“¡Dichosa
tú que has creído!”
“¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te
ha dicho el Señor se cumplirá”
En los anteriores domingos de este
Adviento las celebraciones eucarísticas nos han anunciado la esperanza y la
fortaleza que los creyentes estamos llamados a vivir en los dramas de la
historia, porque Dios viene para liberarnos del mal y sus consecuencias en
nuestras vidas y en nuestro tiempo. Juan Bautista, Isabel y, sobre todo, María
son modelos magníficos para nuestra experiencia cristiana.
Dios manifiesta su predilección por
lo pequeño y por la grandeza de ánimo de los pequeños y humildes. Lo que hay
que hacer en la vida cotidiana está, pues, al alcance de todos y de cada uno.
Es Dios quien acrecienta el resultado de nuestros esfuerzos.
Nada nos exime de colaborar con el
Dios que se acerca anunciando un mundo mejor. Las grandes dificultades que
vivimos son un desafío para la creatividad y la solidaridad, y también para la
fe en que Dios mismo, hecho uno de nosotros, nos acompaña con su ternura y con
su poder.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
Dios
nos invita a mirar con sus ojos, y nosotros a veces pensamos que la salvación
está en manejar el poder y los recursos de las grandes potencias. Y Dios nos
hace mirar a Belén, la más pequeña de las aldeas de Judá. Cuando el antiguo
Israel se vio amenazado por el gigante Goliat, desde Belén salió David, un
adolescente que llegó a ser el jefe del pueblo. Ahora miramos nuevamente hacia
Belén, porque de allí saldrá el Buen Pastor.
Lectura de la profecía de Miqueas 5,
1-4a
Así habla el Señor: "Tú, Belén
Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti, me nacerá el que debe
gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial.
Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe
ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él
se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad
del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será
grande hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la paz!".
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R. Restáuranos, Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel, tú que
tienes el trono sobre los querubines, resplandece, reafirma tu poder y ven a
salvarnos. R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu
mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.
Que tu mano sostenga al que está a
tu derecha, al hombre que tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.
SEGUNDA LECTURA
"Me
formaste un cuerpo" Es en esta realidad concreta, sensible, corporal, en
la que damos culto a Dios. Cuando la vida entera se convierte en ofrenda, ya no
hay separación entre lo espiritual y lo corporal: todo el ser es una oblación.
Así fue la vida de Jesús, entrega total.
Lectura de la carta a los Hebreos 10,
5-10
Hermanos: Cristo, al entrar en el
mundo, dijo: "Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has
dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios
expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo ?como está escrito de mí
en el libro de la Ley? para hacer tu voluntad". Él comienza diciendo:
"Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los
holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos
por la Ley". Y luego añade: "Aquí estoy, yo vengo para hacer tu
voluntad". Así declara abolido el primer régimen para establecer el
segundo. Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del
cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
Palabra
de Dios.
EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY
Esta
lectura nos trae una escena que se repite en muchas casas: dos mujeres
embarazadas, parientes, se encuentran y comparten sus esperanzas y sus deseos.
En este acto sencillo, cotidiano, familiar, Dios gesta su presencia en medio de
los hombres. Esta manifestación no viene impuesta
"desde arriba" ni busca deslumbrar desde los centros de poder. Por el
contrario, aparece en el encuentro fraternal, en los corazones que reconocen el
paso de Dios, que trae alegría y renovación a cada hogar y a todas las
personas.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45
María partió y fue sin demora a un
pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e
Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas
las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la
madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de
alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
“¡Dichosa tú que has creído!,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”
Como hombres y mujeres de nuestro
tiempo y nuestra cultura estamos acostumbrados a valorar los acontecimientos
como manifestación de nuestros deseos, nuestra creatividad y nuestro poder. Y
desde ahí determinamos qué es lo pequeño y lo grande, quiénes son los pequeños
y los grandes.
La Palabra de Dios nos trasmite
otra posible forma de pensar, de valorar, y de situarnos ante los hechos que
llenan la experiencia de cada día y las aspiraciones para el futuro.
