domingo, 25 de noviembre de 2018

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


“…el que es de la verdad escucha mi voz”

El evangelio nos presenta en un careo a Pilato, el rey más poderoso de la tierra, frente a Jesús, un reo maniatado que dice que es rey y se presenta como testigo de la verdad. Que un rey sea juzgado no es usual, pero Jesús y su el reino, “mi reino”, que él dice, no han dejado de ser juzgados hasta nuestros días. Para Pilato el problema es que se ha declarado rey cuando le acaba de presentar al pueblo desde el balcón de su palacio como: El hombre, ¡Ecce Homo! Con sorna e ironía, viene a decir al pueblo: mirad aquí tenéis al rey fracasado, al entregado. Mirad en qué han quedado sus pretensiones, ¿qué has hecho? ¿Qué es la verdad? ¿Acaso cada hombre no podemos reinar? ¿Por qué Jesús y su reino peculiar siguen siendo motivo de atracción y de rechazo? ¿Qué puede temer ningún rey de la tierra, por qué los reinos de la tierra se sienten amenazados, si no va enfrentarse con nadie, si Jesús es pacífico, es entrega, generosidad, servicio a los demás? ¿No somos los cristianos “sus armas” y su ejército un montón de seguidores con su fuerza? A este reino no hay que temerlo, hay que darle la bienvenida y acogerlo: es la solución del mundo, la vida que necesitamos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

El texto nos ayuda a pensar que el verdadero y definitivo poder viene desde lo alto, de Dios. No hay poder humano que no deba rendirse ante el Señor.

Lectura de la profecía de Daniel 7, 13-14

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.
Palabra de Dios.

Salmo 92, 1-2. 5

R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!

¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido de poder. R.

El mundo está firmemente establecido: ¡No se moverá jamás! Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad. R.

Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos. R.

II LECTURA

Cristo es Rey, y nosotros somos de su reino. No hay reino sin un Rey, y ningún reino puede tener más de un rey. P­­ensemos esto cuando estemos por someternos a otros poderes que no vengan de Dios, y que se manifiesten con acciones que buscan la pérdida de nuestra libertad.

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 5-8

Jesucristo es el “Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra”. Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. Él viene sobre las nubes y todos lo verán, aun aquéllos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mc 11, 9. 10

Aleluya. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluya.


EVANGELIO

 “Para mí es bien impresionante ese momento en que Cristo está solo frente al mundo representado en Pilato. La verdad se queda sola, los mismos seguidores han tenido miedo, la verdad es tremendamente audaz, y solamente los héroes pueden seguir la verdad. Tanto es así, que Pedro, que le ha dicho que morirá si es necesario, anda huyendo de cobarde, y está Cristo solo. No le tengamos miedo de quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos y andar ambicionando las falsas adulaciones del Pueblo. Si no le decimos la verdad, estamos cometiendo el peor pecado, traicionando la verdad y traicionando al pueblo. Para Cristo es preferible quedarse solo, pero ante el mundo representado en Pilato poder decir ‘todo el que oye mi voz es de la verdad’” (Beato O. Romero, 25/11/1979).


 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33b-37

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Un reino que no es como los de este mundo.

En nada se parece al de Tiberio, el precepto poderoso de Roma. No es como Pilato se imagina: Jesús, no es alguien que quiere llevar adelante un sistema, unas ideas políticas; no tiene afán de acumular, no manda, no se va a defender, no va a servirse, ni humillar a la sociedad, sino que quiere construir a las personas y a la sociedad; quiere que las personas vivan erguidas, que participen en la fiesta de la vida todos. Su realeza le viene del amor que Dios tiene al mundo y Dios le ha mandado a demostrárnoslo a todos.

Un rey que ha venido a nuestra tierra para ser testigo de la verdad.

Ha venido a manifestar la verdad y a introducirla entre nosotros. La verdad de Jesús es su propia vida, la que tenemos escrita en los evangelios, esta es la verdad que nos quiere comunicar. Ella puede transformar nuestras vidas, no se trata de algo teórico, para aprender sino para vivir. Nos dice, que los hombres tenemos salidas, tenemos futuro, pues el mundo, como obra de Dios, está llamado a la plenitud de la felicidad. El sueño de Dios es que todos los hombres tengamos éxito y seamos felices.

La verdad y la mentira.

Tarde a temprano todos los seres humanos nos planteamos cual es el sentido de nuestra vida. No lo podemos eludir y tenemos que ser sinceros y honestos, vengamos de donde vengamos (del haber abandonado a Dios, de no hacernos falta para nada y haberle despedido, de un montón de incertidumbres que nos tienen confundidos, …), pues la búsqueda en la incertidumbre no nos la podemos quitar de la cabeza.

Jesús no es el propietario de la verdad, ni se la impone a nadie, ni la controla en los que le acogen como un juez implacable, sino que él la vive y la expone; quiere contagiarla y que sea nuestro atractivo; nos ayuda y propone que miremos al evangelio, porque él la vive así. Si queremos estar en la verdad, tenemos un criterio que el propio Jesús expone a Pilato: participar en la verdad es escuchar su voz, su vida, su evangelio. Justo lo que no ha hecho Pilato, pues quiere quitárselo del medio.

