“Seres
saludables que tienen otra mirada”
El libro de la Sabiduría (1,13-15; 2,23-24) nos ofrece hoy una de la reflexiones más hermosas sobre la vida y la muerte. Este es un libro tardío del Antiguo Testamento, escrito en griego, que recoge una gran tradición judía helenista y que ha marcado un hito en la gran cuestión de la existencia humana. Su afirmación de que Dios ha creado al hombre para la inmortalidad viene aminorada por el tópico de que la muerte no depende de Dios, sino de la envidia del diablo. De ahí su afirmación de que la muerte no entra en los planes creadores de Dios
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Dios
quiere la vida, y nos creó para la vida. Las sanaciones que hizo Jesús son
signos de la voluntad de Dios y anticipo de lo que será el Reino: vida plena en
comunión de amor.
Lectura
del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no ha hecho la muerte ni se
complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado todas las cosas para
que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún
veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la
justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo
hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la
muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me
libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me
levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan
al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias
a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a
ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré
gracias eternamente! R.
II
LECTURA
San
Pablo organiza una colecta para ayudar a las comunidades más necesitadas. En
esta parte de la carta, expone dos fundamentos para realizar la recaudación: la
pobreza del mismo Cristo y la solidaridad que debe fluir entre los miembros de
la Iglesia. Así, esta colecta es una forma concreta de vivir la fe cristiana.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9.
13-15
Hermanos: Ya que ustedes se distinguen
en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los
demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se
distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo
que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su
pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la
abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de
ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos
supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice
la Escritura: “El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había
recogido poco no sufrió escasez”.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Cf. 2Tim 1, 10
Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo
destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.
EVANGELIO
“Sin
temor a la impureza de esta muchachita que ya todos la creen muerta, como tantas
otras veces, Jesús la toca. La toma de la mano. Y le ordena: `Talitá kum,
¡levántate!´. Para que no sea la hora del fin, sino la hora del resurgir, de
estar de pie, de caminar de un modo nuevo. Esta es la voz que la niña-mujer
necesitaba oír. Una voz que llega hasta ella con palabras que no la hunden sino
que la elevan”.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la
otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al
mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo,
se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo;
ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo
seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde
hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de
numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada
vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás,
entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto
quedaré sanada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo
que estaba sanada de su mal».
Jesús se dio cuenta en seguida de la
fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud,
preguntó: «¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la
gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero Él
seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y
temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los
pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha
salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron
unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya
murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en
cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas».
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que
lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La
niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él.
Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando
consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró
donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa:
«¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la niña, que ya tenía doce
años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después
dijo que le dieran de comer.
Palabra del Señor
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Las
criaturas del mundo somos saludables
A veces se nos olvida que hemos sido
creados como seres saludables y esencialmente buenos. Mostramos, por defecto,
cierta reluctancia a identificar lo bueno que nos habita, por no hablar de lo
que nos cuesta apostar por lo intrínsecamente sano que hay en las personas
cotidianas. A menudo, es mucho más transparente a nuestros ojos “lo menos
saludable” que se mueve entre nosotros, que la certeza de que todos, sin
excepción, hemos sido creados como seres capaces de bondad, dotados con la
habilidad de la confianza. Podemos ser seres con herramientas para fomentar
entornos saludables que generen la oportunidad de hacer las cosas de otra
forma.
Por eso, …te ensalzamos Señor porque nos
has librado de vivir sometidos a la muerte que acarrea el no creer en las 70 veces
7 oportunidades de cada persona. Te ensalzamos Padre-Madre Dios por sacarnos
del abismo que supone vivir instalados en la desilusión, el juicio y la
intolerancia. Nos haces revivir cuándo nos sacas de la fosa de creernos
superiores, merecedores, más dignos que el resto. Presencia cercana que
evaporas nuestra cólera y nos regalas la paciencia, no apartes de nosotros la
confianza ciega en la posibilidad, en la transformación, en el crecimiento…
prepara nuestro corazón para la sorpresa. Inúndanos, por favor, de danza cuándo
asome nuestra queja y nos empeñemos en masticar arena entre los dientes.
Enriquécenos
con tu pobreza
Al leerla, la carta a Corintios nos
parece de rabiosa novedad. Frente a la imperiosa necesidad del adquirir, del
poseer, se nos abre la oferta completamente contracultural que propone este
oxímoron, “enriquecerse con pobreza”. Ésta sencilla formulación nos golpea la
mente e irrumpe como tremenda liberación en nuestra lógica de seres humanos
inoculados, en mayor o menor medida, por la dependencia del más. Del ser más,
del tener más. La propuesta es radical, tratar de incorporar y promocionar lo
que normalmente es desechable y pobre, porque la verdadera riqueza está en
igualar.