El gran protagonista de la historia
que rememoran el Adviento y la Navidad es Dios mismo. No se conformó con crear
el mundo y a los hombres para después mantenerse al margen, Es él quien toma la
iniciativa, quien lanza metas y propone caminos, quien nos acoge en nuestros
quebrantos y quien tercamente nos insiste en que, más allá de lo circunstancial
y pasajero, sigue habiendo un margen para la esperanza.
Esa convicción tan cristiana no
está reñida con nuestra responsabilidad. Y nos interpela a una sencilla y
productiva colaboración con Él.
Claro que esto tiene sus
consecuencias en nuestro modo de ver la vida y situarnos ante ella.
Una primera consecuencia es la
valoración de lo pequeño. Belén de Judá es un buen ejemplo. El Mesías no
llegará a nosotros desde lo deslumbrante de una gran ciudad, sino desde una
pequeña aldea. Los ojos de los que esperaban algo grande sólo lo descubrirán si
se fijan en lo pequeño, si no desprecian lo que fácilmente pudiera pasar
desapercibido.
Una segunda consecuencia es el
enaltecimiento de lo cotidiano. Cristo cuando entra en el mundo no ofrece al
Padre holocaustos o víctimas costosas. Ofrece su propio cuerpo: lo que le hace
vulnerable al cansancio, la enfermedad, el dolor y la muerte. También a los
sencillos gozos de la vida y la amistad. El que “pasó por uno de tantos” lleva
en la sencillez de su persona la salvación de todos.
Otro tanto hizo María al llegar a
la casa de Isabel en la montaña. No viene cargada de ricos regalos, trae su
presencia, su cercanía, su solidaridad.
Isabel pone palabra a la actitud de
fondo: María es feliz porque ha creído. La fe no es una experiencia que
atormente o eche pesados fardos sobre nuestras espaldas. Tampoco es una
ideología que encubra nuestras frustraciones. Ni el opio que nos haga olvidar a
las personas y a los pueblos los dramas y las injusticias de la historia. La
mejor historia de los creyentes es también la de los más lúcidos y esforzados
compromisos con los más pequeños de la Tierra.
Pero María no es feliz por
cualquier cosa. Es feliz porque confía en que lo que le ha dicho el Señor se
cumplirá.
¿Es así nuestra fe? ¿Va más allá de
la memoria de algunas doctrinas, el cumplimiento de unas normas y el servicio
del culto? ¿Nos lleva a valorar lo pequeño a los ojos del mundo como lo grande
a los ojos de Dios? ¿Nos pone, tal como somos, al servicio del Reino y al de
los demás humanos? ¿Nos mantiene en esta historia compleja con la alegría de
saber que lo que Dios nos promete se cumplirá?
ESTUDIO BÍBLICO
El silencio de María en la fe y la
esperanza
Iª Lectura: Miqueas (5,1-4): El
misterio de lo pequeño
I.1. Las lecturas de este domingo
quieren magnificar todo esto que está llegando como lo más concreto de la Navidad.
El profeta Miqueas, contemporáneo del gran profeta Isaías, con palabras menos
brillantes que ese maestro, pero con intuición no menos radical, presenta los
tiempos salvíficos desde la humildad de Belén, donde había nacido David. Por lo
mismo, el Mesías debe venir de otra
manera a como se le esperaba. Su experiencia de la invasión asiria y su
escándalo de cómo siente y vive Jerusalén, la capital, le inspira un mensaje
que ha sido “adaptado” como oráculo mesiánico sobre Belén, el pueblo donde
nació el rey David.
I.2. Como sucede en muchos oráculos
proféticos no hay nitidez entre el presente inmediato y el futuro. Si miramos
el texto en profundidad podría inferir algunos aspectos interesantes y
teológicos: Del nuevo rey se destaca: 1) sus orígenes humildes, como humildes
fueron los orígenes de David, significados en la aldea de Belén; 2) su
continuidad con la dinastía davídica, que gobierna al pueblo "desde tiempo
inmemorial"; 3) será el final del tiempo actual de abandono y dispersión:
el pueblo entero, incluso el Reino del Norte destruido, será nuevamente
reunido; 4) en él se manifestará la obra de Dios que, a través de este rey,
velará por su pueblo; 5) el objetivo es que el pueblo pueda vivir en paz,
liberado de las angustias que ahora sufre: por eso este rey tiene como nombre
la misma paz.
