BAUTISMO DEL SEÑOR
Hoy
celebra la Iglesia la solemnidad del Bautismo de Jesús; es la cumbre del tiempo
de Navidad. En este domingo se nos presenta todo el misterio que hemos
celebrado en las diversas fiestas navideñas. Dios con nosotros y nosotros con Dios
es la esencia de la Navidad ayer, hoy y siempre.
Dios
está con nosotros, pero ¿estamos nosotros con Dios? Que Dios ha nacido para
estar siempre con nosotros es evidente, pues lo ha dicho él mismo. Es el
Emmanuel. La pregunta es si nosotros estamos o no estamos con Dios. En
concreto, si nos dejamos guiar por Dios; si aceptamos su palabra, si nos
sometemos a sus mandamientos y, sobre todo, si conocemos a Dios por experiencia
y no sólo de oídas.
Es
evidente que el mundo vive hoy como si Dios no existiera y hasta algunos
cristianos se debaten en la confusión, pues no es fácil profesar la fe en la
situación del mundo actual. Los gobiernos terrenos, cuya misión es proponer y
aplicar al menos la ley natural, toleran y hasta legislan comportamientos
contrarios a la razón, una vez perdido el mismo sentido del pecado. La
situación es tan difícil que algunos son tentados de paralizarse o de pactar
con el mal.
En este
contexto, la fiesta de hoy nos presenta a Jesús, el enviado, comenzando su
ministerio público. Y la Iglesia continúa esta misión de Cristo, evangelizando
de nuevo el mundo en el que estamos, pues cuando se celebra el misterio de
Jesús en la Santa Misa se proclama su muerte y resurrección a todos. Sin
embargo, no olvidemos que la evangelización no es transmitir ideas, sino hacer
posible el encuentro con una persona, Cristo, y poder gozar de la vida que él
nos ha dado; pero esta misión sólo la realizan los enviados por Jesucristo que
viven según la forma apostólica y combaten a favor del bien y en contra del
mal. La evangelización la hacen los santos, no los maestros No se trata de
medios exteriores, sino de vida interior.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
El profeta anuncia que se revelará la gloria
del Señor. La gloria de Dios es su manifestación hacia la humanidad, y se
muestra en su poder salvador. De diversas maneras, Dios mostró su gloria al
pueblo de Israel, rescatándolo y haciendo una Alianza con él. Con la llegada de
Jesús a nuestra tierra, Dios será plenamente glorificado, porque se manifestará
su obra salvadora a toda la humanidad.
Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11
¡Consuelen,
consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y
anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada,
que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una
voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa
un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen
todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los
terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y
todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor.
Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta
con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin
temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está su Dios!”. Ya llega el Señor con
poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y
su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con
su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han
dado a luz.
Palabra
de Dios.
Sal 103, 1b-4. 24-25. 27-30
R. ¡Bendice al Señor, alma mía!
¡Señor,
Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves
con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo. R.
Construiste
tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas
del viento. Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como
ministros. R.
¡Qué
variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está
llena de tus criaturas! Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan,
en número incontable, animales grandes y pequeños. R.
Todos
esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen;
abres tu mano, y quedan saciados. R.
Si
escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al
polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la
tierra. R.
II LECTURA
Dios viene a nuestro mundo. ¿Podremos seguir
viviendo ignorando su presencia? La amorosa manifestación de Dios nos exige
dejar el pecado y encaminarnos en una vida donde se haga patente la gracia.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
Tito 2, 11-14; 3, 4-7
Querido
hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se
ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos,
para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras
aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran
Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos
de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de
celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios,
nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que
habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó,
haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y
derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo,
nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza
herederos de la Vida eterna.
Palabra
de Dios.
ALELUYA Lc
3, 16
Aleluya.
“Viene uno que es más poderoso que yo”, dijo Juan Bautista; “él los bautizará
en el Espíritu Santo y en el fuego”. Aleluya.
EVANGELIO
El bautismo de Jesús señala el comienzo de su
ministerio público. Hasta ese momento, Jesús había llevado la vida anónima de
un hombre de Nazaret. El bautismo es la manifestación de la gloria divina: nos
presenta a la Santísima Trinidad y señala el momento a partir del cual Jesús
comenzará a manifestarse como el Ungido que viene a realizar la salvación y a
evangelizar a los pobres.
✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3,
15-16. 21-22
Como el
pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería
el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene
uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa
de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Todo el
pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba
orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma
corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo
muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS
Lo primero y más urgente ahora es evangelizar.
Heraldo de Jerusalén,
súbete a un monte y anuncia: ha llegado vuestro Dios. El Señor ha venido y eres
tú, soy yo, al quienes él busca. Como un pastor apacienta el rebaño, reúne a
los corderos, fortalece a las ovejas débiles y cura a las heridas. Mirad, el
Señor viene con poder y dará a cada uno su recompensa.
Evangelizar es
mostrar cómo Jesús consuela a su pueblo, habla al corazón de Jerusalén. Jesús
camina por nuestras calles, conversa en nuestras plazas. De este modo, se
llegará a conocer a Jesús como el profeta, lleno del Espíritu Santo, nacido y
enviado para nuestra salvación. Es tiempo de preparar en el desierto de nuestra
vida un camino al Señor. Que la soberbia sea vencida y que triunfe la humildad.
Se revelará la gloria
del Señor y todos los hombres, maravillados, serán consolados. Éste es el fruto
de la evangelización. Mirad con atención a Jesucristo, pues no se puede conocer
la fuente de la bondad sin amarla. Contemplemos a Jesús como se contempla la
Santa Eucaristía, hasta que se revele al propio corazón la gloria del Señor.
