domingo, 31 de enero de 2016

DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO


ningún profeta es bien recibido en su propia tierra…

La primera lectura nos invita a reflexionar sobre la vocación profética de Jeremías, a quien Dios había escogido para esta peligrosa misión incluso antes ser gestado en el vientre de su madre.

En relación con la experiencia de Jeremías, el salmista siente que está en una situación arriesgada, por eso se pone en manos de Dios, pues recuerda cómo Él le ha estado ayudando desde antes de nacer.

La segunda lectura se trata del himno al amor de san Pablo. El amor es el principal de los carismas que Dios nos da, sin el cual todo lo que hacemos no tiene ningún valor.

Y la lectura del Evangelio es la segunda parte del pasaje de Jesús en la sinagoga de su pueblo, cuando, tras anunciar que en él se cumple la promesa mesiánica anunciada por Isaías (lo cual escuchamos el domingo pasado) y percibiendo que no es bien recibido entre sus vecinos, les hace ver que no es la primera vez que Dios prefiere ayudar a personas paganas antes que al pueblo judío, por lo que intentan despeñarle, sin éxito.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El Señor no le asegura a Jeremías que no tendrá problemas para llevar adelante su ministerio. Tampoco le dice que la gente escuchará y recibirá su predicación. Todo lo contrario. Como todo profeta encontrará enemigos y desaires. Sin embargo, lo que Dios promete es que estará con él, siempre. Esta convicción sostendrá toda la vida del profeta.

Lectura del libro del profeta Jeremías 1, 4-5. 17-19

En tiempos del rey Josías, la palabra del Señor llegó a mí en estos términos: “Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones. En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos. Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país. Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte”.
Palabra de Dios.
SALMO

Sal 70, 1-a 5-6ab. 15ab. 17

R. Mi boca, Señor, anunciará tu salvación.

Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.

Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.

Porque tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el vientre materno fuiste mi protector. R.

Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.

II LECTURA

Este hermoso canto, tan tradicional y conocido por todos, es sin dudas un proyecto e ideal para vivir. Poder amar como aquí se canta sería el cumplimiento de todo el plan de Dios. ¿Podemos empezar hoy?

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 31—13, 13

Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía. Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo para hacer alarde, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 13, 4-13

Hermanos: El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 4, 18

Aleluya. El Señor me envió a evangelizar a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluya.

EVANGELIO

La furia de estos hombres se comprende a partir de los ejemplos que pone Jesús en el discurso: Elías y Eliseo atendieron a personas que no pertenecían a la tradición de Israel. Jesús, entonces, promete un camino similar: salir del mundo judío para lanzarse a los gentiles. Esto sin dudas era provocador. Y lo seguirá siendo, cada vez que nos animemos a salir del círculo de “los nuestros”, “los conocidos” para llevar la Buena Noticia a los más alejados.

✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 21-30

Después que Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret, todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”. Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, sánate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm”. Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio”. Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

En los ejercicios espirituales ignacianos, una vez que el ejercitante ha hecho un profundo examen de conciencia y ha experimentado la misericordia de Dios (Primera Semana) y ha escogido libre y responsablemente servir a Cristo (Segunda Semana), san Ignacio no le hace ver en la Tercera Semana las gracias y dichas que conlleva tomar esa opción, sino todo lo contrario: le invita a reflexionar la pasión del Señor, para que así sea muy consciente de que servir a Cristo supone pasar por duros sacrificios. Sólo así se puede alcanzar la resurrección, que se medita en la Cuarta Semana. Esta dinámica espiritual enlaza muy bien con la vida de los profetas y con lo que las lecturas de este domingo nos invitan a contemplar.

Efectivamente, en los textos bíblicos, los servidores de Dios por antonomasia son los profetas, que Él envía para que transmitan su voluntad al pueblo y sus gobernantes. Muchas veces Dios les pide que denuncien pecados e injusticias, o que anuncien duros castigos, lo cual es muy mal recibido por los oyentes. De ahí que los profetas hayan sido tantas veces rechazados y perseguidos en su propia tierra, como dice hoy Jesús a sus vecinos de Nazaret.

