¿Quién dice la gente que soy yo?
Nos dice el evangelio de Lucas que:
“Una vez Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les
pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Podríamos interpretar, así de
primera manos, como una mera curiosidad del Maestro; pero la pregunta tienen
mucho mayor alcance que se aclara cundo, a continuación de la respuesta de sus
discípulos, les hace una segunda pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?. Y Pedro, con su espontaneidad y sinceridad característica le responde: “Tú
eres el Mesías de Dios”.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
Dios
no es mezquino. Su gracia, como agua viva, se derrama en abundancia, sin medir
ni regatear. Ese amor abundante de Dios se mostró en Jesús. Cuando contemplamos
a Jesús, vemos el cumplimiento de las profecías y la realización del amor de
Dios en esta tierra.
Lectura
de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1
Así habla el Señor: Derramaré sobre
la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de
súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se
lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se
llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el
lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente
abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de
lavar el pecado y la impureza.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
62, 2-6. 8-9
R.
Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.
Señor, tú eres mi Dios, yo te busco
ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra
sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios
te alabarán. R.
Así te bendeciré mientras viva y
alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar
delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.
Veo que has sido mi ayuda y soy
feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.
SEGUNDA
LECTURA
La
fe común en Cristo anula todas las diferencias de raza, de sexo o de clase
social. Esta es la nueva situación "en Cristo". Si los muros han
caído, la nueva realidad es la fraternidad y la concordia. Pidamos al Espíritu
Santo que acreciente esta unidad.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 26-29
Hermanos: Todos ustedes, por la fe,
son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo,
han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano,
esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que
uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de
Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Jesús,
en su camino, experimentó el rechazo y la violencia. No nos promete algo
distinto para nosotros. Pero nos profetiza que así como le ocurrió a él,
también a nosotros el camino de la cruz nos resultará, finalmente, una
ganancia. Del camino al encuentro, de la muerte a la vida, de la cruz a la
resurrección, esa es también nuestra Pascua.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas 9, 18-24
Un día en que Jesús oraba a solas y
sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy
yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro,
tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les
ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: "El Hijo
del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer
día". Después dijo a todos: "El que quiera seguirme, que renuncie a
sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera
salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
La pregunta que Jesús hace a sus
discípulos, nos la hace hoy a nosotros
A la primera pregunta de Jesús,
¿Quién dice la gente que soy yo?, los discípulos le responden ambiguamente:
“Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a
la vida uno de los antiguos profetas”. Ciertamente eran una multitud los que
habían escuchado a Jesús; y habían sido testigos de sus milagros: dar de comer
a miles de personas solo unos pocos panes y peces, curar a enfermos de
múltiples enfermedades, arrojar demonios de los posesos, resucitar a muertos,
etc… Era evidente que Jesús de Nazaret tenía unos poderes extraordinarios que
no habían visto en nadie, salvo lo que narraban las escrituras de los antiguos
profetas de Dios; y de Juan el Bautista en los últimos tiempos.
Pero la pregunta esencial e
importante de Jesús es la segunda; que también hoy Jesús nos la hace a cada uno
de los que nos “llamamos” cristianos.
“Y vosotros – o sea, nosotros los
cristianos de hoy-: ¿Quién decís que soy yo?
La inmensa mayoría de los
cristianos, fundamenta su “fe” en Jesucristo, en creer una serie de verdades,
guardar más o menos una serie de preceptos, rezar unas oraciones y, en el mejor
de los casos, “cumplir” con unos ritos (sacramentos), y alguna cosa más…
Jesús quiere eliminar toda clase de
triunfalismo en los que nos llamamos cristianos
La respuesta de Pedro es clara y
determinante en su vida: “Tú eres el Mesías de Dios”. Que es lo mismo que
decir: “Tú eres el SEÑOR”; el ¡ÚNICO SEÑOR! de todo lo creado: a quien hay que
someterlo todo, porque de él lo hemos recibido todo. Pero no un señor al estilo
humano que nos domina y esclaviza; que manda despóticamente en nosotros. Y para
aclararles como es el estilo de su “señorío”. Les dice a continuación: “El Hijo
del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos
sacerdotes y letrados, (o sea, los que mandan) ser ejecutado; y resucitar al
tercer día”. Y, algún tiempo después, con motivo del lavatorio de los pies, en
la última cena, les dirá: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y los soy….;
pero no he venido para que me sirváis, sino para servir: ¡haced vosotros lo
mismo! O sea, el que sea el mayor,¡ que sirva a los demás!
A modo de conclusión y algunas
preguntas inquietantes
El evangelio termina con estas
palabras de Jesús: “El que quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue
con su cruz cada día y se venga conmigo”.
Creo que cuando decimos que somos
cristianos lo decimos de verdad; pero ¿qué es para mí ser cristiano: rezar,
como decíamos antes, unas oraciones, “guardar” unos preceptos, “cumplir” con
uno ritos, (sacramentos)…; y ¿luego qué…? ¿Sólo en esto se nos debe notar que
somos cristianos, seguidores de Cristo…? ¿Ante esta situación, o comportamiento
“mediocre” de la manifestación de nuestra fe en Cristo, estamos expresando a
los demás un verdadero “seguimiento” al Maestro en nuestra vida?...
En definitiva: ¿Quién es verdadero
Señor y Maestro de mi vida…? : El dinero…, el poder…, el bienestar y el gozar
de los placeres de la vida…, etc.; y esto a costa de quién sea y cómo sea; o
Jesucristo, Señor y Maestro, no solo con sus enseñanzas, sino sobre todo con el
testimonio de su vida, puesta al servicio de los demás, ¡Hasta su muerte en la
cruz!…
¡Qué magnífico ejemplo nos está
dando nuestro Papa Francisco en el verdadero seguimiento de Cristo a favor de los
pobres y más necesitados de nuestra sociedad!
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª.
Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"
El texto de la primera lectura del
día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el
ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za
1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el
mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a
un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de
Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre
Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos
indiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que
traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn
19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua:
una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a
su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.
Bien es verdad que en el texto
hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y
latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem
confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron
Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el
misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica
del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento,
como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el
Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y
de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que
"traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa
ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.
Los cristianos sabemos quién fue
traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la fraternidad.
Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está
"traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad
discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada
por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también
para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero
es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada"
por la fraternidad. El Dios monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes,
sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la
justifican algunos desde la religión.
II.ª.
Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de
Cristo"
¿Qué significa revestirse de
Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la
ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un
"estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de
Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción
teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que
Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener
el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión
puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el
proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un
bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y
misericordia.
Todo esto significa, pues, según
Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una
dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias
todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad.
Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús
mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano,
expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas
sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en
la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo
lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el
aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta
ese misterio de liberación y de gracia.
Evangelio
(Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir
La escena de la confesión
mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices
propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una
experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su
misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya
momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesías tiene su
correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un
Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús
no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere
sacar a sus discípulos de ciertos equívocos: No basta simplemente la confesión
mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.
La vida de Jesús es una vida
profética y, como tal, no concuerda con
la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son
oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está
dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus
seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo
social se construye de otra manera y los verbos "subir" y
"ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el
"estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que
debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El
mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no
era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y
la muerte.
El mesianismo de Jesús encuentra su
"estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no
tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para
ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de
salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de
justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de Jesús nadie,
absolutamente nadie, queda excluido.
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