levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz!
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
PRIMERA
LECTURA
El
pueblo va a tener un nuevo rey. Pero Dios da indicaciones a Samuel: tiene que
reconocer a quien Dios elija. Este profeta tendrá que hacer un gran esfuerzo
para no elegir a quien él quiera o incluso al que considere que es más
apropiado para el cargo.
Lectura
del primer libro de Samuel 16, 1. 5-7. 10-13
El Señor dijo a Samuel:
"¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén,
porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey". Samuel fue,
purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. Cuando ellos se
presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante
él a su ungido". Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su
aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no
mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el
corazón". Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero
Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de éstos".
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?".
Él respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el
rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlo, porque no nos
sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí". Jesé lo hizo venir: era de
tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel:
"Levántate y úngelo, porque es éste". Samuel tomó el frasco de óleo y
lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor
descendió sobre David.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
22, 1-6
R.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me
puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas
tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por
amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.
R.
SEGUNDA
LECTURA
En
los momentos oscuros de la vida, en un camino muchas veces incierto, en las
calles cruzadas sin luz, Dios viene a decirnos: “Tú mismo eres luz”. La misma
condición de cristianos es la que nos permite caminar en medio de las
oscuridades, porque caminamos desde la fe, no desde certezas.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 8-14
Hermanos: Antes, ustedes eran
tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora
bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir
lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las
tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta
vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando
se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que
se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: "Despiértate, tú que
duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará".
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
“En
realidad, Jesús le está preguntando si cree en ese proyecto de vida que ha
venido a revelar y mostrar que es posible vivirlo ahora y aquí. El verdadero
milagro no está ubicado en la curación de la vista sino en la curación de la
mente y del corazón. El milagro es la confesión del ciego que hace suyo el
proyecto de Dios”.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 9, 1-41
Jesús vio a un hombre ciego de
nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él
o sus padres, para que haya nacido ciego?". "Ni él ni sus padres han
pecado ?respondió Jesús?; nació así para que se manifiesten en él las obras de
Dios. Debemos trabajar en las obras de Aquél que me envió, mientras es de día;
llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la
luz del mundo". Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro
con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: "Ve a lavarte
a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue,
se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto
mendigar, se preguntaban: "¿No es éste el que se sentaba a pedir
limosna?". Unos opinaban: "Es el mismo". "No ?respondían
otros?, es uno que se le parece". Él decía: "Soy realmente yo".
Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?". Él respondió:
"Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me
dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi". Ellos le preguntaron:
"¿Dónde está?". Él respondió: "No lo sé". El que había sido
ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le
abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver.
Él les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo".
Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa
el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer
semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos. Entonces
dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los
ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta". Sin embargo, los
judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a
ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste el hijo
de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?". Sus
padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero
cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a
él: tiene edad para responder por su cuenta". Sus padres dijeron esto por
temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la
sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron:
"Tiene bastante edad, pregúntenle a él". Los judíos llamaron por
segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios.
Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". "Yo no sé si es un
pecador ?respondió?; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo".
Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?".
Él les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué
quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos
suyos?". Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de
ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a
Moisés, pero no sabemos de dónde es éste". El hombre les respondió:
"Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me
ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al
que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto
los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría
hacer nada". Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y
¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo
habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del
hombre?". Él respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en
él?". Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando".
Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él. Después
Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los
que no ven y queden ciegos los que ven". Los fariseos que estaban con él
oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?".
Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero
como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
En todas las lecturas encontramos
la temática de la mirada, del saber ver, del aprender a mirar, de la luz.
Dios no ve como los hombres, que
ven la apariencia; el Señor ve el corazón
En la lectura del libro de Samuel,
Dios orienta al profeta para que sepa identificar al ungido rey: Dios no ve
como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón. Samuel no unge
a los hijos de Jesé más notables, ni a los más aparentes, sino al pequeño, al
pastor, que ni siquiera estaba en casa durante la visita del profeta. Samuel
unge a David, pero no porque sea de buena estatura y presencia (también lo eran
sus hermanos) sino porque tiene previsto habitar en él con su Espíritu. Lo
relevante de David es que se convertirá en presencia del Espíritu de Dios, que
lo acompañará desde el momento de la unción.
La idea conecta con la lectura
evangélica: Jesús será el ungido de Dios, el Mesías. La presencia del Espíritu
en él supera a la que hay en David, porque Jesús, como sabe reconocer el ciego,
que se postra ante él al final del relato, es la presencia del mismo Dios.
La fuente de Siloé
La mención del evangelista Juan a
la fuente de Siloé sugiere un paralelismo entre el templo y Jesucristo. Es
conveniente que al menos el predicador lea el texto completo del capítulo 9,
pues en la liturgia el texto aparece gravemente mutilado. Jesús manda al ciego
a lavar el barro que le ha puesto en los ojos a la fuente de Siloé. En la
fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas, una de las más importantes para
los judíos, se recordaba el peregrinar por el desierto y la multitud de dones
ofrecidos por Dios (nuestra cuaresma está también íntimamente relacionada con
ese peregrinar y ese agradecimiento por lo recibido). Uno de los rituales de la
celebración consistía en coger agua de la fuente de Siloé y derramarla sobre el
altar de los sacrificios del Templo, para simbolizar así la presencia del
Espíritu. Jesús cura al ciego, que ahora es capaz de ver, no solamente lo
superficial, sino también lo profundo, pues reconoce la presencia del Espíritu
en Jesús, al que declara Señor y ante el cual termina postrándose.
El gesto del barro
La actitud del que era ciego contrasta
con la de algunos de los fariseos, que siguen sin poder ver. Sujetos a su modo
acostumbrado de entender las cosas acusan a Jesús de no venir de parte de Dios,
precisamente por haber hecho barro en sábado, algo expresamente prohibido. El
gesto del barro recuerda al gesto de la creación del hombre: Jesús está
re-creando al ciego, dándole una nueva vida, una visión. Lo importante es saber
reconocer la presencia del Espíritu, que actúa más allá de los preceptos
religiosos de toda índole: Dios crea la oportunidad de una nueva vida en cada
instante. Solamente hay que saber reconocer a Jesús, ver en él la presencia
salvífica de Dios, poner en él nuestra vida.
Se da un contraste interesante
entre el ciego de nacimiento, que se supone pecador según la mentalidad de
aquella época, y los fariseos, que eran una especie de santos profesionales y
escrupulosos cumplidores de todos los preceptos. Es el supuesto pecador el que,
una vez sanado o re-creado por Jesús, saber ver en él al Señor; es en el
supuesto pecador en quien, como dice el propio Jesús, se revela la acción de
Dios (9,3), y no en los fariseos. Jesús una vez más hace nuevas todas las
cosas: el ciego resulta salvado y, tras ser expulsado por los fariseos, se
convierte en seguidor de Jesús; los fariseos, supuestos santos, son realmente
pecadores, pues diciendo que ven no son capaces de reconocer a Jesús: vuestro
pecado permanece (9,41), les dice. Jesús es signo de contradicción: he venido a
este mundo a entablar un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden
ciegos (9,39).
Pecado y bondad
Existe en el texto de la carta a
los efesios una dialéctica parecida entre pecado y bondad, pero esta vez
expresada en términos de oscuridad y tinieblas. De noche todos los gatos son
pardos: es el lugar de la confusión, del equívoco, de hacer pasar lo bueno por
malo y lo malo por bueno. La luz, sin embargo, pone de manifiesto la
injusticia, la maldad y la mentira. Los cristianos no solamente han recibido la
luz para caminar de modo agradable a Dios; además deben ser luz: ahora sois
luz, dice san Pablo. Por el Espíritu que habita en nosotros desde el bautismo
somos capaces de lo justo, de lo bueno y de lo verdadero, pues tales son los
frutos de la luz. Jesús obró en el ciego de nacimiento la re-creación y le concedió
la visión, la vista, tras aclararse los ojos con las aguas de Siloé que
significan el Espíritu. Nuestro pecado ha sido borrado por Jesús con las aguas
de nuestro bautismo, y nos ha hecho hombres y mujeres nuevos. David fue ungido
con el aceite para que el Espíritu penetrase en él. Nosotros somos también
ungidos en nuestro bautismo. Agua y aceite, el Espíritu, en definitiva, que nos
abre las puertas de una vida nueva. Quizá seamos pequeños, como lo era David,
pero el Espíritu que habita en nosotros nos permite reconocer en Jesús al
Señor, nos permite amar con su amor. De la muerte y las tinieblas somos
llamados a la vida y a la luz. Por eso san Pablo cita lo que probablemente era
un texto utilizado en el bautismo: Despierta, tú que duermes, levántate de
entre los muertos y Cristo será tu luz.
Quizá como le pasa a Jesús nuestro
camino hacia la Pascua vaya llenándose de dificultades y opositores, pero hemos
de ser conscientes de que la fuerza para recorrer ese camino nos viene de otro:
hemos de estar abiertos a su acción, hemos de ser dóciles y obedientes a sus
impulsos. Es Dios, con el Espíritu, el que mediante Jesús nos ha capacitado
para recorrer ese camino hacia Él.
