domingo, 30 de marzo de 2014

Domingo 4° de Cuaresma


¡Despierta, tú que duermes, 
levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz!


DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

PRIMERA LECTURA

El pueblo va a tener un nuevo rey. Pero Dios da indicaciones a Samuel: tiene que reconocer a quien Dios elija. Este profeta tendrá que hacer un gran esfuerzo para no elegir a quien él quiera o incluso al que considere que es más apropiado para el cargo.

Lectura del primer libro de Samuel 16, 1. 5-7. 10-13

El Señor dijo a Samuel: "¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey". Samuel fue, purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido". Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón". Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de éstos". Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". Él respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí". Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es éste". Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 22, 1-6

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

SEGUNDA LECTURA

En los momentos oscuros de la vida, en un camino muchas veces incierto, en las calles cruzadas sin luz, Dios viene a decirnos: “Tú mismo eres luz”. La misma condición de cristianos es la que nos permite caminar en medio de las oscuridades, porque caminamos desde la fe, no desde certezas.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 8-14

Hermanos: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: "Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará".
Palabra de Dios.
EVANGELIO

“En realidad, Jesús le está preguntando si cree en ese proyecto de vida que ha venido a revelar y mostrar que es posible vivirlo ahora y aquí. El verdadero milagro no está ubicado en la curación de la vista sino en la curación de la mente y del corazón. El milagro es la confesión del ciego que hace suyo el proyecto de Dios”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 9, 1-41

Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?". "Ni él ni sus padres han pecado ?respondió Jesús?; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de Aquél que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo". Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?". Unos opinaban: "Es el mismo". "No ?respondían otros?, es uno que se le parece". Él decía: "Soy realmente yo". Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?". Él respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". Él respondió: "No lo sé". El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo". Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta". Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?". Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta". Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él". Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". "Yo no sé si es un pecador ?respondió?; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo". Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?". Él les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?". Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es éste". El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada". Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?". Él respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?". Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando". Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él. Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven". Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?". Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".

Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

En todas las lecturas encontramos la temática de la mirada, del saber ver, del aprender a mirar, de la luz.

Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón

En la lectura del libro de Samuel, Dios orienta al profeta para que sepa identificar al ungido rey: Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón. Samuel no unge a los hijos de Jesé más notables, ni a los más aparentes, sino al pequeño, al pastor, que ni siquiera estaba en casa durante la visita del profeta. Samuel unge a David, pero no porque sea de buena estatura y presencia (también lo eran sus hermanos) sino porque tiene previsto habitar en él con su Espíritu. Lo relevante de David es que se convertirá en presencia del Espíritu de Dios, que lo acompañará desde el momento de la unción.

La idea conecta con la lectura evangélica: Jesús será el ungido de Dios, el Mesías. La presencia del Espíritu en él supera a la que hay en David, porque Jesús, como sabe reconocer el ciego, que se postra ante él al final del relato, es la presencia del mismo Dios.

La fuente de Siloé

La mención del evangelista Juan a la fuente de Siloé sugiere un paralelismo entre el templo y Jesucristo. Es conveniente que al menos el predicador lea el texto completo del capítulo 9, pues en la liturgia el texto aparece gravemente mutilado. Jesús manda al ciego a lavar el barro que le ha puesto en los ojos a la fuente de Siloé. En la fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas, una de las más importantes para los judíos, se recordaba el peregrinar por el desierto y la multitud de dones ofrecidos por Dios (nuestra cuaresma está también íntimamente relacionada con ese peregrinar y ese agradecimiento por lo recibido). Uno de los rituales de la celebración consistía en coger agua de la fuente de Siloé y derramarla sobre el altar de los sacrificios del Templo, para simbolizar así la presencia del Espíritu. Jesús cura al ciego, que ahora es capaz de ver, no solamente lo superficial, sino también lo profundo, pues reconoce la presencia del Espíritu en Jesús, al que declara Señor y ante el cual termina postrándose.

El gesto del barro

La actitud del que era ciego contrasta con la de algunos de los fariseos, que siguen sin poder ver. Sujetos a su modo acostumbrado de entender las cosas acusan a Jesús de no venir de parte de Dios, precisamente por haber hecho barro en sábado, algo expresamente prohibido. El gesto del barro recuerda al gesto de la creación del hombre: Jesús está re-creando al ciego, dándole una nueva vida, una visión. Lo importante es saber reconocer la presencia del Espíritu, que actúa más allá de los preceptos religiosos de toda índole: Dios crea la oportunidad de una nueva vida en cada instante. Solamente hay que saber reconocer a Jesús, ver en él la presencia salvífica de Dios, poner en él nuestra vida.

Se da un contraste interesante entre el ciego de nacimiento, que se supone pecador según la mentalidad de aquella época, y los fariseos, que eran una especie de santos profesionales y escrupulosos cumplidores de todos los preceptos. Es el supuesto pecador el que, una vez sanado o re-creado por Jesús, saber ver en él al Señor; es en el supuesto pecador en quien, como dice el propio Jesús, se revela la acción de Dios (9,3), y no en los fariseos. Jesús una vez más hace nuevas todas las cosas: el ciego resulta salvado y, tras ser expulsado por los fariseos, se convierte en seguidor de Jesús; los fariseos, supuestos santos, son realmente pecadores, pues diciendo que ven no son capaces de reconocer a Jesús: vuestro pecado permanece (9,41), les dice. Jesús es signo de contradicción: he venido a este mundo a entablar un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos (9,39).

Pecado y bondad

Existe en el texto de la carta a los efesios una dialéctica parecida entre pecado y bondad, pero esta vez expresada en términos de oscuridad y tinieblas. De noche todos los gatos son pardos: es el lugar de la confusión, del equívoco, de hacer pasar lo bueno por malo y lo malo por bueno. La luz, sin embargo, pone de manifiesto la injusticia, la maldad y la mentira. Los cristianos no solamente han recibido la luz para caminar de modo agradable a Dios; además deben ser luz: ahora sois luz, dice san Pablo. Por el Espíritu que habita en nosotros desde el bautismo somos capaces de lo justo, de lo bueno y de lo verdadero, pues tales son los frutos de la luz. Jesús obró en el ciego de nacimiento la re-creación y le concedió la visión, la vista, tras aclararse los ojos con las aguas de Siloé que significan el Espíritu. Nuestro pecado ha sido borrado por Jesús con las aguas de nuestro bautismo, y nos ha hecho hombres y mujeres nuevos. David fue ungido con el aceite para que el Espíritu penetrase en él. Nosotros somos también ungidos en nuestro bautismo. Agua y aceite, el Espíritu, en definitiva, que nos abre las puertas de una vida nueva. Quizá seamos pequeños, como lo era David, pero el Espíritu que habita en nosotros nos permite reconocer en Jesús al Señor, nos permite amar con su amor. De la muerte y las tinieblas somos llamados a la vida y a la luz. Por eso san Pablo cita lo que probablemente era un texto utilizado en el bautismo: Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

Quizá como le pasa a Jesús nuestro camino hacia la Pascua vaya llenándose de dificultades y opositores, pero hemos de ser conscientes de que la fuerza para recorrer ese camino nos viene de otro: hemos de estar abiertos a su acción, hemos de ser dóciles y obedientes a sus impulsos. Es Dios, con el Espíritu, el que mediante Jesús nos ha capacitado para recorrer ese camino hacia Él.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: 1 Samuel (16,1ss): Lo que no cuenta para los hombres es lo que cuenta para Dios

I.1. La primera lectura de este domingo nos relata la unción de David. Es un relato que quiere ofrecernos el fracaso de la monarquía de Saúl y el ascenso, desde lo más humilde, de David al trono. Sabemos que esta historia está idealizada hasta el máximo por los autores de la escuela que han querido ensalzar a David como rey justo, e incluso comprometer a Dios con un sistema de gobierno al que el profeta Samuel se oponía con todas sus fuerzas (1Sam 8-10). Lo que pueda haber de leyenda en todo esto tiene de positivo el origen humilde y sencillo que por la libre elección llega a servir a Dios en su proyecto sobre el pueblo.

