“Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”.
Estamos hoy ante una de las frases más
citadas del evangelio, y a la vez muchas veces interpretada con un sentido
oportunista, según el interés de cada uno. Lo que sí es cierto que marca el comienzo
de una corriente histórica de pensamiento social, un primitivo cristianismo que
comenzó a establecer diferencias entre la moral y el derecho, entre el fuero
interno (la conciencia) y la conducta externa (la ley). Ambos campos, en
realidad, dialogan continuamente. En el evangelio de hoy se nos da una
respuesta en la que cada elemento tiene su papel.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
En
un contexto politeísta, Dios afirma por boca del profeta: “Yo soy el Señor”.
Este Dios único reclama un amor total. Toda nuestra vida es para él, todas
nuestras acciones son para él. En Dios se aúna lo disperso de nuestra vida. Por
él tienen sentido hasta las mínimas acciones de nuestro devenir cotidiano.
Lectura
del libro de Isaías 45, 1. 4-6
Así habla el Señor a su ungido, a Ciro,
a quien tomé de la mano derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar
a los reyes, para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no
puedan cerrarse. Por amor a Jacob, mi servidor, y a Israel, mi elegido, yo te
llamé por tu nombre, te di un título insigne, sin que tú me conocieras. Yo soy
el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí. Yo te hice empuñar las
armas, sin que tú me conocieras, para que se conozca, desde el Oriente y el Occidente,
que no hay nada fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
95, 1. 3-5. 7-10ac
R.
Aclamen la gloria y el poder del Señor.
Canten al Señor un canto nuevo, cante al
Señor toda la tierra; anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas
entre los pueblos. R.
Porque el Señor es grande y muy digno de
alabanza, más temible que todos los dioses. Los dioses de los pueblos no son
más que apariencia, pero el Señor hizo el cielo. R.
Aclamen al Señor, familias de los
pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del nombre
del Señor. Entren en sus atrios trayendo una ofrenda. R.
Adoren al Señor al manifestarse su
santidad: ¡Que toda la tierra tiemble ante él! Digan entre las naciones: “¡El
Señor reina! El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”. R.
II
LECTURA
San
Pablo conoce bien a esta comunidad, por eso puede escribirles con toda
confianza y dar gracias a Dios por los dones con que la ha enriquecido. También
nosotros pongamos nuestra mirada en las personas que nos rodean. Seguramente
encontraremos muchos de quienes podremos decir que ponen en obras su fe, hacen
activa su caridad y mantienen su vida en la esperanza. Demos gracias a Dios
porque el testimonio de estos hermanos y hermanas sostiene nuestra vida.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 1,
1-5b
Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la
Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios Padre y al Señor Jesucristo.
Llegue a ustedes la gracia y la paz. Siempre damos gracias a Dios por todos
ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos
presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con
obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una
firme constancia. Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido
elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes,
no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu
Santo y de toda clase de dones.
Palabra
de Dios.
ALELUYA Flp 2, 15-16
Aleluya. Ustedes brillan como rayos de
luz en el mundo, mostrando la Palabra de Vida. Aleluya.
EVANGELIO
Los
emperadores buscaban ser venerados como dioses. Su imagen se grababa sobre el
dinero y era una forma de que todos sus súbditos los tuvieran presentes. Pero
por encima de ese señorío que los emperadores quieren imponer, está el señorío
de Dios. Somos “de Dios”, nuestra vida le pertenece, está entregada a él y no a
un poder temporal.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 22, 15-21
Los fariseos se reunieron para
sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios
discípulos con unos herodianos, para decirle: “Maestro, sabemos que eres sincero
y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la
condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.
Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”. Pero
Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tienden una
trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto”. Ellos le presentaron
un denario. Y él les preguntó:”¿De quién es esta figura y esta inscripción?”.
Le respondieron: “Del César”. Jesús les dijo: “Den al César lo que es del
César, y a Dios, lo que es de Dios”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
Una
trampa en forma de pregunta:“¿Es lícito o no pagar tributo al Cesar?”
¿Cuántas veces nos hacen preguntas que
no buscan obtener información sino únicamente tendernos una trampa para poder
descalificarnos o llevar el ascua a su sardina? Aquí estamos ante un ejemplo de
ello.
El evangelista nos dice que los
adversarios de Jesús, en este caso herodianos, buscaban comprometerle. Y así
plantean una pregunta envenenada donde aparentemente una respuestas positiva
llevaría a la aceptación y justificación del Imperio Romano, el poder imperial
que oprimía a los judíos en aquel momento; y donde la otra posible respuesta
llevaría a la negativa a pagar tributo a ese Estado, lo que conducía a Jesús a
una posible acusación por traición a su pueblo, que implicaba además reconocer
al Cesar como Rey y Señor del pueblo judío desplazando a Dios como Señor de
Israel: “Yo soy el Señor y no hay otro”, hemos leído en la primera lectura.
Esta era la postura de todo buen israelita.
La situación se presenta pues como una
tensión, un conflicto entre Dios y el Cesar, entre el poder divino y el poder
político o también entre la conciencia individual y los derechos del Estado.
¿Cómo resuelve Jesús el problema y, en
definitiva, cual es la enseñanza que llega hasta nosotros a través de este
episodio evangélico?
Jesús comienza haciendo una pregunta a
sus interlocutores: "¿Qué dice la ley?". Y en este caso concreto
"¿qué hay en la moneda?". ¿Qué dice la moneda? Como si dijera, léelo
tú mismo y sabrás la respuesta, cumple la ley y no me preguntes lo que ya sabes
solo para hacerme caer.
Pero Jesús nos dice algo más.
Dad al Cesar lo que es del Cesar y a
Dios lo que es de Dios.
¿Fue una respuesta evasiva para salir
del paso o está diciendo algo fundamental?
Nosotros después de tantos años de
cristianismo interpretamos que Jesús, aquí, pone las bases para la normal
relación entre la organización política y la religiosa. La organización
política tiene una dimensión social y económica necesarias para el buen
funcionamiento de la comunidad que la religión debe respetar. Al dar, al Cesar
lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, está apostando, además, por dar
a cada uno lo suyo, está apostando, en definitiva, por una Justicia
distributiva como base de toda relación social.
La pregunta realizada tiene además
implicaciones éticas. Y es que cumplir la ley, a veces no es tan fácil. El
problema aparecerá en toda su magnitud cuando los hombres y mujeres queriendo
vivir con coherencia su fe adulta de creyentes cristianos comprometidos se
preguntan, por ejemplo, si: ¿se debe obedecer a un Estado, a un Cesar, que
tenga leyes injustas y que pisotea los derechos humanos? En definitiva, si se
debe callar y aceptar pasivamente la injusticia o una legislación opuesta a la
ética y moral más evidente y reducir el ámbito de lo religioso a la intimidad
personal y a la vida de piedad; o bien ejercer la propia libertad en el ámbito
social o comunitario en toda su plenitud.
La conclusión a la que llegamos es la
siguiente: El cristiano comprometido debe tener unos criterios sociales y
políticos. Puede o mejor diríamos, debe, hacer una crítica constructiva a
políticos, autoridades estatales y también eclesiásticas, para ayudarlos a
realizar su función siempre encaminada a la consecución del Bien Común.
En este sentido el Papa Francisco, en su
reciente exhortación Evangelii Gaudium, dedica algunos párrafos animando a los
fieles en el compromiso político para el bien común. Dice así:
“¡Pido a Dios que crezca el número de
políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente
a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro
mundo!”.
Y quita los miedos a tantos cristianos
sobre su deber de intervenir en la vida política. “La política, tan denigrada,
es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de caridad, porque
busca el bien común”. (E.G. nº205)
Y a Dios lo que es de Dios
Jesús después de contestar a quienes
pretendían comprometerle añade por su cuenta algo que no le habían preguntado,
es como si quisiera decir a aquellos maestros de la ley: Está bien que os
aclaréis con respecto a las leyes humanas, pero también pensad en dar a Dios lo
que es de Dios.
En la otra cara de la moneda no había
ninguna imagen de Dios, pero en la mente de todos estaba presente la frase del
Génesis que les recordaba que habían sido creados por Dios a su imagen y
semejanza. Así, si en la moneda hay una imagen del Cesar, en el hombre debe
estar acuñada la imagen de Dios.
De esta simbología se deduce la
consecuencia de que toda persona es depositaria de esta imagen divina que debe
cuidar. Es decir, debemos vivir nuestras vidas trabajando siempre por un
desarrollo humano integral para hacer valer esa imagen divina que dentro
llevamos desde que nacemos. Es la base para poder desarrollar una vida
espiritual que no es un añadido a nuestra personalidad sino la plenitud de la
persona. Y en esa plenitud está la gloria de Dios.
¿Y qué podemos dar a Dios?
Esta es la pregunta que debemos hacernos
hoy. El salmo interleccional que hemos leído nos habla de dar gloria al Señor,
"Aclamad la gloria y el poder del Señor”. Pero Jesús va más allá,
introduce otro lenguaje novedoso para sus paisanos y una nueva actitud. No echa
por tierra las costumbres judías, él también va al templo a orar, pero empieza
a hablar de un Reino nuevo que hay que CONSTRUIR, no sólo se trata de alabar la
Gloria sino de Construirla. Un Reino que está en los sencillos, los pobres, los
pequeños, es decir en aquellos que solo ponen su esperanza en el Señor padre de
todos.
También el Papa Francisco habla de una
nueva evangelización que ha de comenzar por escuchar ese “clamor de los
pobres”. En un mundo global como el que vivimos, ha de ser una tarea “global”,
porque los pobres son pueblos enteros, regiones olvidadas, hombres y mujeres de
otras culturas que necesitan levantarse de su indigencia con la ayuda nuestra.
Esa construcción del Reino es lo que
podemos dar a Dios. ¿Es una sugerencia piadosa o es más bien la obligación del
cristiano de dar a Dios lo que es de Dios?
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (45,1.4-6): Dios no se desentiende de la historia humana
I.1. La lectura de Isaías debe ser
interpretada con una visión religiosa de la historia universal. El
Deuteroisaías, profeta del exilio (segunda parte del libro de Isaías, cc.
40-55), se ve envuelto en la aclamación y entusiasmo que los pueblos sometidos
a Babilonia hacen de un guerrero famoso y fundador del imperio persa: Ciro el
Grande (a. 540 a. C). Si los profetas anteriores se habían valido de Asiria
como imperio para poner de manifiesto el castigo de Dios al pueblo de Israel
por su infidelidad, ahora el pueblo judío, en el destierro, necesita un
libertador ¿Qué hará Dios? En la teología veterotestamentaria no todo es
posible asumirlo sin el matiz de una teología global. Ciro no puede venir de
parte del Dios de Israel, pero así lo ve este profeta anónimo. Aunque no tanto
por el "rey de reyes" persa, sino por la libertad que trae a Israel
con su nueva política.
I.2. Piensa este profeta desconocido que
Dios se vale de la historia humana, concreta y universal, para que sus planes
vayan hacia adelante. Este es un momento de liberación, y por eso se usan
expresiones agudas, de tonos altos, para hablar de un guerrero, que ni siquiera
conoce a Yahvé. El poder que trae en sus manos es poder de liberación para los
desterrados en Babilonia. Se dice, con razón, que el profeta no canta al
imperialismo, sino a la libertad. Los imperialismos no pueden consagrarse y, de
hecho, profetas posteriores (v. g. Ageo y Zacarías) pondrán en entredicho al
imperio persa, porque Dios, el Dios de universo y de la salvación, no se
encarna en el imperialismo, ya que éste solamente se sostiene con sangre e
injusticia.
I.3. Pero es verdad que en la historia
humana podemos ver la mano de Dios en la bondad o en los principios éticos y
sociales de pueblos y de gobernantes que anteponen el bien a todos los otros
valores. Es una cuestión discutida en el ámbito teológico, en lo que ha venido
a llamarse la "teología de la historia". Los profetas eran muy
sensibles a ello, a veces exageradamente sensibles, para lo positivo y para lo
negativo. Pero no les falta una parte de razón; al menos para dar a entender
que Dios no se desentiende totalmente de lo que hacemos los hombres. Si los
dones que Él nos ha dado los aplicamos para la paz, la libertad y la justicia,
estaremos en el camino de los "planes de Dios".
