Cuaresma es el “tiempo de la
misericordia”. Unas semanas para caer en la cuenta de la realidad que
continuamente origina y da sentido a nuestra existencia humana: el amor de Dios
revelado en Jesucristo. No es una divinidad alejada o apática, inventada por
nuestros miedos sino Dios con nosotros y falsas apoyaturas sino Dios-con
nosotros- que nos ama incondicionalmente hasta la muerte de cruz y hasta vencer
a la muerte en con nuestra humanidad.
En el primer domingo de cuaresma la
liturgia celebró a Jesucristo como nuevo Adán, humanidad realizada en el
paraíso: en convivencia pacífica con los demás vivientes, pero “servido por
ángeles”, es decir en intimidad con el Creador que es “Abba”, ternura infinita.
En el segundo domingo la liturgia
proclamó la fe de la comunidad cristiana que aún debe soportar los conflictos y
crisis de la vida: Jesús tiene que enfrentarse con el sufrimiento y la muerte,
los discípulos no lo entienden, “están dormidos”, pero en la transfiguración es
confesado como el Hijo amado, con el vestido resplandeciente del Resucitado.
En el tercer domingo el gesto profético
de Jesús echando fuera del templo a los vendedores del templo que, con su
lógica mercantilista, prostituían el lugar de oración o atrio de los gentiles,
sugirió que la liturgia cristiana no se reduce a prácticas religiosas sino que
implica una conducta existencial para construir la fraternidad o reinado de
Dios; un culto en espíritu y en verdad.
Y en esa misma línea la Palabra en este
domingo 4º de cuaresma da un paso más: hacer la verdad de Dios y la verdad del
ser humano en la verdad del mundo.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I LECTURA
El
texto resume en pocas líneas lo que fue la caída y restauración de Jerusalén y
del Templo. Después de la destrucción de la ciudad, la población fue deportada,
hasta que Ciro autorizó el regreso y la reconstrucción. En todos esos
acontecimientos, los dolorosos y los alegres, el pueblo debe encontrar la
voluntad de Dios para cada momento.
Lectura
del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23
Todos los
jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades,
imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que
el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les
llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía
compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros
de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta
que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más
remedio. Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de
Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus
objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado
de la espada, y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta
el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor,
pronunciada por Jeremías: “La tierra descansó durante todo el tiempo de la
desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron
setenta años”. En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se
cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el
espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por
escrito en todo su reino: “Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del
cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le
edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese
pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!”.
Palabra de Dios.
SALMO 136, 1-6
R. ¡Que
no me olvide de ti, ciudad de Dios!
Junto a los
ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces
de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. R.
Allí nuestros
carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: “¡Canten para
nosotros un canto de Sión!”.R.
¿Cómo
podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti,
Jerusalén, que se paralice mi mano derecha. R.
Que la lengua
se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por
encima de todas mis alegrías. R.
II LECTURA
Dios
“nos primereó”, como le gusta decir al papa Francisco. No esperó a que nosotros
fuéramos santos para luego amarnos. “Cuando estábamos muertos a causa de
nuestros pecados”, él se nos adelantó y nos amó primero. Así de importantes
somos para él.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso
2, 4-10
Hermanos:
Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo
revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo
Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo. Así, Dios ha querido
demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que
nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia,
mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no
es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación
suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras,
que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.
Palabra de Dios.
Aclamación Jn 3, 16
Dios amó
tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él
tenga Vida eterna.
EVANGELIO
“Hemos creído en el amor de Dios: así puede
expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este
acontecimiento con las siguientes palabras: ‘Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida
eterna’” (Benedicto XVI, Encíclica Dios es amor).
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
3, 14-21
Dijo Jesús:
"De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el
desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al
mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera,
sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre
del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: La luz vino al mundo, y los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo
el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras
sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la
luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en
Dios".
