“Señor,
déjala todavía este año…
Puede ser que así dé frutos en adelante”
La pasión de nuestro Dios, de Jesús
es hacer la vida del hombre más humana, con más sentido. Por eso sus parábolas
intentan desbloquear las vidas atrapadas por el vacío, el sin sentido y la
esterilidad. Ofrece caminos de felicidad, bien distintos a los transitados por
los que se consideran “normales”. No es un Dios justiciero ni duro que castiga
y manda el mal y sufrimientos a los hombres. Los hechos históricos violentos
acaecidos en Jerusalén, lo mismo que los que podemos ver hoy son para
escucharlos y repensarlos. El hecho de no tener en la vida contratiempos,
sufrimientos, de no ser alcanzados por algún tipo de mal no es para subir
nuestra autosuficiencia y creernos superiores, sino motivación de nuestra
acción de gracias y para sentirnos privilegiados y dar frutos. No son las
apariencias y la superioridad (caso de la higuera que lleva años frondosa) lo
decisivo ante Dios, sino la vida fecunda (la práctica de la vida).
Jesús quiere provocar nuestra
reacción. ¿Para qué una vida estéril? Igual con los cuidados, el amor, la
solidaridad del viñador da frutos. La indiferencia y la pasividad ante los
males de los hermanos no es la forma de actuar de nuestro Dios, al que le duele
nuestro dolor y se solidariza con nosotros. Las apariencias y el espectáculo no
tienen nada qué ver con el reino de Dios y su justicia.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I LECTURA
Nuestro
Dios se conmueve ante el sufrimiento y la opresión. Y por eso no se queda
indiferente, sino que quiere bajar hasta nosotros y liberarnos. Así fue en la
primera Pascua, cuando libró al pueblo de la opresión a que el faraón de Egipto
lo sometía. Y así será en la Pascua de Jesucristo, por la cual nos libera de la
opresión del pecado y de la muerte.
Lectura
del libro del Éxodo 3, 1-8a. 10. 13-15
Moisés, que apacentaba las ovejas
de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá
del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el
Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al
ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: "Voy a observar este
grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?". Cuando
el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza,
diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió él.
Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias,
porque el suelo que estás pisando es una tierra santa". Luego siguió
diciendo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob". Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a
Dios. El Señor dijo: "Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en
Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí,
conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de
los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, yo te envío al Faraón
para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas". Moisés dijo a Dios:
"Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres
me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les
responderé?". Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy". Luego
añadió: "Tú hablarás así a los israelitas: 'Yo soy' me envió a
ustedes". Y continuó diciendo a Moisés: "Tu hablarás así a los
israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y
así será invocado en todos los tiempos futuros".
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
102, 1-4. 6-8. 11
R.
El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía, que
todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca
olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y sana
todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de
ternura. R.
El Señor hace obras de justicia y
otorga el derecho a los oprimidos; él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas
al pueblo de Israel. R.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia; cuanto se alza el cielo sobre la
tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen. R.
SEGUNDA
LECTURA
Así
como el pueblo de Israel caminó hacia una nueva vida, así también nosotros
caminamos hacia la Pascua. En el camino, no faltarán tropiezos y tentaciones.
No abandonemos el camino, porque sabemos con quién nos encontraremos al final.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 1-6.
10-12
Hermanos: No deben ignorar que
todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y
para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los
unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y bebieron la misma
bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los
acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron
agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo
esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos
arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos
rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del
Ángel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para
que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que
se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!
Palabra
de Dios.
EL
EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY
La
parábola de la higuera nos presenta dos modos de reacción frente al árbol que
no da fruto. Una es cortarlo, no esperar más. La otra es la de la paciencia, la
del jardinero que está dispuesto a comprometerse para que el cambio sea
posible. Con esa paciencia, con ese compromiso, Jesús se está dedicando a cada
uno de nosotros porque confía en que, finalmente, daremos buenos frutos.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 13, 1-9
En cierta ocasión se presentaron
unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre
Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:
"¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más
pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten,
todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que
murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten,
todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola:
"Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no
los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar
frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la
tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la
tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante.
Si no, la cortarás'".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Una higuera estéril, una vida sin
humanidad, un cristianismo sin seguimiento, una iglesia sin ocuparse del reino…
¿para qué?
Sin darnos cuenta hemos cambiado
los valores que sustentan nuestra vida, lo que nos hace humanos y crea
fraternidad por intereses pequeños que nos hacen sentir bien e ir tirando, pero
que desarrollan el individualismo y el tener más. No parece que hayamos
entendido que no es lo mismo ser feliz que estar cómodos; que lo valioso no
tiene por qué ser lo útil, ni lo bueno es lo que me gusta y hemos entrado en
una insatisfacción profunda: somos espectadores pasivos de la creación en la
que debiéramos ser protagonistas con el amor y la generosidad que recrean.
