domingo, 30 de agosto de 2015

FIESTA DE JESÚS NAZARENO EN LA DIÓCESIS DE PUNTA ARENAS




DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO


“No basta la sola práctica externa, la apariencia”

Se dice “aparentar” a la actitud de aquella persona o grupo que creen o dicen tener unas características, cualidades, valores… que en realidad no poseen.

Las apariencias son muy humanas y las utilizamos para nuestras relaciones humanas, pero ante Dios no sirven de nada.

¿Cuántas veces hablamos sobre otras personas fijándonos en apariencias…? Es fácil recordar esa frase de Antoine de Saint-Exupery, en el Principito: “lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve bien con el corazón…”.

Pues la liturgia de la Palabra precisamente nos quiere hacer ver con el corazón, que no nos fijemos en las apariencias o gestos externos. Dios si se fija en el corazón del hombre…

Y hoy Jesús, una vez más, no se queda en las apariencias de las personas sino que va al corazón, a las obras. Denuncia la práctica formalista de la Ley, la charlatanería sin las obras. Él quiere vida y nosotros le damos ritos.

Las palabras del profeta Isaías, citadas por Jesús para criticar tantos ceremonias y ritos celebrados de manera rutinaria y vacía, para aparentar, en la sociedad judía: “así dice Yahvé: este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío”.

Han pasado generaciones y generaciones… ¿y seguimos… aparentando…?

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En la ley de Dios está la sabiduría para comportarnos en la vida cotidiana y vivir en santidad. No hace falta agregar mandatos ni complicar las normas, como hicieron algunos fariseos en el tiempo de Jesús. Viviendo con sencillez y teniendo como regla suprema el amor, estaremos cumpliendo la voluntad de Dios.

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8

Moisés habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: “¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!”. ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Palabra de Dios.

Salmo 14, 2-5
R. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R.

II LECTURA

¿Qué efecto produce en nosotros la Palabra de Dios? Hace que nos movamos hacia las obras buenas y, en especial, que tomemos en cuenta a los más desposeídos y necesitados. Pidamos al Espíritu Santo que suscite en nosotros, con creatividad y decisión, la forma de poner en práctica la Palabra de Dios.

Lectura de la carta de Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27

Queridos hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten solo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Sant 1, 18

Aleluya. El Padre ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Aleluya.


EVANGELIO

Jesús se vuelve radicalmente contra las leyes y las tradiciones que no están enraizadas en el centro del mandamiento del amor a Dios y al prójimo, sino originadas simplemente por egocentrismo “humano” y que buscan ventajas personales a costa de los demás. Con mayor razón, Jesús condena el fingimiento y la falsedad de las personas que buscan fundamentar esas ventajas “en nombre del templo”, es decir, de la fe. Definitivamente, lo más importante es educar el propio corazón en lo principal: el amor a Dios y al prójimo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?”. Él les respondió: “¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos”. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”. Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Una religión de amor y no de leyes

El pueblo de Israel pensaba que con el solo cumplimiento externo de la ley, podrían salvarse. Nada les decía lo que tenían en su interior, en su corazón, en sus actitudes… Solamente la fiel observancia de la ley de Moisés podía obtenerles la salvación.

Pero Jesús quiere una religión distinta, una religión de personas libres, frente a una religión judía, caracterizada por el formalismo en la que todo estaba perfectamente determinado, desde la anchura de las filacterias y colgantes que llevaban en sus atuendos, hasta los pasos que se podían recorrer en el sábado. Y Jesús se empeña en enseñar a los suyos que todas esas prescripciones para nada constituyen el meollo de la relación que cada uno debe tener con Dios, tal como él la entiende y vino a explicarla a la tierra.

El relato evangélico de hoy refleja uno de los momentos en que Jesús pone de relieve este estilo de hombre libre frente a la norma estricta, que deberá caracterizar al que quiera ser discípulo del Maestro.

Y los fariseos, en su afán de ridiculizar a Jesús, enfrentándolo con su pueblo, tenían montado un tinglado de espionaje a su alrededor para ver si cumplía con lo preceptuado en la ley mosaica.

Con ese planteamiento, nos situamos en el evangelio que acabamos de leer en este domingo. Todo un encadenamiento de situaciones conflictivas a las que conduce una religión que se fija solo en las leyes y en lo externo… no es de extrañar que Jesús recuerde lo que decía el profeta Isaías: “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mi…”

En el fondo, lo que Jesús quería dejar en manifiesto, era toda su concepción de la vida religiosa de la que los fariseos, y así lo practicaban y enseñaban, se habían formado un concepto erróneo.

Hoy también hay muchos cristianos que reducen su vivencia religiosa, su fe… a lo meramente externo, que se limitan a cumplir ritos, obligaciones, prácticas… y que piensan que con su cumplimiento ya realizan lo que Dios espera de ellos. Y aún más, que desde esa atalaya juzgan a todos los demás cristianos.

Sí que es cierto que no se trata de ignorar y abandonar toda práctica religiosa o dejar de lado los signos externos. Hay prácticas que, a veces, tanto significan en ciertos ambientes, pero que no pueden convertirse en la esencia de nuestra vivencia religiosa, porque ellas no son suficientes para justificar nuestra fe personal. Es preciso formar e informar, dar vida, calor y color a nuestra vivencia externa para que sirva de provecho a aquellos que lo viven y a los que están a nuestro alrededor… porque debemos predicar con el ejemplo.

Jesús quiere vida y nosotros con frecuencia sólo le damos ritos: “dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.

Es, precisamente el apóstol Santiago, quien hoy, en la segunda lectura, nos exhorta a “llevar a la práctica la palabra, no limitándonos a escucharla, engañándonos a nosotros mismos”.

Y llevar a la práctica la palabra de Dios es obrar conforme a su querer… El mismo apóstol cita unas cuantas obras de misericordia, pero ¡cuántas podríamos añadir…! es entregar a Dios nuestro corazón en la fe y en el amor.

No olvidemos que la vida cristiana está basada en el amor, y en vez de minucias y legalismos pide verdad, justicia y amor, porque “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27).

La palabra de Dios que se nos ofrece es un regalo que nos viene de lo alto y a nosotros nos toca meditarla para cambiar de mentalidad y de conducta, porque todos hemos vivido y vivimos ¿algo… mucho? de ritualismo, pero ojalá sepamos “ver más con el corazón”, de lo contrario… seguimos con las apariencias.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Deuteronomio (4,1-8): La grandeza de los mandamientos

I.1. El libro del Deuteronomio, que es uno de los más famosos de la Torá judía, el Pentateuco cristiano, nos ofrece una bella lectura que nos habla de la grandeza de los mandamientos de Dios. Este libro tuvo una historia muy movida, ya que parece que estuvo escondido (al menos una parte) en el Templo de Jerusalén por miedo a las actitudes antiproféticas de algún rey de Judá, hasta que Josías (s. VII a. C), un gran rey, abrió las puertas de la reforma religiosa. Entonces, los círculos proféticos volvieron sus ojos a este libro, que recogía tradiciones religiosas muy importantes.

I.2. La lectura de hoy era el comienzo del libro en aquella época y se invita al pueblo a considerar con sabiduría los mandamientos de Dios. Porque los mandamientos no deben ser considerados como prohibiciones, sino como la forma en que Dios está cerca de su pueblo y por ello éste debe escucharlo, servirlo y buscarlo. La lectura nos invita, pues, a no avergonzarnos de los mandamientos cuando en ellos se expresa su voluntad salvífica. Es verdad que los mandamientos se entienden, a veces, en sentido demasiado legalista y, entonces, a algunos, les parecen insoportables. Y será Jesús quien libere los mandamientos de Dios de ser una carga pesada, con objeto de acercar a Dios a todos nosotros.

IIª Lectura: Santiago (1,17-27): Abrirse a los dones divinos

II.1. La carta de Santiago recoge la enseñanza de los dones de Dios. Su comparación con los astros del cielo que se eclipsan en momentos determinados, no afecta al Padre de las luces. Es un texto lleno de claves sapienciales en la mejor tradición de la teología judía. Dios ha querido darnos los dones verdaderos y se revelan, para el autor de la carta, en la palabra de Dios.

II.2. Valoramos aquí una legítima teológica de la palabra, ya que en ella está la salvación. Es una palabra que opera la salvación de nuestro corazón y de nuestras mentes. Es verdad que pide, para que pueda salvarnos, ponerla en práctica. Sabemos que la carta de Santiago es de una efectividad incomparable, como sucede en su discusión sobre la fe y las obras. ¿Cómo es posible ponerla en práctica? Atendiendo a los que nos necesitan: a los huérfanos, viudas y los que no tienen nada. Y eso, por otra parte, es la verdadera religión, es decir, la verdadera adoración de Dios.

Evangelio: Marcos (7,1-23): La voluntad de Dios humaniza

III.1. El evangelio, después de cinco domingos en que hemos estado guiados por Jn 6, retoma la lectura continua del segundo evangelio. El tema es la oposición entre mandamientos de Dios y tradiciones humanas. La cuestión es muy importante para definir la verdadera religión, como se ha puesto de manifiesto en la carta de Santiago. El pasaje se refiere a la pregunta que los fariseos (cumplidores estrictos de la tradiciones de los padres) plantean a Jesús, porque algunos seguidores suyos no se lavan las manos antes de comer. La verdad es que esta es una buena tradición sanitaria, pero convertida en precepto religioso, como otras, puede llegar a ser alarmante. Es el conflicto entre lo esencial y lo que no lo es; entre lo que es voluntad de Dios y lo que es voluntad de los hombres en situaciones religiosas y sociales distintas.

III.2. Este conjunto de Mc 7,1-23 es bastante complejo y apunta claramente a una redacción y unificación de tradiciones distintas: unas del tiempo de Jesús y otras posteriores. Son dos cuestiones las que se plantean: 1) la fidelidad a las tradiciones antiguas; 2) el lavarse las manos. En realidad es lo primero más importante que lo segundo. El ejemplo que mejor viene al caso es el de Qorbán (vv.9-13): el voto que se hace a Dios de una cosa, por medio del culto, lo cual ya es sagrado e intocable, si no irreemplazable. Si esto se aplica a algo necesario a los hombres, a necesidades humanas y perentorias, parece un “contra-dios” que nadie pueda dispensar de ello. Si alguien promete algo a Dios que nos ha de ser necesario para nosotros y los nuestros en tiempos posteriores no tendría sentido que se mantenga bajo la tradición del Qorbán. Los mismos rabinos discutían a fondo esta cuestión. La respuesta de Jesús pone de manifiesto la contradicción entre el Qorbán del culto y el Decálogo (voluntad de Dios), citando textos de la Ley: Ex 20,12;21,17;Dt5,16;Lv 20,9). Dios, el Dios de Jesús, no es un ser inhumano que quiera para sí algo necesario a los hombres. Dios no necesita nada de esas cosas que se ponen bajo imperativos tradicionales. La religión puede ser una fábrica inhumana de lo que Dios no quiere, pero si lo quieren los que reemplazan la voluntad de Dios para imponer la suya.

III.3. Los mandamientos de Dios hay que amarlos, porque los verdaderos mandamientos de Dios son los que liberan nuestras conciencias oprimidas. Pero toda religión que no lleva consigo una dimensión de felicidad, liberadora, de equilibrio, no podrá prevalecer. Si la religión, de alguna manera, nos ofrece una imagen de Dios, y si en ella no aparece el Dios salvador, entonces los hombres no podrán buscar a ese Dios con todo el corazón y con toda el alma. La especulación de adjudicar cosas que se presentan como de Dios, cuando responden a intereses humanos de clases, de ghettos, es todo un reto para discernir la cuestión que se plantea en el evangelio de hoy. Esta es una constante cuando la religión no es bien comprendida. Jesús lo deja claro: lo que mancha es lo que sale de un corazón pervertido, egoísta y absurdo. La verdadera religión nace de un corazón abierto y misericordioso con todos los hermanos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




domingo, 23 de agosto de 2015

DOMINGO 21º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Tú tienes palabras de vida eterna”

La liturgia de los domingos anteriores fijaba la atención en los signos que hacía Jesús: tomar, bendecir y repartir. Signos propios eucarísticos del capítulo del Pan de Vida.

En este domingo, el evangelio invita a manifestar públicamente las declaraciones de intenciones personales, familiares y sociales (1ª lectura).

Las palabras de Jesús son un revulsivo para el auditorio, crean una profunda crisis en el ambiente y obliga a los presentes a tomar una decisión: revisar la hoja de ruta de las relaciones con Dios y con los demás. Aceptar o rechazar a Cristo.

“¿También ustedes quieren irse?”, es la pregunta de Jesús que tiene como respuesta el dicho de Pedro: ¿a quién vamos a acudir?, y el de los israelitas: “Lejos de nosotros abandonar al Señor” y recordatorio de la Alianza: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo”.

Las preguntas de Josué y de Jesús, sirven para desenmascarar las ambigüedades en la relación con Dios y el prójimo.

El miedo a lo desconocido, al futuro, a la libertad y la responsabilidad que conlleva, obligan al cristiano de “siempre” a sumarse, al menos numéricamente, al seguimiento del Señor Jesús.

En cada historia está la presencia amorosa de Dios, (relación familiar, 2ª Lect.) y que para encontrarla basta con hacer un alto en el camino, repasar el paso histórico de Dios en la vida y asentir dicha presencia aceptando el modo de hablar de Cristo y responderle como Pedro: “Tú tienes palabras de vida eterna”.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En el antiguo contexto politeísta, había muchos dioses para elegir. ¿Por qué elegir entonces al Señor Yavéh? En la respuesta del pueblo, aparece la historia de liberación; ellos ya tienen experiencia de quién es este Dios. Así, la Alianza es un pacto con este Dios al cual conocemos no por haber oído de él, sino por haber experimentado su presencia y sus acciones. Por esta experiencia podemos decir que este es el Dios que libera.

Lectura del libro de Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b

Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se presentaron delante del Señor. Entonces Josué dijo a todo el pueblo: “Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor”. El pueblo respondió: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. Él nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios”.
Palabra de Dios.

Salmo 33, 2-3. 16-23

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. R.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. R.

El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo. R.

La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán castigados; pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados. R.

II LECTURA

Estas palabras tienen una fuerte carga de la organización patriarcal de la época, donde el varón era considerado cabeza de familia. Sin embargo, al situar a ambos cónyuges en la dinámica del amor cristiano, la carta impulsa a vivir las relaciones familiares no desde la organización jerárquica, sino desde un sentido comunitario y de reciprocidad.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 21-33

Hermanos: Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo. Las mujeres a su propio marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido. Los maridos amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne”. Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su propia mujer como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf Jn 6, 63. 68

Aleluya. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida; tú tienes palabras de Vida eterna. Aleluya.

EVANGELIO

¿Qué nos llevará a optar entre seguir a Jesús o dejarlo? Pedro, en nombre de los Doce, responde desde su profunda convicción: no hay otro en quien encontrar palabras de Vida Eterna. Muchas otras palabras que se dicen por ahí, solo traen tristeza y muerte. Pero nosotros optamos por estar con Jesús y seguir alimentándonos con su palabra sanadora y salvadora.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

 “Este modo de hablar es inaceptable”

Hoy en día muchos modos de hablar (por no decir todos) son “aceptables” dando como fruto pérdida de credibilidad en la palabra y de falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

La confianza, consecuencia lógica de la coherencia entre dicho y hecho, mide el índice de adhesión a una causa, fortalece la fe en ella y aumenta el creer.

Los signos que Jesús hacía (y no olvidemos que sigue haciéndolos hoy) no bastó para que le siguieran sin dudas.
En el mundo de hoy el ruido, externo e interno (éste de manera más intensa) ahogan la palabra y consecuentemente la confianza y la credibilidad en ella.

Muchos, que dicen ser cristianos, no oyen ni escuchan esa palabra de Dios y no se plantean ni aceptarla ni rechazarla.
La escucha atenta (léase oración-estudio) del modo de hablar de Dios, origina en el oyente confianza en la persona que habla (Jesús y Josué) y en aquello que dice. Rompe la indiferencia.

En algún momento de la vida hay un Siquén donde se tiene forzosamente que tomar conciencia (individual y comunitariamente) de la liberación de toda esclavitud por medio de los “grandes signos” de ternura y misericordia de Dios y dar una respuesta consecuente a la pregunta “¿también vosotros queréis marcharos?” respondiendo “lejos de nosotros abandonar al Señor”, pues “Tú tienes palabras de vida eterna”.

No es tanto en el plano intelectual donde existe la dificultad de respuesta a las cuestiones del Señor, sino en el plano moral, en la demanda moral de Cristo, que obliga al cristiano a aceptar algo que puede (mejor dicho, casi seguro) complicarle la vida de manera existencial. La confianza en las palabras de Jesús, el paso de su vida por la historia del discípulo, impulsan a éste a un verdadero salto mortal, (con tentaciones de vacío) que únicamente al hacerlos vida compartida, notará apoyo en tierra firme en el salto.

El cristiano puede y debe ser fiel y leal con Dios; puede vivir con dignidad, a pesar de su debilidad; puede vivir bien la vocación que Dios le ha dado; puede ir alcanzando poco a poco la santidad, a la que está llamado. Con sus solas fuerzas, no puede, con la ayuda, que Dios, sí.

Decidido firmemente a no abandonar al Señor, el cristiano ha de evaluar periódicamente su hoja de ruta y corregir los desvíos que el mundanal ruido haya podido introducir. Revisar periódicamente la relación con Dios, la calidad de los lazos familiares, el comportamiento ético y moral, la solidaridad con los más necesitados, es no servir a dioses extranjeros y sí vivir el evangelio del espíritu que da vida.

“Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios” y por ello nuestra fe, la de la Iglesia, es una fe creativa, amasada con la humildad y la docilidad, que nos hace decir como a los israelitas “nosotros serviremos al Señor” (Josué, 24, 18).

La respuesta sincera de Pedro es señal inequívoca de un conocimiento profundo del apóstol hacia el Maestro. No son palabras huecas las de Jesús, a pesar de la dificultad de entenderlas, sino palabras que se prenden en esa hoja de ruta para convertirlas en normas de vida.

La convivencia con Jesús abre el misterio de Dios a la humanidad para engendrar vida en el mundo de la misma manera que el amor conyugal fundado en el amor de Cristo a su Iglesia (2ª Lect.) engendra vida en el mundo.
Cristo es el único que puede darnos el verdadero propósito para nuestra vida, si es aceptado y desarrollado por la moción del Espíritu de Dios en cada uno de nosotros.

Es necesario tomar una decisión fundamentada en la propia experiencia. Muchos abandonan lo religioso porque piensan que les irá mejor.

Y tú, ¿también quieres marcharte?

O ¿sigues a Cristo porque no tienes a quién acudir?

En cualquiera de los casos Él es la vida eterna.


ESTUDIO BÍBLICO.

La Eucaristía, Pacto de Vida

Iª Lectura: Josué (24,1-18): Israel en las manos de Dios

I.1. La primera lectura nos habla del famoso pacto de Siquén en el que el sucesor de Moisés al frente del pueblo liberado de la esclavitud de Egipto, y ya introducido y poseedor de la tierra prometida, convoca a todas las tribus para hacer un pacto, una alianza con Yahvé. ¿Por qué? Cuando los israelitas llegaron a Canaá se encuentran con que sus habitantes tienen sus dioses, sus santuarios, lo cual ha de influir bastante en los advenedizos; no se cambia de la noche a la mañana una cultura religiosa acendrada en la situación social y antropológica de ese pequeño territorio. Este pacto, desde luego, es presentado en la Biblia como el prototipo de la unidad de tribus, cada una de las cuales tenía sus intereses sociales y políticos; e incluso, lo más probable, es que no todas las tribus hubieran tenido la experiencia de la esclavitud de Egipto y del paso por el desierto.

I.2. Habría que considerar en el marco de la lectura de este texto de Josué una serie de propuestas sobre el origen de “Israel” en la tierra prometida, que hoy se proponen desde la arqueología y desde un planteamiento de sociología religiosa. Se ha llegado a hablar que el origen de Israel en Palestina es el fruto de una “revuelta campesina” (cito los autores más famosos: G. Mendenhall y N. K. Gottwald) que se ha trasmitido a la posteridad bajo un pacto religioso de las tribus para dar coherencia y unidad. No quiere decir que las tesis tradicionales de la Biblia: un grupo de esclavos que sale de Egipto bajo el liderazgo de Moisés se deba descartar. Pero la forma en que la Biblia narra las cosas no han de ser aceptadas sin tener en cuenta los datos de la arqueología, la antropología y la sociología religiosa. La Biblia ha escrito su “historia” desde arriba, desde el proyecto de Dios, eso es lo importante. Pero eso no significa que “Israel” sea un puro proyecto divino en sus pormenores.

I.3. El autor de este relato quiere decir que la unidad de las tribus había que conseguirla con un pacto religioso con el que se comprometían en servir a Yahvé y abandonar a los dioses cananeos. Es lo que algunos han llamado la “anfictionía” a imagen de lo que se conoce de Grecia e Italia, en torno a un santuario común. No está claro este asunto y hoy es históricamente menos interesante. Lo que importa para el autor deuteronomista, es el reto constante de la religión de Israel, nunca conseguido, como combaten frecuentemente los profetas y los encargados de la ortodoxia religiosa de Israel y Judá. El texto de hoy es propio de una escuela teológico-catequética, llamada deuteronomista (porque se inspira en el libro de Deuteronomio), idealizando los orígenes y las fidelidades del pueblo a su Dios. Es una propuesta, además, de futuro: sólo Dios puede salvar a su pueblo en todas las situaciones. ¿Es eso así? Para un pueblo que ha construido su vida en torno a Yahvé como identidad no es y no debe ser nada extraño. Desde el punto de vista teológico y espiritual tener confianza (emunah) en Dios es decisivo.

IIª Lectura: Efesios (5,21-32): La familia cristiana vive en el amor de entrega

II.1. La segunda lectura es uno de los textos más expresivos y polémicos del NT, ya que el simbolismo de la cabeza y el cuerpo (Cristo y la Iglesia), aplicado a las relaciones hombre y mujer en el matrimonio, ha dado mucho que hablar en estos tiempos de reivindicaciones de los derechos de la mujer. Pero este texto no está escrito en esos términos polémico-reivindicativos. Se trata de hacer una lectura de la familia (técnicamente se le conoce como «código familiar») aplicando los principios de la eclesiología: la Iglesia no es nada sin su Señor, que ha dado su vida por ella. Eso no es lo mismo en el matrimonio, donde hombre y mujer están en el mismo plano de igualdad, pero donde cada uno desempeña su papel y su misión. La sumisión es de uno a otro si se entiende positivamente, ya que en el matrimonio no hay sumisión, sino entrega mutua.

II.2. Pues a pesar de todo, como el prototipo de esta forma de hablar es el romance de Cristo con su Iglesia, el matrimonio debe entenderse así en su realidad radical; es un romance de amor, de entrega, de generosidad, de dar la vida el uno por el otro, como Cristo y la Iglesia. Este romance de amor tiene todo su sentido si el amor de los esposos toma como prototipo el de Cristo a su Iglesia. Quiere eso decir que el amor del que aquí se habla no es el erótico, ni el de pura amistad, ni siquiera el amor “familiar” que es un amor específico. Los cristianos viven, pueden vivir todos esos amores, sin duda, y los necesitan. Pero el que da sentido al matrimonio “cristiano” es el amor de entrega absoluta a ejemplo de cómo Cristo se ha entregado por la Iglesia.

Evangelio: Juan (6,60-69): Eucaristía y vida

III.1. El evangelio del día es la última parte del capítulo sobre el pan de vida y la eucaristía. Como momento culminante, y ante las afirmaciones tan rotundas de la teología joánica sobre Jesús y la eucaristía, la polémica está servida ante los oyentes que no aceptan que Jesús pueda dar la vida eterna. Se habla, incluso, de discípulos que, escandalizados, abandonan a Jesús. Deberíamos entender, a su vez, que abandonan la comunidad que defendía esa forma de comunicación tan íntima de la vida del Señor resucitado. Pero la eucaristía es solamente un anticipo, no es toda la realidad de lo que nos espera en la comunión con la vida de Cristo. Por ello se recurre al símil del Hijo del hombre que ha de ser glorificado, como nosotros hemos de ser resucitados.

III.2. Ahora, el autor o los autores, se permite una contradicción con las afirmaciones anteriores de la “carne”: “el Espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada”. Nunca se han podido explicar bien estas palabras en todo el contexto del discurso de pan de vida, donde la identidad “carne” es el equivalente a la vida concreta que vivimos en este mundo. Es la historia del Hijo del hombre, de Jesús, en este mundo. ¿Por qué ahora se descarta en el texto? Porque en este final del discurso se carga el horizonte de acentos escatológicos, de aquello que apunta a la vida después de la muerte, a la resurrección y la vida eterna. Y la vida eterna, la de la resurrección, no es como vivir en este mundo y en esta historia. Tiene que ser algo nuevo y “recreado”. Es una afirmación muy en la línea de 1Cor 15,50: “la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos”.


III.3. Este es uno de los grandes valores de la eucaristía cristiana y en este caso de la teología joánica. La Eucaristía no se celebra desde la memoria del pasado solamente: la muerte de Jesús en la cruz. Es también un sacramento escatológico que adelanta la vida que no espera tras la muerte. Esto es lo admirable de la eucaristía. Jesús, pues, les pide a sus discípulos, a los que le quedan, si están dispuestos a llegar hasta el final, a estar con El siempre, más allá de esta vida. E incluso les da la oportunidad de poderse marchar libremente. Las palabras de Pedro, que son una confesión de fe en toda regla, descubren la verdadera respuesta cristiana: ¿A dónde iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Todo esto acontece en la eucaristía cuando se celebra como mímesis real y verdadera de lo que Jesús quiere entregar a los suyos, por ello es un pacto de vida eterna. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).


domingo, 16 de agosto de 2015

DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El que coma de este pan vivirá para siempre.”

