domingo, 30 de junio de 2013

DOMINGO 13° DEL TIEMPO ORDINARIO


«Sígueme.»

Las lecturas nos hablan hoy de un Dios cercano al ser humano, cuya decisión es hacernos colaboradores de su voluntad de liberación.

La vocación de Eliseo es la expresión de esa pedagogía de la Salvación, en la que Dios nos llama a participar en su plan de felicidad y plenitud para la historia humana. Se convierte en discípulo-profeta aquel que es capaz de estar atento y disponible a esa llamada y, dejando atrás ocupaciones y preocupaciones, se lanza a cumplir la voluntad de Dios sobre su vida.

Comprometer la vida, nos dirá San Pablo, es entender la propia libertad como entrega generosa, como disposición al amor.

El camino del seguimiento, como el de Jesús hacia Jerusalén, está lleno de dificultades y constantemente amenazado por nuestras “miradas hacia atrás”. El Señor nos pide una mirada atenta a la realidad para vivir radicalmente comprometidos con ella, desde la novedad que el Evangelio nos ofrece.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

La misión siempre requiere nuevos agentes, dispuestos a ponerse en camino. Eliseo deja su familia y su tarea habitual para entregarse de lleno a la misión profética. Tendrá que arar y preparar "la tierra" de muchos corazones para que reciban la Palabra de Dios.

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21

El Señor dijo a Elías: "A Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti". Elías partió y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto. Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: "Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré". Elías le respondió: "Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?". Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 15, 1-2a. 5. 7-11

R. Señor, tú eres la parte de mi herencia.

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: "Señor, tú eres mi bien". El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Tú decides mi suerte! R.

Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.

Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.

SEGUNDA LECTURA

El Espíritu Santo es libre, por eso se lo simboliza con el soplo o el viento, que anda por donde quiere. El Espíritu Santo nos conduce en esa libertad, porque él no está encadenado, fluye y anima. Esa es la vida que Dios quiere darnos, vida que se comunica e impulsa siempre al bien y al amor.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 5, 1. 13-18

Hermanos: Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Seguir a Jesús implica compromiso y radicalidad. Las seguridades, los bienes de la tierra y hasta las relaciones familiares quedan relativizadas frente a este seguimiento y la opción por el Reino. Tal vez, no nos toca, dejar el trabajo o la familia. Pero sí nos corresponde a todos, allí donde estamos, no vivir atados ni a cosas ni a personas que nos quiten la libertad para participar del Reino de Dios.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 51-62

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". Él respondió: "Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

La pedagogía de la Salvación

La historia de la Salvación se nos presenta como relato de un Dios cuya voluntad es incorporarse a la historia de los seres humanos. Su participación en nuestro mundo es siempre mediata. Lejos del estruendo y de la acción prepotente, nuestro Dios ha querido que su plan de felicidad y plenitud se realice en toda circunstancia a través de hombres y mujeres, agentes e instrumentos de esa voluntad salvífica, a quienes encomienda la construcción de esa nueva realidad.

La vocación de Eliseo -como toda vocación profética- es el prototipo de la respuesta humana a esa llamada de Dios. De Dios parte la iniciativa. Él es quien incorpora a nuestra historia personal la urgencia ponernos al servicio de su plan de salvación.

De nosotros se espera la disposición a salir del pequeño mundo de nuestros intereses, a “renunciar a bueyes y arados” para acoger la actitud del discípulo entregado en radicalidad a la tarea.

Hoy Dios sigue llamándonos para transformarnos como personas y para cambiar el mundo. Más allá de imágenes interesadas e ideologizadas, se requiere una mirada atenta a la realidad, a la que debemos acercarnos con ojos de evangelio. No faltan a nuestro lado hermanos cuyo testimonio de vida nos cuestiona, nos anima, y se hacen para nosotros -como Elías fue para Eliseo- vehículo de esa llamada.

En orden a la libertad

Todo esto se convierte en tarea difícil en una sociedad que ha sacralizado la libertad individual, entendida como una propiedad privada, a la que nada ni nadie parece tener el derecho de interpelar. Una libertad que no parece tener otro horizonte que uno mismo -la propia autonomía incondicionada- regida por las mismas leyes del mercado.

En la carta a los Gálatas, Pablo nos ofrece una perspectiva distinta.

Para el discípulo de Jesús de Nazaret, el sentido último de la libertad no es otro que la radical disponibilidad para el amor. Somos libres, antes que nada ante nosotros mismos, en la medida en que nuestra vida se deja influir -“contaminar”- por la vida de los otros y su dolor se hace nuestro. Ahí encontramos los creyentes la plenitud y sentido de nuestras vidas. Desde la fe, no hay más libertad que la que se dispone para la liberación.

Nuestra referencia es Jesucristo. Su Espíritu sigue actuando en las personas y en las comunidades que han entendido su fe como donación de la propia individualidad para ponerla al servicio de la misión de construir el Reino, entendido como un modo nuevo de entender nuestra relación con Dios, nuestra relación con los hermanos y nuestra relación con la historia humana.

En Camino

El camino de Jesús hacia Jerusalén es imagen de aquel de todo discípulo debe acometer en orden al seguimiento.

