“Este es mi Hijo
Amado: ¡escúchenlo!”
Un año más, como cada segundo domingo de
cuaresma, se nos invita a meditar en el relato de la transfiguración de Jesús.
El pasaje, cargado de referencias al AT, nos advierte que no se trata de un
hecho histórico. Jesús y tres de sus discípulos, suben a una “montaña alta” a
orar y es allí donde se confirma que en el Maestro, en el hombre, en la
humanidad, se encuentra el mismo Dios. No hay ya que buscarlo en cimas
alejadas, en jerarquías y estamentos desfasados. La mujer y el hombre son el
lugar en el que Dios se nos manifiesta plenamente.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Este
pasaje presenta dos aspectos para nuestra meditación: por un lado, la entrega
de Abraham, que se dispone a ofrecer a Dios lo más preciado. Por el otro, se
nos muestra el verdadero rostro de Dios, que no quiere sacrificios humanos como
hacían otras religiones, sino que promete la vida en abundancia.
Lectura
del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
Dios puso a prueba a Abraham.
“¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió
diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de
Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. Cuando
llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso
la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego
extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del
Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”. “Aquí estoy”, respondió
él. Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún
daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo
único”. Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos
enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto
en lugar de su hijo. Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham
desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has
obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de
bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como
la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las
ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las
naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”.
Palabra de Dios.
Salmo
115, 10. 15-19
R.
Caminaré en presencia del Señor.
Tenía confianza, incluso cuando dije:
“¡Qué grande es mi desgracia!”. ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus
amigos! R.
Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que
mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor. R.
Cumpliré mis votos al Señor, en
presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de
ti, Jerusalén. R.
II
LECTURA
La
convicción que fortalece a san Pablo también nos sostiene a nosotros. Dios está
de nuestro lado, “juega para nosotros”, quiere vida plena para nosotros.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34
Hermanos: Si Dios está con nosotros,
¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?
¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién
se atreverá a condenarlos?”. ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el
que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
Palabra de Dios.
Aclamación Mt 17, 5
Desde la nube resplandeciente se oyó la
voz del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.
EVANGELIO
Mientras
se encamina a Jerusalén, hacia su Pascua, Jesús es revelado como el “Dios de
los padres”, el que ha estado desde siempre acompañando al pueblo en su
caminar. Su amor resplandece en la persona de Jesús. Esta escena se enlaza con
el pasado, en las figuras de Moisés y Elías, y a la vez anticipa el futuro de
Jesús que pasará por la muerte y, finalmente, como Hijo amado, se nos
presentará glorioso. Hacia el encuentro con ese Cristo glorioso se encamina nuestra
vida.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-10
Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y
los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de
ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en
el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando
con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres
carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué
decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su
sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. De
pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto,
hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron
esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los
muertos”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
Hoy os invitamos a profundizar en las
lecturas de este evangelio a través de tres paradojas.
Paradoja
1: Viviendo “sin reservas” nunca te encontrarás “en reserva”
El relato de Abraham siempre nos ha
sobrecogido. ¡Una persona que lleva a su hijo Isaac al país de Moria para
matarlo como sacrificio a Dios! Seguramente si contamos esta historia a
nuestros pequeños, se imaginarán a un Dios como el de la película de King Kong,
un monstruo al que los nativos le ofrecían humanos al gigante terrorífico y
poderoso con los que poder aplacarle. ¡Qué lejos de la realidad!
Jesús nos muestra que Dios no quiere
sacrificios con los que aplacar una supuesta ira. En Él esto no tiene cabida:
choca frontalmente con su esencia, la del Amor. Marcos sitúa el relato de la
transfiguración entre el primer y segundo anuncio de la pasión. Él ya sabe a lo
que inevitablemente le conducirá lo que ha predicado con su palabra y sus obras
a lo largo de los años. Impresionante catequesis en la que Jesús muestra con
sus “vestiduras de blanco deslumbrador” a lo que conduce el darse “sin
reservas”: ¡a sentirse plenamente inundado de Dios!
Esta primera paradoja hace una seria
llamada acerca de los límites que ponemos a nuestra entrega. Ya sean
económicos, de tiempo, de personas o de realidades concretas, ¿Decimos
continuamente un “sí” pero con condiciones? Si eres de quienes quieren
reservarse algo “por si acaso” entonces puede, que algún día te quedes “en
reserva”.
Paradoja
2: La plenitud asusta. ¿Queremos alcanzarla?
Todas las personas que componemos la
humanidad aspiramos a llevar una vida plena, pero ¿en qué consiste esta
plenitud? Para los que nos llamamos cristianos no cabe duda que pasa por
permitir que la realidad de Dios, tal como sucedió en la transfiguración, nos
inunde por completo. Sólo así nos sentiremos verdaderamente felices.
La pregunta más usual que se nos viene a
la cabeza es: y ¿cómo hago esto? Pues la respuesta es bien sencilla, la hemos
visto en la primera paradoja: vaciarnos de seguridades, de materialidades, de
egos, para entregarnos plenamente a las mujeres y hombres de este mundo. Darse
una vez, y otra, y mil veces más sin ningún tipo de reservas. Esto,
lógicamente, cuesta y asusta. ¡Se trata de vivir la vida como entrega
permanente! Solo entrando en esta dinámica encontramos el verdadero sentido de
nuestra vida. Un sentido, que por otro lado, nada tiene que ver con tener o
aparentar más, con conservarnos mejor o con preocuparnos por guardar para el
mañana.
Los discípulos se asustan cuando en la
transfiguración de Jesús descubren a lo que estamos llamados, ¿será por el
camino o por el resultado? La felicidad, la plenitud, … ¿te asusta?
Paradoja
3: Una Iglesia que en ocasiones “pasa” de Dios
Moisés, Elías y Jesús. La Ley, los
profetas… y de nuevo Dios diciéndonos: “este es mi Hijo Amado: ¡escuchadlo!”
¡Qué difícil fue escuchar en tiempos de Jesús a aquél que invitaba a vivir
desde el Espíritu frente a la Ley! ¡Qué difícil escuchar al que apostaba
encontrar a Dios en la humanidad frente a los que promulgaban encontrarlo con
recetas y preceptos milagrosos!
Parece que no ha pasado el tiempo. Una
parte de la Iglesia que prefiere buscar a Dios en la Ley y los profetas frente
a otra que quiere ser fiel al “escuchadlo”.
La tercera paradoja supone una seria
advertencia para quienes se atreven a marginar, excluir y condenar en nombre
Dios. El camino para llegar hacia Él no pasa por realizar una serie de
conductas y acciones seguras. No pasa por cumplir con el ir a misa, el rezar
varias oraciones al día y dar limosna de vez en cuando. El trayecto seguro pasa
por poner los ojos en Jesús y recorrer su sendero. Pasa por acomodar nuestra
vida a la suya. Supone fiarse de su Espíritu para vivir la vida arriesgándose,
confiándose, ilusionándose.
¿Y tú? ¿Te atreves a tomar las riendas
de tu vida teniendo como única norma el Amor sin condiciones o prefieres no
salirte de los dictados marcados por otros? ¿Eliges que te vivan u optas por
vivir? Desde aquí te animo a que seas de quienes te unes a la Iglesia que se
niega a “pasar” de Dios para vivir desde Dios.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera lectura: Génesis
22,1-2.9a.15-18.
Marco:
El fragmento del domingo de hoy dirige
nuestra mirada a una de las páginas más bellas y dramáticas de la Escritura: el
así llamado sacrificio de Isaac. Toda la escena es profundamente significativa.
Dos intereses principales conviene resaltar: en primer lugar, la declaración
solemne de que Dios no quiere sacrificios humanos como se daba en las otras
formas religiosas del entorno; en segundo lugar, proclamar que El es el centro
de la historia y dueño de la vida y que desde él tiene valor todo. Isaac no fue
sacrificado porque Dios no buscaba su vida. Recuérdese igualmente que este
relato es un tipo (anuncio a través de una persona) del sacrificio pascual de
Jesús.
Reflexiones:
1ª) Es necesario estar atentos a la voz
de Dios.
El aquel tiempo Dios puso a prueba a
Abrahán llamándole: ¡Abrahán!...toma tu hijo único al que quieres, a Isaac, y
vete a al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio. Dios conoce los
secretos del corazón del hombre y hasta lo más profundo de su intimidad. Pero
la Escritura quiere enseñarnos, con una delicada pedagogía, con ejemplos vivos.
Abrahán recibió a Isaac como un regalo porque no lo podía conseguir por la vía
normal: Sara era estéril. Pero la vida diaria, la costumbre, con su rutina nos
sitúa en el riesgo de perder el sentido de los orígenes. Abrahán se había
acostumbrado a ver a Isaac como hijo suyo. Pero no es bueno que olvide que es un
regalo de Dios. Por otra parte, en los pueblos circundantes se sacrificaban
seres humanos a los dioses falsos. Dios quiere advertir a su pueblo que eso no
le agrada. Que quiere que el hombre esté relacionado con Él, pero como hijo
libre. Y pone a prueba a Abrahán. Y lo hace en lo que más quiere. Pero Dios
tiene un secreto proyecto.
2ª) La pedagogía de la tentación.
