Oremos para que sepamos seguir a
Jesús
en su camino de cruz, servicio y
amor.
……………………………………………………….
Oh Dios, Padre nuestro:
Por medio de Jesús, tu Hijo, nos
has mostrado
que el camino que conduce a la
victoria
es el camino del servicio amoroso
y la disposición interior
para pagar el precio del sacrificio
por un amor fiel e inquebrantable.
Danos la mentalidad y la actitud de
Jesús,
para que aprendamos a servir con él
y a amar, sin contar el precio, y
sin medida.
Y que así lleguemos a ser
victoriosos con él,
Jesús Resucitado, que es Señor
nuestro
por los siglos de los siglos.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
Ser
discípulo no es un cargo que otorgue derechos ni privilegios. Dios lo ha
elegido para que anuncie su Nombre, y para que, a pesar de poner en riesgo su propia
seguridad, entregue una palabra de aliento a quien está abatido y desolado.
Lectura
del libro de Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una
lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra
de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un
discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí
mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la
barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene
en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el
pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: "Confió en el Señor, que él
lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto". R.
Me rodea una jauría de perros, me
asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar
todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y
sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza,
ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu nombre a mis
hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: "Alábenlo, los que temen al
Señor; glorifíquenlo descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de
Israel". R.
SEGUNDA LECTURA
"Cristo
padece la muerte en cuanto que quiso configurarse con la humanidad común. Pero
el 'esclavo' no puede obrar por propia iniciativa Ante su 'amo', es normal que
obedezca. Cristo como hombre vivió su carrera humana, incluida su muerte, como
un acto de obediencia".
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición
divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar
celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de
servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por
eso, Dios lo exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es
el Señor".
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
LA PASIÓN DE JESÚS
El
relato, tan conocido por nosotros, está cargado de detalles. Pero podemos
detenernos en uno de ellos: la soledad de Jesús. En todo el relato, lenta y
constantemente, Jesús parece que se va quedando solo. Sin embargo, hay quienes
lo siguen: las mujeres que sufren y muestran su compasión. Y al final, luego de
la muerte, la actitud tierna y cuidadosa de José. Ante el dolor y la cruz,
podemos sentirnos muy solos, pero quizá, si miramos para algún costado, es
probable que encontremos a otros que caminan junto a nuestra cruz y que son
capaces también de exponerse por nosotros. Jesús estaba solo, pero no tanto.
Así también deberemos reaccionar ante los crucificados, brindando nuestra
ternura, nuestra atención y nuestro amor, que puede curar sus heridas, aunque
no podamos quitarles sus cruces.
Ì Pasión de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 22, 7. 14—23, 56
C. Llegó el día de los Ázimos, en
el que se debía inmolar la víctima pascual. Cuando fue la hora, Jesús se sentó
a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
Ì “He
deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque
les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en
el Reino de Dios”.
C. Y tomando una copa, dio gracias
y dijo:
Ì “Tomen y
compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del
fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios”.
C. Luego tomó el pan, dio gracias,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Ì “Esto es
mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
C. Después de la cena hizo lo mismo
con la copa, diciendo:
Ì “Esta copa
es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. La mano
del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el
camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!”.
C. Entonces comenzaron a
preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso. Y surgió
una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les
dijo:
Ì “Los reyes
de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo
se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario,
el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un
servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve?
¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como
el que sirve. Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de
mis pruebas. Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a
mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Simón, Simón, mira que Satanás
ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para
que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus
hermanos”.
C. Pedro le dijo:
S. “Señor, estoy dispuesto a ir
contigo a la cárcel y a la muerte”.
C. Pero Jesús replicó:
Ì “Yo te
aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que
me conoces”.
C. Después les dijo:
Ì “Cuando
los envié sin bolsa, ni provisiones, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?”.
C. Respondieron:
S. “Nada”.
C. Él agregó:
Ì “Pero
ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la
lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.
Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: ‘Fue
contado entre los malhechores’. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí”.
