“Yo
soy el Buen Pastor”
Estamos celebrando el tiempo gozoso de
Pascua. Estos cincuenta días que van desde el Domingo de Resurrección hasta el
Domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si
se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como “un gran domingo” (S.
Atanasio).
La Iglesia, no obstante, nos va
desdoblando el gran acontecimiento
salvífico de la resurrección poniendo a nuestra consideración, mediante
la palabra de Dios que se proclaman en las eucaristías dominicales, aspectos
fundamentales del mismo.
En este domingo se nos habla en las
lecturas de cómo Jesús, el Resucitado, es la “piedra angular” que ha sido
desechada, pero es ahora la piedra que da consistencia a todo el edificio.
Nadie más puede salvar. La tradición joánica nos da también una clave para
poder entender la filiación divina: el que cree en Jesús se convierte en hijo e
hija de Dios y “seremos semejantes a El”. La otra imagen que se nos presenta en
el Evangelio que se proclama hoy es que este Jesús es el Buen Pastor que da la
vida y va delante de nosotros enseñándonos el Camino.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Los
apóstoles no dispensan su discurso con palabras edulcoradas ni retóricas
inútiles. Van al punto esencial: anunciar a Jesucristo y proclamarlo como quien
trae la salvación. Así el nombre de Jesús llega hasta los confines de la
tierra.
Lectura
de los Hechos de los apóstoles 4, 8-12
En aquellos días: Pedro, lleno del
Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide
cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan ustedes y
todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el
Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y
Dios resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los
constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque, en
ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los
hombres, por el cual podamos salvarnos”.
Palabra de Dios.
Salmo
117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29
R.
Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor! Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los
hombres; es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos. R.
Yo te doy gracias porque me escuchaste y
fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los constructores es ahora la
piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.
R.
¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: Tú eres mi Dios, y yo
te doy gracias; Dios mío, yo te glorifico. ¡Den gracias al Señor, porque es
bueno, porque es eterno su amor! R.
II
LECTURA
¿Puede
el ser humano ser semejante a Dios? Así lo dice la primera página del Génesis:
nos hizo a su imagen y semejanza. Con la confianza puesta en el inmenso amor
que Dios nos tiene, la carta afirma claramente: “seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es”. Dios quiere hacernos partícipes de su misma
vida. Ya hoy nos adelanta esta condición porque somos sus hijos e hijas muy
amados. Esto nos llena de gozo el corazón y nos lleva a la alabanza.
Lectura
de la primera carta de san Juan 3, 1-2
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó
el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos
realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha
manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 10, 14
Aleluya. “Yo soy el buen Pastor: conozco
a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Entre
Jesús y el Padre hay un flujo poderoso y firme de conocimiento y de amor. Jesús
quiere establecer esa misma corriente entre él y nosotros, sus ovejas. ¡Qué
vínculo tan vivificante y sólido! Un amor que fluye y sostiene la vida, un amor
que entreteje el lazo fuerte con el buen Pastor. Así está Jesús, dándonos Vida
permanentemente.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan 10,11-18
Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El
buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el
pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona
y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se
preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis
ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y
doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este
corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo
rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de
recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
La gran fiesta de la Pascua tiene sus
cuarenta días (Cuaresma) de preparación mediante la penitencia, la limosna y la
oración para poder llegar a este tiempo de gracia y de vida nueva que son los
cincuenta días (Cincuentena) pascuales. Tiempo fuerte en el que la Iglesia nos
invita a que maduremos en nuestra fe, valoremos nuestro bautismo, sintamos más
íntimamente nuestra pertenencia a la Comunidad, y nos comprometamos con la gran
misión que tenemos de implantar el
Reino de Dios en el momento que nos toca vivir.
Piedra
Angular
El fragmento que se lee como primera
lectura en la Palabra de Dios de este domingo hace una referencia explícita al
salmo118,22: “la piedra que desecharon los arquitectos se ha convertido en
piedra angular” Los arquitectos, los dirigentes judíos, son los que rechazaron
a Jesús y El es que da autoridad a Pedro y a los apóstoles para testimoniar que
en su nombre hacen las curaciones. Jesús se ha convertido el signo de salvación
para todos los que creen en El. El resucitado cumple con su promesa: “Estoy con
vosotros…” Por eso Juan en su carta afirma
con toda rotundidad de que “ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos.”
