domingo, 15 de marzo de 2015

DOMINGO 4° DE CUARESMA


Cuaresma es el “tiempo de la misericordia”. Unas semanas para caer en la cuenta de la realidad que continuamente origina y da sentido a nuestra existencia humana: el amor de Dios revelado en Jesucristo. No es una divinidad alejada o apática, inventada por nuestros miedos sino Dios con nosotros y falsas apoyaturas sino Dios-con nosotros- que nos ama incondicionalmente hasta la muerte de cruz y hasta vencer a la muerte en con nuestra humanidad.

En el primer domingo de cuaresma la liturgia celebró a Jesucristo como nuevo Adán, humanidad realizada en el paraíso: en convivencia pacífica con los demás vivientes, pero “servido por ángeles”, es decir en intimidad con el Creador que es “Abba”, ternura infinita.

En el segundo domingo la liturgia proclamó la fe de la comunidad cristiana que aún debe soportar los conflictos y crisis de la vida: Jesús tiene que enfrentarse con el sufrimiento y la muerte, los discípulos no lo entienden, “están dormidos”, pero en la transfiguración es confesado como el Hijo amado, con el vestido resplandeciente del Resucitado.

En el tercer domingo el gesto profético de Jesús echando fuera del templo a los vendedores del templo que, con su lógica mercantilista, prostituían el lugar de oración o atrio de los gentiles, sugirió que la liturgia cristiana no se reduce a prácticas religiosas sino que implica una conducta existencial para construir la fraternidad o reinado de Dios; un culto en espíritu y en verdad.

Y en esa misma línea la Palabra en este domingo 4º de cuaresma da un paso más: hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en la verdad del mundo.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

El texto resume en pocas líneas lo que fue la caída y restauración de Jerusalén y del Templo. Después de la destrucción de la ciudad, la población fue deportada, hasta que Ciro autorizó el regreso y la reconstrucción. En todos esos acontecimientos, los dolorosos y los alegres, el pueblo debe encontrar la voluntad de Dios para cada momento.

Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23

Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio. Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada, y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: “La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años”. En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: “Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!”.
Palabra de Dios.

SALMO 136, 1-6

R. ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. R.

Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: “¡Canten para nosotros un canto de Sión!”.R.

¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha. R.

Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías. R.

II LECTURA

Dios “nos primereó”, como le gusta decir al papa Francisco. No esperó a que nosotros fuéramos santos para luego amarnos. “Cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados”, él se nos adelantó y nos amó primero. Así de importantes somos para él.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 4-10

Hermanos: Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.
Palabra de Dios.

Aclamación Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga Vida eterna. 

EVANGELIO

 “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: ‘Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna’” (Benedicto XVI, Encíclica Dios es amor).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 14-21

Dijo Jesús: "De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

La verdad de Dios: Primera lectura (segundo libro de las Crónicas 36. 14-16: 19-23)

Según la historia bíblica, los antiguos esclavos en Egipto entraron en la región de Canaán con la experiencia de Dios que, “movido a compasión”, intervino para liberarlos. Esa memoria les impulsó a combatir la idolatría o falsos dioses que amparaban y encubrían la codicia de los poderosos generando en aquellos pueblos cananeos la injusticia y explotación de los pobres. El monoteísmo surgió no como fruto de un discurso metafísico sino desde la experiencia en un Dios ético. Ello explica que, a la hora de organizarse dentro de la región, se repartirá la tierra según el número de miembros en cada tribu y no hubiera jefes ni reyes; la primera legislación de aquel pueblo buscaba una sociedad justa donde todos gozaran de los mismos derechos, y los pobres no quedasen abandonados. A pesar de los saludables avisos del profeta Samuel sobre los males acarreados por la monarquía, el pueblo hebreo influenciado por los otros pueblos quiso tener sus reyes. En efecto, con la monarquía vino la corrupción del poder, la invasión de de los caldeos, la destrucción del templo de Jerusalén la deportación de sus líderes al destierro. Pero llegó el imperio persa y su rey Ciro a quien “el Señor, rey de los cielos”, encarga edificar el templo de Jerusalén.

¿Cuál la lectura teológica de estos acontecimientos? Lo peculiar de la historia bíblica es la revelación de Dios, misterio inefable siempre mayor, es que acompaña siempre a los seres humanos y a la creación entera en su andadura por el tiempo. La verdad Dios en la Biblia es el amor fiel y estable, la compasión. Es alguien que no se impone nunca por la fuerza; que acompaña siempre con entrañas de misericordia; que no es hipócrita, que se mantiene fiel en el amor, que es digno de confianza. Dios expresa su verdad en acontecimientos y palabras. Su manifestación última en la historia es Jesucristo a quienes sus mismos adversarios reconocen: “Maestro, sabemos que eres veraz, que no temes a nadie, que no te fijas en el rango social y apariencia de las personas, sino que enseñas el camino de Dios en verdad” (Mc 12,14). En la convicción firme de que Dios es compasivo y protector de su pueblo, símbolo de toda la humanidad, está presente y activo en todos los momentos y en todas las situaciones de la vida humana, se comprende la interpretación teologal incluso de un mal como fue el destierro para que despertara el pueblo a su vocación original. La verdad de Dios se manifiesta no sólo en sus enviados o portavoces como son los jueces y profetas del pueblo hebreo. También, como es el caso de Ciro el emperador persa, en todos los seres humanos que se abren a esa presencia misericordiosa de Dios y son portadores de liberación para los otros.

José Saramago, premio nobel en literatura, escribió una breve novela “Ensayo sobre la Ceguera”, destacando que la cultura actual, va creando un modelo de persona, productora, consumidora y depredadora que se instala en la superficialidad. No tiene lesión fisiológica en los ojos, pero su mirada se pierde como en un mar de leche y está sufriendo “•una ceguera blanca” que le impide ver la realidad tal cual es. Pues bien, lo más real de la real de la realidad es la presencia de Dios, tantas veces ignorada. Una presencia de misericordia que a todo da vida y aliento. Y esa verdad de Dios está presente incluso en nuestros males y en los lados oscuros de nuestra existencia. Siempre como “Abba”, poder invencible que se manifiesta como misericordia. Es decisiva esta fe o experiencia, que Jesús de Nazaret plasmó de modo único en su conducta, y así es Primogénito de los creyentes. Escuchando lo que nos dice el papa Francisco en la exhortación “El gozo del Evangelio”, en este tiempo de Cuaresma vivamos el gozo de que la verdad de Dios “su ternura no se ha agotado, se renueva cada día”

La verdad del ser humano (Segunda lectura: de la Carta de la Carta a los Efesios, 2,4¬-10)

Por cultura entendemos un modo de interpretar y organizar la vida. En cada cultura hay unas creencias y unos criterios valorativos de las personas. En los inicios de la cultura moderna, la persona fue valorada por su mayoría de edad a la hora de tener juicios propios sin bajar la cabeza sin más ante lo que otros dicen. Ya es conocido el lema del pensador Descartes en el s. XVII: “pienso, luego existo”. Después, sobre todo en esa etapa de la modernidad incapaz de darse nombre y por llamada “postmodernidad”, se destaca más bien la dimensión afectiva: “amo, tengo fuertes sensaciones gratificantes, luego existo”. En una sociedad adiestrada para el consumo desenfrenado, el eslogan más o menos consciente sería “compro y gasto, luego existo”.