C. Ellos le dijeron:
S. “Señor, aquí hay dos espadas”.
C. Él les respondió:
Ì “Basta”.
C. Enseguida Jesús salió y fue como
de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando
llegaron, les dijo:
Ì “Oren,
para no caer en la tentación”.
C. Después se alejó de ellos, más o
menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
Ì “Padre, si
quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la
tuya”.
C. Entonces se le apareció un ángel
del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más
intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los
encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo:
Ì “¿Por qué
están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”.
C. Todavía estaba hablando, cuando
llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce.
Éste se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:
Ì “Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”.
C. Los que estaban con Jesús,
viendo lo que iba a suceder, le preguntaron:
S. “Señor, ¿usamos la espada?”.
C.Y uno de ellos hirió con su
espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús
dijo:
Ì “Dejen, ya
está”.
C.Y tocándole la oreja, lo sanó.
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a
los ancianos que habían venido a arrestarlo:
Ì “¿Soy
acaso un bandido para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con
ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero ésta es la hora de ustedes y el
poder de las tinieblas”.
C. Después de arrestarlo, lo
condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Encendieron
fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre
ellos. Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo:
S. “Éste también estaba con él”.
C. Pedro lo negó diciendo:
S. “Mujer, no lo conozco”.
C. Poco después, otro lo vio y
dijo:
S. “Tú también eres uno de
aquellos”.
C. Pero Pedro respondió:
S. “No, hombre, no lo soy”.
C. Alrededor de una hora más tarde,
otro insistió, diciendo:
S. “No hay duda de que este hombre
estaba con él; además, él también es galileo”.
C. Dijo Pedro:
S. “Hombre, no sé lo que dices”.
C. En ese momento, cuando todavía
estaba hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Éste
recordó las palabras que el Señor le había dicho: “Hoy, antes que cante el
gallo, me habrás negado tres veces”. Y saliendo afuera, lloró amargamente.
C. Los hombres que custodiaban a
Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían:
S. “Profetiza, ¿quién te golpeó?”
C. Y proferían contra él toda clase
de insultos.
C. Cuando amaneció, se reunió el
Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los
escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron:
S. “Dinos si eres el Mesías”.
C. Él les dijo:
Ì “Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y
si los interrogo, no me responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se
sentará a la derecha de Dios todopoderoso”.
C. Todos preguntaron:
S. “¿Entonces eres el Hijo de
Dios?”
C. Jesús respondió:
Ì “Tienen
razón, yo lo soy”.
C. Ellos dijeron:
S. “¿Acaso necesitamos otro
testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca”.
C. Después se levantó toda la
asamblea y lo llevaron ante Pilato.
C. Y comenzaron a acusarlo,
diciendo:
S. “Hemos encontrado a este hombre
incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al
Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”.
C. Pilato lo interrogó, diciendo:
S. “¿Eres tú el rey de los
judíos?”.
Ì “Tú lo
dices”.
C. Le respondió Jesús. Pilato dijo
a los sumos sacerdotes y a la multitud:
S. “No encuentro en este hombre
ningún motivo de condena”.
C. Pero ellos insistían:
S. “Subleva al pueblo con su
enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí”.
C. Al oír esto, Pilato preguntó si
ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la
jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se
encontraba en Jerusalén.
C. Herodes se alegró mucho al ver a
Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y
esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas,
pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los
escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias,
después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un
magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y
Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos
C. Pilato convocó a los sumos
sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo:
S. “Ustedes me han traído a este
hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué
delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que
lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como
ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un
escarmiento, lo dejaré en libertad”.
C. Pero la multitud comenzó a
gritar:
S. “¡Qué muera este hombre!
¡Suéltanos a Barrabás!”.
C. A Barrabás lo habían encarcelado
por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio. Pilato volvió a
dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos
seguían gritando:
S. “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”.
C. Por tercera vez les dijo:
S. “¿Qué mal ha hecho este hombre?
No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento,
lo dejaré en libertad”.
