“Si quieres, puedes limpiarme”
El texto evangélico de este domingo 6º
del Tiempo Ordinario, nos narra sobre la actitud de Jesús ante la marginación
social y religiosa que representaba el drama de la lepra en el antiguo Israel.
Este texto, tomado del primer capítulo del Evangelio según san Marcos,
representa en la narración el tercer milagro obrado por Jesús. Después de
liberar del poder del maligno y de la enfermedad, ahora Jesús libera de la
exclusión social.
Los actos de Jesús para el evangelista Marcos,
sobre todo los milagrosos, no son sólo signos del Reino presente, sino también
su modo de enseñanza más importante. Las palabras, los gestos y las acciones de
Jesús narradas en el texto nos sirven para aprender a actuar como él.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Este
texto puede sorprendernos al plantear la exclusión del enfermo como medida de
protección del pueblo considerado sano. Estos enfermos son llevados al
sacerdote, y se espera que esa impureza termine, porque el texto dice “mientras
dure la enfermedad”. Hoy, quizás tengamos actitudes más crueles en nuestras
sociedades con la excusa de “protegernos” de lo que consideramos enfermedades,
y no siempre esperamos que termine lo que consideramos impureza. Es más, a
veces parece que no quisiéramos que termine.
Lectura
del libro del Levítico 13, 1-2. 45-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando
aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha
lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al
sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes. La persona afectada de
lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la
boca e irá gritando: “¡Impuro, impuro!”. Será impuro mientras dure su afección.
Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.
Palabra de Dios.
Salmo
31, 1-2. 5. 11
R.
¡Me alegras con tu salvación, Señor!
¡Feliz el que ha sido absuelto de su
pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en
cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Pero yo reconocí mi pecado, no te
escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste
mi culpa y mi pecado! R.
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los
justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.
II
LECTURA
San
Pablo se pone como ejemplo para no escandalizar a los demás en las prácticas
alimentarias, tan cuidadas por los judíos. No se trata de un acto de
arrogancia, sino de una opción para que quienes no sepan obrar en algunas cuestiones
prácticas, sigan y tengan en cuenta.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10,
31—11, 1
Hermanos: Sea que ustedes coman, sea que
beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean
motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la
Iglesia de Dios. Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas
las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que
puedan salvarse. Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Lc 7, 16
Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en
medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya.
EVANGELIO
“También la enfermedad puede ser una
oportunidad para el encuentro, la colaboración, la solidaridad. Los enfermos
que se encontraban con Jesús quedaban regenerados sobre todo por esta toma de
conciencia. Se sentían escuchados, respetados, amados. Ninguno de ustedes se
debe sentir nunca solo, ninguno se debe sentir una carga, ninguno debe sentir
la necesidad de escapar. Ustedes son valiosos para Dios, son valiosos para la
Iglesia”.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 1, 40-45
Se le acercó un leproso a Jesús para
pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes
purificarme”. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo
quiero, queda purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: “No le digas nada a nadie, pero
ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que
ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”. Sin embargo, apenas se fue,
empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que
Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía
quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
La
impureza legal de la lepra
Así como nos narra el libro del Levítico
(Lv 13, 1-2.44-46), toda persona que contrajera la lepra se convertía
inmediatamente en un marginado social. Era el sacerdote quien certificaba tanto
la enfermedad como la posible curación, debido a que la lepra era regulada por
las normas de pureza e impureza del pueblo. Dicha marginación tenía un fuerte
tinte religioso, ya que toda “impureza” significaba un alejamiento ritual de
Dios, más para quien era declarado impuro, como es el caso de un leproso. En la
primera lectura se detallan los elementos de esta marginación: andar harapiento
y despeinado, con la barba tapada, viviendo en la soledad fuera del campamento
y gritando: ¡impuro, impuro!
El leproso del relato de Marcos sabe su
situación. No obstante, creyendo que Jesús puede curarle decide acercarse a él,
saltándose los códigos sociales e implorándole que le sane. Su actitud y sus
gestos, como ponerse de rodillas, expresan no sólo su impotencia ante la
situación que vive, sino más bien la fe con la que decide suplicarle al Señor
que le ayude.
Quiero:
queda limpio
Ante el drama social y religioso de la
lepra, Jesús no pasa indiferente. Movido por la compasión, es decir, poniéndose
en el lugar de quien es considerado como un estorbo social y que por su
enfermedad está impedido de expresar ritualmente su fe, se acerca al enfermo
marginado. Sus palabras, pero sobre todo sus gestos, hablan de su empatía ante
el drama personal de aquel leproso.
El evangelista indica que: sintiendo
lástima, extendió la mano y le tocó. El primer movimiento de Jesús no fue ni la
curación ni un sermón ético, sino el acercarse a aquel que había olvidado lo
que era el contacto humano, la cercanía de los otros, el cariño expresado por
el tacto y toda expresión que indicara acogida por los demás. Jesús también se
salta las normas sociales y toca a quien tenía prohibido tocar.
Finalmente, junto con la expresión de su
deseo de verlo sano, Jesús le indicó cómo volver a reintegrarse a la vida
social y religiosa del pueblo. Ya no sería más un enfermo, ni tampoco un
marginado.
Si
quieres, puedes limpiarme
La súplica del leproso a Jesús sigue
siendo actual en nuestro tiempo. Muchas personas viven de rodillas a causa de
situaciones que les llevan a la marginación y a la apatía social. No será el
drama de la lepra, pero sí otros dramas que hacen ver a los demás como no
“dignos” de pertenecer al grupo social o cultural. El drama del leproso era
algo devastador, puesto que no podía siquiera acercarse a quien representaba la
solución a sus problemas, es decir, a Dios. La marginación socio-cultural
llegaba hasta exclusión religiosa.
Nos toca, pues, asumir el modo de vida
de Jesús, como diría san Pablo en la primera carta a los Corintios (1Co 10,
31 - 11, 1): hacer todo para la gloria
de Dios. La lucha contra la marginación y la exclusión inicia con una actitud:
la compasión. Pero debe seguirle el acto que lleve a esta actitud a su plenitud:
acercarnos y “tocar”. Tocar la realidad de los demás y colaborar con ella con
lo que somos y tenemos. A veces lo que hace falta es solamente un gesto cercano
y cariñoso.
ESTUDIO BÍBLICO.
I
Lectura: Lev 13,1-2.44-46: La lepra, entre higiene y maldición religiosa
I.1. El sentido de la primera lectura
(Lev 13) no puede ser otro que ponernos sobre la pista de una ley de pureza que
pretendía mantener a los hombres que padecían la enfermedad de la lepra fuera
del ámbito de lo sagrado y de la identidad más radical del pueblo de Dios, del
pueblo de la alianza. No se puede considerar que todo lo que la Biblia llama
lepra corresponda a la famosa y técnica "hanseniasis" (el mal de
Hansen). Es verdad que los Israelitas debían ser santos como su Dios era Santo,
mandato que se refería a ser limpios física y moralmente (Lev 11,46 y 20,26).
Las medidas higiénicas concernían a la convivencia social (Dt 23,15 y Lev
19,11-18); la construcción de sus ciudades y campamentos (Dt 23,9-14; Lev
11,1-33), basureros, dotación de agua, cuidado del cuerpo, así como de aspectos
laborales y del descanso (Dt 16,24.25)), y otros. Se practicó el aislamiento de
enfermos contagiosos (Lev 13) mediante la desinfección de ropa, objetos,
instrumentos y casas por medio de la fumigación, el lavado o la ignición (Lev
20,26; Lev 14,32- 47).
I.2. Sin embargo, la injusticia o lo
inhumano de una ley como ésta se explica, porque todo el mundo sabe que esta
enfermedad siempre ha sido una enfermedad de marginación, o como hoy diríamos,
tercermundista. Es verdad que siendo contagiosa podía afectar puntualmente a
otras personas. De hecho, en la Biblia tenemos el caso sintomático en Naamán el
sirio (2 Re 5,1-27), que quizás no era técnicamente lepra, al que se acerca el
profeta Eliseo para mostrar que para Dios no hay distinción, en lo que se
refiere a las miserias, entre los que pertenecen al pueblo de la Alianza y los
paganos. Es ahí donde debemos incidir a la hora de leer este relato de hoy que
ha de ser clave para la interpretación del evangelio.
II
Lectura: I0 Corintios (10,31-11,1): La fuerza de los débiles en la comunidad
II.1. La comunidad de Corinto era una
comunidad compleja, lo sabemos. Pablo tuvo que combatir en muchos frentes, ante
muchas situaciones: es el caso de los que eran fuertes, abiertos, capaces de
compartir su fe y su vida con no cristianos sin darle mayor importancia. Los
otros, los "débiles" no lo entendían o no lo querían entender. El
contexto de este texto en el que Pablo mismo se presenta como
"modelo" de inculturación pastoral es muy sugerente. Está enmarcado
en 1Cor 8,1-11,1 que ha dado pie a muchas opiniones, ya que trata de la postura
que han de mantener los cristianos en una ciudad pagana como Corinto, con sus
templos, sus dioses, sus sacrificios y otras cosas. Cómo tienen que vivir los
cristianos en esta situación, )"a lo corinto" o, por el contrario,
con un puritanismo rayano en el fundamentalismo del gueto?
II.2. El texto de hoy insiste
sobremanera en la actitud de Pablo de ser predicador del evangelio. Frente a su
mensaje liberador, no se entiende que los hombres estemos divididos y asustados
por preconcepciones y actitudes que reflejan las divisiones de la sociedad;
esas divisiones que consagra este mundo no pueden mantenerse frente al
evangelio. Pablo sabe que hay débiles en la comunidad, pero se extraña, y
mucho, que esos débiles, luego sean fuertes para las cosas que no merecen la
pena en lo que se refiere a lo religioso y a lo sagrado. La lectura más en
sintonía es que muchas veces nos escandalizamos de cosas que afectan a lo
sagrado, y nos mantenemos indiferentes frente a injusticias, envidias y frente
a los pobres.
Evangelio:
Marcos (1,40-45): Liberar a los marginados, praxis del Reino
III.1. Es el último episodio de la
"praxis" de la famosa jornada de Cafarnaún, antes de pasar a las
disputas (Mc 2,1-3,6). Quiere ser como el "no va más" de todo aquello
a lo que se atreve Jesús en su preocupación por los que sufren y están cargados
de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. En cierta manera es
un milagro "exótico" por lo que implica de que, quien fuera curado de
una enfermedad como la lepra, tenía que presentarse al sacerdote para ser
"reintegrado" a la comunidad de la alianza. Los leprosos son
"muertos vivientes", privados de toda vida de familia, de trabajo y
de religión. El leproso cae de rodillas delante de Jesús (genypetéô). Es verdad
que nos encontramos ante un hecho taumatúrgico sin discusión, pero es mucho más
que eso. Incluso en razón de las exigencias de Lev 13-14, no basta con ser
curado, sino que este hombre debe ir al sacerdote, es decir, al templo para que
de nuevo recupere la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios. Pero
Jesús, con su "acción", ya está haciendo posible todo ello; ha ido
más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la
ha curado, pero sobre todo, la ha acogido.
III.2. El relato evangélico está
planteado, con mucho acierto, al final de la actividad de Jesús en esa jornada
de Carfarnaún que nos ha venido ocupando los últimos domingos. La narración
sigue un proceso liberador, en el que se ponen de manifiesto las actitudes de
los hombres y los pensamientos de Dios. Un leproso, como ya hemos dicho, estaba
excluido de la asamblea del pueblo de la alianza y debía presentarse al
sacerdote, en el templo, en Jerusalén, el centro del judaísmo y de las clases
poderosas. Aunque todo comenzara siendo una "ley de sanidad", como en
Israel todo se sacralizaba, se llegó a dogmatizar de tal manera, que quien
estaba afectado por ella, era un maldito, pasando a ser una "ley de
santidad". Ya hemos dicho que esta es una enfermedad de pobres y
marginados. Nadie, pues, se acercaba a ellos: su soledad, su angustia, sus posibilidades)
quién podía compartirlas? Es el momento de romper este círculo infernal.
III.3. Jesús, que trae el evangelio, va
a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar al
los pobres en nombre de Dios. Jesús se acerca a él, le toca (expresamente se
dice que extendió la mano y le tocó, lo que implicaría que desde ese instante
Jesús también quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación); pero le cura y,
con una osadía inaudita, le envía al sacerdote (a los que representan lo
sagrado y el poder) para que sea un testimonio contra ellos y contra todo lo
que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón. El evangelio es un escándalo y
pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangelizan. Dios, pues, se hace
vulnerable. No encontramos, pues, ante la fuerza poderosa de un
"sistema" que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo
lógica del sistema que está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de
autoconservación, hasta el punto de ser inexorable. Con esas realidades se
encuentra Jesús en su vida y tiene que hacer opciones como las que aquí se
muestran. La fuerza del Jesús taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano
frente a su opción por los que viven día a día la miseria a que son reducidos
todo los desgraciados.
III.4. En este relato de Marcos no es
menos sugerente el mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso
que hace de ello el "leproso" curado. El "secreto a voces"
lleva la intencionalidad de este evangelista, porque pretende poner de manifiesto
que más importante que la aceptación por parte del sacerdote de su curación, es
proclamar (se usa, incluso, el verbo kêrýssein, que es propio del anuncio del
evangelio en el cristianismo primitivo) que ha sido Jesús, el profeta de
Galilea, quien le ha llenado el alma y el corazón de gratitud y de acción de
gracias a Dios. La ley, aquí, frente al evangelio, también queda mal parada y,
en cierta forma, anulada. Y si queremos, podemos ver que el "leproso"
curado, ni siquiera va al templo, al sacerdote (el texto, desde luego, no lo
explicita y yo opino que intencionadamente); no le hace falta, porque el
evangelio que Jesús trae en su manos es más que esa religión que antes lo ha
marginado hasta el extremo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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