“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor”
Nochebuena. Noche de Paz, Noche de Amor,
se canta en todos los rincones del mundo, ha nacido el Niño Dios. Este es el
mensaje que nos trae la liturgia de la Misa de media noche en la Natividad del
Señor.
Las lecturas de esta eucaristía están
tomadas en momentos diferentes de la Historia de la Revelación. Las tres tienen
en común el resaltar el comienzo de un tiempo nuevo, un antes y un después, de
la aparición de Jesús en el mundo.
En la primera, tomada del libro de
Isaías, escrita muchos años antes del nacimiento de Cristo, el profeta sostiene
la esperanza del pueblo judío, en medio del desaliento, recordándole la promesa
mesiánica y, con visión profética dice: “El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló… porque
un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”, pasando después a describir la
función del Mesías, liberador definitivo del pueblo de Israel.
La segunda lectura, tomada de la carta
de S.Pablo a Tito, está escrita años después del nacimiento de Cristo, cuando
la Iglesia daba sus primeros pasos y se establecía en el mundo greco-latino, en
ella se refleja la experiencia viva de la fe de estas nuevas comunidades
cristianas. Con un lenguaje que evoca el nacimiento de Jesus, nos dice “ Ha aparecido
la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, exhortándolos
a llevar una vida sobria, honrada,… mientras aguardan la dicha que esperan: La
aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo”.
Finalmente, estos textos nos introducen
en el relato evangélico del nacimiento de Jesús y el anuncio a los pastores. Es
un relato con una serie de detalles muy significativos que nos llevan a
entender, de un modo sencillo, el contenido teológico del nacimiento de Jesús:
el Salvador, el Mesías, el Señor, tres títulos que le dan los ángeles al
anunciar su nacimiento.
MISA DE LA NOCHE
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
profeta anuncia una gran transformación: se termina el tiempo de la guerra, la
violencia y la opresión. Contra la prepotencia de los violentos, Dios viene en
la debilidad de un niño. Aceptemos también nosotros este desafío: vencer al
odio y la violencia desde la ternura y la mansedumbre.
Lectura
del libro de Isaías 9, 1-6
El pueblo que caminaba en las tinieblas
ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha
brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo;
ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando
reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él,
la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado
como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas
manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño
nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros
y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre,
príncipe de la paz”. Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el
trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho
y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos
hará todo esto.
Palabra de Dios.
Sal
95, 1-3. 11-13
R.
Hoy nos ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo, cante al
Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su nombre. R.
Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus
frutos, griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor, porque
él viene a gobernar la tierra: él gobernará al mundo con justicia, y a los
pueblos con su verdad. R.
II
LECTURA
La
carta nos exhorta a esperar la gran manifestación de Dios. Él ya se ha
manifestado una vez haciéndose un bebé y naciendo en el portal de Belén.
Confiamos en que él se siga presentando en nuestra vida cotidiana, hasta que
llegue su revelación definitiva.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14
La gracia de Dios, que es fuente de
salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar
la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con
sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la
manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y salvador, Cristo Jesús. Él se
entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y
crear para sí un pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 2, 10-11
Aleluya. Les traigo una buena noticia,
una gran alegría: hoy les ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
"La
profecía de Isaías anuncia la aparición de una gran luz que disipa la
oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de
María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los
ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con
estas palabras: 'Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre’. La ‘señal’ es la humildad de Dios, la
humildad de Dios llevada hasta el extremo. Es el amor con el que, aquella
noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias,
nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que
buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios:
Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios
enamorado de nuestra pequeñez" (Papa Francisco, homilía del 24/12/2014).
✜
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas 2, 1-14
Apareció un decreto del emperador
Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer
censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a
inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David,
salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad
de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio
a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban
unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto,
se les apareció el ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su
luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el ángel les dijo: “No teman, porque
les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la
ciudad de David, les ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto
les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y
acostado en un pesebre”. Y junto con el ángel, apareció de pronto una multitud
del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
Ha aparecido la gracia de Dios, el
pueblo que vivía en tinieblas vio una gran luz.
Sobre el fondo de las dos primeras
lecturas, Lucas en el evangelio nos sitúa en el marco histórico del nacimiento
de Jesús. El relato es simple, pero lleno de matices teológicos con una clara
intención de anuncio misionero. El relato evangélico de esta noche santa, la
Nochebuena, tiene tres momentos. En primero lugar, señala un hecho histórico el
nacimiento de Jesús, para pasar después a centrase en el anuncio de los ángeles
a los pastores y, finalmente se cierra con el mensaje de esta noche santa ante
el portal de Belén: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor”.