Yo
soy el Buen Pastor
Ya en los primeras representaciones
artísticas de los cristianos perseguidos del siglo I, ocultas en las
catacumbas, aparece Cristo como un pastor con una oveja al hombre: el buen
pastor. Jesús mismo se nos autodefine con esta expresión del “buen pastor”
frente a los sacerdotes del Templo y de los rabinos o escribas que lideraban al
pueblo de Israel. Por eso Jesús nos habla no de cumplimientos, sino de amor, de
descubrir a un Dios misericordioso que está al lado del que se deja llevar por
el amor y se acerca a los más humildes y necesitados.
Esta imagen de “pastor”, tal vez en
nuestro mundo industrializado y tecnificado, puede que ya no tenga mucho
significado y nos sea difícil de entender. El evangelio nos añade una serie de
características del “buen Pastor” que sí nos ayuda a entender el significado
pascual de esta expresión. Es el Buen Pastor que da la vida, que nos conoce
como el Padre le conoce a Él, que también da la vida por otras ovejas que no
son de este redil.
Dar
la vida
Con la expresión de vida entregada,
Jesús, hace su autoretrato, expresa la
ternura del Buen Pastor. Esta vida “recuperada” nos invita a hacer una
reflexión para nuestra vida si queremos vivir como “resucitados”¿Cómo
entregamos nosotros la vida? ¿Nos desvivimos por los demás? Hoy que se nos
invita a ser una Comunidad, una Iglesia “en salida” ¿cómo lo hacemos?. La
presencia del Resucitado se nos manifiesta siempre como el crucificado y aparece
en todos los llagados de este mundo. Los seguidores de Jesús tenemos que saber
descubrir esta presencia del Buen Pastor, que da la vida, en tantos
“descartado” como tenemos a nuestro alrededor: ancianos solos, los sin techo
que hay por nuestras calles,, los niños hambrientos, las víctimas de la guerra,
las mujeres maltratadas, las personas sin empleo… Los “asalariados” son los que
no quieren ver estas situaciones. “Buenos Pastores” somos todos los bautizados
y a ello nos obliga nuestro Bautismo, que es nuestra primera llamada, vocación,
para seguir a Jesús que nos llama a cada uno por nuestro nombre, como hizo en
otro tiempo, según nos relatan los Evangelios.
Nos
conoce como el Padre le conoce El
¿Conocemos de verdad a Jesús? Con
frecuencia tenemos un conocimiento superficial de formulas hechas, pero
ignoramos quien es de verdad Jesús. De un amigo tenemos conocimiento, sabemos
qué le gusta, cómo es, cuáles son sus ilusiones, incluso cuáles son sus defectos…
y de Jesús ¿qué conocimiento tenemos? ¿Qué significa en tu vida? ¿Nos ponemos
en la piel de Jesús y nos preguntamos qué haría en mi lugar? Seguro que Jesús
derrocharía amor y ternura al encontrarse con los llagados de nuestra sociedad.
Nosotros ¿por qué no hacemos los mismo? Respeto, comodidad, “pasar de largo”,
no complicarnos la vida… En este tiempo de Pascua se nos interpela para que
descubramos el sentido de estar bautizados. Si descubrimos de modo experimental
”el amor de Dios derramado en nuestro corazones por el Espíritu que se nos ha
dado”, toda nuestra vida de cristianos cambiaría y descubriríamos la gran
misión a la que somos llamados: todo bautizado tiene que ser “buen Pastor”
También
da la vida por otros que nos son “de los nuestros”
Es una de las grandes características
del “Buen Pastor”. En nuestra cultura actual, marcada muy profundamente por “el
descarte” ya nos entra cierto rechazo al oír la expresión “no son de los
nuestros”. Nos molesta que haya “ovejas que no son de nuestro redil”, que haya
cristianos que tienen opciones distintas, que haya personas que no piensen como
nosotros. “Lo distinto… no nos sirve”. Sería importante que los cristianos nos
preguntáramos en este Tiempo de Pascua: ¿Cristo ha muerto sólo por mi o por
todos? ¿En qué queda si no el sentido universal de la Redención? ¿Por qué no
derribamos tantos muros que hemos construidos los hombres, pero que Dios no los
quiere?
Los cristianos hemos de quitarnos ya el
“miedo de encerrados” como si fuéramos vendedores de sueños de ilusión. Somos
personas que tenemos que “hacer sentir la paz de futuro, el perdón que nos
reconcilia con Dios y con nosotros mismos, la alegría de la esperanza…”
Es tradicional hoy rezar por las
vocaciones sacerdotales. En una “iglesia en salida” hemos de replantear el
sentido de la vocación para una misión. Los seglares también son “vocacionados”
y tienen su responsabilidad en el pastoreo de la comunidad cristiana. Hemos de
tener muy claro que el Evangelio de hoy Jesús nos habla que El es el Buen Pastor
y del Pueblo de Dios en el que todos somos responsables, aunque de distinta
manera. Recemos por lo tanto por las vocaciones, la laical, la religiosa, la
clerical.