I.3. Este oráculo del profeta
Miqueas sobre Belén de Éfrata es asumido en la tradición cristiana por el uso
que hacen de él claramente Mateo (2,5-6) y Juan (7,42), con una pregunta con la
que se quiere parafrasear una tradición judía. Se consigna la villa de Belén de
Judá como el lugar de nacimiento del Mesías esperado. Pero la verdad es que
Jesús nunca dio a entender que hubiera nacido en Belén de Judá y más bien
parece nacido en Nazaret (cf. Jn 1,45-46; 19,19). Por eso habría que pensar
que, fuera de este texto que la tradición cristiana valora en profundidad, el
judaísmo oficial pensaba más en Jerusalén, como “ciudad de David” que le
pertenecía por conquista. Luego, los cristianos, al aceptar a Jesús como
Mesías, después de la resurrección, vieron lógico que naciera en Belén. Pero,
asimismo, quisieron ver en el cumplimiento de este oráculo el sentido de lo
pequeño y de lo insignificante frente al poder de la capital, donde se decidió
la muerte de Jesús. Porque ése es, sin duda, el sentido que también tiene el
texto del profeta Miqueas.
IIª Lectura: Hebreos (10,5-10): Una
vida personal para unirnos a Dios
II.1. En la carta a los Hebreos
(10,5-10) aparece otro lenguaje distinto para hablar también de la encarnación
y de la disponibilidad del Hijo eterno de Dios para ser uno de nosotros, para
acompañarnos en ser hombres. Su vida es una ofrenda, no de sacrificios y
holocaustos, que no tienen sentido, sino de entrega a nosotros. El texto está
construido con el apoyo en el Salmo 40. El autor de la carta rechaza los
sacrificios (cuatro géneros de sacrificios) para mostrar su inoperancia: en
realidad todos los sacrificios de animales y ofrendas de cualquier tipo, y
presenta la vida de Cristo, el Sumo Sacerdote, como verdadero sacrificio:
porque es personal.
II.2. El autor considera que es un
oráculo de la venida y de la presencia de Cristo: “He aquí que vengo para hacer
tu voluntad”. La “encarnación”, pues, viene a sustituir los sacrificios
antiguos, porque “Alguien” ha venido de parte de Dios para personalizar
humanamente la voluntad de Dios. El culto ritual, pues, frente a la encarnación
es lo que el autor infiere de todo este contexto del Sal 40. De esa manera ya
desde su “venida”, desde su encarnación, desde su nacimiento, se muestra el
misterio de la ofrenda que va a la par con la conciencia más radical. Por eso,
en virtud de esta voluntad de Dios, la historia humana y religiosa no se
resuelve con la inoperancia de ofrendas sin alma y sin corazón. Dios tenía un
proyecto de estar con nosotros para siempre (de una vez por todas). El “cuerpo”
en este caso es la persona, su historia desde el primer momento hasta el final.
Evangelio: Lucas (1,39-45): María:
confianza absoluta en Dios
III.1. El evangelio de Lucas relata
la visita de María a Isabel; una escena maravillosa; la que es grande quiere
compartir con la madre del Bautista el gozo y la alegría de lo que Dios hace
por su pueblo. Vemos a María que no se queda en el fanal de la “anunciación” de
Nazaret y viene a las montañas de Judea. Es como una visita divina, (como si
Dios saliera de su templo humano) ya que podría llevar ya en su entrañas al que
es “grande, Hijo del Altísimo” y también Mesías porque recibirá el trono de
David. ¡Muchos títulos, sin duda! Es verdad que discuten los especialistas si
el relato permite hacer estas afirmaciones. Podría ser que todavía María no
estuviera embarazada y va a la ciudad desconocida de Judea para experimentar el
“signo” que se le ha dado de la anunciación de su pariente en su ancianidad.
Por eso es más extraño que María vaya a visitar a Isabel y que no sea al revés.
