“…el que es de
la verdad escucha mi voz”
El evangelio nos presenta en un careo a
Pilato, el rey más poderoso de la tierra, frente a Jesús, un reo maniatado que
dice que es rey y se presenta como testigo de la verdad. Que un rey sea juzgado
no es usual, pero Jesús y su el reino, “mi reino”, que él dice, no han dejado
de ser juzgados hasta nuestros días. Para Pilato el problema es que se ha
declarado rey cuando le acaba de presentar al pueblo desde el balcón de su
palacio como: El hombre, ¡Ecce Homo! Con sorna e ironía, viene a decir al
pueblo: mirad aquí tenéis al rey fracasado, al entregado. Mirad en qué han
quedado sus pretensiones, ¿qué has hecho? ¿Qué es la verdad? ¿Acaso cada hombre
no podemos reinar? ¿Por qué Jesús y su reino peculiar siguen siendo motivo de
atracción y de rechazo? ¿Qué puede temer ningún rey de la tierra, por qué los
reinos de la tierra se sienten amenazados, si no va enfrentarse con nadie, si
Jesús es pacífico, es entrega, generosidad, servicio a los demás? ¿No somos los
cristianos “sus armas” y su ejército un montón de seguidores con su fuerza? A
este reino no hay que temerlo, hay que darle la bienvenida y acogerlo: es la
solución del mundo, la vida que necesitamos.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I LECTURA
El texto
nos ayuda a pensar que el verdadero y definitivo poder viene desde lo alto, de
Dios. No hay poder humano que no deba rendirse ante el Señor.
Lectura
de la profecía de Daniel 7, 13-14
Yo estaba
mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo
como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta
él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los
pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y
su reino no será destruido.
Palabra de Dios.
Salmo 92, 1-2. 5
R. ¡Reina
el Señor, revestido de majestad!
¡Reina el Señor,
revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido de poder. R.
El mundo está
firmemente establecido: ¡No se moverá jamás! Tu trono está firme desde siempre,
tú existes desde la eternidad. R.
Tus testimonios,
Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los
tiempos. R.
II LECTURA
Cristo es
Rey, y nosotros somos de su reino. No hay reino sin un Rey, y ningún reino
puede tener más de un rey. Pensemos esto cuando estemos por someternos a
otros poderes que no vengan de Dios, y que se manifiesten con acciones que
buscan la pérdida de nuestra libertad.
Lectura
del libro del Apocalipsis 1, 5-8
Jesucristo es el
“Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los
reyes de la tierra”. Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de
su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él
sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. Él viene sobre las
nubes y todos lo verán, aun aquéllos que lo habían traspasado. Por él se
golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el
Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el
Todopoderoso.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Mc 11, 9. 10
Aleluya.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene,
el Reino de nuestro padre David! Aleluya.
EVANGELIO
“Para mí es bien impresionante ese momento en
que Cristo está solo frente al mundo representado en Pilato. La verdad se queda
sola, los mismos seguidores han tenido miedo, la verdad es tremendamente audaz,
y solamente los héroes pueden seguir la verdad. Tanto es así, que Pedro, que le
ha dicho que morirá si es necesario, anda huyendo de cobarde, y está Cristo
solo. No le tengamos miedo de quedarnos solos si es en honor a la verdad.
Tengamos miedo de ser demagogos y andar ambicionando las falsas adulaciones del
Pueblo. Si no le decimos la verdad, estamos cometiendo el peor pecado,
traicionando la verdad y traicionando al pueblo. Para Cristo es preferible
quedarse solo, pero ante el mundo representado en Pilato poder decir ‘todo el
que oye mi voz es de la verdad’” (Beato O. Romero, 25/11/1979).
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33b-37
Pilato llamó a
Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le respondió:
“¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato replicó:
“¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en
mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús respondió: “Mi realeza no es de
este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían
combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de
aquí”. Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices:
Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
Un reino que no es como los de este
mundo.
En nada se parece al de Tiberio, el
precepto poderoso de Roma. No es como Pilato se imagina: Jesús, no es alguien
que quiere llevar adelante un sistema, unas ideas políticas; no tiene afán de
acumular, no manda, no se va a defender, no va a servirse, ni humillar a la
sociedad, sino que quiere construir a las personas y a la sociedad; quiere que
las personas vivan erguidas, que participen en la fiesta de la vida todos. Su
realeza le viene del amor que Dios tiene al mundo y Dios le ha mandado a
demostrárnoslo a todos.