En ese trayecto habremos de encontrarnos con la indiferencia o el rechazo -no pocas veces resultado de nuestra falta de testimonio- y ante los que no caben las actitudes impositivas o violentas. La vida de fe sólo puede presentarse como una oferta de felicidad y plenitud, apoyada en nuestro compromiso y fidelidad con el mensaje evangélico.

La radicalidad de nuestra convicción se nos presenta en el relato evangélico, antes que nada, como una disposición total a subvertir los valores de un sistema que idolatra la comodidad y el consumo y que mercantiliza la dignidad humana.

En nuestro contexto socioeconómico -como en todos los tiempos- la credibilidad de cada uno de nosotros como creyentes y de la comunidad de la Iglesia pasa necesariamente por un testimonio claro de nuestro compromiso de vida. Creyentes, comunidades e Iglesia que apuesten por dejar a un lado todo aquello que supone un obstáculo para su misión de presentar al mundo de hoy una alternativa de existencia evangélica.

Nos advierte el relato de Lucas que en muchas ocasiones en el camino del seguimiento las dificultades nacen de nuestro apego a los bienes materiales, a las comodidades que nos ofrecen y, en alguna medida, al poder que nos otorgan.

En otros momentos, es nuestra resistencia a liberarnos de la seguridad de las normas, ritos y tradiciones –también las religiosas- la que nos inhabilita para abrirnos a la novedad del Evangelio. Quien tiene la mirada puesta en cuanto deja atrás “no vale para el Reino de Dios”.

Un mundo muy alejado aún de la fraternidad, un sistema generador de víctimas en forma de pobreza y de muerte,... sigue necesitado de la disposición de los creyentes para escuchar y atender la llamada de Dios, nuestra libertad entendida como entrega de la vida en favor de los demás y nuestra decisión para denunciar y vencer tantos obstáculos que se oponen a la causa del Reino.

ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: 1Reyes (19,16-21): Eliseo “sigue” a Elías

I.1. La lectura nos presenta una narración que ofrece todos los indicios de la mentalidad de una época, pero que pone de manifiesto esa ruptura que los profetas expresan en sus vidas como ejemplo a seguir. En la narración aparece el gran profeta Elías que, con el signo ancestral de su manto, capta a su discípulo Eliseo para que le siga; porque, cuando Elías desaparezca, Eliseo debe mantener viva la llama de la profecía, la voz de Dios. El signo del manto es el signo evidente de para qué sirve un manto, para proteger, para acoger. El manto de Elías es toda su vida, sus opciones por el Dios vivo, su defensa de la justicia.

I.2. Toda llamada implicará un cambio de mentalidad y una opción por lo que merece la pena. Habrá que romper con ideologías de mentalidades ancestrales, rutinarias, incluso familiares (no se refiere a los sentimientos, desde luego) para seguir el proyecto de Dios.



IIª Lectura (Gálatas 5,1-18): Nuestra vocación es la libertad

II.1. La carta de la libertad cristiana, tal como se conoce la carta a los Gálatas, nos habla precisamente de ese don por el que luchó Pablo contra los que se oponían al evangelio. El Apóstol sabe que la libertad puede malinterpretarse con el libertinaje; todos lo sabemos. No obstante, el evangelio es el don de la libertad más grande que el hombre tiene que recuperar constantemente como don de Dios. El “apóstrofe” con que Pablo reclama a los cristianos la consecuencia de su vocación a la libertad es de una fuerza inaudita. Y deja claro que la libertad debe experimentarse en el amor. Sin el amor, la libertad cristiana también estaría herida de muerte. No se trata solamente de matices o de pura retórica: ¿De qué nos vale la libertad desde el odio? ¿Dónde nos lleva la libertad sin reconciliación?

II.2. Durante toda la carta, Pablo se ha mantenido en una actitud irrenunciable a los valores del evangelio que él predica, que recibió por revelación y por el que da la vida. Ese evangelio es la experiencia más grande de libertad que jamás hubiera podido soñar. Ahora, en la parte práctica de la carta (cc. 5-6) vuelve de nuevo sobre el tema. La libertad verdadera es un don del Espíritu; el libertinaje es una consecuencia del egoísmo (de la carne, como a Pablo le parece bien decir). La carne es todo ese mundo que nos ata a cosas sin sentido. El cristiano, como hombre que debe ser del Espíritu, está llamado a ser libre y a no esclavizarse en lo que no tiene sentido.

Evangelio (Lucas 9,51-62): Seguir a Jesús: renuncia a la violencia y a ideologías de muerte

III.1 La lectura del evangelio expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es el momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa” que en el tercer evangelista se recarga de un sentido teológico especial, porque se intenta presentar, de la forma más efectiva, la actividad de Jesús como profeta, a la vez que el evangelista se vale de la significación de ese viaje para enseñarnos a ser discípulos de Jesús. No están claras las referencias geográficas del viaje (9,51-19,28). Nos encontramos con una insistencia clara en que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos casi en el centro del evangelio y Lucas, a diferencia de Marcos, quiere privilegiar toda la “subida” a Jerusalén que será en realidad una “bajada” al abismo de la condena y de la muerte. El texto de hoy está formado por dos narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él no hizo discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino enseñándoles a vivir de otra forma y manera.