Una vida cristiana que no hace
huella en los corazones; una práctica religiosa que tranquiliza y da razón a
nuestras flojeras, alentando nuestras satisfacciones horizontales; una vida
cristiana que solo maneja la conversión como concepto abstracto, proponiéndolo
para los demás sin creer mucho en ella; una cuaresma que tiene como fin más
oración, ayunos y limosnas, pero se olvida de Jesús y de los demás es un
rasgarse las vestiduras pero dejar el corazón ileso, son vivencias estériles.
Una iglesia que solo se dedica a
conservar, a adornar el culto y mirar pasivamente y volver a proponer el
pasado; que solo se propone sobrevivir, resignarse y renunciar a la audacia de
la creatividad; que quiere diseñar su futuro sin discernir, con un nerviosismo
inútil por atarlo todo, se olvida de que somos iglesia de Jesús y que se trata
de permanecer arraigados en Jesús, vivir nuestra adhesión a él, pues él es el
causante de la vida de la iglesia, guiada por el Espíritu del Resucitado...
A Jesús le duele nuestro dolor,
nuestra vida estéril.
En tiempos del faraón de Egipto a
nuestro Dios le dolía que le privaran de su pueblo, que el faraón se creyera su
amo, un dolor que el pueblo le presentaba no tanto con intensidad de voz,
cuanto con el corazón herido. Dios se solidarizó por medio de Moisés, su
instrumento humano, que después de hacer todo una experiencia espiritual en
torno a la zarza ardiendo: se acercó descalzo (sin ningún derecho y dignidad
ante Dios), con los ojos tapados (para no morir, pero tener otra vida),
visibilizó la liberación con el pueblo.
En nuestro tiempo, Pablo nos
recuerda que hemos sido liberados. Que el camino por el desierto es de
liberados, bautizados. Comemos y bebemos de la roca espiritual que es Cristo,
aunque seguimos sin agradar a Dios, sin reconocerle e incluso acordándonos de
Egipto. Siguen faltándonos la confianza en los valores creativos y
constructores de felicidad.
HE VISTO la opresión de mi pueblo… HE
OÍDO sus quejas… ME HE FIJADO en su sufrimiento… VOY A BAJAR…
Tenemos un Dios que VE, OYE, SE FIJA, BAJA…. Más humano y sensible, imposible. Cuantos “faraones”, como al
pueblo de Israel nos oprimen y, no con trabajos forzados, que terminan por ser
los menos importantes, sino quitándonos la libertad para poder dar culto al
Dios que nos ha creado. Es la privación y el sufrimiento más grande del hombre:
quedarse sin Dios, descentrarse en la creación. No menos cierto es que al lado
de los “faraones”, nosotros también hipotecamos y vendemos la libertad,
poniéndonos bajo paternalismos por comodidad, facilidad, confiar en
seguridades, que terminan por pasarnos factura y anularnos por completo.
Cava, abona, nos da tiempo, contra
toda sensatez, ¿Quién sabe si….?
Poco hacemos mandando las
responsabilidades a los demás, exculpándonos y criticándonos. Si existe
esterilidad, o respondemos con otros cimientos, otro abono, otras formas de
partir y de concebir la vida o cundirá cada vez más el abandono y descrédito de
nuestra vida. Cuando Jesús nos invita a la conversión para no perecer, nos está
hablando de solidaridad, de compartir, de cuidar la vida, de curarla y mimarla.
Nos está invitando a ser creyentes que es mucho más que ser religiosos. Nos
está diciendo que no hay fe, que no hay evangelización sin evangelio.
Somos queridos a pesar de nuestra
esterilidad. Dios nos ha llamado a fructificar, aunque no sabemos cuándo. Con
una mirada limpia para ver la realidad sin prejuicios, poniéndonos del lado de
las víctimas, siendo compasivos y manteniendo con tesón alternativas
evangélicas a una sociedad y a una vivencia cristiana satisfecha, ya estamos
dando fruto.
Jesús, nos cava y abona con su
Palabra. Volvamos al evangelio, a su fuerza sanadora para fundarnos y
arraigarnos en Cristo, para que nuestra vida no sea estéril.
