domingo, 29 de julio de 2018

DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Comieron, se saciaron y sobró”

En este domingo una de las ideas dominantes en la liturgia de la Palabra es la estrecha relación que existe entre la bendición de Dios y la abundancia que sigue a la bendición de parte de Dios. Dios, al derramar su bendición, lo bendecido se multiplica hasta sobrar. Dios no es cicatero ni tacaño, es generoso y superabundante.

La mayor generosidad de Dios se muestra en la persona del Hijo, en Jesús. Dios no se reservó nada para sí mismo. Su amor a la creación y, en particular, a la humanidad se manifestó de una manera superlativa en el misterio de La Encarnación, por el cual, Él mismo, sin dejar de ser Dios, se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Jesús es el fruto bendito de la relación y el compromiso de Dios con la humanidad, que se sirvió de una doncella de Nazaret para humanarse.

Dios, que es el mismo Amor, no es insensible ni impasible ante los sufrimientos y necesidades de hombres y mujeres. Dios no es un ser hierático y distante, como lo eran las divinidades del mundo antiguo, sino un ser cercano, compasivo y misericordioso, sensible y atento a todo aquello en lo que está en juego la vida. Pues la vida, sobre todo la eterna, es lo importante. Garantizar la vida es prioridad indiscutible del Dios cristiano.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta no hizo este milagro por su propia iniciativa, sino para cumplir un mandato de Dios –“así dice el Señor: comerán y sobrará”–. El criado que muestra la inconsistencia de dar veinte panes a cien personas, en definitiva no puede ver más allá de sus ojos y de los números. Eliseo, en cambio, escucha a Dios y obra en consecuencia.

Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 42-44

En aquellos días: Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo pan de los primeros frutos para el profeta Eliseo, veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: “Dáselos a la gente para que coma”. Pero su servidor respondió: “¿Cómo voy a servir esto a cien personas?”. “Dáselos a la gente para que coma, replicó él, porque así habla el Señor: ‘Comerán y sobrará’”. El servidor se lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor.
Palabra de Dios.
Salmo 144, 10-11. 15-18

R. Abres tu mano, Señor, y nos colmas con tus bienes.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das la comida a su tiempo; abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes. R.

El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.

II LECTURA

Frente a los conflictos y divisiones que puedan suscitarse en la comunidad, el apóstol, desde la cárcel llama a construir la unidad y dejar de lado rencores, odios o venganzas.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 1-6

Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 7, 16

Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya. 

EVANGELIO

Jesús no hubiera podido alimentar a esta multitud sin los panes y los pescados que le entregó aquel niño. Parece contradictorio porque estamos hablando de milagros, y eso nos remite a un acto sobrenatural. Pero, desde el misterio de la encarnación del Señor, lo divino está de algún modo condicionado por la humanidad. Presentemos a Jesús nuestros panes y nuestros pescados para que, desde nuestros dones, él alimente al mundo.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 1-15

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”. Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”. Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
                                                   Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El pan de cada día

Tanto en Jesús como en el profeta Eliseo es notoria la sensibilidad que manifiestan hacia las personas que han acudido hasta ellos. Han pasado un tiempo con ellos, han escuchado lo que tenían que decir, ya es hora de regresar a sus casas, pero no han comido. El peso del día y el tiempo transcurrido hacen que tengan hambre. Es la hora de comer. Ni Jesús ni Eliseo despiden a la gente sin más, la gente tiene que regresar a sus hogares, pero antes tienen que comer, lo necesitan para el camino. El camino no se puede hacer si no se está debidamente alimentado. El comer, como el beber o el respirar, es una necesidad vital. Sin el pan de cada día no se puede sobrevivir.

Buena parte de la vida humana está organizada y orientada a conseguir los alimentos y a satisfacer las necesidades básicas que garantizan nuestra existencia. Por eso, sobre todo, trabajamos. Y el trabajo está orientado, ante todo, hacia ese fin. Si el trabajo no tuviera como finalidad primera la de proporcionarnos los medios de subsistencia, sin duda, tendría otras consideraciones. Podemos decir que el pan de cada día lo conseguimos con el esfuerzo de nuestro trabajo también de cada día. Trabajo y pan están estrechamente unidos.

El pan está muy presente en la vida del cristiano. Lo está en la oración del Padrenuestro, lo está en el sacramento de pertenencia por excelencia, la Eucaristía, en nuestras fiestas litúrgicas y en nuestra moral cristiana. Jesús mismo quiso ser recordado como pan: el pan de su cuerpo, el pan de su palabra. Se presentó como el Pan de Vida. El pan, por tanto, además de necesario para la vida tiene un profundo significado simbólico para el cristiano.

Los Signos del Reino

El Reino, y más concretamente el hacer visible a sus contemporáneos el Reino de Dios que está llegando, es en Jesús algo radical y fundamental. A Jesús no lo podemos entender, y menos seguir, al margen de lo que Él llamaba el Reino. El Reino es Dios mismo actuando aquí y ahora con entrañas de misericordia, que es el modo de actuar de Dios. El Reino en la boca y en la vida de Jesús nada tiene que ver con lo que nosotros, por lo general, entendemos como tal. El Reino al que Jesús se refiere se trata de una dimensión religiosa.

La vida entera de Jesús está consagrada a cumplir la voluntad del Padre, a la misión que el mismo Padre le encomendó, una vida con-formada en Dios mismo. Por eso todos sus hechos y palabras son de Dios mismo. Son los signos, las señales de Dios. ¿De qué signos se trata? De los signos del ser y del actuar de Dios. Es revelador en el Evangelio de este domingo como el signo de la bendición y reparto del pan está precedido de los signos que hacía con los enfermos y que a causa de ellos muchos le seguían. Sabemos que se refiere al signo de las curaciones y sanaciones.

Dios se expresa en el lenguaje de los signos. Para el entendimiento humano racional los signos ofrecen la posibilidad de ser interpretados desde distintos puntos de vista. Algunos atribuían al demonio el poder de hacer milagros por parte de Jesús, mientras que para otros era la prueba que Dios estaba con Él. Pero no sólo Dios también nosotros expresamos lo que somos desde los signos. Es lo que se apunta en la Carta a los Efesios. Algunos signos que acompañan a los cristianos son: la servicialidad, la amabilidad, la humildad, la responsabilidad, la paciencia, la dulzura… el ser personas de paz. Son los signos de los redimidos por el Evangelio, por los cautivados por Jesús   

Comieron, se saciaron y sobró

“El Señor es justo y bondadoso en todos sus caminos, da la comida a su tiempo a cuantos le están aguardando, y de su mano comerán y sobrará”. Estas frases se encuentran en el Antiguo Testamento y alcanza su plenitud en este texto del Evangelio de este domingo. Con los panes y peces ofrecidos por un muchacho, Jesús pronuncia la acción de gracias al Padre, parte y reparte los panes y peces, y una multitud de hombres, mujeres y niños sacia su hambre y con lo que sobra se llenan doce canastos, signo de la totalidad del Pueblo de Dios y de la universalidad del cuidado amoroso de Dios para con todas sus criaturas.

Así es nuestro Dios, todo comienza con algo que a todas luces es del todo insuficiente, el aporte de un muchacho de cinco panes y dos peces para alimentar a una considerable multitud. Es importante percatarnos que el signo de Jesús viene precedido de un aporte previo, pequeño pero concreto. Fue este aporte lo que desencadenó un milagro por parte de Jesús. No cabe duda que Dios puede hacer lo que quiera cuando quiera, pero en la pedagogía de Dios el aporte de cada uno es esencial. En este caso es el de cinco panes y dos peces, en otros es la fe de quien recibe un milagro, en otros es la oración, la súplica o la fe de los otros. El Dios de Jesús es un educado caballero.

Unas preguntas finales: ¿cuál es la actitud de mi parroquia, de mi comunidad, de la Iglesia ante las enormes multitudes de hombres, mujeres y niños hambrientos de pan y de dignidad en el mundo y en el espacio concreto donde me muevo? ¿cuál es mi aporte personal? ¿cómo ayudo a construir un mundo donde se haga verdad y realidad el Reino de Dios? El Evangelio termina con una reacción entusiasta de la gente: quieren hacer rey a Jesús, suponemos que para que les alimente cada día y así no tener la incertidumbre del mañana. Pero una vez más Jesús vence, o confunde, a la lógica de este mundo: se aparta en soledad, huye de ese tipo de Reinado.  Él está en el mundo sin ser del mundo.

ESTUDIO BÍBLICO.

Compartir el pan, compartir la vida

I Lectura: 2Reyes 4,42-44: El milagro de repartir lo poco que se tiene

I.1. La primera lectura de este domingo forma parte de un ciclo de milagros de Eliseo, el discípulo de Elías, que muy posiblemente se trasmitió entre sus discípulos. Esas tradiciones se transformaron, sin duda, para poner de manifiesto la grandeza de este hombre de Dios. Se ha escogido el final de ese ciclo, que lo acorde para este domingo, con objeto de servir de preparación al relato de la multiplicación de los panes que se ha de leer en el evangelio. Si nos fijamos bien, el relato no describe o especifica ningún gesto extraordinario por el que se lleve a cabo el dar de comer a todos los que siguen al profeta, sino que toda la fuerza de lo que se ha de hacer está en las palabras de Dios, a las que hace referencia el profeta como si se tratara de un dicho popular y sagrado. El mismo salmo interleccional del día (Sal 144) podría ser un apoyo a esta apelación profética. Ellos comieron, se saciaron y sobró, según las palabras del Señor.

I.2. El relato es legendario, sin duda, y probablemente se conservaba como una historia religiosa testimonial y ejemplar en los círculos de profetas, los que en los momentos más difíciles piden al pueblo que confíen en Dios por encima de todas las cosas. De hecho, en la lectura de hoy se describe como situación previa una gran hambre que había en la región. Los primeros frutos de la cosecha sirvieron para que todos, al compartir lo necesario, pudieron subsistir. Porque en estas situaciones límites lo más injusto es que unos pocos acumulen y otros pasen hambre; esta, creemos, es la lección de esta historia religiosa de Eliseo. Confiar y repartir; eso es lo que pide el profeta y por ello acontece lo extraordinario de que haya para todos. Estas historias han sido muy proverbiales en los círculos religiosos y de los santos. Lo importante no es verificar los detalles de su historicidad, sino cómo pueden servir de modelo para ayudar a los necesitados y compartir lo poco que se tiene. El hombre que le trajo al profeta los panes y la harina quería hacerle a él un don personal para que no pasara hambre. Pero el profeta lo repartió entre todos (este es el milagro) y todos se saciaron.

II Lectura: Efesios (4,1-6): La unidad de la Iglesia

II.1. La segunda lectura, de la carta a los Efesios, es el comienzo de la sección parenética, es decir, aquella en la que después de una gran reflexión teológica sobre Cristo y la Iglesia, se pide a la comunidad cómo llevar a la práctica toda aquella teología. Es una exhortación a mantener la unidad por encima de todas las cosas, ya que Dios nos ha llamado a una gran esperanza. La exhortación inicial (v.1) apela a la vocación cristiana que todos hemos recibido. Y por lo mismo, en los vv. 2-6 se describe en qué consiste la vida interna de la Iglesia. Se señalan la humildad, la mansedumbre, la magnanimidad y el amor. Son valores de identidad verdadera que introducen los vv.4-6: la unidad de la Iglesia (cuerpo) en el Espíritu.

II.2. Todos hemos escuchado muchas ese canto que proclama «un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo»; es nuestro texto de hoy de la carta a los Efesios. Se afirma que es una cita litúrgica que se cantaba en la liturgia bautismal, y que tiene unas ciertas reminiscencias de la confesión de fe que encontramos en el Shema de Israel (es la oración judía por antonomasia. Está formada por tres pasajes: Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41): Yahvé es nuestro único Dios y no hay otro fuera de El, que los judíos piadosos repiten dos o tres veces al día. Lo que se quiere poner de manifiesto, pues, con el texto cristiano de la carta a los Efesios es la unidad de la comunidad como cuerpo de Cristo: un sólo Señor, una sola fe y un solo bautismo, que fundamenta su unidad en Dios como Padre de todos.

Evangelio: Juan (6,1-15): Saciar el hambre sin dinero

III.1. El evangelio de hoy está tomado de San Juan. Sabemos que el c. 6 es una de las obras maestras de la teología y la catequesis de San Juan, y por ello se ha escogido este capítulo, que se nos servirá en cinco domingos para que la comunidad pueda enriquecerse con esta alta y hermosa catequesis del pan de vida. Hoy se nos lee el milagro ( el signo, mejor) de la multiplicación, que sirve de introducción a toda la reflexión posterior.  Es uno de los signos con los que está elaborada la narrativa del evangelio de Juan y que ha sido muy comentada entre los especialistas. En realidad es el que más semejanzas tiene con los relatos de la multiplicación de los panes de los sinópticos (cf Mc 6,30-44; 8,1-10), aunque nos propone algunos detalles que pueden servir muy bien a la teología propia de este evangelista.

III.2. Estaba cercana la Pascua, la gran fiesta judía, lo que enmarca muy bien las pretensiones teológicas del evangelista. De hecho, hay algunos elementos que nos recuerdan momentos de la vida del pueblo en el desierto: las penurias, el hambre, la intervención de Moisés, el maná… Jesús pregunta a sus discípulos qué pueden hacer con tanta gente como les sigue e inquiere cómo darles de comer. Es como el relato de Eliseo de la primera lectura; y Andrés, uno de los primeros discípulos, señala, no inocentemente, a alguien que tiene como un tesoro en aquella situación: cinco panes y dos peces ¿se los puede guardar para sí? ¡No es posible!. Vemos que la solución del dinero para comprar pan para todos es imposible, porque el dinero muchas veces no es la solución del hambre en el mundo.

III.3. El milagro de Jesús consistirá precisamente en hacer que el pan se comparta y se multiplique sin medida. No se saca de la nada, sino de poco (aunque para aquél joven es mucho). Pero el joven no se lo ha guardado para sí, y Jesús ha hecho posible que el compartir el pan sea compartir la vida. La gente vio a Jesús como un profeta (otra referencia al texto de Eliseo) y considerando que querían hacerlo rey por este gesto extraordinario se marcho a la soledad. Lo que vendrá después será una reflexión de la teología de cómo Dios comparte su vida con nosotros, por medio de Jesucristo. ¿Es posible decir muchas más cosas de este relato o signo milagroso? No es útil hacer grandes alardes de tipo histórico sobre cómo han nacido este tipo de relatos de la multiplicación de los panes y qué hecho concreto y memorable sustenta una narración o una tradición como esta.

III.4. En este caso de Juan sabemos muy bien que a las pretensiones del evangelista, como es su costumbre, este “signo/sêmeion” (él no les llama milagros) le sirve de base y de apoyo para construir el extraordinario discurso del pan de vida, como el maná que viene del cielo, que ha de leerse en domingos sucesivos, y que vine a continuación de nuestro relato. Todas las aportaciones originales o difíciles que se han dado sobre el particular no nos llevaría ni a solucionar la historicidad de este tipo de hechos, ni a remediar el hambre en el mundo. Pero sí hay una cosa clara: sea así o de otra manera lo que sucediera en un hecho memorable de Jesús, entre sus discípulos y las gentes que le seguían, el hambre no se arregla con milagros ni con dinero. El camino es, como el texto lo pone de manifiesto: compartir lo que se tiene en beneficio de todos. ¿Podría ser de otra manera? ¡desde luego que no! La Iglesia y la humanidad entera están llamadas a “reproducir” este milagro, este “signo” del compartir, entre tantos grupos y tantos pueblos que no pueden comer ni pagar la deuda que los empobrece. Otro tipo de lectura e interpretación de nuestro relato no tendría sentido hoy. La “apologética” del poder divino y extraordinario de Jesús o de Dios no daría de comer a tantos que hambrean lo necesario. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.). 



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