Se ha manifestado la gracia de Dios
Durante el tiempo de
Navidad se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos
los hombres, enseñando a renunciar a los deseos mundanos y a llevar una vida
sobria, justa y piadosa. Jesucristo es el maestro que enseña la verdad e indica
el camino de la vida eterna. Basta seguir sus huellas. La cuestión no es llenarnos
de cosas, ocupar el tiempo, sino acoger al único que nos salva, Jesús.
El Señor ha llegado y
permanece con nosotros para salvarnos mediante el bautismo de la regeneración
en el Espíritu Santo. Por medio de nuestro Salvador Jesucristo seremos herederos
de la vida eterna. Esperemos ahora su manifestación en la gloria y en el poder
del gran Dios nuestro Salvador, Jesucristo, el cual nos redimió del pecado y
volverá para llevarnos a la vida eterna.
Jesús y Juan el Bautista
El evangelio de hoy
nos dice quién es Juan el Bautista y quién es Jesús. Juan el Bautista es el
evangelizador, porque en el desierto conoció su misión y en medio de la gente
la cumplió hasta el martirio. Juan el Bautista bautizaba en el Jordán y
preparaba los caminos al Señor con la penitencia. Juan Bautista habló diciendo:
Yo os bautizo con agua, pero está llegando otro, mayor que yo, que os bautizará
en el Espíritu Santo y en fuego.
Mientras Jesús
recibía el bautismo, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él y se
oyó una voz poderosa del cielo, que dijo: “Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me
complazco”. Jesús es el ungido, el Hijo de Dios, el amado, el predilecto, el
que bautiza en Espíritu Santo y fuego. El bautismo de agua es el bautismo de
penitencia; el bautismo en el Espíritu Santo es el bautismo que da la nueva
vida mediante la fe y consume los pecados en el fuego divino mediante las obras
de penitencia.
El bautismo de Cristo
sucedió mientras Él rezaba. Detalle fundamental para advertir que la oración es
fundamental en la vida de Cristo y en la vida de cada uno de nosotros. Sin
oración se corre el riesgo de cansarnos y que todo siga igual. Sin oración no
será posible hablar con unción y eficacia llevando la conversión a las personas
que nos escuchen. Sin oración nuestra palabra saldrá de la boca, no del
corazón.
Celebrar el bautismo
de Cristo es hacer memoria también de nuestro bautismo y profesar de nuevo la
fe, renovando el propósito de renunciar al pecado y de vivir de las promesas de
nuestro Señor Jesucristo. Estemos preparados para cuando vuelva Jesús. Pero
para entonces ¿habrá fe en la tierra?
ESTUDIO BÍBLICO
Con la
fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se
cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo
ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más
determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por
nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que
nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la
fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos
quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.
Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho
luz de las naciones
I.1. De
las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético,
con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40), cuya
predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que
se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el
Deutero-Isaías, o Segundo Isaías), es el anuncio de la liberación del destierro
de Babilonia, que después se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y
los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta
Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.
I.2.
Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1-7) nos presenta a
ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las
huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C.) como el mediador de
una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje
histórico que motivó este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de
los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la
tradición cristiana primitiva ha sabido identificar a aquél que puede ser el
mediador de una nueva Alianza de Dios con los hombres y ser luz de las
naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.
IIª Lectura: Tito (2,11ss): la maravilla de
la "gracia de Dios"
II.1.
La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se
habla de la “gracia de Dios” como salvación de todos los hombres. Dios es
nuestro Salvador, que ha manifestado su bondad y su ternura con los pecadores.
Esta lectura pretende ser, en la liturgia de este domingo, como la forma
práctica de entender qué es lo que supone el bautismo cristiano: un modo de
entroncarnos en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la
misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto
de vida que se fundamenta en una vida justa y religiosa y no en la impiedad
mundana; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como
regalo, y no por nuestros méritos.
II.2.
La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la
fiesta del Bautismo de Jesús, pues, marca expresamente la dimensión que llama
al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra
de Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir
bajo esa conciencia de ser hijos de Dios, estamos expuestos a vivir sin
identidad en nuestra existencia.
Evangelio. Lucas (3,15-16;21-22): Bautismo:
ponerse en las manos de Dios
III.1.
La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el
silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El
silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra
profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y
liberación. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el
Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del
Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el
perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener
conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese
movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos
van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a servir para
que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no
es un pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que
como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la
penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y
de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de
nuestra vida.
III.2.
Es eso lo que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de
Lucas, donde el Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el
Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es
el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una
presencia nueva de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los
detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán,
precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie
todo aquello que se refiere a la Encarnación y a la Navidad. No se duda en absoluto de la historicidad del
bautismo de Jesús por parte de Juan, pero también es verdad que esto, salvo el
valor histórico, no le trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.
III.3.
Jesús sale del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de
comunicación verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a
revelar inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de
expresar su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se
distancia de los pecadores, ni de los que tensan su vida en la búsqueda de la
verdadera felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy
frecuentemente que el bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en
realidad, en todo su conjunto, es la manifestación de la verdadera humanidad
del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el
verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada.
Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en el agua del Jordán
pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a
la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.
III.4.
El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace
oración porque al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando
en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los
verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo
de penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y
Jesús, como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las
cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero
bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es
su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a
superar del AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el
texto, que la manifestación celeste del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no
están en relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que
logra la revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los
profetas, por haber sido del pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu
como “bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar.
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