Iª Lectura: 1 Samuel (16,1ss): Lo
que no cuenta para los hombres es lo que cuenta para Dios
I.1. La primera lectura de este
domingo nos relata la unción de David. Es un relato que quiere ofrecernos el
fracaso de la monarquía de Saúl y el ascenso, desde lo más humilde, de David al
trono. Sabemos que esta historia está idealizada hasta el máximo por los
autores de la escuela que han querido ensalzar a David como rey justo, e
incluso comprometer a Dios con un sistema de gobierno al que el profeta Samuel
se oponía con todas sus fuerzas (1Sam 8-10). Lo que pueda haber de leyenda en
todo esto tiene de positivo el origen humilde y sencillo que por la libre
elección llega a servir a Dios en su proyecto sobre el pueblo.
I.2. Debería ser patente que los
criterios morales de la escuela “deuteronomista” que redacta todo esto eran
mucho más éticos y morales que la realidad histórica dura de cómo David subió
al trono. En todo caso, la significación teológica del relato no deja lugar a
dudas: Dios elige a David porque es el más pequeño, el que menos intereses
tiene en todo esto, aunque la historia real de David y de su subida al trono en
el libro de Samuel sea mucho menos limpia y clara. La “historia de Israel” es
tan escabrosa como todas las historias de los pueblos circundantes… El profeta
Samuel no quería ceder a la “monarquía” no solamente porque era un profeta
tradicional, sino porque la monarquía copiaría los sistemas de los otros
pueblos poderosos… No obstante los “deuteronimistas” sí dejan claro que lo que
a Dios le interesa no es la “monarquía sagrada” en sí, sino que el rey sea justo
y bueno con los que no tienen defensa. Por eso, nos recuerda el origen sencillo
y humilde del pastor… que llegó a ser rey. Y eso no se debería olvidar nunca.
IIª Lectura: Efesios (5,8-14): La
obras de la luz son vida
II.1. La segunda lectura recuerda a
la comunidad a la que se dirige esta carta que los que han llegado a la fe
cristiana son hijos de la luz. Se supone que el autor, un discípulo de Pablo,
está hablando a una comunidad que en otro tiempo eran paganos, es decir, “nada”
para los judíos. El recuerdo de los orígenes humildes implica un proceso
pedagógico que siempre busca la terapia espiritual de revivir realidades
profundas. Todo lo que no sea eso, es un “dormirse”, un olvidar el misterio de
la gracia de Dios y de la salvación. Por eso el misterio de la luz es un
misterio revelador, descubridor de las verdades de la vida que no se deben
olvidar. Esta parte parenética o práctica de la carta a los Efesios se interesa
por mostrar que los obras de las tinieblas son “estériles”, es decir, no engendran
vida.
II.2. Podemos subrayar en el texto
una concepción dualista bien marcada que puede prestarse a equívocos, como
sucede en algunas expresiones de la comunidad de Qumrán, que también divide la
vida moral y de la comunidad en dos categorías: los hijos de la luz y los hijos
de las tinieblas. Pero si superamos ese dualismo, podemos entender bien que lo
que se propone en este caso a la comunidad es que vivan en la fidelidad a
Cristo que los ha llamado a una vida en la que los valores son: la bondad, la justicia
y la verdad. Las obras de las tinieblas no se mencionan, sino que simplemente
se suponen que son como el misterio de la muerte. Se está hablando en términos
morales y éticos en lo que se puede coincidir, sin separaciones dualistas, con
todos los hombres que viven de esos valores.
Evangelio: Juan (9): Jesús profeta
de la luz de la vida
III.1. El evangelio de hoy es uno
de los episodios más densos de la obra joánica. Un signo y un diálogo, en
polémica con los judíos, nos presenta a Jesús como revelador de Dios que va
destruyendo muchas cosas y concepciones que se tenían sobre Dios, sobre la
vida, sobre la enfermedad, sobre el pecado y sobre la muerte. Juan enfrenta al
hombre ciego de nacimiento con los fariseos, que son los que deciden sobre las
cuestiones religiosas cuando se escribe esta obra. El ciego de nacimiento, en
la mentalidad de un judaísmo teológico inaceptable, debía tener una
culpabilidad, bien personal, bien heredada de sus padres o antepasados. Los
simbolismos con los que está compuesto el relato: el barro de la tierra, la
saliva, el sábado, el envío a la piscina de Siloé... nos muestran a un Jesús
que domina la situación, en nombre de Dios, para dar luz, en definitiva, para
dar vida y para mostrarse como la luz del mundo.