Un rey que ha venido a nuestra tierra
para ser testigo de la verdad.
Ha venido a manifestar la verdad y a
introducirla entre nosotros. La verdad de Jesús es su propia vida, la que
tenemos escrita en los evangelios, esta es la verdad que nos quiere comunicar.
Ella puede transformar nuestras vidas, no se trata de algo teórico, para
aprender sino para vivir. Nos dice, que los hombres tenemos salidas, tenemos
futuro, pues el mundo, como obra de Dios, está llamado a la plenitud de la
felicidad. El sueño de Dios es que todos los hombres tengamos éxito y seamos
felices.
La verdad y la mentira.
Tarde a temprano todos los seres humanos
nos planteamos cual es el sentido de nuestra vida. No lo podemos eludir y
tenemos que ser sinceros y honestos, vengamos de donde vengamos (del haber
abandonado a Dios, de no hacernos falta para nada y haberle despedido, de un
montón de incertidumbres que nos tienen confundidos, …), pues la búsqueda en la
incertidumbre no nos la podemos quitar de la cabeza.
Jesús no es el propietario de la verdad,
ni se la impone a nadie, ni la controla en los que le acogen como un juez
implacable, sino que él la vive y la expone; quiere contagiarla y que sea
nuestro atractivo; nos ayuda y propone que miremos al evangelio, porque él la
vive así. Si queremos estar en la verdad, tenemos un criterio que el propio
Jesús expone a Pilato: participar en la verdad es escuchar su voz, su vida, su
evangelio. Justo lo que no ha hecho Pilato, pues quiere quitárselo del medio.
La mentira, parece que no nos inquieta,
quizás porque estamos demasiado rodeados de ella, porque nos falta vivir en la
sinceridad que la denuncie, porque la hemos aceptado como algo necesario. ¿Por
qué la hemos adoptado como compañera de camino? ¿Es una resignación porque
nuestra sociedad está habitada por ella, en la política, en la información, en
tantos terrenos donde pisamos? ¿Podemos admitir que así llegamos a hacer una
sociedad más justa y más humana? Si se calumnia al adversario, si se engaña al
pueblo ofreciéndole protagonismo pero no dándoselo, ¿podremos hacer una
sociedad más humana y más justa? La verdad nos hará libre, nos dice Jesús.
Pilatos después del careo con Jesús le
manda a la cruz.
El mundo del mal, de la mentira, la
injusticia, la violencia y la muerte parecen vencer, pero no, Jesús va al
trono, la cruz es la verdadera entronización y muestra de su realeza. Y desde
ahí las palabras que parecían irónicas de Jesús: ¡He aquí el hombre Ecce Homo!
suenan de otra manera, pues el crucificado, no es el fracasado, sino el hombre
verdaderamente libre, capaz de entregarse y darse por los demás, el servidor,
el hombre más humano y plenificado como hombre, hermano y muy humano. Esta es
su verdadera realeza.
“Escuchar su voz”
“Escuchar su voz” en esta estampa de la
cruz no es para escandalizarnos, ni para decir: qué bueno era, cuanto hizo por
nosotros, sino para implicarnos en los procesos históricos de nuestra sociedad
y nuestra vida para que su reino sea una realidad y no se retrase más en el
mundo, pues en palabras del apocalipsis: Aquel que nos está amando, que nos
libró de nuestros pecados con su sangre, … nos ha hecho reino y sacerdotes para
reinar, son nuestra esperanza y el verdadero don que hemos heredado: reinar con
su forma de vida, siendo todos sacerdotes, devolviéndosela en alabanza. Que se
pongan a temblar los reinos de la tierra, pues esta es nuestra victoria.
ESTUDIO
BÍBLICO
La
verdad del Reinado de Dios
La festividad de Cristo Rey cierra el año litúrgico y se pretende poner
en el horizonte de nuestra historia a Aquél que ha hecho presente en este mundo
el reinado de Dios, que no es un estado, sino una situación en la que los
hombres deben aprender a vivir en solidaridad.
