“El
pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley”. ¿Por qué lloraba al
escuchar tales palabras?; ¿lloraban, acaso, por el temor infundido por palabras
duras y amenazadoras?; ¿lloraban, tal vez, llevados por la emoción suscitada
por palabras melifluas y sentimentales? ¿Podría, en cualquiera de estos casos,
decirse de estas palabras que son espíritu y vida? ¿En qué condiciones son las
palabras de la escritura espíritu y vida?
DIOS
NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
En
esta fiesta popular la Palabra de Dios tiene un lugar central. Y para que todos
puedan acceder al mensaje, la lectura está acompañada de una interpretación.
Porque la Biblia no puede entenderse nunca en forma literal, sino que hay que
leerla desde una búsqueda dé sentido para el tiempo presente.
Lectura
del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la
Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían
entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el
alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta
del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían
entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para
esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo –porque estaba más
alto que todos– y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras
bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos,
respondió: “¡Amén! ¡Amén!”. Luego se inclinaron y se postraron delante del
Señor con el rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la Ley de Dios,
con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la
lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los
levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día
consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el
pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: “Ya pueden
retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene
nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No estén
tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal
18, 8-10. 15
R.
Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.
La ley del Señor es perfecta, reconforta
el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos.
R.
La palabra del Señor es pura, permanece
para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.
¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de
mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! R.
II
LECTURA
Una
de las características del Cuerpo que nos plantea Pablo es la solidaridad con
el otro, tanto en el dolor como en la alegría. Y esto es porque no podemos ser
ajenos a lo que les pasa a nuestros hermanos, encerrándonos en nuestros
individualismos.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 12-30
Hermanos: Así como el cuerpo tiene
muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos,
no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos
hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y
griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera:
“Como no soy mano, no formo parte del cuerpo”, ¿acaso por eso no seguiría
siendo parte de él? Y si el oído dijera: “Ya que no soy ojo, no formo parte del
cuerpo”, ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde
estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha
dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido.
Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay
muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano:
“No te necesito”, ni la cabeza, a los pies: “No tengo necesidad de ustedes”.
Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son
necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más
decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor
respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios
dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin
de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean
mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un
miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el
Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembro de ese Cuerpo. En la
Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como
apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores.
Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de sanar,
el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas.
¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen
milagros? ¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el
don de interpretarlas?
Palabra de Dios.
O
más breve 1Cor 12, 12-14. 27
Hermanos: Así como el cuerpo tiene
muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser
muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque
todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo
–judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo
Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Ustedes
son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 4, 18
Aleluya. El Señor me envió a llevar la
Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluya.
EVANGELIO
“Cristo sigue viviente gracias al Espíritu.
‘El Espíritu sobre mí, esto se cumple hoy, comienza la era del cristianismo,
aquí comienza una fase de historia que es ya la plenitud de los tiempos’. El
Espíritu Dios, se ha hecho espíritu también del hombre que lo quiera recibir”
(Beato O. Romero, 27/1/1980).
✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
Muchos han tratado de relatar
ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como
nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos
oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme
cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para
ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la
solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder
del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas
de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el
sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la
lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró
el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los
ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje
de la Escritura que acaban de oír”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
El relato de Nehemías nos da cuenta de
un momento crucial en la vida del pueblo israelita. Tras la experiencia de la
destrucción de Jerusalén y los cuarenta años del exilio en Babilonia, ha
regresado a su tierra, a reconstruir Jerusalén, sus murallas, su Templo, su
nación, sus vidas. E Israel se pregunta por qué ha sucedido la dura experiencia
que ha pasado. La Ley que proclama Esdrás es la respuesta a esta pregunta: el
pueblo ha desoído los mandatos que Dios dio a sus padres y la maldición se ha
cumplido: “Mira: Yo pongo hoy ante vosotros bendición y maldición. Bendición si
escucháis los mandamientos de Yahvé vuestro Dios que yo os prescribo hoy,
maldición si desoís los mandamientos de Yahvé vuestro Dios, si os apartáis del
camino que yo os prescribo hoy” (Dt 11,26-28). El pueblo, ahora consciente,
llora arrepentido.
Pero en la misma Ley proclamada también
se encuentra la respuesta a estas lágrimas, a este arrepentimiento: “Cuando
estés angustiado y te alcancen todas estas palabras, al fin de los tiempos, te
volverás a Yahvé tu Dios y escucharás su voz; porque Yahvé tu Dios es un Dios
misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la
alianza que con juramento concluyó con tus padres” (Dt 4, 30-31). En realidad,
esta renovación de la Alianza instituida en la lectura de la Ley es el
nacimiento real del judaísmo, fundado en la observancia de la Ley y en la
separación: un judaísmo a la vez religión e identidad nacional, que hace de los
judíos un pueblo separado y riguroso.
Los discípulos de Jesús en el naciente
cristianismo también experimentan dificultades: conflictos internos y presiones
externas. Dos graves problemas internos desafían a la comunidad de Lucas. Por
una parte, el conflicto entre los miembros de origen judío y los miembros de
origen pagano, teniendo de por medio la ley que aún vivían los judíos. Por otra
parte, la división social entre ricos y pobres en el seno de la comunidad,
impide la comunión fraterna. Desde el exterior, persecuciones. Ante estas
realidades, ¿tiene sentido seguir siendo cristiano? El relato de Lucas, nuevo
Esdrás, pretende también dar respuesta a estas inquietudes que amenazan la misma
existencia de la Iglesia. Un relato que, como nueva ley fundante, establezca
los cimientos sólidos sobre los que construir la nueva comunidad cristiana. La
elección del texto de Isaías al comienzo de este relato (recuérdese que el
Evangelio de la Infancia es una interpolación posterior) responde a este
objetivo:
El escoger un texto de la tradición
judía recuerda la raíz judía, el enraizamiento de la Iglesia en las promesas de
Dios, en una buena noticia. Por su parte, la referencia a los ciegos apoya como
miembros de pleno derecho a los que proceden del paganismo, aquellos que no
veían. La referencia a los pobres resuelve el conflicto social desde una
preferencia de Dios por los débiles. La libertad anunciada es una llamada a la
esperanza ante toda persecución. La omisión de verso de Isaías “día de la
venganza”, terminando en “año de gracia”, proclama que la salvación de Dios es
universal: para judíos, para paganos, para ricos, para pobres, también para los
mismos que atacan a la comunidad. Donde la enseñanza de Esdrás cerraba la
salvación a Israel, la enseñanza de Lucas abre la salvación de Dios a todos.
La enseñanza de Esdrás mantenía la
maldición ante el incumplimiento de la Ley que expresaba el rechazo a Yahvé.
¿Qué ocurre en la enseñanza de Lucas? En esta enseñanza, ni siquiera tiene
sentido, pues esta Ley es Espíritu, Palabra encarnada, vida en el mismo
Espíritu de Dios, ley hecha vida en la carne. Primero en Jesús: él es la Ley
encarnada, el criterio firme. Desde Él, la comunidad cristiana, construida en
ese mismo Espíritu. La carta a los Corintios de Pablo recuerda estos mismos
criterios de construcción de la vida de la comunidad cristiana, en la
multiforme expresión del Espíritu en sus miembros.
Jesús pudo decir: “Hoy se cumple esta
escritura”, porque en efecto, en él, los pobres sonrieron, los ciegos vieron,
los esclavos fueron liberados: la gracia llegó a los hombres que compartieron
su vida con él. Hoy seguimos anunciando a Jesús como la Ley de la gracia,
anunciamos la buena nueva a los pobres en Jesús, la luz en Jesús a los que no
creen, la libertad en Cristo, a los esclavos de nuestro tiempo; pero eso no
basta para que nosotros, los que hoy portamos el Espíritu, podamos decir que
“hoy se cumple esta escritura de Lucas que proclamamos”. No basta anunciar; hay
que realizar lo anunciado, como Jesús. Si no, ¿para qué somos portadores del
Espíritu? Si esas palabras no se hacen vida, hacemos mentiroso al Espíritu.
ESTUDIO
BÍBLICO
El Evangelio: Una Buena Noticia de
Salvación
Iª Lectura: Nehemías (8,1-10): La
identidad de un pueblo en la Ley
I.1. La primera lectura está tomada del
libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos
antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios,
en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este
pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el
pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá
el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del
destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento determinante.
Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el descubrimiento del libro
del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que ya existiera.
I.2. Es esto lo que ha creado el tópico
de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad, aunque
requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy es
propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si los
sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel, la lectura
y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de identidad de
un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir que es una
aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor. Es la
espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los
sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de
templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad
del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que
es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como
identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia
profética.
IIª Lectura: 1Corintios (12,12-30): La
diversidad vivida en comunión
II.1. La lectura segunda, vuelve sobre
la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir desmenuzando
estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la necesidad de un
buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios, recurre a un
símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano, organismo que
no puede subsistir mas que gracias a la diversidad de sus órganos y de sus
funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad inquebrantable en razón
de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin manos, o sin pies, o sin
ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con el cuerpo de Cristo, con
la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación sobre la metáfora del
cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo que sucede en el
cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a entender la unión
entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y es su “cuerpo”.
II.2. Unos valdrán más que otros; unos
pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor dignidad;
pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso significa que en
la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el cuerpo humano, si
un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese pluralismo en la
unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a la hora de saber
vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros sois el cuerpo de
Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto en que está
hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en la Iglesia.
Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la comunidad
cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura en la
unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad se
cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.
Evangelio: Lucas (1, 1-4; 4, 14-21): La
fuerza liberadora del evangelio
III.1. La lectura del evangelio se
introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método
que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y
escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como
fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes
bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su
mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella
época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret.
No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que,
como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que
importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el
episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4,
14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea,
donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.
III.2. Es ya significativo que el
evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que,
como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo
con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó
en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que
Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no
puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el
profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues,
en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de
un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos
del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de
esa buena nueva.
III.3. El relato de la sinagoga de
Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de
Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere
marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los
hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada
por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el
programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la
sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje
nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir
en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is
61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres,
excluidos o condenados de cualquier raza o condición.
III.4. Resaltemos, pues, que el texto
que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético,
aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se
conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de
hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas
que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos
ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha
construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era
un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en
primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su
mensaje liberador y de gracia.
III.5. Incluso se va más allá, ya que
Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas
del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de
la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios,
pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su
proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso
su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del
evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y
determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura
evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea,
Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a
todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la
salvación de Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez. O. P.).
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