El Señor asciende
entre aclamaciones.
Nos detenemos hoy en esta segunda
dimensión del acontecimiento de la Pascua.
Misterio indivisible, que para la
utilidad de los bautizados, es presentado litúrgicamente en tres momentos, de
modo que pueda ahondarse más, en lo que nos señalaba la oración colecta del
primer domingo de cuaresma: avanzar en la inteligencia del Misterio de Cristo y
vivirlo en su plenitud.
Dos cosas son importantes para la
apreciación de la realidad: la mirada global y luego detallar los contenidos de
la globalidad. Pues si esto conviene hacerlo en orden al conocimiento natural
de las cosas, considero que es tanto más necesaria su aplicación al Misterio de
Cristo, para que la vida de cada bautizado se vea impregnada de la vida que
deriva de este Acontecimiento.
La Ascensión se corresponde con la
inmediata glorificación del Crucificado. Su Resurrección deviene en
glorificación. Y este Acontecimiento se adentra en la realidad de la Humanidad
sumida en grandes contradicciones para posibilitar que, mediante la acogida del
Resucitado, pueda levantar la mirada y descubrir una realidad diferente. Su
misma existencia impulsada por la obra de la Redención a manifestar esta fuerza
que todo lo transforma.
Se trata de hacer visible, por la vida
de cada bautizado, que El sigue actuando en su Comunidad y que esta se
encuentra abierta para acoger a todos en la plena comunión de vida con
Jesucristo.
DIOS
NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
La
partida de Jesús no significa ausencia, tampoco lejanía. Se trata de un modo
nuevo de presencia. Jesús ya no se muestra, pero está más presente. Hoy lo
encontramos en las comunidades, la Palabra, los sacramentos y la vida y en cada
hijo e hija de Dios.
Lectura
de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11
En mi primer Libro, querido Teófilo, me
referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en
que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus
últimas instrucciones a los apóstoles que había elegido. Después de su pasión,
Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante
cuarenta días se les apareció y les habló del reino de Dios. En una ocasión,
mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de
Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: “La promesa –les dijo– que yo les
he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el
Espíritu Santo, dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos le preguntaron:
“Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Él les
respondió: “No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el
Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén,
en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Dicho esto, los
apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como
permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les
aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de
Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y
fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”.
Palabra de Dios.
Salmo
46, 2-3. 6-9
R.
El Señor asciende entre aclamaciones.
Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al
Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el
soberano de toda la tierra. R.
El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas. Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten
a nuestro Rey. R.
El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno. El Señor reina sobre las naciones; el Señor se sienta
en su trono sagrado. R.
II
LECTURA
Este
pasaje es un himno que nos remite a Dios, quien ha dispuesto todas las cosas
bajo el dominio de Cristo. Cristo es también nuestra cabeza y, por lo tanto,
quien nos inspira y guía en este tiempo, hasta llegar un día, y para siempre, a
su casa.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 17-23
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de
revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus
corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido
llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la
extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes,
por la eficacia de su fuerza. Éste es el mismo poder que Dios manifestó en
Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha
en el cielo, elevándolo por encima de todo principado, potestad, poder y
dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este
mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó,
por encima de todo, cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo y la plenitud de
aquel que llena completamente todas las cosas.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 28, 19a-20b
Aleluya. “Vayan, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del
mundo”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Sin
dudas, la palabra de Jesús ha llegado al corazón de estos hombres porque, a
pesar de que el Señor se ha separado de ellos, estos regresan a Jerusalén con
alegría. Es que, desde ese mismo instante, al escuchar a Jesús resucitado, se
han “llenado” de él y, por consiguiente, ya no hay lugar para la angustia.
Ë Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos: “Así está
escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones
la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.
Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad,
hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Después Jesús
los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.
Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los
discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con
gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
La Comunidad en esta celebración ha
repetido, como respuesta de aclamación, en el salmo, lo que resume su fe en el
Resucitado: ha vencido a la muerte y a toda forma de esclavitud y sube al Padre
suyo y Padre nuestro, al Dios suyo y Dios nuestro, como se contiene en el
mensaje que ha de llevar la Magdalena a los discípulos en la mañana de la
Pascua. La aclamación la provoca esta verdad que El nos da a conocer y que nos
llena de esperanza. Las aclamaciones y los sonidos de las trompetas son la
expresión del júbilo que manifiesta el Pueblo que acoge a quien le trae la
salvación.
Teófilo es el destinatario de esta
catequesis elaborada por Lucas en las dos partes de la misma.
Por eso comienza recordando lo contenido
en su evangelio. Dos temas importantes conviene destacar: en primer lugar la
misión que se encomienda al grupo y a toda la Comunidad, en la que todos sus
integrantes han de ser conscientes de ella “ser testigos”. Radica en esto lo
más importante. El bautizado es en sí mismo la prueba de lo que el Resucitado
ha llevado a cabo. No es algo para contar, sino para manifestar. Por eso habla
de testigo. No hay que andar preocupados por lo que tenemos que decir, sino por
“cómo tenemos que vivir”. Esta forma de vida revela la reconciliación universal
que ha llevado a cabo mediante el acontecimiento Pascual. En segundo lugar: no
conviene quedarse pasivos, mirando al cielo. De ese sentido estático de la vida
cristiana nos saca el dinamismo del Espíritu. Pues así como impulsó a Jesús no
impulsa a nosotros. Es tiempo de compromiso con el mundo en que vivimos.
La carta a los Efesios es una síntesis
del Misterio unitario que celebramos.
La mirada contemplativa sobre el mismo
nos lleva a experimentar la novedad de vida que se ha iniciado y la urgencia
que el mismo amor de Cristo manifiesta para que cada uno asuma la
responsabilidad de comunicar lo contemplado y hacerlo de forma creíble. No se
trata de contar solamente, sino de abrir las puertas a todos para que lo que
Jesús ha llevado a cabo por todos, alcance sin dilación a toda la Humanidad.
Esta acogida no deberá tener límites ni condiciones previas. El anuncio tenemos
que hacerlo a todos en forma inteligible, sin anclarnos en el pasado, sino al
hilo de la realidad actual.
La tarea queda señalada por Lucas en la
conclusión de su Evangelio
El acontecimiento Pascual ha dado
comienzo a tiempos nuevos, a nuevas realidades que vienen a ser una bendición
para todos los Pueblos. Jesús les recuerda a sus discípulos el sentido de su
vida y misión, al tiempo que los compromete para que vivan y actúen en sintonía
con El, realizando la misma obra. Para ello una promesa se les hace: será
revestido de la fuerza de lo alto, es decir, el Espíritu Santo vendrá a ser el
alma de la Comunidad y quien lleve al conocimiento de la Verdad plena.
Necesitamos ser conscientes de que teniendo toda la Verdad no conocemos todo lo
que en ella se contiene. Por ello, asumir que estamos en un proceso de instrucción
interior, de experiencia progresiva en la que el Espíritu nos va recordando y
llevando a la plenitud del conocimiento de todo lo que en Jesús se nos ha
revelado. De esta experiencia deberá brotar el testimonio que la Comunidad y
cada bautizado en ella tiene que ofrecer al mundo contemporáneo.
ESTUDIO
BÍBLICO
"Serán mis testigos hasta los
confines de la tierra"
Iª
Lectura (Hch 1,1-11): “Serán mis testigos”
I.1. Solamente Lucas es verdaderamente
“ascensionista”. Decimos eso porque es Lucas, tanto en el Evangelio como en los
Hechos de los Apóstoles, el único autor que habla o relata este “misterio”
cristológico en todo el Nuevo Testamento. Y sin embargo, las diferencias sobre
el particular de ciertos aspectos y símbolos en el mismo evangelista sorprenden
a quien se detiene un momento a contrastar el final del evangelio (Lc 24,46-53)
y el comienzo de los Hechos (1,1-11). En realidad no son opuestos los
discursos, pero resalta, en concreto, que la Ascensión se posponga «cuarenta
días» en los Hechos de los Apóstoles, mientras que en el Evangelio todo parece
suceder en el mismo día de la Pascua.
I.2. Esto último es lo más determinante,
ya que la Ascensión no implica un grado más o un misterio distinto de la
Pascua. Es lo mismo que la Resurrección, si ésta se concibe como la
«exaltación» de Jesús a la derecha de Dios. ¿Qué es lo que pretende Lucas?
Simplemente establecer un período determinado, simbólico, de cuarenta días (no
contables en espacio y en tiempo), en que lo determinante es lo que se refiere
a hablarles del Reino de Dios y a prepararlos para la venida del Espíritu
Santo. Lo de los cuarenta días es especialmente bíblico: el número recuerda y
apunta a los cuarenta años que Israel caminó en el desierto bajo la pedagogía
divina Dios (Dt 8,2-6); los cuarenta días que pasó Moisés en el monte Sinaí
para recibir la Ley de parte de Dios (Ex 24,18); los cuarenta días de Jesús en
el desierto antes de su vida pública (Lc 4,1-2). «Cuarenta» indica el tiempo de
la prueba y de la enseñanza necesaria. En la tradición de los rabinos el número
«cuarenta» también tenía, en línea con la tradición bíblica, un valor simbólico
para indicar un período de aprendizaje completo y normativo. En los Hechos, es
un tiempo “pascual” extraordinario para consolidar la fe de los discípulos.
I.3. Y ese tiempo Pascual extraordinario
-nos quiere decir Lucas-, está tocando a su fin y el Resucitado no puede estar
llevándolos de la mano como hasta ahora. Deben abrirse al Espíritu, porque les
espera una gran tarea en todo el mundo, “hasta los confines de la tierra”. La
pedagogía lucana, para las necesidades de su comunidad, apunta a que la
Resurrección de Jesús, al contrario que otras personas, no supone un romper con
la tierra, con la historia, con todo lo que ha sido el compromiso de Jesús con
los suyos y con todo el mundo. Esa es la razón de que haya prolongado su
presencia “especial” durante “cuarenta días” entre los suyos, insistiendo en
iluminarlos acerca del Reino de Dios que fue el tema de su mensaje y la causa
de su vida hasta la muerte.
I.4. Pero en todo caso, hay una promesa
muy importante: recibirán la fuerza de lo alto, el Espíritu Santo, que les
acompañará siempre. Lucas, pues, usa el misterio de las Ascensión para llamar
la atención sobre la necesidad de que los discípulos entren en acción. Y deben
entrar, porque son enviados por el Resucitado. Ya ha pasado el tiempo de la
prueba. Ya han podido experimentar que el Maestro está vivo, aunque haya sido
crucificado. Su mensaje del Reino no puede quedar en el olvido. Hasta ahora
todo lo ha hecho Jesús y Dios con él; pero ha llegado el momento de una ruptura
necesaria para la Iglesia en que tiene que salir de sí misma, de la pasividad
gloriosa de la Pascua, para afrontar la tarea de la evangelización.
I.5.La “Ascensión”, como se indica en Mc
16,19 (tomado sin duda de la tradición lucana) es ser elevado al cielo y
sentarse a la derecha de Dios, es decir, la total exaltación y glorificación de
Jesús. Pero eso es lo que sucede, sin duda, en la resurrección. Por lo mismo,
no es un misterio soteriológico nuevo con respecto a la humanidad de Jesús,
sino una afirmación cristológica que marca el destino final del profeta de
Galilea. No obstante, debemos señalar que en el relato de los Hechos viene a
significar un momento decisivo que pone fin al período pascual. Asimismo, Lucas
lo ha presentado como misterio pedagógico para hacer ver a los discípulos que
ha llegado su hora de anunciar al mundo la salvación de Dios. E incluso tiene
el sentido de purificación definitiva de una ideología nacionalista del
mesianismo de Jesús y del papel de Israel. Todos los hombres han de ser
llamados a la salvación de Dios. Por que Jesús, el Señor exaltado, ya ha
cumplido en la historia su tarea.
IIª
Lectura: Efesios 1,17-23: A la derecha de Dios
Se nos muestra una plegaria de
intercesión (vv. 17-19); la confesión cristológica (vv. 20-22) y un apunte eclesiológico
(v. 23). Debemos resaltar de este texto de Efesios la intervención de Dios en
Cristo para poner todo bajo sus pies. Para ello lo ha debido “sentar a su
derecha en el cielo”. Es la expresión bíblica que apunta justamente a la
exaltación como resultado de la Ascensión. Es una fórmula que se inspira, sin
duda, en el Sal 110,1 como “entronización” y que apunta a que desde ese momento
Cristo ya tiene el mismo poder soteriológico o salvador de Dios, incluso siendo
hombre. Sería otros de los aspectos teológicos de lo que puede significar la
Ascensión.
Evangelio:
Lucas (24,46-53): Resurrección-Exaltación
Como ya no se celebra la Ascensión del
Señor en el “jueves” precedente a este domingo, su liturgia se traslada a lo
que debería ser el VII Domingo de Pascua. Los textos de este día, pues, están
determinados por esta fiesta del Señor. Es Lucas, tanto en el Evangelio como en
los Hechos de los Apóstoles, el único autor que habla de este misterio en todo
el Nuevo Testamento. Sin embargo, las diferencias sobre el particular de
ciertos aspectos y símbolos en el mismo evangelista sorprenden a quien se
detiene un momento a contrastar el final del evangelio (Lc 24,46-53) y el
comienzo de los Hechos (1,1-11), que son las lecturas fundamentales de la
fiesta de este día. En realidad, los discursos no son opuestos, pero resalta,
en concreto, que la Ascensión se posponga “cuarenta días”, en los Hechos de los
Apóstoles, mientras que en el Evangelio todo parece suceder en el mismo día de
la Pascua. Esto último es lo más determinante ya que la Ascensión no implica un
grado más o un misterio distinto de la Pascua. Es lo mismo que la Resurrección,
si ésta se concibe como la “exaltación” de Jesús a la derecha de Dios.
Debemos reconocer que no es fácil el uso
de los textos de hoy y el significado de los mismos para la predicación actual.
¿Qué es lo que pretende Lucas?
Simplemente establecer un período determinado, simbólico, de cuarenta días (no
contables en espacio y en tiempo), en que lo determinante es lo que se refiere
a hablarles del Reino de Dios y a prepararlos para la venida del Espíritu
Santo. En ese sentido, en lo esencial, las dos lecturas que se hacen hoy del
acontecimiento coinciden: Jesús instruye a sus discípulos de nuevo,
confirmándolos en su fe todavía frágil, demasiado tradicional respecto al
proyecto salvífico de Dios, para estar alerta. El tiempo Pascual
extraordinario, nos quiere decir Lucas, está tocando a su fin y el Resucitado
no puede estar llevándolos de la mano como hasta ahora. Deben abrirse al Espíritu
porque les espera una gran tarea en todo el mundo, hasta los confines de la
tierra.
Es verdad que en los primeros siglos de
la Iglesia (quizás hasta el s. V) no se puso mucho énfasis en esta distinción
entre Resurrección y Ascensión. Es a partir de ese s. V, con el apoyo de la
narración lucana, cuando se hace un uso litúrgico y catequético en clave que
llega a ser narración histórica. ¿Por qué? Consideramos que depende mucho de la
concepción antropológica de la resurrección. En algunos ámbitos teológicos la
resurrección de Jesús se concibió como “una vuelta a la vida”, a esta vida,
para que sus discípulos pudieran verificar que había resucitado. Quedaba, pues,
el segundo paso: la ruptura con este mundo y con esta historia de una forma
definitiva. Apoyándose en la narración de Lucas, se vio en la Ascensión la
definitiva “subida”: la exaltación a la gloria de Dios. Pero eso no es muy
coherente, ya que la exaltación acontece en la misma resurrección.
Todo lo que se refiere a la Ascensión
del Señor se evoca en el relato de los Hechos, que es el más vivo, con un
simple verbo en pasiva: «fue elevado», sin decirnos nada en lo que respecta a
la clase de prodigio. En Lc 24,31 se dice que «se les hizo invisible». Todo
ello apunta a una terminología sagrada de la época, para describir la
intervención de Dios por encima de todas las cosas. Ya se ha dicho que la
Ascensión no añade nada nuevo con respecto a la Pascua, a la Resurrección. En
todo caso, la pedagogía lucana, para las necesidades de su comunidad, apuntan a
que la Resurrección de Jesús, al contrario que la de otras personas, no supone
un romper con la tierra, con la historia, con todo lo que ha sido el compromiso
de Jesús con los suyos y con todo el mundo.
A pesar de que este misterio se comunica
por una serie de códigos bíblicos que nos hablan de la presencia misteriosa de
Dios (en la nube, como revelación de su gloria, en la que entra Jesús por la
Resurrección o la Ascensión), el tiempo Pascual ha sido necesario para que los
discípulos rompan con todos los miedos para salir al mundo a evangelizar. Pero
en todo caso, hay una promesa muy importante: recibirán la fuerza de lo alto,
el Espíritu Santo, que les acompañará siempre. Lucas, pues, usa el misterio de
la Ascensión para llamar la atención sobre la necesidad de que los discípulos
entren en acción. Hasta ahora todo lo ha hecho Jesús y Dios con él; pero ha
llegado el momento de una ruptura necesaria para la Iglesia en que tiene que
salir de sí misma, de la pasividad gloriosa de la Pascua, para afrontar la
tarea de la evangelización.
¿Podemos seguir manteniendo este tipo de
lectura? ¿Es correcta? Creo que el NT nos permite otras claves. El mismo Lucas
ha usado los “cuarenta días” en sentido pedagógico.
1) Entendemos, en primer lugar, que
“cuarenta días” no es un tiempo real, espacio-temporal, sino teológico. Es un
tiempo de espera y esperanza para que la comunidad viva intensamente el
acontecimiento de la resurrección y se prepare para anunciar al mundo entero el
mensaje de Jesús (Hch 1,8). Lucas ha buscado, pues, ese “tiempo pedagógico” que
ponga de manifiesto algo importante en el seno de la comunidad: la resurrección
de Jesús no es algo que afecta a Él exclusivamente, sino que tiene otra
dimensión: la de la comunidad. También la comunidad de los seguidores de Jesús
tienen que “resucitar” de sus miedos, de sus ideas poco acertadas sobre Jesús y
sobre su mensaje. Jesús fue resucitado por Dios, pero también Jesús resucitado
quiere hacerse presente desde esa nueva vida en su comunidad. La “Ascensión”
era el momento adecuado para “dejar” a la comunidad resucitada ya, y en manos
del Espíritu que debe llevarla hasta el final.
2) Por otra parte, en segundo lugar,
como muchos autores han puesto de manifiesto, se debe contemplar la respuesta
de lo que significan esos “cuarenta días” para subsanar un problema que tuvo la
comunidad cristiana primitiva con respecto a la Parusía o la vuelta de Jesús e
inaugurar el “final de los tiempos”. Se produjo en los primeros años cierta
decepción cristiana porque la Parusía, la vuelta de Jesús, no acontecía y el
fin del mundo no llegaba. Lucas entiende que el fin del mundo no tenía por qué
llegar, ya que era necesaria la acción de la Iglesia para comunicar el mensaje
de salvación a todos los hombres. Es lo que se conoce como la “descatologización”
de la teología lucana. Es decir: no debemos estar preocupados por la Parusía,
por el fin del mundo, sino por transformar esta historia por medio de la
Palabra y el Espíritu de Jesús. De esa manera se explica el reproche a los
discípulos de estar mirando al cielo… pensando en su vuelta, cuando hay que
mirar a la tierra, a los hombres, para llenar este mundo de vida.
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