“Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo
retribuirte.”
Atribuimos gratuitamente a las
personas el ser objetivos o subjetivos según nuestro percibir, o según un
criterio, muchas veces egoísta o interesado, que discrimina quién o qué es
objetivo o subjetivo. Eso, sin percatarnos que todos nuestros actos, e incluso
nuestro pensar, siempre lleva consigo una cierta carga de subjetividad, y nadie
está libre de ella.
Hay personas, que constantemente
discriminan a otras por el termómetro de la objetividad versus subjetividad;
sin embargo, cuando se les encara con sus propias contradicciones o con alguna
crítica constructiva, para que vean un poco más su real proceder, sacan todo un
arsenal de críticas y errores del otro, porque se han sentido amenazados por
haberles mostrado un simple espejo de su obrar. ¿Eso no es subjetividad?
Las lecturas de hoy, nos hablan de
la humildad, una virtud muchas veces mal comprendida, y quizás, contraria a
muchas actitudes donde la competitividad, la eficacia, el ganar, el éxito no
nos permiten ver lo positivo que puede resultar vivir aferrado y convencido
desde esta virtud: ser humildes.
Aprender a perder, qué difícil nos
resulta. No queremos perder nada, ni siquiera en la más sencilla de las
conversaciones estamos dispuestos a perder la razón, aunque no la llevemos.
Parece que en la actitud humilde, a los ojos humanos, no se encierra ninguna
valía. Eres desechado, cuando renuncias o escoges perder.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Dios
se manifiesta en los humildes. El, que es grande, elige mostrarse a través de
los pequeños. La soberbia y el falso orgullo nos cierran el corazón al amor de
Dios. En la humildad nos hacemos "humus", tierra donde Dios puede
sembrar.
Lectura
del libro del Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29
Hijo mío, realiza tus obras con
modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más
humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del
Señor es grande y él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el
mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón
inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
67, 4-7. 10-11
R.
¡Señor, tú eres bueno con los pobres!
Los justos se regocijan, gritan de
gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un
himno a su Nombre! Su Nombre es "el Señor". R.
El Señor en su santa Morada es
padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los
solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.
Tú derramaste una lluvia generosa,
Señor: tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste; allí se estableció tu
familia, y tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.
SEGUNDA LECTURA
"Los
cristianos en el día de la Alianza, es decir, en el bautismo, no se pusieron en
contacto con algo terreno, temporal y destructible, o algo que los espantaba,
como pasó en el día de la Alianza del Sinaí, sino que "se han acercado al
monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celeste", la ciudad de
sólidos cimientos que los patriarcas esperaron, la ciudad creada en el cielo
para el descanso eterno del pueblo redimido, donde se celebra la liturgia
solemne de millares de ángeles. En el día del bautismo cada cristiano se acerca
al trono del Altísimo para recibir el reino imperecedero".
Lectura
de la carta a los Hebreos 12, 18-19. 22-24
Hermanos: Ustedes no se han
acercado a algo tangible: "fuego ardiente, oscuridad, tinieblas,
tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras", que
aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando. Ustedes,
en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente,
a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la
asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han
acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos
que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y
a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Pensemos
en nuestras comidas habituales. Seguramente, solemos comer con nuestros amigos,
familiares y gente querida. Comer juntos es expresión del cariño, el amor mutuo
y la comunión. Jesús quiere ensanchar nuestro círculo de relaciones. Nos
exhorta a compartir la mesa también con esas personas que no podrán tratarnos
recíprocamente. No se trata de "dar de comer"; se trata de
"comer con". Esa comida es signo del Reino.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 1. 7-14
Un sábado, Jesús entró a comer en
casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al
notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
"Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar,
porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú,
y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el
sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera
que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y
así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva
será humillado, y el que se humilla será elevado". Después dijo al que lo
había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea
que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando
des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los
ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu
recompensa en la resurrección de los justos!".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
La
humildad nos reúne en la misericordia de Dios
El proceder con humildad tiene como
consecuencia un aprecio mayor que el que recibe el hombre generoso. Es valorada
en nuestra sociedad la generosidad, el altruismo, el desprendimiento, porque de
alguna manera nos ha beneficiado en algún sentido, y alguien nos ha mostrado
cómo liberarse de las cosas que nos atan, o esclavizan nuestra libertad,
aferrados con el aprecio a las cosas que nos rodean.
