domingo, 25 de noviembre de 2012

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY



TÚ LO DICES: YO SOY REY”

La solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, cierra el año litúrgico. Un año más en el que se nos ha ofrecido la posibilidad de caminar tras los pasos de Jesús en su seguimiento. Y yendo con el Maestro, hallamos la oportunidad de aprender de Él, escuchar lo que dice, ver lo que hace y procurar comprender “su lógica”–que no pocas veces nos desborda-, como la “lógica” propia de Dios.

¿Es el final o el comienzo de una etapa? Quizás ambas cosas, porque habrá que volver siempre a Galilea para encontrarse con el Resucitado (cf. Mc. 16,7). Y así, el año litúrgico se transforma en una gran metáfora del camino vital de los creyentes hacia el encuentro con Aquel que, sin duda, es Rey, pero en su reino no se reproduce el modo de actuar de “los reyes” de este mundo.

Si cada Eucaristía es acción de gracias, hoy expresamos nuestra gratitud a Dios especialmente porque ha ungido con el óleo de la alegría a su Hijo unigénito, constituyéndolo Sacerdote eterno y Rey del universo. Él ha sido entronizado cuando, víctima inmaculada y pacífica, se ofreció en el altar de la cruz, realizando el misterio de la redención humana. De esta manera sometió a su poder la creación entera, para entregarle al Padre el reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio de la Misa).


CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El dominio de Dios no justifica la opresión ni el sometimiento de otros. Dios no quita la libertad ni la identidad de cada pueblo o cada persona. El dominio de Dios -y debemos aprenderlo cada día- se da en el servicio y la aceptación del otro como hermano.

Lectura de la profecía de Daniel 7, 13-14

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; Él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 92, 1-2. 5

R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!

¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido de majestad, se ha ceñido de poder. R.

El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! Tu trono está firme desde siempre, Tú existes desde la eternidad. R.

Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos. R.

SEGUNDA LECTURA

Jesús es rey, pero su poder real está paradójicamente en que dio su vida, murió por nosotros. Y lo ha hecho por amor. No es un rey que nos aplaste, sino al revés: nos da, nos salva, nos perdona y nos ama.

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 5-8

Jesucristo es el "Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra". Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. Él viene sobre las nubes y todos lo verán, aun aquéllos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Justamente, las categorías de Jesús no son las nuestras. Lo que se revela como fracaso "como lo fue la muerte de Cristo", en verdad, puede esconder un triunfo. Solo es cuestión de saber esperar.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33b-37

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

“Mi reino no es de este mundo”, responde Jesús a Pilato. Pero enseguida reafirma: “Tú lo dices: soy rey”. Pero su reino no es de este mundo. Entonces ¿De dónde es? Si Él es rey ¿En qué consiste su realeza?

El rey

En la escena de la entrada de Jesús a Jerusalén, el evangelio de Juan es el único de los cuatro que pone en labios de la gente la expresión “Rey de Israel” (Jn 12,13); Lucas 19,38 sólo emplea la expresión “Rey”, Mateo 21,9 lo identifica como el “Hijo de David” y Marcos 11,10 menciona al “reino que viene, el de nuestro padre David”. En sus mismas diferencias, los cuatro evangelios sugieren una misma interpretación del acontecimiento, a partir de una esperanza judía apoyada en la expectativa de un Mesías real de linaje davídico. Era, probablemente, la religiosidad popular de la época.

Sin embargo, es en la escena del proceso ante Pilato donde se afirma solemnemente la realeza de Jesús, especialmente en su primera comparecencia ante él (Jn 18,33-37). Luego de un diálogo cuyo punto de discusión es el título “rey de los judíos”, tanto Pilato como Jesús dan a entender que ese título es inadecuado para identificarlo (vv. 33-35). Luego, el mismo Jesús define la naturaleza de su realeza (tres veces emplea la expresión “mi reino”), sugiriendo un origen que no es terreno: “mi reino no es de este mundo” (v. 36). Se abre, a continuación, un nuevo interrogatorio sobre esa realeza de Jesús, ahora sin la referencia judía. Parece haberse encontrado la respuesta: Jesús es rey y su misión es dar testimonio de la verdad, reuniendo bajo su autoridad a todos los que son de la verdad (v. 37).

La inscripción trilingüe sobre la Cruz (Jn 19,19-20) afirma la realeza de aquel que no es de este mundo y al que los judíos no supieron reconocer como su propio rey. A pesar de su irónica pregunta “¿Qué es la verdad?” (Jn 18,38), Pilato termina sellando con su autoridad imperial la entronización del Mesías (Jn 19,22). Su trono: la Cruz. Con ello termina, precisamente, el proceso de entronización real que se había abierto con la primera pregunta de representante del emperador.

Rechazada por unos y reconocida por otro, la realeza de Jesús finalmente es atestiguada por el discípulo: “El que vio estas cosas da testimonio de ellas, y su testimonio es verdadero. Él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis” (Jn 19,35).

Su Reino

Los evangelios sinópticos nos ofrecen una amplia presentación de ese Reino que no se estructura como los reinos de este mundo. Ante todo, ese Reino es “de Dios”, es decir, responde a una iniciativa divina y está teniendo lugar en la persona y la actuación de Jesús de Nazaret; en Él la soberanía de Dios está haciéndose presente de una forma nueva y única en el mundo. Esto es, sin duda, una buena noticia (Mc 1,14-15): Dios se acerca a los seres humanos con una oferta de humanización y de vida para todos los que la quieran acoger. No hay duda: “Si por el Espíritu de Dios expulso yo a los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Mt 12,28); a la pregunta acerca del momento de la llegada el Reino, les respondió: “el Reino de Dios está ya entre vosotros” (Lc 17,20).

El sentido profundo de los milagros realizados por Jesús será, justamente, indicar que la soberanía de Dios ya está abriéndose camino. La misericordia para con los pecadores, la restitución de la salud a los enfermos, la vuelta a la vida a los muertos, el devolver la dignidad a los excluidos y la libertad a los oprimidos, y el dar de comer a los hambrientos, son signos reales de la irrupción de ese reinado de Dios en la historia humana. “Y su Reino no acabará” (Dn 7,14), porque el Dios de Jesús nunca se arrepiente de sus promesas.

La Iglesia

La Iglesia, comunidad de los que seguimos a Jesús, “germen y principio de este Reino” (LG 5), está llamada a continuar su anuncio y a hacerlo presente de la manera que lo hizo su Maestro y Señor: mediante el servicio coherente y humilde, y desde aquel no-poder manifestado en la Cruz. En tiempos en los que se propone una “nueva evangelización”, ella no podría alejarse del anuncio entusiasta de una fe en el Dios que libera al ser humano de la “preocupación” excesiva por su propia vida, una esperanza firme en la plena realización de sus promesas, y un amor que está sustentado exclusivamente en el Amor de un Dios que “hace salir el sol sobre buenos y malos” (Mt 5,45). Y ello, cualquiera sea el contexto que nos toque vivir.

Toda otra comprensión del “Reino de Dios” y de Jesucristo “Rey del Universo”, toda tentación de asociarlo a los “reinos” de este mundo, distorsiona sobremanera el sentido de esta solemnidad y nos aleja del proyecto de Dios. La Iglesia adora a Jesucristo, Hijo de Dios y Rey eterno, llamado en el libro del Apocalipsis “Testigo digno de fe” (gr. ho mártys ho pistós): Él nos ama y nos ha liberado de nuestros pecados con su sangre (Ap 1,5). La Cruz ha sido y sigue siendo su trono.