C. Pero ellos insistían a gritos,
reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.
Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que
ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús
lo entregó al arbitrio de ellos.
C. Cuando lo llevaban, detuvieron a
un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para
que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número
de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús,
volviéndose hacia ellas, les dijo:
Ì “¡Hijas de
Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los
vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a
las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’, y a los cerros: ‘¡Sepúltennos!’.
Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?”.
C. Con él llevaban también a otros
dos malhechores, para ser ejecutados.
C. Cuando llegaron al lugar llamado
“del Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el
otro a su izquierda. Jesús decía:
Ì “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
C. Después se repartieron sus
vestiduras, sorteándolas entre ellos.
C. El pueblo permanecía allí y
miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
S. “Ha salvado a otros: ¡que se
sal-ve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”.
C. También los soldados se burlaban
de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían:
S. “Si eres el rey de los judíos,
¡sálvate a ti mismo!”.
C. Sobre su cabeza había una
inscripción: “Éste es el rey de los judíos”.
C. Uno de los malhechores
crucificados lo insultaba, diciendo:
S. “¿No eres tú el Mesías? Sálvate
a ti mismo y a nosotros”.
C. Pero el otro lo increpaba,
diciéndole:
S. “¿No tienes temor de Dios, tú
que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, por que
pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”.
C. Y decía:
S. “Jesús, acuérdate de mí cuando
llegues a tu Reino”.
C. Él le respondió:
Ì “Yo te
aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
C. Era alrededor del mediodía. El
sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:
Ì “Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu”.
C. Y diciendo esto, expiró.
C. Cuando el centurión vio lo que
había pasado, alabó a Dios, exclamando:
S. “Realmente este hombre era un
justo”.
C. Y la multitud que se había
reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba
golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado
desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
C. Llegó entonces un miembro del
Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las
decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y
esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un
sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la
Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres que habían venido de Galilea
con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido
sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el
sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
La clave para comprender
Los libros litúrgicos señalan este
día como “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor”. Con esta expresión la
Iglesia nos proporciona la clave para comprender, en su auténtica dimensión,
los acontecimientos que hacemos presentes en las celebraciones de los próximos
días.
En las celebraciones litúrgicas la
comunidad cristiana no recuerda hechos históricos que han ocurrido en un punto
geográfico concreto; “hace memoria” de acontecimientos (”Kairós” paso de Dios)
de la historia de la salvación. Hace presente esa realidad misteriosa por la
que se cumple lo afirmado por Jesús: “Yo estaré con vosotros…”. Esta vivencia
tendría que ayudarnos a “ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la
fe” (PF.4).
Aspectos de la celebración
Hay dos aspectos en esta celebración
que se podrían hacer en dos momentos distintos. Uno, animar a acompañar a Jesús
en este camino de la entrada en Jerusalén. Otro, resaltar el valor que tiene
acompañarlo y sentirse acompañado por El en el camino de cada día como el
Siervo que se rebajó, pero que Dios lo exaltó. (Después del relato de la
Pasión)
Hoy los cristianos hacemos presente
el triunfo pasajero de Jesús. Celebramos y bendecimos al que viene en el nombre
del Señor. Es el siervo justo y humilde que agrada al Padre y cumple su
voluntad. Inicia así un camino de justicia y humildad que sólo es creíble para
la gente sencilla que le acompaña. Así es como se hace posible que el Justo
pueda acercarse a una humanidad dividida, esclavizada por los efectos del
pecado (injusticias, odios, hambre, paro violencia callejera, familia en
crisis…)
Alguien ha escrito que “un ‘Dios
crucificado’ constituye una revolución y un escándalo… el Crucificado no tiene
el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo “. Este
Dios no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de
nuestros caprichos y pretensiones. Con El nos encontramos cuando nos acercamos
al sufrimiento de cualquier crucificado actual por el sufrimiento de las
injusticias y las maldades que existen en nuestro mundo.
“Y vosotros ¿quién decís que soy
yo?
