"Navega
mar adentro, y echen las redes".
Los textos litúrgicos nos ofrecen
este domingo un “modelo”, algo así como una posibilidad para que descubramos
cuál es la imagen de Dios que nos muestran hoy las lecturas y que reclaman la
atención de nuestra fe. Para descubrir en qué consiste este modelo proponemos
cerrar los ojos, tranquilizarnos e imaginar, de la mano de Isaías, el
escenario, casi teatral, que describe frente a nosotros y nosotras. Quizá
entonces descubramos que sus palabras despiertan nuestra imaginación y nos
introducen en un espacio en el que la Gloria se hace presente, pero su grandeza
no avasalla la libertad humana, sino que interroga y llama al compromiso.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
"Con
todo, el sentido de la experiencia de Isaías es que pese a la absoluta santidad
de Dios, esa santidad no aniquila al ser humano. Éste puede ir poco a poco
alcanzando mejores grados de calidad humana. Calidad de vida y santidad forman
parte de la misma vocación humana".
Lectura
del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8
El año de la muerte del rey Ozías,
yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto
llenaban el Templo. Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno
tenía seis alas. Y uno gritaba hacia el otro: "¡Santo, santo, santo es el
Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria". Los
fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó
de humo. Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de
labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos
han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!". Uno de los serafines voló
hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas tenazas de
encima del altar. Él le hizo tocar mi boca, y dijo: "Mira: esto ha tocado
tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado". Yo oí
la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré y quién irá por
nosotros?". Yo respondí: "¡Aquí estoy: envíame!".
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
137, 1-5. 7c-8
R.
Te cantaré, Señor, en presencia de los ángeles.
Te doy gracias, Señor, de todo
corazón, porque has oído las palabras de mi boca. Te cantaré en presencia de
los ángeles y me postraré ante tu santo Templo. R.
Daré gracias a tu Nombre por tu
amor y tu fidelidad. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la
fuerza de mi alma. R.
Que los reyes de la tierra te
bendigan al oír las palabras de tu boca, y canten los designios del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.
Tu derecha me salva. El Señor lo
hará todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos!
R.
SEGUNDA
LECTURA
El
Evangelio es, antes que una colección de escritos que conocemos, un anuncio.
Este anuncio no es nuestro. Es el anuncio de la salvación que hacemos con la
Iglesia desde los tiempos apostólicos.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 1-11
Hermanos, les recuerdo la Buena
Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual
permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la
anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano. Les he trasmitido en primer
lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la
Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
Se apareció a Cefas y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos
hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han
muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los Apóstoles. Por último, se
me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el
último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he
perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y
su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos,
aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen,
tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Pescadores
de hombres: "El primer servicio que la Iglesia hace a los hombres es
anunciar la verdad sobre Jesucristo. La crisis es para la Iglesia un gigantesco
desafío ante la impostergable tarea de proseguir realizando la Nueva
Evangelización. Ella nos exige responder con todos los esfuerzos que sean
necesarios para lograr la inculturación del Evangelio, que propone una verdad
sobre el hombre, que implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la construcción
del bien común".
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 5, 1-11
En una oportunidad, la multitud se
amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de
pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la
orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara
un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la
barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y
echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la
noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las
redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes
estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la
otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las
dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de
Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El
temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de
peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de
Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora
en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la
orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
La tierra está llena de tu gloria
En este lugar se manifiesta la
presencia de la divinidad. El profeta habla de un trono, de un manto, pero
sobre todo, de la gloria y santidad que todo lo inundan. Entonces, imaginar
esta presencia arrebatadora nos permite fácilmente sentir desconcierto, mareo e
incertidumbre. Las personas creyentes no estamos acostumbradas a estas visiones
y podemos fácilmente sentir que estamos perdidos. Sin embargo, puede que
también, al igual que Isaías, descubramos que la divinidad se hace presente en
nuestra vida a pesar de nuestra pequeñez o precisamente a través de nuestra
vulnerabilidad.