ESTUDIO BÍBLICO

La verdad del Reinado de Dios

       La festividad de Cristo Rey cierra el año litúrgico y se pretende poner en el horizonte de nuestra historia a Aquél que ha hecho presente en este mundo el reinado de Dios, que no es un estado, sino una situación en la que los hombres deben aprender a vivir en solidaridad.

Iª Lectura: Daniel (7,13-14): El reino eterno no es de los hombres

I.1. La primera lectura de hoy, tomada del libro de Daniel, es una visión en la que el autor de este libro apocalíptico contempla a una figura, llamada Hijo de hombre, al que se le confía el destino del mundo. La visión es muy particular: por una parte se habla de “reino” y “poder”. Pero esto lo entrega a Dios a una figura misteriosa, como un Hijo de hombre. Su “reino no será destruido jamás”. No ha habido ni habrá sobre la tierra un imperio que permanezca eternamente, porque los imperios de la tierra no son humanos, aunque pretendan ser divinos. Tienen los pies de barro, de insolidaridad y de injusticia. El sueño, la visión no es otra cosa de lo que deseamos todos, pero ese reino tiene que venir de Dios (el Anciano en la visión), pues de lo contrario no será eterno.

I.2. Sabemos que la tradición cristiana, después de la resurrección, ha visto en esta figura humana a Jesucristo. Es un poder que en aquél tiempo estaba en manos de fieras, que representaban los imperios de este mundo. Ya sabemos que esos imperios han desaparecido, aunque han venido otros. Pero lo importante es saber que un día el poder estará en manos de Aquel, que hecho hombre, ha ganado para siempre un reino de justicia y de hermandad. No usará el poder para esclavizar como han hecho los poderosos de este mundo, sino para liberarnos y hacernos dignos hijos de Dios.

IIª Lectura: Apocalipsis (1,5-8): Jesucristo nos convoca al cielo

II.1. La segunda lectura, el Apocalipsis, se enmarca en la asamblea litúrgica, reunida en nombre del Señor, en la eucaristía, en el domingo, día de la resurrección, en que aparece Jesucristo, el testigo fiel. Este es un texto litúrgico lleno de matices cristológicos, en que se proclama la grandeza del que ha de ser alabado en un himno que encontramos en el v. 7 de la lectura de hoy. El vidente de Patmos, pues, va a escribir a las siete Iglesias de Asia, y las saluda en nombre de Jesucristo, quien con su propia sangre ha abierto un camino nuevo en este mundo en el que el mal parece “reinar” con una cierta soberanía. Pero Jesucristo, el “traspasado”, vive ya para siempre; es el alfa y la omega (las dos letras con las que comienza y termina el alfabeto griego), porque en Jesús ha comenzado una historia nueva y en El se consumará nuestra historia.

II.2. No deberíamos olvidar, a pesar de lo que se cree comúnmente, que las descripciones de Ap descubren algo que debe llegar en el futuro, sino que es algo que se cuenta como ya sucedido, aunque en clave de futuro. Se ha escrito para hablar de Jesucristo el “traspasado” y no de catástrofes; para hablar del triunfo de aquél que ha puesto el amor por encima del poder y la política de la época. Y otra cosa, es el mismo Jesús el que habla de sí mismo y de las cosas de Dios y del cielo. ¿Para qué? Para que sigamos teniendo esperanza en su vuelta, en el triunfo definitivo de Dios. ¿Con que garantías? Pues con la garantía de la “muerte y resurrección” de Jesús. En este libro se habla del cielo, no del infierno. Es el cielo el que se presenta al vidente y el vidente a sus lectores: los cristianos que sufren en este mundo y en esta historia. Estas con las claves de la lectura del Apocalipsis y de este hermoso texto de la liturgia de hoy. Todas las imágenes litúrgicas que se acumulan y los títulos cristológicos como rosario de cuentas de zafiro son para afirmar el triunfo de Dios y de Jesucristo sobre nuestra vida y nuestra muerte.

Evangelio: Juan (18,33-37): La verdad del reinado de Jesús

III.1. El evangelio de hoy forma parte del juicio ante el prefecto romano, Poncio Pilato, que nos ofrece el evangelio de Juan. Es verdad que desde esa clave histórica, el evangelio de Juan tiene casi los mismos personajes de la tradición sinóptica, entre otras cosas, porque arraigó fuerte la pasión de su Señor en el cristianismo primitivo. La resurrección que celebraban los primeros cristianos no se podía evocar sin contar y narrar por qué murió, cuándo murió y a manos de quién murió. La condena a muerte de Jesús fue pronunciada por el único que en Judea podía hacerlo: el prefecto de Roma como representante de la autoridad imperial. En esto no cabe hoy discusión alguna. Pero los hechos van mucho más allá de los datos de la tradición y el evangelio de Juan suele hurgar en cosas que están cargadas para los cristianos de verdadera trascendencia. El juicio de Jesús ante Pilato es para Juan de un efecto mayor que el interrogatorio en casa de Anás y Caifás. En ese interrogatorio a penas se dice nada de la “doctrina” de Jesús. El maestro remite a sus discípulos, pero sus discípulos, como hace Pedro, lo niegan. Y entonces el juicio da un vuelco de muchos grados para llevar a Jesús al “pretorio”, el lugar oficial del juicio, a donde los judíos no quisieron entrar, cuando ellos los llevaron allí con toda intención.

III.2. El juicio ante Pilato, de Juan, es histórico y no es histórico a la vez. Es histórico en lo esencial, como ya hemos dicho. Pero la “escuela joánica” quiere hacer un juicio que va más allá de lo anecdótico. El marco es dramático: los judíos no quieren entrar y sale Pilato, pregunta, les concede lo que no les podía conceder: “tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley”. Pero ellos no quieren manchar “su ley” con la sangre de un profeta maldito. Pilato tampoco, aparentemente, quiere manchar el “ius romanum” con la insignificancia de un profeta judío galileo que no había hecho nada contra el Imperio. El drama que está en juego es la verdad y la mentira. Ese drama en el que se debaten tantas cosas de nuestro mundo. Pero los autores del evangelio de Juan van consiguiendo lo que quieren con su teología. Todo apunta a que Jesús, siempre dentro del “pretorio”, es una marioneta. En realidad la marioneta es la mentira de los judíos y del representante de la ley romana. Es la mentira, como sucede muchas veces, de las leyes injustas e inhumanas.

III.3. Al final de toda esta escena, el verdadero juez y señor de la situación es Jesús. Los judíos, aunque no quisieron entrar en el “pretorio” para no contaminarse se tienen que ir con la culpabilidad de la mentira de su ley y de su religión sin corazón. Esa es la mentira de una religión que no lleva al verdadero Dios. Esto ha sido una constante en todo el evangelio joánico. Pilato entra y sale, no como dueño y señor, lo que debería ser o lo que fue históricamente (además de haber sido un prefecto venal y ambicioso). El “pobre” Jesús, el profeta, no tiene otra cosa que su verdad y su palabra de vida. El drama lo provoca la misma presencia de Jesús que, cuando cae bajo el imperio de la ley judía, no la pueden aplicar y cuando está bajo el “ius romanum” no lo puede juzgar porque no hay hechos objetivos, sino verdades existenciales para vivir y vivir de verdad. Es verdad que al final Pilato aplicará el “ius”, pero ciegamente, sin convicción, como muchas veces se ha hecho para condenar a muerte a los hombres. Esa es la mentira del mundo con la que solemos convivir en muchas circunstancias de la vida.