III.2. La renuncia a la violencia que propugnan los hijos del Zebedeo porque no ha sido Jesús recibido en Samaría es ya una declaración de intenciones. Lo es también que el profeta galileo vaya a Jerusalén pasando por el territorio de los herejes samaritanos para anunciarles también el mensaje del Reino. Son rechazados y Jesús cuenta con ello, pero no se le ocurre incitar a la condena y a la violencia. Éste es un aspecto determinante del “seguimiento” de Jesús según Lucas. Merecería la pena comentar este episodio como paradigma de la actitud básica de Jesús en su decisión de ir a Jerusalén.

III.3. Por eso, inmediatamente después de la decisión de Jesús, se nos presenta el conjunto de las llamadas de Jesús a seguirle. La forma y la manera es distinta de lo que sucede entre Elías y Eliseo. Aquí es la palabra directa de Jesús, o la petición de los que quieren ser discípulos, o los que quieren informarse, como si fueran candidatos. Pero la radicalidad es la misma. Es una llamada para seguir a Jesús que ha decidido jugarse su vida como portavoz de Dios delante de los jefes y señores de este mundo que están en Jerusalén. Lucas quiere que los discípulos también tomen conciencia de lo que es este viaje, este proyecto y esta tarea. ¿Para qué seguir a Jesús? ¿Por qué romper con las ideologías familiares? ¿Por qué no mirar hacia atrás? Porque la tarea del Reino de Dios exige una mentalidad nueva, liberadora. Los seguidores de Jesús tienen que estar en camino, como Él; el camino es la vida misma desde una experiencia de fraternidad.

III.4. Los textos del seguimiento que Lucas ha tomado del evangelio de itinerantes, probablemente galileos radicales (Q), no tienen por qué se caracterizados como filósofos cínicos. Desde luego, Jesús no lo era, ni lo podía ser. Pero en esos dichos se refleja toda la crítica hacia las instituciones sociales y el desapego, incluso, de lazos familiares que puedan desviar la atención de las exigencias de Reino de Dios. No se trata de odio familiar, pues eso estaría contra el amor a los enemigos que Jesús defendió expresamente. Es, más bien, poner las cosas en su sitio cuando se trata de sacar adelante el proyecto de Dios, que puede no coincidir con intereses religiosos institucionales e incluso familiares. El discípulo de Jesús se abre a un horizonte nuevo, a una familia universal, a una religión de vida y no de muerte. Las palabras del seguimiento son rupturistas, pero no angustiosas; son radicales, utópicas si queremos, porque van a la raíz de la vida y porque son las que transformas nuestra vida y nuestro entorno social y religioso. Jesús quiere que le sigamos para hacer presente el reinado de Dios en este mundo. Y el Reino de Dios es lo único que puede traer la libertad a quien la anhela.




domingo, 23 de junio de 2013

Domingo 12º del tiempo ordinario




¿Quién dice la gente que soy yo?

Nos dice el evangelio de Lucas que: “Una vez Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Podríamos interpretar, así de primera manos, como una mera curiosidad del Maestro; pero la pregunta tienen mucho mayor alcance que se aclara cundo, a continuación de la respuesta de sus discípulos, les hace una segunda pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?. Y Pedro, con su espontaneidad y sinceridad característica le responde: “Tú eres el Mesías de Dios”.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Dios no es mezquino. Su gracia, como agua viva, se derrama en abundancia, sin medir ni regatear. Ese amor abundante de Dios se mostró en Jesús. Cuando contemplamos a Jesús, vemos el cumplimiento de las profecías y la realización del amor de Dios en esta tierra.

Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Así habla el Señor: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

SEGUNDA LECTURA

La fe común en Cristo anula todas las diferencias de raza, de sexo o de clase social. Esta es la nueva situación "en Cristo". Si los muros han caído, la nueva realidad es la fraternidad y la concordia. Pidamos al Espíritu Santo que acreciente esta unidad.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 26-29

Hermanos: Todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Jesús, en su camino, experimentó el rechazo y la violencia. No nos promete algo distinto para nosotros. Pero nos profetiza que así como le ocurrió a él, también a nosotros el camino de la cruz nos resultará, finalmente, una ganancia. Del camino al encuentro, de la muerte a la vida, de la cruz a la resurrección, esa es también nuestra Pascua.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos, nos la hace hoy a nosotros

A la primera pregunta de Jesús, ¿Quién dice la gente que soy yo?, los discípulos le responden ambiguamente: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”. Ciertamente eran una multitud los que habían escuchado a Jesús; y habían sido testigos de sus milagros: dar de comer a miles de personas solo unos pocos panes y peces, curar a enfermos de múltiples enfermedades, arrojar demonios de los posesos, resucitar a muertos, etc… Era evidente que Jesús de Nazaret tenía unos poderes extraordinarios que no habían visto en nadie, salvo lo que narraban las escrituras de los antiguos profetas de Dios; y de Juan el Bautista en los últimos tiempos.

Pero la pregunta esencial e importante de Jesús es la segunda; que también hoy Jesús nos la hace a cada uno de los que nos “llamamos” cristianos.