Acreciste el valor en mí
Siguiendo el modelo que proponen
los textos, tras acercarnos a Dios, contemplar su presencia a nuestro alrededor
y ver su gloria, algo se ha transformado. Imaginemos de nuevo alguna de las
características de esta contemplación y que el salmo describe a través de los
términos: misericordia, lealtad, promesa, escucha y valor. Sabemos que son
cualidades que pertenecen al ámbito divino, pero fácilmente se deslizan hacia
nosotros interrogándonos si son estas las características que también describen
nuestras vidas comunitarias, eclesiales o sociales. De nuevo, los textos
parecen prever nuestra reacciones de extrañeza o de desánimo y quieren
tranquilizarnos. De este modo, el Salmo 137 nos indica que esta contemplación
es un primer paso, un comienzo, que necesita continuamente ser plenificado y
nos anuncia que su Sabiduría “completará sus favores conmigo”.
Parece entonces que la clave que
recorre los textos de este domingo sea la “confianza” que actúa alejando
temores y abriendo novedades. Pero esta actitud, básica para los seres humanos
requiere, como siempre, del empuje de nuestra fe.
Esto es lo que predicamos; esto es
lo que habéis creído
Tras la resurrección de Jesús nos
ha sido anunciado el Evangelio. La carta primera a los Corintios dice que esa
proclamación ha sido fundamento, y a la vez, aquello que nos ha salvado. Este
anuncio nos advierte sobre los lugares, modos y formas en las que apoyar la
vida. De nuevo aparece la confianza. Pablo escuchó que Cristo murió a causa de
nuestra incapacidad para el Amor, que se apareció a sus discípulos y amigas, y
que esta predicación no ha cesado de ofrecer sentido y salvación a todas las
gentes. De ahí que la predicación, sea transmisora, generadora y posibilitadora
de gracia. Pero, una vez más se insiste en que ha de ser una predicación
aceptada para que pueda ser fundamento de nuestras vidas.
Remar mar adentro
El texto de Lucas nos presenta un
nuevo escenario. Ahora se trata de un hombre al que algunos y algunas
siguieron, y que sentado, enseñó desde una barca. A diferencia de Isaías no se
muestra la gloria, sino que las personas, a través de su entendimiento, son las
que a cada momento han de decidir en qué palabras o en quién depositar su
confianza.
Jesús parece indicar el camino,
apuntar posibilidades. No aparecen tronos, sino barcas que deben ser empujadas
por brazos humanos. Ahora se presenta nuestra posibilidad para remar mar
adentro. Es momento de recordar cuáles son las palabras que merecen nuestra
credibilidad. De lanzar redes sobre las situaciones de debilidad, miedos,
miserias o pecados. Y también es tiempo de bregar en otras direcciones que nos
alejen de los conformismos, de la individualidad y nos permitan atisbar cambios
revolucionarios a un sistema que mata las personas y los sueños.
ESTUDIO
BÍBLICO
Todos
somos llamados a ser profetas y pescadores de hombres
En el centro de las lecturas de
este domingo aparece como mensaje fundamental la fuerza de la Palabra de Dios
para cambiar la vida de aquellos que la escuchan, la acogen y la siguen. Esto
es bien manifiesto en el evangelio y en la primera lectura profética; pero no
lo es menos en el “credo” que Pablo propone a la comunidad de Corinto,
recordándoles que si ellos son una comunidad de creyentes, se debe a que han
acogido el mensaje, que él, a su vez, había recibido de los testigos de Jesús:
que Cristo murió por nosotros y ha resucitado para darnos a todos la vida.
Iª
Lectura: Isaías (6,1-2ª.3-8): La palabra de Dios que transforma
I.1. En la lectura profética se nos
describe la experiencia de Isaías en el templo de Jerusalén cuando es llamado
para ser enviado y hablar al pueblo en nombre de Dios. El profeta se siente
indigno, porque ha tenido una experiencia tan intensa de lo que es Dios, de lo
que es su Palabra, que no se atreve a hablar a un pueblo infiel, ya que él
mismo se considera parte de ese mismo pueblo. Pero con un simbolismo de
purificación de uno de los serafines (serafín tiene una raíz hebrea que
significa “arder”), en definitiva de la acción curativa y purificadora de la
Palabra de Dios, se siente impulsado a hablar a los hombres de Dios. La Biblia
sabe muy bien expresar la transformación de la situación de pecado del hombre
por medio de la intervención salvífica de Dios.
I.2. Lo que se quiere poner de
manifiesto en esta experiencia del propio profeta, no es algo que solo vivirá
él, sino todo el pueblo a causa de su palabra profética, que es Palabra de
Dios. Quien es llamado a ser profeta siente que le arde el alma y el corazón.