III.4. Jesús aparece como dueño y señor de una situación que se le escapa al juez romano. Es el juicio entre la luz y las tinieblas, entre la verdad de Dios y la mentira del mundo, entre la vida y la muerte. La acusación contra Jesús de que era rey, mesías, la aprovecha Juan teológicamente para un diálogo sobre el sentido de su reinado. Este no es como los reinos de este mundo, ni se asienta sobre la injusticia y la mentira, ni sobre el poder de este mundo. Allí, pues, donde está la verdad, la luz, la justicia, la paz, allí es donde reina Jesús. No se construye por la fuerza, ni se fundamenta políticamente. Es un reino que tiene que aparecer en el corazón de los hombres que es la forma de reconstruir esta historia. Es un reino que está fundamentado en la verdad, de tal manera que Jesús dedica su reinado a dar testimonio de esta verdad; la verdad que procede de Dios, del Padre. Sólo cuando los hombres no quieren escuchar la verdad se explica que Jesús sea juzgado como lo fue y sea condenado a la cruz. Esa es la verdad que en aquél momento no quiso escuchar Pilato, pues cuando le pregunta a Jesús qué es la verdad sale raudo de su presencia para poder justificar su condena posterior. Juan nos quiere decir que Jesús es condenado porque los poderosos no quieren escuchar la verdad de Dios.



domingo, 18 de noviembre de 2012

DOMINGO 33 DEL TIEMPO ORDINARIO



“…ese día y la hora nadie los conoce, nadie sino el Padre".

El año litúrgico toca a su fin. En consecuencia, los textos litúrgicos también se vuelven hacia el fin absoluto de la historia.

No se dan fechas ni detalles precisos. Se emplea un lenguaje apocalíptico, que habla de un futuro triunfal ante un presente adverso No es un futuro histórico, sino escatológico, definitivo, de consumación de la historia. Se caracterizará por la “venida del Hijo del hombre”, que implicará la resurrección final y la salvación definitiva (1ª lectura: Dan 12, 1-3; evangelio: Mc 13, 24-32).

Esa salvación está ya anticipada, en la medida en que nuestros pecados han sido perdonados, gracias al único sacrificio de Cristo, que se ofreció a sí mismo por nosotros (2ª lectura: Heb 10, 11-14.18).

Ante la incertidumbre de “aquellos días” mientras dura la historia, la actitud que corresponde es la de vivir en esperanza, cultivando también asiduamente la intimidad con Dios y la aceptación de su voluntad (aleluya: Lc 21, 36).

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El texto expresa la esperanza sobre el día del juicio. Un juicio que ahora es de Dios, sin parcialidades ni privilegios o favoritismos.

Lectura de la profecía de Daniel 12, 1-3

En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno. Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 15, 5. 8-11

R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Tú decides mi suerte! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.

Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.

SEGUNDA LECTURA

El autor está describiendo la práctica sacerdotal del Templo de los judíos de aquel entonces. En estos ritos, cada cordero o animal era sacrificado con la finalidad de que los pecados quedaran perdonados. Pero era necesario repetirlo cada día, a cada momento. Cristo superó este rito porque su muerte era la única que perdonaba para siempre.

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18

Hermanos: Los sacerdotes del culto antiguo se presentan diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado. Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies. Y así, mediante una sola oblación, Él ha perfeccionado para siempre a los que santifica. Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna otra oblación.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Apoyados en estas imágenes, muchos han dicho que el fin del mundo se esperaba como una catástrofe cósmica. La verdad es que no podemos afirmar cómo será ni cuándo ocurrirá. El mensaje de Jesús de este día es mostrar la diferencia entre lo transitorio de la creación y lo perenne de sus palabras.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 24-32

Jesús dijo a sus discípulos: "En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre".
Palabra del Señor.


COMPARTIMOS LA PALABRA

La venida del Hijo del hombre

La expresión “hijo del hombre”, de origen profético (Dan 7), sólo la usa Jesús en los evangelios. Con ella hace referencia a su propia identidad como alguien que procede del cielo y que vendrá al final de los tiempos en nombre de Dios para juzgar y salvar a los que le han sido fieles.
El juicio divino es, ante todo, un veredicto de misericordia, puesto que, como dice el evangelista san Juan, “Dios es amor” (1 Jn 4, 8.16). Y ese amor se ha manifestado en la ofrenda que Cristo, su Hijo, hizo de sí mismo para el perdón de los pecados. El que procede del cielo vino a la tierra precisamente para eso: para asumir la condición humana y reconciliar al mundo con Dios mediante la entrega de su vida, hecha una vez para siempre, inaugurando al mismo tiempo, con su resurrección, la vida definitiva de todos los redimidos.

La salvación definitiva

Gracias a la fe podemos vivir, en medio de nuestra existencia cotidiana, con una perspectiva trascendente, en un horizonte de eternidad. Pero, mientras dura la historia, esa perspectiva permanece todavía lejana, señalando un futuro impreciso. Nosotros esperamos la salvación definitiva, la consumación del reino de Dios, la entrada en la gloria prometida, donde “no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto ni dolor, porque todo lo viejo se ha desvanecido” (Ap 21, 4). Esa es nuestra más decisiva certeza, apoyada en la palabra inquebrantable de Dios.

La espera vigilante

Esa perspectiva luminosa arroja su luz sobre el presente, que se vive así en un horizonte de esperanza. Mientras recorremos los caminos de la historia, nuestros ojos están fijos en la meta a la que estamos destinados. Ella orienta nuestros pasos, que se dirigen a un futuro de plenitud que da sentido a nuestro esfuerzo cotidiano y nos sostiene en las adversidades.

Pero, a la vez, la incertidumbre de su llegada y de su fisonomía concreta (“el día y la hora nadie los sabe,… sólo el Padre”) nos urge a una espera activa, a una preparación cuidadosa y esforzada. Porque el perfil que revestirá nuestra morada definitiva tendrá también que ver, y mucho, con lo que hayamos ido edificando desde ahora (Vaticano II, GS 39).

De ahí que se nos exhorte a la vigilancia (es decir, a estar pendientes, a vivir sobre aviso, aunque sin angustia) y a cultivar decididamente el trato con Dios cada día. Así podremos sintonizar cada vez más con sus criterios, para ir construyendo, en una progresiva conformidad con él, el futuro de su reino.

ESTUDIO BÍBLICO

El final del mundo será el triunfo del bien sobre el mal

Iª Lectura: Daniel (12,1-3): Dios triunfa salvando

I.1. La lectura del libro de Daniel nos introduce en un contexto que habla del final de los tiempos, de los tiempos escatológicos. Es la expresión de un mundo apocalíptico, que fue una corriente que aparece en el s. II a. C. con objeto de responder a tiempos difíciles y de angustia para el pueblo elegido. El libro de Daniel no es propiamente el libro de un profeta, sino de un apocalíptico, cuya sintonía con la historia es a veces difícil de descifrar.