Y esto es algo que, en cierto modo, todos nosotros experimentamos cuando damos testimonio del Evangelio a nuestros conocidos, vecinos o familiares, pues entonces comenzamos a recibir ataques o a sentir cómo nos dejan de lado. Por eso está tan presente en nosotros la tentación de ser «falsos profetas», esto es, de decir a la gente lo que quiere escuchar, en vez de lo que dice el Evangelio. En efecto, en las reuniones familiares o cuando estamos con los conocidos, es mucho más cómodo pasar por alto muchas cosas que están claramente mal. Así no sólo no tenemos problemas, sino que nos sentimos más integrados y acogidos.

Pero debemos preguntarnos: ¿Por quién preferimos sentirnos acogidos, por Dios o por nuestros conocidos? La respuesta teórica es, obviamente, por Dios. Pero entonces surge otra cuestión: aunque así sea, ¿merece la pena tener problemas y sufrimientos por escoger estar junto a Dios? Esta pregunta se la hacen todos los profetas. Y, en la práctica, es difícil de contestar, pues, siendo muy sencillo recitar el Credo en Misa, no lo es tanto el ser coherente con él en la vida cotidiana. ¿Hasta qué punto compramos con nuestra incoherencia la aceptación de nuestros conocidos?

Pero las lecturas de hoy nos dicen algo más: si optamos por el Evangelio a pesar los problemas que ello pueda acarrear, Dios nos protege. Así se lo dice Dios a Jeremías y de eso da testimonio el salmista. Asimismo, en la lectura del Evangelio hemos podido escuchar cómo los vecinos de Jesús quisieron despeñarle, pero no lo lograron. La vida de los que siguen fielmente a Dios está en sus poderosas manos. Ello no significa que Dios preserve a los profetas de todo sufrimiento. Sabemos que cuando llegó su hora –el kairós–, Jesús padeció en la Cruz, muchos cristianos han muerto mártires, y lo mismo pasó antiguamente con algunos profetas. Pero su sufrimiento no ha sido estéril, porque Dios lo hizo fértil. Jesús, con su muerte, nos redimió y nos abrió las puertas de la resurrección, el martirio de los cristianos es el mejor testimonio de la verdadera fe y el sufrimiento de los profetas sigue teniendo un gran valor.

De ahí que, volviendo a los ejercicios ignacianos, antes de meditar la resurrección de Cristo, se medite su pasión. Sin pasión no hay resurrección. Quien no es capaz de sufrir problemas a causa del Evangelio, tampoco experimentará en esta vida la felicidad de vivirlo.

Y es ahora cuando entra en juego el himno del amor de san Pablo. Porque la coherencia al Evangelio no hay que vivirla ciegamente ni debemos sufrir por Cristo por obligación, sino por amor. Porque, como dice san Pablo, el amor es lo que da sentido a todo lo que hacemos. ¿Una madre se sacrifica por sus hijos por obligación? ¿Visitamos a un amigo enfermo para cumplir un deber evangélico? Obviamente no, lo hacemos por amor, que es la fuerza más fuerte y potente del universo, capaz de hacer grandes milagros. Es más, si seguimos el Evangelio por miedo a no ser castigados, entonces no es el Evangelio lo que estamos siguiendo, porque su fundamento es el amor, no el miedo.

En definitiva, el amor es lo que ha de movernos a ser coherentes con lo que Dios nos pide: sólo así podremos sobrellevar las penas y sufrimientos que ello conlleva, y sólo así llegaremos a convertirnos al Evangelio y a resucitar a la vida eterna.


ESTUDIO BÍBLICO

Lucharán contra ti, pero no te podrán

Iª Lectura: Jeremías (1,4-5.17-19): Llamada y misión profética

I.1. La primera lectura de hoy nos refiere la vocación del profeta Jeremías de Anatot en el s. VII a. C. Era un hombre de descendencia sacerdotal, de los sacerdotes de Anatot o levitas, un pequeño pueblo a unos cinco km. al norte de Jerusalén. Jeremías mismo profetizó contra su pueblo (11,21-23), donde compró un campo, que era todo un signo en la situación por la que pasaba el profeta (Jr 32,7-9). Senaquerib lo había conquistado antes de rodear Jerusalén (Is 10,30).. Hoy el texto del libro nos habla de la vocación (vv.4-5) y de la misión (vv.17-19). Era un muchacho cuando sintió la “llamada” de Dios para ser profeta de los pueblos, de los gentiles. La vocación profética es un desafío, y en el caso del profeta Jeremías se hace más palpable por la situación tan contradictoria que tuvo que vivir existencialmente ante la catástrofe que se veía venir sobre Judá. Aunque al principio pudiera estar de acuerdo con el joven rey Josías para impulsar la reforma necesaria después de más cincuenta años de abandono y opresión por parte de su abuelo Manasés, Jeremías es un hombre que siente en su vida la fuerza de la palabra de Dios por encima de cualquier proyecto político. El mismo Pablo se inspira en estas palabras de profeta para ilustrar su llamada a ser apóstol de los gentiles (Gal 1,15).

