"Hagan todo lo que él les diga"
Con la fiesta del Bautismo de
Jesús, en el Jordán, dábamos fin a las fiestas de Navidad; pero todavía no se
han terminado los “signos de Jesús”, o epifanías, que significa “manifestación”,
a través de las cuales Jesús, el Hijo de Dios y de María, nacido en Belén, se
manifiesta a aquellos extraños personajes “venidos de Oriente”, anunciando a
“todo el mundo” que Dios se ha hecho presente en nuestra Historia. En el
bautismo, Jesús se hace oficialmente presente a su Pueblo a través de las
palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto: escúchenlo”; y hoy
escuchamos, en el evangelio de Juan, su primer milagro (epifanía) a instancias
de María, con motivo de una fiesta familiar -una boda-, en la que comienza a
faltar el vino (la alegría), que dice a los servidores de la fiesta: “Hagan todo lo que él les diga”; que nos recuerdan las palabras del Padre en el bautismo de Jesús:
“escúchenlo”.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
El
profeta anuncia un tiempo nuevo para su pueblo. Ya no será un pueblo devastado,
sino que, por la gracia de Dios, tendrá vida y prosperidad. Justamente de esta
condición surgirá la alegría y la fiesta. Nosotros también podemos hoy poner la
confianza en Dios, en la espera de esta transformación para todo nuestro
pueblo.
Lectura del libro de Isaías 62, 1-5
Por amor a Sión no me callaré, por
amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz
radiante y su salvación, como una antorcha encendida. Las naciones contemplarán
tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás llamada con un nombre
nuevo, puesto por la boca del Señor. Serás una espléndida corona en la mano del
Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te dirán más "¡Abandonada!",
ni dirán más a tu tierra "¡Devastada!" sino que te llamarán "Mi
deleite", y a tu tierra "Desposada". Porque el Señor pone en ti
su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen,
así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su
esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo 95, 1-3. 7-10a.c
R. Anuncien las maravillas del
Señor por todos los pueblos.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su
victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los
pueblos. R.
Aclamen al Señor, familias de los
pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del Nombre
del Señor. R.
Entren en sus atrios trayendo una
ofrenda, adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡que toda la tierra
tiemble ante él! R.
Digan entre las naciones: "¡El
Señor reina! El Señor juzgará a los pueblos con rectitud". R.
SEGUNDA LECTURA
Es
muy frecuente pensar que los problemas en la comunidad vienen "de la
comunidad", o lo que es lo mismo, "de los otros". Pero la
comunidad la hacemos entre todos. Y todos aportamos tanto lo negativo como lo
positivo. Es muy bueno preguntarse "¿cuál es mi don, mi carisma, para que
la comunidad crezca?". De esta manera, podemos desplegar nuestra mirada
desde lo positivo y constructor, en lugar de observar nuestro alrededor con una
mirada negativa.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 4-11
Hermanos: Ciertamente, hay
diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de
ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el
mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta
para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la
ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el
mismo Espíritu. A éste se le da el don de sanar, siempre en ese único Espíritu;
a aquél, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de
juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a éste, el don de lenguas; a
aquél, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único
Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él
quiere.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
"Como
los novios de Caná, invita a Jesús y a su madre a ser parte de tu vida diaria y
de los momentos especiales. Cuando tengas una preocupación, se te acabe la
alegría y se agote tu motivación a la compresión, el servicio y la solidaridad,
recurre a María. Ella te ayudará a identificar el 'vino que se está
terminando', te motivará a acercarte a la Eucaristía y le pedirá a su Hijo: 'Mira,
se le está acabando el vino' y a ti te dirá 'Haz lo que él te diga'; si lo
haces, Jesús transformará tu vida y te dará nuevos ánimos".
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 1-11
Se celebraron unas bodas en Caná de
Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus
discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen
vino". Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi
hora no ha llegado todavía". Pero su madre dijo a los sirvientes:
"Hagan todo lo que él les diga". Había allí seis tinajas de piedra
destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien
litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas
tinajas". Y las llenaron hasta el borde. "Saquen ahora, agregó Jesús,
y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron. El encargado probó
el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los
sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: "Siempre
se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de
calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este
momento". Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de
Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
Los signos de Jesús
Con la fiesta del Bautismo de
Jesús, en el Jordán, dábamos fin a las fiestas de Navidad; pero todavía no se
han terminado los “signos de Jesús”, o epifanías, que significa
“manifestación”, a través de las cuales Jesús, el Hijo de Dios y de María,
nacido en Belén, se manifiesta a aquellos extraños personajes “venidos de
Oriente”, anunciando a “todo el mundo” que Dios se ha hecho presente en nuestra
Historia. En el bautismo, Jesús se hace oficialmente presente a su Pueblo a
través de las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto:
escúchenlo”; y hoy escuchamos, en el evangelio de Juan, su primer milagro
(epifanía) a instancias de María, con motivo de una fiesta familiar -una boda-,
en la que comienza a faltar el vino (la alegría), que dice a los servidores de
la fiesta: “hagan todo lo que Él les diga”; que nos recuerdan las palabras del Padre
en el bautismo: “escúchenlo”.