I.2. Debería ser patente que los criterios morales de la escuela “deuteronomista” que redacta todo esto eran mucho más éticos y morales que la realidad histórica dura de cómo David subió al trono. En todo caso, la significación teológica del relato no deja lugar a dudas: Dios elige a David porque es el más pequeño, el que menos intereses tiene en todo esto, aunque la historia real de David y de su subida al trono en el libro de Samuel sea mucho menos limpia y clara. La “historia de Israel” es tan escabrosa como todas las historias de los pueblos circundantes… El profeta Samuel no quería ceder a la “monarquía” no solamente porque era un profeta tradicional, sino porque la monarquía copiaría los sistemas de los otros pueblos poderosos… No obstante los “deuteronimistas” sí dejan claro que lo que a Dios le interesa no es la “monarquía sagrada” en sí, sino que el rey sea justo y bueno con los que no tienen defensa. Por eso, nos recuerda el origen sencillo y humilde del pastor… que llegó a ser rey. Y eso no se debería olvidar nunca.

IIª Lectura: Efesios (5,8-14): La obras de la luz son vida

II.1. La segunda lectura recuerda a la comunidad a la que se dirige esta carta que los que han llegado a la fe cristiana son hijos de la luz. Se supone que el autor, un discípulo de Pablo, está hablando a una comunidad que en otro tiempo eran paganos, es decir, “nada” para los judíos. El recuerdo de los orígenes humildes implica un proceso pedagógico que siempre busca la terapia espiritual de revivir realidades profundas. Todo lo que no sea eso, es un “dormirse”, un olvidar el misterio de la gracia de Dios y de la salvación. Por eso el misterio de la luz es un misterio revelador, descubridor de las verdades de la vida que no se deben olvidar. Esta parte parenética o práctica de la carta a los Efesios se interesa por mostrar que los obras de las tinieblas son “estériles”, es decir, no engendran vida.

II.2. Podemos subrayar en el texto una concepción dualista bien marcada que puede prestarse a equívocos, como sucede en algunas expresiones de la comunidad de Qumrán, que también divide la vida moral y de la comunidad en dos categorías: los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. Pero si superamos ese dualismo, podemos entender bien que lo que se propone en este caso a la comunidad es que vivan en la fidelidad a Cristo que los ha llamado a una vida en la que los valores son: la bondad, la justicia y la verdad. Las obras de las tinieblas no se mencionan, sino que simplemente se suponen que son como el misterio de la muerte. Se está hablando en términos morales y éticos en lo que se puede coincidir, sin separaciones dualistas, con todos los hombres que viven de esos valores.

Evangelio: Juan (9): Jesús profeta de la luz de la vida

III.1. El evangelio de hoy es uno de los episodios más densos de la obra joánica. Un signo y un diálogo, en polémica con los judíos, nos presenta a Jesús como revelador de Dios que va destruyendo muchas cosas y concepciones que se tenían sobre Dios, sobre la vida, sobre la enfermedad, sobre el pecado y sobre la muerte. Juan enfrenta al hombre ciego de nacimiento con los fariseos, que son los que deciden sobre las cuestiones religiosas cuando se escribe esta obra. El ciego de nacimiento, en la mentalidad de un judaísmo teológico inaceptable, debía tener una culpabilidad, bien personal, bien heredada de sus padres o antepasados. Los simbolismos con los que está compuesto el relato: el barro de la tierra, la saliva, el sábado, el envío a la piscina de Siloé... nos muestran a un Jesús que domina la situación, en nombre de Dios, para dar luz, en definitiva, para dar vida y para mostrarse como la luz del mundo.

III.2. Se dice, con razón, que este es un relato bautismal de la comunidad joánica; una especie de catequesis para los que habían de ser bautizados, en un proceso que les debía enseñar cómo el recibir y vivir la luz de la fe les llevaría necesariamente a enfrentarse con el misterio de las tinieblas de los que no aceptan a Jesucristo. El hombre ciego, que llega a ver, que al principio no sabe quién es Jesús, poco a poco va descubriendo lo que Jesús le ha dado, y lo que los fariseos le quieren arrebatar. Así es el centro de la polémica: este pobre hombre que ha venido ciego al mundo tiene que elegir entre una religión de vida, de luz, de felicidad, o una religión de muerte, la que le proponen los "fariseos" a los que les duele más que el hombre haya sido liberado en sábado, que el que pueda asomarse a la luz de la vida. Se dice que es el debate de la comunidad joánica procedente del judaísmo, que ha aceptado a Jesús como el Mesías, frente al judaísmo de la sinagoga. La actualización, sin embargo, de este tema, nos muestra que mientras la religión no sea humana, comprensiva, iluminadora, misericordiosa, entrañable y restauradora, no tiene futuro en la humanidad. Y eso es lo que ha venido a traer Jesús al corazón de la religión de su pueblo.

III.3. El hombre debe ir a lavarse a la piscina del «enviado». Pero el enviado es el mismo Jesús. Podemos decir que aquel hombre no es curado = salvado, por la saliva y el barro, sino por lavarse, sumergirse en el misterio de la vida del Señor. Es un juego de imágenes llenas de sentido; de ahí su significado bautismal originario. Los vecinos, los parientes, los que le conocían en su ceguera y en su pobreza se asombran de aquel acontecimiento. Ha sucedido algo maravilloso, porque lo que viene de Dios no es comprendido más que por la fe. Los hombres y el mundo tenemos unos criterios demasiado cosificados para entender su manera de actuar. Toda aquella gente no podía comprender, ya que se necesitan otros ojos distintos para mirar lo que ha sucedido. Para ellos sólo existe una respuesta: Jesús, que significa salvador, y que es el enviado, ha logrado lo que parecía imposible para los hombres. «¿Donde está ése? Le preguntan las autoridades, y responde el hombre: ¿No lo se?». Nosotros vemos aquí algo más que una respuesta inocua. Aquel hombre ha comenzado a experimentar la salvación de Dios traída por Jesús. Pero no puede decir quién es Él, para los que sólo pretenden verlo con los ojos humanos. Aquel hombre no puede decir donde ésta Jesús, porque en el interrogatorio sólo existe un interés lejano de lo auténticamente salvador. Por eso no puede responder a los intereses mal intencionados.

