«Sígueme.»
Las
lecturas nos hablan hoy de un Dios cercano al ser humano, cuya decisión es
hacernos colaboradores de su voluntad de liberación.
La
vocación de Eliseo es la expresión de esa pedagogía de la Salvación, en la que
Dios nos llama a participar en su plan de felicidad y plenitud para la historia
humana. Se convierte en discípulo-profeta aquel que es capaz de estar atento y
disponible a esa llamada y, dejando atrás ocupaciones y preocupaciones, se
lanza a cumplir la voluntad de Dios sobre su vida.
Comprometer
la vida, nos dirá San Pablo, es entender la propia libertad como entrega
generosa, como disposición al amor.
El
camino del seguimiento, como el de Jesús hacia Jerusalén, está lleno de dificultades
y constantemente amenazado por nuestras “miradas hacia atrás”. El Señor nos
pide una mirada atenta a la realidad para vivir radicalmente comprometidos con
ella, desde la novedad que el Evangelio nos ofrece.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I
LECTURA
La
misión siempre requiere nuevos agentes, dispuestos a ponerse en camino. Eliseo
deja su familia y su tarea habitual para entregarse de lleno a la misión
profética. Tendrá que arar y preparar "la tierra" de muchos corazones
para que reciban la Palabra de Dios.
Lectura
del primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21
El Señor dijo a Elías: "A
Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti".
Elías partió y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de
él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él
y le echó encima su manto. Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y
dijo: "Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré". Elías
le respondió: "Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?". Eliseo
dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses
de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después
partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
15, 1-2a. 5. 7-11
R.
Señor, tú eres la parte de mi herencia.
Protégeme, Dios mío, porque me
refugio en ti. Yo digo al Señor: "Señor, tú eres mi bien". El Señor
es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Tú decides mi suerte! R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él
está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón se alegra, se
regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a
la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.
Me harás conocer el camino de la
vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.
SEGUNDA
LECTURA
El
Espíritu Santo es libre, por eso se lo simboliza con el soplo o el viento, que
anda por donde quiere. El Espíritu Santo nos conduce en esa libertad, porque él
no está encadenado, fluye y anima. Esa es la vida que Dios quiere darnos, vida
que se comunica e impulsa siempre al bien y al amor.
Lectura
de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 5, 1. 13-18
Hermanos: Ésta es la libertad que
nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la
esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero
procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos
carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del
amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando
mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los
otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no
serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu
y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no
pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu,
ya no están sometidos a la Ley.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Seguir
a Jesús implica compromiso y radicalidad. Las seguridades, los bienes de la
tierra y hasta las relaciones familiares quedan relativizadas frente a este
seguimiento y la opción por el Reino. Tal vez, no nos toca, dejar el trabajo o
la familia. Pero sí nos corresponde a todos, allí donde estamos, no vivir
atados ni a cosas ni a personas que nos quiten la libertad para participar del
Reino de Dios.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 51-62
Cuando estaba por cumplirse el
tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia
Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un
pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se
dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le
dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para
consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro
pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré
adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y
las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar
la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". Él respondió: "Señor,
permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le
respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar
el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme
antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto
la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
La
pedagogía de la Salvación
La
historia de la Salvación se nos presenta como relato de un Dios cuya voluntad
es incorporarse a la historia de los seres humanos. Su participación en nuestro
mundo es siempre mediata. Lejos del estruendo y de la acción prepotente,
nuestro Dios ha querido que su plan de felicidad y plenitud se realice en toda
circunstancia a través de hombres y mujeres, agentes e instrumentos de esa
voluntad salvífica, a quienes encomienda la construcción de esa nueva realidad.
La
vocación de Eliseo -como toda vocación profética- es el prototipo de la
respuesta humana a esa llamada de Dios. De Dios parte la iniciativa. Él es
quien incorpora a nuestra historia personal la urgencia ponernos al servicio de
su plan de salvación.
De
nosotros se espera la disposición a salir del pequeño mundo de nuestros
intereses, a “renunciar a bueyes y arados” para acoger la actitud del discípulo
entregado en radicalidad a la tarea.
Hoy
Dios sigue llamándonos para transformarnos como personas y para cambiar el
mundo. Más allá de imágenes interesadas e ideologizadas, se requiere una mirada
atenta a la realidad, a la que debemos acercarnos con ojos de evangelio. No
faltan a nuestro lado hermanos cuyo testimonio de vida nos cuestiona, nos
anima, y se hacen para nosotros -como Elías fue para Eliseo- vehículo de esa
llamada.
En
orden a la libertad
Todo
esto se convierte en tarea difícil en una sociedad que ha sacralizado la
libertad individual, entendida como una propiedad privada, a la que nada ni
nadie parece tener el derecho de interpelar. Una libertad que no parece tener
otro horizonte que uno mismo -la propia autonomía incondicionada- regida por
las mismas leyes del mercado.
En
la carta a los Gálatas, Pablo nos ofrece una perspectiva distinta.
Para
el discípulo de Jesús de Nazaret, el sentido último de la libertad no es otro
que la radical disponibilidad para el amor. Somos libres, antes que nada ante
nosotros mismos, en la medida en que nuestra vida se deja influir
-“contaminar”- por la vida de los otros y su dolor se hace nuestro. Ahí
encontramos los creyentes la plenitud y sentido de nuestras vidas. Desde la fe,
no hay más libertad que la que se dispone para la liberación.
Nuestra
referencia es Jesucristo. Su Espíritu sigue actuando en las personas y en las
comunidades que han entendido su fe como donación de la propia individualidad
para ponerla al servicio de la misión de construir el Reino, entendido como un
modo nuevo de entender nuestra relación con Dios, nuestra relación con los
hermanos y nuestra relación con la historia humana.
En
Camino
El
camino de Jesús hacia Jerusalén es imagen de aquel de todo discípulo debe
acometer en orden al seguimiento.
En
ese trayecto habremos de encontrarnos con la indiferencia o el rechazo -no
pocas veces resultado de nuestra falta de testimonio- y ante los que no caben
las actitudes impositivas o violentas. La vida de fe sólo puede presentarse como
una oferta de felicidad y plenitud, apoyada en nuestro compromiso y fidelidad
con el mensaje evangélico.
La
radicalidad de nuestra convicción se nos presenta en el relato evangélico,
antes que nada, como una disposición total a subvertir los valores de un
sistema que idolatra la comodidad y el consumo y que mercantiliza la dignidad
humana.
En
nuestro contexto socioeconómico -como en todos los tiempos- la credibilidad de
cada uno de nosotros como creyentes y de la comunidad de la Iglesia pasa
necesariamente por un testimonio claro de nuestro compromiso de vida.
Creyentes, comunidades e Iglesia que apuesten por dejar a un lado todo aquello
que supone un obstáculo para su misión de presentar al mundo de hoy una
alternativa de existencia evangélica.
Nos
advierte el relato de Lucas que en muchas ocasiones en el camino del
seguimiento las dificultades nacen de nuestro apego a los bienes materiales, a
las comodidades que nos ofrecen y, en alguna medida, al poder que nos otorgan.
En
otros momentos, es nuestra resistencia a liberarnos de la seguridad de las
normas, ritos y tradiciones –también las religiosas- la que nos inhabilita para
abrirnos a la novedad del Evangelio. Quien tiene la mirada puesta en cuanto
deja atrás “no vale para el Reino de Dios”.
Un
mundo muy alejado aún de la fraternidad, un sistema generador de víctimas en
forma de pobreza y de muerte,... sigue necesitado de la disposición de los
creyentes para escuchar y atender la llamada de Dios, nuestra libertad
entendida como entrega de la vida en favor de los demás y nuestra decisión para
denunciar y vencer tantos obstáculos que se oponen a la causa del Reino.
ESTUDIO BÍBLICO
Iª Lectura: 1Reyes (19,16-21): Eliseo
“sigue” a Elías
I.1.
La lectura nos presenta una narración que ofrece todos los indicios de la
mentalidad de una época, pero que pone de manifiesto esa ruptura que los
profetas expresan en sus vidas como ejemplo a seguir. En la narración aparece
el gran profeta Elías que, con el signo ancestral de su manto, capta a su
discípulo Eliseo para que le siga; porque, cuando Elías desaparezca, Eliseo
debe mantener viva la llama de la profecía, la voz de Dios. El signo del manto
es el signo evidente de para qué sirve un manto, para proteger, para acoger. El
manto de Elías es toda su vida, sus opciones por el Dios vivo, su defensa de la
justicia.
I.2.
Toda llamada implicará un cambio de mentalidad y una opción por lo que merece
la pena. Habrá que romper con ideologías de mentalidades ancestrales,
rutinarias, incluso familiares (no se refiere a los sentimientos, desde luego)
para seguir el proyecto de Dios.
IIª Lectura (Gálatas 5,1-18): Nuestra
vocación es la libertad
II.1.
La carta de la libertad cristiana, tal como se conoce la carta a los Gálatas,
nos habla precisamente de ese don por el que luchó Pablo contra los que se
oponían al evangelio. El Apóstol sabe que la libertad puede malinterpretarse
con el libertinaje; todos lo sabemos. No obstante, el evangelio es el don de la
libertad más grande que el hombre tiene que recuperar constantemente como don
de Dios. El “apóstrofe” con que Pablo reclama a los cristianos la consecuencia
de su vocación a la libertad es de una fuerza inaudita. Y deja claro que la
libertad debe experimentarse en el amor. Sin el amor, la libertad cristiana
también estaría herida de muerte. No se trata solamente de matices o de pura
retórica: ¿De qué nos vale la libertad desde el odio? ¿Dónde nos lleva la
libertad sin reconciliación?