En esta literatura se habla de una gran conmoción de la historia y se recurre a unos signos extraordinarios para animar a los que sufren y guardan su fidelidad a Dios. Su visión de la historia está sombreada por una visión dualista de la misma que puede llamar a engaño.

Este mundo solamente, parece, tiene solución si Dios interviene y termina con todo en beneficio de los buenos, o del pueblo elegido o de los que han impuesto su criterio. Es una solución que tiene ciertos esquemas poco adecuados, aunque, por otra parte, palpita un deseo ardiente de ver a Dios intervenir en la historia que ha creado; y esto es positivo.

Pero esa intervención no será según quieren los hombres, sino en la libertad soberana de Dios.

I.2. En nuestra lectura de hoy, Miguel “¿quién como Dios?”, el protector del pueblo según aquella mentalidad, vendrá para proclamar salvación y resurrección para los elegidos. Es en este libro donde aparece por primera vez la resurrección y la vida más allá de la muerte en la fe de Israel. Es esto lo más importante a señalar. Porque en esta lectura apocalíptica hay un mensaje de esperanza y salvación. Es verdad que en aquél momento la teología no daba más de sí, y solamente se proclamaba para los elegidos; pero desde una lectura del Nuevo Testamento, la resurrección y salvación de Dios está abierta a todos los hombres que confían en El.

I.3. Efectivamente, a Israel le costó mucho llegar a una solución de la vida humana después de la muerte. Y eso que tenemos salmos y oraciones que podrían conducir a ver que estaba implicado un mensaje de esperanza más certero en la misma antropología bíblica. Por tanto, si hay resurrección, una vida después de la muerte, una vida en las manos de Dios, entonces los textos e imágenes apocalípticas deben leerse como el resultado de una conquista humana y religiosa, por la cuál se responde al anhelo que todos llevamos en nuestro corazón. Estamos hablando de “experiencias” religiosas de una época y de una cultura. Lo importante es la verdad que en ello hay, no las imágenes míticas con las que se reviste el lenguaje apocalíptico. El oprobio, la condenación, el juicio… es el ropaje de la época para hablar del triunfo de Dios. Pero, como creemos por el mensaje del NT, el triunfo de Dios no tiene que ser necesariamente así; el juicio de Dios sobre los hombres y la historia ha de ser salvando y humanizando.

II ª Lectura: Hebreos (10,11-14.18): Sacrificio nuevo: vida entregada a Dios y a los hombres

II.1. La segunda lectura nos ofrece el último texto de la carta a los Hebreos en este ciclo que está a punto de terminar. Se vuelve a insistir en la diferencia entre el sacerdocio y los sacrificios de la antigua Alianza y el sacerdocio y el sacrificio de Cristo. Lo que el autor de la carta a los Hebreos nos quiere señalar es que los ritos, las ceremonias, los sacrificios de animales, están vacíos porque no consagran nuestra vida al Dios vivo y verdadero. El autor de la carta quiere apoyar su tesis de la fuerza del sacrificio de Cristo que une verdaderamente a Dios y a los hombres, en el Sal 110. Por eso, a diferencia de los sacrificios de la antigua ley, el de Cristo lleva a la perfección (téléioun) lo que deben ser las ofrendas a Dios. No deben ser de animales que nada comprometen ni al que las ofrecía ni a los mismos oferentes (aunque muchos lo hacían muy de corazón). La ofrenda de la vida es lo que vale, como decía Oseas 6,6: “misericordia quiero y no sacrificio; conocimiento de Dios…”.

II.2. Se habla que Cristo está junto al Padre, en el santuario celeste, para interceder por nosotros, porque su sacrificio de amor en la cruz permanece eternamente. Ese es el sacrificio que ha perdonado de antemano los pecados de todos los hombres. Saber que seremos perdonados, pues, es todo un impulso de confianza en el que se muestra que el valor no está en el sacrificio o el rito que se haga, sino en poder estar en comunión con Aquél que ha dado su vida por nosotros. Es muy importante en todo sacrificio lo que uno siente, ¡es verdad! Pero no basta con “sustituir” la comunión con Dios y con los hermanos con cosas externas. Lo externo puede llevarnos a la decadencia o a la inmutabilidad; ofrecemos cosas, pero nuestra mente y nuestro corazón siguen imperturbables a la acción divina y santificadora.

Evangelio: Marcos (13,24-32): La historia se transforma, no se aniquila

III.1. El evangelio de hoy forma parte del discurso apocalíptico de Marcos con que se cierra la actividad de Jesús, antes de entrar en la pasión. Es propio de la liturgia con la que culmina el año litúrgico usar esos textos apocalípticos que plantean las cuestiones finales, escatológicas, del mundo y de la historia. Jesús no fue muy dado a hablar de esta forma, pero en la cultura de la época se planteaban estos asuntos. Por ello le preguntan sobre el día y la hora en que ha de terminar este mundo. Jesús –según Marcos-, no lo sabe, no lo dice, simplemente se recurre al lenguaje simbólico de los apocalípticos para hablar de la vigilancia, de estar alertas, y de mirar “los signos de los tiempos”. No podemos negar que aquí hay “palabras” de Jesús, pero hoy se reconoce que la comunidad primitiva, algunos círculos de profetas-apocalípticos, cultivaron estos dichos de Jesús y los acomodaron a su modo de vivir en una itinerancia constante y en la adversidad y el rechazo de su mensaje de Dios.

III.2. Tenemos que reconocer que Mc 13, lo que se llama el apocalipsis sinóptico, se presta a muchas interpretaciones de distinto perfil histórico, literario y teológico. Se reconoce que no es propiamente de Jesús, sino de los cristianos que, ante una crisis, de guerra, de persecución, escribieron este texto. Pusieron palabras de Jesús que se mantenían en la tradición para tratar de afrontar los problemas que se presentaban para judíos y cristianos. Es posible que la base del mismo pueda explicarse en la crisis de Calígula el 40 d. C., en tiempos de Petronio, legado de Siria, para llevar a cabo la orden de poner una estatua del emperador en el templo para ser adorado como dios. Esta es una hipótesis entre otras, pero razonable. No obstante no todo el texto se explica en este momento. Posteriormente y separados ya judíos y cristianos, se vuelve sobre este texto ante nuevas dificultades. Las opiniones son muy diversas y, a veces, extravagantes. El cristianismo primitivo estuvo muy influenciado por la corriente apocalíptica. Esto no se niega. Pero la solución de la historia y de la vida de los hombres no debería tomarse al pie de la letra todo esto. Pero una cosa sí es cierta: ante la tiranía todo los hombres de cualquier clase y religión estamos llamados a resistir en nombre de Dios.

III.3. Los signos de los tiempos siempre han sido un criterio profético de discernimiento de cómo vivir y de qué esperar. ¿Por qué? Porque los profetas pensaban que Dios no había abandonado la historia a una suerte dualista donde la maldad podría imponerse sobre su proyecto de creación, de salvación o liberación. Pero los signos de los tiempos hay que saberlos interpretar. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. La historia se “transforma” así, no acaba ni tiene por qué acabar de buenas a primeras con una catástrofe mundial. Y Dios interviene en la historia “por nosotros” y nunca “contra nosotros”. De la misma manera que el anuncio del “reino de Dios” por parte de Jesús -su mensaje fundamental-, es una convicción de su providencia y de su fidelidad a los hombres que hacen la historia.