I.2. Un profeta lo es a pesar de él mismo; siente miedo por lo que tiene que vivir en su interior y lo que tiene que comunicar en nombre de su Dios. Sin duda que debe ser así, porque no podrá regalar el oído a nadie. Si fuera verdad que su primera actuación, como defienden algunos, hubiera sido el discurso contra el templo (Jr 7), comprenderíamos la experiencia tan intensa y determinante de su vida. Dios, sin embargo, no admite excusas; llama a quien tiene que llamar, a quien le va ser fiel hasta el final: lo llama para “arrancar y destruir, edificar y plantar”. El profeta no destruye por destruir, sino para convertir. Es un hombre próximo a la teología de Oseas. Jeremías ha sido llamado para entregarse a los demás, o si queremos, para sentir la pasión de la palabra de Dios y entregarla a los demás.

IIª Lectura: I Corintios (12,31-13,13): El amor será lo eterno

II.1. La segunda lectura es probablemente una de las páginas más bellas que jamás se hallan escrito en la historia de la humanidad, sobre la experiencia más determinante y decisiva de la vida de todo hombre: amar y ser amado. No podemos olvidar que no se habla del amor bello y hermoso de la amistad (filía), cantado por los griegos y todos los poetas. Es una expresión que el cristianismo ha rescatado como algo propio (ágape, de agapáô) y que se ha plasmado con el término “caridad”, una de las virtudes teologales. Y aunque suena mejor el término “amor”  y el verbo “amar” (pues para caridad no existe un verbo directo adecuado), no deberíamos renunciar los cristianos a ese sentido de “caritas”, que está cargado de originalidad. Es el ágape y no solamente la filía, sencillamente porque es un amor sin medida: todo lo perdona y siempre se entrega, aunque no haya respuesta. Por eso, como se lee en la Vulgata “caritas numquam excidit”, el amor no pasa nunca (v.8a). Pablo quiere mostrar el “camino más excelente”, en realidad el “carisma” al que todos deberían aspirar. Ese es el camino, el sendero por el que hay que marcar los criterios de los dones espirituales.

II.2. El apóstol nos habla del amor en el contexto de los carismas de la comunidad de Corinto, que le ha planteado la cuestión de una praxis personal y comunitaria: ¿cuál es el carisma que se debe preferir? ¿qué servicio es el más perfecto en la comunidad? Pablo está hablando a una comunidad donde existe un problema bien manifiesto: el desprecio de los débiles, de los que no valen, de los que no tienen altos vuelos. Por eso mismo el campo de acción del amor en una comunidad cristiana es ejemplificador. Podemos presumir de educación, cultura, intelectualidad, pero eso, que sin duda perfecciona al hombre, no le da los quilates verdaderos para ser más humano y, desde luego, para ser mejor cristiano. Y no se puede pretender ser cristiano para uno mismo y en uno mismo. Eso está descartado previamente. Se es cristiano desde la comunidad y en la comunidad, en la ekklesía o de lo contrario no se es cristiano para nada. Y es precisamente en ella donde no tiene sentido la forma más sutil de egoísmo espiritual. El amor es la fuerza de la comunidad, pero también lo es para que uno mismo sea comunidad. Lo es de cualquier comunidad, pero muy especialmente se debe entender de cualquier tipo o variante de comunidad cristiana. No podemos, pues, menos de pensar que esto que se dice muy en concreto para la comunidad de Corinto, se debe aplicar a la comunidad cristiana matrimonial, que es todo un símbolo y realidad de la comunidad eclesial. Es más, es ahí donde se gesta muy concretamente una de las experiencias más íntimas de la comunidad eclesial.

Evangelio: Lucas (4,21-30): El evangelio liberador, palabra de gracia.