Por eso en estos días, tal vez y
una vez más, tendríamos que preguntarnos quien ese hombre que hace mas de dos
mil años formuló una pregunta: “Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?”.
Nosotros los hombres y mujeres que
vivimos en este siglo XXI somos muy ilustrados en saberes, pero, con
frecuencia, somos ignorantes en cosas de la fe. Tenemos una cultura de
“costumbres religiosas”, pero que no nos ayudan a tener una vivencia profunda
de nuestra fe. ¿Qué respuesta podemos dar a la pregunta planteada por Jesús?
¿Seremos capaces de reconocer en Jesús a ese hombre que cambió la imagen que
tenían los judíos de Dios?
El Dios revelado por Jesús
El es quién nos ha revelado que
Dios es un Padre, lleno de ternura y de misericordia. El relato de la Pasión
del Evangelista Lucas que leemos en este ciclo resalta la confianza en el Padre
y la petición de misericordia para los “que no saben lo que hacen” o para el buen
ladrón “hoy estará conmigo…”
El es también el que siendo de
condición divina, se hizo uno de nosotros para salvarnos. El que establece que
“nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
“En esta perspectiva, el Año de la
fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único
Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha
revelado la plenitud del Amor que salva y llama a los hombres a la conversión
de vida mediante la remisión de los pecados (Cf. He 5,31)… La “fe que actúa por
el amor” (Gál 5,6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción
que cambia toda la vida del hombre”. (Pf, 6)
Por todo lo dicho, la celebración
del domingo de ramos y nuestra confesión de fe, nos tendría que llevar a dar
una verdadera respuesta a la pregunta de Jesús como Pedro, aunque después lo
neguemos: “Tú eres el Mesías”. O como el centurión y sus hombres: “Realmente
este era Hijo de Dios”.
Que nuestro beso al Crucificado nos
ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven
sufriendo.
ESTUDIO
BÍBLICO
Todos los años, durante la Semana
Santa, la liturgia de la Iglesia nos invita a introducirnos en el misterio de
la pasión y la muerte de Jesús. En este Domingo de Ramos leemos el relato de la
Pasión de Lucas, como corresponde al año litúrgico. Es una narración que ha
venido precedida por la importancia que Jesús comunicó a los suyos de ir a
Jerusalén, porque un profeta no puede morir fuera de Jerusalén (Lc 13,33), la
ciudad santa donde se decidían todas las cosas importantes de la religión judía.
Es necesario que el pueblo cristiano
escuche la “proclamación” de la Pasión como lo hacían los primeros cristianos.
El texto es lo primero. Si fueran necesarias algunas palabras, aquí ofrecemos
ciertas claves de la teología de Lucas sobre la Pasión del “profeta” de
Galilea. Pues como profeta fue a la muerte, por su vida y por sus palabras.
Un
profeta no puede morir fuera de Jerusalén
Algunos rasgos de la teología de la
Pasión de Lucas:
El relato de la pasión de San Lucas
tiene como fuente el texto más primitivo de Marcos, o quizás también un “primer
relato” que ya circulaba desde los primeros años del cristianismo para ser
leído y meditado en las celebraciones cristianas. A eso se añaden otras escenas
y palabras de Jesús que completan una “pasión” profunda y coherente, en la que
si bien los datos históricos están más cuidados que en Marcos y en Mateo, no
faltan los puntos teológicos claves.
Se pretende explicar, no solamente
por qué mataron a Jesús, sino el sentido que el mismo Jesús dio a su propia
muerte, como sucede en el relato de la última cena con sus discípulos. Lucas
nos ofrece la tradición litúrgica de las palabras eucarísticas en esa cena, que
son muy semejantes a las de Pablo en 1 Corintios 11, pero además presenta las
palabras de Jesús sobre el servicio en las que considera que su muerte “es
necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y efectiva.
El evangelista se ha cuidado de
poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el pueblo,
mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que han
decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos, quizás
porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que tienen
lugar en Jerusalén.
