“El
Espíritu del Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres”
La liturgia de hoy está centrada en
lo que podíamos llamar la presentación del proyecto o programa de Jesús al
iniciar su vida pública.
El evangelio (Lc.4,14-21), es la
presentación del propio Jesús ante sus paisanos. Lucas nos presenta a Jesús, el
hijo de José el carpintero de Nazaret, como el Mesías, el ungido del Señor
anunciado por los antiguos profetas. Trae un mensaje nuevo, viene a restaurar a
la humanidad caída, ofreciéndola un horizonte de felicidad, de liberación de
todas sus angustias, es la sanación integral que empieza aquí en esta vida, en
nuestro entorno y culmina en la casa del Padre. Este, va a ser el núcleo del mensaje
de Jesús que se inicia en Galilea y se desplegará a lo largo de su vida pública
hasta subir a Jerusalén, invitando a todos los hombres y mujeres que quieran
seguir sus pasos.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
El
texto nos muestra una gran celebración popular, presidida por la autoridad
civil (Nehemías) y la autoridad religiosa (Esdras). Esto ocurrió cuando el
pueblo, que estaba cautivo en Babilonia, regresó a su tierra luego de casi
cincuenta años de exilio. Bien merecida es la fiesta de reencuentro con su
tierra y con su identidad.
Lectura
del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
El sacerdote Esdras trajo la Ley
ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que
podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde
el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la
puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que
podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de
la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían
hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo -porque
estaba más alto que todos- y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.
Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las
manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron
delante del Señor con el rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la Ley
de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió
la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y
los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Éste es un
día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo
el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: "Ya
pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no
tiene nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No
estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes".
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
18, 8-10. 15
R. Tus palabras, Señor, son
Espíritu y Vida.
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al
simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos.
R.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente
justos. R.
¡Ojalá sean de tu agrado las
palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi
redentor! R.
II
LECTURA
Hermanos:
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos
miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también
sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para
formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos
hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro
sino de muchos. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular,
miembros de ese Cuerpo.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 12-30
Hermanos: Así como el cuerpo tiene
muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser
muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque
todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos
y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo
Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie
dijera: "Como no soy mano, no formo parte del cuerpo", ¿acaso por eso
no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: "Ya que no soy ojo, no
formo parte del cuerpo", ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el
cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría
el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo,
según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde
estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito", ni la cabeza, a
los pies: "No tengo necesidad de ustedes". Más aún, los miembros del
cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que
consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así
nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros
no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando
mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya
divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente
solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es
enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de
Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay
algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en
segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen
los que han recibido el don de hacer milagros, el don de sanar, el don de
socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso
todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros?
¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de
interpretarlas?
Palabra de Dios.
EVANGELIO
"Esta
es la misión de Cristo, llevar la buena noticia a los pobres, a los que solo
reciben malas noticias, a los que no sienten más que el atropello de los
poderosos, a los que ven pasar por encima de ellos, las riquezas que hacen
felices a otros. Para estos viene el Señor, para hacerlos felices y decirles:
no ambicionen, siéntanse dichosos y ricos con el gran don que les trae el que
siendo rico se hizo pobre para estar con ustedes y saber que la mejor felicidad
es compartir la alegría que Dios siente, con sus pobres".
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
Muchos han tratado de relatar
ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como
nos fueron transmitidos por aquéllos que han sido desde el comienzo testigos
oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme
cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para
ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la
solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder
del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas
de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el
sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la
lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los
pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar
la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Jesús
cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían
los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido
este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
El pueblo entero lloraba al
escuchar las palabras de la Ley
En la primera lectura de hoy
encontramos un episodio del libro de Nehemías que nos ayuda a entender la
Novedad del mensaje de Jesús. Es un episodio lejano de la historia de Israel,
en el que el sacerdote Esdras, después del cautiverio de Babilonia, se reúne
con todo el pueblo y de una forma solemne lee el libro de la ley (Torah) que
para los judíos era el símbolo de la alianza de Yhave con su pueblo. Todos,
hombres y mujeres, están atentos y lloran sobrecogidos al escucharle y sentir
la responsabilidad de ser el pueblo escogido por Dios, pero Esdras les alienta
y anima para que lo reciban con gozo y alegría. No lloréis porque hoy es un día
de fiesta, les dice. La razón es porque el Señor se compromete con su pueblo
Israel y será su fortaleza y su apoyo para cumplir la ley.