III.1. “Esta escritura comienza a cumplirse hoy” (v. 21). Así arranca el texto del evangelio que complementa de una forma práctica el planteamiento que se hacía el domingo pasado sobre la escena-presentación de Jesús en su pueblo, donde se había criado, en Nazaret. Esta escena prototipo de todo lo que Jesús ha venido a hacer presente, apoya que las palabras sobre la gracia, exclusivamente las palabras liberadoras, se convierten en santo y seña de su vida y de su muerte. El “hoy”, el ahora, es muy importante en la teología de evangelio de Lucas. Lo que Jesús interpreta en la sinagoga es que ha llegado el tiempo (cf Mc 1,14) de que las palabras proféticas no se queden solamente “escritura sagrada”. De eso no se vive solamente. Son realidad de que Dios “ya” está salvando por la palabra de gracia.

III.2. El v.22 ha sido objeto de discusiones exegéticas, que actualmente apuntan claramente a entenderlo de la manera siguiente: todos lo criticaban (daban testimonio de él, -martyréô- pero en sentido negativo), a causa de las palabras sobre la gracia. ¿Por qué? Precisamente porque en la cita del texto de Is 61,1-2 (Lc 4,18) han desaparecido aquellas palabras que hacían mención de la ira de Dios contra los paganos. El testimonio de sus paisanos de Nazaret, pues, no es favorable sino adverso. Y es contrario porque Jesús se atreve a anunciar la salvación, no solamente de su pueblo, sino del hombre, de cualquier hombre, de todos. Los ejemplos posteriores –después del reproche “médico cúrate a ti mismo”-, de Elías y Eliseo en beneficio de personas paganas (no de Israel) vienen a iluminar lo que Jesús ha querido proclamar en la sinagoga de Nazaret. La consecuencia de todo ello no es otra que el intenta de apedrear a Jesús. ¿Por qué? ¿Porque les ha puesto el ejemplo de los profetas abiertos al mundo pagano? ¡Sin duda! Porque ha proclamado el evangelio de la gracia.

III.3. Se ha dicho, con razón, que este es un relato programático. No quiere decir que no sea histórico, que no haya ocurrido una escena de rechazo en Nazaret (así lo muestra Marcos 6,1-6). Pero en Lucas es una escena que quiere concentrar toda la vida y toda la predicación de Jesús hasta el momento de su rechazo, de su juicio y de su muerte. Nazaret no es solamente su patria chica; en este caso representa a todo su pueblo, sus instituciones, su religión, sus autoridades, que no aceptan el mensaje profético de la gracia de Dios que es y debe ser don para todos los hombres. Lucas ha puesto todo su genio literario, histórico y teológico para darnos esta maravilla de relato que no tiene parangón. Todo lo que sigue a continuación, la narración evangélica, es la explicitación de lo que sucede en esta escena.

III.4. Jesús, como Jeremías, ha sido llamado para arrancar de la religión de Israel, y de toda religión, la venganza de Dios, y para plantar en el mundo entero una religión de vida. Los ejemplos que Lucas ha escogido para apoyar lo que Jesús hace –lo del gran profeta Elías y su discípulo Eliseo-, muestran que la religión que sigue pensando en un Dios manipulable o nacionalista, es una perversión de la religión y de Dios mismo. El itinerario vital de Jesús que Lucas nos describe en esta escena, muestra que el Reino que a partir de aquí ha de predicar, es su praxis más comprometida. La salvación ha de anunciarse a los pobres, como se ve en la primera parte de esta escena de Nazaret, y ello supone que Jesús, en nombre de Dios, ha venido a condenar todo aquello que suponga exclusión y excomunión en nombre de su Dios. Lucas, pues, sabe que era necesario presentar a Jesús, el profeta de Nazaret, en la opción por un Dios disidente del judaísmo oficial. Eso será lo que le lleve a la muerte como compromiso de toda su vida. Y así se pre-anuncia en el intento de apedreamiento en Nazaret. Pero no es la muerte solamente lo que se anuncia; también la resurrección: “pero él, pasando por medio de ellos, se marchó” (v.30). Esta no es una huida cobarde, sino “entre ellos”, pasando por la entraña de la muerte… se marchó… a la vida nueva. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 24 de enero de 2016

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”

 “El pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley”. ¿Por qué lloraba al escuchar tales palabras?; ¿lloraban, acaso, por el temor infundido por palabras duras y amenazadoras?; ¿lloraban, tal vez, llevados por la emoción suscitada por palabras melifluas y sentimentales? ¿Podría, en cualquiera de estos casos, decirse de estas palabras que son espíritu y vida? ¿En qué condiciones son las palabras de la escritura espíritu y vida?