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
La
verdad de Dios: Primera lectura (segundo libro de las Crónicas 36. 14-16:
19-23)
Según la historia bíblica, los antiguos
esclavos en Egipto entraron en la región de Canaán con la experiencia de Dios
que, “movido a compasión”, intervino para liberarlos. Esa memoria les impulsó a
combatir la idolatría o falsos dioses que amparaban y encubrían la codicia de
los poderosos generando en aquellos pueblos cananeos la injusticia y
explotación de los pobres. El monoteísmo surgió no como fruto de un discurso
metafísico sino desde la experiencia en un Dios ético. Ello explica que, a la
hora de organizarse dentro de la región, se repartirá la tierra según el número
de miembros en cada tribu y no hubiera jefes ni reyes; la primera legislación
de aquel pueblo buscaba una sociedad justa donde todos gozaran de los mismos
derechos, y los pobres no quedasen abandonados. A pesar de los saludables
avisos del profeta Samuel sobre los males acarreados por la monarquía, el
pueblo hebreo influenciado por los otros pueblos quiso tener sus reyes. En
efecto, con la monarquía vino la corrupción del poder, la invasión de de los
caldeos, la destrucción del templo de Jerusalén la deportación de sus líderes
al destierro. Pero llegó el imperio persa y su rey Ciro a quien “el Señor, rey
de los cielos”, encarga edificar el templo de Jerusalén.
¿Cuál la lectura teológica de estos
acontecimientos? Lo peculiar de la historia bíblica es la revelación de Dios,
misterio inefable siempre mayor, es que acompaña siempre a los seres humanos y
a la creación entera en su andadura por el tiempo. La verdad Dios en la Biblia
es el amor fiel y estable, la compasión. Es alguien que no se impone nunca por
la fuerza; que acompaña siempre con entrañas de misericordia; que no es
hipócrita, que se mantiene fiel en el amor, que es digno de confianza. Dios
expresa su verdad en acontecimientos y palabras. Su manifestación última en la historia
es Jesucristo a quienes sus mismos adversarios reconocen: “Maestro, sabemos que
eres veraz, que no temes a nadie, que no te fijas en el rango social y
apariencia de las personas, sino que enseñas el camino de Dios en verdad” (Mc
12,14). En la convicción firme de que Dios es compasivo y protector de su
pueblo, símbolo de toda la humanidad, está presente y activo en todos los
momentos y en todas las situaciones de la vida humana, se comprende la
interpretación teologal incluso de un mal como fue el destierro para que
despertara el pueblo a su vocación original. La verdad de Dios se manifiesta no
sólo en sus enviados o portavoces como son los jueces y profetas del pueblo
hebreo. También, como es el caso de Ciro el emperador persa, en todos los seres
humanos que se abren a esa presencia misericordiosa de Dios y son portadores de
liberación para los otros.
José Saramago, premio nobel en
literatura, escribió una breve novela “Ensayo sobre la Ceguera”, destacando que
la cultura actual, va creando un modelo de persona, productora, consumidora y
depredadora que se instala en la superficialidad. No tiene lesión fisiológica
en los ojos, pero su mirada se pierde como en un mar de leche y está sufriendo
“•una ceguera blanca” que le impide ver la realidad tal cual es. Pues bien, lo
más real de la real de la realidad es la presencia de Dios, tantas veces
ignorada. Una presencia de misericordia que a todo da vida y aliento. Y esa
verdad de Dios está presente incluso en nuestros males y en los lados oscuros
de nuestra existencia. Siempre como “Abba”, poder invencible que se manifiesta
como misericordia. Es decisiva esta fe o experiencia, que Jesús de Nazaret
plasmó de modo único en su conducta, y así es Primogénito de los creyentes.