“Y vosotros – o sea, nosotros los cristianos de hoy-: ¿Quién decís que soy yo?

La inmensa mayoría de los cristianos, fundamenta su “fe” en Jesucristo, en creer una serie de verdades, guardar más o menos una serie de preceptos, rezar unas oraciones y, en el mejor de los casos, “cumplir” con unos ritos (sacramentos), y alguna cosa más…

Jesús quiere eliminar toda clase de triunfalismo en los que nos llamamos cristianos

La respuesta de Pedro es clara y determinante en su vida: “Tú eres el Mesías de Dios”. Que es lo mismo que decir: “Tú eres el SEÑOR”; el ¡ÚNICO SEÑOR! de todo lo creado: a quien hay que someterlo todo, porque de él lo hemos recibido todo. Pero no un señor al estilo humano que nos domina y esclaviza; que manda despóticamente en nosotros. Y para aclararles como es el estilo de su “señorío”. Les dice a continuación: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, (o sea, los que mandan) ser ejecutado; y resucitar al tercer día”. Y, algún tiempo después, con motivo del lavatorio de los pies, en la última cena, les dirá: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y los soy….; pero no he venido para que me sirváis, sino para servir: ¡haced vosotros lo mismo! O sea, el que sea el mayor,¡ que sirva a los demás!

A modo de conclusión y algunas preguntas inquietantes

El evangelio termina con estas palabras de Jesús: “El que quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.

Creo que cuando decimos que somos cristianos lo decimos de verdad; pero ¿qué es para mí ser cristiano: rezar, como decíamos antes, unas oraciones, “guardar” unos preceptos, “cumplir” con uno ritos, (sacramentos)…; y ¿luego qué…? ¿Sólo en esto se nos debe notar que somos cristianos, seguidores de Cristo…? ¿Ante esta situación, o comportamiento “mediocre” de la manifestación de nuestra fe en Cristo, estamos expresando a los demás un verdadero “seguimiento” al Maestro en nuestra vida?...

En definitiva: ¿Quién es verdadero Señor y Maestro de mi vida…? : El dinero…, el poder…, el bienestar y el gozar de los placeres de la vida…, etc.; y esto a costa de quién sea y cómo sea; o Jesucristo, Señor y Maestro, no solo con sus enseñanzas, sino sobre todo con el testimonio de su vida, puesta al servicio de los demás, ¡Hasta su muerte en la cruz!…

¡Qué magnífico ejemplo nos está dando nuestro Papa Francisco en el verdadero seguimiento de Cristo a favor de los pobres y más necesitados de nuestra sociedad!



ESTUDIO BÍBLICO

Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"

El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos indiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.

Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor  mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.

Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la fraternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El Dios monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.

II.ª. Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"

¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.

Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.

Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir

La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesías tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de ciertos equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.

La vida de Jesús es una vida profética y, como  tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.

El mesianismo de Jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de Jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido.



domingo, 16 de junio de 2013

DOMINGO 11° DEL TIEMPO ORDINARIO




"Tus pecados te son perdonados"

Las celebraciones litúrgicas del Tiempo Ordinario son tan importantes como la vida ordinaria misma. Mediante ellas, la Iglesia pretende impregnar de sentido cristiano todos los acontecimientos ordinarios que se suceden en nuestra vida diaria. Hoy, la pregunta que se nos plantea es: ¿cómo actuar cuando nos ofenden, cuando se acercan a nosotros personas no bien vistas por la sociedad, incluso condenadas por prejuicios familiares, sociales, religiosos o políticos?... ¿Hay que acogerlas, comprenderlas y perdonarlas, o más bien conviene alejarse de ellas y evitar toda clase de contaminación?...

En la 1ª lectura, el rey David, después de haber cometido un escandaloso adulterio y homicidio pide perdón a Dios, y se le concede. San Pablo, en la 2ª lectura, revela a sus fieles de Galacia los secretos de su vida íntima, escondida en Dios. Y san Lucas, en el Evangelio, recoge una escena de la vida ordinaria del Maestro en la que Jesús manifiesta una vez más la prevalencia del amor sobre el pecado y sobre la misma Ley mosaica. Estos mensajes, densos y sugerentes de por sí, son una ocasión para ir empapando nuestra vida diaria del espíritu evangélico más puro.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

La misión de los profetas es presentar la voluntad de Dios al pueblo y llevarlo al discernimiento. El profeta Natán, con su palabra, logra su objetivo. David reconoce su pecado. Entonces el perdón que Dios ofrece es la ocasión para reencausar nuestra vida.

Lectura del segundo libro de Samuel 12, 7-10. 13

El profeta Natán dijo a David: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría otro tanto y aún más. ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada de los amonitas. Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita". David dijo a Natán: "¡He pecado contra el Señor!". Natán le respondió: "El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás".
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 31, 1-2. 5. 7. 11

R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.

Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.

Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.