Según lo que dice esta segunda lectura de la misa, las personas valen y tienen una dignidad inviolable “por el gran amor con que Dios nos ama”, “por su bondad para nosotros en Cristo Jesús”. Bien podemos decir: “soy amado, luego existo; “el profundo estupor ante la dignidad del ser humano se llama evangelio”. No es sólo que seamos perdonados. Lo radical y primero en los seres humanos es el amor, el ser llamados y amados gratuitamente. Fue la experiencia que, siguiendo a Jesucristo, tan intensamente vivió Pablo de Tarso. Todos son gratuitamente llamados pues la voz de Dios que habla en el sagrario de su conciencia. Los cristianos hemos percibido esa voz en la conducta histórica de Jesús, y nuestra experiencia más original es que somos amados incondicionalmente, incluso cuando somos pecadores. Como dice el papa Francisco, aún en los momentos más oscuros y difíciles permanece “al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amados más allá de todo”.

Todos necesitamos ser amados y reconocidos. Cuando nadie nos ama, nuestra vida pierde sentido, y cuando ni siquiera nos amamos a nosotros mismos, parece que la vida hay no merece la pena. Hoy tenemos la facilidad de amontonar placeres de todo tipo, pero en medio de tantas oportunidades, la falta de sentido que de algún modo anime todos nuestros pasos, incluidos los duros trances de sufrimiento y de muerte, es el cáncer que nos está matando. Vivimos en una cultura des-animada.

Cuaresma es tiempo de conversión. Pero conversión ¿a quién o a qué? Jesús de Nazaret inicia su misión profética invitando: “convertíos porque ya está irrumpiendo el reino de Dios” (Mc 1,14-15). No es conversión a una divinidad ofendida por nuestros pecados, a fin de aplacar su ira para evitar el castigo que merecemos. Eso no es tan buena noticia. La predicación del Bautista era muy amenazante, y más aún la de algunos predicadores cuaresmeros que te metían el miedo en el cuerpo y enseguida ibas a confesar para evitar posibles represalias. Jesús más bien presenta la buena noticia: Dios está interviniendo ya como amor construyendo con y desde dentro de la humanidad esa sociedad fraterna, simbolizada en un banquete de bodas al que todos somos invitados para sentarnos a la mesa común de la creación como personas libres, y participar como hermanos y amigos en la alegría de la fiesta. La conversión cuaresmal no es por miedo al castigo. Es por haber descubierto un tesoro escondido, algo que nos hace felices, y para conseguirlo, “con alegría” empeñamos todos nuestros recursos para encontrar ese tesoro que nos hace felices.

El papa Francisco hace una sugerente observación: “Hay cristianos cuya opción parece la de una Cuaresma sin Pascua”. Ya filósofos del s. XIX se declararon ateos en buena parte porque los cristianos que creían en Dios, andaban por el mundo con la cara de poco redimidos. Si de verdad creemos que el amor incondicional de Dios en favor de la humanidad ha llegado hasta soportan la cruz donde ha vencido a la muerte ¿no deberemos vivir con profundo gozo nuestra conversión cuaresmal? Según el ritual antiguo en la imposición de la ceniza se decía: “recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. La fórmula está bien y es interpelante para denunciar nuestras muchas vanidades, pero más que buena noticia, es constatación de las limitaciones que todos experimentamos. Según el ritual renovado, ahora se dice: “convertíos y creed en el evangelio”. La verdadera conversión o fe cristiana es abrirse con amor a la buena noticia de Jesucristo: Dios nos ama gratuitamente a todos sin discriminaciones. Cuando nos hacemos permeables a ese amor de Dios encarnado en la conducta histórica de Jesús, estamos en camino de la verdadera conversión cristiana.

En este tiempo de cuaresma somos invitados a vivir la verdad del ser humano y nuestra propia verdad con “la certeza personal” de que todas las personas, incluidos nosotros mismos, estamos sostenidos y afirmados “por una amor más allá de todo”. En consecuencia, no sólo somos amados y llamados cada uno en particular. Jesús llamó “a los que quiso para que estuvieran con él y pare enviarles a evangelizar” (Mc 3,14). Luego los cristianos somos llamados y convocados. No hay vocación cristiana sin convocación. Y si realmente creemos que Jesucristo es Palabra que ilumina a todas las personas, el bautizado tiene una vocación católica. Se siente convocado con todos los hombres y mujeres de buena voluntad y sincero corazón. No hay nada más opuesto a la vocación cristiana que el espíritu sectario.

Cuaresma es el tiempo de la misericordia. Para celebrar y dejarnos transformar por la misericordia de Dios, siendo compasivos y misericordiosos con todos los seres humanos y con toda la creación que continuamente brotan y se mantienen por esa misericordia. Como dice la segunda lectura de hoy “todos somos obra suya”. En una sociedad cada vez más agresiva y en una economía individualista deformada por la fiebre posesiva en todos los ámbitos se ha puesto la lógica de la comercialización, la comunidad cristiana debe actuar con entrañas de misericordia escuchando, dejándose convertir, por la invitación de Jesucristo: “dadles vosotros de comer”. Ofreced de modo creíble una conducta de la misericordia que se hace compasión eficaz ante las víctimas y compromiso con la justicia en situaciones de injusticia. En cuaresma tenemos la oportunidad de convertirnos. De interpretar y organizar nuestra existencia como servicio a la verdad o dignidad del ser humano, y de así vivir nuestra propia verdad. De tener como criterios: compartir en vez de acaparar, valorar a las personas polo lo que son y no por lo que aparentan o económicamente aportan; de ejercer el poder momo servicio a los demás y no como medio para asegurarnos sólo nosotros y nuestro gripo; para ser solidarios y no individualistas en la organización social. Por ahí tiene que ir la conversión en cuaresma.

En la verdad del mundo (Evangelio 3,14-21: encuentro de Jesús con Nicodemo)

El encuentro de Jesús con Nicodemo, es la confrontación de la verdad de Dios y la verdad del ser humano, con la verdad o realidad del mundo aquí representada por el rabinismo infectado de hipocresías o apariencias.
En sus escritos el cuarto evangelista presenta dos dimensiones reales en la verdad del mundo. Por una parte una dimensión positiva: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito” (Jn 3,16). Es decir, tanto ama Dios a este mundo que continua y gratuitamente se está autocomunicando “como amigo” (Vaticano II). Por tanto cabe una mirada de simpatía y de amor al mundo. Pero también destaca otra dimensión negativa: “no améis al mundo ni lo que hay en el mundo- la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas-no viene de Dios sino del mundo” (1 Jn , 2,15-16). Esta es la verdad o realidad del mundo.

Nicodemo está viviendo esta verdad del mundo. Por una parte vive de miedos al qué dirán, de apariencias. Por eso se acerca a Jesús “de noche”, para que no le vean. Por otra parte siente atracción por el evangelio de Jesús en quien vislumbraba la presencia de Dios ¿Cómo hacer la verdad de Dios misericordia entrañable y la verdad del ser humano inseparable de Dios, en la verdad o ambigüedad de este mundo?

Jesús habla de un nuevo nacimiento en el Espíritu. El verbo griego empleado significa “nace de nuevo” y “nacer de arriba”. Un nuevo nacimiento para entrar “en el reino de los cielos”. La expresión es de los evangelios sinópticos y concretamente del evangelista Mateo. Nicodemo representa al rabinismo cerrado en sí mismo, integrado por ciegos que aparentar ser los únicos que ven. Lo explicita bien el relato sobre la curación del ciego de nacimiento (Jn c.9). Esos rabinos –cuando Juan escribe su evangelio son los fariseos- se creen dueños de la verdad e impiden que el ciego vea, es decir que sea él mismo. En ese mundo de la hipocresía y del poderío, Jesús curando al ciego de nacimiento, defiende la verdad del ser humano, su vocación creacional; es significativo el gesto de amasar un poco de barro con saliva para curar al ciego evocando lo que cuenta el relato bíblico sobre la creación del ser humano: “he venido a este mundo para que los que no ven vean” (Jn 9,39).

Y Jesús acentúa la dimensión positiva del mundo: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él sino que tenga vida eterna”. Según esta revelación debe cambiar nuestra forma de mirar al mundo. Está sostenido y arropado por el amor de Dios ¿por qué vamos a condenarlo sin más? El Vaticano II ratificó la alianza y la solidaridad de la Iglesia con el mundo. Y en la clausura del concilio habló de la actitud samaritana de la respecto al mundo contemporáneo.

Pero la Palabra que es luz y a todos los seres humano ilumina, no es recibida por todos los seres sino frecuentemente rechazada. Fue la conducta de aquel rabinismo cerrado que rechazó la luz del evangelio: “vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron”. Y aquí tenemos también la verdad del mundo, su lado sombrío, generado por la concupiscencia de los ojos y la arrogancia del prepotente que cada uno llevamos dentro. ¿Cómo hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en esta verdad ambigua del mundo?

“El que cree en mi no será condenado; el que no cree ya está condenado”. La fe no es sólo admitir verdades formuladas con autoridad por otros. Es ante todo y sobre todo apertura incondicional de la persona a esa presencia del “Abba” revelado en Jesucristo. Un acto complejo que implica sintonía espiritual profunda, confianza gozosa y sumisión. Sobre todo en el cuarto evangelio, creer es consentir con todo lo somos hacemos a Jesucristo, en quien la humanidad se ha hecho totalmente permeable a la presencia de Dios que es amor y no sabe más que amar.

“El que hace la verdad llega a la luz”. No se trata de ortodoxias: formular y aceptar verdades formuladas. Se trata de hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en la verdad del mundo. El cristianismo es una práctica, un estilo nuevo de vivir, re-crear y actualizar en nuestra propia historia la conducta histórica de Jesús, “el que hace la verdad”. Es decir el que cada día se empeña en escuchar y poner en práctica lo que el Espíritu le sugiere en su conciencia mirando a la conducta de Jesús.

El evangelio de San Juan relatando el encuentro de Nicodemo con Jesús habla del nacimiento “del agua y del Espíritu” aludiendo al sacramento del bautismo. Se trata de un punto de partida pues toda la vida cristiana es bautismal. Necesitamos renovar cada día nuestro bautismo, nacimiento del Espíritu, memoria de Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por las fuerzas malignas. La fe cristiana no existe en abstracto sino en los creyentes que caminamos en el tiempo y cada día tenemos que renovar nuestra vocación bautismal. Pero el Espíritu actúa también en todas las personas que se dejan alcanzar por su luz, muchos que no son cristianos, tienen otras creencias religiosas, o no tienen ninguna religión. En el sagrario de su conciencia, trabajada por el Espíritu, son invitados a este nuevo nacimiento.

Cuando los cristianos con todas las personas de buena voluntad que actúan según su recta conciencia, tratamos de hacer la verdad, se está fraguando ya en nuestro mundo “la vida eterna”. No es sólo para después de la muerte. La vida que nace del Espíritu es una nueva forma de vivir que significa intimidad con Dios, apasionamiento por la fraternidad, compasión eficaz ante las víctimas. Una vida inspirada y tejida en el amor que es más fuerte que la muerte: “Yo soy la resurrección; el que cree en mí aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11,26).


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Segundo libro de las Crónicas 36,14 16.
Marco: Situación de Israel (Judá) al final de la monarquía. Se trata de un conjunto que es descrito más detalladamente en 2Re 23,31 25,30. El historiador Cronista pasa así rápidamente sobre el período sombrío que corre entre la reforma religiosa de Josías (muerto el 609 a.C.) y la restauración nacional y religiosa de la vuelta del exilio de Babilonia.
Reflexiones:
1ª) ¡Multiplicaron sus infidelidades!
En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres
abominables de los gentiles. La historia de la salvación se podría definir como el encuentro de un pueblo que no acertaba a ser fiel y un Dios que no dejaba de serlo nunca. Es la característica fundamental de la religión revelada: que es histórica, real y crudamente humana. La grandeza de Dios en su pedagogía fue el intento repetido y mantenido por llevar a su pueblo a la salvación; a la experiencia de su amor generoso; a su designio de devolverle su dignidad de hombre. Este fragmento del Libro de las Crónicas no puede ser más escueto y revelador de la situación a que llegó Israel seis siglos después de la liberación de Egipto, tejidos por las dificultades de un pueblo para entender a su Dios y Soberano que se comprometió con él en un solemne pacto de superior a inferior (que eso fue la alianza del Sinaí) y que no ha recibido la contrapartida de la respuesta del hombre necesaria para que se lograse su proyecto en él. Estos textos siguen iluminando nuestra propia historia personal y eclesial. Seguimos en camino, seguimos en el empeño de Dios y seguimos contando con hombres envueltos en debilidades.
2ª) ¡La fidelidad de Dios a su palabra!
El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero Dios Fiel, en atención a los padres (Abraham, Isaac y Jacob) sigue empeñado en su oferta. Y este proyecto de Dios se traduce en que nunca faltaron a Israel mensajeros suyos que les recordasen las cláusulas de la Alianza. Porque esa fue la misión principal de los profetas: dirigirse a los hombres de su tiempo para intentar que sus vidas se adaptasen a las exigencias de la alianza. Este era el único camino que conducía a la salvación. Por eso los profetas representaron lo mejor de las intervenciones de Dios. Hablaban para los hombres de su tiempo: denunciaban exhortaban, alertaban. Eran como vigías en la noche. El futuro sólo sería posible si se daba una mirada auténtica al pasado de los padres y del Sinaí donde se hizo particularmente presente su Dios y Soberano. Era necesario volver a la roca de donde habían sido tallados.
Segunda lectura: Efesios 2,4 10.
Marco: La carta a los Efesios tiene dos partes o centros de interés más sobresalientes: el misterio de la salvación y de la Iglesia (1 3) y una exhortación a la unidad y a una vida coherente con la fe (4 6). El fragmento pertenece a la primera parte. Y, más en concreto, se afirma que la salvación por Cristo es totalmente gratuita y cuyo resultado el derribo de todas las fronteras que dividen a los judíos de los gentiles haciendo un sólo pueblo nuevo.
Reflexiones:
1ª) ¡Amor y misericordia desbordantes de Dios!.
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó: estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho vivir con Cristo (por pura gracia estáis salvados). Sólo puede comprender a Dios realmente el que se encuentra con su misericordia. Una misericordia que tiene dos vertientes ya indicadas en el Antiguo Testamento. Para expresar a Dios movido por su misericordia, el hebreo utiliza dos expresiones complementarias: janun y rajum. Dios es misericordioso (janún) cuando se acerca al hombre para perdonarlo, para romper la barrera que le impide acercarse a su Padre. El Dios que perdona lo hace porque sabe de qué masa hemos sido formados. Pero Dios es también misericordioso (rajum) cuando se acera a los hombres con ternísimo afecto, conmovido en sus entrañas como una madre auténtica. Lo que mejor expresa esta actitud de Dios lo encontramos en dos escenas de la Escritura: la primera, Oseas 11: Cuando Israel era niño, yo le amé...Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos...Era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer (Os 11,1.3.4). Y la otra escena nos la narra Lucas (el hijo pródigo): Estando él todavía lejos, le vio su padre y,conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente (Lc 15,20). ¡Dios es así! ¿Queréis reprocharle su conducta, preguntaba Jesús a los escribas y fariseos que criticaban su comportamiento con los pecadores? ¡Dios es lo totalmente otro, el que nos desborda, el que nos supera, el que nos desconcierta y rompe nuestras categorías superándolas!
2ª) Compartiendo profundamente el mismo destino.
Nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia. Pablo se ve obligado a inventar expresiones griegas (verbos compuestos que no existían, vg. conresucitar y cosentarse) porque la profunda realidad de lo que Cristo ofrece al hombre no se podía expresar de otra manera. La realidad rompía los límites de un lenguaje correcto. Lo acontecido en Cristo en favor de los hombres desbordaba por todas partes. Por eso recurrió a una nueva formulación. Lo totalmente nuevo exige un lenguaje distinto, porque en cierto modo es inefable (no fácil de decir y expresar). Volver la mirada constantemente a la profunda novedad que es Cristo, para el hombre concreto e histórico. Hoy como ayer es necesario ahondar en esta realidad humanizadora del hombre en su profunda dignidad humana y en su profunda necesidad de restaurarla y recuperarla.
3ª) ¡Nadie puede presumir ni despreciar a su semejante!
Estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Ya el comportamiento histórico de Jesús fue desconcertante. Provocó, la "comensalidad abierta", la igualdad de todos en el reino de Dios y en la sociedad actual. Aquello provocó el escándalo, el estupor y finalmente la persecución. Los dones de la gracia son sustancialmente los mismos para todos. Sólo nos diferenciamos, en la familia de Dios, por los dones carismáticos que se nos conceden para servir a los demás. Lo que nos constituye en hijos de Dios y hermanos unos de otros son dones comunes e iguales para todos. ¡Otra cosa sería la Iglesia, sacramento de salvación para todo el mundo, si estas verdades básicas e irrenunciables se hicieran realidad! ¡Cuántas diferencias creamos sin fundamento! Todos somos iguales, porque nos ha igualado y hermanado el propio Jesús.
Tercera lectura: Jn 3,14-21.
Nota: este evangelio puede sustituirse por el correspondiente del ciclo A: Jn 9,1-41.
Marco: Jn 9-10 constituye el quinto episodio o escena del relato joánico, con un único tema central: Jesús es la luz del mundo. Y como todos los episodios se construye con un signo y discursos que desarrollan lo apuntado en el signo. El signo milagroso es la curación de un ciego de nacimiento. El discurso se compone de una serie de pequeñas unidades que desarrollan el tema.
Reflexiones.
1ª) ¿Por qué ha nacido ciego?
El signo milagroso es la curación de un ciego de nacimiento. El relato, sobrio pero denso, arranca con esta pregunta planteada por los discípulos a Jesús: "Maestro ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?" En la tradición bíblica se suponía con toda normalidad que la enfermedad era el resultado de un pecado. Pero es un ciego de nacimiento, de ahí la pregunta. Para nuestra sensibilidad y cultura nos extraña la primera parte de la pregunta. Si es ciego de nacimiento, ¿pudo tener responsabilidad personal? Sorprendentemente los rabinos enseñaban en tiempos de Jesús que también en el seno de la madre podía pecar alguien. Aunque incomprensible, es necesario contar con este dato para entender correctamente la pregunta. Jesús corrige la tradición judía de enfermedad como efecto de un pecado. Este caso es una oportunidad para manifestar las obras de Dios. Se lavó en Siloé (que significa Enviado) y recobró la vista.

2ª) ¿Es justo y se atreve a quebrantar el sábado?
Jesús ha realizado este milagro en día de sábado. Surge una dura discusión y enfrentamiento entre los judíos (fariseos) y Jesús, pero a través del ciego de nacimiento. En un estilo hondamente dramático se plantean varios problemas: ¿cómo es posible que un hombre de Dios quebrante el descanso sabático? En los diálogos se plantean algunos interrogantes: ¿Es verdad que este hombre era ciego? ¿es verdad que se ha realizado el milagro?
El ciego es acosado una y otra vez, incluso el recurso a sus padres, para asegurarse del hecho. El ciego responde una y otra vez que él era ciego y ahora ve. El no entiende demasiado los sutiles planteamientos de los juristas judíos. Pero él parte de algo irrefutable: era ciego y ahora ve.

3ª) El ciego curado es el creyente en Jesús.
Es texto es claramente bautismal. La fórmula "abrir los ojos" se utiliza siete veces. El autor joánico quiere expresar que el ciego está "totalmente" curado. La séptima vez (9,32) refleja los tres temas: ceguera, totalidad y pecado están estrechamente unidos. En ese caso la totalidad significa lo siguiente: que el ciego recobra la vista, que es purificado también de su pecado. Está ya presto para recibir la iluminación de la fe en Jesús, Hijo del hombre (9,35-37). La misma problemática era ya reconocida a propósito del relato de la curación del enfermo en la piscina de Betzatá (Jn 5).

4ª) El camino pedagógico de la fe.
En la perspectiva de esta interpretación bautismal, parece que el autor evoca las diferentes etapas de la fe de todo neófito: (a) el primer título que el antiguo ciego da a su bienhechor es puramente humano: "ése hombre llamado Jesús" (v.11). (b) El antiguo ciego confiesa inconscientemente una total ignorancia del misterio que rodea a aquel que llama salvándole; la reflexión suscitada por las dudas de los fariseos (9,16) le introduce en una luz más clara y reconoce que Jesús es "un profeta" (9,17); (c) poco más tarde se concreta más: Jesús "viene de parte de Dios" (9,33), expresión ambigua que puede significar o que Jesús ha sido enviado por Dios, como todo profeta, o más profundamente que tiene origen celeste; (d) al término de su formación simbolizada por la controversia, el neófito está preparado, en el último encuentro con aquel que busca, reconociéndolo como "el Hijo del hombre", como Aquél que viene del cielo (9,35; cf.3,13); (e) finalmente, se recoge la meta de su proceso de fe: "Creo, Señor. Y le adoró". (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O.P.).





domingo, 8 de marzo de 2015

DOMINGO 3° DE CUARESMA


“Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”

Entre las categorías que utiliza la Teoría del Arte existe una de particular interés, la categoría de lo sublime. Esta categoría trata de aprehender en un mismo término la idea de lo excelso inexpresable y lo terrible nefando, captando la experiencia de que, en su extremo, lo mejor y lo peor se tocan formado dos caras de una misma realidad. Así, en lo sublime, entre la suma belleza y la suma fealdad, entre el sumo bien y el sumo mal, no hay apenas salto.

La religión es lo sublime por excelencia: recoge y expresa en sí lo más excelso de la experiencia del hombre (la experiencia de lo divino); pero también puede recoger la perversión mayor de esa experiencia, sin apenas apercibirlo.

Guiados por el evangelio de hoy, el periodo cuaresmal puede ser un momento adecuado para hacer un discernimiento personal y comunitario acerca de la misma religión.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El decálogo comienza afirmando quién es Dios: El que te hizo “salir de Egipto, de un lugar de esclavitud”. Todos los mandamientos que siguen son consecuencia de este primero. Dios nos quiere libres y felices. Las normas básicas que nos da para lograrlo están orientadas a procurar la vida de todos los miembros de la comunidad.

Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17

Dios pronunció estas palabras: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos. No pronunciarás en vano el Nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. Acuérdate del día sábado para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas; pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades. Porque en seis días, el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo. Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca”.
Palabra de Dios.

Salmo 18, 8-11

R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.

Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal. R.
  
II LECTURA

En Cristo, Dios se ha hecho débil, terrenal, limitado. Y en esta solidaridad con toda la pobreza humana, puso el inicio de nuestra redención. Esta es la locura de Dios: amarnos tanto como para llegar a hacerse semejante a nosotros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 22-25

Hermanos: Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.
Palabra de Dios.

Aclamación   Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga Vida eterna.

EVANGELIO

Los hebreos pensaban que el templo de Jerusalén era el lugar donde moraba la gloria de Dios. Jesús trae la plenitud a este “morar de Dios” en medio de la humanidad. Reconocer a Jesús como el enviado es descubrir en él la presencia amorosa de Dios. No hay que buscar a Dios en lo externo. Jesús hace presente en nuestra vida al Dios liberador que quiere morar en medio de nosotros.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 13-25

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu Casa me consume”. Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: Él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

Si la Cuaresma era en su origen un tiempo de preparación previa al bautismo de los nuevos convertidos al cristianismo, ¿qué sentido tiene que la repitamos todos los años los que ya hemos sido bautizados? ¿Tal vez no nos descubrimos convertidos, pues todos los años nos repetimos la necesidad de conversión? ¿Esperamos, pues, que acontezca algún signo especial en nuestras vidas que nos dé señales fehacientes de haber alcanzado la conversión? ¿O tal vez, esperamos experimentar una conversión milagrosa?

Por otro lado, se nos recuerda que la conversión cuaresmal involucra una serie de actitudes y acciones voluntaristas de la persona – las condensamos típicamente en oración, abstinencia, limosna-, que parecen necesitar de una continua justificación y atribución de sentido en la vida cristiana; de ahí, que habitualmente recurramos a argumentos de universalidad basados en la sabiduría natural del hombre (el ayuno ha probado ser una acción saludable para regenerar el cuerpo y liberar el espíritu, la oración es un efectivo medio de encontrarse a uno mismo y favorecer una vida psicológica sana, la abstinencia se actualiza a todo tipo de dependencias viciosas – consumismo, tecnología, ….-, etc.).

Ni signos (milagros traduce la lectura litúrgica la palabra griega semeion) ni sabiduría humana (nos responde Pablo), la conversión cristiana no puede apoyarse ni buscarse en signos extraordinarios en nuestra vida, ni tampoco en el voluntarismo del hombre: tanto lo uno como lo otro se pierde en la interpretación de la ambigüedad que los caracteriza, y en la conversión cristiana no cabe ambigüedad (“muchos creyeron al ver los signos que realizaba, pero Jesús no se fiaba de ellos”).

El pueblo de la Alianza expresaba sin ambages la conversión en el cumplimiento del pacto del Sinaí, objetivado en la Ley, condesada, a su vez, en el Decálogo. ¿Es el Decálogo signo de Dios o sabiduría humana? El Decálogo – como todo Código – es expresión de la sabiduría humana fundada en la experiencia y deseo de la misma existencia y convivencia entre los hombres, pero existencia y convivencia que se descubre posible sólo fundamentada en la misma sabiduría y voluntad de Dios, que quiere que su pueblo viva. “¿Qué signo nos das para obrar así?”, ¿qué signo nos das de que quieres nuestra vida?; ¿qué signo nos das para que seamos tu pueblo? Y Yahvé da un signo, el signo: “Yo te hice salir de la esclavitud”. Ese será para siempre el signo de Dios. El signo de Dios es liberar de toda esclavitud.

Dos formas son la expresión extrema de la esclavitud, de las que sólo Dios mismo puede liberar: la que la persona ejerce sobre sí misma y la que se ejerce en nombre de Dios mismo. Son las máximas expresiones porque ante ellas el hombre está ciego, es incapaz de verlas. El evangelio de hoy nos muestra que ambas se pueden dar unidas en la relación del hombre con Dios: el que el mismo hombre puede encadenarse a sí mismo a través de las estructuras religiosas que ha creado para mediar su relación con Dios. De esta forma, el signo mismo de Dios hacia el hombre – la liberación de la esclavitud – queda pervertido, y con ello, el mismo sentido de la religión: la relación de Dios con el hombre. El vínculo cultual – la mediación entre Dios y el hombre– ha devenido cadena. El culto ha encadenado al hombre en su relación con Dios, porque ha suplantado y desvirtuado la vía experiencial de acceso del hombre a Dios (y de Dios al hombre -“sabe lo que hay en el interior del hombre”-), sin la cual el culto carece de espíritu.

Hombre como es - al declararse a sí mismo estructura fundamental de la mediación de Dios con los hombres - Jesús sanea esa relación, y lo hace bajo el signo mismo de Dios: la liberación de aquello que ha quedado encadenado. Así, al ofrecer su humanidad al sacrificio (“Cristo crucificado”), destruye la atadura cultual liberando ambos extremos: de un lado, al hombre; de otro lado, a Dios mismo. Al destruir la carne humana (“este templo”) en el sacrificio cultual ha liberado el espíritu del hombre para que pueda adorar a Dios en espíritu y verdad. Al destruir el Templo de piedra (“la casa de mi Padre”), ha liberado el Espíritu para que pueda ser adorado en espíritu y verdad.

Jesús ha liberado a Dios mismo para que Dios pueda liberar al hombre; Jesús ha liberado al hombre para que el hombre pueda salir al desierto a adorar a su Dios.

¿Buscas signos de tu conversión? Mira si eres libre de ti mismo; mira si dejas libre a tu Dios; mira si dejas a Dios liberarte. Para ser libres nos liberó Jesucristo; también, de la misma religión.


ESTUDIO BÍBLICO

La religión verdadera es dar la vida por los otros

1ª Lectura: Éxodo (20,1-17): Dios y el hombre se encuentran en la Alianza

I.1. La primera lectura es el famoso Decálogo, corazón de un «código de la alianza» que ha venido a ser la expresión más definida de la teología sacerdotal (a diferencia del Decálogo de Dt 5,6-21) y que ha jugado un papel considerable en la evolución ética de la humanidad. Aún expresado en forma negativa y absoluta, tiene unos objetivos bien determinados: proteger a la comunidad, al pueblo de la Alianza, para darle una identidad y que no vuelvan a la esclavitud. Es eso lo que le espera al pueblo si adoran a otros dioses extraños ya que todos los imperios tenían sus dioses protectores y los dominadores los imponían como signo de victoria.

I.2. Pero, además, es un código en diez Palabras que expresa una relación dialogal, interpersonal. El Decálogo intenta expresar unos derechos fundamentales, como hoy defendemos en el ámbito de la comunidad internacional. Por ello debemos valorarlo como una propuesta, en aquella época, que se adelanta siglos y siglos a muchas conquistas humanas de nuestra época. Pretende que las relaciones entre Dios y el hombre, y la de los hombres entre sí, estén dominadas por la adoración y la religión verdadera, la justicia, en cuanto todo pecado contra el prójimo es un pecado contra Dios. Es verdad que el decálogo es como un “escudo” que protege la santidad de Dios, pero también la dignidad de todos los hombres, del prójimo en concreto.

I.3. Detrás de estas expresiones formuladas en esa teología sacerdotal, debemos ver la acción del Dios salvador que ha hecho alianza con el pueblo. Éste, por su parte, debe ser no solamente un buen intermediario, sino un verdadero misionero de este proyecto salvador de Dios. Se ha dicho que en el fondo de todo debemos saber ver la gratitud de Dios. Antes, pues, de que la humanidad se haya dotado de los derechos fundamentales, estos intentos del “decálogo” muestran el anhelo de Israel por ser un pueblo fiel, un pueblo justo, aunque dependiente de Dios. Pero es que en Dios está la fuente de toda la justicia y dignidad humana, según la mejor teología bíblica.

2ª Lectura: Iª Corintios (1,22-25): Dios habla desde la sabiduría de la cruz

II.1 La segunda lectura nos propone la sabiduría de la cruz. Es un pasaje de la carta en donde Pablo afronta el problema de la división de la comunidad en distintas facciones que se remiten a personajes del cristianismo primitivo; unos a Pablo, otros a Pedro, otros a Apolo; e incluso otros (muy probablemente el mismo Pablo) a Cristo como el único que puede dar consistencia a nuestra fe. El texto de hoy forma parte de un gran conjunto (1Cor 1-4) que el apóstol afronta por informaciones de las “gentes de Cloe”, quizás una de las comunidades domésticas. Y en vez de una reprimenda moralizante y sin sentido propone, para la unidad y la comunión de la comunidad, que “crux sola nostra theologia”, como decía Lutero. En la cruz, las divisiones, los partidos, los grupos de élite de una comunidad, quedan a la altura de nuestras propias miserias.

II.2. Pablo habla del Cristo crucificado frente al que no caben las divisiones, el valer más o menos, el ser los primeros o los últimos, porque en la cruz de Cristo se revela el Dios que se ha “abajado” a nosotros. Ese Cristo crucificado, revelación del verdadero Dios, es locura para los judíos que siempre conciben a Dios desde la grandeza; locura para la sabiduría de este mundo que es también una sabiduría de prepotencia inaudita. La religión de la cruz, no obstante, no es la religión de la ignominia, sino de la condescendencia con los débiles y con los que no cuentan en este mundo. Aunque algunos hayan tachado este planteamiento paulino como la decadencia de la sociedad (Nietzsche) , ése es el único camino donde podemos reconocer a nuestro Salvador. Con un estilo retórico, usando la “diatriba” de una forma clásica, pregunta Pablo con insistencia si los sabios, los entendidos, los investigadores pueden ofrecer el sentido profundo y radical de nuestra vida. Porque nuestra vida verdadera es mucho más que conocer el “genoma humano”.

II.3. No obstante, no se trata de la condena la sabiduría humana en sí, ni de la investigación y de la filosofía. Tampoco se ha de entender la “theologia crucis” como la religión del masoquismo. ¡Nada de eso! No es así como Pablo argumenta, sino de cómo es posible que nuestros criterios y nuestras decisiones humanas estén a la altura de quien nos da vida y Espíritu. Por eso, su afirmación decisiva es que Dios ha hecho a Cristo, el crucificado, no lo olvidemos, “poder y sabiduría de Dios”. Y conocemos que ese es un “poder sin-poder” y una “sabiduría sin la lógica fría de este mundo”. Es el poder y la sabiduría de quien se ha entregado “por nosotros”. Es ahí donde se construye la “theologia crucis” en la “pro-existencia”, en saber vivir para los demás, como hace nuestro Dios. Desde ahí Pablo quiere curar la locura de las divisiones y de las arrogancias humanas que existen en la comunidad de Corinto.

Evangelio: Juan (2,13-25): Jesús busca una religión de vida

III.1. El relato de la expulsión de los vendedores del templo, en la primera Pascua “de los judíos” que Juan menciona en su obra, es un marco de referencia obligado del sentido de este texto joánico. En el trasfondo también debemos saber ver las claves mesiánicas con las que Juan ha querido presentar este relato, teniendo en cuenta un texto como el de Zac 14,21 (el deutero-Zacarías) para anunciar el día del Señor. Es de esa manera como se construyen algunas ideas de nuestro evangelio: Pascua, religión, mesianismo, culto, relación con Dios, vida, sacrificios. Jesús expulsa propiamente a los animales del culto. No debemos pensar que Jesús la emprende a latigazos con las personas, sino con los animales; Juan es el que subraya más este aspecto. Los animales eran los sustitutos de los sacrificios a Dios. Por tanto, sin animales, el sentido del texto es más claro: Jesús quiere anunciar, proféticamente, una religión nueva, personal, sin necesidad de “sustituciones”. Por eso dice: “Quitad esto de aquí”. No se ha de interpretar, pues, como un acto político-militar como se hizo en el pasado. Es, consideramos, una profecía “en acto”.

III.2. El evangelio de Juan, pues, nos presenta esa escena de Jesús que cautiva a mentes proféticas y renovadoras. Desde luego, es un acto profético y no podemos menos de valorarlo de esa forma: en el marco de la Pascua, la gran fiesta religiosa y de peregrinación por parte de los judíos piadosos a Jerusalén. Esta es una escena que no debemos permitir se convierta en tópica; que no podemos rebajarla hasta hacerla asequiblemente normal. Está ahí, en el corazón del evangelio, para ser una crítica de nuestra “religión” sin corazón con la que muchas veces queremos comprar a Dios. Es la condena de ese tipo de religión sin fe y sin espiritualidad que se ha dado siempre y se sigue dando frecuentemente. Ya Jeremías (7,11) había clamado contra el templo porque con ello se usaba el nombre de Dios para justificar muchas cosas. Ahora, Jesús, con esta acción simbólico-profética, como hacían los antiguos profetas cuando sus palabras no eran atendidas, quiere llevar a sus últimas consecuencias el que la religión del templo, donde se adora a Dios, no sea una religión de vida sino de… vacío. Por eso mismo, no está condenando el culto y la plegaria de una religión, sino que se haya vaciado de contenido y después no tenga incidencia en la vida.

III.3. No olvidemos que este episodio ha quedado marcado en la tradición cristiana como un hito, por considerarse como acusación determinante para condenar a muerte a Jesús, unas de las causas inmediatas de la misma. Aunque Juan ha adelantado al comienzo de su actividad lo que los otros evangelios proponen al final (Mc 11,15-17; Mt 21,12-13; Lc 19,45-46), estamos en lo cierto si con ello vemos el enfrentamiento que los judíos van a tener con Jesús. Este episodio no es otra cosa que la propuesta de Jesús de una religión humana, liberadora, comprometida e incluso verdaderamente espiritual. Aunque Juan es muy atrevido, teológicamente hablando, se está anunciando el cambio de una religión de culto por una religión en la que lo importante es dar la vida los unos por los otros, como se hace al mencionar el «cuerpo» del Jesús que sustituirá al templo. Aquí, con este episodio (aunque no sólo), lo sabemos, Jesús se jugó su vida en “nombre de Dios” y le aplicaron la ley también “en nombre de Dios”. ¿Quién llevaba razón? Como en el episodio se apela a la resurrección (“en tres días lo levantaré”), está claro que era el Dios de Jesús el verdadero y no el Dios de la ley. Esta es una diferencia teológica incuestionable, porque si Dios ha resucitado a Jesús es porque no podía asumir esa muerte injusta. Pero sucede que, a pesar de ello, los hombres seguimos prefiriendo el Dios de la ley y la religión del templo y de los sacrificios de animales. Jesús, sin embargo, nos ofreció una religión de vida. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 1 de marzo de 2015

DOMINGO 2° DE CUARESMA


“Este es mi Hijo Amado: ¡escúchenlo!”

Un año más, como cada segundo domingo de cuaresma, se nos invita a meditar en el relato de la transfiguración de Jesús. El pasaje, cargado de referencias al AT, nos advierte que no se trata de un hecho histórico. Jesús y tres de sus discípulos, suben a una “montaña alta” a orar y es allí donde se confirma que en el Maestro, en el hombre, en la humanidad, se encuentra el mismo Dios. No hay ya que buscarlo en cimas alejadas, en jerarquías y estamentos desfasados. La mujer y el hombre son el lugar en el que Dios se nos manifiesta plenamente.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este pasaje presenta dos aspectos para nuestra meditación: por un lado, la entrega de Abraham, que se dispone a ofrecer a Dios lo más preciado. Por el otro, se nos muestra el verdadero rostro de Dios, que no quiere sacrificios humanos como hacían otras religiones, sino que promete la vida en abundancia.

Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18

Dios puso a prueba a Abraham. “¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”. “Aquí estoy”, respondió él. Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único”. Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”.
Palabra de Dios.

Salmo 115, 10. 15-19

R. Caminaré en presencia del Señor.

Tenía confianza, incluso cuando dije: “¡Qué grande es mi desgracia!”. ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! R.

Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. R.

Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.

II LECTURA

La convicción que fortalece a san Pablo también nos sostiene a nosotros. Dios está de nuestro lado, “juega para nosotros”, quiere vida plena para nosotros.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?”. ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
Palabra de Dios.

Aclamación Mt 17, 5
Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.

EVANGELIO

Mientras se encamina a Jerusalén, hacia su Pascua, Jesús es revelado como el “Dios de los padres”, el que ha estado desde siempre acompañando al pueblo en su caminar. Su amor resplandece en la persona de Jesús. Esta escena se enlaza con el pasado, en las figuras de Moisés y Elías, y a la vez anticipa el futuro de Jesús que pasará por la muerte y, finalmente, como Hijo amado, se nos presentará glorioso. Hacia el encuentro con ese Cristo glorioso se encamina nuestra vida.  

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-10

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Hoy os invitamos a profundizar en las lecturas de este evangelio a través de tres paradojas.

Paradoja 1: Viviendo “sin reservas” nunca te encontrarás “en reserva”

El relato de Abraham siempre nos ha sobrecogido. ¡Una persona que lleva a su hijo Isaac al país de Moria para matarlo como sacrificio a Dios! Seguramente si contamos esta historia a nuestros pequeños, se imaginarán a un Dios como el de la película de King Kong, un monstruo al que los nativos le ofrecían humanos al gigante terrorífico y poderoso con los que poder aplacarle. ¡Qué lejos de la realidad!

Jesús nos muestra que Dios no quiere sacrificios con los que aplacar una supuesta ira. En Él esto no tiene cabida: choca frontalmente con su esencia, la del Amor. Marcos sitúa el relato de la transfiguración entre el primer y segundo anuncio de la pasión. Él ya sabe a lo que inevitablemente le conducirá lo que ha predicado con su palabra y sus obras a lo largo de los años. Impresionante catequesis en la que Jesús muestra con sus “vestiduras de blanco deslumbrador” a lo que conduce el darse “sin reservas”: ¡a sentirse plenamente inundado de Dios!

Esta primera paradoja hace una seria llamada acerca de los límites que ponemos a nuestra entrega. Ya sean económicos, de tiempo, de personas o de realidades concretas, ¿Decimos continuamente un “sí” pero con condiciones? Si eres de quienes quieren reservarse algo “por si acaso” entonces puede, que algún día te quedes “en reserva”.

Paradoja 2: La plenitud asusta. ¿Queremos alcanzarla?

Todas las personas que componemos la humanidad aspiramos a llevar una vida plena, pero ¿en qué consiste esta plenitud? Para los que nos llamamos cristianos no cabe duda que pasa por permitir que la realidad de Dios, tal como sucedió en la transfiguración, nos inunde por completo. Sólo así nos sentiremos verdaderamente felices.

La pregunta más usual que se nos viene a la cabeza es: y ¿cómo hago esto? Pues la respuesta es bien sencilla, la hemos visto en la primera paradoja: vaciarnos de seguridades, de materialidades, de egos, para entregarnos plenamente a las mujeres y hombres de este mundo. Darse una vez, y otra, y mil veces más sin ningún tipo de reservas. Esto, lógicamente, cuesta y asusta. ¡Se trata de vivir la vida como entrega permanente! Solo entrando en esta dinámica encontramos el verdadero sentido de nuestra vida. Un sentido, que por otro lado, nada tiene que ver con tener o aparentar más, con conservarnos mejor o con preocuparnos por guardar para el mañana.

Los discípulos se asustan cuando en la transfiguración de Jesús descubren a lo que estamos llamados, ¿será por el camino o por el resultado? La felicidad, la plenitud, … ¿te asusta?

Paradoja 3: Una Iglesia que en ocasiones “pasa” de Dios

Moisés, Elías y Jesús. La Ley, los profetas… y de nuevo Dios diciéndonos: “este es mi Hijo Amado: ¡escuchadlo!” ¡Qué difícil fue escuchar en tiempos de Jesús a aquél que invitaba a vivir desde el Espíritu frente a la Ley! ¡Qué difícil escuchar al que apostaba encontrar a Dios en la humanidad frente a los que promulgaban encontrarlo con recetas y preceptos milagrosos!

Parece que no ha pasado el tiempo. Una parte de la Iglesia que prefiere buscar a Dios en la Ley y los profetas frente a otra que quiere ser fiel al “escuchadlo”.

La tercera paradoja supone una seria advertencia para quienes se atreven a marginar, excluir y condenar en nombre Dios. El camino para llegar hacia Él no pasa por realizar una serie de conductas y acciones seguras. No pasa por cumplir con el ir a misa, el rezar varias oraciones al día y dar limosna de vez en cuando. El trayecto seguro pasa por poner los ojos en Jesús y recorrer su sendero. Pasa por acomodar nuestra vida a la suya. Supone fiarse de su Espíritu para vivir la vida arriesgándose, confiándose, ilusionándose.
¿Y tú? ¿Te atreves a tomar las riendas de tu vida teniendo como única norma el Amor sin condiciones o prefieres no salirte de los dictados marcados por otros? ¿Eliges que te vivan u optas por vivir? Desde aquí te animo a que seas de quienes te unes a la Iglesia que se niega a “pasar” de Dios para vivir desde Dios.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Génesis 22,1-2.9a.15-18.

Marco:
El fragmento del domingo de hoy dirige nuestra mirada a una de las páginas más bellas y dramáticas de la Escritura: el así llamado sacrificio de Isaac. Toda la escena es profundamente significativa. Dos intereses principales conviene resaltar: en primer lugar, la declaración solemne de que Dios no quiere sacrificios humanos como se daba en las otras formas religiosas del entorno; en segundo lugar, proclamar que El es el centro de la historia y dueño de la vida y que desde él tiene valor todo. Isaac no fue sacrificado porque Dios no buscaba su vida. Recuérdese igualmente que este relato es un tipo (anuncio a través de una persona) del sacrificio pascual de Jesús.

Reflexiones:
1ª) Es necesario estar atentos a la voz de Dios.
El aquel tiempo Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: ¡Abrahán!...toma tu hijo único al que quieres, a Isaac, y vete a al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio. Dios conoce los secretos del corazón del hombre y hasta lo más profundo de su intimidad. Pero la Escritura quiere enseñarnos, con una delicada pedagogía, con ejemplos vivos. Abrahán recibió a Isaac como un regalo porque no lo podía conseguir por la vía normal: Sara era estéril. Pero la vida diaria, la costumbre, con su rutina nos sitúa en el riesgo de perder el sentido de los orígenes. Abrahán se había acostumbrado a ver a Isaac como hijo suyo. Pero no es bueno que olvide que es un regalo de Dios. Por otra parte, en los pueblos circundantes se sacrificaban seres humanos a los dioses falsos. Dios quiere advertir a su pueblo que eso no le agrada. Que quiere que el hombre esté relacionado con Él, pero como hijo libre. Y pone a prueba a Abrahán. Y lo hace en lo que más quiere. Pero Dios tiene un secreto proyecto.

2ª) La pedagogía de la tentación.
Dios pone a prueba a Abrahán. San Agustín nos recordará que nadie es coronado si no vence; y nadie puede vencer si no lucha; y nadie lucha si no tiene enemigo delante; y el enemigo se manifiesta en la tentación. Por tanto, la tentación no es mala, sino necesaria para curtir y madurar la decisión libre del hombre; para que el hombre pueda elegir libremente se encuentra con la tentación. Bien es cierto, que hemos de leer estos relatos antiguos con atención: no es Dios quien nos pone a prueba (ellos no distinguían adecuadamente entre la causa primera y la causa segunda en los actos humanos). El Nuevo Testamento nos recuerda que Dios no tienta a nadie: ¡Feliz el hombre que soporta la tentación! Superada la tentación, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman. Ninguno, cuando sea tentado, diga: 'Es Dios quien me tienta'; porque Dios no es tentado por el mal ni tienta a nadie (Santiago, 1,12-13). La tentación surge de la intimidad del hombre solicitada por atracciones que suscitan su inclinación al bienestar placentero. Pero es necesaria la lucha. Y ese es uno de los sentidos de la prueba y de la tentación.

3ª) Padre e Hijo en marcha.
Es sobrecogedor el diálogo entre el padre y el hijo (que no se recogen en la lectura abreviada de hoy). Van de camino y conversan. El hijo no conoce el sentido de este viaje. El padre sí. Y a partir de esta incomprensión se establece uno de los diálogos más entrañables, profundos y desgarradores de la Escritura. Toda la Escritura es una pedagogía espléndida y profundamente humana tanto en lo dramático como en lo trágico. Así nos quiere enseñar el Espíritu. Es necesario seguir adelante. El padre resume todo el sentido en una frase: Dios proveerá. El Dios bueno y amor proveerá, porque lo hace todo bien en la vida de los hombres.

Segunda lectura: Romanos 8,31b-34.

Marco:
El capítulo 8 de la Carta a los Romanos suele entenderse como una síntesis de la vida nueva en Cristo a través del Espíritu. Después del c. 7 en que Pablo, con un lenguaje plástico y profundo, narra la tragedia interior del hombre asaltado por el mal y deseoso del bien, este capítulo es la respuesta en positivo para quienes eligieron el bien a través de Cristo Jesús. Todo el capítulo es profundo en teología y experiencia cristiana.

Reflexiones:

1ª) ¡Dios está con nosotros!
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? La liturgia de la Palabra de este domingo está toda ella entretejida por algunas palabras-clave que conducen el conjunto: Padre, Hijo, entrega. Es una Palabra entrañable dirigida por el Espíritu al hombre atenazado por el temor y el miedo. Abre anchurosas veredas por donde transitar confiados. Una confianza que nunca nos defraudará porque anda por en medio el amor gratuito y generoso de Dios. Quien da lo más está siempre dispuesto a dar lo menos. Y el Padre nos ha dado a su entrañable Hijo. Esta es la novedad radical de nuestra fe. Esta es la Palabra que necesita nuestro mundo de hoy que no entiende de gratuidad porque se desenvuelve entre letras, recibos, pagarés, facturas. Poco dan algo gratuitamente. Lamentablemente se ha infil-trado este sentido de mercadería hasta en los hogares. Pero la Palabra de Dios no se queda en el lamento. Empuja a la acción: los creyentes podemos hacer creíble el amor de Dios si somos capaces de recibirlo y vivirlo como algo gratuito y humanizador.

2ª) ¡Cristo intercede por nosotros!
Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús que murió, más aún que resucitó, y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? El Dios Fiel extiende una mano al hombre. La justificación es la rehabilitación del hombre a su dignidad humana, es decir, imagen y semejanza de Dios. Y, por la obra de Cristo, hijo adoptivo suyo. Y cuando Dios toma esta decisión la mantiene y la realiza. La experiencia humana nos enseña de una manera cruel que el temor y el miedo invaden al hombre. El hombre tiene miedo, un miedo paralizador de su interioridad. Está rodeado de ruido, pero en la hondura de su ser tiene miedo. Dios lo sabe, porque sondea nuestra intimidad, por eso ofrece una garantía de seguridad: su Hijo que ha muerto y resucitado, para liberar al hombre de la esclavitud y del miedo.¡Qué realistas son las respuestas que ofrece el Evangelio! Entra como una espada de doble filo en la intimidad del hombre y lo libera, lo cura y lo abre a la esperanza. Y Jesús puede ser nuestro intercesor. El mismo nos declaró: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Tercera lectura: Marcos 9,1-9.

Marco:
Este acontecimiento pertenece a lo que nosotros llamamos triple tradición, es decir, un acontecimiento del que nos dan testimonio los tres evangelistas. Todos los acontecimientos de la vida de Jesús son fiables, pero los que recogen los tres evangelis-tas gozan todavía de mayor valor. Y los tres, enmarcan este acontecimiento después de la confesión de Pedro en Cesarea y el primer gran anuncio de Jesús de su Pasión. Este anuncio, provocó en Pedro el rechazo asustado por el escándalo de la cruz.

Reflexiones:
1ª) ¡Entre la cruz y la gloria!.
En primer lugar, precisamente ya el marco en que los evangelistas incrustan este acontecimiento nos permite descubrir su primer valor para el anuncio y la predicación en este domingo. La radicalidad de las palabras de Jesús son de una autenticidad indiscu-tible. Se enseña habitualmente que las palabras de seguimiento son de las más auténticas y las menos discutidas de las que pronunció Jesús. Jamás ningún maestro de su tiempo ni después tampoco se atrevió formular tal invitación: "quien quiera ser discípulo de negarse a sí mismo y ponerse en marcha detrás de mí". Pero en línea anteriores, ha recelado sin ambages su destino, que por cierto sólo fue captado en su primera parte, es decir, la que habla de sufrimientos, traiciones, humillaciones y muerte. Jesús habló también de resurrección, de vida, de gloria. Pero los discípulos no entendieron. Pedro se escandaliza.

2ª) Jesús avalado por dos grandes profetas: Moisés y Elías.
En segundo lugar, el relato mismo nos invita a centrar la atención en algunos elementos más importantes. Mateo mismo nos invita a contemplar a Jesús como un nuevo Moisés, que se encuentra con Dios en un nuevo Sinaí, también en medio de una nube y rodeado de luz. La presencia de los dos personajes que se hacen presentes y que proceden de lo alto son Moisés y Elías, y precisamente los dos tienen relación importante con el Sinaí, y los dos representan lo mejor del profetismo. Personifican la Ley y los Profetas donde se encuentra la esencia de la revelación veterotestamentaria de la voluntad de Dios. Y también Mateo nos ha advertido ya (5,17ss) que Jesús ha venido a dar cumplimiento (histórico-salvífico) a la Ley. Y en otro momento de su ministerio nos dijo que toda la ley y los profetas se sintetizan en su nuevo mandamiento de amor a Dios y al prójimo (Mt 22,40).

3ª) Jesús, el Hijo predilecto del Padre.
En tercer lugar, la voz celeste procedente del Padre es una solemne declaración: Jesús es su Hijo amado, en quien se complace. La revelación nos remite a otro acontecimiento central en la vida de Jesús que es su bautismo (otro elemento importante para centrar bien el sentido de la cuaresma: tiempo de preparación y experiencia bautismal). Aquí como allí toda la escenificación está estructurada en las categorías apocalípticas. Esto significa, en lenguaje llano, que todas las imágenes utilizadas tienen como finalidad preparar el marco dramático para una singular revelación. El cielo y la tierra están en comunión a través de Jesús. El es el centro donde converge la realidad de lo alto y la más honda realidad de lo terreno. Este acontecimiento tiene especial relevan-cia para la comprensión de la misión de Jesús, para entender su persona, para entender su tarea de mediador. En lo alto del monte es una imagen que dirige la atención en el mismo sentido.

4ª) ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Jesús!.
En cuarto lugar, este reconocimiento y presentación de Jesús como Hijo muy amado, acompañado por Moisés y Elías, destinatarios de la más importante revelación veterotestamentaria, tienen una finalidad, una funcionalidad histórico-salvífica: que es necesario escucharle. El "escuchadlo" de este fragmento centra la atención del lector. Se le invita a que entienda todo el conjunto orientado a este centro. Jesús es el profeta singular (escatológico decimos en nuestro lenguaje). Y esto quiere decir que está dotado de las cualidades de quien puede revelar la última voluntad de Dios en favor de los hombres. Vienen a proclamar esta voluntad de la soberanía y del amor de Dios. El hombre no tiene otra alternativa, si se quiere poner en marcha hacia la verdadera salvación: escuchar la palabra de Éste de quien dan testimonio la ley y los profetas y que, por lo tanto, está por encima de la ley y de los profetas. Sólo Él tiene la definitiva palabra de salvación. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P. ).