Escuchando lo que nos dice el papa Francisco en la exhortación “El gozo del
Evangelio”, en este tiempo de Cuaresma vivamos el gozo de que la verdad de Dios
“su ternura no se ha agotado, se renueva cada día”
La
verdad del ser humano (Segunda lectura: de la Carta de la Carta a los Efesios,
2,4¬-10)
Por cultura entendemos un modo de
interpretar y organizar la vida. En cada cultura hay unas creencias y unos
criterios valorativos de las personas. En los inicios de la cultura moderna, la
persona fue valorada por su mayoría de edad a la hora de tener juicios propios
sin bajar la cabeza sin más ante lo que otros dicen. Ya es conocido el lema del
pensador Descartes en el s. XVII: “pienso, luego existo”. Después, sobre todo
en esa etapa de la modernidad incapaz de darse nombre y por llamada
“postmodernidad”, se destaca más bien la dimensión afectiva: “amo, tengo
fuertes sensaciones gratificantes, luego existo”. En una sociedad adiestrada
para el consumo desenfrenado, el eslogan más o menos consciente sería “compro y
gasto, luego existo”.
Según lo que dice esta segunda lectura
de la misa, las personas valen y tienen una dignidad inviolable “por el gran
amor con que Dios nos ama”, “por su bondad para nosotros en Cristo Jesús”. Bien
podemos decir: “soy amado, luego existo; “el profundo estupor ante la dignidad del
ser humano se llama evangelio”. No es sólo que seamos perdonados. Lo radical y
primero en los seres humanos es el amor, el ser llamados y amados
gratuitamente. Fue la experiencia que, siguiendo a Jesucristo, tan intensamente
vivió Pablo de Tarso. Todos son gratuitamente llamados pues la voz de Dios que
habla en el sagrario de su conciencia. Los cristianos hemos percibido esa voz
en la conducta histórica de Jesús, y nuestra experiencia más original es que
somos amados incondicionalmente, incluso cuando somos pecadores. Como dice el
papa Francisco, aún en los momentos más oscuros y difíciles permanece “al menos
como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente
amados más allá de todo”.
Todos necesitamos ser amados y
reconocidos. Cuando nadie nos ama, nuestra vida pierde sentido, y cuando ni
siquiera nos amamos a nosotros mismos, parece que la vida hay no merece la
pena. Hoy tenemos la facilidad de amontonar placeres de todo tipo, pero en
medio de tantas oportunidades, la falta de sentido que de algún modo anime
todos nuestros pasos, incluidos los duros trances de sufrimiento y de muerte,
es el cáncer que nos está matando. Vivimos en una cultura des-animada.
Cuaresma es tiempo de conversión. Pero
conversión ¿a quién o a qué? Jesús de Nazaret inicia su misión profética
invitando: “convertíos porque ya está irrumpiendo el reino de Dios” (Mc
1,14-15). No es conversión a una divinidad ofendida por nuestros pecados, a fin
de aplacar su ira para evitar el castigo que merecemos. Eso no es tan buena
noticia. La predicación del Bautista era muy amenazante, y más aún la de
algunos predicadores cuaresmeros que te metían el miedo en el cuerpo y
enseguida ibas a confesar para evitar posibles represalias. Jesús más bien
presenta la buena noticia: Dios está interviniendo ya como amor construyendo
con y desde dentro de la humanidad esa sociedad fraterna, simbolizada en un
banquete de bodas al que todos somos invitados para sentarnos a la mesa común
de la creación como personas libres, y participar como hermanos y amigos en la
alegría de la fiesta. La conversión cuaresmal no es por miedo al castigo. Es
por haber descubierto un tesoro escondido, algo que nos hace felices, y para
conseguirlo, “con alegría” empeñamos todos nuestros recursos para encontrar ese
tesoro que nos hace felices.
El papa Francisco hace una sugerente
observación: “Hay cristianos cuya opción parece la de una Cuaresma sin Pascua”.