La escena no puede quedar solamente en una visita histórica a una ciudad de
Judá. Sin embargo, esa visita a su parienta Isabel se convierte en un elogio a
María, “la que ha creído” (he pisteúsasa). Gabriel no había hecho elogio alguno
a las palabras de María en la anunciación: “he aquí la esclava del Señor…”,
sino que se retira sin más en silencio. Entonces esta escena de la visitación
arranca el elogio para la creyente por parte de Isabel e incluso por parte del
niño que ella lleva, Juan el Bautista.
III.2. Vemos a María ensalzada por
su fe; porque ha creído el misterio escondido de Dios; porque está dispuesta a
prestar su vida entera para que los hombres no se pierdan; porque puede traer
en su seno a Aquél que salvará a los hombres de sus pecados. Este
acontecimiento histórico y teológico es tan extraordinario para María como para
nosotros. Y tan necesario para unos y para otros como la misma esperanza que
ponemos en nuestras fuerzas. Eso es lo que se nos pide: que esa esperanza
humana la depositemos en Jesús. Pero es verdad que leído en profundidad este
relato tiene como centro a María, aunque sea por lo que Dios ha hecho en ella.
Dios puede hacer muchas cosas, pero los hombres pueden “pasar” de esas acciones
y presencias de Dios. El relato, sin embargo, quiere mostrarnos el ejemplo de
esta muchacha que con todo lo que se le ha pedido pone su confianza en Dios.
Por el término que usa Lucas en boca de Isabel “he pisteúsasa”, la que ha
creído, significa precisamente eso: una confianza absoluta en Dios. Si no es
así, la salvación de Dios puede pasar a nuestro lado sin darnos cuenta de ello.
María y Dios o Dios es María son la esencia de este relato. No es que carezca
de su dimensión cristológica, pero todavía no es el momento, para Lucas, de
conceder el protagonismo necesario a su hijo Jesús. Asimismo, el salto en el
vientre de Juan también es primeramente por la “confianza” de María en Dios.
Eso es lo que la hace, pues, la “hija de Sión” del profeta Sofonías.
III.3. Porque hoy también hay una
"hija de Sión" y una presencia de Dios en nuestro mundo: Es la
comunión de los servidores, de las personas audaces, de los profetas sin
nombre, de los que hacen la paz y de los que sufren por la justicia. Una hija o
comunidad que supera los límites de cualquier Iglesia determinada y configurada
como perfecta. Son como la prolongación de María de Nazaret ante la necesidad
que Dios tiene de los hombres para estar cercano a cada uno de nosotros. De ahí
que en el Cuarto Domingo de Adviento la liturgia expone el misterio de Dios a
nuestra devoción. Y debemos aprender, no a soportar el misterio, sino a amarlo,
porque ese misterio divino es la encarnación. Ello significa que la vida se
realiza en conexiones mayores de las que el hombre puede disponer y comprender.
La vida tiene cosas más profundas para que el hombre pueda gobernarlas,
comprenderlas o producirlas a su antojo. Y es que todo lo que nosotros creemos
que es lo último, en realidad es lo penúltimo; así nos sucede casi siempre. Y
por eso es tan necesaria la fe. De ahí que, con toda razón, este Domingo
propone como clave de vivencias la fe; fe en la encarnación, en que Dios
siempre esta a nuestro lado, en que debe existir un mundo mejor que este. Y esa
fe se nos propone en María de Nazaret, para que advirtamos que el hombre que
quiere ser como un dios, se perderá; pero quien acepte al Dios verdadero,
vivirá con El para siempre.
III.4. El Cuarto Domingo de
Adviento es la puerta a la Navidad. Y esa puerta la abre la figura estelar del
Adviento: María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea
humano, accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio. Y por eso María
es el símbolo de una alegría recóndita. En la anunciación, acontecimiento que
el evangelio de hoy presupone, encontramos la hora estelar de la historia de la
humanidad. Pero es una hora estelar que acontece en el misterio silencioso de
Nazaret, la ciudad que nunca había aparecido en toda la historia de Israel. Es
en ese momento cuando se conoce por primera vez que existe esa ciudad, y allí
hay una mujer llamada María, donde se llega Dios, de puntillas, para
encarnarse, para hacerse hombre como nosotros, para ser no solamente el Hijo
eterno del Padre, sino hijo de María y hermano de todos nosotros.
Es una bendición poder visitarles, que Dios les siga usando, un saludo afectuoso desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
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