“Vengan ustedes solos a un sitio
tranquilo a descansar un poco”
El domingo pasado escuchábamos en el
Evangelio cómo Jesús enviaba a los Doce de dos en dos a predicar y curar. Llega
ahora el momento de volver junto al Maestro, de compartir con Él lo vivido en
los caminos, los hogares y las plazas que han visitado; acogida y rechazo,
éxito y fracaso. Y de compartir con Él también el descanso necesario después
del duro trabajo.
Una vida sana requiere de equilibrio
entre el trabajo y el descanso. Descanso del cuerpo; pero también del alma,
para lo que se requiere del juego y la diversión. Recoge Santo Tomás una
historia según la cual, habiéndose escandalizado algunos de sorprender a San
Juan Evangelista jugando con sus discípulos, mandó éste a uno de ellos que
arrojara una flecha. Tras hacerlo repetidamente le dijo el Santo: “¿Podrías
hacerlo continuamente?”. “No -respondió-; se rompería el arco”. “Eso mismo le
sucede al alma si se mantiene siempre en la misma tensión”, añadió el Santo.
Dios nos quiere sanos. No nos quiere
esclavos ni del ocio ni del negocio, ni por cuenta ajena ni por cuenta propia
(pues a veces somos nosotros mismos los que nos colgamos el yugo).
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Jeremías
se refiere específicamente a las autoridades del pueblo, que, en lugar de
reunir, convocar, sostener y cuidar, dividen y oprimen. Estas autoridades
deberán responder ante Dios porque generaron muerte, pobreza, dolor y espanto.
Lectura
del libro de Jeremías 23, 1-6
¡Ay de los pastores que pierden y
dispersan el rebaño de mi pastizal! –oráculo del Señor–. Por eso, así habla el
Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: Ustedes
han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo,
en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones –oráculo
del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde
las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y
se multiplicarán. Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no
temerán ni se espantarán, y no se echará de menos a ninguna –oráculo del
Señor–. Llegarán los días –oráculo del Señor– en que suscitaré para David un
germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el
derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro.
Y se lo llamará con este nombre: “El Señor es nuestra justicia”.
Palabra de Dios.
Salmo
22, 1-6
R.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede
faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas
tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor
de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque
tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a
mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo
largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
II
LECTURA
La
carta se refiere a la unidad alcanzada entre dos tradiciones: judíos y paganos.
Ya no hay distancias entre ellos porque es Cristo quien los acercó. Del mismo
modo, hoy Cristo sigue llamando y deseando la unidad de todos sus hermanos,
para que, entre todos, podamos construir la paz y un mundo más habitable.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 13-18
Hermanos: Ahora, en Cristo Jesús,
ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de
Cristo. Porque Cristo es nuestra paz: Él ha unido a los dos pueblos en uno
solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su
propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos
pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los
reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la
enemistad en su persona. Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz
para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca.
Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un
mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo
las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
“Estos
dos verbos: ‘ver’ y ‘tener compasión’, configuran a Jesús como el buen Pastor.
También su compasión no es solo un sentimiento humano, pero es la conmoción del
Mesías en la que se hizo carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el
deseo de Jesús de nutrir a la multitud con el pan de su palabra. O sea, enseñar
la palabra de Dios a la gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña.
¡Qué bello es esto!” (Francisco, Angelus, 19 de julio de 2015).
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 6, 30-34
Al regresar de su misión, los Apóstoles
se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él
les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”.
Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir,
muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel
lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran
muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y
estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor.
Nuestra
vida es testimonio, queramos o no
Cuando las cosas no van como debieran,
tendemos a pensar que la responsabilidad es de los demás. Es una tentación en
la que caemos con más frecuencia de lo que nos gustaría. Nos cuesta asumir
nuestra parte de responsabilidad, y no digamos de culpa (que no son la misma
cosa). Es una de las fragilidades fundamentales del ser humano, tal y como nos
recuerda el mito de Adán y Eva (Gn 3): Adán le echa la culpa a Eva (que ya no
es “carne de mi carne” sino “la mujer que me diste por compañera”) y Eva le
echa la culpa a la serpiente (la cual no tiene coartada).
Eludir responsabilidades es una
manifestación más propia del egoísmo: “¿acaso soy yo el guardián de mi
hermano?”, replicó a Dios Caín cuando le preguntó por Abel (Gn 4, 9b).
Preocuparse por uno mismo no debería significar despreocuparse de los demás.
El cuidado que hacemos (o no hacemos) de
nuestra propia vida y de aquellos que dependen de nosotros habla de lo que
abunda en nuestro corazón.
Responsabilidad
y esperanza
El profeta Jeremías lanza, en nombre de
Dios, un duro reproche a “los pastores que pastorean mi Pueblo” porque han
hecho dejación de sus responsabilidades. Jeremías se dirige a los gobernantes
de Israel cuya negligencia supuso el destierro a Babilonia, destierro que Dios
permitió (por eso afirma a la vez “las expulsasteis” y “las expulsé”). Pero
Dios no se limita a mirar, sino que actúa. El Pueblo le pertenece a él, no a
los gobernantes, por eso le rescatará, le dará pastores fieles y enviará un
Mesías, “un vástago legítimo” descendiente de David. David, aquel pastor que
Dios hizo rey, que gobernó como lo hará su descendiente: "como rey
prudente, hará justicia y derecho en la tierra”.