Ya filósofos del s. XIX se declararon ateos en buena parte porque los
cristianos que creían en Dios, andaban por el mundo con la cara de poco
redimidos. Si de verdad creemos que el amor incondicional de Dios en favor de
la humanidad ha llegado hasta soportan la cruz donde ha vencido a la muerte ¿no
deberemos vivir con profundo gozo nuestra conversión cuaresmal? Según el ritual
antiguo en la imposición de la ceniza se decía: “recuerda que eres polvo y al
polvo volverás”. La fórmula está bien y es interpelante para denunciar nuestras
muchas vanidades, pero más que buena noticia, es constatación de las
limitaciones que todos experimentamos. Según el ritual renovado, ahora se dice:
“convertíos y creed en el evangelio”. La verdadera conversión o fe cristiana es
abrirse con amor a la buena noticia de Jesucristo: Dios nos ama gratuitamente a
todos sin discriminaciones. Cuando nos hacemos permeables a ese amor de Dios
encarnado en la conducta histórica de Jesús, estamos en camino de la verdadera
conversión cristiana.
En este tiempo de cuaresma somos
invitados a vivir la verdad del ser humano y nuestra propia verdad con “la certeza
personal” de que todas las personas, incluidos nosotros mismos, estamos
sostenidos y afirmados “por una amor más allá de todo”. En consecuencia, no
sólo somos amados y llamados cada uno en particular. Jesús llamó “a los que
quiso para que estuvieran con él y pare enviarles a evangelizar” (Mc 3,14).
Luego los cristianos somos llamados y convocados. No hay vocación cristiana sin
convocación. Y si realmente creemos que Jesucristo es Palabra que ilumina a
todas las personas, el bautizado tiene una vocación católica. Se siente
convocado con todos los hombres y mujeres de buena voluntad y sincero corazón.
No hay nada más opuesto a la vocación cristiana que el espíritu sectario.
Cuaresma es el tiempo de la
misericordia. Para celebrar y dejarnos transformar por la misericordia de Dios,
siendo compasivos y misericordiosos con todos los seres humanos y con toda la
creación que continuamente brotan y se mantienen por esa misericordia. Como
dice la segunda lectura de hoy “todos somos obra suya”. En una sociedad cada
vez más agresiva y en una economía individualista deformada por la fiebre
posesiva en todos los ámbitos se ha puesto la lógica de la comercialización, la
comunidad cristiana debe actuar con entrañas de misericordia escuchando,
dejándose convertir, por la invitación de Jesucristo: “dadles vosotros de
comer”. Ofreced de modo creíble una conducta de la misericordia que se hace
compasión eficaz ante las víctimas y compromiso con la justicia en situaciones
de injusticia. En cuaresma tenemos la oportunidad de convertirnos. De
interpretar y organizar nuestra existencia como servicio a la verdad o dignidad
del ser humano, y de así vivir nuestra propia verdad. De tener como criterios:
compartir en vez de acaparar, valorar a las personas polo lo que son y no por lo
que aparentan o económicamente aportan; de ejercer el poder momo servicio a los
demás y no como medio para asegurarnos sólo nosotros y nuestro gripo; para ser
solidarios y no individualistas en la organización social. Por ahí tiene que ir
la conversión en cuaresma.
En
la verdad del mundo (Evangelio 3,14-21: encuentro de Jesús con Nicodemo)
El encuentro de Jesús con Nicodemo, es
la confrontación de la verdad de Dios y la verdad del ser humano, con la verdad
o realidad del mundo aquí representada por el rabinismo infectado de
hipocresías o apariencias.
En sus escritos el cuarto evangelista
presenta dos dimensiones reales en la verdad del mundo. Por una parte una
dimensión positiva: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito”
(Jn 3,16). Es decir, tanto ama Dios a este mundo que continua y gratuitamente
se está autocomunicando “como amigo” (Vaticano II). Por tanto cabe una mirada
de simpatía y de amor al mundo. Pero también destaca otra dimensión negativa:
“no améis al mundo ni lo que hay en el mundo- la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas-no viene de Dios sino
del mundo” (1 Jn , 2,15-16). Esta es la verdad o realidad del mundo.
Nicodemo está viviendo esta verdad del
mundo. Por una parte vive de miedos al qué dirán, de apariencias. Por eso se
acerca a Jesús “de noche”, para que no le vean. Por otra parte siente atracción
por el evangelio de Jesús en quien vislumbraba la presencia de Dios ¿Cómo hacer
la verdad de Dios misericordia entrañable y la verdad del ser humano
inseparable de Dios, en la verdad o ambigüedad de este mundo?