SEGUNDA LECTURA

Al hablar de la ley, San Pablo se refiere no solo a las normas religiosas, sino más bien a esa mentalidad "negociadora" de aquel que piensa que, por cumplir uno a uno todos los preceptos, tiene ganado el cielo. Por el contrario, el amor de Dios es un regalo, es gratuito, no depende del merecimiento. Y ese amor lo encontramos en la entrega de Jesucristo por nosotros.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 2, 16. 19-21

Hermanos: Como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será justificado en virtud de las obras de la Ley. Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha muerto inútilmente.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

El que se cree justo y cumplidor, piensa que no necesita del perdón de Dios. Y su autosuficiencia lo hace amar poco. La mujer señalada por todos como pecadora, ama mucho, y lo demuestra con gestos inconmensurables, porque el amor no se retacea. Con la misma efusión con que ella lloró, besó y ungió a Jesús, con esa abundancia, recibe el perdón. Este pasaje nos comunica la Buena Noticia del perdón de Dios, que nos trae la paz y nos pone nuevamente en camino.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 7, 36 - 8, 3

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!". Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquél a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquél a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Comprensión y misericordia con el pecador arrepentido

Las personas nos vemos acosadas continuamente por el mal. Parece como si en el centro más profundo del ser humano existiesen una serie de energías y tendencias que le impulsaran a cometer acciones no planeadas ni queridas. San Pablo en una ocasión se lamenta de que existe en él una fuerza interior incontrolada por la que lo que quiere, no le deja hacerlo, y lo que no quiere eso mismo es lo que a la postre realiza. Las tendencias del hombre carnal serían un ejemplo de lo que estamos diciendo: le inclinan una y otra vez a satisfacer sus placeres sin atender a las consecuencias que pueden derivarse de su conducta desordenada, como son: el ultraje a la dignidad de la otra persona, la apropiación indebida de sus derechos, y el sometimiento y esclavitud consecuentes.

Para Dios, que conoce el corazón del hombre y escudriña sus entrañas, para quien sus ocultos pensamientos y sus intenciones más secretas “son claros como el día”, resulta normal perdonar al pecador y al malvado, porque conoce muy bien su interior. En todos los libros de la Biblia nos encontramos una y otra vez la afirmación reiterativa de esa actitud o talante compasivo y benevolente de Dios en relación a los pecadores. Por eso, en el caso de David, al que alude la primera lectura de este domingo, al final del relato el profeta Natán le asegura: “Pues el Señor perdona tu pecado, ¡no morirás”.

Ser un cristiano “bueno” y “ejemplar” no equivale a cumplir la Ley

La confesión pública que ofrece san Pablo a los Gálatas sobre los principios que rigen su quehacer diario es un elemento clave para conocer su vida interior. “Para la Ley yo estoy muerto, pero vivo para Dios”. Por lo visto en aquellos tiempos, como en los de ahora, era frecuente cifrar la buena conducta judía y cristiana en la fiel observancia de una serie de “actos de piedad” o “devociones”. Hay quienes se consideran “buenos judíos” y “buenos cristianos”, con billete de entrada a la “vida eterna”, porque —en el caso de los judíos— observaban los innumerables “preceptos” de la Ley mosaica, y —en el caso de los cristianos— porque su programa de vida cuenta con muchas “prácticas religiosas”. Padre, “yo soy un cristiano practicante que voy a Misa, rezo el rosario y el breviario, me confieso con frecuencia y comulgo”, etc. San Pablo le respondería a ese seudo cristiano: “El hombre no se justifica por cumplir la Ley… Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte… Si la justificación fuera efecto de la Ley, la muerte de Cristo sería inútil”.

Según el Apóstol, ¿en qué radica, pues, la autenticidad cristiana?... Su respuesta clara y contundente podemos definirla como un compendio de teología espiritual y de mística cristiana. “Vivo para Dios —dice él—. Estoy crucificado con Cristo… Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí… Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios”.

En pocas palabras nos hallamos ante una sucinta, pero completa, autobiografía del alma del Apóstol y todo un tratado de Teología Espiritual. Justamente en estos meses —tras la elección del Papa Francisco y los aires de renovación y de vuelta a los principios evangélicos más radicales—, la meditación de estos textos del Apóstol pueden ayudar eficazmente a corregir y dimensionar mejor nuestra comprensión y praxis del verdadero mensaje evangélico: la vida del cristiano ha de ser un “VIVIR PARA DIOS, CON CRISTO CRUCIFICADO”. He aquí lo más importante y primordial del SER CRISTIANO.

El Amor como valor supremo en el vivir cotidiano

Según el relato de Lucas, un fariseo llamado Simón está muy interesado en invitar a Jesús a su mesa. Probablemente, quiere aprovechar la comida para debatir algunas cuestiones con aquel galileo que está adquiriendo fama de profeta entre la gente. Jesús acepta la invitación: a todos ha de llegar la Buena Noticia de Dios. El evangelista nos retrata a dos personajes muy diferentes. Por una parte está Simón, un fariseo, que ha invitado a Jesús a comer en su casa. Por otro lado aparece una mujer pecadora, una prostituta de la localidad, que sin ser invitada se introduce en el aposento.