Las palabras de Jeremías son una
advertencia y una llamada a la esperanza. Por medio de ellas Dios sigue
recordándonos que somos responsables de los demás, no porque sean de nuestra
propiedad, sino porque son nuestros hermanos. Una advertencia que debemos tener
muy presente cuando tenemos personas a nuestro cargo (fieles, familiares,
empleados, alumnos, enfermos, ciudadanos…). Y una llamada a la esperanza
realizada ya en Cristo, en quien Dios mismo se ha hecho nuestro pastor. Jesús
es el modelo definitivo para asumir responsabilidades hacia los demás: es el
buen pastor, siendo suyas las ovejas nunca le guía otro interés que el bien de
ellas y siempre respeta su libertad, aunque ello le cueste la vida (Jn 10,
1-18).
La
compasión
Jesús cuida de los apóstoles, a quienes
les ha encomendado un importante ministerio. Les procura un tiempo y un lugar
para el descanso. Hay mucho trabajo por hacer, pero para ello hay que reponer
fuerzas. La motivación última es la compasión: Jesús se compadece de los
apóstoles, que vuelven cansados de la misión a la que han sido enviados, y
también de la multitud “porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a
enseñarles con calma”. No le mueve un voluntarista sentido del deber que le
permite mantener la calma, sino la infinita misericordia con que Dios ama. Un
equilibrio que sólo es posible estando abierto a la gracia de Dios.
San Pablo nos habla en su carta a los
Efesios de cómo Jesucristo ha derribado la separación entre dos pueblos: se
refiere a la diferencia que los judíos establecían entre ellos y el resto de
los pueblos (los gentiles). En este pasaje insiste varias veces en la
transformación obrada por Jesucristo: ha sustituido el odio por la paz dando
origen a un único rebaño.
La resonancia en el Evangelio de la
profecía de Ezequiel es clara: Jesús es el Mesías prometido por Dios que reúne
a las ovejas dispersas. Ya no se trata de una dispersión meramente geográfica,
sino de la vuelta al Padre, que no quiere que se pierda ni una sola de ellas.
ESTUDIO BÍBLICO.
Jesucristo, Pastor y Salvador en la
justicia
I
Lectura: Jeremías (23,1-6): El pastor de la unidad
I.1. La primera lectura del profeta
Jeremías es uno de los pasajes que se refieren a la casa de Judá, a la que
profeta juzga, pero a la que promete un tiempo ideal, en que al pueblo
dispersado, maltrecho y sin esperanza se le promete unos pastores que reúnan de
nuevo al pueblo. Lo que más llama la atención son los vv. 5-6 pues todo se
concreta en una persona, en un pastor, a lo que antes se ha insinuado. ¿Se
trata de un texto mesiánico? Discuten los autores, porque consideran que es un
añadido a los vv. 1-4. Pero lo que debemos considerar es que Dios mismo
interviene en medio de su pueblo, valiéndose de nuevos y mejores pastores, y
más concretamente de un pastor que restaure la unidad de Judá y de Israel.
I.2. Eso no se consiguió nunca si lo
entendiéramos en un sentido histórico estricto; pero si tenemos en cuenta un
valor simbólico que va más allá del nacionalismo de Judá y de Israel, se
propone un pastor, un rey, que con cualidades éticas (no estrictamente políticas,
ni guerreras), traiga la justicia y el derecho, que son los ideales de un buen
rey de Oriente y de todas las naciones. Se habla de salvación y de paz, porque
la verdadera salvación se fundamenta en la paz y la justicia. Reinará con
sabiduría y le darán un nombre, ya que darle un nombre a alguien significa
reconocer lo que ha hecho; es como un oficio bien aprendido y vivido con
vocación singular. Ese nombre es «El Señor nuestra salvación». Es decir, lo que
algo esa persona idílica tiene que estar en relación con el Dios que salva. Así
quedamos emplazados para ver en Jesucristo este proyecto misterioso del
oráculo. Porque no olvidemos que él ha de llevar el nombre de “Jeshua”: Dios
salva, es mi salvación.
II
Lectura: Efesios (2,13-18): Él es nuestra paz
II.1. La segunda lectura, de Efesios,
nos ofrece también una verdadera teología de la paz. Incluso se hace una de las
afirmaciones teológicas más impresionantes del NT: El, es nuestra paz. El
primer efecto de la pacificación (aquí entre judíos y paganos), no es
primeramente entre ellos mismos, sino de toda la humanidad con Dios (vv.