Comienza el evangelio situándonos en un
tiempo y un lugar concretos de la historia de la humanidad, dándonos los datos
sobre el momento actual del mundo conocido. Esto es importante, Jesús no es un
mito o una creación de los primeros cristianos. El emperador Augusto quiere
hacer un censo del “ mundo entero”, de su Imperio. Necesita controlar sus
dominios. Como a tantos gobernantes le preocupa más comprobar su poder y sus
finanzas que el bien de sus súbditos. Este decreto es el motivo que obliga a
María y a José a salir de su tierra Nazaret y ponerse en camino hacia Belén, la
ciudad de David, lugar de su linaje.
En este relato del nacimiento de Jesús,
como tantas veces, llama la atención el contraste entre los planes de Dios y
los proyectos humanos, a veces tan distintos, todo ello pone de relieve la
fuerza de la gracia de Dios que se realiza a pesar de nuestra pobreza. María y
José son el retrato perfecto de la aceptación de la voluntad de Dios, por eso
simplemente se ponen en camino, no temen los inconvenientes del momento que
viven, el que no haya sitio en la posada, tampoco el buscar cobijo en una pobre
cueva para acoger a su hijo que está a punto de nacer. Los sostiene únicamente
la fuerza de su fe.
“Y mientras estaban allí le llegó a
María, que estaba encinta, el momento del parto”
De esta forma tan sencilla nos dice el
evangelista Lucas que Dios se hace hombre, toma nuestra condición humana. San
Juan nos dirá que Dios acampa entre nosotros al hacerse presente en el mundo y
el apóstol Pablo, añadirá años después, “pasando a ser como uno de tantos”. Su
presencia pasa desapercibida para los grandes de la tierra, los pastores, los
sencillos, los limpios de corazón son los que descubren la presencia del Niño
Dios que los ángeles anuncian en medio de la noche con una luz desacostumbrada,
novedosa, que en principio los asusta, pero que trae la paz.
Los pastores, ellos van a ser los
primeros portadora de la buena noticia. No eran gente importante, representa a
la gente pobre, sencilla, y es que una vez más, el Señor busca para realizar
sus planes a los sencillos y humildes, quizás porque saben reconocer su
presencia, saben mirar con la mirada de un niño carente de perjuicios. También
aquí hay un gran contraste que da sentido al acontecimiento. Por una parte la gloria
de Dios, que envuelve a los pastores, la claridad del momento y por otro la
pobreza del niño que encontrarán envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Dos aspectos contrapuestos que ponen de relieve el misterio que estamos
celebrando.
“Gloria
a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”
El tercer momento de este relato es la
“Señal” dada por los ángeles, un Niño necesitado, indefenso, envuelto en
pañales, acostado en un pesebre que, sin embargo, va a marcar un antes y un
después en la historia de la humanidad. Los ángeles anuncian la gloria de este
nacimiento que los pastores escucharan asombrados… Y se llenaron de alegría.
Así, de esta manera, Dios quiere
mostrarnos su amor, su cercanía, y lo hace en la humildad y pequeñez de nuestra
carne, despertando a la vez nuestra capacidad de amar, tantas veces dormida,
antes y ahora. Es el don de Dios que se hace presente en este niño esperando
una respuesta. Por eso acoger a este niño es dejarse invadir por la ternura del
amor de Dios que nos amo primero y nos ofrece la paz, la alegría y el gozo de
un nuevo nacimiento, es la Navidad del Señor.
La Navidad nos está pidiendo una
reflexión. Para muchos la navidad es una fiesta más al iniciarse el invierno
que viene a aliviar el cansancio y la monotonía diaria del trabajo, pero son
pocos los que llegan a profundizan en el misterio de esta noche. En todo el
mundo parece que hay una eclosión de alegría, a veces es solo un deseo de
ocultar una serie de sentimientos negativos, como son la soledad, la
insatisfacción o la tristeza más profunda, por eso hay una fiebre por montar un
ambiente festivo, de bullicio y alegría ruidosa en nuestro entorno. Pero los
que nos llamamos cristianos no podemos contaminarnos ni dejarnos llevar por
este ambiente, tenemos que llegar al fondo del mensaje navideño, que es paz y
alegría interior, sin ignorar los grandes retos de una sociedad que mira con
temor un futuro sin esperanza.
La alegría del evangelio, es reconocer
la presencia de Dios que despierta una capacidad de amar que no es nuestra,
sino fruto del Espíritu. Por eso, vivir la paz y la alegría propias de estos
días es reconocer que el Señor nos ama y cuenta con nosotros enviándonos a su
Hijo que da consistencia y sentido a nuestra vida dentro de este mundo, que a
pesar de todo, va dando pasos caminando hacia la plenitud en la realización de
los valores del Reino, como nos recordó el Concilio Vaticano II.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (9,1-3.5-6): Siempre brillará una gran luz
I.1. El poema de Isaías sobrecoge por su
hermosura, por su descaro para proponer lo que no se toca con las manos, pero
que siempre se sueña. Lo profetas siempre son utópicos, pero realistas cuando
es necesario. Como canto de esperanza y de gozo, es una exhortación a la
alegría. Atrás quedan muchas cosas de la historia de un pueblo: guerras y
opresiones, deslealtad y búsqueda de “dioses” que no tienen ojos, ni corazón.
