“Ha echado todo lo que tenía para vivir”
La Escritura pone hoy ante nosotros la
intuición evangélica - ya presente en la
tradición profética- de la necesidad que
tenemos como creyentes de estar ubicados
en el lugar y los valores precisos para que sea posible en nosotros una
verdadera recepción de la Palabra.
Sólo quien se acerca al misterio desde
el desposeimiento –de sí mismo y de lo suyo- y al lado de los desposeídos, se
pone en verdadera disposición de abrirse al cumplimiento de las promesas de vida
y plenitud que el Señor nos ofrece.
En nuestro momento histórico se hacen
imprescindibles creyentes y comunidades cristianas desinstaladas, capaces de ofrecer al mundo un testimonio de
entrega desinteresada. Sólo así podremos ser signo de salvación y testigos de
la esperanza cristiana.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
La
situación es de una necesidad y soledad tan extrema que esta viuda sólo puede
prever la muerte. Y sin embargo, en esa situación límite, confía y entrega todo
lo que tiene, con generosidad. En ese dar sin medida, la Providencia de Dios se
hace presente. Su confianza en la palabra del profeta, hombre de Dios, trajo la
transformación a su dura realidad.
Lectura
del primer libro de los Reyes 17, 8-16
La palabra del Señor llegó al profeta
Elías en estos términos: “Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete
allí; ahí yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento”. Él partió y se
fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba
juntando leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme en un jarro un poco de
agua para beber”. Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme
también en la mano un pedazo de pan”. Pero ella respondió: “¡Por la vida del
Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro
y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a
preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”. Elías
le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso
una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque
así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el
frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la
superficie del suelo”. Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y
comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó
ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el
Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios.
Salmo
145, 6c-10
R.
¡Alaba al Señor, alma mía!
El Señor mantiene su fidelidad para
siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor
libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y
endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los
extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y
entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios,
Sión, a lo largo de las generaciones. R.
II
LECTURA
Los
sacerdotes del templo de Jerusalén hacían rituales con la sangre de los
animales que se ofrecían en los sacrificios. Se consideraba que la sangre era
eficaz por estar relacionada con la fuerza de la vida. Jesús no necesitó hacer
rituales ni sacrificios externos, porque toda su existencia fue una ofrenda de
amor donde se jugó la vida.
Lectura
de la carta a los Hebreos 9, 24-28
Cristo no entró en un santuario erigido
por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo,
para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a
sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en
el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera
tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora
él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para
abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los
hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también
Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la
multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para
salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 5, 3
Aleluya. Felices los que tienen alma de
pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.
EVANGELIO
Jesús
se sentó a mirar. Y su mirada contemplativa descubrió en la acción de la viuda
pobre todo lo que había en ese corazón. Las acciones así de pequeñas suelen
pasar inadvertidas. Por eso Jesús tuvo que llamar directamente a sus discípulos
para que pusieran la atención sobre esto. Hay una enseñanza que Jesús nos
quiere dar, y para eso es necesario que pongamos la mirada sobre los más
pobres, los que no hacen alarde, los que no se hacen propaganda a sí mismos y
están poniendo todo el corazón en cada pequeña obra cotidiana.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 12, 41-44
Jesús se sentó frente a la sala del
tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos
daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas
monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro
que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos
han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que
poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.
Alcuzas
vacías
Nos recuerda el episodio de la viuda de
Sarepta que la voluntad de Dios sobre el ser humano es siempre una promesa de
bienestar y plenitud. La entrega
incondicional, la desinstalación, el “dar todo lo que se tiene” tiene como resultado
el cumplimiento de esa promesa.
Argumentando en sentido contrario,
podríamos decir que no hay más camino para hacer realidad la voluntad salvífica de Dios que esa primera
“kénosis”, ese abandonarse desde la esperanza, en la confianza de que la promesa
se haga verdad en nosotros.
Dios sale a nuestro encuentro
desinstalándonos, sacándonos de nuestras pequeñas seguridades, para abrirnos a
un futuro de plenitud que únicamente somos capaces de entrever –contra toda
evidencia- desde la fe.
En este tiempo de “alcuzas vacías” para
millones de seres humanos condenados a una existencia precarizada y despojada
de dignidad, la Palabra alumbra el caminar del creyente. Se nos propone el
“decrecimiento” voluntario, la puesta a disposición del hermano, la entrega
radical como único medio de allanar la llegada del Reino en su plenitud.
Solamente donde existen discípulos y comunidades dispuestas a vaciarse de sus
bienes, de su orgullo, de su posición,
Morir
una sola vez
La carta a los Hebreos nos habla de las
dos venidas del Señor. Esperamos ese tiempo de salvación definitiva. Un mundo
nuevo en el que veremos colmadas nuestros anhelos de una realidad distinta y mejor para todos.
Y mientras tanto, es el tiempo de los creyentes, el tiempo de la esperanza, la
hora del Espíritu.
Una vez más, la Palabra nos urge a
acoger la llamada a ser protagonistas de nuestro momento histórico, desde una
actitud de abandono que nos haga capaces de abrirnos a la búsqueda de aquello
que se nos promete.
En nuestro contexto socioeconómico, ese
destino del que nos habla la Palabra, ese “morir una sola vez”, parece una
quimera inalcanzable para tantas hermanas y hermanos que llevan en su
existencia la condena a la muerte lenta y reiterada del abandono y la
exclusión.
Son ellos, los olvidados, quienes poco o
nada tienen que perder, quienes acaso están en mejor disposición de enarbolar
la bandera de la esperanza en esa otra realidad posible. Nosotros, tantas veces
confiados en otros salvadores, en tantas
ocasiones satisfechos de nosotros mismos, quizás hayamos perdido el horizonte y
la capacidad de escucha de la verdadera liberación que el Señor nos ofrece.
Una
sentencia rigurosa
El evangelista Marcos, actualizando el
episodio de la viuda del libro de los Reyes, nos habla precisamente de esa
actitud imprescindible en todo creyente.
Frente al rigorismo y la ley, el Señor apoyándose en el testimonio de la
sencilla limosna de la viuda, marca el camino a los discípulos haciéndoles reconducir su mirada: es sólo la verdad del
corazón la que nos acerca a Dios. Cuando el ansia de poder, la búsqueda de
notoriedad se convierten en el centro de nuestro horizonte vital, nos
inhabilitamos para el encuentro con la potencialidad liberadora del mensaje
cristiano.
La misma intuición nos proponían en la
segunda mitad del siglo XX algunos teólogos latinoamericanos al decir que la “salvación viene de abajo,
del pobre”. De ese mundo provienen elementos e impulsos de salvación que difícilmente podemos encontrar
en otros entornos. Los portadores simbólicos de la salvación son lo pobre y lo
pequeño, como el siervo sufriente y mesías crucificado (cf. Jon Sobrino)
Ha tenido éxito entre nosotros la
expresión del Papa Francisco en la que nos propone la construcción de una
“Iglesia en salida”. Además de incidir
en la vertiente misionera de la comunidad cristiana, la expresión acoge también
el sentido de presentar a una Iglesia desinstalada, despojada, voluntariamente
empobrecida para hacer más creíble su mensaje y como signo de cercanía y
acogida de las víctimas de la “cultura del descarte” (nuevamente en palabras de
Francisco) en la que vivimos.
Una mirada sincera a nuestra realidad
personal y eclesial quizás nos haga temer –como a aquellos escribas del
evangelio- una sentencia rigurosa del Señor.
ESTUDIO BÍBLICO.
El
culto verdadero es entregar la vida
I
Lectura: 1Reyes (17,10-16): Dios está con los que le necesitan
I.1. Esta lectura es del ciclo del
profeta Elías, el profeta más venerado de la tradición de Israel, aquél que se
esperaba para anunciar le llegada del Mesías y abrirle camino. El profeta Elías
lucha contra los falsos dioses y los cultos cananeos que se prodigaban en
territorio de Israel. El marco en que aparece este relato es una sequía que
estaba a punto de matar de hambre a los habitantes del pueblo. Lo curioso de
todo ello es que aquí, el profeta, anuncia el fin de esa sequía, pero no
precisamente en territorio del pueblo elegido, sino en Fenicia, en Sidón, en
una aldea llamada Sarepta, donde una viuda a penas puede atender a la petición
del profeta, que se vale de este signo para anunciar que Dios hará que no falte
el pan y el aceite (porque vendrá la lluvia y habrá trigo y el olivo dará su
fruto).
I.2. Esta escena, podemos recordarlo, es
la que Lc 4,14-30 ha elegido como paradigma para defender la libertad de la
gracia de Dios que llega a todos los hombre y a todos los pueblos, en la famosa
escena de Nazaret. Elías, pues, en vez de hacer este signo en territorio del
pueblo de la Alianza, es a una viuda (en el AT las viudas representas a los
pobres y necesitados) a la que le llega esta gracia. El profeta le pide pan que
la mujer está a punto de hacer para ella y su hijo, aunque cree que no
sobrevivirán. ¿Le pide el profeta un imposible? Todo es un simbolismo del
relato, para poner de manifiesto que Dios no abandonará a sus hijos. Con ello,
el relato de hoy quiere poner de manifiesto que los pobres siempre son más
generosos para compartir que los que gozan de todo.
II
Lectura: Hebreos (9,24-28): El sacrificio de nuestra misma vida
II.1. La segunda lectura del día
prosigue con la teología del sacerdocio de Cristo, que es primordial en esta
carta. En esta lectura se subraya, más que en ningún otro momento, la
diferencia entre lo que hace Cristo como sacerdote y el papel del sacerdocio de
la antigua Alianza. El texto está construido con una serie de elementos de
contraste entre lo antiguo y lo nuevo, el tipo y el anti-tipo, para resaltar la
originalidad de la acción de Cristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado
del mundo. El que Cristo pudiera entrar en la intimidad de Dios, el santuario
celeste, con su propia vida, y no con sangre ajena de los sacrificios de
animales, es de un valor imperecedero. Ello pone de manifiesto que lo que Dios
quiere es el corazón del hombre, ya que Cristo le ha ofrecido su vida a Dios de
una vez para siempre..
I.2. Ya, pues, no son necesarios los
sacrificios de animales, porque no valen para nada. Si tiene valor el concepto
sacrificio y todo lo que ello significa es porque se apunta a una entrega de la
vida y de la existencia a Dios y a los hermanos. Esta forma de hablar, que en
cierta manera no se desprende de un lenguaje ritual, demanda la abolición del
pecado. Eso no quiere decir que el “pecado” no siga existiendo y apoderándose
del corazón humano, pero el pecado no ha de triunfar sobre este mundo, ni sobre
el corazón del hombre. El mal está vencido en ese acto de amor de Cristo. Este
mundo, pues, se consumará un día y entonces el pecado habrá desaparecido. Pero
mientras vivimos y este mundo sea mundo, tenemos la fuerza de Cristo para
vencer el pecado. Esta es, pues, una exhortación para vivir el misterio de la
gracia que Cristo nos ha ganado.
Evangelio:
Marcos (12,36-44): La religión sin fe, no es verdadera
III.1. Marcos, antes del discurso
escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de
simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta
Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que
buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia
independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que
describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las
personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de
todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que
contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que
allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e
imperecedero.
III.2. ¿Está Jesús a favor o en contra
del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que
debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el
culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que
no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y
analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya
a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía,
sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver
y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección
de verdadera religión y culto.
III.3. Si nos fijamos, Jesús está
proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha
echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba
convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a
Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el
simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad.
Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el
atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes
escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión
vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin
fe, que es tan frecuente.
III.4. Esa es, pues, la interpretación
que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero
la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas
su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el
servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto
significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y
solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su
mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión,
sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza
de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una
religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre
mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su
religión, porque estaba impregnada de fe en Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez,
O. P.).
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