Podemos ver un paralelismo entre
este texto y el evangelio de Lucas, pero a la vez hay una gran diferencia.
Jesús, que dirá más tarde que no viene a abolir la ley ni los profetas, quiere
mostrarnos, de entrada, el contraste, la novedad, la nueva identidad del pueblo
de Dios fundamentada en el amor. Con su presencia, va a dar comienzo un Tiempo
Nuevo, de libertad y de gracia, fundado en el amor de un Padre común de todos
que no excluye a nadie. Por eso también su lenguaje va a ser nuevo, va a
señalar a quienes va dirigida preferencialmente esta buena noticia, que como
sabemos son los más necesitados, los que no cuentan para nada en la sociedad y
solo pueden mirar con esperanza al Señor que es Padre y se compromete con ellos
para liberarlos de sus angustias. Esta será la nueva identidad del Reino que
luego predicará Jesús de Nazaret.
El
Evangelio: Transmisión de la fe de las primeras comunidades cristianas
Antes de entrar en el núcleo del
mensaje de las lecturas del día de hoy que fundamentalmente reside en el
episodio de la Sinagoga de Nazaret, donde Jesús se presenta ante sus paisanos y
señala su misión, leemos, como un inciso, los primeros versículos del evangelio
de Lucas (Lc. 1,1- 4). Es una especie de preámbulo al tema principal que no
podemos pasar por alto, ya que al meditar a lo largo de este ciclo litúrgico
este evangelio, el autor quiere hacernos ver cómo lo ha redactado y a la vez
recordarnos el proceso de la trasmisión y el origen de nuestra fe que llega
hasta hoy.
Al evangelista Lucas le interesa
destacar que lo que va a exponer, no es de su invención, sino que lo ha
recogido de los primeros testigos y seguidores de Jesús, después de comprobarlo
todo con exactitud. Es, por tanto, la trasmisión de algo que todavía está vivo
en los hombres y mujeres que fueron testigos presenciales, y que escucharon las
enseñanzas de Jesús. La intención de Lucas es ante todo catequética ya que
quiere mostrarnos el fundamento de nuestra fe que se apoya en la experiencia
vivencial de aquellos primeros cristianos que escucharon la palabra de Jesús, y
nos la trasmiten recogida cuidadosamente por este evangelista. Su intención es
llevarnos a vivir con la misma intensidad la misma experiencia que ellos
vivieron.
El
Señor me ha enviado para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de
gracia del Señor.
Jesús, al presentarse ante sus
paisanos de Galilea, quiere poner de relieve dos cosas, que él es el Mesías, el
envido del Señor y a la vez exponer la a buena noticia que procede del Padre.
Le interesa hacerlo en Galilea, su
pueblo natal, aquí le conocen sus paisanos, es el hijo de José el carpintero de
Nazaret, procede del linaje de David, pero su identidad es más compleja, es el
Mesías anunciado por los profetas y esperado por el pueblo, heredero de la
promesa, es también el hijo de Dios. Quiere hacerlo de una manera solemne, en
la Sinagoga de Nazaret, donde los judíos se reunían a escuchar la Torah, la ley
de Moisés. Sabe también, que está hablando con judíos fervorosos,
familiarizados con la Escritura, por eso se apoyará en ella.. Le invitan a
comentarla y elige a propósito un texto muy conocido del profeta Isaías que
nadie discutía, y que sintetiza perfectamente la función del Mesías. Se inicia
con estas palabras: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido, me ha destinado para anunciar la buena noticia a los pobres, a los
cautivos la libertad y a los ciegos la vista…
Esta es su presentación. Es un
punto de partida con el que quiere destacar que su mensaje no es suyo, que está
anunciado en las Escrituras y que está hablado en nombre de su Padre Dios. Su
programa está muy lejos de ser una exposición de la Ley, como hemos visto en la
primera lectura. Es un anuncio nuevo, para un tiempo nuevo de gracia del Señor
que se está iniciando. Es un mensaje fundado en el Amor que supera la Ley y los
rituales propios de cualquier religión, como la judía.
La Buena Noticia de Jesús va
dirigida, fundamentalmente, a todos aquellos excluidos hasta entonces del
mensaje salvífico de Dios, como son los pobres, los ciegos, los marginados los
que sufren la opresión del tipo que sea, a todos ellos quiere liberar de sus
angustias ofreciéndoles un año de gracia del Señor, es decir abriéndoles una
perspectiva de amor y de liberación.