En el caso de la humildad, nos hace
mostrarnos liberados del poder, de la grandeza, del éxito, de la vanagloria,
del narcisismo, de la alabanza, del orgullo, de la verdad cosificada. La
humildad nos ayuda a conocer, a comprender y a proceder desde nuestras limitaciones
y debilidades. Para ello, hay que tener un coraje continuo y continuado, para
ver la gracia que se recibe desde la humildad; ya que, tales limitaciones y
debilidades, serán el arma de los cínicos y vengativos. Por eso, nos advierte
también la lectura del Eclesiástico que no nos demos mucha prisa en curar la
herida del cínico, ya que no tiene cura, se ha dejado envenenar interiormente,
y su corazón siempre estará dispuesto y preparado para hacer daño. Es
preferible poner el oído atento a la sabiduría que nos ofrecen los sabios,
porque nos alegrará el corazón.
Acercarse
al Dios vivo
Definir y reconocer a qué imagen de
Dios me he acercado resulta cada vez más necesario en estos tiempos. ¿Es una
imagen que nubla mi capacidad para reconocer su amor, sus gestos, la luz que
nos ofrece, la gloria, la mediación por medio de Jesús?
Se hace necesario reconocer la
imagen que tengo de Dios, con un espíritu crítico. A qué clase de Dios me he
adherido, a qué modo de ser de Dios me he aferrado. ¿Me he aferrado sin conocerlo
previamente, y sólo he vivido desde un sentimiento?
He de reconocer que al Dios al que
adhiero mi libertad, mi corazón, y mi entendimiento es un Dios vivo, alejado de
los nubarrones, de las tormentas, de los estruendos, y de algo molesto de lo
que nos alejamos. Hemos de buscar adherirme a una imagen de Dios que me otorga
la vida, y la alegría de vivir. Y esa imagen de Dios, identificarla con Jesús,
el mediador entre lo que oscurece mi vida y lo que llena de luz mi existencia.
Dichoso
tú, porque no pueden pagarte
Cuando uno procede con bondad y
generosidad no espera una recompensa, no vive sus gestos realizados como un
acto de heroicidad, ni espera las loas de los héroes. Al contrario, comprende
que es su convicción, su fe, el amor al prójimo, lo que le ha hecho moverse en
esa dirección.
Por eso, es importante saber
ponerse en el último puesto, como si no fueras tú a quien se le espera. El
proceder con humildad hará despertar una invitación mayor hacia lugares más
cercanos e importantes para ellos.
Si eres tú quien invitas a la
alegría, a la fiesta, invita a todos aquellos que no te puedan devolver el
favor: a los más necesitados, aquellos que no puedan corresponderte, porque la
alegría sólo surge en el interior de los que no esperan un reconocimiento, sino
de los que saben valorar los gestos de la vida, porque en su vida carecen de
ello y no pueden devolverte el favor.
La gratitud y la servicialidad no
deben nacer en mi interior como un intercambio, una deuda o una recompensa por
mis actos, sino de la convicción profunda de haber vivido la experiencia de
haber recibido, con los gestos de mis hermanos, la vida que Dios me regala cada
día. La gratitud y el cuidado de mis hermanos han de nacer de la convicción
profunda de amar la vida, y como una consecuencia profunda de creer en la
misericordia de Dios. Si la servicialidad no se despierta en mí como una
actitud de misericordia, dirigida hacia mi hermano, quizás me haya acostumbrado
a ritualizar mis días, mi fe, mi trabajo, donde la vida se empequeñece por
miedo y egoísmo.
ESTUDIO
BÍBLICO
La
verdadera humildad como generosidad y condescendencia
Iª Lectura: Eclesiástico
(3,19-21.31.33): La humildad para dejar vivir a los otros
I.1. Este último domingo se nos
presenta enmarcado en planteamientos muy humanos de la vida; se propone a la
comunidad la praxis de la humildad, una de las virtudes que menos estima recibe
en este mundo de competencias infernales, de luchas a muerte por los primeros
puestos, por las grandes producciones, por los estilos arrogantes de
comportamiento. Quien carezca de este estilo, hoy, parece que no tiene futuro.