Como la mayoría de los fariseos, Simón se manifiesta un tanto autosuficiente que sólo busca aparentar ser lo que no es, la pantalla; como un fanático cumplidor de la Ley, hombre sin corazón, capaz de engrandecerse a costa de la miseria y humillación de los demás; y como un orgulloso que se cree superior a los demás. Pertenece al grupo de quienes les encanta ocupar “los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas, que les hagan reverencias por las calles y que la gente les llame “rabí” (Mt 23,6). Es también el clásico especialista en juzgar y condenar a los demás. A Jesús le trata de pobre ignorante que no se percata de la situación: “Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora”; y a la mujer la desprecia como persona no grata y nefasta, que puede contaminar la pureza de los comensales y estropear el banquete, juzgándola hasta la humillación: “Es una pecadora” (Lc 7,39).

La prostituta se dirige directamente a Jesús, se echa a sus pies y rompe a llorar. No dice nada. Está conmovida. No sabe cómo expresar su alegría y agradecimiento por la acogida del Maestro. Sus lágrimas riegan los pies de Jesús. Prescindiendo de las miradas de todos los presentes, se suelta la cabellera y se los seca. Es un deshonor para una mujer soltarse el cabello delante de varones, pero ella no repara en nada: está acostumbrada a ser despreciada. Besa una y otra vez los pies de Jesús y, abriendo el pequeño frasco que lleva colgando de su cuello, se los unge con un perfume precioso.

Ante lo embarazoso de la escena, Jesús insistirá: hay que aprender a mirar de otra manera a esas gentes extraviadas que casi todos desprecian. Mediante una sencilla parábola, Jesús pone las cosas en su sitio, confundiendo al fariseo por su actitud engreída y exaltando el amor limpio y delicado de la mujer criticada. Afirma Jesús: “Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dice: «Tus pecados están perdonados… Tu fe te ha salvado, vete en paz.» (Lc 8,3)

Todos los evangelios destacan en sus relatos la acogida y comprensión de Jesús hacia los sectores más excluidos de la sociedad según los criterios religiosos de la época: prostitutas, recaudadores, leprosos... Su mensaje resulta escandaloso: los despreciados por los hombres “importantes” y más religiosos tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios. La razón es sólo una: son los más necesitados de acogida, comprensión, dignidad y amor humano. Para Jesús el amor tiene un valor supremo en las relaciones humanas, civiles y religiosas.

Así lo exige la llegada del reino de Dios. La novedad de su mensaje despierta la alegría y el agradecimiento en los pecadores, pues se sienten aceptados por Dios, no por sus méritos, sino por la gran bondad del Padre del cielo. Los «perfectos» reaccionan de manera diferente: no se sienten pecadores, ni tampoco perdonados. No necesitan de la misericordia de Dios. Las palabras de Jesús los deja indiferentes. Esta prostituta, en cambio, conmovida por el perdón de Dios y las nuevas posibilidades que se abren a su vida, no sabe cómo expresar su alegría y agradecimiento.

El fariseo Simón ve en ella los gestos ambiguos de una mujer de su oficio, que solo sabe soltarse el cabello, besar, acariciar y seducir con sus perfumes. Jesús, por el contrario, ve en el comportamiento de esa mujer impura y pecadora el signo palpable del perdón inmenso de Dios. Mucho se le debe de haber perdonado, porque es mucho el amor y la gratitud que está mostrando.

¿No tendrá razón Jesús?... ¿No será el Dios de la misericordia la mejor noticia que podemos escuchar todos?... Ser misericordiosos como el Padre del cielo, ¿no será esto lo único que nos puede liberar de la impiedad y la crueldad?... Y si todos los hombres y mujeres viven del perdón y la misericordia de Dios, ¿no habrá que introducir un nuevo orden de cosas donde la compasión no sea ya una excepción o un gesto admirable, sino una exigencia normal de los discípulos de Jesús?... ¿No será ésta la forma práctica de acoger y extender su reino universal en medio de sus hijos e hijas?...

Algún día tendremos que revisar, a la luz de este ejemplo de Jesús, cuál es nuestra actitud en las comunidades cristianas ante ciertos colectivos como las mujeres que viven de la prostitución o los homosexuales y lesbianas cuyos problemas, sufrimientos y luchas preferimos casi siempre ignorar y silenciar en el seno de la Iglesia como si para nosotros no existieran.

No son pocas las preguntas que nos podemos hacer. ¿Dónde pueden encontrar estas personas una acogida parecida a la de Jesús?... ¿A quién le pueden escuchar una palabra que les hable de Dios como hablaba Él?... ¿Qué ayuda pueden encontrar entre nosotros para vivir su situación concreta desde una actitud responsable y creyente?... ¿Con quiénes pueden compartir su fe en Jesús con paz y dignidad?... ¿Quién es capaz de intuir el amor insondable de Dios a los olvidados por todas las religiones?...