Iª
Lectura: Daniel (7,13-14): El reino eterno no es de los hombres
I.1. La primera lectura de hoy, tomada
del libro de Daniel, es una visión en la que el autor de este libro
apocalíptico contempla a una figura, llamada Hijo de hombre, al que se le
confía el destino del mundo. La visión es muy particular: por una parte se
habla de “reino” y “poder”. Pero esto lo entrega a Dios a una figura
misteriosa, como un Hijo de hombre. Su “reino no será destruido jamás”. No ha
habido ni habrá sobre la tierra un imperio que permanezca eternamente, porque
los imperios de la tierra no son humanos, aunque pretendan ser divinos. Tienen
los pies de barro, de insolidaridad y de injusticia. El sueño, la visión no es
otra cosa de lo que deseamos todos, pero ese reino tiene que venir de Dios (el
Anciano en la visión), pues de lo contrario no será eterno.
I.2. Sabemos que la tradición cristiana,
después de la resurrección, ha visto en esta figura humana a Jesucristo. Es un
poder que en aquél tiempo estaba en manos de fieras, que representaban los
imperios de este mundo. Ya sabemos que esos imperios han desaparecido, aunque
han venido otros. Pero lo importante es saber que un día el poder estará en
manos de Aquel, que hecho hombre, ha ganado para siempre un reino de justicia y
de hermandad. No usará el poder para esclavizar como han hecho los poderosos de
este mundo, sino para liberarnos y hacernos dignos hijos de Dios.
IIª
Lectura: Apocalipsis (1,5-8): Jesucristo nos convoca al cielo
II.1. La segunda lectura, el
Apocalipsis, se enmarca en la asamblea litúrgica, reunida en nombre del Señor,
en la eucaristía, en el domingo, día de la resurrección, en que aparece
Jesucristo, el testigo fiel. Este es un texto litúrgico lleno de matices
cristológicos, en que se proclama la grandeza del que ha de ser alabado en un
himno que encontramos en el v. 7 de la lectura de hoy. El vidente de Patmos,
pues, va a escribir a las siete Iglesias de Asia, y las saluda en nombre de
Jesucristo, quien con su propia sangre ha abierto un camino nuevo en este mundo
en el que el mal parece “reinar” con una cierta soberanía. Pero Jesucristo, el
“traspasado”, vive ya para siempre; es el alfa y la omega (las dos letras con
las que comienza y termina el alfabeto griego), porque en Jesús ha comenzado
una historia nueva y en El se consumará nuestra historia.
II.2. No deberíamos olvidar, a pesar de
lo que se cree comúnmente, que las descripciones de Ap descubren algo que debe
llegar en el futuro, sino que es algo que se cuenta como ya sucedido, aunque en
clave de futuro. Se ha escrito para hablar de Jesucristo el “traspasado” y no
de catástrofes; para hablar del triunfo de aquél que ha puesto el amor por
encima del poder y la política de la época. Y otra cosa, es el mismo Jesús el
que habla de sí mismo y de las cosas de Dios y del cielo. ¿Para qué? Para que
sigamos teniendo esperanza en su vuelta, en el triunfo definitivo de Dios. ¿Con
que garantías? Pues con la garantía de la “muerte y resurrección” de Jesús. En
este libro se habla del cielo, no del infierno. Es el cielo el que se presenta
al vidente y el vidente a sus lectores: los cristianos que sufren en este mundo
y en esta historia. Estas con las claves de la lectura del Apocalipsis y de
este hermoso texto de la liturgia de hoy. Todas las imágenes litúrgicas que se acumulan
y los títulos cristológicos como rosario de cuentas de zafiro es para afirmar
el triunfo de Dios y de Jesucristo sobre nuestra vida y nuestra muerte.
Evangelio:
Juan (18,33-37): La verdad del reinado de Jesús
III.1. El evangelio de hoy forma parte
del juicio ante el prefecto romano, Poncio Pilato, que nos ofrece el evangelio
de Juan. Es verdad que desde esa clave histórica, el evangelio de Juan tiene
casi los mismos personajes de la tradición sinóptica, entre otras cosas, porque
arraigó fuerte la pasión de su Señor en el cristianismo primitivo. La
resurrección que celebraban los primeros cristianos no se podía evocar sin
contar y narrar por qué murió, cuándo murió y a manos de quién murió. La
condena a muerte de Jesús fue pronunciada por el único que en Judea podía
hacerlo: el prefecto de Roma como representante de la autoridad imperial. En
esto no cabe hoy discusión alguna. Pero los hechos van mucho más allá de los
datos de la tradición y el evangelio de Juan suele hurgar en cosas que están
cargadas para los cristianos de verdadera trascendencia. El juicio de Jesús
ante Pilato es para Juan de un efecto mayor que el interrogatorio en casa de
Anás y Caifás. En ese interrogatorio a penas se dice nada de la “doctrina” de
Jesús. El maestro remite a sus discípulos, pero sus discípulos, como hace
Pedro, lo niegan. Y entonces el juicio da un vuelco de muchos grados para
llevar a Jesús al “pretorio”, el lugar oficial del juicio, a donde los judíos
no quisieron entrar, cuando ellos los llevaron allí con toda intención.