III.4. Cierto tipo de mentalidades siempre han creído y propagado que el final del mundo vendrá con una gran catástrofe en la que todo quedará aniquilado. Pero eso no nos obliga necesariamente a creer que eso será así. Dios tiene sus propios caminos y sus propias maneras de llevar hacia su consumación esta historia y nuestra vida. El discurso está construido sobre palabras de Daniel 7,13-14 en lo que se refiere a venida del Hijo del Hombre. Sin embargo, en los términos más auténticos de Jesús se nos invita a mirar los signos de los tiempos, como cuando la higuera echa sus brotes porque el verano se acerca; a descubrir un signo de lo que Dios pide en la historia. Dios tiene sus propios caminos para poner de manifiesto que en esta historia nada pasa desapercibido a su acción y de que debemos vivir con la espera y la esperanza del triunfo del bien sobre el mal; que no podemos divinizar a los tiranos ni deshumanizar a los hijos de Dios. Los tiranos no pueden ser dioses, porque todos los hombres son “divinos” como imagen de Dios. Así es como se transformará esta historia a imagen del “reinado de Dios” que Jesús predicó y a lo que dedicó su vida.

domingo, 11 de noviembre de 2012

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO



Cristo se ha ofrecido una sola vez 
para quitar los pecados de todos.

En la Eucaristía celebramos la entrega total de Señor. Él ha sabido ofrecerse por nosotros de una vez para siempre por nuestra salvación. En las lecturas de este domingo se nos habla de generosidad, de dar no de lo que nos sobra sino de todo lo que somos y tenemos. Compartir y compartirnos es haber entendido de verdad el mensaje de Jesús en el Evangelio.

En tiempos del profeta Elías, en respuesta a la fe y a la generosidad de una pobre viuda, la orza de harina no se vació y la alcuza de aceite no se agotó. Todo un signo de que Dios hace opción por los pequeños y los pobres. Menos mal que los ojos y el corazón de Dios no son como los nuestros. Él se apiada del infeliz y trata al pobre con misericordia.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Dio lo Último que Tenía. En tiempo de hambruna, una viuda pagana da sus últimas provisiones al profeta Elías porque éste se lo pide en nombre de Dios. Ambos, el profeta y la viuda, confían que Dios proveerá.

Lectura del primer libro de los Reyes 17, 8-16

La palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos: "Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento". Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: "Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber". Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: "Tráeme también en la mano un pedazo de pan". Pero ella respondió: "¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos". Elías le dijo: "No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo". Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 145, 6c-10

R. ¡Alaba al Señor, alma mía! O bien: Aleluya.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

SEGUNDA LECTURA

Cristo se Sacrificó por Todos. Cristo ofreció a Dios no dones artificiales, hechos por mano humana, sino que se dio a sí mismo sin medida. Por esto su sacrificio, ofrecido de una vez para siempre, tuvo suficiente poder para salvarnos.

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28

Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas -simple figura del auténtico Santuario - sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.
  
EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

Ella Ofreció Todo lo que Tenía para Subsistir. Mientras otros daban lo que les sobraba, la pobre viuda dio todo cuanto tenía para sobrevivir. Fue más generosa que nadie.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 38-44

Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
Palabra del Señor.


COMPARTIMOS LA PALABRA

La mirada de las personas es, a veces, muy distinta a la de Jesús y a la de su Padre Dios.
En tiempos de Elías en Sarepta y en Israel en tiempos de Jesús, una mujer viuda era necesariamente, aunque fuera joven, alguien humanamente sin esperanza. La mujer dependía de su marido y si no lo tenía era pobre de solemnidad. De ahí que la palabra viuda y el adjetivo pobre estuvieran irremediablemente unidos.

Sin embargo, más allá de la pobreza, en Sarepta y en Jerusalén, el distintivo de las mujeres que nos relatan los pasajes bíblicos fue la generosidad. Ambas lo dieron todo, no lo que les sobraba, sino lo único que tenían para vivir. Las dos lo ofrecieron a Dios. La primera atendiendo al enviado de Dios y la segunda ofreciendo su limosna al Templo de Dios.

La orza de harina no se vació y la alcuza de aceite no se agotó. Dios hace opción por los pequeños y los pobres. Menos mal que los ojos y el corazón de Dios no son como los nuestros. Él se apiada del infeliz y trata al pobre con misericordia.

En los textos la palabra viuda aparece tres veces. Una en relación al profeta Elías, otra en relación a Jesús. Otra en relación a los letrados. En las dos primeras la mirada sobre ellas es de misericordia y de esperanza. En la que hace referencia a los letrados dice el evangelio que devoran sus bienes con engaños.

Que contraste entre la mirada de Dios y del hombre de Dios a la mirada de los que utilizan el nombre de Dios en vano. La mirada del amor y la mirada de la codicia.

¿A qué nos invita la palabra? Primero a ser como la viuda. Capaz de dar no lo que me sobra, sino lo que tengo para vivir, lo que soy. A poner no mi confianza y mi corazón en los bienes, sino en Dios. Y segundo a ser como Dios. Con una mirada profunda sobre las personas, para saber descubrir la intencionalidad del corazón. Poniéndonos del lado de los que son solidarios y no del lado de los que explotan y abusan de los más pequeños y de los que menos tienen.

Es el 12 un capítulo, en el Evangelio de Marcos, de polémicas y discusiones. El texto del evangelio de hoy tiene dos partes bien diferenciadas, pero en ambas aparece la denuncia de Jesús. Dios, su Padre no es indiferente ante las distintas actitudes.
Jesús no se pierde en teorías, va a lo concreto.

1.- Contra los escribas y su actitud. Su modo presuntuoso de vestir. Su deseo de ser reverenciados por la gente. Los primeros puestos en sinagogas y cenas. Su engaño interesado a las viudas.

2.- En el templo. La diferente actitud ante la limosna. Quien da de lo que le sobra con ostentación y la viuda que da todo lo que tiene para vivir.

Actitud ante la vida: La de los escribas y los ricos y la de la viuda y la gente sencilla.

Formas diferentes de ser y de vivir. Quienes apostamos por el Evangelio lo tenemos bien claro. Seguir al Maestro significa optar por su misma forma de ser y de vivir.

Nuestro modelo es Jesús, que como dice la Carta a los Hebreos se ha entregado totalmente y para siempre para nuestra salvación.


ESTUDIO BÍBLICO

El culto verdadero es entregar la vida

Iª Lectura: 1Reyes (17,10-16): Dios está con los que le necesitan

I.1. Esta lectura es del ciclo del profeta Elías, el profeta más venerado de la tradición de Israel, aquél que se esperaba para anunciar le llegada del Mesías y abrirle camino. El profeta Elías lucha contra los falsos dioses y los cultos cananeos que se prodigaban en territorio de Israel. El marco en que aparece este relato es una sequía que estaba a punto de matar de hambre a los habitantes del pueblo. Lo curioso de todo ello es que aquí, el profeta, anuncia el fin de esa sequía, pero no precisamente en territorio del pueblo elegido, sino en Fenicia, en Sidón, en una aldea llamada Sarepta, donde una viuda a penas puede atender a la petición del profeta, que se vale de este signo para anunciar que Dios hará que no falte el pan y el aceite (porque vendrá la lluvia y habrá trigo y el olivo dará su fruto).

I.2. Esta escena, podemos recordarlo, es la que Lc 4,14-30 ha elegido como paradigma para defender la libertad de la gracia de Dios que llega a todos los hombre y a todos los pueblos, en la famosa escena de Nazaret. Elías, pues, en vez de hacer este signo en territorio del pueblo de la Alianza, es a una viuda (en el AT las viudas representas a los pobres y necesitados) a la que le llega esta gracia. El profeta le pide pan que la mujer está a punto de hacer para ella y su hijo, aunque cree que no sobrevivirán. ¿Le pide el profeta un imposible? Todo es un simbolismo del relato, para poner de manifiesto que Dios no abandonará a sus hijos. Con ello, el relato de hoy quiere poner de manifiesto que los pobres siempre son más generosos para compartir que los que gozan de todo.

IIª Lectura: Hebreos (9,24-28): El sacrificio de nuestra misma vida

II.1. La segunda lectura del día prosigue con la teología del sacerdocio de Cristo, que es primordial en esta carta. En esta lectura se subraya, más que en ningún otro momento, la diferencia entre lo que hace Cristo como sacerdote y el papel del sacerdocio de la antigua Alianza. El texto está construido con una serie de elementos de contraste entre lo antiguo y lo nuevo, el tipo y el anti-tipo, para resaltar la originalidad de la acción de Cristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado del mundo. El que Cristo pudiera entrar en la intimidad de Dios, el santuario celeste, con su propia vida, y no con sangre ajena de los sacrificios de animales, es de un valor imperecedero. Ello pone de manifiesto que lo que Dios quiere es el corazón del hombre, ya que Cristo le ha ofrecido su vida a Dios de una vez para siempre…

I.2. Ya, pues, no son necesarios los sacrificios de animales, porque no valen para nada. Si tiene valor el concepto sacrificio y todo lo que ello significa es porque se apunta a una entrega de la vida y de la existencia a Dios y a los hermanos. Esta forma de hablar, que en cierta manera no se desprende de un lenguaje ritual, demanda la abolición del pecado. Eso no quiere decir que el “pecado” no siga existiendo y apoderándose del corazón humano, pero el pecado no ha de triunfar sobre este mundo, ni sobre el corazón del hombre. El mal está vencido en ese acto de amor de Cristo. Este mundo, pues, se consumará un día y entonces el pecado habrá desaparecido. Pero mientras vivimos y este mundo sea mundo, tenemos la fuerza de Cristo para vencer el pecado. Esta es, pues, una exhortación para vivir el misterio de la gracia que Cristo nos ha ganado.

Evangelio: Marcos (12,36-44): La religión sin fe, no es verdadera

III.1. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.

III.2. ¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.

III.3. Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.

III.4. Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios.

domingo, 4 de noviembre de 2012

DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Amarás al Señor, tu Dios, 
con todo tu corazón y con toda tu alma,
con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”

Hace falta que volvamos a creer en el Amor, y en nuestra capacidad de amar y recibir amor. Pero también, no sólo hay que recuperar la fe en el amor, sino creer en un amor de fe, aquello que somos capaces de amar por la fe, aquel amor que despierta la fe. Es importante, que no sólo necesitemos comprender el amor, por su ausencia, sino que comprendamos también que necesitamos reeducarnos y volver a un sentido nuevo y distinto de valor de amar, porque hemos equivocado la idea, el pensamiento, la actitud, y la comprensión de la experiencia de lo que es amar. Y por los sufrimientos, lo hemos relativizado tanto, que nos cuesta reconocer nuestra fragilidad: nuestra necesidad de amar o nuestra necesidad de ser amados.
Y podemos hacerlo, al hilo de las lecturas de este domingo, cuestionándonos algo muy simple: ¿por qué no amar lo que Dios ama en mí?

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Dios dice, tan temprano como en el Antiguo Testamento: Escuchen, pueblo de la Alianza: El Señor Dios les ama. Amen a Dios con todo su corazón.

Lectura del libro del Deuteronomio 6, 1-6

Moisés habló al pueblo diciendo: Éste es el mandamiento, y éstos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión, a fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido. Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 17, 2-4. 47. 51ab

R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza.

Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.

Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi salvación! Él concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. R.

SEGUNDA LECTURA

Cristo es el definitivo mediador y sumo sacerdote, porque él es el Hijo eterno de Dios y se sacrificó a sí mismo totalmente por nosotros. Solamente él puede otorgarnos real comunión con Dios.

Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28

Hermanos: En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable. De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

Escucha, pueblo de la nueva Alianza: Ama al Señor Dios con todo lo que hay en ti; recuerda que el amor incluye a todos y cada uno.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28b-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas'. El segundo es: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. No hay otro mandamiento más grande que éstos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

¿Será posible el amor?

En esta época de crisis, parece absurdo preguntarse por el sentido de amar y ser amado. Quizás, si hiciéramos una encuesta sobre amar, estaría llena de ítems que matizarían las respuestas, porque su concepto ha cambiado a lo largo de la historia y las situaciones culturales y económicas. Sobre todo, por el egoísmo social y personal con el que nos hemos conducido. Pero si una de las preguntas fuera: ¿en qué nivel de importancia situarías el amor en tu vida, como nivel de preocupación? A no ser que nos llevemos una sorpresa, muchos no dirían la verdad, otros matizarían lo complicado de la respuesta, y otros ni siquiera la tendrían en cuenta por su nivel ausente de profundización en el tema.
Pero, estadísticamente hablando ¿se puede medir la capacidad de amar? ¿Se puede medir nuestra capacidad para recibir amor? ¿Se puede medir nuestro nivel de aprendizaje a la hora de amar? ¿Se puede cuantificar el amor? ¿Se puede medir nuestra capacidad de sanar las heridas del amor?
Probablemente no, o quizás salgan muchas hipótesis que respondan algo parecido a la piscología del sentido común, pero difícilmente contrastable.
Sin embargo, es un hecho que sufrimos por la ausencia del amor, y sufrimos por los problemas que surgen a la hora de amar, e incluso sufrimos por nuestra idea equivocada o incoherente sobre lo que es el amor. Es un hecho, también, que cuando comprobamos que, en nuestro interior, nuestra relación de amor con nuestra pareja ya no resuena tanto, ha podido envejecer, o ha llegado a una situación de costumbre, decidimos romper con la relación; y cuando la pareja se ha roto, el amor que pudo haber ahora muestra su cara más oculta: un amor vengativo, de odio, por lo sufrido. ¿Adictos al amor? Más bien, ¿adictos al sufrir?
Quizá, con nuestras capacidades de contemplar la historia, y sobre todo de justificarnos para evadir la pregunta, intelectualmente, podríamos referirnos o refugiarnos en una obra antigua, de un romano, Ovidio (año 43 a. de Cristo) que escribió una trilogía formada por tres poemas didácticos de tema erótico: Arte de amar (Ars Amandi o Ars Amatoria), Remedios de amor (Remedia Amoris) y Cosméticos para el rostro femenino; con la finalidad de quedarnos en un terreno intelectual, pero al mismo tiempo superficial, y la usemos como actitud, a modo de un cosmético para nuestra respuesta defensiva.
También, es probable que regrese a nuestra memoria la obra de Erich Fromm, sobre el arte de amar que estudia la naturaleza del amor en sus diversas formas: amor de padre y de madre, amor a uno mismo, amor erótico y amor a Dios. El autor postula que los elementos necesarios para el desarrollo de un amor maduro son el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. En el capítulo tres Fromm realiza un análisis del amor y su significado en la sociedad actual, en el cual llega a la conclusión de que el modo capitalista de producción tiende a enajenar al hombre y a imposibilitarlo -al menos socialmente- para amar.
Sin embargo, antes de darnos demasiadas justificaciones, se haga necesario aplicar el principio de simplicidad, o la Navaja de Ockham, que consiste en que: ante dos ideas una simple y otra compleja, probablemente, la más cierta sea la simple. Aplicando este principio hemos de cuestionarnos algo, que, a mi modo de ver, es importante caer en la cuenta: ¿qué validez le damos hoy al amor en nuestra vida, en nuestra fe, en nuestro entorno? ¿Queda algún ápice de capacidad en nosotros para que vuelva el amor a ser habitable en: nuestra fe, nuestra iglesia, nuestra sociedad, nuestras relaciones, nuestra personalidad?
Por ello, quiero expresar que regresar a los orígenes del amor es más sencillo. Si lo miramos con la fe, aquella que hemos de poner en nuestra capacidad de amar, quizás venga a nuestra memoria el pasaje de este domingo de la primera lectura del libro del Deuteronomio, o los textos de San Pablo sobre el amor, o los textos de Juan en sus cartas, o las palabras de Jesús sobre el amar y sus apuntes que intentan completar, perfeccionar, los mandamientos de la ley mosaica.
Lo cierto, es que hace falta que volvamos a creer en el Amor, y en nuestra capacidad de amar y recibir amor. Pero también, no sólo hay que recuperar la fe en el amor, sino creer en un amor de fe, aquello que somos capaces de amar por la fe, aquel amor que despierta la fe. Es importante, que no sólo necesitemos comprender el amor, por su ausencia, sino que comprendamos también que necesitamos reeducarnos y volver a un sentido nuevo y distinto de valor de amar, porque hemos equivocado la idea, el pensamiento, la actitud, y la comprensión de la experiencia de lo que es amar. Y por los sufrimientos, lo hemos relativizado tanto, que nos cuesta reconocer nuestra fragilidad: nuestra necesidad de amar o nuestra necesidad de ser amados.
Y podemos hacerlo, al hilo de las lecturas de este domingo, cuestionándonos algo muy simple: ¿por qué no amar lo que Dios ama en mí?