“Mujer, déjame, todavía no ha
llegado mi hora”
María, la Madre de Jesús y nuestra,
es la gran mediadora entre Dios y la humanidad: entre Dios, porque ella
engendró en su seno a la Palabra Eterna del Padre, “por obra del Espíritu
Santo”, al decirle al Ángel: “he aquí las esclava del Señor, hágase en mí según
tu palabra”; y nuestra, porque de ella nació el Hijo de Dios hecho Hombre, con
nuestra propia carne y sangre, capaz de compartir todo lo humano, menos el
pecado, como nos dice San Pablo; y como el mismo Pablo dice, Él es la Cabeza
del cuerpo, de la Iglesia y nosotros somos sus miembros; y San Juan exclama
lleno de fe y alegría: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos
hijos de Dios, pues ¡lo somos!”.
En las bodas de Caná María, la
Mediadora, “adelanta”, con su súplica de Madre, el comienzo de las
manifestaciones milagrosas o epifanías, de su Hijo, Jesús. El vino (la
alegría), se va acabando y peligra la alegría y el festejo de la boda; y María,
como buena mujer siempre atenta a las cosas insignificantes aparentemente, pero
en realidad importantes, como es la alegría de unos recién casados y sus
invitados, solamente insinúa a su Hijo: “Jesús, no tienen vino…” Y Jesús, a
instancias de su Madre, para que continúe la alegría de la fiesta, “¡adelante
su hora…!
“Hagan todo lo que Él les diga”
El alcance de estas palabras de
María van más allá del milagro de la conversión del agua en vino, -primer
milagro o epifanía de Jesús-; es la experiencia vital de una Mujer que, como
primera “discípula de Jesús”, vivió la radicalidad de una entrega plena a la
voluntad de Dios. Su “hágase en mí según tu palabra”, fue la entrega plena de
su vida a Dios en la persona de su Hijo.
Jesús, en una ocasión, ante el
entusiasmo de una mujer que le dice: “bendito sea el vientre que te llevó y los
pechos que te amantaron”, responde: “bienaventurado el que escucha la palabra
de Dios y la pone en práctica”. Y, como nos dice San Agustín, jamás hubo una
criatura que llegara a poner en práctica la voluntad de Dios como María:
siempre a la escucha de esa Palabra, entregándose de tal manera que la encarno
en su seno, llegando a ser la Madre de la Palabra: Jesús Hijo de Dios e Hijo de
María.
Ella, a nosotros hoy, como les dijo
a los servidores de la boda, nos dice y nos insiste: “¡Hagan todo lo que Él les
diga!”. Pues en hacer la voluntad de Dios está la fuente de nuestra felicidad,
nuestra alegría y nuestra grandeza humana y cristiana.
ESTUDIO BÍBLICO
Jesús inaugura una religión de vida
Después de Navidad y Epifanía, y antes
de llegar a la Cuaresma, se intercala un tiempo intermedio, en la liturgia de
los domingos, que se toma del tiempo común en el que se siguen las lecturas del
Ciclo C. Pero en realidad este “segundo domingo” siempre ha sido un domingo de
transición que ha tenido como marco los capítulos primeros del evangelio de
Juan, que es leído, normalmente, en los tres ciclos, durante el tiempo de
Cuaresma y Pascua.
Iª Lectura: Isaías (62,1-5): El
enamoramiento de Dios desde la justicia
I.1. La lectura profética está
tomada de la tercera parte del libro de Isaías (se le llama el Tritoisaías); y
el profeta discípulo, o de la escuela de Isaías en sentido amplio, anuncia una
nueva Jerusalén, la ciudad de Sión, bajo el lenguaje poético del enamoramiento
y el amor divinos. La gran pasión del profeta Isaías fue Jerusalén, donde
estaba el templo de Dios o, lo que es lo mismo, su presencia más determinada
según la teología de los especialistas. Pero ni siquiera la presencia de Dios
se garantiza eternamente en un lugar o en una ciudad, si allí, sus habitantes y
todos los que deseen venir a ella, no se percatan de la necesidad de la
justicia como signo de salvación. La estrecha unión, en los profetas, entre la
presencia de Dios y la justicia es algo digno de resaltar. Es evidente que Dios
no puede comprometerse con un pueblo que no cuida a los pequeños, a los
desgraciados y a los que no tienen casi nada. Si la religión es “religarse” a
Dios.
I.2. Conceptos y palabras fuertes
son las que podemos oír en este bello poema profético (que debemos leer desde
61,10): amor, justicia, salvación. Es como la descripción de la boda de un rey
victorioso con su esposa, que en este caso es Sión, Jerusalén. La boda, en
realidad, es una victoria, la victoria de la justicia (sdqh). Esa es su corona
y su triunfo: desposar a la amada Jerusalén. Por lo mismo, hablar de una
Jerusalén nueva es anunciar una religión nueva, revivida por el amor eterno de
Dios. Jerusalén es la esposa, pero ¿qué hace una esposa desposada si en sus bodas
falta el vino nuevo del amor? Eso es lo que sucedió en las bodas de Caná, en
Jerusalén, en la religión judía, hasta que interviene Jesús ofreciendo el vino
nuevo del amor divino. Una religión sin amor es como unas bodas sin amor. Y
muchas veces nos acostumbramos a practicar ese tipo de religión: vacía, sin
sentido, sin enamoramiento.
IIª Lectura: 1Corintios (12,4-11):
Los carismas y el bien común de la comunidad
II.1. En el pasaje de la carta a
los Corintios de San Pablo que leemos hoy encontramos la teología de los
carismas en la comunidad. Este texto está elaborado por dos conceptos que se
atraen: unidad y diversidad. Hay diversidad de carismas, de ministerios y de
funciones, pero en un mismo Espíritu, en
un mismo Señor, en un mismo Dios (he aquí la unidad). Pero sobresale el papel
del Espíritu como fuente inmediata de los carismas, servicios y actuaciones. No
es ahora el momento de fijarnos en la diversidad o en la misma enumeración y
orden que Pablo establece. Podría ser curioso el orden y el sentido de los
mismos, pero no es el momento de hacer una lectura exegética que, además,
debería tener en cuenta todo el conjunto de 1Cor 12-14 para mayor alcance.
Quizás los dos últimos, el de hablar en lenguas (glosolalia) y el de
interpretarlas estarían en el fondo de un problema que se ha suscitado en la
comunidad y sobra lo que han consultado al apóstol. El criterio, no obstante,
es que los dones especiales que cada uno tiene, por el Espíritu, deben estar al
servicio de la comunidad cristiana.
II.2. El fenómeno de la glosolalia
es extático y tiene que ver con algunos elementos de este tipo en el mundo
helenista, como en Delfos o las Sibilas.
Quizás habría de tomar en consideración las palabras de K. Barth, quien
decía que este tipo de oración podría llamarse «expresión de lo inexpresable».
El apóstol san Pablo en 1Cor 14,18 apunta, incluso, que él mismo es capaz de
«hablar en lenguas» y no parece que haya ironía en sus palabras. Algunos
corintios estaban deslumbrados con este carisma que consideraban de los más
brillantes y celestes, casi como un meterse en lo divino. Pero ¿quién lo puede
entender? Tiene que haber alguien que lo interprete. Pablo no habla con ironía
sobre este caso, repetimos, pero su criterio es decisivo: el bien de la
comunidad.
II.3. Estamos ante una teología que
pone de manifiesto la vitalidad de una comunidad cristiana donde el Espíritu
(como el vino nuevo de la vida) concede a cada uno su papel en el servicio en
beneficio de los otros: unos predican, otros alaban, otros consuelan, otros
profetizan, otros se dedican a los pobres y desheredados; todo bajo el impulso
del Espíritu de Jesús. Pablo les habla de esta manera a una comunidad que no
era precisamente un prodigio de unidad, sino que había algunos que pretendían
imponerse sobre los otros en razón de roles que podían resultar extraños y
donde se buscaba más el prestigio personal que el servicio a la comunidad.
Estos dones, pues, si no saben ponerse al servicio de todos no vienen del
Espíritu.
Evangelio: Juan (2,1-11): Llenar la
religión de alegría y vida
III.1. El evangelio de hoy nos
propone el relato de las bodas de Caná como el primer signo que Jesús hace en
este evangelio y que preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su
existencia. Podríamos comenzar por una descripción casi bucólica de una fiesta
de bodas, en un pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental. Así lo
harán muchos predicadores y tienen todo el derecho a ello. Pero el evangelio de
Juan no se presta a las descripciones bucólicas o barrocas. Este es un relato
extraño que habla de unas bodas y no se ocupa, a penas, de los novios. La novia
ni se menciona. El novio solamente al final para reprocharle el maestresala que
haya guardado el vino bueno. La “madre y su hijo” son los verdaderos
protagonistas. Ellos parecen, en verdad, “los novios” de este acontecimiento.