Dios pone a prueba a Abrahán. San
Agustín nos recordará que nadie es coronado si no vence; y nadie puede vencer
si no lucha; y nadie lucha si no tiene enemigo delante; y el enemigo se
manifiesta en la tentación. Por tanto, la tentación no es mala, sino necesaria
para curtir y madurar la decisión libre del hombre; para que el hombre pueda
elegir libremente se encuentra con la tentación. Bien es cierto, que hemos de
leer estos relatos antiguos con atención: no es Dios quien nos pone a prueba
(ellos no distinguían adecuadamente entre la causa primera y la causa segunda
en los actos humanos). El Nuevo Testamento nos recuerda que Dios no tienta a
nadie: ¡Feliz el hombre que soporta la tentación! Superada la tentación,
recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.
Ninguno, cuando sea tentado, diga: 'Es Dios quien me tienta'; porque Dios no es
tentado por el mal ni tienta a nadie (Santiago, 1,12-13). La tentación surge de
la intimidad del hombre solicitada por atracciones que suscitan su inclinación
al bienestar placentero. Pero es necesaria la lucha. Y ese es uno de los
sentidos de la prueba y de la tentación.
3ª) Padre e Hijo en marcha.
Es sobrecogedor el diálogo entre el
padre y el hijo (que no se recogen en la lectura abreviada de hoy). Van de
camino y conversan. El hijo no conoce el sentido de este viaje. El padre sí. Y
a partir de esta incomprensión se establece uno de los diálogos más
entrañables, profundos y desgarradores de la Escritura. Toda la Escritura es
una pedagogía espléndida y profundamente humana tanto en lo dramático como en
lo trágico. Así nos quiere enseñar el Espíritu. Es necesario seguir adelante.
El padre resume todo el sentido en una frase: Dios proveerá. El Dios bueno y
amor proveerá, porque lo hace todo bien en la vida de los hombres.
Segunda lectura: Romanos 8,31b-34.
Marco:
El capítulo 8 de la Carta a los Romanos
suele entenderse como una síntesis de la vida nueva en Cristo a través del
Espíritu. Después del c. 7 en que Pablo, con un lenguaje plástico y profundo,
narra la tragedia interior del hombre asaltado por el mal y deseoso del bien,
este capítulo es la respuesta en positivo para quienes eligieron el bien a
través de Cristo Jesús. Todo el capítulo es profundo en teología y experiencia
cristiana.
Reflexiones:
1ª) ¡Dios está con nosotros!
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la
muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? La liturgia de la Palabra
de este domingo está toda ella entretejida por algunas palabras-clave que
conducen el conjunto: Padre, Hijo, entrega. Es una Palabra entrañable dirigida
por el Espíritu al hombre atenazado por el temor y el miedo. Abre anchurosas
veredas por donde transitar confiados. Una confianza que nunca nos defraudará
porque anda por en medio el amor gratuito y generoso de Dios. Quien da lo más
está siempre dispuesto a dar lo menos. Y el Padre nos ha dado a su entrañable
Hijo. Esta es la novedad radical de nuestra fe. Esta es la Palabra que necesita
nuestro mundo de hoy que no entiende de gratuidad porque se desenvuelve entre
letras, recibos, pagarés, facturas. Poco dan algo gratuitamente.
Lamentablemente se ha infil-trado este sentido de mercadería hasta en los
hogares. Pero la Palabra de Dios no se queda en el lamento. Empuja a la acción:
los creyentes podemos hacer creíble el amor de Dios si somos capaces de
recibirlo y vivirlo como algo gratuito y humanizador.
2ª) ¡Cristo intercede por nosotros!
Dios es el que justifica. ¿Quién
condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús que murió, más aún que resucitó, y está a
la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? El Dios Fiel extiende una
mano al hombre. La justificación es la rehabilitación del hombre a su dignidad
humana, es decir, imagen y semejanza de Dios. Y, por la obra de Cristo, hijo
adoptivo suyo. Y cuando Dios toma esta decisión la mantiene y la realiza. La
experiencia humana nos enseña de una manera cruel que el temor y el miedo
invaden al hombre. El hombre tiene miedo, un miedo paralizador de su
interioridad. Está rodeado de ruido, pero en la hondura de su ser tiene miedo.
Dios lo sabe, porque sondea nuestra intimidad, por eso ofrece una garantía de
seguridad: su Hijo que ha muerto y resucitado, para liberar al hombre de la
esclavitud y del miedo.¡Qué realistas son las respuestas que ofrece el
Evangelio! Entra como una espada de doble filo en la intimidad del hombre y lo
libera, lo cura y lo abre a la esperanza. Y Jesús puede ser nuestro intercesor.