ESTUDIO BÍBLICO

Dios hace que la religión tenga vida

Iª Lectura: 1Samuel (12,7-10.13): Dios perdona… a quien confiesa su culpa

I.1. El profeta Natán no fue, desde luego, el "profeta de bolsillo" del rey David, a pesar de famoso oráculo de 2Sam 7 que tánto tiene que ver con el establecimiento de la monarquía davídica en Judá, y con la teología del mesianismo posterior. Es verdad que los reyes dispusieron a su antojo de "profetas", que en realidad no eran profetas. Los autores o el autor "deuteronomista" (los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes) que tiene muy en cuenta la sabida de David al trono judío no podía pasar por alto que el rey pudiera disponer a su antojo de la vida de nadie. Este es el caso de Urías, puesto en primera fila en la batalla para que muriera en la guerra, un hitita, para llevarse consigo a Betsabé su esposa (la que sería la madre de Salomón su sucesor). El relato que se nos propone, pues, tiene toda la carga profética y moral de condenar los crímenes del rey David, el prototipo, el modelo para los judíos. Pues ahí tenemos al profeta de Dios que no esconde la palabra y el juicio contra los crímenes del rey poderoso. David no era un santo y la subida al trono fue una verdadera tragedia para sus contrincantes, como la misma familia de Saúl (el primer rey del pueblo elegido, contra la misma voluntad de Samuel, otro profeta).

I.2. Es verdad que la pretensión del relato tiene un doble objetivo: mostrar la fuerza persuasiva de la palabra profética, como palabra que viene de Dios, que no se vende, que es juicio de condena y salvación según las circunstancias. Natán tendrá que ver con la situación política del reinado davídico, pero no a costa de silenciar el juicio contra el rey que actúa injustamente. Es un rasgo bien definido del verdadero profeta que tiene conciencia de que la palabra viene de Dios, dura y exigente en muchos casos, como fuego ardiente… Esta es su seguridad frente a reyes y poderosos. Y así ocurre fehacientemente en el caso de Natán y David. Es probable que Natán tuviera ciertas predilecciones por David y que influyera en un momento determinado por Salomón como sucesor de su padre… pero no hasta el punto de poder vender ante él la palabra de Dios.

I.3. Pero también tiene, el relato, un tono moralizante necesario: quien se arrepiente, aunque sus crímenes sean grandes, encontrará el perdón. Porque sea el rey de "dos reinos" y haya conquistado todo "un mundo" para él y para los suyos, no le está permitido ir contra Dios y contra sus súbitos. Estos tienen de parte al profeta, es decir a Dios mismo, pues el profeta es el único que pone enfrente a Dios y al rey. Es lo primero y decisivo en esta escena de tipo religioso, entre el profeta y el rey como individuo. Después tendrá consecuencias en la historia misma de la familia de David, en la rebelión de sus hijos, en los intereses políticos de la misma Betsabé para que Salomón sea preferido sobre otros. Es verdad que esto no se contempla aquí, sino la necesidad de reconocer la culpa y arrepentirse ante Dios, que es lo que busca el profeta. El profeta ha conseguido lo que quería, no precisamente humillar en nombre de Dios, sino que se imponga la justicia, el derecho de Dios y de los hombres. Arrepentido… el rey, el hombre, es perdonado.

IIª Lectura: Gálatas (2,16.19-21): En Cristo he encontrado al Dios vivo y verdadero

II.1. El texto de la carta a los Gálatas es una de las maravillas teológicas del apóstol en la defensa que hace del evangelio al que dedica su vida. Cristo crucificado se revela en su vida como la fuerza de Dios y desde entonces prefiere vivir crucificado, siendo un maldito como tal, que vivir agarrado a la ley, que le aleja de la gracia. En estos versos está recogida la "tesis" que se defiende con todas sus fuerzas en esta carta de Pablo. Son los versos que concluyen el c. 2, después de toda una serie de datos biográficos imprescindibles; su oposición a los judaizantes que llegaron a Antioquía en nombre de Santiago y de enfrentarse al mismo Pedro por tal de no perder la libertad que los cristianos han conquistado en Cristo Jesús.

II.2. La dialéctica entre vivir en Dios y vivir en la Ley es descomunal. Se trata, muy probablemente, de una de las expresiones más fuertes y logradas de Pablo. Antes, cuando vivía según la Ley, pensaba que vivía en Dios y con Dios; vivía en la Alianza y en la fidelidad de un buen judío. Ahora todo ha cambiado al descubrir a Cristo, el Hijo crucificado. Ahora es cuando se ha encontrado verdaderamente con Dios. ¿Es esta una ruptura? Sí, es una ruptura definitiva. La cuestión no está, pues, en aceptar o no aceptar la Ley, sino en este planteamiento cristológico. Si los oponentes hubieran podido pedir una fórmula de compromiso o conciliación, Pablo por el contrario, plantea las cosas como alternativa y contraposición. Se debe de elegir, pues, entre la Ley o Cristo. Y está claro cómo se expresa Pablo: solamente es posible elegir a Cristo, es decir, crucificarse con él, como exigencia radical del evangelio.

II.3. La cuestión se centra en el hecho de que compara lo que es vivir según la Ley, y lo que es vivir crucificado con Cristo. Y la conclusión es nítida: prefiere estar crucificado con Cristo, a vivir según la Ley. Viviendo en la Ley él sabe que no le espera más que la muerte espiritual sin sentido. Por el contrario, viviendo crucificado le espera una vida verdadera. Viviendo según la Ley no es posible, para Pablo, encontrarse con el Dios vivo y verdadero, con el Dios salvador. Viviendo «crucificado» uno se encuentra con el Dios vivo y verdadero, el Dios salvador y liberador, porque Dios se ha revelado realmente en la vida del crucificado. ¿Por qué? nos preguntamos todavía. La respuesta está en Gal 2,20, porque es en la cruz donde el Hijo le ha mostrado su amor y su entrega. Y si el Hijo es la revelación de Dios, entonces es en la cruz donde el Dios real se entrega a todos los hombres, independientemente de su raza y religión.