Por lo mismo, en este relato de
Lucas sobre la pasión del Señor, debemos leer algunas escenas especiales con
interés, como corresponde al cuidado que ha puesto el evangelista y al sentido
catequético que tienen ciertos episodios de la narración. La cena de Jesús es
más personal, más testimonial: se pide el servicio, la entrega, como Jesús va a
hacer con los suyos.
Una pequeña estructura de Lc 22-23,
podía ser esta:
I.- Introducción y preparación (22,
1-13)
II.- La última cena y despedida de
Jesús (22, 14 -38)
III.- Getsemaní: oración y prendimiento (22, 39-53)
IV.- Las negaciones de Pedro
(22,54-62)
V.- El juicio religioso (22,63-71)
VI.- El juicio político ( 23,1-25)
VII.- Crucifixión, muerte y
sepultura de Jesús (23,33-48)
En la cena de Jesús con sus
discípulos, Lucas sigue una línea bastante libre con respecto a los otros dos
evangelios sinópticos: vemos las diferencias en unos versículos que introducen
la bendición del pan y de la copa (22,14-18); además pospone el texto de la
traición de Judas hasta después de las palabras de bendición (22,21-23) y lo ensambla con el testimonio del servicio
(22,24-27), la promesa del banquete en el Reino (22,28-30), el anuncio de la
traición de Pedro (22,31-34), y el anuncio de su fin (22,35-38). En esto
podemos notar que Lucas narra la traición de Pedro durante la cena, mientras
que Mateo y Marcos después de la cena (Mt 26, 30-35; Mc 14,26-31). Pero lo más
específico: Lucas menciona una copa más que los otros dos sinópticos antes de
las palabras de bendición (22,17), además agrega las palabras “por vosotros”
(22,19b.20c) que Marcos no apunta, mientras Mateo dice “por muchos” (Mt 26,28),
y cambia por “Nueva Alianza”(22,20) en lugar de simplemente “alianza” (Mc 14,24;
Mt 26,28). Por otra parte, tenemos las semejanzas con el texto de Juan: la
actitud de los apóstoles ante el anuncio de la traición de Judas (Lc 22,23; Jn
13,22), un discurso de despedida muy breve (Lc 22,24-38; Jn 14-17), y la
costumbre que tenía Jesús de orar en un huerto (Lc 22,39; Jn 18,2).
El episodio de Jesús en el huerto
de Getsemaní nos ofrece el consuelo que supone para Jesús la presencia misma de
Dios, simbolizada por el ángel, con objeto de poner de manifiesto que Dios no
lo entrega a la pasión ignominiosa, que son los hombres los que quieren
deshacerse de él, a causa de la provocación de su mensaje sobre la misericordia
y la gracia de Dios. Jesús lucha en su agonía como un atleta que debe cruzar la
meta y saldrá victorioso. Debemos resaltar, como sucede en la Transfiguración,
la oración de Jesús. Había pedido a los suyos que oraran también, pero… Así,
desde la oración entra en “agonía”; todo es bien distinto de la escena de la
Transfiguración. Es como si desde la oración viviera todo su sufrimiento. Pero
en realidad, este momento en Lucas no es
“gore” (sangre coagulada) como ahora está de moda decir, después de esa película reciente que
ha leído la Pasión sin elementos críticos y sin llegar al “alma” y a la
teología. En realidad es una escena fuerte, pero armoniosa. Cuando Jesús acaba
este momento, siempre en oración, sale fortalecido y dueño de todas las
situaciones que han de venir. El “trance” de la pasión lo ha vivido en esta
escena extraordinaria.
El juicio de Jesús se nos presenta
en dos momentos, ante Pilato y ante su señor galileo, Herodes Antipas. En
realidad, el Prefecto romano no debería haber enviado a Herodes a Jesús;
jurídicamente no tiene sentido. ¿Qué busca Lucas con esta escena? Él nos ha
descrito la presencia de Jesús ante Herodes Antipas, el Tetrarca de Galilea,
con el simbolismo del vestido blanco para burlarse del nazareno. El silencio de
Jesús se hace palabra, quizás evocando el texto de Is 53,7 del Siervo de Yahvé
y del Sal 39,10: es un silencio de radicalidad ante la maldad de los poderosos.