¡Da miedo, claro! Pero la misma Palabra transforma el miedo en valentía y
audacia. Cuando ruge el león (como dice Amós 3,8 “Ruge el león, ¿quién no
temerá? Habla el Señor Yahvé, ¿quién no
profetizará?). Dios tiene esas intervenciones extraordinarias, a base de experiencia
personales, que arranca de la indolencia y la trivialidad. El profeta que tiene
la “suerte” no dormirá tranquilo. Ya verá la vida y la religión de otra manera.
A cada uno le ocurre en su “status”. Es probable que Isaías fuera de familia
distinguida, quizás sacerdotal. Ahí llega también la palabra de Dios para
purificar y transformar.
IIª
Lectura: Iª Corintios (15,1-11): El credo fundamental del cristianismo
primitivo
II.1. En el contexto de 1Cor 15,
estos versos iniciales marcan una pauta determinante porque están construidos
en torno a la fe primitiva de los cristianos que se resumen, con solemnidad,
anunciando la muerte y resurrección de Jesús. ¿En que se apoyan? En la
experiencia que tienen de Él después de su muerte. La muerte no ha sido para Él
una derrota; no es necesaria, ni lo será para nadie una segunda muerte. No
sería justo ni para Dios, ni para ningún hombre. Por tanto, tampoco para Jesús.
La resurrección se impone en sus vidas como una experiencia de vida. Esto es
una revelación de Dios, que tienen que aceptar por la fe. Así fue y así lo
recibió Pablo, y de la misma manera se lo trasmitió a su querida comunidad de
Corinto en el mismo momento de la fundación. A eso le llama Pablo, concretamente,
el Evangelio.
II.2. Como ya hemos dicho es un
"credo", una confesión de fe trasmitida por Pablo. Es verdad que
Pablo pretende legitimar su papel de Apóstol para combatir a algunos que niegan
la necesidad de la resurrección, y por lo mismo, el hecho fundamental de que
Jesucristo hubiera resucitado de entre los muertos. Él, Pablo, se considera
como un apóstol abortivo (significa que la experiencia del Señor resucitado
para él es como un nacimiento imprevisto, inesperado, casi imposible, ya que él
estaba bien convencido de su judaísmo y del valor de la ley, e incluso había
perseguido a la comunidad que confesaba a Jesús resucitado), no lo merecía.
Pero ahí está dando a conocer en el mundo entero la gran noticia de la
resurrección de Jesús y de todos los hombres.
II.3. Pablo les recuerda esto,
porque está poniendo unas premisas indiscutibles, ya que intenta responder a
una noticia que le ha llegado: que algunos no ven necesario hablar de la
resurrección con lo que esto significa desde la mentalidad antropológica de un
judío, pero en confrontación con la mentalidad griega. Si comienza así, con esa
solemnidad, es porque este “Evangelio” es el principio y la base de toda su
argumentación posterior. Debemos reconocer que esta es una de las piezas
maestras de los textos de Pablo. Si no se acepta que Cristo ha sido resucitado
por Dios, el cristianismo que ellos han aceptado, el evangelio, no tiene
sentido. Si Cristo no vive con una vida nueva entonces… el cristianismo no
tiene nada que ofrecer a los hombres. ¡Pero no! Cristo ha resucitado… y él
mismo ha tenido experiencia de ello, de la misma manera que los otros apóstoles
la tuvieron antes que él.
Evangelio:
Lucas (5,1-11): La palabra de Dios que cambia la vida de los hombres
III.1. El evangelio nos relata la
vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los
primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20; está más próximo de Jn 21,1-11
sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la
resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con
Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de
Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han
encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden.
Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios.
Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca
milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los
hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.
III.2. Ciertos detalles del texto
son dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para
escuchar la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es
frecuente en la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1;
13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir
es una fuerza transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo,
Santiago y Juan, tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados
(koinoi) en el lago, para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo
extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque
no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de
Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el
evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador,
indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.
III.3. Por lo mismo, en todas las
lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo
resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto
salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra
de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los
apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad
divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero
no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia
los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión
profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el
mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen
radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios.
Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos
propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo
cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos
santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús
y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de
Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el
agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos profetas,
y seremos pescadores.
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