III.4. El interrogatorio se hace más denso hasta arrancar de aquel hombre todo temor para confesar el misterio de la salvación. Más que otra cosa, el evangelista quiere apurar todo para contraponer a Jesús y la Ley. No se trata de contraponer a Jesús y a Moisés, aunque pueda parecerlo. Porque tras la figura de Moisés, como auténtico y único revelador de la Ley de Dios, los hombres quieren ocultar sus criterios religiosamente antihumanos. Ellos son discípulos de Moisés, pero ¿de qué les sirve? Si la ley fue dada para encontrar a Dios, y la interpretación de la Ley para facilitar el acercamiento; en el judaísmo sucede todo lo contrario. La Ley separa a los hombres de Dios. Es esto lo que ahora se quiere poner en evidencia. Los fariseos (todos los hombres que podemos ser egoístas) interponemos entre Dios y nosotros la ley, la tradición, los prejuicios de lo santo y lo sagrado…. Como si fuera voluntad de Dios, aunque no lo sea. Y por eso, Dios queda lejano, y nosotros nos hacemos dueños de nosotros mismos, fáciles para lo que nos interesa. La Ley puede ser el engaño de nuestra vida. Y con ella queremos comprar a Dios lo que no sabemos hacer con corazón desprendido. Este es el pecado del judaísmo, y sigue siendo el pecado de nuestro mundo religioso. Jesús viene para dar luz, para iluminar la ley. Para hacer posible una ley de libertad en el encuentro con Dios. Y esto pone en claro nuestro pecado.

III.5. Cuando Jesús oye que aquel hombre ha sido rechazado por el mundo religioso de su entorno sale a su encuentro. Y el hombre se entrega completamente a Él. Es Dios mismo, un hombre entre los hombres, quien ha salido a su encuentro y quien le ha abierto los ojos de su vida para que pueda sentirse libre. En este Dios, en Jesús, cree el ciego. El es su Señor. En el ciego de nacimiento están todos los hombres sumergidos en la tiniebla hasta que Cristo trae el conocimiento que ilumina: es la experiencia verdadera de las falsas seguridades de los judíos y del mundo. Pero otros, sin embargo, se encierran y se afirman en lo que creen les va bien. Y por eso permanecen en su ceguera. Es un juicio para el mundo, no porque Jesús venga a condenarlo (cf Jn 3,17ss), sino porque los hombres quieren permanecer en su hacer y en su vivir sin esperanza. Su pecado permanece. Es esto lo que quiere decir Juan para el judaísmo de entonces, y para el mundo religioso de siempre.




domingo, 23 de marzo de 2014

DOMINGO 3° DE CUARESMA


“Señor, dame de esa agua; así no tendré más sed”

En el camino de la Cuaresma, Moisés representa la etapa del Éxodo, de aquella Pascua que fue imagen y anticipo de la que se cumplió en Jesús. Aquella salida de la esclavitud de Egipto se convierte en profecía de la resurrección y ascensión de Jesús de este mundo al Padre, y anuncio de nuestra propia liberación del mal, del pecado y de la muerte.

Este tercer domingo de Cuaresma, junto a las figuras relevantes de Moisés, Jesús y la samaritana, cabe destacar el especial simbolismo del camino, la sed y el agua. En el evangelio se nos da cuenta de que Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, camina por la vida. También se cansa y se fatiga como nosotros. Y tiene sed. Pero Él ha venido a eso. A ser como nosotros y a encontrarse con cada uno, también tantas veces fatigados en la vida, cansados de caminar, sedientos.

La Palabra de Dios nos invita hoy a tomar conciencia una vez más, de que Dios sigue con nosotros, camina a nuestro lado, ofreciéndonos siempre el reposo y aliento que precisamos para continuar con una vida más digna y plena. Reconocemos que muchas veces no acudimos a Él como el mejor pozo, el mejor manantial, la mejor agua para experimentar ya aquí la vida eterna, para vivir para siempre.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA   

“Para comprender toda la belleza de esta figura, hay que tener el marco histórico en que sucedió. Fue cuando los israelitas huyendo de Egipto se encuentran en el desierto sedientos y casi blasfeman: ‘¿Está o no está Dios con nosotros? ¿Nos vas a dejar morir de sed? Mejor no nos hubieras sacado de aquel cautiverio’. ¡Qué difíciles son los pueblos ante los que los quieren redimir! Y Moisés se dirige a Dios ?orar es el escape de todo profeta?: ‘¡Señor! ¿Qué hago con este pueblo? ¡Me van a apedrear, me van a matar!’. Y Dios, con la serenidad de la omnipotencia, él que va guiando por pasos difíciles que parecen imposibles a los pueblos, calma a Moisés” (Mons. O. Romero, 26/2/1978).

Lectura del libro del Éxodo 17, 1-7

Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: “¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?”. El pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: “¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?”. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: “¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?”. El Señor respondió a Moisés: “Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo”. Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel. Aquel lugar recibió el nombre de Masá –que significa “Provocación”– y de Meribá –que significa “Querella”– a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: “¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?”.
Palabra de Dios.

Salmo 94, 1-2. 6-9

R. Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.

II LECTURA   

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 5, 1-2. 5-8

La Pascua no es “para los que se portan bien” o un premio “por no haber pecado”. Es justamente al revés: en la Pascua, celebramos la salvación de quienes somos pecadores, y por eso es fundamentalmente Acción de Gracias.

Hermanos: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Palabra de Dios.
EVANGELIO    

Señor, nosotros te pedimos, “danos de beber”. Tu agua calma la sed de nuestra alma, de nuestras búsquedas, de nuestros dolores y angustias. Señor, caminamos en un desierto, y muchas veces nos queremos quedar tirados, porque se nos van las fuerzas. Por eso, tu agua es fundamental para que podamos seguir caminando.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 4, 5-42

Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’ tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. Jesús le respondió: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí”. La mujer respondió: “No tengo marido”. Jesús continuó: “Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad”. La mujer le dijo: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. Jesús le respondió: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy yo, el que habla contigo”. En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: “¿Qué quieres de ella?” o “¿Por qué hablas con ella?”. La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?”. Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: “Come, Maestro”. Pero él les dijo: “Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos se preguntaban entre sí: “¿Alguien le habrá traído de comer?”. Jesús les respondió: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquel que me envió y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría. Porque en esto se cumple el proverbio: “Uno siembra y otro cosecha”. Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos”. Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que hice”. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Torturados por la sed

Para la mayoría de nosotros, el agua es una realidad cotidiana y abundante. Tanto que hasta llegamos a desperdiciarla. Se abre el grifo y ya está. No tenemos la experiencia verdadera y radical de pasar sed. Pero aún hoy, tantos seres humanos, tantas mujeres también, en muchos lugares y países de la tierra han de recorrer distancias enormes, kilómetros, en busca de agua.