Este programa que presenta hoy en
la sinagoga de Nazaret va a desplegarlo a lo largo de su vida pública al
anunciar lo que Jesús llamará más tarde el Reino de Dios, que está dentro de
nosotros, por eso dirá también que ya ha comennzado, para que lo descubramos,
pero tendrá su plenitud en la casa del Padre. Está fundamentado en el amor y se
realiza a través del compromiso personal de todos los seguidores de Jesús con los
hombres y mujeres que necesitan más nuestra ayuda para recobrar su dignidad
perdida de hijos de Dios. Esta es la luz que ofrece a los ciegos, es la
liberación de los cautivos rompiendo sus propias ataduras, la auténtica
sanación del hombre. Pero para eso nos pide a todos el compromiso para crear
unas nuevas estructuras sociales más justas, lejos del egoísmo y la ambición
que está impidiendo a los pobres, a los marginado y a tantos otros realizarse
en plenitud y vivir una vida en definitiva más humana y esperanzada. Es la
fuerza del amor que procede de Dios, el único que puede liberarnos de todo tipo
de angustia.
Hoy
se cumple la Escritura que acabáis de oír.
Jesús, después de leer este pasaje
puesto en pie ante la sinagoga, pendiente de sus palabras, les dice: Hoy se
cumple esta escritura que acabáis de oír.
Con toda propiedad podemos pensar
que estas palabras se siguen cumpliéndose cada día donde quiera que haya un solo
seguidor de Jesús de Nazareno. San Pablo nos lo recuerda hoy en su carta a los
Corintios, somos miembros del “Cuerpo de Cristo”. Sacramento de salvación en
medio del mundo. Cada uno con su carisma, con una misión que cumplir, todos
alentados por la fuerza de un mismo Espíritu. Todos somos necesarios. La misión
del cristiano es comprometerse con el proyecto de Jesús que nos propone el
evangelio, porque sigue teniendo validez en el mundo de hoy.
ESTUDIO
BÍBLICO
El Evangelio: Una Buena Noticia de
Salvación
Iª
Lectura: Nehemías (8,1-10): La identidad de un pueblo en la Ley
I.1. La primera lectura está tomada
del libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos
antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios,
en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este
pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el
pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá
el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del
destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento
determinante. Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el
descubrimiento del libro del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que
ya existiera.
I.2. Es esto lo que ha creado el
tópico de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad,
aunque requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy
es propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si
los sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel,
la lectura y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de
identidad de un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir
que es una aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor.
Es la espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los
sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de
templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad
del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que
es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como
identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia
profética.
IIª
Lectura: 1ª Corintios (12,12-30): La diversidad vivida en comunión
II.1. La lectura segunda, vuelve
sobre la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir
desmenuzando estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la
necesidad de un buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios,
recurre a un símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano,
organismo que no puede subsistir mas que gracias a la diversidad de sus órganos
y de sus funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad
inquebrantable en razón de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin
manos, o sin pies, o sin ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con
el cuerpo de Cristo, con la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación
sobre la metáfora del cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo
que sucede en el cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a
entender la unión entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y
es su “cuerpo”.
II.2. Unos valdrán más que otros;
unos pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor
dignidad; pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso
significa que en la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el
cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese
pluralismo en la unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a
la hora de saber vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros
sois el cuerpo de Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto
en que está hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en
la Iglesia. Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la
comunidad cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura
en la unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad
se cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.
Evangelio:
Lucas (1, 1-4; 4, 14-21): La fuerza liberadora del evangelio
III.1. La lectura del evangelio se
introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método
que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y
escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como
fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes
bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su
mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella
época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret.
No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que,
como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que
importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el
episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4,
14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea,
donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.
III.2. Es ya significativo que el
evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que,
como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo
con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó
en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que
Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no
puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el
profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues,
en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de
un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos
del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de
esa buena nueva.
III.3. El relato de la sinagoga de
Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de
Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere
marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los
hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada
por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el
programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la
sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje
nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir
en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is
61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres,
excluidos o condenados de cualquier raza o condición.
III.4. Resaltemos, pues, que el
texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto
profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura
continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera
lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los
profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo
podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas
ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús
era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere
subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para
ajustar su mensaje liberador y de gracia.
III.5. Incluso se va más allá, ya
que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los
profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso
omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel.
Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino
que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres.
Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje
fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más
compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda
como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en
Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena
nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está
excluido de la salvación de Dios.