“A ti,
Señor; elevo mi alma. Muéstrame, Señor, tus caminos.”
Ya es un tópico decir que el mundo está en crisis.
Una crisis que se presenta de un modo cada vez más claro como no sólo
económica, sino también social y de valores: ¿Qué hemos hecho para que este
sistema no funcione? ¿Qué cambios decisivos tenemos que hacer para que la
salida no sea puramente coyuntural, sino, aleccionados por la experiencia,
encontrar soluciones más justas, humanas y solidarias que las anteriores? ¿Qué nos
tiene que decir el Señor en este tiempo de Adviento que comenzamos hoy?
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Hoy el profeta nos ayuda a sostener la
esperanza de un tiempo nuevo. Lo que hoy vemos no será para siempre. Hoy
comenzamos un tiempo de espera de liberación.
Lectura del libro de
Jeremías 33, 14-16
Llegarán los días -oráculo del
Señor- en que yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel
y la casa de Judá: En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David
un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En
aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán
así: "El Señor es nuestra justicia".
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 24, 4-5. 8-10. 14
R. A ti,
Señor; elevo mi alma.
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque
tú eres mi Dios y mi salvador. R.
El Señor es bondadoso y recto: por
eso muestra el camino a los extraviados; Él guía a los humildes para que obren
rectamente y enseña su camino a los pobres. R.
Todos los senderos del Señor son
amor y fidelidad, para los que observan los preceptos de su alianza. El Señor
da su amistad a los que lo temen y les hace conocer su alianza. R.
SEGUNDA LECTURA
¡Preparemos el encuentro con Jesús! El apóstol
nos dice cómo hacerlo: viviendo el amor en la comunidad. Porque ese encuentro
no es individual, sino el de un pueblo con su Dios.
Lectura de la primera carta
del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 3,12-4, 2
Hermanos: Que el Señor los haga
crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que
nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y
los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del
Señor Jesús con todos sus santos. Amén. Por lo demás, hermanos, les rogamos y
les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de
nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes
ya viven así: hagan mayores progresos todavía. Ya conocen las instrucciones que
les he dado en nombre del Señor Jesús.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Nuestra vida cristiana está marcada por la
esperanza. Nos moviliza que las cosas "no sean siempre como son",
buscando lo mejor para nosotros y para todos. Este tiempo ha de ser, entonces,
de espera en la liberación, alzando los ojos para entender que Dios quiere la
liberación y que ésta se gesta desde su propio deseo.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 25-28. 34-36
Jesús dijo a sus discípulos:
"Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra,
los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de
las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que
sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo
del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a
suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la
liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez
y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre
ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la
tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo
que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
El evangelio de hoy, nos puede resultar agobiante
pues nos sigue hablando de crisis, pero también tremendamente aleccionador y
sugerente. Nos sitúa radicalmente ante nuestra responsabilidad personal y
social frente a lo que le pasa y pasará al mundo. Ante tal cúmulo de
inquietudes, los interrogantes surgen solos: ¿Pero, yo puedo hacer algo? Y más
profundamente aún: ¿Tengo yo la responsabilidad ineludible y de la que se me
pedirá cuenta, de hacer algo? ¿Soy únicamente juguete de las circunstancias y
de las estructuras o he de tomarme en serio como cooperador activo, bien para
aumentar el problema o bien para formar parte de la solución?
Este mismo evangelio nos da pistas: frente a la
inquietud y al miedo “por lo que se nos viene encima”, no poderos aturdirnos
con drogas como la bebida, el vicio o la preocupación por el dinero (como si la
única solución fuese la económica). Por el contrario: por ser solidarios con
todas las víctimas y con todos los que sufren no resignarnos, sino “alzar la
cabeza” ansiando, esperando, trabajando por y atisbando nuestra liberación.
Estar despiertos, orantes y activos.
En eso consiste la esperanza teologal, la virtud
propia del Adviento, este nuevo tiempo litúrgico que empezamos. La esperanza,
que fue definida por el poeta francés Peguy como “la fe más agradable a Dios”
porque supone confianza total en Dios y, juntamente y gracias a ello,
disponibilidad total para ponerse al servicio de su Reino. En el “Año de la fe”
no podemos olvidar que la fe sin esperanza que no lleve a la caridad es una
pura ideología alienante, una “fe muerta”.