II Lectura: Iª Tesalonicenses (1,1-5ª): La
respuesta al evangelio
II.1. La IIª Lectura da inicio a la 1ª
Tesalonicenses, que es la primera carta de Pablo y el primer escrito del Nuevo
Testamento. El apóstol celebra la fe, la esperanza y el amor de aquella
comunidad que él había fundado en la capital de Macedonia. Técnicamente es lo
que se llama una "acción de gracias", que es la forma en la que Pablo
da comienzo en sus cartas a las comunidades. Pero se resalta la elección por
parte de Dios (eklogên) de esa comunidad. Y la respuesta de esa elección, por
parte de la comunidad, ha sido aceptar el evangelio que se le predicó. No
eligieron oro y plata, sino un mensaje que les acarrearía desventajas frente a
la sociedad e incluso frente a la sinagoga, porque algunos de ellos se pasaron
al evangelio de Pablo.
II.2. Se resalta, pues, la firme
esperanza de esta comunidad que, en las dificultades que hubieron de sufrir los
cristianos, no abandonaron su fe. La esperanza es una virtud escatológica y, en
el contexto del otoño y del final que se acerca poco a poco del año litúrgico,
nos va a introducir en esos temas de las cosas finales. Ellos hicieron una
elección definitiva, inigualable por el evangelio que él les predicó y que les
trajo la fuerza del Espíritu. Es una elección por la salvación que se les
anunció, una salvación que no se tocaba con las manos, aunque sí se anunciaba
próxima, como ha de ponerse de manifiesto en algunos pasajes de esta carta Iª a
los Tesalonicenses.
Evangelio:
Mateo (22,15-22): La dignidad humana no se compra, es un don
III.1. El evangelio de Mateo, hoy, nos
sitúa en el corazón de las polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en
Jerusalén y que los evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la
pasión (cf. Mc 12,13-17; Lc 20,20-26). Esta vez querían comprometerlo a fondo
con las autoridades romanas, que vigilaban ferozmente cualquier movimiento
social o político para castigar cualquier rebeldía. Oponerse al César, incluso
en nombre de Dios, era ir contra la «pax romana», uno de los mitos de la época.
Los espías pretenden halagarlo (Mateo sigue a Marcos y nos habla de los
fariseos y los herodianos; Lucas, más coherente, nos habla de espías para
entregarlo al gobernador), pero en el punto de mira está el prefecto romano
Poncio Pilato, que era un gobernante de una crueldad sin miramientos, vengativa
y arbitraria. Los judíos lo odiaban porque había introducido en Jerusalén
bustos e insignias del César, además de haber usado el dinero sagrado del templo
para construir un acueducto que llevara el agua a Jerusalén (Josefo, De Bello
2,9,2; 2,9.4).
III.2. La hierocracia y aristocracia de
la ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo
que anuncia el Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con
el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución contra
Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de
Dios. Los rebeldes dejaban a las claras que la única soberanía que aceptaban
bajo el suelo de Judea es la de Dios (Ex 20,4-5); en ello Jesús podría estar de
acuerdo. Pero las trazas, entre uno y otros, son muy distintas. Es verdad que
Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a
las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No
obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que
Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya. Los espías, con
su trampa, van a caer en su propia ignominia, porque llevan en sus manos el
“denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada en su zamarra.
Solamente tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios.
III.3. Cuando es preguntado,
intencionadamente pide la moneda del tributo con la efigie del César y
responde: la moneda hay que dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el
dinero, y el dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen
poder y por el dinero dominan a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él?
¡Ni hablar! Por eso añade con una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que
es de Dios». El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y
por lo mismo nosotros solamente debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín,
que afirmaba: “El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya:
devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya
en vosotros” (Com. Ps 57,11). La trampa la resuelve Jesús, no solamente con
inteligencia, sino con sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la
que pretenden acusarlo en su caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino
profética; porque a trampas legales no valen más que respuestas proféticas. El
tributo de hacienda es socialmente necesario; el corazón, no obstante, lleva la
imagen de Dios donde el hombre recobra toda su dignidad, aunque pierda el
“dinero” o la imagen del césar de turno que no valen nada.
III.4. Aquí Jesús responde con una
afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por
el poder, el dinero, el odio y la injusticia. Quizás la mejor ilustración a
todo ello la tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de
muchas radicalidades humanas y divinas: «La gloria de Dios es el hombre
viviente; la vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto quiere decir que
el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de
la misma manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no
por otro camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con
eficacia, pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor.
Al "césar" de turno podemos darle el dinero, o los impuestos, pero
nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar. (Fray Miguel de Burgos Núñez).
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