Jesús dueño de su silencio ante los que está acostumbrados a arrancar las
palabras y las entrañas de la gente. Por eso se hacen amigos los que se odian
(23,12). Los injustos se “juntan” en la injusticia; el justo vive su injusticia
en la dignidad de su silencio.
Los poderosos se burlan de él, pero
los sencillos, como las mujeres, le acompañan hasta el lugar donde se revelará
el misterio de nuestra salvación y redención. El camino de la cruz está
contemplado no desde la soledad de Jesús, sino que acuden las mujeres de
Jerusalén, las madres, para compadecerse de aquél que, como en el caso de sus hijos, es
injustamente tratado por los poderes religiosos y políticos. Así se cumplen
aquellas palabras suyas en las que da gracias a Dios porque ha revelado su
proyecto salvador a las gentes sencillas. No podía pasar por alto Lucas esta
actitud de las mujeres que han tenido tan gran relevancia en su obra. Y, por
otra parte, porque así hubo de suceder en Jerusalén aquél día de la condena a
muerte: las mujeres, las madres, tuvieron que llorar por la dureza y la vesania
de los poderosos.
La escena de la crucifixión y
muerte, en Lucas, es, con respecto a Marcos y Mateo, mucho más humana. De ahí
que las palabras de Jesús sean: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”
(23,46), tomadas del Salmo 31; quizás para que no se interprete que Dios pueda
abandonar a nadie que sufre, ya que Marcos había usado las palabras del Sal 22:
“Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, que, no obstante, son de plena
confianza. Pero Lucas considera que otras palabras de más confianza cuadraban
mejor con su oración primera en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo
que hacen” (23,34), que es un texto que faltan en buenos manuscritos, pero que
encaja perfectamente con la teología de Lucas, como una síntesis de su
verdadera teología: ¡no debe desaparecer de nuestras traducciones!
En la escena de la crucifixión
sobresale muy especialmente el diálogo de Jesús con el buen ladrón. Esta
narración de los dos malhechores con Jesús es un desarrollo del versículo de
Marcos y Mateo: “también le injuriaban los que con él estaban crucificados” (Mt
27,44; Mc 15,32). Es uno de los momentos culminantes de la pasión en nuestro
evangelista que refleja muy bien su teología: Jesús está siempre abierto a
comunicar la misericordia divina. Por eso ha sido considerado como el
evangelista de la misericordia. Y además, con la propuesta del “hoy” de la
salvación que es también muy determinante en Lucas: “hoy estarás conmigo en el
paraíso”. Tiene ese sentido escatológico inmediato para mostrar que la
salvación de Dios no está a la espera del fin del mundo. Desde la misma muerte
estaremos en las manos salvadoras de Dios.
Pero no habría que olvidar las
palabras de perdón a los ejecutores, la confianza que Jesús muestra en Dios en
ese momento de la muerte. El evangelista va buscando poner de manifiesto que
aquello fue un “espectáculo” (23,48) para el pueblo, porque es allí donde han
visto, con sus ojos, que el Dios salvador se revela no desde el poder, sino en
la debilidad. El malhechor que supo percatarse de ello le pidió la vida, la
vida para siempre, y Jesús, desde su patíbulo de condenación se la ofreció para
aquél mismo momento. Es por ello que el pueblo bajo del Calvario arrepentido.
Como decíamos, pues, se ha logrado
con este relato explicar, en una catequesis muy apropiada a su comunidad, que
la Pasión del Señor no es una tragedia, sino el acontecimiento que imprime a la
historia la fuerza necesaria del proyecto salvador para todos los hombres. A la
vez, nos explica que Jesús dio a su muerte un sentido de entrega y de fidelidad
a Dios, pero para que Dios fuera siempre el Dios de los hombres.
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