III. Evangelio: Lucas (7,36-8,3): Jesús, profeta del perdón y la misericordia

III.1. Esta escena, una de las más hermosas y significativas del evangelio de Lucas ha sido muy valorada, reinventada varias veces, evocada en la poesía, la pintura y el drama. La verdad es que estamos ante un "capolavoro" del arte narrativo. En el marco de una comida a la que es invitado Jesús, se enfrentan un fariseo (en realidad muchos fariseos) y una mujer pecadora. Es el fariseo el que hace pública esa maldad. Esta pecadora anónima (no identificada, de ninguna manera, con María Magdalena, aunque de ella se nos hable a continuación) parece que sea una prostituta. Es lo que exige el guión moralista y así se ha tratado casi siempre el pecado de ésta; parece que es lo que pega. Pero en verdad no tiene por qué estar marcada con esa indignidad que afecta tan marginalmente a la mujer. Y si en realidad lo fuera, ¡mejor!, porque de esa manera Jesús se cubre de gloria profética. Jesús desde luego, no es un invitado de piedra, aunque se trata de un enfrentamiento, entre un hombre y una mujer; un puritano, uno que tiene conciencia de que no se contamina como el profeta que se deja secar los pies por una mujer pecadora. Enfrente, o mejor, postrada, esa mujer sin nombre (el hombre curiosamente tiene nombre, Simón, y con ello dignidad social y religiosa). Ya esto es significativo.

III.2. Está claro que el fariseo pretende desacreditar a su invitado, quizás porque su invitación obedecía más bien a cierta buena fama de profeta de la que Jesús gozaba en Galilea entre la gente. No interviene, en primera instancia, porque todo va saliendo según ciertas previsiones; todo esto vale para dejar en evidencia al profeta. Parece que aquí, en el marco de una comida, y con testigos presenciales, todo eso va a acabar. Ya sabemos que Jesús tiene fama de comedor y ser amigo de publicanos y pecadores; se ha afirmado un momento antes (Lc 7,34). Pero Jesús no se dirige primeramente a la mujer, sino a Simón, con esa breve parábola de los dos deudores con deudas desproporcionadas. La enseñanza es meridiana: a quien más se le perdona más agradece. Los gestos de la mujer pueden ser todo lo ambiguos que queramos, pero no para Jesús, ni para el fariseo, que representa todo un mundo religioso y una mentalidad. Para los rabinos de la época… ¡no digamos!

III.3. Jesús, este Jesús de Lucas, que se nos presenta tan cercano a la mujer, a los débiles, tan abierto a la misericordia… después de haber dejado bien claro en la parábola hasta dónde quiere llegar, se pone de parte de la mujer. Lo que le reprocha a Simón, lo pone a cuenta de la mujer, de la pecadora, ¡algo inaudito! En realidad, la narración parece insinuar que Jesús no ha sido invitado con buenas intenciones a casa del fariseo. Al final son dos mundos los que se enfrentan: el de los fariseos y el de Jesús. Y quien dictamina este enfrentamiento, la juez, es una mujer pecadora. No ha sido tratado Jesús con dignidad por parte de los fariseos, de hombres. Y resulta que esta mujer viene a restituir toda la dignidad para este profeta amigo de publicanos y pecadores. Parece como si la mujer si hubiera enterado que Jesús no ha sido tratado con toda la dignidad que merece y ella viene a suplirlo. Es verdad que se trata de una pecadora en toda regla (por lo que sea, ¡es igual!), porque Jesús le perdona sus pecados y por ello explota el auditorio de hombres y de fariseos: ¡solamente Dios puede perdonar pecados!

III.4. El fariseo, los fariseos, los puritanos, no se sienten perdonados… porque no sienten necesidad y no pueden agradecer. La mujer sí siente la necesidad de comprensión, de perdón, de misericordia y, consiguientemente, ama mucho. Debemos resaltar la fuerza del v. 47, incluso en una buena traducción: no es su amor lo que provoca el perdón, sino el perdón de Jesús lo que le lleva a amar con toda el alma y todo el corazón. Ella ha pedido comprensión, perdón, misericordia… y se le ha concedido. Ella lo necesitaba y ha llevado a cabo todo aquello que le acercaba a quien consideraba que se lo podía ofrecer de parte de Dios. Los "fariseos" (no solamente Simón, aunque éste los representa) no se acercan a Jesús, no le ofrecen ni siquiera la hospitalidad dignificadora, sino una hospitalidad para ser cazado y ser juzgado. El profeta, amigo de publicanos y pecadores, de la mujer y de gente sencilla y necesitada, ha salido ileso… pero no sin escándalo de los que no se sienten pecadores. Y no saben que esa dignidad estirada y legal… puede ser también pecado. Y podrían tener el mismo perdón como la mujer. Pero eso sería rebajarse a una moral débil que no pueden soportar.