El modo de vivir esta esperanza nos lo muestra la
segunda lectura: seguir “las instrucciones del señor Jesús”, gracias a las
cuales “procedemos agradando a Dios”. Para ello, necesitamos que nos
“fortalezca internamente” (y, entonces, la oración aparece como
imprescindible). Este modo nuevo de vivir en esperanza se concreta y verifica
en ese amor mutuo del que el Señor por su Espíritu nos colma y que es
testimoniado por hombre y mujeres fieles al Evangelio como el mismo Pablo
(“como nosotros os amamos”). ¡Ojalá cada cristiano pudiésemos decir lo mismo!
Para conseguirlo, y porque sabemos que esto no es una
vana esperanza, suplicamos con el salmo: “A ti, Señor, levanto mi alma.
Enséñame tus caminos. Tus sendas son misericordia y lealtad…”.
En una situación también de crisis profunda,
Jeremías (1ª lectura), supo señalar a la Esperanza en persona: a ése Germen,
entonces puramente futuro y hoy la espléndida realidad de Cristo Resucitado que
nos atrae con nuestro mundo y nuestra historia hacia sí.
ESTUDIO
BÍBLICO
Se acerca nuestra liberación
Iª Lectura: Jeremías (33,14-15): El Señor es
nuestra justicia
I.1. Forma parte esta hermosa lectura de los
oráculos de salvación del profeta, oráculos que presentan al pueblo la
restauración, oráculos de esperanza (cc. 30-33). Todos estos epígrafes
encuentran su equivalencia en esos oráculos que proponían la restauración del
reino del Norte, Israel y también para Judá. Quizá no responden a una etapa
demasiado concreta de su vida de profeta “quemado” por la palabra de Dios. Pero
un profeta no sería verdadero si además de anunciar el “juicio” no se atreviera
también con la salvación y la restauración. Jeremías, asimismo, tenía alma y
sensibilidad para ello. Un profeta perseguido como él siempre se atreve a ver
más allá de lo que los demás ven o experimentan. Es un oráculo que se repite en
su obra como podemos cotejar en Jr 23,5-6. El profeta juega con el nombre nuevo
que ha de llevar el descendiente de David: “Señor, justicia nuestra” (Yhwh
sidquenû), de la misma manera que Isaías 7,14 le pondrá, simbólicamente, al
descendente de Acaz, “Dios con nosotros” (Inmanûel), y ya sabemos la
trascendencia que ese nombre ha tenido para la teología mesiánica cristiana.
Los nombres significan mucho en la Biblia y si son simbólicos con más razón.
I.2. El exhorto del profeta Jeremías reza así: el
Señor es nuestra justicia. No es un título, sino el proyecto y el compromiso
del Dios de la Alianza, con Israel y con todos los pueblos. Ese es el Dios que
se encarna, el que hace justicia. Que es más que dar a cada uno lo que le
pertenece. Esa idea de justicia (sdq) es algo pobre para el Dios de Jesucristo.
Significa mucho más: Dios levanta al oprimido; hace valer al que no vale,
porque a Él todos los seres humanos le importan como hijos; hace abajarse al
que se ha levantado hasta las nubes sin valer, apoyándose en un poder que no le
pertenece. Ese proyecto y ese compromiso divino, sin embargo, no se impone por
la fuerza, como hacen los poderosos de este mundo con sus estrategias, sino que
se nos llama en el Adviento a considerarlo como una espera y esperanza para
convertirnos a El. Así podemos precisar el primer paso del Adviento: la
conversión al Dios de una justicia prodigiosa. Y la conversión es mucho mas que
hacer penitencia; es un cambio de mentalidad, un cambio de rumbo en nuestra
existencia, un cambio de valores. Porque cuando se cambian los valores de
nuestra vida, transformamos nuestra forma de ser, de vivir y de actuar.
IIª Lectura: Iª Tesalonicenses (3,12-4,2): La
dedicación a lo divino
II.1. Esta es una invocación de Pablo, urgido y
urgiendo a la comunidad para preparase a la pronta “venida del Señor”. Hoy día
no cabe duda que Pablo pensó ver este momento con sus ojos. Como la mayoría de
los primeros cristianos pensaba que la “parusía”, la presencia efectiva del
Señor resucitado estaba a punto de llegar. Después fue cambiando poco a poco
esa mentalidad influida por un perfil apocalíptico por una visión histórica más
concorde con la realidad de “transformar” el mundo y “transformarse”
personalmente a imagen de Cristo, por medio del amor y de la muerte. Eso es lo
que se infiere del final de esta invocación que habla de la “manifestación
(parousía) de nuestro Señor Jesucristo”. Después Pablo llegaría a la conclusión
personal de que esa experiencia de la manifestación había que vivirla
personalmente en el momento de la muerte (cf 2Cor 4,7-15; Flp 3,7-11).
