Antes de la era cristiana, muchos
pueblos de Europa celebraban en esta fecha una fiesta de la luz. En el
hemisferio norte, a partir de esta noche comienza a extenderse la cantidad de
horas de luz natural. Los antiguos romanos festejaban en esta noche el nacimiento
del Sol invictus. Los cristianos comenzaron a utilizar esta fecha para celebrar
el nacimiento de Jesús alrededor del año 350.
"Un
niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado"
La liturgia de hoy nos presenta
cuatro modelos de eucaristía para celebrar la Navidad. Una es una misa
vespertina, que propiamente no celebra el acontecimiento sino la preparación
inmediata. Otra es la de medianoche, la llamada del Gallo, que en no pocos
lugares se anticipa por diversas razones en algunas horas. La tercera es la
llamada de Aurora, de las primeras horas de la mañana, como indica su nombre.
Finalmente la misa llamada “del día”. Los textos ofrecidos aquí se refieren a
la “misa del Gallo”.
La palabra del Señor en esta misa
es el relato del nacimiento según el evangelista Lucas. Un relato en el que el
nacimiento está rodeado de diversos personajes, diversos episodios, en un
ámbito singular que se expresa en los “nacimientos”. El misterio, todo
misterio, lo vivimos y celebramos más auténticamente si nos introducimos en las
circunstancias concretas en que se produce. La Iglesia quiere que lleguemos al
misterio a través de la sencillez de lo cotidiano. Ese es el sentido de esta
eucaristía de medianoche con la que se inicia la Navidad.
Esta eucaristía se celebra después
de la cena familiar. Esa cena pertenece también a la liturgia de lo que
celebramos. La Navidad se celebra en el hogar y en la iglesia, en la familia de
carne y sangre y en la familia de la fe cristiana. Por eso, en esta eucaristía
emerge un claro sentido familiar: aquí en la iglesia, como en nuestro hogar,
nos sentimos hoy especialmente familia, especialmente unidos los cristianos.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
Esta
noche expresa la noche de la humanidad y nuestras propias noches. En esta
noche, la luz quiere brillar poniendo fin a la guerra, la opresión y la
vergüenza. Y desde esta noche, ya nada podrá apagar esa luz.
Lectura
del libro de Isaías 9, 1-6
El pueblo que caminaba en las
tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la
oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado
el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como
cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba
sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has
destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y
las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa
sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios
fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande,
y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo
establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para
siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
95, 1-3. 11-13
R.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su
victoria, anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los
pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la
tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos
sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a
los pueblos con su verdad. R.
II
LECTURA
La
venida de Jesús nos enseña "a renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa";
porque la salvación que nos ha traído exige también una conducta acorde a lo
recibido.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2,11-14
La gracia de Dios, que es fuente de
salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar
la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con
sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la
manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se
entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y
crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
La
alegría del nacimiento se produce en un determinado momento y lugar. Y Lucas se
encarga de detallar bien los tiempos en que el nacimiento de Jesús cambia la
historia de los hombres. En este tiempo y lugar en que nosotros vivimos, nos
toca celebrar este nacimiento. El Señor no llegará cuando nosotros queramos; él
llega allí donde estamos, y nos sorprende.
✜Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 1-14
Apareció un decreto del emperador
Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer
censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a
inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David,
salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad
de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio
a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban
unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto,
se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su
luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman,
porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy,
en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y
esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de
pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados
por él!".
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Un niño nos ha nacido un hijo se
nos ha dado
La Navidad es ante todo el
nacimiento de un niño. Es la celebración de una nueva vida humana. Ciertamente
es un Niño muy especial, es Dios hecho Niño. Pero en esta noche para llegar a
Dios hemos de pasar por el Niño, por la condición humana que asumió, por su
humano nacer en un ámbito tan sencillo, que en su sencillez pasa desapercibido
en la tierra en la que nace: ha de ser proclamado por los ángeles. Los ángeles
anuncian a los sencillos pastores el nacimiento de un “Salvador, del Mesías,
del Señor”, pero en un contexto nada indicado para quien así era titulado.
Todos esos títulos pertenecen a esa pobre criatura que nace entre pajas en un
pesebre. Los ángeles proclaman la gloria de Dios, mientras que quizás los
pastores deslumbrados y a la vez sorprendidos van a cerciorarse de lo
anunciado. Serán los primeros que rindan tributo al Niño y los primeros
predicadores de quién era ese Niño. Necesitaron la fe para ver en el Niño al
Salvador, al Mesías al Señor. Creyeron y dieron gloria a Dios, como lo habían
hecho los ángeles.