Donde se puede tener la experiencia más radical de lo indispensable que es el agua para la vida es en el desierto. Todos hemos experimentado la sed, pero estar “torturados por la sed”… ¿Cómo será esa experiencia? Es la realidad que vivió Israel y nos cuenta el pasaje del Éxodo de este domingo. Por eso Dios se reveló a sí mismo como el salvador de su pueblo elegido haciendo manar el agua de la roca por mediación de Moisés.

Pero sí hay otras clases de sed que todos experimentamos en la vida, a las que nos remite hoy la Palabra de Dios. El ser humano busca constantemente llenar sus vacíos, colmar sus anhelos infinitos de amar y ser amado, superar sus deficiencias y limitaciones, vivir más y cada vez más plenamente; y este tipo de sed puede, a veces, torturarnos, si no logramos acercarnos a los verdaderos manantiales donde encontrar la alegría, la paz, el amor, la vida auténtica, en definitiva.

Cuando un hombre pasa sed y agua nos da

El recorrido cuaresmal que hacemos cada año es una imagen de nuestro propio éxodo. En el camino de la vida todos experimentamos el cansancio, las dificultades de todo tipo, desorientación, soledad, hambre y sed. Jesús también tuvo estas experiencias, como nosotros. El relato del evangelio de san Juan de este domingo nos presenta a Jesús cansado, “fatigado del camino”. Hace la ruta de Galilea a Jerusalén (Judea), que es dura, cuesta arriba. Y además, en ese recorrido hay que cruzar una tierra pagana, un pueblo impuro: los samaritanos.

Jesús hace un alto en el camino, busca el descanso y tiene sed. Necesita recobrar fuerzas y lo hace junto a un pozo, el manantial de Jacob. El pozo es imagen de manantial, de agua. Pero también un pozo nos remite a la idea de profundidad y hondura. Resulta muy sugerente esta referencia al pozo en nuestra vida: ¿a qué pozos o fuentes acudimos? ¿A quién acudimos cuando estamos cansados, cuando nos puede la sed, cuando no podemos seguir? ¿Dónde buscamos fundamento para nuestro existir, creer, esperar, luchar… vivir, en definitiva?

El texto nos da cuenta de que Jesús no sólo busca un manantial, un pozo. Jesús se dirige a una mujer que se acerca, una mujer samaritana. Rompe esa barrera, ese tabú de que un buen judío debía evitar todo contacto con los samaritanos. Una vez más el actuar de Jesús es una muestra de que ha venido a la tierra enviado por el Padre, para acercarse a todos, hablar y encontrarse con todo ser humano. Nosotros, sin embargo, muchas veces hacemos distinción de personas, ponemos barreras, marginamos, excluimos, despreciamos…

Llama la atención que lo primero que hace Jesús en este diálogo es pedir de beber, mostrarse sediento, necesitado de los demás, como nosotros. La mujer samaritana enseguida va a comprender que aquél que le pide de beber es portador de un agua nueva, diferente, de otra clase. Como en otros pasajes del evangelio, Jesús pide algo antes de devolver con creces. “Señor, dame de esa agua”. Se pasa de un agua que quita la sed a esa otra agua que da la Vida.

Si vienes conmigo de camino, jamás yo tendré sed

Al escuchar las palabras de Jesús, en ese diálogo intenso y profundo, la samaritana reconoce en él al Salvador y comprende que es la fuente de una vida nueva, la vida más hermosa, la que no tiene fin porque viene de Dios. Caminar al descubrimiento de Dios es como ir al pozo a buscar agua: hay que hacer un esfuerzo y tener sed de encontrarlo. ¿Cómo está nuestro deseo y nuestras ganas de seguir buscando y conociendo más a Dios?

Como la samaritana, es preciso que también nosotros nos preguntemos dónde está el Dios verdadero, en qué monte, en qué templo, en qué pozo… La respuesta de Jesús es la clave. Para encontrar a Dios hay que darle culto, adorarle en “Espíritu y Verdad”. Se abre un nuevo horizonte. Esa agua que da la vida nos lleva más allá de los sacrificios, liturgias, normas, cánones… ¿Cómo llegamos a encontrarnos verdaderamente con Dios y a experimentarlo como hijos? Respondiendo a la llamada de su amor incondicional de Padre. Y recibiendo el agua viva del bautismo que representa y contiene el don del Espíritu Santo.

Jesús, el Mesías, aparece como el Moisés de la Nueva Alianza que da agua viva a su pueblo. Un agua profunda es la palabra en el corazón de la persona, un río que brota, una fuente de vida. El agua que nos ofrece Jesús es su Palabra, su enseñanza llena de sabiduría divina. El que guarda esta Palabra no verá la muerte jamás, vivirá para siempre. Esta agua tan especial simboliza y representa el Espíritu. Sólo esta agua que nos da el Hijo sacia y satisface nuestra alma inquieta e insatisfecha, nuestros anhelos, carencias y búsquedas.

La samaritana, apenas salió de su diálogo y encuentro con Jesús, se convirtió en misionera, en testigo, en predicadora; y muchos samaritanos creyeron en Jesús “por la palabra de la mujer”. ¿A qué esperamos nosotros?

Señor Jesús, danos tu Espíritu, para vivir y darte el culto que realmente quieres. El Espíritu, principio del nuevo nacimiento, es también principio del nuevo culto espiritual, culto en “verdad”: la entrega de nuestra vida a diario, a hacer el bien a todos nuestros hermanos; a promover sin cesar la dignidad, la justicia, la fraternidad y el cuidado y respeto a todos y a todo cuanto nos rodea.

“Señor, cuando tenga sed, envíame a alguien que necesite agua” (Oración M. Teresa de Calcuta)



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Éxodo (17,3-7): Masá y Meriba: Dios siempre da de beber

I.1. Los nombres de Masá y Meribá -en los que se ha establecido una relación etimológica con el hecho “de tentar y de contender” (reyerta y tentación), de que habla el relato-, son con toda seguridad nombres de lugares antiguos que se han cargado de mito y leyenda. Pero también ha venido a tener su simbología en la actitud por la que pasa el pueblo y por la que pasan por los todos los creyentes; por eso no importa mucho si ignoramos en dónde están y en qué desierto. La leyenda judía ideó que esa roca iba siguiendo a los israelitas por el desierto. Y de ahí tomó pie Pablo para hacer una lectura midráshica, como han puesto de manifiesto los especialistas y glosar, desde la perspectiva del cristiano que ve en Cristo el gran signo de Dios: "Y la roca era Cristo" (1 Cor 10,4).

I.2. La roca del Horeb sobre la que debía golpear Moisés para dar agua al pueblo en el desierto, en las fuentes de Meribá, ha tenido una gran tradición en el Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos (78; 95; 105; 106; Sab 11,4). Ya se sabe que el desierto es el lugar de la prueba, especialmente por la necesidad de beber. El agua, en Israel, era y es un tesoro, porque es una pequeña región rodeada de desierto. Un poco de agua es como un milagro y toda sequía es como un castigo y una tentación. Al pueblo, en el desierto, no le compensa su libertad frente a los faraones; no quieren morir en el desierto, aunque podían haber muerto esclavos y explotados cerca de la pirámides de Egipto. Pero así es el sino de todo tipo de liberación.

I.3. “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” Es la pregunta del pueblo sediento… ¿de qué vale la libertad conquistada? El texto quiere reafirmar la fe de un pueblo en Dios, pase lo que pase y suceda lo que suceda. Es más, las dificultades y adversidades deben ser las que ponga de manifiesto la fe en Dios, porque siempre Él, de una manera o de otra, nos “da del agua de la roca”… Dios está en medio de nosotros, pero no podemos exigirle que lo muestre como nosotros queremos, sino que sepamos buscar “el agua” que nos proporciona de rocas que en su entraña llevan una fuente. Sin la vara de Moisés, sin el milagro de la magia, sino con la confianza y la fortaleza de ánimo, porque Dios ¡sí está en medio de nosotros!

IIª Lectura: Romanos (5,1-8): Dios nos ofrece la salvación "por amor"

II.1. La segunda lectura nos ofrece una enseñanza clave en esta carta paulina. La verdad es que la liturgia no ha tomado la totalidad de este conjunto, uno de los más fuertes y densos de este escrito paulino. El apóstol comienza en este instante el meollo de su carta (5,1-8,39) y lo hace con una significativa proclamación kerygmática de lo que Dios ha hecho por la humanidad, por medio de Cristo que “lo ha llevado” hasta dar la vida por todos. Esto es básico en el pensamiento de Pablo y en la proclamación de la condición de la religión cristiana. Vemos aquí que es Dios el que sale al encuentro del hombre, no el hombre el que sale a la búsqueda de Dios. Por eso debemos seguir afirmando que el cristianismo es la religión de la gracia, de la oferta, del milagro de la misericordia y gratuidad divina.

II.2. Pablo, aquí, centra su pensamiento en lo que significa en la vida presente para los creyentes ser justificados por la fe. La salvación, pues, es una gracia de Dios que se nos otorga mediante nuestra confianza en Jesucristo. El enunciado de esto es de un calado teológico sin precedentes, dicho, además, por alguien que procede del judaísmo, como Pablo. Esta gracia es lo que define la justicia de Dios y la vida cristiana. De esto es de lo que debe gloriarse el cristiano, de creer y experimentar la gracia que nos llega por medio del Espíritu de Dios. Pablo está queriendo decir que no hay que gloriarse del esfuerzo que debemos hacer para salvarnos, porque entiende que la salvación es una gracia, un regalo; pero también los regalos hay que saber acogerlos y agradecerlos.

II.3. ¿Qué significa, pues, la proclamación kerygmática de Rom 5,1-11? Pues que la justificación ó si queremos la salvación, para ser más directos, tiene una estrategia que ha establecido el mismo Dios, por medio de Cristo. Aunque Pablo no se va a poder liberar del lenguaje propio del AT, de los sacrificios y de la muerte, no debemos quedarnos en eso, sino en lo que se afirma. Cristo murió por los “impíos”… y puesto que Dios nos ama (v. 8), Cristo dio su vida por nosotros. ¿Era necesaria esa muerte? Para Dios no era necesaria, y no es Dios quien entrega a la muerte a Jesús, sino los hombres. Pero la formulación de Pablo quiere dejar clara la iniciativa divina. Esto ha ocurrido porque Dios nos “ha amado” y nos ama…

Evangelio: Juan (4): El agua viva de una religión de gracia

III.1. El evangelio, de san Juan (en este domingo se prescinde de Mateo), nos ofrece una de las escenas y diálogos mejor construidos del cuarto evangelista. Todo hemos escuchado alguna vez esta narración de Jesús y la samaritana; aunque no siempre hayamos podido abarcar todo su significado y profundidad. Puede que hoy no la oigamos completa, pero su sentido es el mismo que exponemos. Jesús pasa por territorio de herejes, como eran considerados los samaritanos por los judíos ortodoxos. Es una vieja historia de odios y rencores a causa de la religión. Los samaritanos se consideraban herederos de los patriarcas, tenían su Pentateuco, creían en Yahvé, en Dios, pero unos y otros pensaban que su “dios” era mejor que el otro, y su templo, y su monte santo, y su agua y sus fuentes. La escena se sitúa en Samaría.

III.2. Los samaritanos proceden de la unión de tribus asirias y de judíos del reino del Norte antes de su destrucción en el año 721 a. C.. Después se llegó a un verdadero cisma entre judíos y samaritanos, como rigorismo de la reforma judía que sigue al destierro de Babilonia. Los samaritanos se opusieron a la construcción del nuevo Templo de los judíos. Construyeron otro santuario para ellos en el monte Garizim que fue destruido en el año 129 a C.. Los samaritanos se consideran descendientes de los Patriarcas, y estaban orgullosos del pozo que -decían- les había dejado su padre Jacob por medio de José (Gn 33,19;48,22; Jos 24,32). Los samaritanos solamente creen en los cinco libros del Pentateuco; aún hoy existen tribus samaritanas. Un judío religioso debía evitar todo contacto con los samaritanos, no solamente impuros, sino herejes, y lo que menos se podía pensar era en pedirle a ellos de comer o beber (Cf. Eclo 50,25-26; Lc 9,52; 10,33; Mt 10,5). En este relato van a coincidir una serie de factores, muchos tipológicos, para enseñar verdades que nunca deberíamos olvidar. Jesús fatigado del camino, deja Jerusalén, va hacia Galilea y pasa por Samaría que era un lugar que evitaban los judíos piadosos. El, Jesús, un hombre, un judío, y si queremos Dios «pide» a una mujer pecadora y herética. Jesús, a una samaritana, a una persona que por herejía solo podía dar hastío y maldición, le pide. Ya sabemos que Jesús le pide para dar él mucho más. El diálogo es sabroso, es un diálogo con alguien maldito. Y Jesús ofrece a cambio «agua viva». Esta expresión en el AT significaba: los valores de la vida, la revelación, la Sabiduría divina y la Ley (Cf: Jer 2,13; Zac 14,8; Ez 47,9; Prov 13,14; Is 44,3; Jl 3,1). En nuestro caso, a cambio, Jesús ofrece por el agua del pozo (que puede significar el judaísmo con lo que prometía y no daba, ya que los samaritanos también eran judíos), «agua viva» que según el mismo Juan es el Espíritu que da la vida eterna (cf: Jn 7, 37-39).

III.3. Jesús no pasa por casualidad por aquél camino, ya que a la ida o vuelta de Jerusalén, había que evitar este territorio central de Tierra Santa; había elegido él mismo el camino por el que debía pasar; se siente cansado, pero, más bien que por el camino, a causa de estas disputas religiosas sin sentido y le pide a la mujer (representante de todo un pueblo odiado y condenado) agua, llega pidiendo, no ofreciendo. Existe desconfianza, aunque Jesús ha venido para ofrecer a estos herejes un espíritu nuevo, un agua viva, un culto nuevo, un Dios verdadero. El agua del pozo estaba encerrada y el pozo era hondo; representa el judaísmo y el samaritanismo. Es una crítica a las religiones que ponen tanto empeño en sus cosas, en sus tradiciones, en sus costumbres y en sus normas. A una y otra religión les faltaba el agua viva, carecían de Espíritu y verdadera adoración. Vemos a Jesús que escucha las quejas de la mujer samaritana contra los judíos; pero Jesús, en el evangelio no representa a los judíos, aunque sea confundido con uno de ellos. Advirtamos que Jesús pide, para dar; pregunta, para responder; siente sed, para ofrecerse como agua viva.

III.4. Con esa dinámica de contraste, la teología joánica de este pasaje, emblemático a todas luces, propone una religión nueva y un culto nuevo: el culto en Espíritu y verdad. El Espíritu dará a conocer cuál es el culto que tiene sentido: el conocer a Dios y el adorarlo como Padre. Pero los judíos y los samaritanos no adoran precisamente a un Dios como Padre, sino a un dios que ellos mismos se han creado a su modo y manera; el dios que justifica sus odios y rencores. Esa religión, que muchas veces sigue siendo la dinámica de nuestras religiones actuales es un contra-Dios y anti-evangelio. Hoy, pues, también podemos aprender mucho desde el punto de vista ecuménico en la celebración de la eucaristía con este evangelio joánico. Ese no pasar de lejos por el terreno, por el mundo o la vida de los malditos; ese pedir para dar y ofrecer en nombre del Dios vivo la felicidad y la vida verdadera… es lo propio de la “religión” de Cristo. Son muchos los desafíos que esta narración evangélica nos sugiere. El relato nos muestra a un Jesús que en este caso no es un simple judío, sino el Logos de Dios, que habla y dialoga con una mujer (que representa a un pueblo con sus influencias sincretistas, pero al fin y al cabo una mujer)… que descubre algo nuevo que viene de Dios. Y entonces todo cambia… se dejan de lado historias pasadas, reglas que atan el corazón y el alma de la gente religiosa… y hacen posible descubrir a Dios como Padre.






domingo, 16 de marzo de 2014

DOMINGO 2° DE CUARESMA


“Este es mi Hijo, el amado, 
mi predilecto. Escuchadle”

Contemplamos en el evangelio de este Segundo Domingo de Cuaresma, la Transfiguración del Señor, escena que nos habla de la Resurrección que tendrá lugar en la Pascua, pero también de la autoridad de Jesús con el que hablan Moisés y Elías –la Ley y los Profetas-. Nos habla también de la cercanía de Jesús con sus amigos –los más cercanos, Pedro, Santiago y Juan- y sobre todo nos habla de las promesas de vida y plenitud que la Buena Nueva de Jesús trae al mundo. Sin embargo, en cristiano, para alcanzar esas promesas de Vida, para llegar a la Resurrección, es inevitable pasar por la Pasión, y para llegar con buen temple a ella, está la Cuaresma… que no hay otra manera de verla que como el mensaje que dirige Dios a Abrahán en la primera lectura, del libro del Génesis, que hoy se nos lee: sal de tu tierra, de lo conocido, de hacer las cosas como siempre, para dejarse encontrar por la sorpresa de Dios, que amplía la vida de cada uno si nos atrevemos a salir de nuestra tierra, de nosotros mismos, para escuchar a Jesús y seguirle.


CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA   

Abrahám sintió en su corazón el llamado de Dios, por eso hizo de sus búsquedas una vocación. ¿Qué fue primero: el llamado o la búsqueda que hace que escuche el llamado? Es imposible distinguirlos, pero es allí donde Abrahám se transforma en modelo. No por renunciar a su tierra paterna, porque eso ya lo había aprendido, ni por ir hacia mejores tierras, porque era parte de su cultura. En eso no hay nada nuevo. Lo nuevo, lo totalmente nuevo, está en darle un sentido religioso a lo que era puramente humano. Y así lo humano se transforma en camino de fe, y búsqueda de Dios.

Lectura del libro del Génesis 12, 1-4ª

El Señor dijo a Abrám: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado.
Palabra de Dios.
Salmo 32, 4-5. 18-20. 22

R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA   

Ser “llamados a una vida santa” es la respuesta generosa a nuestro compromiso bautismal. Llevar una vida santa es asumir la realidad de nuestra vida y hacer las cosas ordinarias de cada día de manera extraordinarias.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 8b-10

Querido hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia.
Palabra de Dios.
EVANGELIO    

No está mal disfrutar de los momentos de paz, contemplación y serenidad. Pero esos momentos no pueden ser una huida del mundo. Dios nos hace esos regalos para que sigamos anunciando su evangelio con un corazón renovado.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 1-9

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

…Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta…

Los momentos más significativos de la vida de Jesús –quitando quizás el momento de las tentaciones y el del Bautismo- Jesús los vive con sus discípulos más cercanos, con los que quiere y a quien quiere. En un gesto así, tengo yo que se nos invita a nosotros a reconocernos en ellos, pero no sólo en una clave imaginativa de representarnos lo que ellos vivieron, sino como un auténtico ponernos en su lugar, tratar de tener los mismos sentimientos y emociones que ellos… ¿qué sentían Pedro, Santiago y Juan? A la montaña iba Jesús a orar, y ellos, pendientes y ansiosos de saber, de estar con él, de aprender, de pasar su tiempo con el Maestro, con gusto irían acompañándole, dejándose guiar por su amor por él. Esa actitud es clave para el discípulo, para el cristiano, la de quien ha visto y oído y sentido, que ahí, en esa persona, hay alguien que tiene palabras de vida. La cuaresma pues ha de tener un mucho de eso, de buscar los mismos sentimientos que aquellos que seguían a Jesús, renovar nuestro amor, nuestra esperanza, nuestra ilusión en el mensaje de Jesús de Nazaret, la pasión por hacerlo vida en nuestra vida, nuestros deseos de plenitud y de vida, como los discípulos más cercanos del Maestro.

…Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz…

La Transfiguración, dicen los expertos biblistas, es un anticipo, una prefiguración, un anuncio de lo que la Resurrección sería, del verdadero ser y la verdadera identidad de Jesús como Hijo de Dios, que se muestra en la gloria de su identidad. Es esa transfiguración que muestra a Jesús como la plenitud de Dios, como el Hijo amado, la que nos habla de las promesas de vida y plenitud del evangelio, la garantía, el anticipo, de que el mensaje de vida y libertad de la Buena Nueva son reales y posibles… Jesús como Hijo de Dios, muestra también la plenitud humana, lo que todo ser humano está llamado a ser, la identidad divina de Jesús nos habla también de la verdadera identidad humana, la que buscar y la que ir haciendo vida en el seguimiento de Jesús, la identidad que es plenitud cuando nos hacemos don, y cuidado, y liberación para los otros. Otra clave a tener presente en la cuaresma.

…Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él…

De nuevo dicen los expertos que en esa conversación que mantienen con Jesús dos grandes personajes del Antiguo Testamento -Moisés como imagen de la Ley que tenía el pueblo de Israel como norma de conducta; y Elías como imagen de los Profetas que fueron en su historia y que recordaron las palabras de justicia de Dios-, en esa conversación se muestra la autoridad y superioridad del nazareno sobre ellos. Jesús trae la nueva Ley, la del amor, y hace presente la verdadera Justicia, la de la compasión y la misericordia. Pero esa superioridad está hecha de respeto y de consideración, de cumplimiento, una conversación como esa nos hace ver en imagen como Jesús, vinculado a la historia de la Revelación, a la Alianza de Dios con el pueblo de Israel, las trasciende y les da completo cumplimiento, haciéndola real en el amor y la misericordia, llevando a su perfección la historia de Dios con Israel, las promesas de la Alianza, hasta el amor y la misericordia, centro de su mensaje, y real camino de vida para el cristiano.

…Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!...

Es por eso que los discípulos pueden afirmar su contento en esa situación, porque son capaces de atisbar algo del cumplimiento de esas promesas de plenitud, son capaces de experimentar la hondura y la realidad de las promesas de amor y misericordia de Dios para el mundo que muestra su Hijo, Jesucristo. Esas promesas, que en este pasaje se muestra en imagen de gloria y en un lenguaje profundamente mítico, como una teofanía -una manifestación de la gloria de Dios-, nos hablan de realidades muy humanas, de los profundos deseos de cada uno… deseos profundos de paz, de hermosura, de bondad, de amor, de fraternidad, de plenitud, de conocimiento, de verdad… Deseos a los que es el amor y la misericordia los que responden, deseos que sólo son posibles alcanzar atendiendo a todas las dimensiones humanas, desarrollando todas las posibilidades humanas, teniendo en el centro de todas ellas, la sed de trascendencia, la sed de Dios, de más… Pero siendo también conscientes que en la profunda paradoja que es el ser humano, para alcanzarlas hay que vaciarse de ellas… en la paradoja que para encontrarse, hay primero que darse por entero, en la paradoja de que a la vida plena, sólo se llega a través de la muerte… la muerte de todo lo que nos encierra sobre nosotros mismos, la muerte de lo que nos centra en el yo, para poder abrirnos al otro y al Otro absoluto… la paradoja de que dándonos por entero, es como nos llenamos por entero…

…Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle…

Por eso la voz de Dios señala precisamente a su Hijo, porque ese es el mensaje central del amor y la misericordia que Jesús de Nazaret muestra, que es en la entrega más radical, como se alcanza la vida más plena, por eso la voz de Dios apunta a escuchar a su Hijo, nos apunta a que es escuchándole como se alcanza esa plenitud y esas promesas… Escuchándole y no sólo oyéndole… escuchar implica no sólo atención, sino también acción, poner por obra lo escuchado, interiorizarlo, meditarlo, hacerlo parte de uno, hacer vida lo escuchado… Y escucharle es atender a toda su vida, a sus gestos, sus palabras, sus enseñanzas, su testimonio… y su entrega, su entrega hasta la muerte y una muerte de cruz, su entrega por amor.

…Levantaos, no temáis…

Y precisamente ese “levantaos” es lo primero que escuchan los discípulos de Jesús tras la voz del Padre. Un levantaos que es un ánimo a ponerse en camino, a hacer vida de esa experiencia de plenitud, de esa promesa atisbada, un ánimo para hacer vida lo escuchado en la vida de Jesús… con la prueba de que merece la pena ese camino. Un levantaos que enlaza con la primera lectura de hoy y el mensaje de Dios a Abrahán para salir de su tierra hacia las promesas de vida que el Señor le tiene preparadas. Salir de la propia tierra en cuaresma bien podemos leerlo como dejar atrás lo común, lo conocido, lo habitual, lo que hacemos siempre, lo que nos tiene atados a lo que hay de conocido y banal en nuestra vida, para dejarnos sorprender por Dios, para ir en búsqueda de esas promesas de vida.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Génesis (12,1-4): La confianza en Dios, base de la religión

I.1. El relato de la vocación de Abrahán abre las lecturas de este segundo domingo de cuaresma. Es un relato que viene a manifestar la promesa de Dios que nunca abandonará a la humanidad. En Gn 1-11 se ha repasado, sucintamente, con alardes literarios y casi míticos, el misterio de la humanidad en general, que poco a poco ha querido emprender un camino independiente de Creador. Si debemos reconocer que lo allí descrito no puede ser “historia pura”, la verdad de todo está en llegar a la situación en la que es necesaria de nuevo la mano de Dios para poner su obra creadora en armonía con su proyecto de salvación. Es por eso que Gn 12 es tan importante desde el punto de vista de la “historia de la salvación”. Dios siempre encuentra hombres o grupos para que su obra pueda seguir teniendo esa categoría creacional buena.

I.2. Ya en esos capítulos anteriores se ponía de manifiesto, puntualmente, el proyecto salvífico de Dios, que nunca podía guardar silencio ante las acciones de los hombres; pero quizás las cosas se presentan allí con una cierta mentalidad pesimista. Ahora ese proyecto salvífico del Creador se va a hacer muy concreto con el “padre de los creyentes”, con Abrahán. Este personaje, al que se hace originario de la cuenca de los dos ríos de Mesopotamia, de Caldea, donde existía una cultura muy antigua, se le pide abandonar la tierra, los lazos de siempre, porque Dios quiere comenzar algo nuevo en un sitio menos deslumbrante ¡no olvidemos este detalle!. De entre aquellos nombres oscuros y sin grandeza enumerados en las páginas precedentes del Génesis, surge Abrahán y con él se pone de manifiesto la virtud del creyente que se fía rotundamente de Dios y que busca una luz nueva.

I.3. La carta a los Hebreos (11,8-10) describe profundamente ese momento: se fue a una tierra extraña, sin saber adónde iba. Pero Dios no falla nunca; pide, pero siempre responde. Abrahán debe dejar detrás la cultura de los ziggurat, la grandiosidad de los dioses mesopotámicos que no han llenado, a pesar de todo, la vida de los hombres. Atrás queda Babel, los intereses de los pueblos y ciudades, sus confusiones y orgullos..., porque Dios, un Dios con corazón, le quiere brindar a él, y con él a la humanidad, una vida con más sentido. Babilonia es la encarnación de todas las potencias políticas que han hecho derramar sangre y lágrimas a la humanidad. Dios, el Dios creador, no quiere eso para la humanidad… y Abrahán emprender, según nuestro relato, el camino de la fe, de la confianza (emunah) absoluta en Dios. Comienza así, idílicamente si queremos, una nueva manera de entender la religión como experiencia de confianza en Dios creador y salvador. Esta es la clave de la fe de Israel. Los dioses babilónicos serían “muy cultos”, pero nunca quisieron la confianza de los hombres, sino el someterlos.