El mismo nos declaró: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Tercera lectura: Marcos 9,1-9.
Marco:
Este acontecimiento pertenece a lo que
nosotros llamamos triple tradición, es decir, un acontecimiento del que nos dan
testimonio los tres evangelistas. Todos los acontecimientos de la vida de Jesús
son fiables, pero los que recogen los tres evangelis-tas gozan todavía de mayor
valor. Y los tres, enmarcan este acontecimiento después de la confesión de
Pedro en Cesarea y el primer gran anuncio de Jesús de su Pasión. Este anuncio,
provocó en Pedro el rechazo asustado por el escándalo de la cruz.
Reflexiones:
1ª) ¡Entre la cruz y la gloria!.
En primer lugar, precisamente ya el
marco en que los evangelistas incrustan este acontecimiento nos permite
descubrir su primer valor para el anuncio y la predicación en este domingo. La
radicalidad de las palabras de Jesús son de una autenticidad indiscu-tible. Se
enseña habitualmente que las palabras de seguimiento son de las más auténticas
y las menos discutidas de las que pronunció Jesús. Jamás ningún maestro de su
tiempo ni después tampoco se atrevió formular tal invitación: "quien
quiera ser discípulo de negarse a sí mismo y ponerse en marcha detrás de
mí". Pero en línea anteriores, ha recelado sin ambages su destino, que por
cierto sólo fue captado en su primera parte, es decir, la que habla de
sufrimientos, traiciones, humillaciones y muerte. Jesús habló también de
resurrección, de vida, de gloria. Pero los discípulos no entendieron. Pedro se
escandaliza.
2ª) Jesús avalado por dos grandes
profetas: Moisés y Elías.
En segundo lugar, el relato mismo nos
invita a centrar la atención en algunos elementos más importantes. Mateo mismo
nos invita a contemplar a Jesús como un nuevo Moisés, que se encuentra con Dios
en un nuevo Sinaí, también en medio de una nube y rodeado de luz. La presencia
de los dos personajes que se hacen presentes y que proceden de lo alto son
Moisés y Elías, y precisamente los dos tienen relación importante con el Sinaí,
y los dos representan lo mejor del profetismo. Personifican la Ley y los
Profetas donde se encuentra la esencia de la revelación veterotestamentaria de
la voluntad de Dios. Y también Mateo nos ha advertido ya (5,17ss) que Jesús ha
venido a dar cumplimiento (histórico-salvífico) a la Ley. Y en otro momento de
su ministerio nos dijo que toda la ley y los profetas se sintetizan en su nuevo
mandamiento de amor a Dios y al prójimo (Mt 22,40).
3ª) Jesús, el Hijo predilecto del Padre.
En tercer lugar, la voz celeste
procedente del Padre es una solemne declaración: Jesús es su Hijo amado, en
quien se complace. La revelación nos remite a otro acontecimiento central en la
vida de Jesús que es su bautismo (otro elemento importante para centrar bien el
sentido de la cuaresma: tiempo de preparación y experiencia bautismal). Aquí
como allí toda la escenificación está estructurada en las categorías
apocalípticas. Esto significa, en lenguaje llano, que todas las imágenes
utilizadas tienen como finalidad preparar el marco dramático para una singular
revelación. El cielo y la tierra están en comunión a través de Jesús. El es el
centro donde converge la realidad de lo alto y la más honda realidad de lo
terreno. Este acontecimiento tiene especial relevan-cia para la comprensión de
la misión de Jesús, para entender su persona, para entender su tarea de
mediador. En lo alto del monte es una imagen que dirige la atención en el mismo
sentido.
4ª) ¡Dichosos los que escuchan la
Palabra de Jesús!.
En cuarto lugar, este reconocimiento y
presentación de Jesús como Hijo muy amado, acompañado por Moisés y Elías,
destinatarios de la más importante revelación veterotestamentaria, tienen una
finalidad, una funcionalidad histórico-salvífica: que es necesario escucharle.
El "escuchadlo" de este fragmento centra la atención del lector. Se
le invita a que entienda todo el conjunto orientado a este centro. Jesús es el
profeta singular (escatológico decimos en nuestro lenguaje). Y esto quiere
decir que está dotado de las cualidades de quien puede revelar la última voluntad
de Dios en favor de los hombres. Vienen a proclamar esta voluntad de la
soberanía y del amor de Dios. El hombre no tiene otra alternativa, si se quiere
poner en marcha hacia la verdadera salvación: escuchar la palabra de Éste de
quien dan testimonio la ley y los profetas y que, por lo tanto, está por encima
de la ley y de los profetas. Sólo Él tiene la definitiva palabra de salvación.
(Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P. ).
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