I.2. La primera lectura , del
Sirácida, es una colección de dichos y refranes de sabiduría, como casi todo el
libro, en que se hace el elogio de la humildad, la reflexión y la limosna. Si
tienes conciencia de ser grande, de valer algo, procura manifestarte ante los
otros con humildad. Es una virtud ésta, no para aparentar lo que no se es, sino
para no apabullar a los otros.
IIª Lectura: Hebreos
(12,18-19.22-24):
II.1. Se prosigue con la alta
teología de la carta a los Hebreos sobre la fe. Esta exhortación fervorosa a
una comunidad judeo-cristiana que está pasando por un mal momento, por
dificultades internas y externas, pone de manifiesto la obra redentora de
Cristo, el Sumo Sacerdote, en comparación con la liturgia, ya muerta e
irreversible, del antiguo templo de Jerusalén. Ahora la liturgia que se propone
es de tipo celeste, vital, existencial.
II.2. Se quiere subrayar que la
comunidad cristiana, llamada a la santidad, no tiene que tener miedo, porque
puede entrar en el misterio de la santidad divina, ya que Jesucristo ha hecho
posible que nuestros pecados se borren. No tenemos que tener miedo a la
santidad (como les sucedía a Moisés y a los israelitas en el Sinaí frente a la
santidad de Yahvé). Ahora con Jesucristo, la santidad de Dios es cercanía,
misterio curativo que humaniza la misma religión. Los ángeles, los cielos, la
Jerusalén celeste, son los signos para hablar de una experiencia que no debemos
perder de vista, una nueva alianza.
Evangelio: Lucas (14,1.7-14): La
humildad ofrece dignidad a los otros
III.1. Nos encontramos con dos
parábolas del buen comportamiento en la mesa. El texto de Lucas está bien
construido. En la primera Jesús se dirige a los comensales a propósito del
puesto que deben ocupar cuando son invitados (vv. 7-11) y en la segunda se
dirige a quien invita para que haga una buena elección de los invitados
(vv.12-14). Claro, que nada es lógico en estas parábolas, porque sucede que
cuando somos invitados nos gustaría ser de los principales; y cuando invitamos
nos gustaría hacerlo teniendo en cuenta la importancia de los mismos. No es eso
lo que se propone en este conjunto, que toma la “mesa” como símbolo casi
religioso. Las famosas “comunidades” fariseas (havurah/havurot, de haver,
amigo), tenían cuidado de no invitar a nadie que no cumplieran con normas
estrechas de comportamiento, de preceptos, de comidas kosher, etc.. No era
admitido cualquiera a estas havurot. Por eso tiene mucho sentido las propuestas
“alternativas” de Jesús a los suyos. En la mesa se compartía amistad e ideas, y
por eso tenía tanta importancia.
III.2. El evangelio, como ya se ha
puesto de manifiesto, se nos propone la humildad. ¿Por qué, para ser un buen
seguidor de Jesús es necesario ser el último, el servidor de todos? ¿No es una
falsedad aparentar lo que no se es? Aquí no cabe otra explicación que el mismo
misterio de la condescendencia divina, que siendo poderoso, se ha hecho como
uno de nosotros. La parábola de los primeros y los últimos puestos en un
banquete le sirve a Jesús para poner de manifiesto la humildad. El marco de
esta parábola es la de un sábado en que Jesús es invitado a casa de un fariseo.
Los fariseos, sus escribas, no gozan de buen nombre en el evangelio (Lc
20,46-47). ¿No es bueno aspirar a ser el primero, el mejor, el más perfecto? Si
lo miramos desde la perspectiva de los deportistas en las Olimpiadas parecería
que no es muy acertada la proposición de Jesús, aunque hoy sabemos que
solamente gana uno; y muchos deportistas nos dan la lección de que es tan
importante participar como ganar.
III.3. De alguna forma este ejemplo
lo podíamos aplicar a la vida cristiana: todos valen en una comunidad, todos
tienen algo positivo, todos tienen algo bueno. No importa ser los primeros si
ser el primero nos lleva a ser arrogantes e inmisericordes. Por eso la segunda
parábola de la lectura de hoy pide que no invitemos o compartamos nuestra
amistad con los que nos van a pagar, sino con aquellos que no pueden responder
a nuestra generosidad. Y es que el tema de la humildad, cristianamente hablado,
se resuelve en la generosidad. El que es humilde es generoso, misericordioso
con los otros. Esa es la razón por la que la humildad cristiana es actitud
sabia y principio de amor.
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