Jesús habla de un nuevo nacimiento en el
Espíritu. El verbo griego empleado significa “nace de nuevo” y “nacer de
arriba”. Un nuevo nacimiento para entrar “en el reino de los cielos”. La
expresión es de los evangelios sinópticos y concretamente del evangelista
Mateo. Nicodemo representa al rabinismo cerrado en sí mismo, integrado por
ciegos que aparentar ser los únicos que ven. Lo explicita bien el relato sobre
la curación del ciego de nacimiento (Jn c.9). Esos rabinos –cuando Juan escribe
su evangelio son los fariseos- se creen dueños de la verdad e impiden que el
ciego vea, es decir que sea él mismo. En ese mundo de la hipocresía y del
poderío, Jesús curando al ciego de nacimiento, defiende la verdad del ser
humano, su vocación creacional; es significativo el gesto de amasar un poco de
barro con saliva para curar al ciego evocando lo que cuenta el relato bíblico
sobre la creación del ser humano: “he venido a este mundo para que los que no
ven vean” (Jn 9,39).
Y Jesús acentúa la dimensión positiva
del mundo: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que no
perezca ninguno de los que creen en él sino que tenga vida eterna”. Según esta
revelación debe cambiar nuestra forma de mirar al mundo. Está sostenido y
arropado por el amor de Dios ¿por qué vamos a condenarlo sin más? El Vaticano
II ratificó la alianza y la solidaridad de la Iglesia con el mundo. Y en la
clausura del concilio habló de la actitud samaritana de la respecto al mundo
contemporáneo.
Pero la Palabra que es luz y a todos los
seres humano ilumina, no es recibida por todos los seres sino frecuentemente
rechazada. Fue la conducta de aquel rabinismo cerrado que rechazó la luz del
evangelio: “vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron”. Y aquí tenemos
también la verdad del mundo, su lado sombrío, generado por la concupiscencia de
los ojos y la arrogancia del prepotente que cada uno llevamos dentro. ¿Cómo
hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en esta verdad ambigua del
mundo?
“El que cree en mi no será condenado; el
que no cree ya está condenado”. La fe no es sólo admitir verdades formuladas
con autoridad por otros. Es ante todo y sobre todo apertura incondicional de la
persona a esa presencia del “Abba” revelado en Jesucristo. Un acto complejo que
implica sintonía espiritual profunda, confianza gozosa y sumisión. Sobre todo
en el cuarto evangelio, creer es consentir con todo lo somos hacemos a
Jesucristo, en quien la humanidad se ha hecho totalmente permeable a la
presencia de Dios que es amor y no sabe más que amar.
“El que hace la verdad llega a la luz”.
No se trata de ortodoxias: formular y aceptar verdades formuladas. Se trata de
hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en la verdad del mundo. El
cristianismo es una práctica, un estilo nuevo de vivir, re-crear y actualizar
en nuestra propia historia la conducta histórica de Jesús, “el que hace la
verdad”. Es decir el que cada día se empeña en escuchar y poner en práctica lo
que el Espíritu le sugiere en su conciencia mirando a la conducta de Jesús.
El evangelio de San Juan relatando el
encuentro de Nicodemo con Jesús habla del nacimiento “del agua y del Espíritu”
aludiendo al sacramento del bautismo. Se trata de un punto de partida pues toda
la vida cristiana es bautismal. Necesitamos renovar cada día nuestro bautismo,
nacimiento del Espíritu, memoria de Jesús que pasó por el mundo haciendo el
bien y curando a los oprimidos por las fuerzas malignas. La fe cristiana no
existe en abstracto sino en los creyentes que caminamos en el tiempo y cada día
tenemos que renovar nuestra vocación bautismal. Pero el Espíritu actúa también
en todas las personas que se dejan alcanzar por su luz, muchos que no son
cristianos, tienen otras creencias religiosas, o no tienen ninguna religión. En
el sagrario de su conciencia, trabajada por el Espíritu, son invitados a este
nuevo nacimiento.
