“La
justicia que Dios quiere”
La figura personal de este domingo
es la figura del profeta (Baruc y Juan Bautista). Es su misión leer el momento,
interpretar los signos de los tiempos, ver lo que está sucediendo. Es su misión
transmitir la voluntad de Dios, decir al pueblo que Dios quiere de él, urgir
una reacción inmediata, que siempre tendrá la dirección de una conversión a la
justicia que Dios quiere. La palabra de los antiguos profetas sigue resonando
hoy en este momento histórico y nos ayuda a discernir las crisis de los tiempos
y a orientar la dirección de nuestra conversión a la justicia que Dios quiere.
¿Quiénes son los profetas de hoy? ¿Cuáles son los signos de nuestros tiempos?
¿Qué exige de nosotros la justicia que Dios quiere?
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
El
dolor no es la última palabra de la historia, ni de una persona ni de un pueblo.
Llegará el momento en que se pueda contemplar, desde la altura de la propia
dignidad, lo que Dios ha podido reconstruir. Y ese será el tiempo de la alegría
y la fiesta.
Lectura
del libro de Baruc 5, 1-9
Quítate tu ropa de duelo y de
aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de
Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la
diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que
existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre:
"Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad". Levántate,
Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus hijos
reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de
gozo, porque Dios se acordó de ellos. Ellos salieron de ti a pie, llevados por
enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos gloriosamente como en un trono
real. Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas
seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que
Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. También los bosques y todas las
plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, porque Dios
conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su
misericordia y su justicia.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
125, 1-6
R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por
nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de
Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros
labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían:
"¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!". ¡Grandes cosas hizo el
Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como
los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre
canciones. R.
El sembrador va llorando cuando
esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
SEGUNDA
LECTURA
Hemos
comenzado un camino, como dice san Pablo. Y justamente porque es un camino,
nunca estará terminado. El apóstol reza para que Dios acompañe el crecimiento
de esta comunidad de Filipos. Y así la oración es un gran signo de comunión:
otros rezan por nosotros, y nosotros rezamos también por otros. Así, la
comunidad sigue caminando unida en una oración solidaria y amorosa.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 4-11
Hermanos: Siempre y en todas mis
oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que
prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy
firmemente convencido de que Aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá
completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que tenga estos
sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que
ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la
confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he recibido. Dios es
testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y
en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el
conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es
mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos
del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para gloria y alabanza de
Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El
evangelista Lucas ubica perfectamente para nosotros en tiempo y lugar la
actividad de Juan el Bautista. Es un hombre de su tiempo, hijo de una cultura.
Nosotros también, considerando el presente en el que estamos, tenemos que
sentirnos comprometidos y enviados por Dios a predicar como lo hizo Juan.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 1-6
El año decimoquinto del reinado del
emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes
tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y
Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios
dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste
comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un
bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el
libro del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparen el
camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las
montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos
y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la
Salvación de Dios".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
1. La figura personal de este
domingo es la figura del profeta (Habacuc y Juan Bautista).Es su misión leer el
momento, interpretar los signos de los tiempos, ver lo que está sucediendo. Es
su misión transmitir la voluntad de Dios, decir al pueblo que Dios quiere de
él, urgir una reacción inmediata, que siempre tendrá la dirección de una
conversión a la justicia que Dios quiere. La palabra de los antiguos profetas
sigue resonando hoy en este momento histórico y nos ayuda a discernir las
crisis de los tiempos y a orientar la dirección de nuestra conversión a la
justicia que Dios quiere. ¿Quiénes son los profetas de hoy? ¿Cuáles son los
signos de nuestros tiempos? ¿Qué exige de nosotros la justicia que Dios quiere?
2. La figura, el tema, el valor…
central del mensaje profético hoy es la JUSTICIA. A ella hacen referencia las
tres lecturas. Pero no se trata de cualquier justicia, sino de la justicia que
Dios quiere. Es la justicia que anuncian quienes vienen desde el desierto, de
aquella situación en la que tiene lugar la experiencia de Dios, la victoria
sobre los demonios, la conciencia lúcida sobre lo esencial en la vida de las
personas, sobre la diferencia entre lo necesario y lo superfluo (de esta
conciencia estamos muy necesitados en esta sociedad del bienestar, aunque
estemos en tiempo de crisis y de recortes, o precisamente porque son tiempos de
crisis y de recortes).
3. Es en el desierto así entendido,
de donde viene Juan, donde se conoce de veras cuál es la justicia que Dios
quiere. Es aquella que no se conforma con dar a cada uno “lo que es suyo”, “lo
que merece”, “a los que tiene derecho según la ley”. Esta es, en el mejor de
los casos, la justicia que se promueve en los palacios de Tiberio, Pilato,
Herodes, Anás y Caifás… ayer, y en los centros políticos y financieros de hoy.
Pero el resultado de esta justicia es cada vez más injusticia, cada vez más
excluidos, cada vez más pobres y más indocumentados a quienes se les niegan los
derechos del ciudadano. .
4. La
justicia que Dios quiere es aquella que da a toda persona, sin distingos ni
discriminaciones, lo que necesita para (lo esencial y necesario) para vivir con
dignidad como persona y como hijo o hija de Dios, desde el pan de cada día al
reconocimiento efectivo de la dignidad humana. Esta es la Justicia del Reino
que Jesús proclamará como lo único necesario; todo lo demás vendrá por
añadidura. Para que esto llegue a ser verdad en esta sociedad es necesario
abajar muchas montañas de bienes materiales y dineros acumulados y levantar
muchos valles de pobreza y humillación, abajar muchas colinas de poder y
levantar muchos barrancos de marginación, exclusión, desempleo, indefensión
jurídica… Esto es allanar los caminos del Señor, para que Dios pueda transitar
por esta sociedad y venir hacia nosotros o para que esta humanidad esté en
condiciones de reconocer y acoger su presencia.
5. Sin
hacer de menos la invitación a abajar las cumbres de la soberbia de la vida y
levantar los valles de la falta de autoestima, Juan Bautista nos invita en este
adviento a allanar los caminos de la justicia que Dios quiere. Esta es la
invitación a la conversión integral. Porque la justicia que Dios quiere se
refiere a todas las dimensiones de la vida, desde el solidario reparto de los
bienes materiales hasta el efectivo reconocimiento de la dignidad de toda
persona, desde las relaciones fraternas en las relaciones cortas a las
relaciones justas y solidarias en las relaciones largas.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª Lectura. Baruc (5,1-9): Dios nos
conduce con alegría, a la luz de su gloria
I.1. La primera lectura está tomada
del libro de Baruc, conocido como el secretario de Jeremías (Jr 36). Este libro
representa una serie de oráculos que algunos sitúan casi en el s. II a. C. Lo
que leemos hoy forma parte de una liturgia de acción de gracias, expresada en
un oráculo de restauración de Jerusalén. Aunque se hace referencia al destierro
de Babilonia, que es la experiencia más dura que tuvo que vivir el pueblo de Dios,
el texto se puede y se debe actualizar en cada momento en que la comunidad pasa
por un trance semejante. Es esta una ensoñación, una fascinación profética por
llenar Jerusalén de justicia, de paz y de piedad. Si este libro se pudiera
garantizar que pertenece al secretario de Jeremías (cf Jr 36), podríamos decir
que ahora las penas y las lágrimas que vivió junto al maestro se han convertido
en milagro y en utopía, no solamente mesiánica, sino cósmica, como en Is 52.
I.2. Por su visión esplendorosa
fluyen palabras y conceptos de contraste: frente al luto y la aflicción, la
gloria de Dios (la doxa, que el hebreo sería el famoso kabod si el libro se
hubiera encontrado en hebreo). Hasta cinco veces se repite este concepto tan
germinal de la teología del AT y especialmente de la teología profética.
Sabemos que es uno de los términos más densos y que entraña distintos matices.
En este caso deberíamos hablar de la acción de Dios en la historia que cambia
la suerte de Jerusalén, del pueblo, del mundo, para siempre. Si Dios no actúa,
mediante su kabod, entonces todo es aflicción, luto, miseria, llanto. Tener la
experiencia de la gloria de Dios es lo contrario de tener la experiencia del
“infierno”, es decir, la guerra, el hambre, el destierro.
I.3. Paz y justicia, pues, de la
gloria de Dios. Están ahí para infundir ánimo y esperanza. Estas dos palabras
expresan uno de los conceptos más teológicos y humanos del Adviento cristiano.
Y de entre todas las promesas que se hacen a Jerusalén, en este caso a la
comunidad cristiana, debemos retener aquello de “paz en la justicia y gloria en
la piedad”. Se invita a Jerusalén que crea en su Dios, que espere en su Dios,
que siempre tiene una respuesta a las tragedias que los hombres provocamos en
el mundo por la injusticia y las opresiones. Sus armas son la misericordia y la
fuerza salvadora de Dios que se expresa por el concepto de gloria. Aunque la
gloria (kabod) sea la majestad con la que Dios se muestra a los hombres,
digamos que expresa el poder que Dios tiene por encima de los poderosos de este
mundo. Porque los dioses y los hombres de este mundo quieren gloria para
esclavizar, mientras que la gloria de Dios es para liberar y salvar.
IIª Lectura: Filipenses (1,4-11):
Convocados a la alegría
II.1. La segunda lectura expresa la
alegría de Pablo porque el evangelio los ha unido entrañablemente, de tal
manera que así reconocen juntos lo que Dios comenzó en aquella comunidad,
mientras el apóstol espera que se mantengan fieles hasta la venida del Señor.
El proemio de esta carta resuena, pues, en el Adviento con la energía de quien
está orgulloso de una comunidad, sencillamente por una cosa, porque han acogido
el “evangelio”. El afecto que Pablo muestra por su comunidad, desde la cárcel,
desde las cadenas, es muy elocuente. Es un orgullo que él esté en la cárcel por
el evangelio y que la comunidad de Filipos se haya interesado vivamente por él.
De esa manera se da cuenta Pablo que su misión de Apóstol, de emisario del
evangelio, es su “gloria”; todo ello vale su peso en oro; no hay consuelo como
ese. La retórica del texto deja traslucir, sin embargo, la verdad de su vida.
II.2. Por otra parte, mantenerse a
la espera de la venida del Señor, no es estar pendientes de catástrofes
apocalípticas, sino de estar unidos siempre al Señor que ha traído la justicia
a este mundo que se pierde en su injusticia. Jesucristo, pues, es el horizonte
de la justicia en el mundo; eso por lo que luchan muchos creyentes y también
personas que no creen. Y ese, en definitiva, es el “evangelio” del que habla
Pablo. El lenguaje escatológico que Pablo usa en estos versos no le hacen
desviar su mirada de la historia concreta de los cristianos que tienen que
mantenerse fieles hasta el final. Y todo con alegría (chara), un tema
verdaderamente recurrente en esta carta (cf 1,4.18.25; 2,2,17-18.28-29; 3,1;
4,1.4), que fue escrita en la cárcel de Éfeso con toda probabilidad. Y porque
la alegría es una de las claves del Adviento, es por lo que se ha escogido este
texto paulino.
Evangelio: Lucas (3,1-6): La
salvación llega a la historia humana
III.1. El evangelio de hoy nos
ofrece el comienzo de la vida pública de Jesús. El evangelista quiere situar y
precisar todo en la historia del imperio romano, que es el tiempo histórico en
que tienen lugar los acontecimientos de la vida de Jesús y de la comunidad
cristiana primitiva. Los personajes son conocidos: el emperador Tiberio sucesor
de Augusto; el prefecto romano en Palestina que era Poncio Pilato; Herodes
Antipas, hijo de Herodes el Grande, como tetrarca de Galilea, donde comenzó a
resonar la buena noticia para los hombres; al igual que Felipe, su hermano, que
lo era de Iturea y Traconítide; los sumos sacerdotes fueron Anás y Caifás. De
todos ellos tenemos una cronología casi puntual. Es un “sumario” histórico, muy
propio de Lucas ¿Y qué?, podemos preguntarnos. Es una forma de poner de
manifiesto que lo que ha de narrar no es algo que puede considerarse que
ocurriera fuera de la historia de los hombres de carne y hueso. La figura
histórica de Jesús de Nazaret es apasionante y no se puede diluir en una piedad
desencarnada. Sería una Jesús sin rostro, un credo sin corazón y un evangelio
sin humanidad.
III.2. El evangelio es
absolutamente histórico y llega como mensaje de juicio y salvación para los que
lo escuchan. Incluso hubo toda una preparación: Juan el Bautista, un profeta de
corte apocalíptico que anuncia, en nombre de Dios, apoyándose en el profeta
Isaías, que algo nuevo llega a la historia, a nuestro mundo. Dios siempre
cumple sus promesas; lo que se nos ha presentado en el libro de Baruc comienza
a ser realidad cuando los hombres se abren al evangelio. Juan el Bautista es
presentado bajo el impacto de Is 40,3-5, para llegar a la última expresión “y
todo hombre verá la salvación de Dios”. Mt 3,3 no nos ha trasmitida la cita de
Isaías más que haciendo referencia a “voz que clama en el desierto: preparad el
camino al Señor y haced derechas sus sendas”. Lucas se engolfa, fascinado, en
el texto del Deutero-Isaías para poner de manifiesto que ya desde Juan el
Bautista la “salvación” está a las puertas. En la tradición cristiana
primitiva, Juan el Bautista es el engarce entre el AT y el NT. Eso significa
que no viene a cerrar la historia salvífica de Dios en el pasado, sino que
quiere hace confluir en el profeta de Nazaret toda la acción salvadora que Dios
ya había realizado en momentos puntuales y volvía a prometer por los profetas,
en una nueva dimensión, para el futuro.
III.3. Efectivamente, para Lucas,
la salvación “sôtería”, si cabe, es la clave de su evangelio. Jesús, al nacer,
recibirá el título de “salvador” (sôtêr) (Lc 2,11) y su vida no debe ser otra
cosa que hacer posible la salvación de Dios. Por eso mismo se encuentra muy a
gusto el tercer evangelista cuando, al presentar la figura de Juan el Bautista,
que es la de un profeta de juicio, subraye que ese juicio será, con Jesús, un
juicio de salvación para toda la humanidad. Para Lucas, Juan el Bautista, que
era un profeta de penitencia, quiere entregar el testigo para que el profeta de
salvación, Jesús, entre en escena. Todo eso independientemente de si Jesús tuvo
algo que ver, alguna vez y por corto tiempo, como discípulo del Bautista. De
hecho, Lucas no está muy interesado en la actividad penitencial o bautismal de
Juan, sino que más bien le importa su actividad de predicador, de profeta, por
eso lo presenta amparado por todo el texto de Is 40,3-5 que Mt se ahorra en
parte y en lo más positivo. Juan el Bautista, para Lucas, es pre-anunciador de
la salvación de Dios.
III.4. Y no podemos menos de poner
de manifiesto, al hilo de la cita de Isaías y del término “todo” (pas: todo
valle, todo monte y colina, todo hombre –aunque el texto griego diga “toda
carne”-), que aparece tres veces, ese carácter universal de la salvación que
ahora preanuncia Juan. ¿Qué significa esto? Pues que esa salvación no es para
un pueblo, ni está encerrada en una tradición religiosa determinada. Lo que ha
de ocurrir rompe todos los esquemas con que se esperaba que Dios actuara. Los
oráculos proféticos de salvación, como el de Baruc de hoy, todavía se quedan
estrechos, aunque sean muy hermosos y esperanzadores. Jerusalén, aún bajo un
simbolismo especial, seguía siendo el centro del judaísmo y de un pueblo que se
empeñaba en que él era diferente, por elegido. Ahora el pasaje del texto
isaiano nos descubre un secreto, el verdadero proyecto del Dios de la
salvación: todos serán salvados. Todos “verán” es como decir “experimentarán”.
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