La mentira, parece que no nos inquieta, quizás porque estamos demasiado rodeados de ella, porque nos falta vivir en la sinceridad que la denuncie, porque la hemos aceptado como algo necesario. ¿Por qué la hemos adoptado como compañera de camino? ¿Es una resignación porque nuestra sociedad está habitada por ella, en la política, en la información, en tantos terrenos donde pisamos? ¿Podemos admitir que así llegamos a hacer una sociedad más justa y más humana? Si se calumnia al adversario, si se engaña al pueblo ofreciéndole protagonismo pero no dándoselo, ¿podremos hacer una sociedad más humana y más justa? La verdad nos hará libre, nos dice Jesús.

Pilatos después del careo con Jesús le manda a la cruz.

El mundo del mal, de la mentira, la injusticia, la violencia y la muerte parecen vencer, pero no, Jesús va al trono, la cruz es la verdadera entronización y muestra de su realeza. Y desde ahí las palabras que parecían irónicas de Jesús: ¡He aquí el hombre Ecce Homo! suenan de otra manera, pues el crucificado, no es el fracasado, sino el hombre verdaderamente libre, capaz de entregarse y darse por los demás, el servidor, el hombre más humano y plenificado como hombre, hermano y muy humano. Esta es su verdadera realeza.

“Escuchar su voz”

“Escuchar su voz” en esta estampa de la cruz no es para escandalizarnos, ni para decir: qué bueno era, cuanto hizo por nosotros, sino para implicarnos en los procesos históricos de nuestra sociedad y nuestra vida para que su reino sea una realidad y no se retrase más en el mundo, pues en palabras del apocalipsis: Aquel que nos está amando, que nos libró de nuestros pecados con su sangre, … nos ha hecho reino y sacerdotes para reinar, son nuestra esperanza y el verdadero don que hemos heredado: reinar con su forma de vida, siendo todos sacerdotes, devolviéndosela en alabanza. Que se pongan a temblar los reinos de la tierra, pues esta es nuestra victoria.


ESTUDIO BÍBLICO

La verdad del Reinado de Dios

       La festividad de Cristo Rey cierra el año litúrgico y se pretende poner en el horizonte de nuestra historia a Aquél que ha hecho presente en este mundo el reinado de Dios, que no es un estado, sino una situación en la que los hombres deben aprender a vivir en solidaridad.

Iª Lectura: Daniel (7,13-14): El reino eterno no es de los hombres

I.1. La primera lectura de hoy, tomada del libro de Daniel, es una visión en la que el autor de este libro apocalíptico contempla a una figura, llamada Hijo de hombre, al que se le confía el destino del mundo. La visión es muy particular: por una parte se habla de “reino” y “poder”. Pero esto lo entrega a Dios a una figura misteriosa, como un Hijo de hombre. Su “reino no será destruido jamás”. No ha habido ni habrá sobre la tierra un imperio que permanezca eternamente, porque los imperios de la tierra no son humanos, aunque pretendan ser divinos. Tienen los pies de barro, de insolidaridad y de injusticia. El sueño, la visión no es otra cosa de lo que deseamos todos, pero ese reino tiene que venir de Dios (el Anciano en la visión), pues de lo contrario no será eterno.

I.2. Sabemos que la tradición cristiana, después de la resurrección, ha visto en esta figura humana a Jesucristo. Es un poder que en aquél tiempo estaba en manos de fieras, que representaban los imperios de este mundo. Ya sabemos que esos imperios han desaparecido, aunque han venido otros. Pero lo importante es saber que un día el poder estará en manos de Aquel, que hecho hombre, ha ganado para siempre un reino de justicia y de hermandad. No usará el poder para esclavizar como han hecho los poderosos de este mundo, sino para liberarnos y hacernos dignos hijos de Dios.

IIª Lectura: Apocalipsis (1,5-8): Jesucristo nos convoca al cielo

II.1. La segunda lectura, el Apocalipsis, se enmarca en la asamblea litúrgica, reunida en nombre del Señor, en la eucaristía, en el domingo, día de la resurrección, en que aparece Jesucristo, el testigo fiel. Este es un texto litúrgico lleno de matices cristológicos, en que se proclama la grandeza del que ha de ser alabado en un himno que encontramos en el v. 7 de la lectura de hoy. El vidente de Patmos, pues, va a escribir a las siete Iglesias de Asia, y las saluda en nombre de Jesucristo, quien con su propia sangre ha abierto un camino nuevo en este mundo en el que el mal parece “reinar” con una cierta soberanía. Pero Jesucristo, el “traspasado”, vive ya para siempre; es el alfa y la omega (las dos letras con las que comienza y termina el alfabeto griego), porque en Jesús ha comenzado una historia nueva y en El se consumará nuestra historia.

II.2. No deberíamos olvidar, a pesar de lo que se cree comúnmente, que las descripciones de Ap descubren algo que debe llegar en el futuro, sino que es algo que se cuenta como ya sucedido, aunque en clave de futuro. Se ha escrito para hablar de Jesucristo el “traspasado” y no de catástrofes; para hablar del triunfo de aquél que ha puesto el amor por encima del poder y la política de la época. Y otra cosa, es el mismo Jesús el que habla de sí mismo y de las cosas de Dios y del cielo. ¿Para qué? Para que sigamos teniendo esperanza en su vuelta, en el triunfo definitivo de Dios. ¿Con que garantías? Pues con la garantía de la “muerte y resurrección” de Jesús. En este libro se habla del cielo, no del infierno. Es el cielo el que se presenta al vidente y el vidente a sus lectores: los cristianos que sufren en este mundo y en esta historia. Estas con las claves de la lectura del Apocalipsis y de este hermoso texto de la liturgia de hoy. Todas las imágenes litúrgicas que se acumulan y los títulos cristológicos como rosario de cuentas de zafiro es para afirmar el triunfo de Dios y de Jesucristo sobre nuestra vida y nuestra muerte.

Evangelio: Juan (18,33-37): La verdad del reinado de Jesús

III.1. El evangelio de hoy forma parte del juicio ante el prefecto romano, Poncio Pilato, que nos ofrece el evangelio de Juan. Es verdad que desde esa clave histórica, el evangelio de Juan tiene casi los mismos personajes de la tradición sinóptica, entre otras cosas, porque arraigó fuerte la pasión de su Señor en el cristianismo primitivo. La resurrección que celebraban los primeros cristianos no se podía evocar sin contar y narrar por qué murió, cuándo murió y a manos de quién murió. La condena a muerte de Jesús fue pronunciada por el único que en Judea podía hacerlo: el prefecto de Roma como representante de la autoridad imperial. En esto no cabe hoy discusión alguna. Pero los hechos van mucho más allá de los datos de la tradición y el evangelio de Juan suele hurgar en cosas que están cargadas para los cristianos de verdadera trascendencia. El juicio de Jesús ante Pilato es para Juan de un efecto mayor que el interrogatorio en casa de Anás y Caifás. En ese interrogatorio a penas se dice nada de la “doctrina” de Jesús. El maestro remite a sus discípulos, pero sus discípulos, como hace Pedro, lo niegan. Y entonces el juicio da un vuelco de muchos grados para llevar a Jesús al “pretorio”, el lugar oficial del juicio, a donde los judíos no quisieron entrar, cuando ellos los llevaron allí con toda intención.

III.2. El juicio ante Pilato, de Juan, es histórico y no es histórico a la vez. Es histórico en lo esencial, como ya hemos dicho. Pero la “escuela joánica” quiere hacer un juicio que va más allá de lo anecdótico. El marco es dramático: los judíos no quieren entrar y sale Pilato, pregunta, les concede lo que no les podía conceder: “tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley”. Pero ellos no quieren manchar “su ley” con la sangre de un profeta maldito. Pilato tampoco, aparentemente, quiere manchar el “ius romanum” con la insignificancia de un profeta judío galileo que no había hecho nada contra el Imperio. El drama que está en juego es la verdad y la mentira. Ese drama en el que se debaten tantas cosas de nuestro mundo. Pero los autores del evangelio de Juan van consiguiendo lo que quieren con su teología. Todo apunta a que Jesús, siempre dentro del “pretorio”, es una marioneta. En realidad la marioneta es la mentira de los judíos y del representante de la ley romana. Es la mentira, como sucede muchas veces, de las leyes injustas e inhumanas.

III.3. Al final de toda esta escena, el verdadero juez y señor de la situación es Jesús. Los judíos, aunque no quisieron entrar en el “pretorio” para no contaminarse se tienen que ir con la culpabilidad de la mentira de su ley y de su religión sin corazón. Esa es la mentira de una religión que no lleva al verdadero Dios. Esto ha sido una constante en todo el evangelio joánico. Pilato entra y sale, no como dueño y señor, lo que debería ser o lo que fue históricamente (además de haber sido un prefecto venal y ambicioso). El “pobre” Jesús, el profeta, no tiene otra cosa que su verdad y su palabra de vida. El drama lo provoca la misma presencia de Jesús que, cuando cae bajo el imperio de la ley judía, no la pueden aplicar y cuando está bajo el “ius romanum” no lo puede juzgar porque no hay hechos objetivos, sino verdades existenciales para vivir y vivir de verdad. Es verdad que al final Pilato aplicará el “ius”, pero ciegamente, sin convicción, como muchas veces se ha hecho para condenar a muerte a los hombres. Esa es la mentira del mundo con la que solemos convivir en muchas circunstancias de la vida.

III.4. Jesús aparece como dueño y señor de una situación que se le escapa al juez romano. Es el juicio entre la luz y las tinieblas, entre la verdad de Dios y la mentira del mundo, entre la vida y la muerte. La acusación contra Jesús de que era rey, mesías, la aprovecha Juan teológicamente para un diálogo sobre el sentido de su reinado. Este no es como los reinos de este mundo, ni se asienta sobre la injusticia y la mentira, ni sobre el poder de este mundo. Allí, pues, donde está la verdad, la luz, la justicia, la paz, allí es donde reina Jesús. No se construye por la fuerza, ni se fundamenta políticamente. Es un reino que tiene que aparecer en el corazón de los hombres que es la forma de reconstruir esta historia. Es un reino que está fundamentado en la verdad, de tal manera que Jesús dedica su reinado a dar testimonio de esta verdad; la verdad que procede de Dios, del Padre. Sólo cuando los hombres no quieren escuchar la verdad se explica que Jesús sea juzgado como lo fue y sea condenado a la cruz. Esa es la verdad que en aquél momento no quiso escuchar Pilato, pues cuando le pregunta a Jesús qué es la verdad sale raudo de su presencia para que poder justificar su condena posterior. Juan nos quiere decir que Jesús es condenado porque los poderosos no quieren escuchar la verdad de Dios. (Fr. Miguel de Burgos Núñez O. P.).