Cuando los cristianos con todas las
personas de buena voluntad que actúan según su recta conciencia, tratamos de
hacer la verdad, se está fraguando ya en nuestro mundo “la vida eterna”. No es
sólo para después de la muerte. La vida que nace del Espíritu es una nueva
forma de vivir que significa intimidad con Dios, apasionamiento por la
fraternidad, compasión eficaz ante las víctimas. Una vida inspirada y tejida en
el amor que es más fuerte que la muerte: “Yo soy la resurrección; el que cree
en mí aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”
(Jn 11,26).
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera lectura: Segundo libro de las
Crónicas 36,14 16.
Marco: Situación de Israel (Judá) al
final de la monarquía. Se trata de un conjunto que es descrito más
detalladamente en 2Re 23,31 25,30. El historiador Cronista pasa así rápidamente
sobre el período sombrío que corre entre la reforma religiosa de Josías (muerto
el 609 a.C.) y la restauración nacional y religiosa de la vuelta del exilio de
Babilonia.
Reflexiones:
1ª) ¡Multiplicaron sus infidelidades!
En aquellos días, todos los jefes de los
sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres
abominables de los gentiles. La historia
de la salvación se podría definir como el encuentro de un pueblo que no
acertaba a ser fiel y un Dios que no dejaba de serlo nunca. Es la
característica fundamental de la religión revelada: que es histórica, real y
crudamente humana. La grandeza de Dios en su pedagogía fue el intento repetido
y mantenido por llevar a su pueblo a la salvación; a la experiencia de su amor
generoso; a su designio de devolverle su dignidad de hombre. Este fragmento del
Libro de las Crónicas no puede ser más escueto y revelador de la situación a
que llegó Israel seis siglos después de la liberación de Egipto, tejidos por las
dificultades de un pueblo para entender a su Dios y Soberano que se comprometió
con él en un solemne pacto de superior a inferior (que eso fue la alianza del
Sinaí) y que no ha recibido la contrapartida de la respuesta del hombre
necesaria para que se lograse su proyecto en él. Estos textos siguen iluminando
nuestra propia historia personal y eclesial. Seguimos en camino, seguimos en el
empeño de Dios y seguimos contando con hombres envueltos en debilidades.
2ª) ¡La fidelidad de Dios a su palabra!
El Señor, Dios de sus padres, les envió
desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión
de su pueblo y de su Morada. Pero Dios Fiel, en atención a los padres (Abraham,
Isaac y Jacob) sigue empeñado en su oferta. Y este proyecto de Dios se traduce
en que nunca faltaron a Israel mensajeros suyos que les recordasen las
cláusulas de la Alianza. Porque esa fue la misión principal de los profetas:
dirigirse a los hombres de su tiempo para intentar que sus vidas se adaptasen a
las exigencias de la alianza. Este era el único camino que conducía a la
salvación. Por eso los profetas representaron lo mejor de las intervenciones de
Dios. Hablaban para los hombres de su tiempo: denunciaban exhortaban,
alertaban. Eran como vigías en la noche. El futuro sólo sería posible si se
daba una mirada auténtica al pasado de los padres y del Sinaí donde se hizo
particularmente presente su Dios y Soberano. Era necesario volver a la roca de
donde habían sido tallados.
Segunda lectura: Efesios 2,4 10.
Marco: La carta a los Efesios tiene dos
partes o centros de interés más sobresalientes: el misterio de la salvación y
de la Iglesia (1 3) y una exhortación a la unidad y a una vida coherente con la
fe (4 6). El fragmento pertenece a la primera parte. Y, más en concreto, se
afirma que la salvación por Cristo es totalmente gratuita y cuyo resultado el
derribo de todas las fronteras que dividen a los judíos de los gentiles
haciendo un sólo pueblo nuevo.