II.2. En todo caso ¿qué expone como punto
práctico?: pues una disposición que hay que tener para el día del encuentro del
Señor (también expresado en lenguaje apocalíptico): un amor más grande a todos
los hombres, porque esa es la forma de progresar en la santidad. Muchas veces
nos preguntamos qué es ser santo. Pues aquí encontramos una buena respuesta: es
vivir amando siempre, cada vez más, sin excepción, como Dios mismo hace. Por
eso se le define a Él como el Santo: porque no excluye a nadie de su amor. Sin
duda que el Apóstol nos habla de algo inconmensurable, utópico: ¡cuando amemos
a todos los hombres! Así es la respuesta, la conversión, al Dios de la
justicia, al Dios de la encarnación, al Dios de la Navidad, para lo que nos prepara
el Adviento. ¿Cómo podemos, pues, vivir dedicados a Dios? Amando a todos los
hombres. Esa es la dedicación del cristiano a lo divino.
Evangelio: Lucas (21,25-28.34-36): Se acerca
nuestra liberación
III.1. Todos los años comenzamos el nuevo ciclo litúrgico
con el Adviento, que es presencia y es llegada. Es una presencia de siempre y
constantemente renovada, porque nos preparamos para celebrar el misterio del
Dios que se encarna en la grandeza de nuestra miseria humana. En el Primer
Domingo de Adviento, "Ciclo C" del año litúrgico, que estará apoyado
fundamentalmente en el evangelio de Lucas, se ofrece un mensaje lleno de
fuerza, una llamada a la esperanza, que es lo propio del Adviento: Levantad
vuestras cabezas porque se acerca vuestra liberación. Esa es la clave de la
lectura evangélica del día. No son los signos apocalípticos los que deben
impresionar, sino el mensaje de lo que se nos propone como oferta de parte de
Dios. Los signos apocalípticos, en este mundo, siempre han ocurrido y siempre
estarán ocurriendo.
III.2. Lucas también nos ha trasmitido el discurso
apocalíptico en boca de Jesús (c. 21) a semejanza de lo que hace Mc 13. En
Lucas comienza con una enseñanza que contrasta con la actitud de algunos que
están mirando y contemplando la grandeza del templo (21,5ss). Los vv. 25-28 se
centran en la famosa venida (parousía) del Hijo del hombre que ha de arrancar
de los cristianos, ¡no pánico!, sino una actitud contraria: ¡levantar la
cabeza, porque ese es el momento de la liberación!. Digamos que esta última
expresión es lo propia de Lucas ante las palabras que le ha suministrado la
tradición apocalíptica sobre la llegada misteriosa del Hijo del hombre. Lucas
es muy conciso sobre los signos extraordinarios que acompañarán ese momento.
Pero no puede sustraerse totalmente a esos signos. Y especialmente
significativo es en Lucas la actitud que se ha de tener ante todo eso: vigilad
(agrupneô) con la oración (v.36). Es lo propio de Lucas: la vigilancia que pide
es teológica, la que mantiene abiertos los ojos del alma y de la vida. En la
obra de Lucas, el talante de oración es la clave de las grandes decisiones de
Jesús y de la comunidad. Y este momento que describe es clave en cada historia
personal y de toda la humanidad. En definitiva, la llamada a la “vigilancia en
la oración” responde muy bien a la visión cristológica del tercer evangelista:
eso quiere decir que la conducta del cristiano debe inspirarse más en la
esperanza que en el temor. No en vano Lucas se ha cuidado mucho de presentar a
Jesús, en este caso sería el mismo Hijo del hombre, más como salvador de todos
que como juez de todos.
III.3. A los hombres, continuamente se nos escapan
muchas cosas por los "agujeros negros" de nuestro universo personal,
pero la esperanza humana y cristiana no se puede escapar por ellos, porque eso
se vive en la mismidad de ser humano. Lo apocalíptico, mensaje a veces
deprimente, tiene la identidad de la profunda conmoción, pero no es más que la
expresión de la situación desamparada del ser humano. Y sólo hay un camino para
no caer en ese desamparo inhumano: vigilar, creer y esperar que del evangelio,
del mensaje de Jesús, de su Dios y nuestro, nos viene la salvación, la
redención, la liberación. Por eso, en la liturgia del Primer Domingo de
Adviento se pide y se invoca a la libertad divina para que salga al encuentro
del impulso desvalido de nuestra impotencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario