“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros.
Así como yo los
he amado.”
En este V domingo de Pascua, cercano ya
a la despedida del Señor en su ascensión a los cielos, resuena el mandato de
hacer discípulos suyos llevando su mensaje a todas las gentes. Por eso las
lecturas del día de hoy nos hablan de la expansión misionera de la iglesia, en
este caso de las pequeñas comunidades cristianas fundadas por el apóstol Pablo
y sus compañeros en su misión de anunciar la buena noticia de Jesús. Es
importante señalar que la novedad del mandato del Señor consistía en amar como
él nos amó, en el servicio y la entrega, sin límites ni condiciones, esta señal
es la que trasforma al mundo haciéndolo olvidar el llanto, el dolor y el
pesimismo. Por eso, una vez más, en la celebración de la Pascua, recordamos la
clave de esta trasformación encomendada a los cristianos de todos los tiempos.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Pablo
sostiene, cuida, anima y organiza a las comunidades que él había fundado. Es un
pastor que interviene con su vida y no con discursos, desde el compromiso y no
desde fuera de la problemática de las comunidades. Por donde lo veamos, él es un
ejemplo de pastor.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27
Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a
Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron
a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas
tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad, establecieron
presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían
creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra
en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde
habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que
acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y
les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la
puerta de la fe a los paganos.
Palabra de Dios.
Sal
144, 8-13a
R.
Bendeciré tu Nombre eternamente, Dios mío, el único Rey.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento
para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene
compasión de todas sus criaturas. R.
Que todas tus obras te den gracias,
Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen
tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio
permanece para siempre. R.
II
LECTURA
Todo
el relato nos anima, nos estimula a esperar una realidad muy diferente de la
que vivimos. En esta el dolor no reinará más, y Dios mismo, con su ternura y
paternidad, limpiará nuestros ojos inundados por el llanto. Es como si el mismo
Dios nos dijera: “Ya está, ya pasó, ya estás conmigo, no tengas más miedo”.
Lectura
del libro del Apocalipsis 21, 1-5a
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra
nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya
no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo
y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Esta es la carpa de Dios entre
los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será
con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte,
ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”. Y el que estaba
sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 13, 34
Aleluya. “Les doy un mandamiento nuevo:
ámense los unos a los otros, como yo los he amado”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
“¿Pero acaso este mandamiento no se encontraba
ya en la ley antigua, en la que estaba escrito: ‘Amarás a tu prójimo como a ti
mismo’? ¿Por qué lo llama entonces nuevo el Señor, si está tan claro que era
antiguo? ¿No será que es nuevo porque nos viste del hombre nuevo después de
despojarnos del antiguo? Porque no es cualquier amor el que renueva al que oye,
o mejor al que obedece, sino aquel a cuyo propósito añadió el Señor, para
distinguirlo del amor puramente carnal: ‘como yo los he amado’” (San Agustín, Sobre
el evangelio de san Juan, tratado 65, 1-3).
Ë Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan 13, 31-33a. 34-35
Durante la Última Cena, después que
Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios
ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo
glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho
tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros.
Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto
todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los
unos a los otros”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
Pablo y Bernabé animaban a los
discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe diciéndoles que hay que pasar
mucho para entrar en el Reino de Dios.
La liturgia del día de hoy nos ofrece
una ocasión para reflexionar sobre nuestra responsabilidad como seguidores de
Jesús llevando a todas las gentes el mensaje cristiano. Estamos ya muy cercanos
a la festividad de la Ascensión del Señor a los cielos, momento en que Jesús
promete a sus discípulos la fuerza del espíritu para ser sus testigos hasta el
fin del mundo. Ahora, en los Hechos de los Apóstoles el autor nos relata el
primer viaje misionero de Pablo y Bernabé a la región de Cilicia, lejos ya del
ámbito familiar de los apóstoles, salen ya de la ciudad santa Jerusalén, con
todos sus recuerdos y tradiciones. En este relato vamos a encontrar una serie
de detalles muy importantes para conocer la implicación de la joven iglesia de
Antioquía y de su expansión misionera a través de estos dos hermanos que llevan
a otras comunidades la buena noticia de Jesús. El Texto nos hace notar que
éstos no hablan por su cuenta, sino que se sienten respaldados por una
comunidad que vive la necesidad de comunicar su fe, por eso a su regreso, dan
cuenta a la Comunidad de sus trabajos, y comparten sus alegrías y dificultades,
dando gracias a Dios reconociendo su ayuda en la misión realizada.
Como vemos se trata de un relato que
recoge por primera vez en la historia de la iglesia estos datos importantísimos
para comprender la vitalidad de una comunidad que se siente responsable del
mandato cristiano, que tiene a su vez una dimensión eclesial en la implantación
de reino de Dios. Posteriormente, como nos relatan los Hechos de los Apóstoles,
habrá también una referencia comunitaria al hablar del viaje de estos
discípulos a Jerusalén donde darán cuenta a los hermanos en la fe para sentar
las bases de sus enseñanzas en comunión con Pedro y los demás apóstoles,
testigos de la predicación de Jesús. Es una muestra de la dinámica de la
Iglesia naciente que empieza a caminar y nos enseña a vivir, hasta nuestros
días, en la unidad de la responsabilidad compartida en la fe. Es curioso ver
que por primera vez en esta región de Antioquia se llamó a los seguidores de
Jesús cristianos, un dato importante recogido por Lucas para ver el alcance de
este título tan usado hasta hoy.
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva,
porque el primer cielo y la primera tierra han pasado.
Siguen las lecturas de hoy dándonos una
visión integral que completa la imagen de la Iglesia. Estamos ante uno de los
textos más significativos del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, en el que Juan
con su visión profética desde su retiro en la isla de Patmos, con un lenguaje
especial, cargado de imágenes simbólicas, a veces enigmáticas y siempre
brillantes, nos describe las características de la Iglesia completando el
concepto de la misma. Su enfoque es muy distinto del relato anterior es un
relato teológico, profético, escrito muchos años después de los primitivos
relatos de los Hechos de los Apóstoles que comentamos, ya cuando el
cristianismo está prácticamente implantado en el mundo conocido.
Lo interesante de este documento es el
presentarnos a la Iglesia después del triunfo del Resucitado, señalando que
estamos ante algo nuevo que cambia las connotaciones negativas de este mundo,
como son la muerte, el dolor o el llanto, todo esto ha pasado. La Iglesia, que
es la comunidad de los seguidores de Jesús, es desde ahora la Ciudad Santa, la
Nueva Jerusalén, que desciende del cielo como una novia que se adorna para su
esposo. Pero la novedad tiene un contenido más profundo, no es una visión
triunfalista o una promesa para un futuro, que podíamos llamar escatológico,
sino que es “el Reino” que ya ha comenzado, que está aquí, porque la tierra
nueva sigue siendo la nuestra, con sus cruces diversas, pero es desde ahora la
morada de Dios con los hombres, un Dios que sigue cumpliendo su promesa y
acampa entre nosotros, que somos su pueblo, y que por eso se compromete con
nosotros y que… “enjugará las lágrimas de sus ojos”. Es un mundo nuevo que ya
ha comenzado aunque no ha llegado todavía a su plenitud.
Hay que resaltar que este es el
contenido de nuestra fe, fundamentada en el anuncio de la buena noticia de
Jesús, que empezó en Galilea llamando a la conversión, que consistía en el
encuentro con Dios dentro de nosotros mismos, porque el Reino no iba a venir con
espectacularidad, sino que ya había comenzado y estaba ahí, esperándonos. Esta
es la novedad, el cristiano ya no busca un Dios que está en un más allá, remoto
y a la vez desconocido, una búsqueda que conduce a la angustia. No. Dios está
aquí.
Os doy un mandamiento nuevo
Finalmente la enseñanza de las lecturas
del día de hoy, (nos encargan también ser...) termina con el encargo de ser
testigos de la cercanía de Dios recordándonos, una vez más, el mandato del amor
recogido en el discurso de Jesús en su última cena, tal como lo relata el
evangelista Juan. Aquí también podemos ver “la novedad”. Es cierto que el amor
a Dios y al prójimo ya estaba en la Ley de Moisés, en este sentido no era un
novedad, lo nuevo es amar al estilo de Jesús. Esta es “la señal” para ser
conocidos como testigos suyos, creíbles, si nos amamos unos a otros con todas
las consecuencias, como lo hizo el Maestro, hasta dar la vida por los amigos si
fuera necesario. Esta es la consecuencia y la novedad de la Pascua.
Una vez más recogemos el llamamiento del
Papa Francisco que en las diversas solemnidades de la Pascua ha llamado a los
cristianos para que se sientan testigos de la resurrección del Señor Jesús y se
empeñen en la construcción de un mundo más justo y más humano haciendo frente a
las lacras que actualmente parecen estar más presentes en nuestra sociedad.
ESTUDIO
BÍBLICO.
Resurrección es amarse como hermanos
Iª
Lectura: Hechos (14,21-27): La Iglesia, comunión de comunidades
I.1. Esta es la descripción del primer
viaje apostólico en que Lucas ha resumido la actividad misionera de la
comunidad de Antioquía, y de Pablo más concretamente. Durante este primer viaje
apostólico se nos presenta a Pablo y a Bernabé trabajando denodadamente por
hacer presente el Reino de Dios en ciudades importantes de Cilicia, y de la
provincia romana de la Capadocia, al sur de Turquía. En realidad deberíamos
tener muy presente los cc. 13-14 de los Hechos, que forman una unidad
particular de esta misión tan concreta. Son dignos de destacar los elementos y
perfiles de esta tarea, que implica a todos los cristianos, que por el hecho de
serlo, están llamados a la misión evangelizadora. Resalta el coraje para
anunciar la palabra de Dios y el exhortar a perseverar en la fe. Todo se ha
preparado con cuidado, la comunidad ha participado en la elección y, por lo
mismo, es la comunidad la que está implicada en esta evangelización en el mundo
pagano. Está a punto de terminar el primer viaje apostólico con el que Lucas ha
querido resumir una primera etapa de la comunidad primitiva.
I.2. Jerusalén, de alguna manera, había
quedado a la espera de este primer ciclo en que ya los primeros paganos se
adhieren a la nueva fe. Y es la comunidad de Antioquía, donde los discípulos
reciben un nombre nuevo, el de cristianos, la que se ha empeñado, con acierto
profético, en abrirse a todo el mundo, a todos los hombres, como Jesús les
había pedido a los apóstoles (Hch 1,8). La iniciativa, pues, la lleva la
comunidad de Antioquía de Siria, no la de Jerusalén. Pero en definitiva es la
“comunidad cristiana” quien está en el tajo de la misión. Ya sabemos que
algunos de Jerusalén, ni siquiera veían con buenos ojos estas iniciativas,
porque parecían demasiado arriesgadas.
I.3. No obstante, no se debe olvidar el
gran protagonista de todo esto: el Espíritu, que se encarga de abrir caminos.
Por eso, si no es Jerusalén y los Doce, será Antioquía y los nuevos “apóstoles”
quienes cumplirán las palabras del “resucitado”: ¿por qué? porque el mensaje no
puede encadenarse al miedo de algunos. En esas ciudades evangelizadas, algunos
judíos y sinagogas no aceptarán a éstos con su doctrina, porque todavía
pensaban que eran judíos. Pero ni siquiera en la comunidad cristiana de
Jerusalén, por parte de algunos, se aprobarán estas iniciativas. Es más, al
final de este “viaje” habrá que “sentarse” a hablar y discernir qué es lo que
Dios quiere de los suyos. La asamblea de Jerusalén está esperando (Hch 15).
IIª
Lectura : Apocalipsis (21,1-5): En Dios, todo será nuevo
II.1. Esta es una lectura grandiosa,
porque es una lectura típica de este género literario. Leemos, pues, un texto
que tiene todas las connotaciones de la ideología apocalíptica. Tiene toda la
poesía de lo utópico y de lo maravilloso. En realidad es algo idílico, no puede
ser de otra manera para el “vidente” de Patmos, como para todos los videntes
del mundo. Jerusalén, lugar de la presencia de Dios para la religión judía
alcanza aquí el cenit de lo que ni siquiera David había soñado cuando conquistó
la ciudad a los jebuseos. Todo pasará, hasta lo más sagrado. Porque se anuncia
una ciudad nueva, un tabernáculo nuevo, en definitiva una “presencia” nueva de
Dios con la humanidad.
II.2. Un cielo nuevo y una tierra nueva,
de la que desciende una nueva Jerusalén, que representa la ciudad de la paz y
la justicia, de la felicidad, en la línea de muchos profetas del Antiguo
Testamento. Se nos quiere presentar a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios,
en la figura de la esposa amada, ya no amenazada por guerras y hambre. Es el
idilio de lo que Pablo y Bernabé recomendaban: hay que pasar mucho para llegar
al Reino de Dios. Dios hará nueva todas las cosas, pero sin que sea necesario
dramatizar todo los momentos de nuestra vida. Es verdad que para ser felices es
necesario renuncias y luchas. El evangelio nos dará la clave.
III.
Evangelio: (13,31-35): La batalla del amor
III.1. Estamos, en el evangelio de Juan
en la última cena de Jesús. Ese es el marco de este discurso de despedida,
testamento de Jesús a los suyos. La última cena de Jesús con sus discípulos
quedaría grabada en sus mentes y en su corazón. El redactor del evangelio de
Juan sabe que aquella noche fue especialmente creativa para Jesús, no tanto
para los discípulos, que solamente la pudiera recordar y recrear a partir de la
resurrección. Juan es el evangelista que más profundamente ha tratado ese
momento, a pesar de que no haya descrito la institución de la eucaristía. Ha
preferido otros signos y otras palabras, puesto que ya se conocían las palabras
eucarísticas por los otros evangelistas. Precisamente las del evangelio de hoy
son determinantes. Se sabe que para Juan la hora de la muerte de Jesús es la
hora de la glorificación, por eso no están presentes los indicios de tragedia.
III.2. La salida de Judas del cenáculo
(v.30) desencadena la “glorificación” en palabras del Jesús joánico. ¡No!, no
es tragedia todo lo que se va a desencadenar, sino el prodigio del amor
consumado con que todo había comenzado (Jn 13,1). Jesús había venido para amar
y este amor se hace más intenso frente al poder de este mundo y al poder del
mal. En realidad esta no puede ser más que una lectura “glorificada” de la
pasión y la entrega de Jesús. Y no puede hacerse otro tipo de lectura de lo que
hizo Jesús y las razones por las que lo hizo. Por ello, ensañarse en la pasión
y la crueldad del su sufrimiento no hubiera llevado a ninguna parte. El
evangelista entiende que esto lo hizo el Hijo del hombre, Jesús, por amor y así
debe ser vivido por sus discípulos.
III.3. Con la muerte de Jesús aparecerá
la gloria de Dios comprometido con él y con su causa. Por otra parte, ya se nos
está preparando, como a los discípulos, para el momento de pasar de la Pascua a
Pentecostés; del tiempo de Jesús al tiempo de la Iglesia. Es lógico pensar que
en aquella noche en que Jesús sabía lo que podría pasar tenía que preparar a
los suyos para cuando no estuviera presente. No los había llamado para una
guerra y una conquista militar, ni contra el Imperio de Roma. Los había llamado
para la guerra del amor sin medida, del amor consumado. Por eso, la pregunta
debe ser: ¿Cómo pueden identificarse en el mundo hostil aquellos que le han
seguido y los que le seguirán? Ser cristiano, pues, discípulo de Jesús, es
amarse los unos a los otros. Ese es el catecismo que debemos vivir. Todo lo
demás encuentra su razón de ser en esta ley suprema de la comunidad de
discípulos. Todo lo que no sea eso es abandonar la comunión con el Señor
resucitado y desistir de la verdadera causa del evangelio. (Fray Miguel de
Burgos Núñez, O. P.).
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