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En esta fiesta popular la Palabra de Dios tiene un lugar central. Y para que todos puedan acceder al mensaje, la lectura está acompañada de una interpretación. Porque la Biblia no puede entenderse nunca en forma literal, sino que hay que leerla desde una búsqueda dé sentido para el tiempo presente.

Lectura del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo –porque estaba más alto que todos– y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén! ¡Amén!”. Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: “Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”.
Palabra de Dios.
SALMO

Sal 18, 8-10. 15

R. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.

La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.

¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! R.

II LECTURA

Una de las características del Cuerpo que nos plantea Pablo es la solidaridad con el otro, tanto en el dolor como en la alegría. Y esto es porque no podemos ser ajenos a lo que les pasa a nuestros hermanos, encerrándonos en nuestros individualismos.



Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 12-30

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: “Como no soy mano, no formo parte del cuerpo”, ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: “Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo”, ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”, ni la cabeza, a los pies: “No tengo necesidad de ustedes”. Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembro de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de sanar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
Palabra de Dios.
O más breve  1Cor 12, 12-14. 27

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 4, 18

Aleluya. El Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluya.

EVANGELIO

 “Cristo sigue viviente gracias al Espíritu. ‘El Espíritu sobre mí, esto se cumple hoy, comienza la era del cristianismo, aquí comienza una fase de historia que es ya la plenitud de los tiempos’. El Espíritu Dios, se ha hecho espíritu también del hombre que lo quiera recibir” (Beato O. Romero, 27/1/1980).

✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El relato de Nehemías nos da cuenta de un momento crucial en la vida del pueblo israelita. Tras la experiencia de la destrucción de Jerusalén y los cuarenta años del exilio en Babilonia, ha regresado a su tierra, a reconstruir Jerusalén, sus murallas, su Templo, su nación, sus vidas. E Israel se pregunta por qué ha sucedido la dura experiencia que ha pasado. La Ley que proclama Esdrás es la respuesta a esta pregunta: el pueblo ha desoído los mandatos que Dios dio a sus padres y la maldición se ha cumplido: “Mira: Yo pongo hoy ante vosotros bendición y maldición. Bendición si escucháis los mandamientos de Yahvé vuestro Dios que yo os prescribo hoy, maldición si desoís los mandamientos de Yahvé vuestro Dios, si os apartáis del camino que yo os prescribo hoy” (Dt 11,26-28). El pueblo, ahora consciente, llora arrepentido.

Pero en la misma Ley proclamada también se encuentra la respuesta a estas lágrimas, a este arrepentimiento: “Cuando estés angustiado y te alcancen todas estas palabras, al fin de los tiempos, te volverás a Yahvé tu Dios y escucharás su voz; porque Yahvé tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la alianza que con juramento concluyó con tus padres” (Dt 4, 30-31). En realidad, esta renovación de la Alianza instituida en la lectura de la Ley es el nacimiento real del judaísmo, fundado en la observancia de la Ley y en la separación: un judaísmo a la vez religión e identidad nacional, que hace de los judíos un pueblo separado y riguroso.

Los discípulos de Jesús en el naciente cristianismo también experimentan dificultades: conflictos internos y presiones externas. Dos graves problemas internos desafían a la comunidad de Lucas. Por una parte, el conflicto entre los miembros de origen judío y los miembros de origen pagano, teniendo de por medio la ley que aún vivían los judíos. Por otra parte, la división social entre ricos y pobres en el seno de la comunidad, impide la comunión fraterna. Desde el exterior, persecuciones. Ante estas realidades, ¿tiene sentido seguir siendo cristiano? El relato de Lucas, nuevo Esdrás, pretende también dar respuesta a estas inquietudes que amenazan la misma existencia de la Iglesia. Un relato que, como nueva ley fundante, establezca los cimientos sólidos sobre los que construir la nueva comunidad cristiana. La elección del texto de Isaías al comienzo de este relato (recuérdese que el Evangelio de la Infancia es una interpolación posterior) responde a este objetivo:

El escoger un texto de la tradición judía recuerda la raíz judía, el enraizamiento de la Iglesia en las promesas de Dios, en una buena noticia. Por su parte, la referencia a los ciegos apoya como miembros de pleno derecho a los que proceden del paganismo, aquellos que no veían. La referencia a los pobres resuelve el conflicto social desde una preferencia de Dios por los débiles. La libertad anunciada es una llamada a la esperanza ante toda persecución. La omisión de verso de Isaías “día de la venganza”, terminando en “año de gracia”, proclama que la salvación de Dios es universal: para judíos, para paganos, para ricos, para pobres, también para los mismos que atacan a la comunidad. Donde la enseñanza de Esdrás cerraba la salvación a Israel, la enseñanza de Lucas abre la salvación de Dios a todos.

La enseñanza de Esdrás mantenía la maldición ante el incumplimiento de la Ley que expresaba el rechazo a Yahvé. ¿Qué ocurre en la enseñanza de Lucas? En esta enseñanza, ni siquiera tiene sentido, pues esta Ley es Espíritu, Palabra encarnada, vida en el mismo Espíritu de Dios, ley hecha vida en la carne. Primero en Jesús: él es la Ley encarnada, el criterio firme. Desde Él, la comunidad cristiana, construida en ese mismo Espíritu. La carta a los Corintios de Pablo recuerda estos mismos criterios de construcción de la vida de la comunidad cristiana, en la multiforme expresión del Espíritu en sus miembros.

Jesús pudo decir: “Hoy se cumple esta escritura”, porque en efecto, en él, los pobres sonrieron, los ciegos vieron, los esclavos fueron liberados: la gracia llegó a los hombres que compartieron su vida con él. Hoy seguimos anunciando a Jesús como la Ley de la gracia, anunciamos la buena nueva a los pobres en Jesús, la luz en Jesús a los que no creen, la libertad en Cristo, a los esclavos de nuestro tiempo; pero eso no basta para que nosotros, los que hoy portamos el Espíritu, podamos decir que “hoy se cumple esta escritura de Lucas que proclamamos”. No basta anunciar; hay que realizar lo anunciado, como Jesús. Si no, ¿para qué somos portadores del Espíritu? Si esas palabras no se hacen vida, hacemos mentiroso al Espíritu.


ESTUDIO BÍBLICO

El Evangelio: Una Buena Noticia de Salvación

Iª Lectura: Nehemías (8,1-10): La identidad de un pueblo en la Ley

I.1. La primera lectura está tomada del libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios, en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento determinante. Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el descubrimiento del libro del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que ya existiera.

I.2. Es esto lo que ha creado el tópico de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad, aunque requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy es propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si los sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel, la lectura y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de identidad de un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir que es una aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor. Es la espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia profética.

IIª Lectura: 1Corintios (12,12-30): La diversidad vivida en comunión

II.1. La lectura segunda, vuelve sobre la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir desmenuzando estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la necesidad de un buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios, recurre a un símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano, organismo que no puede subsistir mas que gracias a la diversidad de sus órganos y de sus funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad inquebrantable en razón de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin manos, o sin pies, o sin ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con el cuerpo de Cristo, con la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación sobre la metáfora del cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo que sucede en el cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a entender la unión entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y es su “cuerpo”.

II.2. Unos valdrán más que otros; unos pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor dignidad; pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso significa que en la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese pluralismo en la unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a la hora de saber vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros sois el cuerpo de Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto en que está hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en la Iglesia. Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la comunidad cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura en la unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad se cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.

Evangelio: Lucas (1, 1-4; 4, 14-21): La fuerza liberadora del evangelio

III.1. La lectura del evangelio se introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4, 14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea, donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.

III.2. Es ya significativo que el evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que, como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues, en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de esa buena nueva.

III.3. El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.

III.4. Resaltemos, pues, que el texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su mensaje liberador y de gracia.