Hay, pues, un horizonte de luz para el pueblo. La luz, por tanto, se convierte
en el signo de este poema. La luz trae la vida, la salvación, y por eso, hasta
la noche es hermosa, cuando en ella “hay luz”.
I.2. La luz es, por otra parte, el signo
de la gran liberación que el profeta propone al pueblo en nombre de Dios.
Liberación que habla de la utopía de la justicia; y con la justicia la paz,
shalom, esa palabra clave de la Biblia y de todo corazón humano. La paz nunca
se puede dar sin justicia. Bien es verdad que es algo más que el “orden”: es un
bien “mesiánico” con todas las de la ley. La tiranía del opresor, su vara, las
botas del soldado y el manto manchado de sangre han sido destruidos. La luz
siempre evoca la acción creadora y salvadora de Dios. No olvidemos que a muchos
esclavos del pueblo les habían sacados los ojos… para no ver; así habían
caminado a un destierro.
I.3. ¿Quién trae todo esto? “un niño”.
El profeta, desde luego, no piensa en el niño de Belén. Nosotros, sin embargo,
solamente podemos leer este poema desde Belén. Es uno de los privilegios de la
hermenéutica cristiana. Tenemos todo el derecho a ello, porque podemos ir más
allá del poema y de las circunstancias históricas (probablemente se refería al
niño que sería después el rey Ezequías). La utopía se realiza en la historia
concreta, humana, entrañable: un niño, un hijo, uno de nosotros es quien puede
traer todo esto. Probablemente se ha podido inspirar el profeta en poemas de
“entronización”... pero es un canto a la justicia y a la paz. Y esto en la
tierra no se hace presente si Dios no interviene y nosotros le dejamos
intervenir: eso es Navidad.
IIª
Lectura: Tito (2,11-14): Se ha hecho presente la gracia de Dios
II.1. En la noche de Navidad, esta
especie de confesión de fe primitiva, recogida en el texto de la carta a Tito,
evoca la grandeza del misterio de esta noche santa. El texto, que viene después
de una exhortación a los esclavos, habla de una epifanía (epiphanía), así
comienza; y a continuación se desgranan una serie de expresiones llenas de
sentido: la gracia (charis) de la salvación (sôtería) de Dios “para todos”
(pasin) los hombres. El pensar que la salvación de Dios es para todos los
hombres, para la humanidad, es muy importante. Porque Dios se ha hecho hombre
por todos. Esto conviene resaltarlo a todos los efectos, porque en el corazón
humano es donde debe reinar esa gracia de la salvación de Dios. Por tanto,
todos los hombres, esclavos o libres, estamos llamados a ser nosotros mismos en
Cristo nuestro salvador.
II.2. Todo esto recuerda el hecho de una
liberación que el pueblo de Israel ha sentido en sus carnes (cf Dt 14,2). Ahora
acontece algo semejante, o mejor, mucho más grandioso: ¿por nada? (Desde luego
que no!, Nadie puede ver a Dios, ni a su salvador Jesucristo, viviendo en la
impiedad y en la injusticia (asebeia - adikía). No es es simplemente por el
pago de una vida ética y moral, como en cierta forma se puede leer el texto. Es
algo que va mucho más allá de la vida del mundo, de los criterios del mundo y
de la impiedad del mundo. Se trata de tener una experiencia nueva del Dios que
tiene un proyecto absoluto: la salvación de todos los hombres. Y esto comenzó a
ser realidad en la “encarnación”. Todo esto se escribe con la mano de Dios. Y
la historia “nueva” de la humanidad no puede escribirse sin el Dios salvador.
Evangelio:
Lucas (2,1-14): Cur Deus homo? ¿Por qué Dios está entre nosotros?
III.1. Henos aquí ante el gran texto de
la noche de Navidad. La Navidad de Occidente se ha expresado siempre en la
“noche” por este relato primoroso; hemos de reconocerlo. El mundo no celebraría
la Navidad sin esta narración, aunque sea en esa noche que antes del
cristianismo era divino-pagana (era la celebración del solsticio de invierno y
la fiesta del “sol invicto”) y ahora es divino-humana. Lucas, su creador, se ha
cubierto de gloria como escritor y como teólogo, quizá no tanto como historiador.
Hay muchas maneras de leer e interpretar el conjunto, que en realidad debería
contemplar los vv. 1-21, pero la última parte se reserva para otro día del
tiempo de Navidad, o para la misa de la aurora, donde se celebre. El conjunto
narra e “interpreta” lo que significa el nacimiento de Jesús, el Salvador, el
Mesías y el Señor en la “ciudad de David”. Los tres títulos que llenan de
contenido el anuncio del cielo. Habría que decir muchas cosas desde el punto de
vista exégetico y narrativo. Pero nos vamos a reducir a lo más esencial.
III.2. El evangelio de esta noche está
planteado en dos momentos. En el primero (vv.1-5) se muestra la autoridad del
“César”, dueño del imperio, del mundo de entonces. Un “dogma”, un decreto suyo,
moviliza a los oprimidos y esclavos de su autoridad y de su poder. Si
analizamos lo que de histórico hay en todo esto, quizás no podamos aceptar cada
uno de los pormenores de este relato. Pero entre esos “sometidos” estaban los
padres de Jesús que tienen que “ponerse en camino”, que es una constante del
evangelio de Lucas. Jesús antes de nacer ya está caminando, como cuando su
madre va a visitar a Isabel. La elección de todo esto por parte de Lucas puede
responder a la historia, pero sería lo menos importante el probarlo. Lo que
verdaderamente nos debe llamar la atención es cómo el “dios” del mundo (Augusto
era considerado divino, un dios) quiere “censar”, controlar, someter, hacer
pagar tributo a todos los habitantes del mundo (oikumene). Y es eso lo que
pretende Lucas que se considere como causa de un acontecimiento de gracia y
salvación: la visita de Dios a los que no tienen derecho y libertad y, por lo
mismo, al mundo entero, en contrarréplica al decreto y a la autoridad del
“dios” de Roma (Augusto) que ha construido un imperio sobre la esclavitud y la
injusticia.
III.3. El segundo momento (vv. 6-14)
quiere presentarnos al Dios de verdad, según Lucas. Las cosas van a ser bien
distintas a todos los efectos: un grupo de pastores se van a convertir en “los
emisarios” de la voz y el proyecto de Dios, lo que es verdaderamente extraño.
Estos no tienen la autoridad de Quirino para llevar a cabo su cometido. Tampoco
hay un “decreto”, un “dogma”, como en la primera parte, sino una “voz” celeste,
la del ángel del Señor y la gloria (kabod) que los envuelve. Todo es demasiado
irreal por el contraste que se representa. Se podía haber elegido unos
emisarios más dignos del testimonio que habían de dar. La intencionalidad,
pues, es kerygmática, se dice; proclama que Dios, cuando parece que todo está perdido
para los sin ley, sin derecho y sin nombre, tiene una palabra que decir y
visita a los suyos. Cuando María no encuentra “acogida” para dar a luz, el
cielo muestra que nada hay imposible para Dios. El Salvador, el Mesías y el
Señor ni siquiera tiene sitio en la “ciudad de David”. Cualquier letrado
hubiera interpretado que la ciudad de David era Jerusalén, pero los ignorantes
pastores aciertan con la otra ciudad de David, la verdadera, la primitiva, la
que había perdido su rango y su historia. En el caso de la tradición primitiva
recogida por Lucas es Belén, pero nosotros tenemos derecho a interpretar que
Belén es más una ciudad teológica que histórica.
III.4. Desde el cielo se les da un
“signo” (sêmeion): “un niño envuelto en pañales y acunado en un pesebre
(phatnê)” ¡Vaya signo! ¿Existe relación entre los títulos de quien ha nacido:
Salvador (sôter), Mesías (christos) y Señor (kyrios) con este signo? ¡Desde
luego que sí! Pero solo para quien tiene el alma y la conciencia de los
pastores y los marginados, de los “sin poder”. Pues he aquí lo extraordinario y
la grandeza de la noche de Navidad: se trata de signos muy humanos que hacen
posible hablar de una noche divino-humana, como ya hemos apuntado. Nadie
reconocería a un personaje de tales títulos en un niño empañado, que es lo
primero que hace una madre cuando da a luz a su hijo. Para unos ignorantes y
pendencieros pastores era muy poco para reconocer al Salvador y Señor. Y sin
embargo no se equivocaron; lo humano es verdaderamente reconocible. La historia
que comenzó desde la tiranía de un decreto, la convierte Dios, por obra y
gracia de su decisión salvífica, en una historia de liberación y de amor. Dios,
pues, está entre nosotros porque quiere divinizarnos a todos, humanizándonos.
¿Cómo? El himno de los ángeles, como colofón, lo deja claro: con el don de la
paz que Dios entrega a los que ama; los que son objeto de su benevolencia.
Efectivamente, navidad se escribe con la mano del Dios vivo y verdadero que
sale a nuestro encuentro. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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