ESTUDIO
BÍBLICO
Merece la pena convertirse al Dios
de la salvación
Iª Lectura: Éxodo (3,1-15): Yahvé,
el Dios que da su nombre al hombre
I.1. La lectura de Éxodo nos
introduce en uno de los momentos más significativos de la historia del pueblo
de Israel: la revelación de Dios a Moisés, para que éste comunicara al pueblo
su decisión y su proyecto liberador. Es un episodio determinativo de ese
pueblo, que ha definido siempre su vida en razón de su fe en el Dios, Yahvé,
que lo sacó de la esclavitud de Egipto y le dio una tierra para que pudiera
vivir en libertad. También es un episodio que, en el conjunto de las
experiencias religiosas de la humanidad, marca un hito decisivo y original.
Este capítulo, pues, prepara la gran narración de la liberación de Egipto, que
es el momento culminante de las relaciones de Dios, Yahvé, con Moisés y con su
pueblo.
I.2. El Dios, Yahvé -nombre
misterioso, que puede tener muchos significados-, no se revela para dar a
conocer un nombre extraño e impenetrable, sino porque ha escuchado el clamor de
un pueblo en esclavitud y quiere comprometerse con los pueblos que viven esa
opresión. Egipto, entonces, era una potencia impresionante, y sus dioses, los
más magníficos del mundo. Sabemos que en el trasfondo de esta narración, que
corresponde a la llamada tradición elohista, se apunta a la magia de conocer el
nombre de la divinidad, que en las religiones ancestrales tenía un significado
especial; quien conocía el nombre de la divinidad lo atrapaba de alguna manera.
Podíamos señalar que en nuestro texto el nombre de Yahvé (el famoso tetagramaton
divino, compuesto de cuatro letras yhwh, impronunciable para los judíos) tiene
una raíz verbal, es decir, dinámica. No es, pues, una definición. Pero en Dios
quien dice su nombre, quien se revela, quien descubre el misterio. No es un
Dios egoísta de su nombre o de su esencia, al menos aquí. Es un Dios que se da:
es el que hace existir, el que crea, el que desvela el misterio… pero eso no
significa que ese Dios pueda ser manipulado por el hombre a su antojo. Ahora lo
dice para poder conducir a Moisés desde la zarza ardiendo hasta la esclavitud
de Egipto para liberar.
I.3. Por tanto el Dios, Yahvé, es
un Dios que se da nombre a sí mismo, no lo ha descubierto el hombre escrito en
un templo (y eso que los especialistas piensan que podía ser un dios local de Madián).
No es ahora el momento de explicar en sus pormenores el origen del yahvismo
como religión. En realidad es el que hace venir a la existencia lo que no
existe; es quien da libertad a quien no la tiene; es quien libera de la
esclavitud; es un Dios que se compromete en la historia, con los hombres y con
los pueblos de la historia. Esta es la fuerza de la lectura de este domingo de
Cuaresma. En las narraciones de la liberación de Egipto, y una de ellas es
nuestra lectura, Israel nos trasmite una teología bien determinada: la
experiencia que su Dios, Yahvé, se manifiesta como un Dios que no solo salva de
las amenazas de los enemigos, sino que también viene en ayuda de las cosas más
elementales de la vida: libertad, pan, paz y justicia. Por eso Israel aprenderá
en esta teología a identificar el “pan de la vida” con el “pan de la
salvación”. Todo eso es lo que significa esta revelación de Yahvé a Moisés.
IIª Lectura: Iª Corintios
(10,1-12): El pasado se revive, se actualiza
II.1. Pablo, que había comenzado
una polémica sobre la carne sacrificada a los ídolos (1Cor 8,1), comienza aquí
(1Cor 10,1) un nuevo período de reflexión para llevar a sus últimas
consecuencias cómo tienen que comportarse frente a la idolatría. Para ello se
ha valido de un proceso exegético, que se llama midrash, una actualización de
un texto del AT, en este caso la epopeya del éxodo; en realidad son varios
textos los que Pablo comenta y actualiza (Ex 13,20-22; Ex 14,19; Sal 104,39).
Entiende que todo aquello fue un “bautismo” para renacer como pueblo en la
libertad que Dios le ofrecía. Pero no todos los vivieron así, sino que
murmuraron contra Moisés y contra Dios. El desierto era duro, es verdad; pero
la libertad siempre debe tener un precio.
II.2. Todo eso era un anticipo, un
“tipos” para lo que ahora deben vivir los cristianos. Ahora Pablo intenta sacar
las consecuencias parenéticas para la comunidad de Corinto que de nuevo, como
el pueblo en desierto, no está lejos de ciertas actitudes idolátricas. La
tipología es un ejemplo para que aprendamos, quiere decir Pablo, porque algunos
pueden ir a banquetes paganos y comer de algo que se ha consagrado a los
ídolos. Esta es una tentación constante en todos los procesos religiosos. Una
lectura actual ya no podría referirse a un problema de carnes y participaciones
en banquetes sagrados, sino en otros banquetes de poder y de gloria que pueden
robar la identidad cristiana.
Evangelio: Lucas (13,1-9): Vivir
con sentido siempre
III.1. El evangelio de Lucas viene
hoy a hacer una llamada a la fidelidad de ese Dios salvador de la historia, que
se ha jugado todo su prestigio y toda su divinidad con el pueblo. Se narran dos
episodios de acontecimientos que ocurrieron, muy probablemente en tiempos de
Jesús: unos galileos que el Prefecto romano mandó masacrar mientras ofrecían un
sacrificio. Algunos apuntan a la sospecha de tipo político que tenían que ver
con el terrorismo zelote, pero no es fácilmente aceptable esta tesis. Sí es
importante el dato de que ocurrió mientras ofrecían un sacrificio, un acto religioso.
No sabemos a qué se refiere, aunque tenemos noticias de que Pilato (por Flavio
Josefo especialmente), responsable directo de la crucifixión de Jesús, fue uno
de los políticos más perversos y venales de la administración romana. El otro
episodio es mucho más normal, un accidente de trabajo, de tantos como ocurren
en la vida, en el trabajo y ante los que
uno se pregunta por qué.
III.2. ¿Qué pueden significar estos
episodios narrados por Lucas? ¿Tiene que ver algo Dios en estos? ¡Desde luego
que no! Eso es lo primero que debemos inferir en la lectura del texto ¿Por qué,
pues, son narrados? Pues sencillamente para poner de manifiesto que Dios no es venal como Poncio Pilato y no
tiene nada que ver con el accidente de la torre de Siloé del muro que rodeaba
la ciudad de Jerusalén; esas cosas pasan en la vida. Eso nos descubre que somos
lábiles y que no podemos vivir nuestra vida sin sentido. Todo el conjunto del
evangelio de hoy va en esa dirección de una llamada a la conversión y a contar
con Dios en nuestra vida. Jesús no ve en los samaritanos sacrificados, ni en
los obreros de la torre maldad alguna para ser castigados por ello. No es el
anuncio del Dios juez el que aquí aparece. Jesús habla de los “signos” de
terror de la vida. Es una lectura realista de lo que ocurre y de lo que siempre
ocurrirá, unas veces por la maldad humana y otras porque no podemos dominar la
naturaleza. Pero ¿acaso esto no nos debe hacer pensar que debemos estar
preparados siempre? ¿Para qué? No diríamos que para morir (aunque pueda parecer
que ese es el sentido del texto), sino para vivir con dignidad, con sabiduría,
con fe y esperanza. Y si llega la muerte, no nos ha de afanar con las manos
vacías.
III.3. El tercer momento de la
lectura evangélica se centra en una especie de parábola sobre la higuera
plantada en una viña que, al cabo de tres años, no da fruto y se la quiere
arrancar. La parábola de la higuera estéril es de la tradición (cf Mc 11,
12-14.20-26; Mt 21,18-22). Es curioso y original que Lucas se haya decidido por
unirla a esos episodios anteriores. ¿Por qué? Para dar a entender que nuestra
vida es como un tiempo que Dios permite (el dueño de la higuera) hasta el
momento final de nuestra vida. Los Santos Padres entendieron que Jesús era el
agricultor que pide al dueño un tiempo para ver si es posible que la higuera
saque higos de sus entrañas. Sabemos que la higuera era símbolo de Israel en el
AT, concretamente en los profetas. Por tanto resuena aquí, de alguna manera, la
interpelación profética a la conversión. Nuestro evangelista le da mucha
importancia en su obra al “hoy” y al “ahora” de la salvación. Por eso ese
tiempo concedido a la higuera… es para un hoy y un ahora de salvación y de
gracia.
III.4. Las conexiones de estos
episodios se establecen en razón de la necesidad de estar siempre en actitud de
responsabilidad y preparados para cambiar de vida, para arrepentirse; unas
veces porque los hombres perversos aniquilan y otras porque ocurren
catástrofes. Jesús, con sus palabras, exculpa a los que han sufrido la maldad
de Pilato o la mala suerte del accidente, en el sentido de que no son
responsables individualmente de lo que ha sucedido. Esto era importante
entonces, donde todo se explicaba en razón de conexiones entre responsabilidad
personal y castigo. No, los galileos o los trabajadores de la torre de Siloé no
eran peor o más responsables que los que no les sucedió nada. Por el contrario,
todos debemos estar siempre en actitud de conversión, porque Dios siempre
ofrece oportunidades, como es el caso de la parábola de la higuera estéril.
Siempre, con el Dios de la salvación, tenemos oportunidad de convertirnos y de
buscar el bien.
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