Bienaventurados seríamos si
descubriésemos que la fortuna es poder transitar los caminos de desposesión que
instauran la justicia y la generosidad. Bienaventuradas seremos si permitimos
que todos/as sean, tengan y vivan. En abundancia viviríamos si fuéramos capaces
de descubrir que mientras la vulnerabilidad y la desigualdad acampen entre
nosotros, nuestra integridad, nuestra “segura riqueza”, estará siempre
amenazada. Recoger poco es ahora abundancia, concebir lo común es garantía de
opciones. Desear un nosotros, descartando el yoismo, equilibra nuestros
encuentros, nos acerca a la riqueza.
"¿Quién
me ha tocado?"
En medio del gran ruido, Jesús,
distingue la fragilidad y se dirige a ella. El contexto ofrece la tentación de
seguir adelante, hay empujones, jaleo, salgamos de aquí… Pero a él parece no
interesarle demasiado la idea de dejarlo pasar, de seguir adelante. Aquello del
“no, es que no me pude parar, había mucha gente, íbamos de prisas…” parece que
no va con él. En su corazón emerge un impulso más fuerte, “no, pero, espera,
insiste: ¿quién me ha tocado?”.
Alguien sufre, no hay más argumentos, no
hay excusas, no le asusta lo quebradizo, confía en que la angustia puede ser
mirada de otra forma, con otros ojos. Intuye la necesidad y se hace presente
ella. Allá donde otros no confían, tiran la toalla y sólo ven muerte, él intuye
vida y posibilidad. Ha descubierto que hay algo que es más fuerte que el
desánimo o la impotencia. Vive la confianza. "No temas; basta que tengas
fe”.
¿Nos reconocemos presentes tratando de
mirar el sufrimiento desde la confianza? ¿cómo reaccionamos ante la fragilidad
que se confunde con el barullo? ¿insistimos en saber quién nos ha tocado? ¿en
nuestras sociedades, en nuestras comunidades, sentimos el impulso de dirigirnos
hacia la fragilidad para preñarla de oportunidad?...
Hermanos y hermanas: Ojalá podemos
llegar a ser personas saludables. Seres capaces de distinguir la fragilidad en
medio del ruido, tozudos en la confianza de las mil y una oportunidades.
ESTUDIO BÍBLICO.
La
muerte hermana de la vida
I
Lectura: Sabiduría (1,13-15;2,23-24): Muerte, vida y sabiduría
I.1. El libro de la Sabiduría (1,13-15;
2,23-24) nos ofrece hoy una de la reflexiones más hermosas sobre la vida y la
muerte. Este es un libro tardío del Antiguo Testamento, escrito en griego, que
recoge una gran tradición judía helenista y que ha marcado un hito en la gran
cuestión de la existencia humana. Su afirmación de que Dios ha creado al hombre
para la inmortalidad viene aminorada por el tópico de que la muerte no depende
de Dios, sino de la envidia del diablo. De ahí su afirmación de que la muerte
no entra en los planes creadores de Dios
I.2. ¿De qué muerte habla aquí el autor
del libro? Indiscutiblemente de las dos muertes de nuestra existencia. El
considera muerte, también, la vida sin sentido, la que viven los impíos;
mientras que la vida vivida con sabiduría es la vida que Dios otorga. Saber
morir, pues, es lo mismo que saber vivir según la reflexión del autor de este
extraordinario escrito. Pero sigue siendo absolutamente irrenunciable que Dios
nos ha creado para la vida y no para la muerte, porque «es un Dios de vivos».
II
Lectura: 2ª Corintios (8,7.9.13-15): Compartir y generosidad
II.1. La segunda lectura está
entresacada de una especie de billete que Pablo escribió para organizar una
colecta para los pobres de Jerusalén, a lo que él se había comprometido en la
asamblea apostólica de la ciudad santa, cuando se distribuyeron el campo de
trabajo entre los judíos hebreos y los judíos helenistas que habían de trabajar
entre los paganos (Cf. Gal 2). Era una forma de mantener la comunión con la
comunidad madre desde la que el evangelio debía anunciarse a todos los hombres.
II.2. Pablo habla de generosidad, porque
nuestro Señor se ha mostrado muy generoso con nosotros; lo ha dado todo,
absolutamente todo, por nosotros ¿no debemos hacer lo mismo los unos con los
otros? Incluso, en una propuesta poco radical, se permite pedir lo
imprescindible, solamente lo que les sobra, para ayudar a los que lo necesitan.
Por ahí se debe empezar, desde luego, como ámbito de la justicia más elemental.
Sabemos que la caridad cristiana puede llegar a más y exigirse más, pero
comenzar por lo mínimo es, también, un signo de comunión en la justicia.
III.
Evangelio: Marcos (5,21-43): El verdadero significado de la muerte
III.1. El evangelio de Marcos nos
presenta hoy todo un proceso pedagógico de cómo debemos afrontar la vida y la
muerte desde la fe. Son dos relatos en uno que el redactor del evangelio o
probablemente una tradición anterior había reunido con toda la intencionalidad
del mundo, para que el retraso de una cosa extraordinaria que “entretiene” a
Jesús, lleve así a otra cosa más extraordinaria aún: la vuelta a la vida de
alguien que se consideraba muerta. Estos milagros que se nos relatan requieren
su interpretación conjunta y exigen códigos hermenéuticos bien definidos. Jairo
le pide a Jesús que ponga la mano a su hija enferma, y en el camino una mujer
de la multitud se empeña en poner la mano sobre la orla, con la intención de
«arrancar» a Jesús una curación para una enfermedad que le llevaba a la muerte.
Como es lógico, esto difiere la llegada de Jesús y se produce la muerte. Todo
es intencionado. Pero tanto Jesús, como el evangelista, quieren poner un
correctivo a esa forma de acercarse a Jesús, de creer en él, como si fuera un
simple curandero, y de enfrentarse a la muerte. Si la enfermedad no se ataja
nos morimos… pero curar las enfermedades no soluciona el drama de la vida. La
cuestión están en enfrentar la muerte en su verdadera dimensión. Tanto la mujer
curada, como la hija de Jairo volverán a morir. No se trata de negar el valor
del “milagro”, ni el poder extraordinario de Jesús. Pero, fuera del ámbito de
la fe, por los milagros Jesús no pasaría de ser un “mago” más, un taumaturgo
más de los de aquella época. Los milagros, los prodigios, pueden ser signo de
parte de Dios…
III.2. La mujer que le ha tocado el
vestido a Jesús tiene que enfrentarse con él, en un tu a tu, para que la fe se
llene de contenido. Probablemente su obsesión por tocar a Jesús le ha llevado
al convencimiento de que está curada. Pero Jesús no trata a los hombres desde
la parasicología, sino como personas que deben aceptar desde la fe a un Dios de
vida. Jesús no quiere, pues, que se le considere solamente un taumaturgo al que
se puede tocar como se tocaban las estatuas de los dioses (y eso que en la
religión judía no se podía representar a Dios). Lo extraordinario que le ha
sucedido a la mujer debe reconducirse a la fe: “tu fe te ha curado”. ¿Y cuando
la fe no cura? ¡Nada está perdido! Es ahí cuando le fe tiene más sentido y debe
expresar toda la confianza de nuestra vida en Dios.
III.3. Así, se ofrecen los presupuestos
para la siguiente escena: cuando llega a la casa Jairo, el llanto de las
plañideras de oficio y la pena de los padres cubren la muerte de negrura. Pero
no es así la muerte: es una puerta a la vida. El que Jesús, con sus famosas
palabras en arameo (Talitha kum) haga que le niña se levante, no puede quedar
en una cuestión de magia, sino que es un signo de cómo ve Jesús la muerte: un
sueño, un paso, una hermana de la vida. La niña despierta, sí; pero volverá a
morir un día y entonces ya no volverá a esta vida, no estará allí a sus pies el
profeta de Galilea que la levante de nuevo de esa postración. Por eso no se
debería usar el término “resurrección” para este caso de la niña que “vuelve a
esta vida”. Solamente el milagro de la verdadera muerte nos lleva a la
verdadera resurrección.
III.4. Entonces es cuando asumirán todo
su sentido las palabras de Jesús: “la niña no está muerta, sino que está
dormida”. Entonces logrará pasar a una vida distinta. Y a esa vida no se entra
sino desde la fe, desde la confianza en el Dios que nos ha creado para vivir
eternamente. El verdadero significado de la muerte no se afronta con el interés
de volver a esta vida, a esta historia. El verdadero significado de la muerte
se afronta desde otra dimensión: morir no es un drama de plañideras… aunque es
hermoso llorar la muerte de verdad. Morir es el drama de nuestra vida
histórica, el parto auténtico de nuestra existencia que nos llevará a una vida
nueva. Eso es lo que debemos hacer: asumir la muerte, desde la fe, no como una
tragedia, sino como la puerta de la verdadera resurrección. (Fray Miguel de
Burgos Núñez, O. P.).
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