El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
“Háganlo en
memoria mía”
"Esta fiesta conmemora la
institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a
la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por
eso, se celebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la
Santísima Trinidad. En los Estados Unidos y en otros países, la solemnidad se
celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad. La Solemnidad
de Corpus Christi se remonta al siglo XIII"
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
La
tradición de la Iglesia ha visto en este rey un anticipo de la figura de
Cristo, que es el sumo y eterno sacerdote de la nueva alianza. El pan y el
vino, alimentos cotidianos, se ofrecen a Dios en el altar.
Lectura
del libro del Génesis 14, 18-20
En aquellos días: Melquisedec, rey
de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y
bendijo a Abrám, diciendo: "¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el
Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que
entregó a tus enemigos en tus manos!". Y Abrám le dio el diezmo de todo.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
109, 1-4
R.
Tú eres Sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec.
Dijo el Señor a mi Señor:
"Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de
tus pies". R.
El Señor extenderá el poder de tu
cetro: "¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!" R.
"Tú eres príncipe desde tu
nacimiento, con esplendor de santidad; yo mismo te engendré como rocío, desde
el seno de la aurora". R.
El Señor lo ha jurado y no se
retractará: "Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de
Melquisedec". R.
SEGUNDA
LECTURA
"San
Pablo, a veinte años nada más de Cristo, dice: 'He recibido esta tradición'; en
veinte años no se puede inventar una cosa (...) y a los veinte siglos nosotros
estamos seguros, gracias a estos testimonios de la fe, que Cristo está presente
en la hostia y lo que se va a decir dentro de un momento por todos estos
sacerdotes unidos, como los responsables de este encargo de Cristo: 'Tomen y
Coman, esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; este es el cáliz de mi
sangre, sangre de la alianza nueva que se derrama por ustedes, para remisión de
los pecados', no es una invención humana" ("Desagravio a
Cristo", Mons. A. Romero, homilía de la Fiesta de Corpus Christi,
12/6/1977).
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 11, 23-26
Hermanos: Lo que yo recibí del
Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche
en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es
mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". De la
misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la
Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en
memoria mía". Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa,
proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Jesús
dice a los apóstoles "denles ustedes de comer". Pero ¡qué ironía!,
ellos le muestran las dificultades para hacerlo con una excusa: "No
tenemos tantos panes...". ¿Es que Jesús no les acaba de decir lo que
tienen que hacer? Así a veces también nosotros nos comportamos ante un pedido
del Señor: poniendo excusas con apariencias lógicas.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 9, 11b-17
Jesús habló a la multitud acerca
del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados.
Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la
multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca
de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les
respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron:
"No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos
nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor
de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos
sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas". Y ellos hicieron
sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los
ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue
entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos
comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Conviene recordar la gran tradición
del Corpus Christie. Hace bien a los fieles y nos trae a la vista símbolos,
catequesis, creencias populares, tan dignas de respeto y que facilitan expresar
nuestra fe en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entregados por nosotros.
Hoy, sin embargo, permitidme que
vaya directamente a lo esencial. A lo más sencillo.
¿Qué vivo, qué celebro? Es la Cena
del Señor. Es esta comunidad cristiana, reunida, hoy, aquí, que recuerda, que
revive, la entrega entera de la vida de Jesús, el Señor. La entrega de Su vida
por cada ser humano que viene a este mundo. Desde luego, no le engañaron ni con
las preferentes ni con las contabilidades.
¿Qué vivo? ¿Qué celebro? Comparto
el pan. Comparto la copa. Vivo, vivimos la muerte de Cristo. La celebramos, la
hacemos nuestra, es nuestra muerte. Su muerte, su ofrenda, es también nuestro
ir muriendo y nuestro ir entregándonos… Hasta que vuelva. Pero, por favor,
vuelve. Vuelve. ¿Sabes cuánto te necesitamos? Entre tanto, vamos a hacer que
hayas vuelto un trocito, aunque sólo sea un trocito, este día que pasa. Jesús,
mi hermano, mi Dios, estás presente en este mismo instante que vivimos.
¿Qué vivo? ¿Qué celebro? Este
Jesús, Señor, Salvador, vuelve. Volverá. Enjugará cada lágrima, recreará una
humanidad desfigurada, la hará nueva. Cada rostro doliente y roto, será un
rostro glorioso. Si no, ¿qué sería de nosotros?
¿Qué vivo? ¿Qué celebro? Estoy
diciendo a Jesús: Señor, en comunidad, estamos juntos, Le digo, le decimos:
ven, Ven…, y me paro un momento: cuando le digo, cuando le decimos, ven, aquí,
decir es hacer, puro dar. Sin más. Lo decisivo es dar, sin más, compartir sin
guardar nada. Dar aquello que Él me está dando en este instante mismo. Lo
decisivo es hacer, en el nombre del Señor. Haz. Punto.
La Eucaristía es palabra,
celebración, es recuerdo, es presencia. Es hacer. Este es mi cuerpo… lo doy. Sin
ahorro y sin reserva. Celebramos la Eucaristía, identificados con Cristo.
¿Quiénes somos? ¿Quién soy? También trozos de pan que se comparten.
También te busco en la soledad. Ya
lo sé: hay tantos y tantos momentos de soledad desabrida y seca. Cuantas veces
sentimos el vacío y la deriva de la vida y de las cosas. Pero también es verdad
que hay una soledad serena, tan llena por dentro. ¿El Cuerpo de Cristo? También
te necesito, guardado en el silencio. Necesito vivir hacia adentro. Delante del
Sagrario. O en un encuentro con hermanos. O viendo pasar y pasar a tanta gente
apresurada: ¿qué sentirán?, ¿qué amor les sostiene?, ¿cómo llevan su familia
adelante?, ¿están sufriendo?
Necesito encontrar esa mirada de
dentro que se deja acariciar en la fuente de donde nace la vida. Necesito
encontrar esa mirada que, sin palabras, sólo deja abrazarse por la Cruz de
Cristo. Necesito encontrar en mí, una mirada mía verdadera, que abrace a todos,
dándoles lo que Jesús, único, mi Salvador, me da ahora mismo.
Bendito Cuerpo de Cristo. Apodérate
de mí, Tú, desnudo, pobre y crucificado. Viviente.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª Lectura: Génesis (14,18-20): Un
culto sencillo y original
I.1. Todos los textos ancestrales
de AT tienen algo especial en la tradiciones de Israel, hasta el punto de poder
considerar que un texto como el de Melquisedec podría ser una campaña militar,
antigua, en la que se ha querido ver que los grandes, en este caso el rey de
Salem, también ha querido ponerse a los pies del padre del pueblo, de Abrahán.
Con los gestos del pan y el vino que se ofrecen, las cosas más naturales de la
tierra, el rey misterioso le otorga a Abrahán un rango sagrado, casi de
rey-sacerdote. Será en este sentido cómo la carta a los Hebreos c. 7,1-10 se
permitirá hacer una lectura nueva de Jesucristo, de su sacerdocio no-dinástico,
absolutamente distinto y original, que no tiene parangón como el sacerdocio
ministerial. En el mismo sentido lo había ya intuido el Sal 110,4. Se ha
discutido mucho sobre quién es este personaje, incluso tenemos un texto en
Qumrán (11Q) que lo ve como un ser celeste.
I.2. El valor, pues, de nuestro
texto es que sirve como plataforma teológica para un sentido nuevo y una
actualización de la religión inaugurada por la vida de Cristo. El hecho de que
en esa ofrenda de Melquisedec no se usen animales, sino las cosas sencillas de
la tierra, apunta a una dimensión ecológica y personalista. Jesús, antes de
morir, ofrecerá su vida ¡tal como suena! en un poco de pan y en un poco de
vino. No hacía falta más que la intención misma de entregarse, de donarse, de
“pro-existir” para los demás. Con ello se alza una protesta radical contra un
culto de sacrificios de animales que no lleva a ninguna parte. Es la vida de
Dios y de los hombres la que tiene que estar en comunión. El ser humano se
fascina ante lo divino y deja de ser humano muchas veces, pero la “comunión
vital” entre Dios y la humanidad no tiene por qué esclavizarnos a un culto
externo y a veces inhumano. Porque lo que es inhumano, es antidivino.
I.3. En realidad es todo el texto
de Heb 7 el que puede generar una lectura interesante en una fiesta como hoy.
Quizás muchos hubieran preferido otro texto para esta fiesta. Pero debemos
reconocer que la intención de la elección litúrgica del mismo se explica porque
el gesto de Melquisedec es como un signo anticipado de los gestos del pan y el
vino de Jesús en la última cena con sus discípulos. Se ha hablado que la
intención del autor de la carta a los Hebreos era mostrar que el sacerdocio de
Cristo, a imagen de Melquisedec, logra una verdadera “téléiôsis”, que se puede
traducir de muchas formas, como “perfección” o incluso como “transformación”.
Preferimos esto último, porque Jesús, con su vida, con sus palabra, con sus
gestos, transforma una religión de culto sacrificial de animales, en una
verdadera donación de vida, para introducirnos en la vida misma de Dios.
IIª Lectura: Primera Corintios
(11,23-26): La tradición del Señor es vida
II.1. El cristianismo primitivo
tuvo que hacerse “recibiendo” tradiciones del Señor. Pablo, que no lo conoció
personalmente, le da mucha importancia a unas pocas que ha recibido. Y una de
esas tradiciones son las palabras y los gestos de la última cena. Porque el
apóstol sabía lo que el Vaticano II decía, que “la Iglesia se realiza en la
Eucaristía”. Todos debemos reconocer que aquella noche marcaría para siempre a
los suyos. Cuando la Iglesia intentaba un camino de identidad distinto del
judaísmo, serán esos gestos y esas palabras las que le ofrecerá la oportunidad
de cristalizar en el misterio de comunión con su Señor y su Dios. Esta
tradición “recibida”, según la mayoría de los especialistas, pertenece a
Antioquía (como en Lc 22,19-20), donde los seguidores de Jesús “recibieron” por
primera vez el nombre de “cristianos”. Un poco distinta es la de Jerusalén (Mc
y Mt).
II.2. Los gestos del Señor Jesús
eran los que se hacían en cualquier comida judía; incluso si fue un cena
pascual, lo que se hacía en aquella fiesta de recuerdo impresionante. Pero lo
importante son las “palabras” y el sentido que Jesús pone en los gestos. Jesús,
en la noche “en que iba a ser entregado”, se “entregó” él a los suyos. El
término es elocuente. En los relatos de la pasión aparece frecuentemente este
“entregar”. No obstante lo verdaderamente interesante es que antes de que lo
entregaran a la muerte y le quitaran la vida, él la ofreció, la entregó, la
donó a los suyos en el pan y en el vino, de la forma más sencilla y asombrosa
que se podía alguien imaginar.
II.3. ¿Por qué se ha proclamar la
muerte del Señor hasta su vuelta? ¿Para recordar la ignominia y la violencia de
su muerte? ¿Para resaltar la dimensión sacrificial de nuestra redención? ¿Para
que no se olvide lo que le ha costado a Jesús la liberación de la humanidad?
Muchas cosas, con los matices pertinentes, se deben considerar al respecto.
Tienen el valor de la memoria “zikarón” que es un elemento antropológico
imprescindible de nuestra propia historia. No hacer memoria, significa no tener
historia. Y la Iglesia sabe que “nace” de la muerte de Jesús y de su
resurrección. No es simplemente memoria de un muerto o de una muerte
ignominiosa, o de un sacrificio terrible. Es “memoria” (zikarón) de vida, de
entrega, de amor consumado, de acción profética que se adelanta al juicio y a
la condena a muerte de las autoridades; es memoria de su vida entera que
entrega en aquella noche con aquellos signos proféticos sin media. Precisamente
para que no se busque la vida allí donde solamente hay muerte y condena. Es,
por otra parte y sobre todo, memoria de resurrección, porque quien se dona en
la Eucaristía de la Iglesia, no es un muerto, ni repite su muerte gestualmente,
sino el Resucitado.
Evangelio: Lucas (9, 11-17): La
Eucaristía, experiencia del Reino de Dios
III.1. Lucas ha presentado la
multiplicación de los panes como una Eucaristía. En este sentido podemos hablar
que este gesto milagroso de Jesús ya no se explica, ni se entiende, desde
ciertos parámetros de lo mágico o de lo extraordinario. Los cinco verbos del v.
16: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir y dar”, denotan el tipo de lectura
que ha ofrecido a su comunidad el redactor del evangelio de Lucas. Quiere decir
algo así: no se queden solamente con que Jesús hizo un milagro, algo
extraordinario que rompía las leyes de la naturaleza (solamente tenían cinco
panes y dos peces y eran cinco mil personas). Por tanto, ya tenemos una primera
aproximación. Por otra parte, es muy elocuente cómo se introduce nuestro
relato: los acogía, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus males
(v.11). E inmediatamente se desencadena nuestra narración. Por tanto la
“eucaristía” debe tener esta dimensión: acogida, experiencia del Reino de Dios
y curación de nuestra vida.
III.2. Sabemos que el relato de la
multiplicación de los panes tiene variantes muy señaladas en la tradición
evangélica: (dos veces en Mateo: 14,13-21;15,32-39); (dos en Marcos: 6,30-44;
8,1-10); (una en Juan, 6,1-13) y nuestro relato. Se ha escogido, sin duda, para
la fiesta del Corpus en este ciclo por ese carácter eucarístico que Lucas nos
ofrece. Incluso se apunta a que todo ocurre cuando el día declinaba, como en el
caso de los discípulos de Emaús (24,29) que terminó con aquella cena prodigiosa
en la que Jesús resucitado realiza los gestos de la última Cena y desaparece.
Pero apuntemos otras cosas. Jesús exige a los discípulos que “ellos les den de
comer”; son palabras para provocar, sin duda, y para enseñar también. El
relato, pues, tiene de pedagógico tanto como de maravilloso.
III.3. La Eucaristía: acogida,
experiencia del Reino y curación de nuestra vida. Deberíamos centrar la
explicación de nuestro texto en ese sumario introductorio (v. 11), que Lucas se
ha permitido anteponer a la descripción de la tradición que ha recibido sobre
una multiplicación de los panes. Si la Eucaristía de la comunidad cristiana no
es un misterio de “acogida”, entonces no haremos lo que hacía Jesús. Muchas
personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas,
de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales. No debe ser, pues, la
“eucaristía” la experiencia de una élite de perfectos o de santos. Si fuera así
muchas se quedarían fuera para siempre. También debe ser “experiencia del
Reino”; el Reino anunciado por Jesús es el Reino del Padre de la misericordia
y, por tanto, debe ser experiencia de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y
nuestro Dios. Y, finalmente, “curación” de nuestra vida, es decir, experiencia
de gracia, de encuentro de fraternidad y de armonía. Muchos vienen a la
eucaristía buscando su “curación” y la Iglesia debe ofrecérsela, según el
mandato mismo de Jesús a los suyos, en el relato: “dadles vosotros de comer”.
III.4. Son posible, desde luego,
otras lecturas de nuestro texto de hoy. No olvidemos que en el sustrato del
mismo se han visto vínculos con la experiencia del desierto y el maná (Ex 16) o
del profeta Eliseo y sus discípulos (2Re 4,42-44). Y además se ha visto como un
signo de los tiempos mesiánicos en que Dios ha de dar a su pueblo la saciedad de
los dones verdaderos (cf Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; 132, 15; Jr 31,14). De ahí
que nos sea permitido no esclavizarse únicamente a un tipo de lectura
exclusivamente cultual envejecida. El Oficio de la liturgia del Corpus que, en
gran parte, es obra de Sto. Tomás de Aquino, nos ofrece la posibilidad de tener
presente estos aspectos y otros más relevantes si cabe. La Eucaristía,
sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, debe ser experiencia donde lo viejo
es superado. Por eso, la Iglesia debe renovarse verdaderamente en el misterio
de la Eucaristía, donde la primitiva comunidad cristiana encontró fuerzas para
ir rompiendo con el judaísmo y encontrar su identidad futura.
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