Nuestra acogida al Niño. La
ternura.
Ese ámbito de lo sencillo es el
ámbito también de la ternura. Ternura es lo que desprende siempre el Niño. La
perciben María y José, la perciben los pastores, debemos percibirla nosotros.
La ternura nos dignifica, es amar sin más, desde lo hondo del ser. En Navidad
todos nos hacemos un poco niños, nuestros posos infantiles afloran a la
superficie: somos capaces de jugar con los juguetes de los niños, de ver las
películas que ellos ven, sentimos la necesidad del calor afectivo de otros/as.
Nos volvemos tiernos. Ojalá sea así. La ternura no es un retroceso a épocas
pasadas de la vida, supone aflorar lo mejor que hay en nosotros: cambiar
nuestra mirada inquisitiva, sabidilla, censuradora, con flecos de superioridad,
por la del amor, por la mirada de quien se ve uno más entre los otros, débiles
como ellos, necesitado de calor afectivo y capaz de darlo. La ternura es fruto
de la inteligencia que descubre nuestra verdad, y del amor en su estado más
puro y más sencillo y… más generoso, el amor de quien, ante el cuidado o la
caricia al niño, sólo espera de él su sonrisa.
La ternura es hacerse niño como lo
entendía Jesús. De ellos es el reino de los cielos. Niño se hizo Dios para
entrar en nuestro “reino”… para que fuera el de los cielos. Como niño hay que
hacerse para entrar en el Reino de Jesús. A los niños Dios les ha revelado el
misterio, no a los sabios y entendidos. También el misterio de la Navidad.
Niños hemos de hacernos para entender y vivir y celebrar la Navidad. En
nosotros ha de nacer el niño que somos.
Luz en la noche.
Misa en medio de la noche, como el
anuncio a los pastores. La noche que puede aludir a momentos de oscuridad en
nuestra vida, que quizás estos días se viven más profundamente; por el recuerdo
de las ausencias de quienes en otras Nochebuenas estuvieron presentes; pero
noche iluminada por la luz que viene del cielo y nos hace descubrir la gloria
de Dios en un Niño recién nacido. Es la misa del triunfo de la esperanza, sobre
la frustración, de la alegría sobre el dolor. Es la noche de Dios con nosotros.
ESTUDIO
BÍBLICO
I Lectura: Isaías (9,1-3.5-6): Siempre brillará una gran luz
I.1. El poema de Isaías sobrecoge
por su hermosura, por su descaro para proponer lo que no se toca con las manos,
pero que siempre se sueña. Lo profetas siempre son utópicos, pero realistas
cuando es necesario. Como canto de esperanza y de gozo, es una exhortación a la
alegría. Atrás quedan muchas cosas de la historia de un pueblo: guerras y
opresiones, deslealtad y búsqueda de “dioses” que no tienen ojos, ni corazón.
Hay, pues, un horizonte de luz para el pueblo. La luz, por tanto, se convierte
en el signo de este poema. La luz trae la vida, la salvación, y por eso, hasta
la noche es hermosa, cuando en ella “hay luz”.
I.2. La luz es, por otra parte, el
signo de la gran liberación que el profeta propone al pueblo en nombre de Dios.
Liberación que habla de la utopía de la justicia; y con la justicia la paz,
shalom, esa palabra clave de la Biblia y de todo corazón humano. La paz nunca
se puede dar sin justicia. Bien es verdad que es algo más que el “orden”: es un
bien “mesiánico” con todas las de la ley. La tiranía del opresor, su vara, las
botas del soldado y el manto manchado de sangre han sido destruidos. La luz siempre
evoca la acción creadora y salvadora de Dios. No olvidemos que a muchos
esclavos del pueblo les habían sacados los ojos… para no ver; así habían
caminado a un destierro.
I.3. ¿Quién trae todo esto? “un
niño”. El profeta, desde luego, no piensa en el niño de Belén. Nosotros, sin
embargo, solamente podemos leer este poema desde Belén. Es uno de los
privilegios de la hermenéutica cristiana. Tenemos todo el derecho a ello,
porque podemos ir más allá del poema y de las circunstancias históricas (probablemente
se refería al niño que sería después el rey Ezequías). La utopía se realiza en
la historia concreta, humana, entrañable: un niño, un hijo, uno de nosotros es
quien puede traer todo esto. Probablemente se ha podido inspirar el profeta en
poemas de “entronización”... pero es un canto a la justicia y a la paz. Y esto
en la tierra no se hace presente si Dios no interviene y nosotros le dejamos
intervenir: eso es Navidad.