Corazón, alma y fuerzas concentradas para amar a Dios.
El Libro del Deuteronomio (6, 2-9), por boca de Moisés hablando al pueblo de Israel, nos invita a una cosa muy simple “ESCUCHA ISRAEL”: “El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”. Palabras que quedarán grabas en la memoria de generación en generación. Pero, para ello hemos de ponernos en su presencia, conocerlo, profundizarlo, y personalmente, hacerlo en mi interior para calibrar en qué medida esta verdad de fe de la antigua alianza, ha traspasado las fronteras del tiempo y las generaciones, y he dejado impregnarme por ella, para escucharla, contemplarla, y aceptarla; pero no como un deber, no como un mandamiento, no como una obligación que me impongo o me imponen, sino como un talante, como una actitud permanente y constante, algo que sea incapaz de caducar en mi interior. Pero, ¿logramos amar si sólo nos quedamos en contemplar este texto? Me temo que no, y el Evangelio nos ayudará a comprenderlo.

Permanece para siempre
La carta a los hebreos (7, 23-28), pone la memoria en la sucesión de los sacerdotes por su carácter de finitud, muchos murieron y la muerte les impedía permanecer en su cargo. Pero Jesús, como Sumo Sacerdote y Sacrificio único, permanece para siempre, su sacerdocio no pasa, no caduca, porque no es cronológico, no pertenece a este tiempo, aunque actúe en este tiempo, y en todos los tiempos; por ello, puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder por nosotros. Su sacrificio lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo, y lo hizo por una razón de amor. Y ese amor permanece para siempre, es eterno. Era una condición de la nueva alianza restablecida en Cristo Jesús, consagrar al Hijo, perfecto para siempre. Poniendo al amor en el ámbito de lo sagrado. Y todo esto, lo hizo por amor al Dios Padre, y por amor al pueblo congregado en torno a Dios. Sólo hace falta elegir libremente una actitud indispensable para ello: acercarse a Cristo, para que por medio de Él, se acerquen a Dios.

Amar al prójimo como a ti mismo
Jesús, en el Evangelio de Marcos (12, 28b-34), no sólo contesta a la pregunta de un letrado sobre ¿qué mandamiento es el primero de todos? Y Jesús, con las palabras de Moisés, actualizándolas: Amar a Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. No obstante, añade un segundo mandamiento en su enseñanza: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “No hay mandamientos mayor que estos”. Jesús da por sentado que nos amamos a nosotros mismos, o que hemos de amarnos como criaturas de Dios, asemeja el amor a uno mismo al amor de Dios. Desde luego, nadie puede amar a otro ser, ni a Dios, si no es capaz de amar la bondad proclamada por Dios en la creación cuando creó al ser humano, es decir, si no es capaz de amarse a sí mismo. Sin embargo, esto, lejos de conducirnos al egocentrismo, al narcisismo, al egoísmo o al desprecio que son formas de vivir dependiendo de los frutos del desamor, del miedo, o la inseguridad; más bien, nos ha de ayudar a llenarnos de una mutua estima, como respuesta al amor que Dios puso en nosotros desde la creación. Ámate como Dios te ama. Luego, para sanar las heridas, llena tu vida, tu ser de un sentido capaz de comprender y expresar lo mutuo, la reciprocidad; y el amor recibido por Dios, hazlo extensivo: ama a tu prójimo. Y aunque es puesto en un segundo momento, la realidad más simple, es la más inmediata: mi propia persona, mi ser más cercano, y mis seres más próximos. Y para curar las heridas no hay nada como los gestos de amor.
Amar a Dios, amar al prójimo, y amarse a sí mismo, vale más que cualquier sacrificio y holocausto que podamos pensar u ofrecer, es la respuesta del letrado ante la enseñanza de Jesús.
Si comprendemos esto, Jesús también proclamará para este tiempo, no estás lejos del Reino de Dios.

ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Deuteronomio 6,2-6.

Marco: El fragmento Dt 6,2-6 está integrado en la introducción al segundo discurso de Moisés. Seis siglos después de la peregrinación por el desierto los deuteronomistas hacen una valoración, iluminada por la predicación profética, de la historia transcurrida. Estos teólogos oradores centran la atención en algunos grandes elementos de la fe de Israel. El primero de ellos corresponde al fragmento de hoy: sólo hay un Dios al que hay que reconocer, adorar y amar.

Reflexiones:

¡Así prolongarás tu vida!