ESTUDIO BÍBLICO.
I Lectura:
Hechos (4, 8-12): Jesús, piedra angular de la salvación de Dios
I.1. La lectura de Hechos, nos muestra
la continuidad del discurso que Pedro ya había comenzado ante la gente, a causa
de la curación de un tullido (c. 3). Ahora el testimonio es ante las
autoridades judías que no pueden permitir que, en nombre de Dios, se hable de
Jesús. Esa es la pregunta que les hacen a los apóstoles: ¿en nombre de quién?
Se entiende que en nombre de Jesús, pero implícitamente es en nombre de Dios,
que es quien ha resucitado a Jesús, que ellos habían condenado injustamente. La
relación estrecha entre Jesús y su Dios es aquí el paradigma teológico sobre el
que se construye nuestro texto. Las autoridades condenaron a Jesús para salvar
el “honor” de su Dios… Pero la respuesta de Dios es radical contraria a los
planes que ellos urdieron, por medio de la resurrección.
I.2. Debemos fijarnos en las veces que
aparece el “nombre” (aunque se usa explícitamente Jesucristo el Nazareno) como
elemento decisivo de lo que Pedro tiene que anunciar: el kerygma, es decir, la
muerte y la resurrección de Jesús. Esto nos recuerda lo que Pablo nos transmite
por medio del himno a los Filipenses: “un nombre sobre todo nombre” (Flp
2,9-10). Al nombre de Jesús… todo rodilla se doble. La insistencia sobre el
nombre es sugerente. Sabemos que Jesús significa “Dios salva” o “Dios es mi
salvador”. Por tanto, insistiendo en este discurso sobre “el nombre”, se está
reivindicando al “condenado” por ellos, el “proscrito” con su juicio. Ahora es,
a partir de la muerte y la resurrección de Jesús cuando el nombre de Jesús ejerce
todo su quehacer dinámico, salvífico.
I.3. Dios lo ha convertido en piedra
angular según la cita del Salmo 117. Así, pues, el discurso de Pedro ante las
autoridades judías es una acusación a los “pastores” de ese pueblo que no han
sabido o no han querido aceptar que en Jesús estaba el futuro de la salvación
del pueblo. En realidad no han defendido el honor de Dios, sino que su
culpabilidad clama al cielo. Los pastores que buscaban el celo de Dios han
desechado la “piedra angular”. Es uno de los discurso más duros de los Hechos
sobre los responsables judíos. No se trata, pues, de “antisemitismo”, sino de
proclamar la verdad de lo que le sucedió con Jesús el Nazareno.
II
Lectura: I Juan (3, 1-2): El amor que nos hace hijos de Dios
II.1. El texto de la carta de San Juan
está en el ámbito auténtico de la teología joánica, con todas sus
características: amor, hijos de Dios, conocer, el mundo, “ver a Dios”. La carta
de Juan está cargada de todos esos términos que muestran una cosa clara: la
comunidad joánica, cristiana, está enfrentada al mundo. Se han insinuado muchas
cosas acerca de las influencias sobre este escrito. Se ha hablado del “círculo
joánico” como un círculo selectivo, a semejanza con la comunidad de Qumrán.
Pero no están claras estos ascendientes, ni se puede hablar de un mundo
exactamente dualista: amor/odio; luz/tinieblas.
II.2. También podemos fijarnos en la
correlación existente entre “amar” y “conocer” como si se quisiera decir que el
conocer es lo mismo que amar en este caso. De alguna manera eso es verdad, pero
no se trata de un conocimiento de tipo “gnóstico” como encontramos en los
evangelios apócrifos de Tomás o el publicado ahora de Judas (algunos lo
piensan), sino que hay que tener en cuenta el sentido profundo que el “conocer”
tiene en la Biblia como “experiencia de amor”; es el amor el conocimiento más
profundo.
II.3. En todo caso, lo más importante es
que el Padre nos hace hijos, porque nos ama. Esta afirmación teológica encierra
una densidad religiosa inigualable. Dios, el Dios de Jesús, el Dios del amor,
no se guarda para sí lo divino. De hecho, se insinúa una promesa todavía más
intensa cuando se dice que, en la “manifestación” de Dios, al final, o en el
final de cada uno, todavía seremos algo más… Esta es la promesa de un Dios,
Padre, que quiere compartir su vida con nosotros; no como los “dioses” de este
mundo que no quieren compartir nada.