IIª
Lectura: Tito (2,11-14): Se ha hecho presente la gracia de Dios
II.1. En la noche de Navidad, esta
especie de confesión de fe primitiva, recogida en el texto de la carta a Tito,
evoca la grandeza del misterio de esta noche santa. El texto, que viene después
de una exhortación a los esclavos, habla de una epifanía (epiphanía), así comienza;
y a continuación se desgranan una serie de expresiones llenas de sentido: la
gracia (charis) de la salvación (sôtería) de Dios “para todos” (pasin) los
hombres. El pensar que la salvación de Dios es para todos los hombres, para la
humanidad, es muy importante. Porque Dios se ha hecho hombre por todos. Esto
conviene resaltarlo a todos los efectos, porque en el corazón humano es donde
debe reinar esa gracia de la salvación de Dios. Por tanto, todos los hombres,
esclavos o libres, estamos llamados a ser nosotros mismos en Cristo nuestro
salvador.
II.2. Todo esto recuerda el hecho
de una liberación que el pueblo de Israel ha sentido en sus carnes (cf Dt
14,2). Ahora acontece algo semejante, o mejor, mucho más grandioso: ¿por nada?
(Desde luego que no!, Nadie puede ver a Dios, ni a su salvador Jesucristo,
viviendo en la impiedad y en la injusticia (asebeia - adikía). No es es
simplemente por el pago de una vida ética y moral, como en cierta forma se
puede leer el texto. Es algo que va mucho más allá de la vida del mundo, de los
criterios del mundo y de la impiedad del mundo. Se trata de tener una
experiencia nueva del Dios que tiene un proyecto absoluto: la salvación de
todos los hombres. Y esto comenzó a ser realidad en la “encarnación”. Todo esto
se escribe con la mano de Dios. Y la historia “nueva” de la humanidad no puede
escribirse sin el Dios salvador.
Evangelio:
Lucas (2,1-14): Cur Deus homo? ¿Por qué Dios está entre nosotros?
III.1. Henos aquí ante el gran
texto de la noche de Navidad. La Navidad de Occidente se ha expresado siempre
en la “noche” por este relato primoroso; hemos de reconocerlo. El mundo no
celebraría la Navidad sin esta narración, aunque sea en esa noche que antes del
cristianismo era divino-pagana (era la celebración del solsticio de invierno y
la fiesta del “sol invicto”) y ahora es divino-humana. Lucas, su creador, se ha
cubierto de gloria como escritor y como teólogo, quizá no tanto como
historiador. Hay muchas maneras de leer e interpretar el conjunto, que en
realidad debería contemplar los vv. 1-21, pero la última parte se reserva para
otro día del tiempo de Navidad, o para la misa de la aurora, donde se celebre.
El conjunto narra e “interpreta” lo que significa el nacimiento de Jesús, el
Salvador, el Mesías y el Señor en la “ciudad de David”. Los tres títulos que
llenan de contenido el anuncio del cielo. Habría que decir muchas cosas desde
el punto de vista exegético y narrativo. Pero nos vamos a reducir a lo más
esencial.
III.2. El evangelio de esta noche
está planteado en dos momentos. En el primero (vv.1-5) se muestra la autoridad
del “César”, dueño del imperio, del mundo de entonces. Un “dogma”, un decreto
suyo, moviliza a los oprimidos y esclavos de su autoridad y de su poder. Si
analizamos lo que de histórico hay en todo esto, quizás no podamos aceptar cada
uno de los pormenores de este relato. Pero entre esos “sometidos” estaban los
padres de Jesús que tienen que “ponerse en camino”, que es una constante del
evangelio de Lucas. Jesús antes de nacer ya está caminando, como cuando su
madre va a visitar a Isabel. La elección de todo esto por parte de Lucas puede
responder a la historia, pero sería lo menos importante el probarlo. Lo que
verdaderamente nos debe llamar la atención es cómo el “dios” del mundo (Augusto
era considerado divino, un dios) quiere “censar”, controlar, someter, hacer
pagar tributo a todos los habitantes del mundo (oikumene). Y es eso lo que
pretende Lucas que se considere como causa de un acontecimiento de gracia y
salvación: la visita de Dios a los que no tienen derecho y libertad y, por lo
mismo, al mundo entero, en contrarréplica al decreto y a la autoridad del
“dios” de Roma (Augusto) que ha construido un imperio sobre la esclavitud y la
injusticia.
III.3. El segundo momento (vv.