III.2. El juicio ante Pilato, de Juan,
es histórico y no es histórico a la vez. Es histórico en lo esencial, como ya
hemos dicho. Pero la “escuela joánica” quiere hacer un juicio que va más allá
de lo anecdótico. El marco es dramático: los judíos no quieren entrar y sale
Pilato, pregunta, les concede lo que no les podía conceder: “tomadle vosotros y
juzgadle según vuestra ley”. Pero ellos no quieren manchar “su ley” con la
sangre de un profeta maldito. Pilato tampoco, aparentemente, quiere manchar el
“ius romanum” con la insignificancia de un profeta judío galileo que no había
hecho nada contra el Imperio. El drama que está en juego es la verdad y la
mentira. Ese drama en el que se debaten tantas cosas de nuestro mundo. Pero los
autores del evangelio de Juan van consiguiendo lo que quieren con su teología.
Todo apunta a que Jesús, siempre dentro del “pretorio”, es una marioneta. En
realidad la marioneta es la mentira de los judíos y del representante de la ley
romana. Es la mentira, como sucede muchas veces, de las leyes injustas e
inhumanas.
III.3. Al final de toda esta escena, el
verdadero juez y señor de la situación es Jesús. Los judíos, aunque no
quisieron entrar en el “pretorio” para no contaminarse se tienen que ir con la
culpabilidad de la mentira de su ley y de su religión sin corazón. Esa es la
mentira de una religión que no lleva al verdadero Dios. Esto ha sido una
constante en todo el evangelio joánico. Pilato entra y sale, no como dueño y
señor, lo que debería ser o lo que fue históricamente (además de haber sido un
prefecto venal y ambicioso). El “pobre” Jesús, el profeta, no tiene otra cosa
que su verdad y su palabra de vida. El drama lo provoca la misma presencia de
Jesús que, cuando cae bajo el imperio de la ley judía, no la pueden aplicar y
cuando está bajo el “ius romanum” no lo puede juzgar porque no hay hechos
objetivos, sino verdades existenciales para vivir y vivir de verdad. Es verdad
que al final Pilato aplicará el “ius”, pero ciegamente, sin convicción, como
muchas veces se ha hecho para condenar a muerte a los hombres. Esa es la
mentira del mundo con la que solemos convivir en muchas circunstancias de la
vida.
III.4. Jesús aparece como dueño y señor
de una situación que se le escapa al juez romano. Es el juicio entre la luz y
las tinieblas, entre la verdad de Dios y la mentira del mundo, entre la vida y
la muerte. La acusación contra Jesús de que era rey, mesías, la aprovecha Juan
teológicamente para un diálogo sobre el sentido de su reinado. Este no es como
los reinos de este mundo, ni se asienta sobre la injusticia y la mentira, ni
sobre el poder de este mundo. Allí, pues, donde está la verdad, la luz, la
justicia, la paz, allí es donde reina Jesús. No se construye por la fuerza, ni
se fundamenta políticamente. Es un reino que tiene que aparecer en el corazón
de los hombres que es la forma de reconstruir esta historia. Es un reino que
está fundamentado en la verdad, de tal manera que Jesús dedica su reinado a dar
testimonio de esta verdad; la verdad que procede de Dios, del Padre. Sólo
cuando los hombres no quieren escuchar la verdad se explica que Jesús sea
juzgado como lo fue y sea condenado a la cruz. Esa es la verdad que en aquél
momento no quiso escuchar Pilato, pues cuando le pregunta a Jesús qué es la
verdad sale raudo de su presencia para que poder justificar su condena
posterior. Juan nos quiere decir que Jesús es condenado porque los poderosos no
quieren escuchar la verdad de Dios. (Fr. Miguel de Burgos Núñez O. P.).