III.5. Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez. O. P.).

domingo, 10 de enero de 2016

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR


BAUTISMO DEL SEÑOR

Hoy celebra la Iglesia la solemnidad del Bautismo de Jesús; es la cumbre del tiempo de Navidad. En este domingo se nos presenta todo el misterio que hemos celebrado en las diversas fiestas navideñas. Dios con nosotros y nosotros con Dios es la esencia de la Navidad ayer, hoy y siempre.

Dios está con nosotros, pero ¿estamos nosotros con Dios? Que Dios ha nacido para estar siempre con nosotros es evidente, pues lo ha dicho él mismo. Es el Emmanuel. La pregunta es si nosotros estamos o no estamos con Dios. En concreto, si nos dejamos guiar por Dios; si aceptamos su palabra, si nos sometemos a sus mandamientos y, sobre todo, si conocemos a Dios por experiencia y no sólo de oídas.

Es evidente que el mundo vive hoy como si Dios no existiera y hasta algunos cristianos se debaten en la confusión, pues no es fácil profesar la fe en la situación del mundo actual. Los gobiernos terrenos, cuya misión es proponer y aplicar al menos la ley natural, toleran y hasta legislan comportamientos contrarios a la razón, una vez perdido el mismo sentido del pecado. La situación es tan difícil que algunos son tentados de paralizarse o de pactar con el mal.

En este contexto, la fiesta de hoy nos presenta a Jesús, el enviado, comenzando su ministerio público. Y la Iglesia continúa esta misión de Cristo, evangelizando de nuevo el mundo en el que estamos, pues cuando se celebra el misterio de Jesús en la Santa Misa se proclama su muerte y resurrección a todos. Sin embargo, no olvidemos que la evangelización no es transmitir ideas, sino hacer posible el encuentro con una persona, Cristo, y poder gozar de la vida que él nos ha dado; pero esta misión sólo la realizan los enviados por Jesucristo que viven según la forma apostólica y combaten a favor del bien y en contra del mal. La evangelización la hacen los santos, no los maestros No se trata de medios exteriores, sino de vida interior.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta anuncia que se revelará la gloria del Señor. La gloria de Dios es su manifestación hacia la humanidad, y se muestra en su poder salvador. De diversas maneras, Dios mostró su gloria al pueblo de Israel, rescatándolo y haciendo una Alianza con él. Con la llegada de Jesús a nuestra tierra, Dios será plenamente glorificado, porque se manifestará su obra salvadora a toda la humanidad.

Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está su Dios!”. Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios.

Sal 103, 1b-4. 24-25. 27-30

R. ¡Bendice al Señor, alma mía!

¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo. R.

Construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento. Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros. R.

¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños. R.

Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. R.

Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

II LECTURA

Dios viene a nuestro mundo. ¿Podremos seguir viviendo ignorando su presencia? La amorosa manifestación de Dios nos exige dejar el pecado y encaminarnos en una vida donde se haga patente la gracia.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7

Querido hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 3, 16

Aleluya. “Viene uno que es más poderoso que yo”, dijo Juan Bautista; “él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Aleluya.

EVANGELIO

El bautismo de Jesús señala el comienzo de su ministerio público. Hasta ese momento, Jesús había llevado la vida anónima de un hombre de Nazaret. El bautismo es la manifestación de la gloria divina: nos presenta a la Santísima Trinidad y señala el momento a partir del cual Jesús comenzará a manifestarse como el Ungido que viene a realizar la salvación y a evangelizar a los pobres.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16. 21-22

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Lo primero y más urgente ahora es evangelizar.

Heraldo de Jerusalén, súbete a un monte y anuncia: ha llegado vuestro Dios. El Señor ha venido y eres tú, soy yo, al quienes él busca. Como un pastor apacienta el rebaño, reúne a los corderos, fortalece a las ovejas débiles y cura a las heridas. Mirad, el Señor viene con poder y dará a cada uno su recompensa.
Evangelizar es mostrar cómo Jesús consuela a su pueblo, habla al corazón de Jerusalén. Jesús camina por nuestras calles, conversa en nuestras plazas. De este modo, se llegará a conocer a Jesús como el profeta, lleno del Espíritu Santo, nacido y enviado para nuestra salvación. Es tiempo de preparar en el desierto de nuestra vida un camino al Señor. Que la soberbia sea vencida y que triunfe la humildad.
Se revelará la gloria del Señor y todos los hombres, maravillados, serán consolados. Éste es el fruto de la evangelización. Mirad con atención a Jesucristo, pues no se puede conocer la fuente de la bondad sin amarla. Contemplemos a Jesús como se contempla la Santa Eucaristía, hasta que se revele al propio corazón la gloria del Señor.