6-14) quiere presentarnos al Dios de verdad, según Lucas. Las cosas van a ser
bien distintas a todos los efectos: un grupo de pastores se van a convertir en
“los emisarios” de la voz y el proyecto de Dios, lo que es verdaderamente
extraño. Estos no tienen la autoridad de Quirino para llevar a cabo su
cometido. Tampoco hay un “decreto”, un “dogma”, como en la primera parte, sino
una “voz” celeste, la del ángel del Señor y la gloria (kabod) que los envuelve.
Todo es demasiado irreal por el contraste que se representa. Se podía haber
elegido unos emisarios más dignos del testimonio que habían de dar. La
intencionalidad, pues, es kerygmática, se dice; proclama que Dios, cuando
parece que todo está perdido para los sin ley, sin derecho y sin nombre, tiene
una palabra que decir y visita a los suyos. Cuando María no encuentra “acogida”
para dar a luz, el cielo muestra que nada hay imposible para Dios. El Salvador,
el Mesías y el Señor ni siquiera tiene sitio en la “ciudad de David”. Cualquier
letrado hubiera interpretado que la ciudad de David era Jerusalén, pero los
ignorantes pastores aciertan con la otra ciudad de David, la verdadera, la
primitiva, la que había perdido su rango y su historia. En el caso de la
tradición primitiva recogida por Lucas es Belén, pero nosotros tenemos derecho
a interpretar que Belén es más una ciudad teológica que histórica.
III.4. Desde el cielo se les da un
“signo” (sêmeion): “un niño envuelto en pañales y acunado en un pesebre
(phatnê)” ¡Vaya signo! ¿Existe relación entre los títulos de quien ha nacido:
Salvador (sôter), Mesías (christos) y Señor (kyrios) con este signo? ¡Desde
luego que sí! Pero solo para quien tiene el alma y la conciencia de los
pastores y los marginados, de los “sin poder”. Pues he aquí lo extraordinario y
la grandeza de la noche de Navidad: se trata de signos muy humanos que hacen
posible hablar de una noche divino-humana, como ya hemos apuntado. Nadie
reconocería a un personaje de tales títulos en un niño empañado, que es lo
primero que hace una madre cuando da a luz a su hijo. Para unos ignorantes y
pendencieros pastores era muy poco para reconocer al Salvador y Señor. Y sin
embargo no se equivocaron; lo humano es verdaderamente reconocible. La historia
que comenzó desde la tiranía de un decreto, la convierte Dios, por obra y gracia
de su decisión salvífica, en una historia de liberación y de amor. Dios, pues,
está entre nosotros porque quiere divinizarnos a todos, humanizándonos. ¿Cómo?
El himno de los ángeles, como colofón, lo deja claro: con el don de la paz que
Dios entrega a los que ama; los que son objeto de su benevolencia.
Efectivamente, navidad se escribe con la mano del Dios vivo y verdadero que
sale a nuestro encuentro.
MISA DEL DIA
“La Palabra se
hizo carne y acampó entre nosotros”
Las lecturas de la misa del día de
Navidad tienen un matiz distinto de las que leíamos en la Nochebuena, sin
embargo ambas son portadoras de un mismo mensaje. Dios se hace hombre, ya no
podemos pensar en un Dios solitario a quien nadie ha visto, sino en un Dios
que, al asumir nuestra condición humana, está con nosotros. La Palabra se hizo
carne, Dios acampa entre nosotros, asume nuestra condición humana y, al
hacerlo, se hace débil, necesitado, como un niño que espera nuestra acogida.
Así nos lo muestra el prólogo del
Evangelio de San Juan, que hoy es el centro en la liturgia de la misa de
Navidad. Es un texto bello, profundo e intenso, que invita a la reflexión. Como
cualquier prólogo nos introduce en el contenido de su evangelio donde,
posteriormente, va a desgranar los rasgos de la personalidad de Jesús y la
buena noticia de su mensaje que es poner de manifiesto el proyecto de Dios para
con los hombres que a la vez, es señalar la capacidad de los hombres para
llegar, a través de Jesús, a ser hijos de Dios. Es esta la idea que de una
forma u otra está presente en misterio de la Navidad: ”Dios se humaniza y el
hombre se diviniza”.
DIOS
NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
La
expresión "el Señor desnuda su santo brazo" es semejante a cuando
nosotros decimos de alguien que "se arremanga", pone sus manos al
trabajo, no tiene reparos en poner el hombro y colaborar. Esto hace Dios,
"se arremanga" por nosotros y hace por nosotros esta preciosa tarea
de la redención.
Lectura
del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre las montañas los
pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia
la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: “Tu Dios reina”!
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría,
porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión. ¡Prorrumpan
en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su
pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de
todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de
nuestro Dios.
Palabra de Dios.
Sal
97, 1-6
R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo, porque
él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
R.
El Señor manifestó su victoria, reveló
su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en
favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han
contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el arpa y al son de
instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor,
que es rey. R.
II
LECTURA
El
Primogénito de Dios entra en este mundo. No hay forma más grande de acercar lo
celestial a lo terrenal. El mismo Dios, que a lo largo de la historia se
comunicó de diversas maneras, quiso comunicarse en el mejor lenguaje: se hizo
uno de nosotros.
Lectura
de la carta a los Hebreos 1, 1-6
Después de haber hablado antiguamente a
nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas
maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a
quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. Él es
el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. Él sostiene el universo con
su palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se
sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser
tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es
el Nombre que recibió en herencia. ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: “Tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”? ¿Y de qué ángel dijo: “Yo seré un padre
para él y él será para mí un hijo”? Y al introducir a su primogénito en el
mundo, Dios dice: “Que todos los ángeles de Dios lo adoren”.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Aleluya. Nos ha amanecido un día
sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a
la tierra. Aleluya.
EVANGELIO
En
este himno todo es movimiento y dinamismo. Aparecer, llegar, venir y habitar
son los verbos que usa el Evangelista para describir la obra de nuestro Dios,
que no se queda allá, "en las nubes", sino que realiza su gran deseo
de habitar en medio de la humanidad. Sólo hace falta que lo recibamos con la
casa y el corazón abiertos.
✜
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a
Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se
hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz
de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino
como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio
de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz
verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el
mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a
los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe
del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de
él, al declarar: “Este es aquél del que yo dije: El que viene después de mí me
ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros
hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la ley fue dada
por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que
está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.
O
bien: más breve
✜
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan 1, 1-5. 9-14
Al principio existía la Palabra, y la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a
Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se
hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz
de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio
de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la
recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron
engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
La primera lectura habla de los
“mensajeros” que a lo largo de la historia de Israel han anunciado la paz, que
pregonan la victoria y sostienen la esperanza del pueblo. En la segunda lectura
de la carta a los Hebreos, el autor nos dice que Dios a lo largo de la historia
de la humanidad habló de diversos modos pero, ahora finalmente, nos habla por
medio de su Hijo Jesucristo, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su
ser. Ambas lecturas, podemos decir, que son el marco para introducirnos en una
meditación más profunda, sobre la teología del Hijo, presentándonos a Jesús
como revelación del Padre, que se hace presente en la historia de la salvación.
El evangelio es por eso un himno cristológico, en el que la Palabra aparece
entre nosotros como el fundamento de nuestra fe, para pasar a mostrarnos las
actitudes posibles del hombre ante el Misterio de la Encarnación, que al
acogerlo nos capacita para participar de esa misma vida Divina. Vamos a
detenernos en los puntos más importantes de este prólogo del Evangelio de Juan
para señalar aquellos aspectos más prácticos para nuestra vida cristiana:
En
el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios … en ella
estaba la vida y la vida era la Luz de los hombres.
Juan nos sitúa en “el principio”
evocando el comienzo de la Historia de la Salvación, cuando la palabra de Dios
hizo salir del caos la creación, apareciendo la luz y la vida. Aquí, al
principio de los tiempos, ya existía la Palabra, que estaba junto a Dios,
indicando que ambos son una misma cosa.
La Palara es el Hijo, la imagen del
Padre, que asume nuestra condición humana con todas sus limitaciones y pobreza.
Así, Dios se hace visible y cercano a nosotros haciéndose hombre. San Juan
sigue diciéndonos que “en ella estaba la vida y la vida era la luz de los
hombres”, son los dos rasgos característicos de Jesús de Nazaret, que se
calificará a si mismo como Luz del mundo y manantial de Vida abundante que nos
trae proveniente del Padre. En Jesús todo esto encuentra consistencia, porque
posee la misma vida del Padre, más aún, es la revelación del Padre, que trae la
salvación a todos los hombres. Por eso, a partir de entonces, acoger a Jesús es
el camino para dar significado a nuestra vida. Así entendemos las palabras
siguientes, “de su la plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia”
(v.16). Es decir a través de Jesús por su unión con el Padre podemos participar
de una vida plena.
Vino
a su casa y los suyos no lo recibieron.
Juan después de remontarse al misterio
trinitario donde está la plenitud de la vida que desciende hacia el hombre, Nos
dice que, la Palabra era la “luz verdadera” que disipa las tinieblas, pero no
siempre esta luz es reconocida por los hombres, por eso sigue diciendo: “vino a
los suyos y los suyos no lo recibieron”. Es el drama de la libertad humana, la
aceptación o el rechazo de su Palabra. En todo momento Dios nos ofrece la
posibilidad de recibirle y dejarnos herir por su luz que brilla en medio de la
noche que nos rodea, por eso sigue diciendo:
“
Pero a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la
posibilidad de llegar a ser hijos de Dios”.