Jesús en numerosas ocasiones aparece en el Evangelio compartiendo la mesa con la gente sencilla y con los pecadores. Se mezcla con la gente del pueblo y comparte su vida. Por eso es criticado por aquellos que se creen mejores que los demás. Pero Jesús ha venido a curar y a traer la salvación a los pequeños, a los débiles y a los pecadores que se sienten necesitados del amor incondicional de Dios. Un amor que se manifiesta en el Jesús que comparte con ellos el pan, el vino.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La sabiduría de Dios es como un alimento nutritivo y el vino gustoso. Podemos saborear este don de Dios, que nos hace conocerlo no como fórmula teórica, sino desde la experiencia. Nuestra vida se renueva y se energiza con el pan y el vino de la sabiduría.

Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6

La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: “El que sea incauto, que venga aquí”. Y al falto de entendimiento, le dice: “Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia”.
Palabra de Dios.

Salmo 33, 2-3. 10-15

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Vengan, hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? R.

Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y practica el bien, busca la paz y sigue tras ella. R.

II LECTURA

Cantar los salmos, rezar oraciones y dar gracias a Dios con nuestros labios y nuestro corazón, todo esto nos hace vivir unidos a él. De esta manera, nuestra vida se santifica y no dejamos lugar para las cosas vanas.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 15-20

Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 6, 5 6

Aleluya. “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”, dice el Señor. Aleluya.


EVANGELIO

 “El pan de vida es el don de la salvación. Su origen celestial nos asegura su fuerza salvífica. El hombre tiene acceso a ese don, encarnado ahora en la persona de Jesús, siempre que crea en él. Las dos expresiones –’el que viene a mí’ y ‘el que cree en mí’– son sinónimas. El hambre y la sed se complementan como signos de la realidad humana en su finitud y fragilidad. Lo que el hombre necesita para vivir lo recibe en el don del pan de vida”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59

Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Los humanos necesitamos celebrar. La celebración es parte de nuestra vida. Quien no siente la necesidad de celebrar no podemos decir que está realmente vivo. Nos reunimos con las personas a las que queremos y con las que compartimos nuestra alegría. Y todo lo celebramos comiendo y bebiendo. Comer y beber con alguien no es cualquier cosa. Compartir la mesa es signo de compartir la vida.

La comunidad de Jesús ha de ser una comunidad en la que nos sintamos llamados a compartir la vida, teniéndole a él como centro. Si no es así, no hemos entendido del todo el mensaje del Maestro. En eso consiste buena parte de lo que significa ser discípulo.

Jesús en numerosas ocasiones aparece en el Evangelio compartiendo la mesa con la gente sencilla y con los pecadores. Se mezcla con la gente del pueblo y comparte su vida. Por eso es criticado por aquellos que se creen mejores que los demás. Pero Jesús ha venido a curar y a traer la salvación a los pequeños, a los débiles y a los pecadores que se sienten necesitados del amor incondicional de Dios. Un amor que se manifiesta en el Jesús que comparte con ellos el pan, el vino.

El Evangelio de hoy nos invita a pensar en la Eucaristía. En la última cena Jesús manda a sus discípulos haced lo mismo en memoria suya, hasta que vuelva. No les invita a un mero gesto cultual. De los que se sientan con él a la mesa espera que entreguen la vida en el servicio a los demás, como lo ha expresado de un modo plástico levantándose de la mesa, quitándose el manto, arrodillándose ante cada uno y lavándoles los pies.

En el banquete de la Eucaristía, es Jesús el que se nos da como pan y como vino, su cuerpo y su sangre que nos alimenta a los creyentes. Comer su cuerpo y beber su sangre nos identifica con él y nos da las fuerzas que necesitamos para hacer vida su palabra.

Acercarnos a comer su cuerpo y beber su sangre puede parecernos algo incluso sencillo. Reconocemos que no somos dignos de recibirle, como el centurión, en nuestra casa. Nos tenemos que acoger siempre a su misericordia. Una misericordia que no tiene límites. Pero entrar verdaderamente en comunión con Jesús significa comulgar con el Evangelio, nuevo modo de ser y de vivir, que nos propone como un verdadero reto. Quien come y bebe con Jesús, pero no comulga con la causa del Evangelio, sigue estando en ayunas.

Comer y beber con Jesús nos hace entrar en comunión con él y con los demás cristianos, formando un solo cuerpo: la Iglesia comunidad. Es la Acción de Gracias de la que nos habla Pablo en la carta a los cristianos de Éfeso. A ellos y a nosotros nos exhorta a celebrarla.

La Eucaristía es como el maná del nuevo Pueblo de Dios, que camina hacia la plenitud del Reino. Es el mejor de los alimento. Nos robustece en la fe con la fuerza del Espíritu, que nos anima en el camino y el esfuerzo cotidiano.

Demasiadas veces hemos hecho de la Eucaristía un simple acto de culto. Veneramos, adoramos… nos preocupamos por seguir unas determinadas rúbricas, pero tal vez no celebramos en toda su riqueza y plenitud.

Creo que tenemos la obligación de preguntarnos el motivo por el que en nuestras Eucaristías cada vez hay más sitios vacíos. ¿Podemos siempre llamarlas con propiedad celebraciones de la fe? ¿Conectamos de verdad con la necesitad celebrativa de los creyentes de hoy? ¿Sacian nuestra hambre de Dios?

Los cristianos de nuestro siglo estamos llamados a redescubrir juntos el significado profundo de la Eucaristía y la dimensión que entraña de compromiso en la construcción del Reino. Los que comemos y bebemos con Jesús nos sentimos comprometidos, como comunidad, en la tarea de prolongar y actualizar su presencia salvadora y redentora en medio del mundo y de la historia.


ESTUDIO BÍBLICO

El Pan de Vida, sabiduría y donación de resurrección

Iª Lectura: Proverbios (9,1-6): El banquete de la Sabiduría

I.1. La primera lectura nos presenta a la Sabiduría, casi personalizada, que ha preparado un banquete para inaugurar una casa que, sobre siete columnas (número perfecto en la Biblia), es un dechado de solidez y de inteligencia. La Sabiduría en el AT es la experiencia más profunda de la vida. Es como Dios; su mejor asistente en todo lo que hace, hasta el punto que en los extremos de monoteísmo de la religión judía debemos entender que cuando se habla de la Sabiduría se está hablando de acciones divinas, de lo que Dios hace con los que son inexpertos y los necios. Si se fían de El asistirán a un banquete de vida.

I.2. El pan y el vino son los signos más sencillos, los más reales para compartir lo mejor de la Sabiduría. Por lo tanto es todo un canto, bajo el símbolo de un banquete, para compartir la vida de Dios. Aunque no parezca un texto de tipo cultual, viene a ser una especie de adelanto del banquete eucarístico. No es un banquete para sabios de este mundo y según la inteligencia de este mundo, sino precisamente para los que con menos capacidad se sienten en este mundo. Así es de generosa la Sabiduría, porque se está hablando de la generosidad de Dios.

IIª Lectura: Efesios (5,12-20): Vivir en la luz e iluminados

II.1. La segunda lectura es una invitación a la comunidad, en primer lugar, a actuar como envuelta en la luz, concretamente, en la luz de Cristo. Es un canto, pues, a Cristo luz en que resuenan ciertos elementos del libro de Isaías (26,19; 51,17; 52,1; 60,1). Es un canto que se cita como apoyo al planteamiento ético de cómo tienen que vivir los cristianos, ya que han sido iluminados en el bautismo, y no pueden andar por el mundo como personas que no tuvieran luz, ni sabiduría, ni Espíritu.

II.2. El tema de la sabiduría cristiana es contemplado de nuevo como praxis de los que han sido bautizados y no pueden vivir en el mundo de cualquier manera, cegados por lo que quita la razón, el juicio y el discernimiento (por ello se usa el simbolismo negativo del vino, la embriaguez como necedad), sino que deben estar abiertos a una esperanza en que, unidos, alaban a su Dios con cánticos, himnos y salmos.

Evangelio: Juan (6,51-58): La comunión de vida con el Hijo

III.1. El evangelio de Juan lleva a su punto culminante del discurso del pan de vida, porque aparecen con un realismo indiscutible los elementos sacramentales de la eucaristía. Es, probablemente, el texto más explícito sobre este sacramento que se practicaba en la comunidad, por el que probablemente eran criticados los cristianos. Juan no nos describe la institución de la eucaristía en la última cena; por ello, los especialistas han visto aquí el momento elegido por el evangelista para poner de manifiesto sus ideas teológicas sobre este sacramento que hace a la comunidad. En este momento se usa el verbo “trogein” (comer; en el tema del maná, en los versículos anteriores, se ha usado el verbo fagein) que tiene un verdadero sentido sacramental, ya que comer “la carne” y beber “la sangre” no pueden hacerlo los humanos (está prohibido cf Lv 17,10) más que en sentido simbólico-sacramental. El valor semítico del la palabra “carne” sirve para designar la condición humana, la vida humana, del Hijo del Dios.

III.2. Nos encontramos ante la radicalización del discurso de Cafarnaún: la carne, en este caso es lo mismo que el cuerpo, y el cuerpo representa a la persona y la historia misma de Jesús que se ha sacrificado y entregado por “el mundo”. El autor nos pone frente al sacrificio redentor de la cruz, sin mencionarlo directamente, más que por medio de “dar” o “entregar”. El sentido del “comer” al Hijo del hombre es una expresión de muchos quilates que apunta a poseer su vida, su palabra, sus opciones, sus sentimientos filiales. Este es el desarrollo lógico y teológico de todo lo anterior, aunque bien ha podido ser añadido en un segundo momento de la reflexión de este evangelio, que no se ha compuesto de una sola vez.

III.3. Es una comunión con su vida, esa vida que entrega por todos los hombres y que en la eucaristía vuelve a entregar como el resucitado. Si El Hijo vive por el Padre que le entrega su vida, nosotros vivimos por Jesús que nos entrega la que ha recibido. Es todo, pues, un misterio de donación el que acontece en la realización de la eucaristía. De ahí que sea el sacramento que nos va resucitando día a día, para que la muerte no sea nuestro destino, sino que nuestra meta es tener la vida que Jesús posee ahora como Señor de la muerte. Ahí reside la sabiduría del misterio de la eucaristía en la comunidad: ser una donación sin medida. En Juan este discurso está en sintonía con el mismo misterio de la Encarnación. Es posible que muchas expresiones muestren un “realismo” exagerado para explicar lo que siendo real, se lleva a cabo de forma sacramental. Porque es real la donación de la vida. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).


domingo, 9 de agosto de 2015

DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El que cree tiene vida eterna”

Son muchas las dificultades que tenemos que atravesar en la vida. Muchos desiertos, como el que atraviesa Elías. Algunas pueden hacernos flaquear. Unas veces surgen de manera accidental, otras veces son provocadas. Recordemos, especialmente hoy, a tantos cristianos en el mundo que sufren desprecio, persecución y muerte a causa de su fe. La Palabra de Dios que escuchamos hoy es una llamada a la esperanza.

La esperanza cristiana tiene su fundamento en Jesucristo. No consiste en esperar con los brazos cruzados a que “esta” vida acabe, aguantando lo que venga, para llegar a entrar en la “otra”. Por la fe en Cristo vivimos ya, anticipadamente, la vida eterna, que es vivir en Dios, vivir en el Amor.

Sólo en la medida en que nos dejamos transformar aquí y ahora por el amor de Dios podemos vivir y transmitir esperanza.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Elías se sentía agotado, deprimido y desilusionado. Consideraba que su vida carecía de sentido y que lo único que le quedaba era esperar la muerte. ¿No le pasa algo similar a muchos hermanos o hermanas nuestros? ¿Podría pasarnos a nosotros? Ante esto, debemos escuchar o anunciar la voz del Señor: “Anda, camina”, y seguir adelante o ayudar a otro a caminar. En esa circunstancia, está justamente el sentido de la propia vida.

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 1-8

El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: “Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos”. Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente. Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: “¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!”. Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!”. Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo. Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!”. Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.
Palabra de Dios.

Salmo 33, 2-9

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian! R.

II LECTURA

Hermosos consejos para vivir en comunidad y, por supuesto, en nuestras familias. Vivir en Cristo debe modificar nuestros compartimientos y reacciones. No podemos pasar por la vida como si nada hubiera ocurrido. Jesús nos salvó, y por eso debemos vivir y anunciar esta vida nueva.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 30—5, 2
Hermanos: No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo. Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 6, 51

Aleluya. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

“Ese pan bajado del cielo que al comienzo del relato se revela como el Pan de Vida se revela finalmente como el Pan Vivo, el pan que actúa a favor del Cosmos. Ese pan, para escándalo de aquellos que tenían miles de tabúes culturales y precientíficos con relación a la sangre y a la carne, les anuncia para escándalo de los buenos, piadosos y simpáticos lectores equivocados de las Escrituras que será carne para Vida del Cosmos.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41-51

Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: ‘Yo he bajado del cielo?’”. Jesús tomó la palabra y les dijo: “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: ‘Todos serán instruidos por Dios’. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Alimentar la esperanza

¿Qué puede llevar a un ser humano a desear la propia muerte? Parece claro que nadie desea realmente morir. Lo que deseamos es vivir en mejores condiciones. Pero cuando el dolor ensombrece por completo nuestro corazón hasta el punto de no dejarnos ver salida alguna, es entonces cuando podemos llegar a desear no haber nacido o incluso morir.

Elías, el gran profeta con quien algunos compararon a Jesús, llega a verse en una situación de sufrimiento de estas características. Las dificultades a las que se enfrenta son tan grandes que le hacen perder toda esperanza. Tal es así, que le pide a Dios que le quite la vida. No ha perdido la fe, pero sí la esperanza.

¿Qué hace Dios ante la angustia del ser humano? Alimentar su esperanza. “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias”, nos dice el Salmo de hoy.

Elías es un “hombre de Dios” que ha permanecido y permanece fiel a Él a pesar de la persecución que padece por los adoradores de otros dioses (Baal). Precisamente su fidelidad a Dios le ha llevado a esta situación extrema: huye porque Jezabel, seguidora de Baal y esposa de Ajab, rey de Israel, ha ordenado su muerte. Se dirige al monte Horeb (o Sinaí), al encuentro de Dios, buscando instintivamente en Él ayuda y consuelo. Al fin y al cabo, está en esta situación por su causa. Pero en el trayecto, a través del desierto, siente que le abandonan las fuerzas, como al pueblo de Israel cuando Dios, por medio de Moisés, lo sacó de Egipto. Y, como entonces, Dios permanece fiel. Envía un ángel, un mediador suyo, para que lo alimente, recobre las fuerzas y pueda seguir caminando hacia su encuentro. Y lo conseguirá, después de cuarenta días y cuarenta noches por el desierto. Un episodio que recuerda las tentaciones de Jesús y también su angustia en Getsemaní, con una diferencia: Jesús nunca perdió la esperanza.

¿Cómo alimenta Dios nuestra esperanza? El evangelio de hoy nos responde.

Sed imitadores de Dios

Escuchamos a lo largo de estos domingos el llamado discurso del pan de vida pronunciado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm y expuesto en el capítulo 6 del evangelio de San Juan. Como sabemos, el evangelio de Juan tiene un estilo literario muy característico. A diferencia de los sinópticos, Juan no narra la institución de la eucaristía en la última cena. En su lugar introduce el relato del lavatorio de los pies, que también tiene un fuerte significado eucarístico. A Juan no le interesa tanto el relato de los hechos cuanto su significado. Por eso, su evangelio está repleto de referencias implícitas al misterio de la eucaristía. El discurso del pan de vida es una de ellas.

En el evangelio de hoy, Jesús se dirige a personas que buscan la felicidad, que buscan una vida plenamente realizada en Dios, pero que no acaban de creer en él y en su mensaje. Jesús les resulta demasiado familiar como para creer que en él hay algo divino. Lo divino, piensan, debería ser extraordinario, suprahumano. Por eso siguen esperando signos y portentos. Pero están buscando a Dios donde nunca lo encontrarán.

Murmuran contra Jesús, como hicieran los israelitas contra Moisés antes de recibir el maná enviado por Dios. Sus críticas recuerdan también las que mencionan los sinópticos cuando Jesús predica, esta vez, en la sinagoga de su propio pueblo, Nazaret: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María?” (Mc 6, 3). Jesús responde: el Padre me ha enviado, yo conozco al Padre porque procedo de Dios y nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre.

El evangelio de Juan nos recuerda lo que aparece en él como una constante: Dios es, en sí mismo, amor, relación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la última cena las palabras de Jesús serán “nadie va al Padre sino por mí”, pero ahora nos está diciendo “nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre” y “todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí”. La reciprocidad es plena. No es ya un ángel quien viene a visitarnos, como a Elías, sino Dios mismo que se ha hecho compañero de camino. No es ya pan o maná el alimento que Dios envía, sino Dios mismo entregándose para que tengamos vida plena. Así, por medio de Jesucristo, es como Dios alimenta nuestra vida y nuestra esperanza.

San Pablo nos exhorta a ser imitadores de Dios, que no es otra cosa que vivir en el amor. Alimentados con la misma vida de Dios, que se nos da por Jesucristo, somos enviados a llevar esa misma vida a los demás, enviados a hacerle presente en el mundo aliviando angustias y alimentando esperanzas.

La vida eterna empieza aquí y ahora

Moisés y Elías representan la esencia de la fe judía: la Ley y los profetas. Es característico en Juan contraponer Antigua y Nueva Alianza mostrando cómo la Nueva se apoya en la Antigua pero la supera. Jesús lleva a plenitud lo que Dios había comunicado a través de Moisés y Elías. La liberación que alcanzamos por Jesús no es solamente una liberación de la esclavitud, es la liberación plena: del pecado y de la muerte. Por eso dice Jesús de quien va a él atraído por el Padre: “yo lo resucitaré el último día”. Y las promesas de los profetas de que llegaría un tiempo mesiánico por fin se han cumplido. Por eso Jesús cita un pasaje de Isaías referido a la nueva Jerusalén: “Todos tus hijos serán discípulos de Yavé” (Is 54, 13).

Hay aquí algo muy importante que no se nos puede escapar de ninguna de las maneras si no queremos desvirtuar completamente el mensaje del Evangelio: “el que cree tiene vida eterna”.

Con idénticas palabras lo encontramos en 1 Jn 5, 13. Es así como San Juan expresa, con una elaboración teológica propia, la idea de Reino de Dios que encontramos en los sinópticos. No hay que morir para tener la vida eterna, no hay que morir para entrar en el Reino de Dios. Quien cree en Jesucristo y, por lo tanto, vive desde el amor, ya está viviendo anticipadamente una vida eterna, una vida nueva, transformada, que por la resurrección llegará a plenitud.

El pan de vida es Jesús, que se da en la eucaristía, en el pan y la Palabra cuando son acogidos desde la fe. Confiando en Jesús, creyendo en él, ya vivimos una vida nueva, plena y eterna.


ESTUDIO BÍBLICO

De la sabiduría a la Eucaristía

Iª Lectura: 1Reyes (19,4-8): La fuerza de Dios en el corazón del profeta

I.1. La primera lectura nos narra una de las escenas más maravillosas y excepcionales del profeta Elías, el prototipo del profetismo del Antiguo Testamento, quien en tiempo de Ajaz y la reina fenicia Jezabel, su esposa (en el reino del norte, Israel), luchó a muerte por el yahvismo (la religión judía) que la reina quería “sincretizar” con sus creencias paganas. El profeta Elías, un defensor a ultranza del monoteísmo (sólo existe un Dios, Yahvé, y ninguno más) y de sus exigencias éticas, se enfrenta con la reina y sus lacayos. Sabemos que, en el fondo, es una guerra de religión, un enfrentamiento de culturas, donde el profeta Elías había derrotado a espada a los profetas de Baal (dios cananeo-fenicio) y eso le hace huir hacia el Horeb, que es el monte Sinaí en una tradición bíblica.

I.2. Elías va al encuentro de las verdaderas raíces del yahvismo, como podemos encontrar en Ex 19. El ángel de Dios le anima, le pone un pan y agua para que prosiga en esta huida, como Moisés, hacia el monte de Dios (en el Horeb), para beber en la verdadera fuente del yahvismo. Hay mucho de simbólico en esta narración, como se ha reconocido en la interpretación de los expertos. No todo lo que hay en la historia de Elías y su lucha por el yahvismo es hoy aceptable desde el punto de vista teológico, aunque defender los principios de una religión que se fundamenta en la justicia, como hace Elías en otras ocasiones, sí es ejemplo de radicalidad. Dios viene en ayuda del profeta, porque la lucha es “a muerte”. Defender una causa justa en nombre de Dios, no es apologética o fundamentalismo, o no debe serlo al menos, sino que es humanizar la religión.

IIª Lectura: Efesios (4,30-5,2): Dios, inspirador de nuestra vida

II.1. La segunda lectura prosigue con la exhortación a la vida nueva que lleva consigo el sello del Espíritu que deben poseer los cristianos. Lo que el autor pide, como consecuencia de esta identidad cristiana en el Espíritu, es determinante para conocer lo que hay que hacer como cristianos; es lo que se llama la praxis: evitar la agresividad, el rencor, la ira, la indignación, las injurias, y toda esa serie de maldades o miserias.

II.2. La alternativa es ser imitadores de Dios, es decir, bondadosos, compasivos y perdonadores. No es un imposible lo que se propone en el sentido de que Él sea nuestra vara de medir, sino tener los mismos sentimientos que Dios, como Padre, tiene con todos nosotros; así los debemos tener los unos con los otros. Nos recuerda algunos aspectos del Cristo joánico: como el Padre me ha amado, así os amo yo.

Evangelio: Juan (6,41-51): “Yo soy” el pan de vida

III.1. El contraste entre la Ley del AT y la persona de Jesús es una constante en el evangelio de Juan. Frente a la Ley y su mundo, y especialmente frente a la interpretación y manipulación que hacían los judíos, el evangelio propone a Jesús como verdadera “verdad” de la vida. Por eso mismo, los autores de San Juan se inspiran en la Sabiduría divina a la hora de interpretar el AT y de lo que Jesús ha venido hacer como Palabra encarnada. En el AT se hablaba de la Sabiduría divina que habría de venir a este mundo (cf Pro 1,20ss; 8; 9,1ss; Eclo 24,3ss.22ss; Sab 7,22-8,8; 9,10.17) como Palabra para iluminar en enseñar la forma de llevar a cabo el proyecto salvífico de Dios. Por eso mismo, en este discurso de Jn 6 se tienen muy en cuenta estas tradiciones sapienciales como de más alto valor que el mismo cumplimiento de los preceptos de la Ley. Y en Jn 6 se está pensando que Jesús, la Palabra encarnada, es la realización de ese proyecto sapiencial de Dios.

III.2. El evangelio de hoy nos introduce en un segundo momento del discurso del pan de vida. Como es lógico, Juan está discutiendo con los «judíos» que no aceptan el cristianismo, y el evangelista les propone las diferencias que existen, no solamente ideológicas, sino también prácticas. Su cristología pone de manifiesto quién fue Jesús: un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de José según se creía ¿cómo puede venir del cielo? Es la misma oposición que Jesús encuentra cuando fue a Nazaret y sus paisanos no lo aceptaron (Mc 6,1ss). Las protestas de los oyentes le da ocasión al Jesús joánico, no de responder directamente a las objeciones, sino de profundizar más en el significado del pan de vida (que al final se definirá como la eucaristía). Pero ahí aparece una de las fórmulas teológicas joánicas de más densidad: yo soy el pan de vida. Y así, el discurso sapiencial se hace discurso eucarístico.

III.3. La presencia personal de Jesús en la eucaristía, pues, es la forma de ir a Jesús, de vivir con El y de El, y que nos resucite en el último día. El pan de vida nos alimenta, pues, de la vida que Jesús tiene ahora, que es una vida donde ya no cabe la muerte. Y aunque se use una terminología que nos parece inadecuada, como la carne, la «carne» representa toda la historia de Jesús, una historia de amor entregada por nosotros. Y es en esa historia donde Dios se ha mostrado al hombre y les ha entregado todo lo que tiene. Por eso Jesús es el pan de vida. Harían falta muchas más páginas para poder exponer todo lo que el texto del evangelio de hoy proclama como “discurso de revelación”. El pan de vida, hace vivir. Esta es la consecuencia lógica. Casi todos los autores reconocen que estamos ya ante la parte eucarística de Jn 6.


III.4. Aparece aquí, además, uno de los puntos más discutidos de la teología joánica: la escatología, que es presentista y futura a la vez. La vida ya se da, ya se ha adelantado para los que escuchan y “comen” la “carne” (participación eucarística”). Pero se dice, a la vez, que será “en el último día”. Esto ha traído de cabeza a muchos a la hora de definir qué criterios escatológicos se usan. Pero podemos, simplificando, proponiendo una cosa que es muy importante. La vida que se nos da en la eucaristía como participación en la vida, muerte y resurrección de Jesús no es un simulacro de vida eterna, sino un adelanto real y verdadero. Nosotros no podemos gustarla en toda su radicalidad por muchas circunstancias de nuestra vida histórica. La eucaristía, como presencia de la vida nueva que Jesús tiene como resucitado, es un adelanto sacramental en la vida eterna. Tendremos que pasar por la muerte biológica, pero, desde la fe, consideramos que esta muerte es el paso a la vida eterna. Y en la eucaristía se puede “gustar” este misterio. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).