13-18), como muerte de la enemistad, acercamiento a Dios, reconciliación con
El, evangelización de la paz. Independientemente de la forma literaria del
texto, para algunos es un himno sobre la pacificación de la humanidad. Por eso
el v. 14 comienza de una forma enfática, refiriéndose a Cristo, “él es nuestra
paz” (ipse est pax nostra, como traduce la Vulgata). ¿Por qué? Porque ha hecho
de los dos pueblos uno. Se refiere a judíos y paganos que era, entonces, la
división abismal e irreconciliable para la teología ortodoxa judía.
II.2. ¿Qué ha hecho Jesucristo para
ello? De entre estos términos, el más expresivo es el de «reconciliación»,
puesto que revela uno de los temas más expresivos de San Pablo (cf 2Cor
5,18-20; Rom 5,10-11; 11,15; Col 1,20-22), aunque no podamos decir que sea eje
de su teología. Con ello se presenta la obra de Cristo como una restauración de
las relaciones amistosas entre Dios y el hombre rotas por el pecado. El fruto
de la reconciliación es la paz y la amistad. La reconciliación es un proceso
objetivo y real, antes de toda colaboración del hombre creado por Dios. Es
Cristo mismo el signo y la realidad de esa reconciliación de Dios y la
humanidad. El autor de Efesios quiere poner de manifiesto que el don de la paz
es un don de Dios y ese don es Cristo mismo, porque gracias a El todos los
hombres, en todas las culturas y religiones pueden vivir en paz. Si no es así,
no es por exigencia del Dios de Jesús, sino porque los hombres se niega a la
misma paz.
Evangelio:
Marcos (6,30-34): Sedientos de su palabra
III.1. Este es un relato de transición,
propio del redactor del evangelio de Marcos, que quiere preparar la primera
multiplicación de los panes. Los Doce (aquí les llama apóstoles) vuelven de su
misión, contentos de lo que han dicho y han hecho. Ya sabemos que lo que han
dicho tiene que referirse a las cosas que Jesús les ha enseñado y que se
centran en el anuncio de la llegada el reino de Dios. Lo que han hecho es
liberar a las gentes de sus males, como han visto hacer a Jesús. En ese
momento, por el desgaste que ello significa, Jesús quiere compartir con ellos
en un lugar solitario pero, de pronto, aparece la multitud y deben marchar en
una barca. La experiencia de la travesía, para quien la haya hecho, sabemos que
es verdaderamente restauradora. Pero la escena nos asoma casi de inmediato de
nuevo a la multitud que está sedienta y ansiosa de esta experiencia que los
Doce tienen con Jesús.
III.2. Considero que el redactor de
nuestro evangelio está jugando, simbólicamente, con este contraste entre la
suerte de los discípulos que puede gozar a la paz de la palabra de Jesús
(aunque bien es verdad que después de desgastarse en el anuncio del reino) y la
necesidad que tiene la multitud de esta palabra. Todo esto es para mostrarnos
que, tras la travesía restauradora, Jesús tiene compasión de la multitud porque
la ve como ovejas sin pastor (cf Num 27,17). Ahora Jesús ha “restaurado” a los
suyos, que tienen que volver, cuando sea, a la itinerancia para anunciar de
nuevo el reino. Y entonces ve a la multitud y ya no puede huir, tiene que
entregarles su palabra, su persona, como se la ha entregado a los discípulos.
Jesús se nos presenta como cumpliendo un anhelo y un deseo que muchas veces en
el AT hacía referencia al pueblo que estaba siendo defraudado por sus jefes e incluso
por los que tenían una responsabilidad más religiosa: eran como ovejas sin
pastor y sin guía (cf Num 27,17; 1Re 22,17; Ez 34,5; 2Cro 18,16; Jud 11,19).
III.3. El evangelio, por otra parte, nos
muestra el hambre que tenía la gente de escuchar un mensaje de salvación y de
gracia, el que Jesús ofrecía por todas las aldeas y pueblos de Galilea, a lo
que habían contribuido también sus discípulos, enviados para llegar a donde no
podía llegar él. Es sintomático cómo el texto busca un lugar solitario para gustar
más profundamente esta experiencia de la misión, ya que muchos iban y venían,
sin dejarles personalizar esta experiencia. Pero al final, al desembarcar de
nuevo en la orilla del lago, el texto nos muestra que Jesús ve a la gente con
tal anhelo de escucharle, que la compasión del pastor puede más en su corazón.
Sin duda que habría gente dirigida por alguna sintonía populista, como sucede
con todos los fenómenos sociales y religiosos; pero en medio de todo Jesús
detecta la falta de orientación y la necesidad de salvación de los abandonados.
De esa manera, por medio de nuevos pastores, se cumple con más o menos
precisión el texto de Jr 23,1-6: por una parte los pastores, los apóstoles; por
otra el pastor, el nuevo rey, del que parte el mensaje fundamental del reino.
De esa manera se explica maravillosamente la continuación de la narración del
evangelio con la primera multiplicación de los panes, que es un relato que se
introduce con esta actitud de Jesús al compadecerse de la multitud. (Fray Miguel
de Burgos Núñez, O. P.).
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