Evangelio:
Juan (10,1-10). Yo he venido para que tengan vida en plenitud
III.1. El evangelio de Juan (10,1-10),
nos habla del «buen pastor» que es la imagen del día en la liturgia de este
cuarto domingo de Pascua. Comienza el evangelio con una especie de discurso
enigmático -al menos para los oyentes-, aunque es un texto bien claro: en el
redil de las ovejas, el pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la
tapia. Es una especie de introducción para las propuestas cristológicas de
Juan. Esas afirmaciones, con toda su carga teológica, se expresan con el
lenguaje de la revelación bíblica, con el «yo soy», que en el evangelio de Juan
son de gran alcance teológico. Está construido, el conjunto, en dos momentos 1)
vv. 1-5 sobre el buen pastor; 2) vv. 7-10 sobre Jesús como puerta.
III.2. En el AT Dios se reveló a Moisés
con ese nombre enigmático de “Yhwh” (Yahvé) (el tetragrámaton divino) (algunos
piensan que significa “yo soy el que soy”, aunque no está claro). Ahora, Jesús,
el Señor, según lo entiende san Juan, no tiene recato en establecer la
concreción de quién y de lo que siente. Y de la misma manera que se ha
presentado en otros momentos como la verdad, la vida, la resurrección, la luz
(cf. especialmente el discurso de revelación de Jn 14), ahora se nos presenta
con la imagen del pastor, cuya tradición veterotestamentaria es proverbial,
como nos muestra el hermoso Salmo 23. Si en este salmo se dice que “el Señor es
mi pastor, nada me falta”, ahora el evangelista hace que Jesús lleve a cumplir
ese deseo del salmista. Jesús, pues, es el que trae lo que nos hace falta para
la vida. El salmo 23 es un poema de confianza; por tanto, las palabras de
revelación del evangelio de hoy hablan a favor de una revelación para la
confianza de los que le oyen y le siguen.
III.3. La imagen segunda, de la puerta,
es la imagen de la libertad y de la confianza también: no se entra por las
azoteas, por las ventanas, a hurtadillas, a escondidas. Sin puerta no hay
entradas ni salidas, ni caminos ni proyectos. En el Antiguo Testamento se habla
de las puertas del templo: “¡Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar
gracias al Señor! Esta es la puerta del Señor: ¡los vencedores entrarán por
ella!” (Sal 118,19-20). Las puertas del templo o de la ciudad eran ya el mismo
conjunto del templo o de la ciudad santa (es una metonimia = la parte por el
todo). Por eso dice el Sal 122,2: “ya están pisando nuestros pies tus puertas
Jerusalén”; cf. Sal 87,1-2; 118,21; etc.). Pasar por la puerta era el ¡no va
más! para los peregrinos. Ahora Jesús es como la nueva ciudad y el nuevo templo
para encontrarse con Dios. Porque a eso iban los peregrinos a la ciudad santa,
a encontrarse con Dios. Pero desde Jesús podremos encontrarnos con Dios
escuchando su voz y viviendo su vida allá donde estemos.
III.4. Jesús en este evangelio se
propone, según la teología joánica, como la persona en la que podemos confiar;
por Él podemos entrar y salir para encontrar a Dios y para encontrar la vida.
Quien esté fuera de esa puerta, quien pretenda construir un mundo al margen de
Jesús lo puede hacer, pero no hay otro camino para encontrarse con el Dios de
vida y con la verdad de nuestra existencia. No es una pretensión altisonante,
aunque la afirmación cristológica de Juan sea fuerte. Eso no quita que debamos
mantener un respeto y una comprensión para quien no quiera o no pueda entrar
por esa puerta, Jesús, para encontrar a Dios. Nosotros, no obstante, los que
nos fiamos de su palabra, sabemos que él nos otorga una confianza llena de
vida.
III.5. Se habla de un “entrar y salir”
que son dos verbos significativos de la vida, como el nacer y el morir. En
Jesús, puerta verdadera de la vida, ésta adquiere una dimensión inigualable.
Por la fórmula de revelación, del “yo”, se quiere mostrar a Jesús que hace lo
contrario de los ladrones que entran de cualquier manera en la casa, para
robar, para matar, para llevarse todo lo que pueden. Jesús, puerta, “viene”
para dar, para ofrecer la vida en plenitud (v. 10) (Fray Miguel de Burgos Núñez,
O. P.).
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