II.2.
Durante toda la carta, Pablo se ha mantenido en una actitud irrenunciable a los
valores del evangelio que él predica, que recibió por revelación y por el que
da la vida. Ese evangelio es la experiencia más grande de libertad que jamás
hubiera podido soñar. Ahora, en la parte práctica de la carta (cc. 5-6) vuelve
de nuevo sobre el tema. La libertad verdadera es un don del Espíritu; el
libertinaje es una consecuencia del egoísmo (de la carne, como a Pablo le
parece bien decir). La carne es todo ese mundo que nos ata a cosas sin sentido.
El cristiano, como hombre que debe ser del Espíritu, está llamado a ser libre y
a no esclavizarse en lo que no tiene sentido.
Evangelio (Lucas 9,51-62): Seguir a
Jesús: renuncia a la violencia y a ideologías de muerte
III.1
La lectura del evangelio expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es el
momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa” que
en el tercer evangelista se recarga de un sentido teológico especial, porque se
intenta presentar, de la forma más efectiva, la actividad de Jesús como
profeta, a la vez que el evangelista se vale de la significación de ese viaje
para enseñarnos a ser discípulos de Jesús. No están claras las referencias
geográficas del viaje (9,51-19,28). Nos encontramos con una insistencia clara
en que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1).
Estamos casi en el centro del evangelio y Lucas, a diferencia de Marcos, quiere
privilegiar toda la “subida” a Jerusalén que será en realidad una “bajada” al
abismo de la condena y de la muerte. El texto de hoy está formado por dos narraciones:
la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él no hizo
discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino enseñándoles a
vivir de otra forma y manera.
III.2.
La renuncia a la violencia que propugnan los hijos del Zebedeo porque no ha
sido Jesús recibido en Samaría es ya una declaración de intenciones. Lo es
también que el profeta galileo vaya a Jerusalén pasando por el territorio de
los herejes samaritanos para anunciarles también el mensaje del Reino. Son
rechazados y Jesús cuenta con ello, pero no se le ocurre incitar a la condena y
a la violencia. Éste es un aspecto determinante del “seguimiento” de Jesús
según Lucas. Merecería la pena comentar este episodio como paradigma de la
actitud básica de Jesús en su decisión de ir a Jerusalén.
III.3.
Por eso, inmediatamente después de la decisión de Jesús, se nos presenta el
conjunto de las llamadas de Jesús a seguirle. La forma y la manera es distinta
de lo que sucede entre Elías y Eliseo. Aquí es la palabra directa de Jesús, o
la petición de los que quieren ser discípulos, o los que quieren informarse,
como si fueran candidatos. Pero la radicalidad es la misma. Es una llamada para
seguir a Jesús que ha decidido jugarse su vida como portavoz de Dios delante de
los jefes y señores de este mundo que están en Jerusalén. Lucas quiere que los
discípulos también tomen conciencia de lo que es este viaje, este proyecto y
esta tarea. ¿Para qué seguir a Jesús? ¿Por qué romper con las ideologías
familiares? ¿Por qué no mirar hacia atrás? Porque la tarea del Reino de Dios
exige una mentalidad nueva, liberadora. Los seguidores de Jesús tienen que
estar en camino, como Él; el camino es la vida misma desde una experiencia de
fraternidad.
III.4.
Los textos del seguimiento que Lucas ha tomado del evangelio de itinerantes,
probablemente galileos radicales (Q), no tienen por qué se caracterizados como
filósofos cínicos. Desde luego, Jesús no lo era, ni lo podía ser. Pero en esos
dichos se refleja toda la crítica hacia las instituciones sociales y el
desapego, incluso, de lazos familiares que puedan desviar la atención de las
exigencias de Reino de Dios. No se trata de odio familiar, pues eso estaría
contra el amor a los enemigos que Jesús defendió expresamente. Es, más bien,
poner las cosas en su sitio cuando se trata de sacar adelante el proyecto de
Dios, que puede no coincidir con intereses religiosos institucionales e incluso
familiares. El discípulo de Jesús se abre a un horizonte nuevo, a una familia
universal, a una religión de vida y no de muerte. Las palabras del seguimiento
son rupturistas, pero no angustiosas; son radicales, utópicas si queremos,
porque van a la raíz de la vida y porque son las que transformas nuestra vida y
nuestro entorno social y religioso. Jesús quiere que le sigamos para hacer
presente el reinado de Dios en este mundo. Y el Reino de Dios es lo único que
puede traer la libertad a quien la anhela.