cuestión no quedará en una simple disputa escolástica, como alguno
ha sugerido. El alcance de esta discusión y la pregunta del escriba
(¡insólita!) ponen en evidencia muchas cosas del judaísmo que también nos
afecta a nosotros. Lo primero que salta a la vista es que el segundo
mandamiento no le va a la zaga al primero, que pone el acento en el amor de
Dios. La versión de Marcos no está calcada ni del texto hebreo, ni de la
versión griega de los Setenta… con algunas variantes de tipo helenista quiere
llegar a una propuesta decisiva.
III.2. El realidad, el texto de Mateo
22,39s (que habría usado a Marcos como fuente) lo ha dejado mucho más claro:
“de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas”. El escriba, en
verdad, no pretendía poner una trampa a Jesús como querían los saduceos, un
momento antes, a propósito de la resurrección. Pero en su búsqueda de
aclaración se ha quedado una cosa clara: el amor a Dios y el amor al prójimo no
tiene “esencias” distintas. El amor, en el NT es de un “peso” extraordinario
que no queda ni en “eros”, ni en “amistad”. Es un amor de calidad el ágape que
tiene que ser el mismo para Dios y para los hombres, aunque los mandamientos se
enumeren en primero y segundo. Esta sería la ruptura que Jesús quiere hacer con
la discusión de los letrados sobre el primero o el segundo, sobre si el prójimo
son los de “mi pueblo” o no.
III.3. Porque no sería una novedad que
Jesús simplemente subrayara una cosa que se repetía hasta la saciedad. El que
se añada el segundo mandamiento, de amor el prójimo, viene a ser lo original;
porque con ello se ha revelado que el amor a Dios y el amor el prójimo es lo
más importante de la vida, son un solo mandamiento, en realidad, y así
podríamos entender el final del v.31 : ”No hay otro mandamiento más importante
que éstos”, pues el ?ντολ? (mandamiento) está en singular y nos permitiría
entender que el mandamiento más importante por el que preguntaba el escriba son
los dos primeros que vienen a ser uno sólo. Porque no hay dos tipos de amor,
uno para Dios y otro para el prójimo, sino que con el mismo amor amamos a Dios
y a los hombres. Diríamos que son inseparables, porque el Dios de Jesús, el
Padre, no quiere ser amado El, como si fuera un ser absoluto y solitario. Así
resuelve Jesús la gran pregunta del escriba, de una manera profética e
inaudita.
III.4. Lo que el evangelio de hoy quiere
poner de manifiesto es que el amor a Dios debe también ser amor a los hombres.
Muchos se contentan con decir que aman a Dios, pero muchas veces se encuentran
razones para no amar al prójimo. Aquí es donde el evangelio se hace novedad
maravillosa para todos los seguidores de Jesús y para todos los hombres. Se
pueden sacar las consecuencias, al hilo de la carta a los Hebreos, que si Jesús
ha ofrecido un sacrificio eterno, si no son necesarios los sacrificios rituales
a Dios, es porque Jesús ha hecho posible la religión del amor, pero no
solamente a Dios, sino a todos los hombres. Eso es lo que identifica al Dios
verdadero de los dioses falsos: quiere ser amado en los hermanos. Es eso lo que
el autor de la 1Jn pone de manifiesto en su teología de que Dios es amor y no
podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano a quien vemos.
Pero esta teología la puso en marcha el profeta de Galilea, Jesús Nazareno… y
por ello dio la vida. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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