Se ha manifestado la gracia de Dios

Durante el tiempo de Navidad se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñando a renunciar a los deseos mundanos y a llevar una vida sobria, justa y piadosa. Jesucristo es el maestro que enseña la verdad e indica el camino de la vida eterna. Basta seguir sus huellas. La cuestión no es llenarnos de cosas, ocupar el tiempo, sino acoger al único que nos salva, Jesús.
El Señor ha llegado y permanece con nosotros para salvarnos mediante el bautismo de la regeneración en el Espíritu Santo. Por medio de nuestro Salvador Jesucristo seremos herederos de la vida eterna. Esperemos ahora su manifestación en la gloria y en el poder del gran Dios nuestro Salvador, Jesucristo, el cual nos redimió del pecado y volverá para llevarnos a la vida eterna.

Jesús y Juan el Bautista

El evangelio de hoy nos dice quién es Juan el Bautista y quién es Jesús. Juan el Bautista es el evangelizador, porque en el desierto conoció su misión y en medio de la gente la cumplió hasta el martirio. Juan el Bautista bautizaba en el Jordán y preparaba los caminos al Señor con la penitencia. Juan Bautista habló diciendo: Yo os bautizo con agua, pero está llegando otro, mayor que yo, que os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego.

Mientras Jesús recibía el bautismo, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él y se oyó una voz poderosa del cielo, que dijo: “Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me complazco”. Jesús es el ungido, el Hijo de Dios, el amado, el predilecto, el que bautiza en Espíritu Santo y fuego. El bautismo de agua es el bautismo de penitencia; el bautismo en el Espíritu Santo es el bautismo que da la nueva vida mediante la fe y consume los pecados en el fuego divino mediante las obras de penitencia.

El bautismo de Cristo sucedió mientras Él rezaba. Detalle fundamental para advertir que la oración es fundamental en la vida de Cristo y en la vida de cada uno de nosotros. Sin oración se corre el riesgo de cansarnos y que todo siga igual. Sin oración no será posible hablar con unción y eficacia llevando la conversión a las personas que nos escuchen. Sin oración nuestra palabra saldrá de la boca, no del corazón.

Celebrar el bautismo de Cristo es hacer memoria también de nuestro bautismo y profesar de nuevo la fe, renovando el propósito de renunciar al pecado y de vivir de las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Estemos preparados para cuando vuelva Jesús. Pero para entonces ¿habrá fe en la tierra?


ESTUDIO BÍBLICO

Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.

Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones

I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40), cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías), es el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia, que después se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1-7) nos presenta a ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C.) como el mediador de una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que motivó este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana primitiva ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva Alianza de Dios con los hombres y ser luz de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.

IIª Lectura: Tito (2,11ss): la maravilla de la "gracia de Dios"

II.1. La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se habla de la “gracia de Dios” como salvación de todos los hombres. Dios es nuestro Salvador, que ha manifestado su bondad y su ternura con los pecadores. Esta lectura pretende ser, en la liturgia de este domingo, como la forma práctica de entender qué es lo que supone el bautismo cristiano: un modo de entroncarnos en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto de vida que se fundamenta en una vida justa y religiosa y no en la impiedad mundana; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como regalo, y no por nuestros méritos.

II.2. La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la fiesta del Bautismo de Jesús, pues, marca expresamente la dimensión que llama al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra de Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir bajo esa conciencia de ser hijos de Dios, estamos expuestos a vivir sin identidad en nuestra existencia.

Evangelio. Lucas (3,15-16;21-22): Bautismo: ponerse en las manos de Dios

III.1. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de nuestra vida.

III.2. Es eso lo que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas, donde el Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán, precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie todo aquello que se refiere a la Encarnación y a la Navidad.  No se duda en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por parte de Juan, pero también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.

III.3. Jesús sale del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores, ni de los que tensan su vida en la búsqueda de la verdadera felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su conjunto, es la manifestación de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en el agua del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.


III.4. El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a superar del AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la manifestación celeste del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no están en relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por haber sido del pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu como “bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar.