“Todo
el mundo te busca”
La tradición evangélica recoge cómo se
iba extendiendo la fama de Jesús como taumaturgo: curaba enfermedades y
expulsaba demonios. En este caso es Mc, el primer evangelista, quien recurre al
cliché literario de una jornada apostólica de Jesús para mostrar a sus
discípulos el modelo a seguir. Su actuación con todos, siempre abierta e
inclusiva, manifiesta la soberanía del poder salvífico de Dios sanando y
curando a todos los enfermos y poseídos por el diablo. Nada extraño por tanto
que sea así como lo recordarán los cristianos en las postrimerías del siglo
primero: pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él (Hch 10,38). ¿Cómo lo recordamos en la vida diaria?
¿Qué rostro de Dios mostramos en nuestra misión evangelizadora?
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Job
es un hombre justo, su vida se ha transformado en un gran dolor y un peso que,
al parecer, no podrá cargar. Ha caído en una “noche” y solo le queda esperar el
alba. Sostendrá su fe con mucho esfuerzo, reclamando a Dios una palabra que lo
aliente.
Lectura
del libro de Job 7, 1-4. 6-7
Job habló diciendo: ¿No es una
servidumbre la vida del hombre sobre la tierra? ¿No son sus jornadas las de un
asalariado? Como un esclavo que suspira por la sombra, como un asalariado que
espera su jornal, así me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido
asignadas noches de dolor. Al acostarme, pienso: “¿Cuándo me levantaré?”. Pero
la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud hasta la aurora. Mis
días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a
su fin. Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la
felicidad.
Palabra de Dios.
Salmo
146, 1-6
R.
Alaben al Señor, que sana a los afligidos.
¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios, qué
agradable y merecida es su alabanza! El Señor reconstruye a Jerusalén y
congrega a los dispersos de Israel. R.
Sana a los que están afligidos y les
venda las heridas. Él cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por
su nombre. R.
Nuestro Señor es grande y poderoso, su
inteligencia no tiene medida. El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los
malvados hasta el polvo. R.
II
LECTURA
No
hay otra retribución, en el anuncio del Evangelio, que el anuncio mismo. No
podemos esperar beneficios, privilegios ni reconocimientos. El solo hecho de
haber sido elegidos para predicar, debe ser nuestra mayor recompensa.
Lectura
de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 9, 16-19.
22-23
Hermanos: Si anuncio el Evangelio, no lo
hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de
mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa
propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir
que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Predicar
gratuitamente el Evangelio, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me
confiere. En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al
mayor número posible. Y me hice débil con los débiles, para ganar a los
débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a
cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder
participar de sus bienes.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Mt 8, 17
Aleluya. Cristo tomó nuestras
debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. Aleluya.
EVANGELIO
Jesús
sale de la sinagoga expresando, por supuesto, su condición de judío creyente y
cumplidor de la Ley. Podemos imaginarlo conversando en el trayecto hacia la
casa de Simón y Andrés con Santiago, Juan y el resto de sus discípulos.
Seguramente, hablarían de lo que habían vivido, escuchado y orado en la
asamblea, de lo que eso podría significar en sus vidas y de cómo vivir la Palabra
de Dios con mayor compromiso. ¡Qué hermoso pensar a Jesús como un creyente como
nosotros!
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Marcos 1, 29-39
Jesús fue con Santiago y Juan a casa de
Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron
de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces
ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse
el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se
reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de
diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar,
porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se
levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a
buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te
andan buscando”. Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en
las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y fue por toda la Galilea,
predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Ojeando
la agenda de Jesús
Acompañado de sus primeros discípulos,
Jesús emprende su misión evangelizadora en Cafarnaún, a orillas del lago de
Tiberíades, para encaminarse seguidamente por toda Galilea. Nadie le es ajeno
en la intensa agenda de su actividad diaria, para la que se siente vocacionado
por el irresistible impulso de su Padre Dios. Al igual que participa en la
liturgia oficial de la sinagoga, se retira de vez en cuando a lugares
solitarios para sumergirse en la oración personal. Es esta intimidad con Dios
la que le guía y sustenta, se siente apoyado y autorizado por su presencia a la
hora de atender cuidadosamente cualquier situación humana, ya sea en el espacio
íntimo y familiar de la suegra de Pedro, ya sea en el espacio público de la
muchedumbre conglomerada a la entrada de la casa. Las diferentes escenas que
secuencian el relato nos van desvelando de esta forma cuál es la actitud
bondadosa y solícita que preside el plan salvífico de Dios manifestado en
Jesús.
Le
trajeron todos los enfermos y endemoniados
¿Quién no se ha sentido concernido en
algún momento de su vida por la sabia reflexión que nos deja en la primera
lectura el fragmento del libro de Job? La corta y penosa vida del hombre sobre
la tierra, al igual que la del esclavo que suspira por la sombra o la del
jornalero que espera su salario, transcurre “en meses de desengaño y en noches
de sufrimiento”. La palabra de Job presta de este modo su voz a todos los
enfermos y endemoniados de que habla el evangelio. Nos muestra el rostro
malherido y sufriente de tantas personas postradas, agobiadas, afligidas,
deprimidas, ninguneadas, desheredadas…, ese largo etcétera que desfila a diario
ante los ojos de todos y a las que tan poca atención solemos prestar. Rostros
desfigurados por el dolor y la angustia, perdidos entre el anonimato de la
muchedumbre, en busca de una solución a sus males.
Jesús sí que se acercaba a todos ellos.
Les mostraba el rostro indulgente y bondadoso de la salvación de Dios, el
Yahvé, nuestra justicia anunciado por los profetas (Jr 23,6), el Dios amigo de
los pobres que sana los corazones quebrantados y venda sus heridas celebrado
por el salmista en el salmo responsorial. ¿No estaban en boca de todos sus
gestos de atención, de solicitud y de servicio, su benéfica benevolencia?
Pablo, apóstol de Jesucristo, nos muestra en la segunda lectura idéntica
actitud evangélica haciéndose débil con los débiles para de esta manera llegar
a todos: me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. La
primera generación de cristianos encontró en él un auténtico referente de sus
vidas.
El
ADN del evangelizador
Esta es la misión que comparte Jesús con
sus discípulos: para eso ha venido (Mc 1,38). Para mostrar el mismo camino
adoptado por Dios en su manera de acoger y abrazar incondicionalmente la
debilidad humana. Un camino que comienza por los más cercanos del espacio
íntimo y familiar de la casa de Simón y de Andrés, que les llevará a
continuación a la muchedumbre que se arremolina en torno a su puerta y que les
abrirá finalmente el horizonte de los pueblos vecinos para hacer extensiva la
Palabra de Dios por toda la Galilea. La misión no sabe de límites ni fronteras,
como tampoco las tiene la humanidad sufriente abriendo sus manos tendidas.
Oración y servicio, en unidad
indisoluble, configuran las dos caras del evangelizador. Mientras sus
discípulos duermen, Jesús busca la intimidad con Dios en la soledad de la
alborada. El posterior tono quejoso de los discípulos: todos te buscan, denota
su incomprensión (lo mismo que les ocurrió a sus padres cuando, todavía un
niño, le encontraron entre los doctores del templo). La estrategia de Jesús es
clara y contundente: les invita a seguirle por los caminos de toda Galilea
proclamando la Buena Nueva. No hará falta ningún otro aprendizaje a la hora de
ir disipando sus dudas.
ESTUDIO BÍBLICO.
I
Lectura: Job (7,1-4.6-7): Esperar contra toda esperanza
I.1. La primera lectura, del libro de
Job, es lo que se ha llamado, con acierto, el lamento del “taedium vitae",
el canto de la miseria que nos rodea en las situaciones más pesimistas de
nuestra existencia. Para expresarlo, el autor, un sabio que se asoma al mundo que
nos rodea para observarlo en profundidad, recurre a tres oficios duros y
difíciles: la vida como un servicio militar y una disciplina inhumana, como
esclavo que trabaja de sol a sol y como jornalero que aspira al final de la
jornada para recibir salario y descansar como en un oasis. Es verdad que muchos
viven así, quizás con el sentido escéptico de que no queda más remedio; sin
valorar el mismo misterio de la vida, de lo que significa abrir los ojos y
vivir esta vida… que a veces es hermosa y otras, desde luego, no lo es.
I.2. Job, quien vive el drama de una
vida sin esperanza, como una lanzadera que va hacia la muerte, expresa los
sentimientos de muchos hermanos nuestros que viven situaciones semejantes. Al
final del libro tendrá que enfrentarse con Dios, y éste le hará ver que la
vida, así tal como la hemos hecho y tal como queremos vivirla, no ha salido de
sus manos. Él no has creado para la felicidad. Pero para ello, alguien (Jesús
en el evangelio) y nosotros, ahora, tenemos que romper la espiral de la fuerza
negativa y caótica que ello supone. Hay que esperar contra toda esperanza. Job
no entiende, porque la vida eterna estaba lejos de haberse hecho un sitio en la
teología de Israel, de que al final sus ojos sí podrán ver la dicha deseada.
II
Lectura: I Corintios (9,16-19.22-23): La pasión por el evangelio
II.1. La lectura de la carta a los
Corintios no solamente es la contrarréplica al anti-evangelio de Job, sino a
todo lo que sea una llamada a lo más negativo de nosotros mismos. Pablo ha
recibido la misión de anunciar el evangelio, buenas noticias, y ello, no es un
oficio que requiera salario, sino que lo entiende como un don para ganar a
todos los hombres. El sabe que eso no se paga, que no vale dinero, sino que es
una gracia del que lo llamó a ser apóstol de los paganos y de todos los
hombres. En otro momento el apunta la necesidad que tienen los evangelizadores
de ser acogidos en sus necesidades por la comunidad, pero aquí Pablo está
defendiendo su libertad más personal, la misma que nace del evangelio para no
callar y para llevar a los hombres el mensaje de la salvación.
II.2. ¿Se puede dejar de anunciar el
evangelio porque esta vida es como es? ¡De ninguna manera! Esta confesión
personal de Pablo, escrita, desde luego, con retórica, viene a hablar de la
“paga” de predicar el evangelio. ¿Cuál es? Ninguna objetivamente hablando.
Porque incluso Pablo no ha elegido este camino, esta misión o este “oficio”. Lo
ha elegido Dios mismo, en Cristo, que se lo ha impuesto. Ha perdido incluso su
libertad, aunque podría decir que no. Esta es una forma de hablar y por eso
decimos que está construido el texto con retórica. Pero esa es la pura verdad.
Predicar el evangelio se ha convertido para él en una tarea cuya “paga” es el
mismo evangelio, es decir, la buena noticia que hay en sus entrañas. ¿Quién da
más? ¡Nadie! Esto se ha convertido en una pasión por nada; una pasión que le
lleva incluso a cambiar su psicología personal para que el evangelio le llegue
a todos. Al final, lo sabemos, la paga es la pasión por el evangelio.
Evangelio:
Marcos (1,29-39): El evangelio “cura” las miserias
III.1. El evangelio de hoy es la
continuación de lo que se había iniciado el domingo pasado con la actuación de
Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Y lo que quiere ponerse de manifiesto es que
aquella enseñanza liberadora que se hizo en el ámbito del lugar sagrado y en el
día del sábado, no puede quedar petrificado allí. En la vida de cada día,
enfermedad, muerte, opresión -como ha entonado desesperadamente Job-, nos
acechan continuamente, pero Jesús ha venido para traer el evangelio liberador.
Con su actitud desafiante, que se relata aquí como un ciclo de actuaciones de
su vida, está poniendo en su sitio lo que debe ser el mensaje liberador de las
buenas noticias. La enfermedad no es consecuencia del pecado; lo más santo y
sagrado no esta cegado para nadie; Dios mismo busca a todas estas personas para
llevarles esperanza. Eso es lo que significa esta jornada, jornada teológica,
por otra parte, de Jesús en Cafarnaún.
III.2. La enseñanza con autoridad
(exousía) de la que se hablaba en la escena de la sinagoga ha salido, pues, de
lo sagrado y llega a la vida de cada día. Lo sagrado, lo religioso, lo
espiritual tiene que ser humano. A Jesús, con fama de taumaturgo, le llevan
todos los enfermos. Ya se sabe lo que es la gente para estas cosas y más en
aquella sociedad y con aquella mentalidad. Pero no se trata solamente de la
pura milagrería, sino de la pasión por ser feliz que todos llevamos en nuestro
corazón. Jesús rompe todas las normas, entra en las casas, toca a los enfermos,
aunque sean mujeres, sale a las puertas de la ciudad. La fuerza irresistible,
así lo ve Marcos, de evangelio ya no la pueden manejar las autoridades a su
antojo. Las sanaciones de Jesús se explican en las coordenadas de aquella
mentalidad popular. Jesús “enseña” que hay que sanar a los enfermos (hoy lo
hace la medicina) y una sanación “milagrosa” no tiene por qué ser más
importante que lo que Dios quiere que se haga por el conocimiento de la
naturaleza. Pero Dios pide, para todos los curados y liberados de sus males una
fe y una esperanza que es la fuerza del evangelio.
III.3. El evangelista Marcos sabe que
Jesús tenía que buscar una fuerza poderosa en la oración y en la intimidad con
Dios, para decir y hacer lo que hizo en aquella “jornada”: ir a las casas, a
los lugares públicos como la puerta de la ciudad, para liberar a los hombres de
sus males. Ese y no otro, es el proyecto de Dios. Y aunque Jesús aparezca aquí
como un taumaturgo, o algunos lo confundan con un milagrero que busca su fama
(sus mismos discípulos así lo entendieron al principio), Jesús sabe retirarse
para buscar en Dios la fuerza que le impulse a llevar el evangelio por todos
los pueblos y aldeas de Galilea. En definitiva, el evangelio está frente a las miserias
de la vida. Se ha hecho notar, con razón, que Jesús viene de parte de Dios como
solidario con nuestras miserias. Pero además, en una lectura más en profundidad
se nos muestra a Jesús luchando contra un sistema de vida y de ideas: los
enfermos, los pobres, los marginados nos evangelizan; a ellos se acerca Jesús y
con ellos nos llega a nosotros el evangelio. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O.
P.).
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