Esta explicación teológica que hace el
evangelista Juan tiene un significado profundo, es el Misterio de la
Encarnación, que se personaliza en este día de Navidad cuando la salvación se
hace carne y acampa entre nosotros en el portal de Belén. Termina esta
presentación del Verbo, de la Palabra hecha carne, diciéndonos que este nuevo
nacimiento no procede de la voluntad humana sino de la generosidad de Dios. Es
el misterio de la gracia que se nos da sin ningún merito de nuestra parte.
A
Dios nadie lo ha visto jamás: su Hijo que está al lado del Padre es quien lo ha
dado a conocer.
Así termina Juan el prólogo de su
evangelio. Es una especie de presentación del Hijo que en medio de la oscuridad
de la noche, se aparece a los pastores e inunda con su luz una nueva atapa, no
solo para los creyentes, sino para toda la humanidad. Jesús es la palabra que
sigue hablándonos a través de los tiempos porque trae un mensaje de vida
eterna, es la Navidad que ofrece a todos los hombres una vida nueva.
Esta buena noticia trae consigo una
responsabilidad y un compromiso. ¿Cómo acoger a ese Dios que viene a nosotros?.
Siempre la humanidad ha sentido el deseo de llegar a establecer un vínculo con
Dios a través del fenómeno religioso, pero siempre también, el misterio de Dios
ha sido una realidad incomprensible e inalcanzable. Por eso, ahora en esta
etapa final, (Heb,1- 2) a través de Jesús podemos llegar a ver hecha realidad
el “encuentro con Dios” y escuchar a la vez su palabra que sigue hablando a
todos y cada uno de los hombres y mujeres de hoy. En este encuentro se hace
posible, de algún modo, la experiencia de Dios con nosotros.
La invitación a este encuentro
silencioso con Dios es una constante a lo largo del evangelio de Juan. Es una
invitación que tiene un deje afectivo de añoranza en la unión con Dios, que más
explícitamente aparece en su evangelio cuando dice: “Si alguno me ama cumplirá
mis mandamientos, y vendremos a él y haremos morada en él”. (Jn.14, 23-24). Es
la invitación a la experiencia mística evangélica que no es otra sino la
escucha de la palabra en el silencio interior. El mensaje navideño, es una
ocasión para el silencio de la noche que invita al dialogo, es la presencia
íntima de Aquel que está a la espera de una respuesta y alienta nuestros buenos
deseos. Pero la espiritualidad cristiana no puede quedar encerrada en una
autocomplacencia, de la intimidad con Dios debe alimentarse en la compasión
ante los graves problemas que cada día nos plantea el mundo en que vivimos. Si
alguno me ama cumplirá mis mandamientos, dice el Señor, es el mandamiento del
amor, en el servicio a los demás siguiendo las huellas de Cristo, que pasó
haciendo el bien y no dejó de implicarse ante el sufrimiento de sus
contemporáneos.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (52,7-10): Los pies del mensajero de paz
Este es un himno que el profeta, quien
sea, porque estamos leyendo el Deuteroisaías, compone porque en su mente
aparece un mensajero que trae los pies cansados. Pero son esos pies, benditos,
los que traen la gran noticia, al pueblo, a la ciudad a Sión: paz, salvación.
Más aún: Dios reina. Cuando Dios reina todo es distinto. Los reyes de este
mundo no saben reinar, porque no son capaces de sellar la paz. Cuando lo han
hecho ha sido una paz a medias, no dilatada en el tiempo y en la eternidad. Es
eso lo que el profeta proclama ahora a Sión que ha pasado por lo peor.
Jerusalén será liberada, el profeta es el vigía del mensajero que llega, un
mensajero idílico de la victoria de Dios.
IIª
Lectura: Hebreos (1,1-6): Dios nos habla en su Hijo
II.1 El famoso “exordio” de la carta a
los Hebreos, magníficamente construido, en una sola frase en griego (vv.1-4),
en un buen griego, es la lectura de este día de Navidad. Es explicable, porque
se trata de un texto cristológico de altos vuelos con que se comienza esta
especie de “exhortación” que es la carta a los Hebreos, sea quien sea su autor.
La densidad de esta frase no quita sentimiento a lo que aquí se expresa. Antes
Dios había hablado por profetas. Si tenemos en cuenta el texto de la primera
lectura todo cobrará más sentido. Los profetas son extraordinarios, poetas,
creativos, renovadores, no conformistas con la situación. Pero ahora es
distinto, es algo que va mucho más a lo esperado. Los profetas y sus visiones,
sus ilusiones y sus deseos, se quedan en mantillas, porque ahora Dios tiene una
forma de comunicarse con nosotros muchos más audaz: es su Hijo quien nos habla
de El y quien nos hace hablar con Él.
II.2. ¿Por qué todo es distinto? Porque
el Hijo es heredero de todas las cosas. Y lo que él nos diga, eso es lo que nos
dice el mismo Dios. Los profetas, incluso, podrían equivocarse y de hecho
algunos no acertaron en sus juicios. Dios ha pensado que esto necesita una
decisión más determinante. La humanidad debe sentir la misma voz de Dios, y la
voz de Dios es la voz de su Hijo. Esta alta cristología del exordio de hebreos
llena de sentido la liturgia de Navidad. es verdad que este texto de Hebreos
está escrito desde la experiencia pascual de Cristo. Pero en la liturgia
cristiana el misterio de la resurrección y de la pascua ilumina toda la vida de
Jesús, su encarnación y el nacimiento. No puede ser de otra manera. Este no es
un texto histórico, sino teológico. Como teológico ha de ser el evangelio del
día.
Evangelio:
Juan (1,1-18): La Palabra humana de Dios
III.1. El evangelio es el prólogo del
evangelio de Juan (1,1-18), una de las páginas más gloriosas, profundas y
teológicas que se hayan escrito para decir algo de lo que es Dios, de lo que es
Jesucristo, y de lo que es el hecho de la encarnación, en esa expresión
inaudita de el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La encarnación se
expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra; con ella crea
todas las cosas, como se pone de manifiesto en el relato de la creación de
Génesis 1; con ella llama, como le sucede a Abrahán, el padre de los creyentes;
con ella libera al pueblo de la esclavitud de Egipto; con ella anuncia los
tiempos nuevos, como ocurre en las palabras de los profetas auténticos de
Israel; con ella salva, como acontece con Jesucristo que nos revela el amor de
este Dios. El evangelio de Juan, pues, no dispone de una tradición como la de
Lucas para hablarnos de la anunciación y del nacimiento de Jesús, pero ha
podido introducirse teológicamente en esos misterios mediante su teología de la
Palabra. También, en nosotros, es muy importante la palabra, como en Dios. Con
ella podemos crear situaciones nuevas de fraternidad; con nuestra palabra
podemos dar vida a quien esté en la muerte del abandono y la ignominia, o
muerte a quien esté buscando algo nuevo mediante compromisos de amor y
justicia. Jesús, pues, también se ha encarnado para hacer nuestra palabra (que
expresa nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro yo más profundo, lo que
sale del corazón) una palabra de luz y de misericordia; de perdón y de acogida.
El ha puesto su tienda entre nosotros... para ser nuestro confidente de Dios.
III.2. Un prólogo se escribe normalmente
cuando la obra ya está completa; de esta manera, en el prólogo se expresan las
ideas fundamentales de la obra que viene a continuación. Supongamos esto para
el prólogo del cuarto evangelio. Puede parecer que tiene una cierta unidad,
pero suprimid los vv. 6. 7. 8 y 15 que tratan de Juan Bautista y que fueron
añadidos posteriormente. La razón es que hubo algunos discípulos que se
mantuvieron fieles a Juan el Bautista y le otorgaban cierta preponderancia
sobre Jesús. Era una secta baptista que tuvo cierta fuerza, sobre todo en el s.
II (d.C.). De esta manera tendremos un prólogo lleno de fuerza y de lógica.
A) DIOS Y EL VERBO (vv. 1-5): Es la
primera enseñanza de este himno. Quizás el prólogo nació en la celebración del
culto. Sería como una especie de credo de la comunidad en la que vive Juan.
Dios y su Palabra. Verbo = PALABRA. Esta expresión de Logos no tiene sus raíces
en la filosofía griega, sino que es eminentemente bíblica. En la Biblia, en el
AT, se dice que las divinidades paganas no hablan: *tienen boca, pero no
hablan” (Salmo 115, 5). El Dios de la Biblia es el único que habla, que se
expresa en el mundos. No está todavía personificada esta Palabra, pero se nota
que Dios da vida al mundo por su PALABRA. Posteriormente, en una imagen
semejante, casi se personifica esta fuerza de Dios bajo el nombre de SABIDURÍA.
La Sabiduría es la que ha creado *con” Dios todas las cosas (Cf. Prov 3,19ss;
8, 22-31; 14,31;17,5). De todas formas, ni la Palabra, ni la SABIDURÍA se
identifican plenamente con Dios en el AT. ¿Cuál es la novedad de Juan? Pues que
la identifica con Dios, “estaba en Dios”. La personaliza. No es solamente una
comparación, sino que la PALABRA (El Verbo o el Logos) es Dios mismo. Hay una
relación entre Dios y la Palabra. Dios no está cerrado en Él mismo, sino que se
pluraliza. Es una riqueza de Dios. Y, además, esta Palabra es creadora, como en
el AT. Vemos que la fuente de inspiración de Juan es el AT y no la filosofía
griega (v.3). La Palabra es la riqueza de Dios y del mundo (vv. 4 y 5). Es la
vida y la vida es la luz de los hombres. Luego la Palabra de Dios es la fuente
del mundo, toda la vida procede de Él y esa vida es la luz que los hombres han
perdido. En este primer asomo al misterio de Dios en el himno de Juan, se
revela una cosa fundamental. Es una idea revolucionaria para los judíos, que
solamente eran monoteístas. Dios es más rico todavía. Dios es una pluralidad en
la unidad. La Palabra es ALGUIEN esencial es Dios y para el mundo.
B) SOBRE LA ENCARNACIÓN (vv. 9.10.11.14
y 18): En estos versos se encierra todo el evangelio de Juan: la teología de la
Encarnación. ¿Qué es esto? Es la reflexión que Juan ha hecho sobre Cristo. Se
parte de un principio: Cristo-Jesús es la Palabra de Dios. Dios no se ha
quedado en el cielo, sino que se ha hecho hombre y ha venido al mundo. Nosotros
creemos en el Dios más humano que se ha podido imaginar en toda la historia de
la religiones. La Palabra ha venido a “lo suyo”, a lo que había creado. Pero lo
suyo no la ha recibido. Este es el drama de la Encarnación: la lucha entre la
luz y las tinieblas que recorre todo el cuarto evangelio. El v. 14 tiene una
enseñanza que puede rezar así: La palabra no solamente se ha hecho carne,
“sarx”, debilidad, sino que se ha introducido en el misterio del pecado del
mundo. Este es el sentido exacto y radicalmente fuerte. Se ha encarnado y ha
tomado nuestros pecados. Es la idea más bella y original de nuestro misterio
cristiano. Para un griego era impensable, ya que despreciaban el cuerpo. Lo
mismo que para un judío, que no concebía que Dios se pudiera llegar a la
impureza de los hombres. (Qué misterio y qué fuerza!. Y lo curioso es que, en
la carne, los hombres que lo han acogido han podido ver la gloria de Dios. La
gloria (kabod) era para los judíos como el poder de Dios. En el AT los judíos
tenían que taparse la cara para no ver el resplandor de la gloria de Dios (v.g.
en el Sinaí; o el profeta Isaías en el momento de su vocación). El v. 18 nos
explica más: Dios se ha revelado por el Hijo y el Hijo es la Palabra, porque a
Dios nadie lo ha visto jamás. Aunque esto es judío, se da un paso, porque
nosotros lo podemos conocer por Jesús, que es el Hijo. Nosotros sólo podemos
conocer a Dios por Jesús que nos lo ha revelado, ya que Jesús es el Hijo y el
Hijo es la Palabra y la Palabra estaba desde el principio en Dios y Él mismo es
Dios. Desde ahora, los cristianos hemos de saber que, para conocer a Dios,
primero hemos de conocer a Jesús: cómo vive y cómo actúa. Ser cristiano es reconocer,
en el acontecimiento histórico de Jesús, en este hombre de nuestra carne, tan
próximo, tan fraternal, el rostro, la Palabra y la gloria de Dios: *quien me ha
visto a mi ha visto al Padre”
C) SOBRE LA FE: (vv. 12.13.16.17): Todo
esto que hemos expuesto no puede ser entendido sino por la fe. Deberíamos dejar
el prólogo para el final del año litúrgico, porque después de conocer a Jesús y
haber escuchado su palabra, nosotros nos decidimos por Él y creemos en Dios.
Pero se ha de asumir el riesgo de la fe y aceptar así a Jesús y a Dios, de
primeras. También porque, a pesar de todo, la fe es un don de Dios y debemos
pedirle a Él que nos la dé y nos la fortalezca. Pero la fe en estos versos no
se nos presenta en forma de creencia en verdades, sino en forma de vida: porque
nos hace hijos de Dios. Es un tema que recorre todo el Evangelio de Juan. (Fray
Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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