Reflexiones:
1ª) ¡Amor y misericordia desbordantes de
Dios!.
Dios, rico en misericordia, por el gran
amor con que nos amó: estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho
vivir con Cristo (por pura gracia estáis salvados). Sólo puede comprender a
Dios realmente el que se encuentra con su misericordia. Una misericordia que
tiene dos vertientes ya indicadas en el Antiguo Testamento. Para expresar a
Dios movido por su misericordia, el hebreo utiliza dos expresiones
complementarias: janun y rajum. Dios es misericordioso (janún) cuando se acerca
al hombre para perdonarlo, para romper la barrera que le impide acercarse a su
Padre. El Dios que perdona lo hace porque sabe de qué masa hemos sido formados.
Pero Dios es también misericordioso (rajum) cuando se acera a los hombres con
ternísimo afecto, conmovido en sus entrañas como una madre auténtica. Lo que
mejor expresa esta actitud de Dios lo encontramos en dos escenas de la
Escritura: la primera, Oseas 11: Cuando Israel era niño, yo le amé...Yo enseñé
a Efraím a caminar, tomándole por los brazos...Era para ellos como los que alzan
a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer (Os
11,1.3.4). Y la otra escena nos la narra Lucas (el hijo pródigo): Estando él
todavía lejos, le vio su padre y,conmovido, corrió, se echó a su cuello y le
besó efusivamente (Lc 15,20). ¡Dios es así! ¿Queréis reprocharle su conducta,
preguntaba Jesús a los escribas y fariseos que criticaban su comportamiento con
los pecadores? ¡Dios es lo totalmente otro, el que nos desborda, el que nos
supera, el que nos desconcierta y rompe nuestras categorías superándolas!
2ª) Compartiendo profundamente el mismo
destino.
Nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos
ha sentado en el cielo con él. Así muestra a todos los tiempos la inmensa
riqueza de su gracia. Pablo se ve obligado a inventar expresiones griegas
(verbos compuestos que no existían, vg. conresucitar y cosentarse) porque la
profunda realidad de lo que Cristo ofrece al hombre no se podía expresar de
otra manera. La realidad rompía los límites de un lenguaje correcto. Lo
acontecido en Cristo en favor de los hombres desbordaba por todas partes. Por
eso recurrió a una nueva formulación. Lo totalmente nuevo exige un lenguaje
distinto, porque en cierto modo es inefable (no fácil de decir y expresar).
Volver la mirada constantemente a la profunda novedad que es Cristo, para el
hombre concreto e histórico. Hoy como ayer es necesario ahondar en esta
realidad humanizadora del hombre en su profunda dignidad humana y en su
profunda necesidad de restaurarla y recuperarla.
3ª) ¡Nadie puede presumir ni despreciar
a su semejante!
Estáis salvados por su gracia y mediante
la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a
las obras, para que nadie pueda presumir. Ya el comportamiento histórico de
Jesús fue desconcertante. Provocó, la "comensalidad abierta", la
igualdad de todos en el reino de Dios y en la sociedad actual. Aquello provocó
el escándalo, el estupor y finalmente la persecución. Los dones de la gracia
son sustancialmente los mismos para todos. Sólo nos diferenciamos, en la
familia de Dios, por los dones carismáticos que se nos conceden para servir a
los demás. Lo que nos constituye en hijos de Dios y hermanos unos de otros son
dones comunes e iguales para todos. ¡Otra cosa sería la Iglesia, sacramento de
salvación para todo el mundo, si estas verdades básicas e irrenunciables se
hicieran realidad! ¡Cuántas diferencias creamos sin fundamento! Todos somos
iguales, porque nos ha igualado y hermanado el propio Jesús.
Tercera lectura: Jn 3,14-21.
Nota: este evangelio puede sustituirse
por el correspondiente del ciclo A: Jn 9,1-41.