IIª Lectura: IIª Timoteo (1,8-10): La pasión del evangelio como salvación

II.1. El autor de este texto epistolar, presuntamente Pablo, recomienda a su discípulo Timoteo que se haga cargo de la misión y vocación que ha recibido de parte de Dios: anunciar el evangelio. Es un texto hermoso, de un buen discípulo de Pablo si es que aceptamos, como máxima probabilidad, que Pablo no lo escribiera. La mímesis o adaptación al pensamiento paulino es encomiable. Conceptos como testimonio (martyrion), fuerza de Dios (dynamis theou), el verbo salvar y llamar (sôsantos… kai kalésatos), obras frente a gracia (erga-charis). Todo esto tiene como objetivo final destruir la muerte (thánatos) y ofrecernos la inmortalidad (aphtharsía) por medio del evangelio. Muchas cosas son de Pablo, otras suponen un evolución de su pensamiento. Pero las afirmaciones, todas, son un buen ejemplo del kerygma cristiano, de aquello que se debe proclamar al mundo.

II.2. Es la tarea más arriesgada de un hombre comprometido con una comunidad. Por ello, anunciar el evangelio no es relatar cosas o doctrinas carentes de sentido. Al contrario, como buena noticia que es, y como los hombres necesitan estas buenas noticias para vivir, se debe poner de manifiesto que Dios nos ha salvado. Eso, independientemente de nosotros; porque el plan de Dios, como se expresa el autor de Timoteo, es un proyecto de gracia. Y ese plan tiene un nombre concreto, una historia que puede conocer toda la humanidad; se trata de Jesús de Nazaret, el Mesías cristiano, quien ha venido para destruir la muerte, el pecado, el odio... y para darnos una esperanza nueva. El cristianismo se fundamenta en esto, y como Abrahán debemos poner en ello toda nuestra “confianza”, porque tenemos, además, la garantía de Cristo.

Evangelio: Mateo (17,1-9): La Transfiguración, la transformación de lo divino en lo humano

III.1. Todos los años, en el segundo domingo de cuaresma, leemos el relato de la transfiguración. Corresponde, pues, en este domingo leer el texto de Mateo. Los pormenores del este relato mateano no nos alejaría mucho de su fuente, que es Marcos (9,2ss). Lucas (9,28ss) sí se ha permitido una autonomía más personal (como la oración, por dos veces, que es tan importante en el tercer evangelista y otros pormenores, como cuando Moisés y Elías hablan de su “éxodo”). Para el evangelista Marcos es el momento de emprender el viaje a Jerusalén y este es el punto de partida; Lucas ha querido adelantar la Transfiguración antes de emprender de una forma decisiva el “viaje” (9,51ss). Por tanto, Mateo es el más dependiente de Marcos a todos los efectos literarios. Deberíamos pensar que una experiencia muy intensa vivida por Jesús con algunos de sus discípulos, ha marcado la tradición de esta narración.

III.2. El hecho de que esté en este momento, tras la predicación de Jesús en Galilea y ya a las puertas de emprender el viaje definitivo a Jerusalén, resulta elocuente. No podemos negar que esta narración está concebida con el tono apocalíptico y con el lenguaje veterotestamentario pertinentes. Las dos columnas del AT, Moisés y Elías son testigos privilegiados de esta “experiencia”, en el monte (que nosotros lo conocemos como el Tabor, pero que no está identificado en el texto, y no es necesario). Porque el “monte” en cuestión es un símbolo, un lugar sagrado, un templo, el cielo… Precisamente esos dos personajes del AT tuvieron con Dios su experiencia en el monte, el Sinaí o el Horeb que es lo mismo. Por tanto, ya podemos llegar a percibir unas claves concretas de lectura a partir de estas semejanzas con los personajes mencionados. Por una parte están esos personajes para ser testigos de la “intimidad” de Jesús, el Hijo de Dios, pero en su necesidad más humana… Jesús, no es un impostor que habla del Reino a los hombres sin autoridad. Moisés y Elías testifican que no es así… si “conversan” con él es porque ellos le conceden a Jesús el “testigo” definitivo de la revelación. Pero este no es solamente un nuevo Moisés o un nuevo Elías… es el Hijo, como hace notar la voz celeste: escuchadlo!

III.3. Independientemente de la fisonomía literaria y teológica del relato, con las cartas marcadas por la cristología que respira la narración, nos preguntamos: ¿Qué significa la transfiguración? La transformación luminosa de Jesús delante de sus discípulos, ya camino de Jerusalén y de la pasión, es como un respiro que se concede Jesús para ponerse en comunicación con lo más profundo de su ser y de su obediencia a Dios. Jesús lee, digamos, su propia historia a la luz de su obediencia a Dios con objeto de llevar adelante ese plan de salvación para todos los hombres. Jesús no sube al monte de la transfiguración siendo el Hijo de Dios de la alta cristología, sino el hombre-profeta de Galilea que pregunta a Dios si el camino que ha emprendido se cumplirá. Por eso Lucas pone tanto interés en la oración, porque estas cosas se preguntan y se viven en la oración. Y las respuestas de Dios se escuchan también en la experiencia de la oración. De esa manera, los dos personajes que se presentan acompañando a la nube divina, Moisés y Elías, representantes cualificados del Antiguo Testamento, indican que ahora es Jesús quien revela a Dios y a su mundo. Los discípulos le acompañan, pero no pueden percibir más que una especie de sosiego que les lleva a pedir y desear “plantarse” allí, construir tiendas en lo alto del monte.

III.4. Pero los hombres están abajo, en la tierra, en la historia, y se les invita a bajar, como una especie de vocación; deben acompañar a Jesús, recorrer con él el camino de Jerusalén, porque un día ellos deben anunciar la salvación a todos los hombres. Jesús decide bajar de ese monte y pide a los suyos que le acompañen. Viene de “arriba” con la confianza absoluta de que su Dios lo ama… y ama a los hombres. Pero en Jerusalén no le otorgarán la autoridad que ahora le han concedido Moisés y Elías. También un día Moisés tuvo que bajar del Sinaí y se encontró con la realidad de un pueblo que se había fabricado un becerro de oro (Ex 32,1-35); Elías también descendió del Horeb (1Re 19), sabiendo que lo perseguirían las huestes de Jezabel que querían imponer a los dioses cananeos. Jesús tuvo que aclarar en el “monte” si su mensaje y su vida eran la voluntad de Dios. La voz celeste, por muy apocalíptica que suene, lo deja claro.

III.5. ¿Se debe o no se debe subir al monte de la transfiguración? Desde luego que sí. Y este es un relato que nos habla de la búsqueda de Dios y de su voluntad en la “contemplación” y en la “oración”. Esta es una de las razones por las que el relato de la transfiguración figura en la liturgia de la Cuaresma. No obstante, la enseñanza es palmaria: lo contemplado debe ser llevado a la vida de cada día, de cada hombre. Como Abrahán tuvo que dejar su tierra, los discípulos deben dejar la “altura infinita” del monte para abajarse, porque ese evangelio que ellos han vivido, deben anunciarlo a todos los hombres cuando Jesús resucite de entre los muertos. Probablemente Jesús vivió e hizo vivir a los suyos experiencias profundas que se describen como aquí, simbólicamente, pero siempre estuvo muy cerca de las realidades más cotidianas. No obstante, ello le valió para ir vislumbrando, como profeta, que tenía que llegar hasta dar la vida por el Reino. Se debe subir, pues, al monte de la transfiguración, para bajar a iluminar la vida.