Escucha los mandamientos y preceptos que te mando, y ponlos por obra para que te vaya bien y crezcas. La experiencia histórica de Israel nos ha enseñado que el primer mandamiento de la alianza estipulada entre Dios (soberano) y su pueblo (vasallo) había sido quebrantado con frecuencia. La Historia de la salvación es una historia humana. Israel llega a la Tierra Prometida, habitada por muchos pueblos con sus dioses, con la promesa y la presencia de su Dios, que les sacó de la esclavitud de Egipto. Este Dios de Israel se presenta y se revela como el único; un Dios celoso que no admite rivales; un Dios de la vida que sale garante a favor de Israel. Pero el Dios de Israel es espiritual, trascendente, que prohíbe toda clase de representación visible. Esta característica dificultará en el pueblo la aceptación fiel de la realidad invisible de su Dios. Será necesaria una larga etapa en la que la pedagogía de Dios, su paciencia y misericordia permitan al pueblo superar las dificultades. Por eso el encuentro de este pueblo, con su fe monoteísta, con los pueblos asentados en Palestina supuso un peligro permanente que no superaron fácilmente., La predicación profética insistió una y otra vez en la denuncia de la idolatría. En la comprensión antigua, el dios estaba muy ligado a la tierra del pueblo que lo adora. Esta dolorosa experiencia de repetidas claudicaciones es la que subyace a este discurso de los predicadores deuteronomistas convencidos de su fe monoteísta. No teorizan sobre la unicidad de Dios. Es una urgencia para la subsistencia del pueblo elegido. Es una cuestión de vida o muerte: si obedeces, Israel, vivirás.

Segunda lectura: Hebreos 7,23-28.

Marco: Este fragmento está integrado en la parte consagrada a Jesús, Sacerdote semejante a Melquisedec.

Reflexiones:

¡Jesús, Sacerdote que permanece para siempre!

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. El autor de la Carta a los Hebreos contrapone constantemente el sacerdocio de Cristo con el sacerdocio antiguo y afirma que es sustancialmente superior porque se fundamenta en su propia naturaleza que es eterna. Por la Encarnación, Jesús es el puente definitivo entre Dios y los hombres; por su vida entre los hombres es modelo ejemplar de comunión y servicio; por su Muerte y Resurrección hace que su sacrificio sea único y para siempre; por su Exaltación a la derecha del Padre permanece durante toda la eternidad. Por ello el sacerdocio de Cristo es sustancialmente superior al de Aarón y sus descendientes. El discípulo de Jesús, al experimentar esta realidad, es urgido a ser su testigo en su experiencia cristiana, en su vida familiar, en su convivencia y en sus relaciones sociales y laborales, en medio de los hombres, porque desde el Bautismo participa de este carácter sacerdotal de Jesús además de su carácter real y profético. Un creyente es, en medio del mundo, también puente entre Dios y los hombres por su testimonio y su compromiso en servicio de todos y porque puede santificar lo cotidiano y la naturaleza gracias a su carácter sacerdotal recibido de Cristo.

Evangelio: Marcos 12,28-34.

Marco: El conjunto de Mc 11,27-12,44 recoge una gran parte de lo que podríamos llamar el ministerio de Jesús en Jerusalén después de la entrada triunfal y la expulsión de los vendedores del templo. Y, más en concreto, el conjunto podría titularse: controversias de Jesús con los dirigentes del judaísmo. Es sorprendente que en esta corta etapa del ministerio plantearon a Jesús cuestiones sustanciales, de carácter doctrinal y práctico, sobre la identidad de Jesús, sobre la autoridad de Jesús, sobre la resurrección y el futuro del hombre, sobre su actitud frente al tributo al César, sobre el mandamiento principal

Reflexiones:

1ª: ¡El mandamiento principal: escuchar y amar a Dios sobre todas las cosas!

¿Qué mandamiento es el primero de todos?: Escucha, Israel,... y amarán al Señor tu Dios con todo tu corazón... Aunque pueda parecernos sorprendente, en tiempos de Jesús los rabinos discutían vivamente sobre la gradación de los mandamientos. Y se interrogan en sus escuelas realmente cuál era el mandamiento principal. Entre sus respuestas hay para todos los gustos porque cualquiera de los mandamientos podía ser considerado como el principal. A la pregunta, bien intencionada como se puede apreciar por el contexto, de un letrado Jesús remite a la fuente original. Cuando le plantearon el urgente y grave problema sobre el divorcio también remitió a las fuentes, al proyecto original del Dios Creador. En este caso remite a los orígenes de la alianza. En realidad, cita el texto del Deuteronomio que acabamos de comentar. Pero Jesús añade algo nuevo que lo distingue no en la letra sino en la realidad, a saber, la relación con él mismo. Las palabras del Deuteronomio en sus labios (sea que corresponda al Jesús histórico o lo haya visto así la Iglesia primitiva) orientan la reflexión por otras vías. Tanto la persona misma de Jesús como su misión garantizan la validez permanente de las palabras de la Escritura. Jesús remite al monoteísmo con toda su autoridad. Jesús nos revela definitivamente el rostro de Dios, el Padre que está en los cielos al enseñarnos: os ama a través de mi persona, de mi revelación y de mi actuación. Escuchar a Dios es escuchar a Jesús; escuchar a Jesús es escuchar a Dios. Pero esa escucha se realiza a través de la Encarnación, es decir, Dios personalmente presente en medio de los hombres en un hombre llamado Jesús. Y amar a Dios sobre todas las cosas, es hacerlo a través de él y gracias a él. Es decir, el mandamiento veterotestamentario se ha convertido, en labios de Jesús, en un mandamiento cristiano. Un mandamiento que podrá realizarse sólo si el hombre se pone en marcha en el discipulado y tratando de realizar ese mismo comportamiento en sus vidas.

2ª: ¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo!

El segundo es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos.
Esta es la gran novedad aportada por Jesús: promulgar el primer mandamiento único pero con dos partes integrantes e inseparables. Amar a Dios se expresa en el amor al prójimo porque el que ama a Aquel de quien hemos nacido amará consecuentemente al creado por Él que es el hombre. Esta simbiosis de los dos mandamientos es una de las grandes novedades aportadas por Jesús. San Juan afirmará en sus Cartas: nadie puede amar a Dios a quien no ve si no ama a su hermano al que ve (1Jn 4,20). Y todavía añade el mismo autor: y que vuestro amor no sea de boquilla y de palabra, sino verdadero y con gestos creíbles. Toda la revelación se concentra en estos dos mandamientos. No hay mandamiento mayor que estos. Y Jesús los proclama con su palabra que interpreta auténticamente la voluntad de Dios, su Padre y con sus gestos que reflejan y encarnan el amor invisible de Dios. El amor de Dios es eso: lo que Jesús hace con los hombres. Y estos hombres o mujeres son leprosos, pobres, cargados de debilidades, pecadores, necesitados y marginados. Ahí, en su vida, se refleja el amor de Dios. En adelante el amor de Dios es cristiano, es decir, contemplado en la figura de Jesús y a través de Él. En todo prójimo se esconde Jesús: Yo soy Jesús a quien tú persigues... Lo que hicisteis a cada uno de estos mis más pequeños hermanos a mi me lo hicisteis. Sólo desde esta realidad se entiende la enseñanza de Jesús. Nuestro mundo necesita urgentemente que la Iglesia se interrogue sinceramente sobre esta realidad. Es el signo que hace creíble la misión y tarea de la Iglesia en medio del mundo. Así de concreto, de profundo y de cristiano. Jesús quiso que fuéramos a Dios a través de cuantos a nuestro alrededor claman por una dignidad humana mayor, por una libertad personal sincera, por una solidaridad eficaz, por un signo creíble del rostro verdadero de Dios, por el cumplimiento profundo de su anhelo de felicidad.