Pero la madre no tiene nombre. Quizás la discusión exegética se ha centrado
mucho en las palabras de Jesús a su madre. “¿qué entre tú y yo”? o, más
comúnmente. “¿qué nos va ti y a mi”? Y el famoso “aún no ha llegado mi hora”.
Cobra mucha importancia el “vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el
vino tiene un significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un
milagro, sino como un “signo” (semeion), el primero de los seis que se han de narrar
en el evangelio de Juan.
III.2. La fuerza del mensaje del
evangelio de este domingo es: Jesús, la palabra de vida en el evangelio
joánico, cambia el agua que debía servir para la purificación de los judíos -y
esto es muy significativo en el episodio-, según los ritos de su religión
ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El relato tiene unas
connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los símbolos, de la
narratología y de la teología que debemos inferir con decisión. El “tercer día”
da que pensar, pues consideramos que es una expresión más teológica que
narrativa. El tercer día es el de la pascua cristiana, la resurrección después
de la muerte. No es, pues, un dato estético sino muy significativo. También hay
una expresión al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11) cuando se anuncia que
descendería Yahvé, la gloria de Dios.
III.3. La teología del evangelio de
Juan quiere poner de manifiesto, a la vez, varias cosas que solamente pueden
ser comprendidas bajo el lenguaje no explícito de los signos. Jesús y su madre
llegan por caminos distintos a estas bodas; falta vino en unas bodas, lo que es
inaudito en una celebración de este tipo, porque desprestigia al novio; la
madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni en todo el evangelio) y Jesús
mantienen un diálogo decisivo, cuando solamente son unos invitados; incluso las
tinajas para la purificación (eran seis y no siete) estaban vacías. Son muchos
vacíos, muchas carencias y sin sentidos los de esta celebración de bodas. El
“milagro” se hace presente de una forma sencilla: primero por un diálogo entre
la madre y Jesús; después por la “palabra” de Jesús que ordena “llenar” las
tinajas de unos cuarenta litros cada una.
III.4. María actúa, más que como
madre, como persona atenta a una boda que representa la religión judía, en la
que ella se había educado y había educado a Jesús. No es insignificante que sea
la madre quien sepa que les falta vino. No es una boda real, ni un milagro
“fehaciente” lo que aquí se nos propone considerar primeramente: es una llamada
al vacío de una religión que ha perdido el vino de la vida. Cuando una religión
solamente sirve como rito repetitivo y no como creadora de vida, pierde su
gloria y su ser. Jesús, pues, ante el ruego de las personas fieles, como su
madre, que se percatan del vacío existente, adelanta su hora, su momento
decisivo, para tratar de ofrecer vida a quien la busca de verdad. Su gloria no
radica en un milagro exótico, sino en salvar y ofrecer vida donde puede reinar
el vacío y la muerte. Esa será su causa, su hora y la razón de su muerte al
final de su existencia, tal como interpreta el evangelio de Juan la vida de
Jesús de Nazaret. De una religión nueva surgirá una comunidad nueva.
III.5. Podríamos tratar de hacer
una lectura mariológica de este relato, como muchos lo han hecho y lo seguirán
haciendo. El hecho mismo de que este relato se haya puesto como el segundo de
los “misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II es un indicio que impulsa a
ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos mariológicos que en el evangelio
de San Juan no se prodigan, aunque contemos con la escena a los pies de la cruz
(Jn 19,26-27) que se ha interpretado en la clave de la maternidad espiritual de
María sobre la Iglesia. Nuestro relato es cristológico, porque nos muestra que
los “discípulos creyeron en él”. Eso quiere decir que la mariología del relato
(el papel de María en las bodas de Caná) debe estar muy bien integrada en la
cristología. María en el evangelio de Juan puede muy bien representar a una
nueva comunidad que sigue a Jesús (como el discípulos amado) y que ve la bodas
de esos novios que se quedan sin vino como una lectura crítica de un “judaísmo”
al que combaten “los autores” del evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de
Jesús a su madre en el relato, si lo hacemos con la traducción más común: “¿qué nos va a ti y a mí?”, puede
tener todo su sentido si el evangelista quiere marcar diferencias con un
judaísmo que se está agotando como religión, porque ha perdido su horizonte
mesiánico. Y unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está
sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?.
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