Marco: Jn 9-10 constituye el quinto
episodio o escena del relato joánico, con un único tema central: Jesús es la
luz del mundo. Y como todos los episodios se construye con un signo y discursos
que desarrollan lo apuntado en el signo. El signo milagroso es la curación de
un ciego de nacimiento. El discurso se compone de una serie de pequeñas
unidades que desarrollan el tema.
Reflexiones.
1ª) ¿Por qué ha nacido ciego?
El signo milagroso es la curación de un
ciego de nacimiento. El relato, sobrio pero denso, arranca con esta pregunta
planteada por los discípulos a Jesús: "Maestro ¿quién pecó: éste o sus
padres, para que naciera ciego?" En la tradición bíblica se suponía con
toda normalidad que la enfermedad era el resultado de un pecado. Pero es un
ciego de nacimiento, de ahí la pregunta. Para nuestra sensibilidad y cultura
nos extraña la primera parte de la pregunta. Si es ciego de nacimiento, ¿pudo
tener responsabilidad personal? Sorprendentemente los rabinos enseñaban en
tiempos de Jesús que también en el seno de la madre podía pecar alguien. Aunque
incomprensible, es necesario contar con este dato para entender correctamente
la pregunta. Jesús corrige la tradición judía de enfermedad como efecto de un pecado.
Este caso es una oportunidad para manifestar las obras de Dios. Se lavó en
Siloé (que significa Enviado) y recobró la vista.
2ª) ¿Es justo y se atreve a quebrantar
el sábado?
Jesús ha realizado este milagro en día
de sábado. Surge una dura discusión y enfrentamiento entre los judíos
(fariseos) y Jesús, pero a través del ciego de nacimiento. En un estilo
hondamente dramático se plantean varios problemas: ¿cómo es posible que un
hombre de Dios quebrante el descanso sabático? En los diálogos se plantean algunos
interrogantes: ¿Es verdad que este hombre era ciego? ¿es verdad que se ha
realizado el milagro?
El ciego es acosado una y otra vez,
incluso el recurso a sus padres, para asegurarse del hecho. El ciego responde
una y otra vez que él era ciego y ahora ve. El no entiende demasiado los
sutiles planteamientos de los juristas judíos. Pero él parte de algo
irrefutable: era ciego y ahora ve.
3ª) El ciego curado es el creyente en
Jesús.
Es texto es claramente bautismal. La
fórmula "abrir los ojos" se utiliza siete veces. El autor joánico
quiere expresar que el ciego está "totalmente" curado. La séptima vez
(9,32) refleja los tres temas: ceguera, totalidad y pecado están estrechamente
unidos. En ese caso la totalidad significa lo siguiente: que el ciego recobra
la vista, que es purificado también de su pecado. Está ya presto para recibir
la iluminación de la fe en Jesús, Hijo del hombre (9,35-37). La misma
problemática era ya reconocida a propósito del relato de la curación del
enfermo en la piscina de Betzatá (Jn 5).
4ª) El camino pedagógico de la fe.
En la perspectiva de esta interpretación
bautismal, parece que el autor evoca las diferentes etapas de la fe de todo
neófito: (a) el primer título que el antiguo ciego da a su bienhechor es
puramente humano: "ése hombre llamado Jesús" (v.11). (b) El antiguo
ciego confiesa inconscientemente una total ignorancia del misterio que rodea a
aquel que llama salvándole; la reflexión suscitada por las dudas de los
fariseos (9,16) le introduce en una luz más clara y reconoce que Jesús es
"un profeta" (9,17); (c) poco más tarde se concreta más: Jesús
"viene de parte de Dios" (9,33), expresión ambigua que puede
significar o que Jesús ha sido enviado por Dios, como todo profeta, o más
profundamente que tiene origen celeste; (d) al término de su formación simbolizada
por la controversia, el neófito está preparado, en el último encuentro con
aquel que busca, reconociéndolo como "el Hijo del hombre", como Aquél
que viene del cielo (9,35; cf.3,13); (e) finalmente, se recoge la meta de su
proceso de fe: "Creo, Señor. Y le adoró". (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
O.P.).
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