domingo, 18 de noviembre de 2018

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Verán venir al Hijo del hombre”

Ser “ciudadanos de nuestro tiempo”, sin lamentarnos por lo que ya fue, ni desesperanzarnos por lo que vendrá, ha sido un desafío constante para los cristianos de todas las épocas. Las lecturas de este Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, con su particular lenguaje apocalíptico, tienen buena noticia para todos los que buscamos responder a ese desafío. A nuestro futuro se promete, en medio de los tiempos difíciles, “la salvación del Pueblo” —primera lectura— y a nuestro pasado, en Cristo, se le anuncia la sobreabundancia del perdón —segunda lectura. Para ser cristianos en el mundo de hoy se nos pide escuchar a Dios que está cerca, ¡a la puerta!

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta nos anuncia que el mundo terrenal no es eterno. En este mundo, todavía luchan el bien y el mal. Daniel nos hace mirar con esperanza hacia el triunfo final, en que el Señor nos levantará para la Vida y la Luz.

Lectura de la profecía de Daniel 12, 1-3

En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno. Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.
Palabra de Dios.

Salmo 15, 5. 8-11

R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.

Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.

II LECTURA

Jesús realizó en su vida la ofrenda perfecta, y ahora está sentado junto a Dios. Él, que caminó en esta tierra y compartió nuestra historia, que se hizo solidario de nuestras fatigas y dolores, ahora nos espera al lado de Dios. Y cuando el mal y el pecado sean vencidos definitivamente nosotros también estaremos junto a Dios.

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18

Hermanos: Los sacerdotes del culto antiguo se presentan diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado. Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies. Y, así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica. Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna otra oblación.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 21, 36
Aleluya. Estén prevenidos y oren incesantemente: así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús fue un contemplativo y un gran observador. Él vio en los brotes de la higuera el símbolo para interpretar la llegada del reino de Dios, así nos exhorta para que adoptemos esta misma actitud contemplativa y vigilante. Hay personas que se alarman sólo con escuchar la expresión “fin del mundo”. Pero Jesús nos dice: “¡Miren! ¡Verán que llega el Hijo del Hombre!”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 24-32

Jesús dijo a sus discípulos: “En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Comparto con ustedes algunas pautas para una homilía que no sucumba en el lenguaje apocalíptico.

Discurso escatológico de Marcos

Nos encontramos en el discurso escatológico de Marcos. En el diálogo íntimo entre el Maestro y sus discípulos, se pregunta a Jesús cuándo sucederá el final y cuál será la señal. La respuesta en el relato posee, a la vez, una doble perspectiva, de futuro y de presente. En la perspectiva de futuro, el texto asume las imágenes de la teofanía y apocalíptica judía del día del Señor (Mt 24). Este lenguaje, por pertenecer a un tipo de expresión que no estamos muy familiarizados, puede distraer y atemorizar mucho… Pero para responder sobre el fin de los tiempos y la preocupación por el futuro, Marcos reconduce la atención al presente, marcado por la cruz del Hijo del hombre que exige tomar partido a favor de él y su palabra.

Confianza en medio de los signos de gran tribulación.

Ante las grandes preguntas, que suelen presentarse inesperada y simultáneamente en los momentos más difíciles, experimentamos, no pocas veces, perder el camino, las hojas de ruta y cualquier clase de “satélite” con que orientarnos. Es oportuno reconocer que, hay veces, la vida misma parece detenerse en un “shock cósmico” —sol en tiniebla, luna sin resplandor, estrellas por el suelo, etc. —, causándonos desconcierto, dolor y, sobre todo, un temor que roba toda esperanza. Las palabras del Jesús para los suyos no son de terror, sino todo lo contrario. Precisamente, en esos días, nos dice: “verán al Hijo del Hombre”, que viene a reunir a sus elegidos… ¡a nosotros!

La enseñanza de la higuera.

En el comienzo, cuando la humanidad se sintió desnuda y expuesta en su máxima fragilidad, la higuera, como don de Dios, les proporcionó “abrigo y protección”. Así nos lo muestra el relato de Adán y Eva que, al utilizar las hojas de esta planta, supieron descubrir, a tientas, al Dios que nos cobija, aun cuando somos pecadores. Por otra parte, los maestros judíos, en especial en Palestina, midieron con este árbol las estaciones del año. Siempre que el frío y el despojo del invierno amenazó la continuidad de la vida, la higuera fue una señal inconfundible de la proximidad del “verano”, esto es, nuevo comienzo, posibilidad de frutos, cosecha abundante y fiesta gozosa. Jesús, con la higuera, adiestra nuestra mirada para un profundo discernimiento: “aprended”; “caed en la cuenta”; “sabed”, —según sea la traducción bíblica que utilicemos—. Cuando la vida se presenta con dolores de parto, no hay motivos para la desesperanza. Allí está el Hijo del hombre que, con su “protección amorosa”, nos anuncia un “verano invencible” para nuestra vida. Es interesante recordar que el evangelio según Marcos posee una tensión mesiánica que se resuelve en la confesión, a los pies de la cruz, del centurión romano. “Viendo sufrir a Jesús dijo —aprendió, supo, cayó en cuenta— verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15, 39). En Jesús, “varón de dolores”, uno como nosotros, tenemos esperanza cierta de descubrir a Dios. Pero hay más. Jesús no solo promete, sino que nos anuncia ya una buena noticia: Él está cerca, a la puerta. La imagen del Apocalipsis nos ayuda a profundizar el sentido de Su presencia en el umbral de la propia vida: “¡Mira! Ya estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entraré en su casa, y cenaré con él, y él cenará conmigo” (Ap. 3, 20).

Sus palabras, Su historia.

Más importante que hacer cálculos sobre el fin, es permanecer fieles en su seguimiento, para lo cual, posemos las palabras de Jesús. Estas son inconmovibles —cielo y tierra pasarán— y nos aseguran su compañía a lo largo de todo el camino. Desde ellas afianzamos nuestra confianza en que Dios, nuestro Padre, ha sido y es Señor de la historia, y estará en la fase final de los tiempos como siempre: “alimentando los pájaros, vistiendo las flores, contando cada uno de nuestros cabellos, conociendo el día y la hora...” Se entiende así, que al resurgir del invierno de la muerte, Jesús nos envió “a Galilea”, lugar de la vida cotidiana. Allí, en la escucha fiel del discípulo, lo “veremos” en todo signo de resurrección, como en la ternura de las ramas, en la novedad de las yemas. Sus palabras nos permiten caer en la cuenta de la historia conjunta de Dios con todos los hombres y mujeres. Historia del gran amor salvífico que conduce la humanidad, en medio de “distintas estaciones” del camino, hacia su destino final.


ESTUDIO BÍBLICO

El final del mundo será el triunfo del bien sobre el mal

Iª Lectura: Daniel (12,1-3): Dios triunfa salvando

I.1. La lectura del libro de Daniel nos introduce en un contexto que habla del final de los tiempos, de los tiempos escatológicos. Es la expresión de un mundo apocalíptico, que fue una corriente que aparece en el s. II a. C. con objeto de responder a tiempos difíciles y de angustia para el pueblo elegido. El libro de Daniel no es propiamente el libro de un profeta, sino de un apocalíptico, cuya sintonía con la historia es a veces difícil de descifrar. En esta literatura se habla de una gran conmoción de la historia y se recurre a unos signos extraordinarios para animar a los que sufren y guardan su fidelidad a Dios. Su visión de la historia está sombreada por una visión dualista de la misma que puede llamar a engaño. Este mundo solamente, parece, tiene solución si Dios interviene y termina con todo en beneficio de los buenos, o del pueblo elegido o de los que han impuesto su criterio. Es una solución que tiene ciertos esquemas poco adecuados, aunque, por otra parte, palpita un deseo ardiente de ver a Dios intervenir en la historia que ha creado; y esto es positivo. Pero esa intervención no será según quieren los hombres, sino en la libertad soberana de Dios.

I.2. En nuestra lectura de hoy, Miguel “¿quién como Dios?”, el protector del pueblo según aquella mentalidad, vendrá para proclamar salvación y resurrección para los elegidos. Es en este libro donde aparece por primera vez la resurrección y la vida más allá de la muerte en la fe de Israel. Es esto lo más importante a señalar. Porque en esta lectura apocalíptica hay un mensaje de esperanza y salvación. Es verdad que en aquél momento la teología no daba más de sí, y solamente se proclamaba para los elegidos; pero desde una lectura del Nuevo Testamento, la resurrección y salvación de Dios está abierta a todos los hombres que confían en El.

I.3. Efectivamente, a Israel le costó mucho llegar a una solución de la vida humana después de la muerte. Y eso que tenemos salmos y oraciones que podrían conducir a ver que estaba implicado un mensaje de esperanza más certero en la misma antropología bíblica. Por tanto, si hay resurrección, una vida después de la muerte, una vida en las manos de Dios, entonces los textos e imágenes apocalípticas deben leerse como el resultado de una conquista humana y religiosa, por la cuál se responde al anhelo que todos llevamos en nuestro corazón. Estamos hablando de “experiencias” religiosas de una época y de una cultura. Lo importante es la verdad que en ello hay, no las imágenes míticas con las que se reviste el lenguaje apocalíptico. El oprobio, la condenación, el juicio… es el ropaje de la época para hablar del triunfo de Dios. Pero, como creemos por el mensaje del NT, el triunfo de Dios no tiene que ser necesariamente así; el juicio de Dios sobre los hombres y la historia ha de ser salvando y humanizando.

II ª Lectura: Hebreos (10,11-14.18): Sacrificio nuevo: vida entregada a Dios y a los hombres

II.1. La segunda lectura nos ofrece el último texto de la carta a los Hebreos en este ciclo que está a punto de terminar. Se vuelve a insistir en la diferencia entre el sacerdocio y los sacrificios de la antigua Alianza y el sacerdocio y el sacrificio de Cristo. Lo que el autor de la carta a los Hebreos nos quiere señalar es que los ritos, las ceremonias, los sacrificios de animales, están vacíos porque no consagran nuestra vida al Dios vivo y verdadero. El autor de la carta quiere apoyar su tesis de la fuerza del sacrificio de Cristo que une verdaderamente a Dios y a los hombres, en el Sal 110. Por eso, a diferencia de los sacrificios de la antigua ley, el de Cristo lleva a la perfección (téléioun) lo que deben ser las ofrendas a Dios. No deben ser de animales que nada comprometen ni al que las ofrecía ni a los mismos oferentes (aunque muchos lo hacían muy de corazón). La ofrenda de la vida es lo que vale, como decía Oseas 6,6: “misericordia quiero y no sacrificio; conocimiento de Dios…”.

II.2. Se habla que Cristo está junto al Padre, en el santuario celeste, para interceder por nosotros, porque su sacrificio de amor en la cruz permanece eternamente. Ese es el sacrificio que ha perdonado de antemano los pecados de todos los hombres. Saber que seremos perdonados, pues, es todo un impulso de confianza en el que se muestra que el valor no está en el sacrificio o el rito que se haga, sino en poder estar en comunión con Aquél que ha dado su vida por nosotros. Es muy importante en todo sacrificio lo que uno siente, ¡es verdad! Pero no basta con “sustituir” la comunión con Dios y con los hermanos con cosas externas. Lo externo puede llevarnos a la decadencia o a la inmutabilidad; ofrecemos cosas, pero nuestra mente y nuestro corazón siguen imperturbables a la acción divina y santificadora.

Evangelio: Marcos (13,24-32): La historia se transforma, no se aniquila

III.1. El evangelio de hoy forma parte del discurso apocalíptico de Marcos con que se cierra la actividad de Jesús, antes de entrar en la pasión. Es propio de la liturgia con la que culmina el año litúrgico usar esos textos apocalípticos que plantean las cuestiones finales, escatológicas, del mundo y de la historia. Jesús no fue muy dado a hablar de esta forma, pero en la cultura de la época se planteaban estos asuntos. Por ello le preguntan sobre el día y la hora en que ha de terminar este mundo. Jesús –según Marcos-, no lo sabe, no lo dice, simplemente se recurre al lenguaje simbólico de los apocalípticos para hablar de la vigilancia, de estar alertas, y de mirar “los signos de los tiempos”. No podemos negar que aquí hay “palabras” de Jesús, pero hoy se reconoce que la comunidad primitiva, algunos círculos de profetas-apocalípticos, cultivaron estos dichos de Jesús y los acomodaron a su modo de vivir en una itinerancia constante y en la adversidad y el rechazo de su mensaje de Dios.

III.2. Tenemos que reconocer que Mc 13, lo que se llama el apocalipsis sinóptico, se presta a muchas interpretaciones de distinto perfil histórico, literario y teológico. Se reconoce que no es propiamente de Jesús, sino de los cristianos que, ante una crisis, de guerra, de persecución, escribieron este texto. Pusieron palabras de Jesús que se mantenían en la tradición para tratar de afrontar los problemas que se presentaban para judíos y cristianos. Es posible que la base del mismo pueda explicarse en la crisis de Calígula el 40 d. C., en tiempos de Petronio, legado de Siria, para llevar a cabo la orden de poner una estatua del emperador en el templo para ser adorado como dios. Esta es una hipótesis entre otras, pero razonable. No obstante no todo el texto se explica en este momento. Posteriormente y separados ya judíos y cristianos, se vuelve sobre este texto ante nuevas dificultades. Las opiniones son muy diversas y, a veces, extravagantes. El cristianismo primitivo estuvo muy influenciado por la corriente apocalíptica. Esto no se niega. Pero la solución de la historia y de la vida de los hombres no debería tomarse al pie de la letra todo esto. Pero una cosa sí es cierta: ante la tiranía todo los hombres de cualquier clase y religión estamos llamados a resistir en nombre de Dios.

III.3. Los signos de los tiempos siempre han sido un criterio profético de discernimiento de cómo vivir y de qué esperar. ¿Por qué? Porque los profetas pensaban que Dios no había abandonado la historia a una suerte dualista donde la maldad podría imponerse sobre su proyecto de creación, de salvación o liberación. Pero los signos de los tiempos hay que saberlos interpretar. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. La historia se “transforma” así, no acaba ni tiene por qué acabar de buenas a primeras con una catástrofe mundial. Y Dios interviene en la historia “por nosotros” y nunca “contra nosotros”. De la misma manera que el anuncio del “reino de Dios” por parte de Jesús -su mensaje fundamental-, es una convicción de su providencia y de su fidelidad a los hombres que hacen la historia.

III.4. Cierto tipo de mentalidades siempre han creído y propagado que el final del mundo vendrá con una gran catástrofe en la que todo quedará aniquilado. Pero eso no nos obliga necesariamente a creer que eso será así. Dios tiene sus propios caminos y sus propias maneras de llevar hacia su consumación esta historia y nuestra vida. El discurso está construido sobre palabras de Daniel 7,13-14 en lo que se refiere a venida del Hijo del Hombre. Sin embargo, en los términos más auténticos de Jesús se nos invita a mirar los signos de los tiempos, como cuando la higuera echa sus brotes porque el verano se acerca; a descubrir un signo de lo que Dios pide en la historia. Dios tiene sus propios caminos para poner de manifiesto que en esta historia nada pasa desapercibido a su acción y de que debemos vivir con la espera y la esperanza del triunfo del bien sobre el mal; que no podemos divinizar a los tiranos ni deshumanizar a los hijos de Dios. Los tiranos no pueden ser dioses, porque todos los hombres son “divinos” como imagen de Dios. Así es como se transformará esta historia a imagen del “reinado de Dios” que Jesús predicó y a lo que dedicó su vida. (Fr. Miguel de Burgos Núñez O. P.).




domingo, 11 de noviembre de 2018

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Ha echado todo lo que tenía para vivir”

La Escritura pone hoy ante nosotros la intuición evangélica  - ya presente en la tradición profética-  de la necesidad que tenemos como creyentes de estar ubicados  en el lugar y los valores precisos para que sea posible en nosotros una verdadera recepción de la Palabra.

Sólo quien se acerca al misterio desde el desposeimiento –de sí mismo y de lo suyo- y al lado de los desposeídos, se pone en verdadera disposición de abrirse al cumplimiento de las promesas de vida y plenitud que el Señor nos ofrece.

En nuestro momento histórico se hacen imprescindibles creyentes y comunidades cristianas desinstaladas,  capaces de ofrecer al mundo un testimonio de entrega desinteresada. Sólo así podremos ser signo de salvación y testigos de la esperanza cristiana.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La situación es de una necesidad y soledad tan extrema que esta viuda sólo puede prever la muerte. Y sin embargo, en esa situación límite, confía y entrega todo lo que tiene, con generosidad. En ese dar sin medida, la Providencia de Dios se hace presente. Su confianza en la palabra del profeta, hombre de Dios, trajo la transformación a su dura realidad.

Lectura del primer libro de los Reyes 17, 8-16

La palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos: “Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento”. Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber”. Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme también en la mano un pedazo de pan”. Pero ella respondió: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”. Elías le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”. Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios.
Salmo 145, 6c-10

R. ¡Alaba al Señor, alma mía!

El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

II LECTURA   

Los sacerdotes del templo de Jerusalén hacían rituales con la sangre de los animales que se ofrecían en los sacrificios. Se consideraba que la sangre era eficaz por estar relacionada con la fuerza de la vida. Jesús no necesitó hacer rituales ni sacrificios externos, porque toda su existencia fue una ofrenda de amor donde se jugó la vida.

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28

Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Mt 5, 3

Aleluya. Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús se sentó a mirar. Y su mirada contemplativa descubrió en la acción de la viuda pobre todo lo que había en ese corazón. Las acciones así de pequeñas suelen pasar inadvertidas. Por eso Jesús tuvo que llamar directamente a sus discípulos para que pusieran la atención sobre esto. Hay una enseñanza que Jesús nos quiere dar, y para eso es necesario que pongamos la mirada sobre los más pobres, los que no hacen alarde, los que no se hacen propaganda a sí mismos y están poniendo todo el corazón en cada pequeña obra cotidiana.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 41-44

Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Alcuzas vacías

Nos recuerda el episodio de la viuda de Sarepta que la voluntad de Dios sobre el ser humano es siempre una promesa de bienestar y plenitud.  La entrega incondicional, la desinstalación, el “dar todo lo que se tiene” tiene como resultado el cumplimiento de esa promesa.

Argumentando en sentido contrario, podríamos decir que no hay más camino para hacer realidad  la voluntad salvífica de Dios que esa primera “kénosis”, ese abandonarse desde la esperanza, en la confianza de que la promesa se haga verdad en nosotros.

Dios sale a nuestro encuentro desinstalándonos, sacándonos de nuestras pequeñas seguridades, para abrirnos a un futuro de plenitud que únicamente somos capaces de entrever –contra toda evidencia- desde la fe.

En este tiempo de “alcuzas vacías” para millones de seres humanos condenados a una existencia precarizada y despojada de dignidad, la Palabra alumbra el caminar del creyente. Se nos propone el “decrecimiento” voluntario, la puesta a disposición del hermano, la entrega radical como único medio de allanar la llegada del Reino en su plenitud. Solamente donde existen discípulos y comunidades dispuestas a vaciarse de sus bienes, de su orgullo, de su posición,

Morir una sola vez

La carta a los Hebreos nos habla de las dos venidas del Señor. Esperamos ese tiempo de salvación definitiva. Un mundo nuevo en el que veremos colmadas nuestros anhelos  de una realidad distinta y mejor para todos. Y mientras tanto, es el tiempo de los creyentes, el tiempo de la esperanza, la hora del Espíritu.

Una vez más, la Palabra nos urge a acoger la llamada a ser protagonistas de nuestro momento histórico, desde una actitud de abandono que nos haga capaces de abrirnos a la búsqueda de aquello que se nos promete.

En nuestro contexto socioeconómico, ese destino del que nos habla la Palabra, ese “morir una sola vez”, parece una quimera inalcanzable para tantas hermanas y hermanos que llevan en su existencia la condena a la muerte lenta y reiterada del abandono y la exclusión.

Son ellos, los olvidados, quienes poco o nada tienen que perder, quienes acaso están en mejor disposición de enarbolar la bandera de la esperanza en esa otra realidad posible. Nosotros, tantas veces confiados en otros salvadores,  en tantas ocasiones satisfechos de nosotros mismos, quizás hayamos perdido el horizonte y la capacidad de escucha de la verdadera liberación que el Señor nos ofrece.

Una sentencia rigurosa

El evangelista Marcos, actualizando el episodio de la viuda del libro de los Reyes, nos habla precisamente de esa actitud imprescindible en todo creyente.  Frente al rigorismo y la ley, el Señor apoyándose en el testimonio de la sencilla limosna de la viuda, marca el camino a los discípulos haciéndoles  reconducir su mirada: es sólo la verdad del corazón la que nos acerca a Dios. Cuando el ansia de poder, la búsqueda de notoriedad se convierten en el centro de nuestro horizonte vital, nos inhabilitamos para el encuentro con la potencialidad liberadora del mensaje cristiano.

La misma intuición nos proponían en la segunda mitad del siglo XX algunos teólogos latinoamericanos  al decir que la “salvación viene de abajo, del pobre”. De ese mundo provienen elementos e impulsos de  salvación que difícilmente podemos encontrar en otros entornos. Los portadores simbólicos de la salvación son lo pobre y lo pequeño, como el siervo sufriente y mesías crucificado (cf. Jon Sobrino)

Ha tenido éxito entre nosotros la expresión del Papa Francisco en la que nos propone la construcción de una “Iglesia en salida”.  Además de incidir en la vertiente misionera de la comunidad cristiana, la expresión acoge también el sentido de presentar a una Iglesia desinstalada, despojada, voluntariamente empobrecida para hacer más creíble su mensaje y como signo de cercanía y acogida de las víctimas de la “cultura del descarte” (nuevamente en palabras de Francisco) en la que vivimos.

Una mirada sincera a nuestra realidad personal y eclesial quizás nos haga temer –como a aquellos escribas del evangelio- una sentencia rigurosa del Señor.

ESTUDIO BÍBLICO.

El culto verdadero es entregar la vida

I Lectura: 1Reyes (17,10-16): Dios está con los que le necesitan

I.1. Esta lectura es del ciclo del profeta Elías, el profeta más venerado de la tradición de Israel, aquél que se esperaba para anunciar le llegada del Mesías y abrirle camino. El profeta Elías lucha contra los falsos dioses y los cultos cananeos que se prodigaban en territorio de Israel. El marco en que aparece este relato es una sequía que estaba a punto de matar de hambre a los habitantes del pueblo. Lo curioso de todo ello es que aquí, el profeta, anuncia el fin de esa sequía, pero no precisamente en territorio del pueblo elegido, sino en Fenicia, en Sidón, en una aldea llamada Sarepta, donde una viuda a penas puede atender a la petición del profeta, que se vale de este signo para anunciar que Dios hará que no falte el pan y el aceite (porque vendrá la lluvia y habrá trigo y el olivo dará su fruto).

I.2. Esta escena, podemos recordarlo, es la que Lc 4,14-30 ha elegido como paradigma para defender la libertad de la gracia de Dios que llega a todos los hombre y a todos los pueblos, en la famosa escena de Nazaret. Elías, pues, en vez de hacer este signo en territorio del pueblo de la Alianza, es a una viuda (en el AT las viudas representas a los pobres y necesitados) a la que le llega esta gracia. El profeta le pide pan que la mujer está a punto de hacer para ella y su hijo, aunque cree que no sobrevivirán. ¿Le pide el profeta un imposible? Todo es un simbolismo del relato, para poner de manifiesto que Dios no abandonará a sus hijos. Con ello, el relato de hoy quiere poner de manifiesto que los pobres siempre son más generosos para compartir que los que gozan de todo.

II Lectura: Hebreos (9,24-28): El sacrificio de nuestra misma vida

II.1. La segunda lectura del día prosigue con la teología del sacerdocio de Cristo, que es primordial en esta carta. En esta lectura se subraya, más que en ningún otro momento, la diferencia entre lo que hace Cristo como sacerdote y el papel del sacerdocio de la antigua Alianza. El texto está construido con una serie de elementos de contraste entre lo antiguo y lo nuevo, el tipo y el anti-tipo, para resaltar la originalidad de la acción de Cristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado del mundo. El que Cristo pudiera entrar en la intimidad de Dios, el santuario celeste, con su propia vida, y no con sangre ajena de los sacrificios de animales, es de un valor imperecedero. Ello pone de manifiesto que lo que Dios quiere es el corazón del hombre, ya que Cristo le ha ofrecido su vida a Dios de una vez para siempre..

I.2. Ya, pues, no son necesarios los sacrificios de animales, porque no valen para nada. Si tiene valor el concepto sacrificio y todo lo que ello significa es porque se apunta a una entrega de la vida y de la existencia a Dios y a los hermanos. Esta forma de hablar, que en cierta manera no se desprende de un lenguaje ritual, demanda la abolición del pecado. Eso no quiere decir que el “pecado” no siga existiendo y apoderándose del corazón humano, pero el pecado no ha de triunfar sobre este mundo, ni sobre el corazón del hombre. El mal está vencido en ese acto de amor de Cristo. Este mundo, pues, se consumará un día y entonces el pecado habrá desaparecido. Pero mientras vivimos y este mundo sea mundo, tenemos la fuerza de Cristo para vencer el pecado. Esta es, pues, una exhortación para vivir el misterio de la gracia que Cristo nos ha ganado.

Evangelio: Marcos (12,36-44): La religión sin fe, no es verdadera

III.1. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.

III.2. ¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.

III.3. Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.

III.4. Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).