III.2. Se dice, con razón, que este
es un relato bautismal de la comunidad joánica; una especie de catequesis para
los que habían de ser bautizados, en un proceso que les debía enseñar cómo el
recibir y vivir la luz de la fe les llevaría necesariamente a enfrentarse con
el misterio de las tinieblas de los que no aceptan a Jesucristo. El hombre
ciego, que llega a ver, que al principio no sabe quién es Jesús, poco a poco va
descubriendo lo que Jesús le ha dado, y lo que los fariseos le quieren
arrebatar. Así es el centro de la polémica: este pobre hombre que ha venido
ciego al mundo tiene que elegir entre una religión de vida, de luz, de
felicidad, o una religión de muerte, la que le proponen los
"fariseos" a los que les duele más que el hombre haya sido liberado
en sábado, que el que pueda asomarse a la luz de la vida. Se dice que es el
debate de la comunidad joánica procedente del judaísmo, que ha aceptado a Jesús
como el Mesías, frente al judaísmo de la sinagoga. La actualización, sin
embargo, de este tema, nos muestra que mientras la religión no sea humana,
comprensiva, iluminadora, misericordiosa, entrañable y restauradora, no tiene
futuro en la humanidad. Y eso es lo que ha venido a traer Jesús al corazón de
la religión de su pueblo.
III.3. El hombre debe ir a lavarse
a la piscina del «enviado». Pero el enviado es el mismo Jesús. Podemos decir
que aquel hombre no es curado = salvado, por la saliva y el barro, sino por
lavarse, sumergirse en el misterio de la vida del Señor. Es un juego de
imágenes llenas de sentido; de ahí su significado bautismal originario. Los
vecinos, los parientes, los que le conocían en su ceguera y en su pobreza se
asombran de aquel acontecimiento. Ha sucedido algo maravilloso, porque lo que
viene de Dios no es comprendido más que por la fe. Los hombres y el mundo
tenemos unos criterios demasiado cosificados para entender su manera de actuar.
Toda aquella gente no podía comprender, ya que se necesitan otros ojos distintos
para mirar lo que ha sucedido. Para ellos sólo existe una respuesta: Jesús, que
significa salvador, y que es el enviado, ha logrado lo que parecía imposible
para los hombres. «¿Donde está ése? Le preguntan las autoridades, y responde el
hombre: ¿No lo se?». Nosotros vemos aquí algo más que una respuesta inocua.
Aquel hombre ha comenzado a experimentar la salvación de Dios traída por Jesús.
Pero no puede decir quién es Él, para los que sólo pretenden verlo con los ojos
humanos. Aquel hombre no puede decir donde ésta Jesús, porque en el
interrogatorio sólo existe un interés lejano de lo auténticamente salvador. Por
eso no puede responder a los intereses mal intencionados.
III.4. El interrogatorio se hace
más denso hasta arrancar de aquel hombre todo temor para confesar el misterio
de la salvación. Más que otra cosa, el evangelista quiere apurar todo para
contraponer a Jesús y la Ley. No se trata de contraponer a Jesús y a Moisés,
aunque pueda parecerlo. Porque tras la figura de Moisés, como auténtico y único
revelador de la Ley de Dios, los hombres quieren ocultar sus criterios
religiosamente antihumanos. Ellos son discípulos de Moisés, pero ¿de qué les
sirve? Si la ley fue dada para encontrar a Dios, y la interpretación de la Ley
para facilitar el acercamiento; en el judaísmo sucede todo lo contrario. La Ley
separa a los hombres de Dios. Es esto lo que ahora se quiere poner en
evidencia. Los fariseos (todos los hombres que podemos ser egoístas)
interponemos entre Dios y nosotros la ley, la tradición, los prejuicios de lo
santo y lo sagrado…. Como si fuera voluntad de Dios, aunque no lo sea. Y por
eso, Dios queda lejano, y nosotros nos hacemos dueños de nosotros mismos,
fáciles para lo que nos interesa. La Ley puede ser el engaño de nuestra vida. Y
con ella queremos comprar a Dios lo que no sabemos hacer con corazón
desprendido. Este es el pecado del judaísmo, y sigue siendo el pecado de
nuestro mundo religioso. Jesús viene para dar luz, para iluminar la ley. Para
hacer posible una ley de libertad en el encuentro con Dios. Y esto pone en
claro nuestro pecado.
III.5. Cuando Jesús oye que aquel
hombre ha sido rechazado por el mundo religioso de su entorno sale a su
encuentro. Y el hombre se entrega completamente a Él. Es Dios mismo, un hombre
entre los hombres, quien ha salido a su encuentro y quien le ha abierto los
ojos de su vida para que pueda sentirse libre. En este Dios, en Jesús, cree el
ciego. El es su Señor. En el ciego de nacimiento están todos los hombres
sumergidos en la tiniebla hasta que Cristo trae el conocimiento que ilumina: es
la experiencia verdadera de las falsas seguridades de los judíos y del mundo.
Pero otros, sin embargo, se encierran y se afirman en lo que creen les va bien.
Y por eso permanecen en su ceguera. Es un juicio para el mundo, no porque Jesús
venga a condenarlo (cf Jn 3,17ss), sino porque los hombres quieren permanecer
en su hacer y en su vivir sin esperanza. Su pecado permanece. Es esto lo que
quiere decir Juan para el judaísmo de entonces, y para el mundo religioso de siempre.