“Comieron, se saciaron y sobró”
En este domingo una de las ideas
dominantes en la liturgia de la Palabra es la estrecha relación que existe
entre la bendición de Dios y la abundancia que sigue a la bendición de parte de
Dios. Dios, al derramar su bendición, lo bendecido se multiplica hasta sobrar.
Dios no es cicatero ni tacaño, es generoso y superabundante.
La mayor generosidad de Dios se muestra
en la persona del Hijo, en Jesús. Dios no se reservó nada para sí mismo. Su
amor a la creación y, en particular, a la humanidad se manifestó de una manera
superlativa en el misterio de La Encarnación, por el cual, Él mismo, sin dejar
de ser Dios, se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Jesús es
el fruto bendito de la relación y el compromiso de Dios con la humanidad, que
se sirvió de una doncella de Nazaret para humanarse.
Dios, que es el mismo Amor, no es
insensible ni impasible ante los sufrimientos y necesidades de hombres y
mujeres. Dios no es un ser hierático y distante, como lo eran las divinidades
del mundo antiguo, sino un ser cercano, compasivo y misericordioso, sensible y
atento a todo aquello en lo que está en juego la vida. Pues la vida, sobre todo
la eterna, es lo importante. Garantizar la vida es prioridad indiscutible del Dios
cristiano.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
El
profeta no hizo este milagro por su propia iniciativa, sino para cumplir un
mandato de Dios –“así dice el Señor: comerán y sobrará”–. El criado que muestra
la inconsistencia de dar veinte panes a cien personas, en definitiva no puede
ver más allá de sus ojos y de los números. Eliseo, en cambio, escucha a Dios y
obra en consecuencia.
Lectura
del segundo libro de los Reyes 4, 42-44
En aquellos días: Llegó un hombre de
Baal Salisá, trayendo pan de los primeros frutos para el profeta Eliseo, veinte
panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: “Dáselos a
la gente para que coma”. Pero su servidor respondió: “¿Cómo voy a servir esto a
cien personas?”. “Dáselos a la gente para que coma, replicó él, porque así
habla el Señor: ‘Comerán y sobrará’”. El servidor se lo sirvió; todos comieron
y sobró, conforme a la palabra del Señor.
Palabra de Dios.
Salmo
144, 10-11. 15-18
R.
Abres tu mano, Señor, y nos colmas con tus bienes.
Que todas tus obras te den gracias,
Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen
tu poder. R.
Los ojos de todos esperan en ti, y tú
les das la comida a su tiempo; abres tu mano y colmas de favores a todos los
vivientes. R.
El Señor es justo en todos sus caminos y
bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de
aquellos que lo invocan de verdad. R.
II
LECTURA
Frente
a los conflictos y divisiones que puedan suscitarse en la comunidad, el
apóstol, desde la cárcel llama a construir la unidad y dejar de lado rencores,
odios o venganzas.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 1-6
Hermanos: Yo, que estoy preso por el
Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han
recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente
por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la
paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a
la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un
solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos,
que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 7, 16
Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en
medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya.
EVANGELIO
Jesús
no hubiera podido alimentar a esta multitud sin los panes y los pescados que le
entregó aquel niño. Parece contradictorio porque estamos hablando de milagros,
y eso nos remite a un acto sobrenatural. Pero, desde el misterio de la
encarnación del Señor, lo divino está de algún modo condicionado por la
humanidad. Presentemos a Jesús nuestros panes y nuestros pescados para que,
desde nuestros dones, él alimente al mundo.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan 6, 1-15
Jesús atravesó el mar de Galilea,
llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía
sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus
discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los
ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde
compraremos pan para darles de comer?”. Él decía esto para ponerlo a prueba,
porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios
no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”. Uno de sus
discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que
tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta
gente?”. Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar.
Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio
gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los
pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos,
Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se
pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que
sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de
hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al
mundo”. Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se
retiró otra vez solo a la montaña.
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
El
pan de cada día
Tanto en Jesús como en el profeta Eliseo
es notoria la sensibilidad que manifiestan hacia las personas que han acudido
hasta ellos. Han pasado un tiempo con ellos, han escuchado lo que tenían que
decir, ya es hora de regresar a sus casas, pero no han comido. El peso del día
y el tiempo transcurrido hacen que tengan hambre. Es la hora de comer. Ni Jesús
ni Eliseo despiden a la gente sin más, la gente tiene que regresar a sus
hogares, pero antes tienen que comer, lo necesitan para el camino. El camino no
se puede hacer si no se está debidamente alimentado. El comer, como el beber o
el respirar, es una necesidad vital. Sin el pan de cada día no se puede
sobrevivir.
Buena parte de la vida humana está
organizada y orientada a conseguir los alimentos y a satisfacer las necesidades
básicas que garantizan nuestra existencia. Por eso, sobre todo, trabajamos. Y el
trabajo está orientado, ante todo, hacia ese fin. Si el trabajo no tuviera como
finalidad primera la de proporcionarnos los medios de subsistencia, sin duda,
tendría otras consideraciones. Podemos decir que el pan de cada día lo
conseguimos con el esfuerzo de nuestro trabajo también de cada día. Trabajo y
pan están estrechamente unidos.
El pan está muy presente en la vida del
cristiano. Lo está en la oración del Padrenuestro, lo está en el sacramento de
pertenencia por excelencia, la Eucaristía, en nuestras fiestas litúrgicas y en
nuestra moral cristiana. Jesús mismo quiso ser recordado como pan: el pan de su
cuerpo, el pan de su palabra. Se presentó como el Pan de Vida. El pan, por
tanto, además de necesario para la vida tiene un profundo significado simbólico
para el cristiano.
Los
Signos del Reino
El Reino, y más concretamente el hacer
visible a sus contemporáneos el Reino de Dios que está llegando, es en Jesús
algo radical y fundamental. A Jesús no lo podemos entender, y menos seguir, al
margen de lo que Él llamaba el Reino. El Reino es Dios mismo actuando aquí y
ahora con entrañas de misericordia, que es el modo de actuar de Dios. El Reino
en la boca y en la vida de Jesús nada tiene que ver con lo que nosotros, por lo
general, entendemos como tal. El Reino al que Jesús se refiere se trata de una
dimensión religiosa.
La vida entera de Jesús está consagrada
a cumplir la voluntad del Padre, a la misión que el mismo Padre le encomendó,
una vida con-formada en Dios mismo. Por eso todos sus hechos y palabras son de
Dios mismo. Son los signos, las señales de Dios. ¿De qué signos se trata? De
los signos del ser y del actuar de Dios. Es revelador en el Evangelio de este
domingo como el signo de la bendición y reparto del pan está precedido de los
signos que hacía con los enfermos y que a causa de ellos muchos le seguían.
Sabemos que se refiere al signo de las curaciones y sanaciones.
Dios se expresa en el lenguaje de los
signos. Para el entendimiento humano racional los signos ofrecen la posibilidad
de ser interpretados desde distintos puntos de vista. Algunos atribuían al
demonio el poder de hacer milagros por parte de Jesús, mientras que para otros
era la prueba que Dios estaba con Él. Pero no sólo Dios también nosotros
expresamos lo que somos desde los signos. Es lo que se apunta en la Carta a los
Efesios. Algunos signos que acompañan a los cristianos son: la servicialidad,
la amabilidad, la humildad, la responsabilidad, la paciencia, la dulzura… el
ser personas de paz. Son los signos de los redimidos por el Evangelio, por los
cautivados por Jesús
Comieron,
se saciaron y sobró
“El Señor es justo y bondadoso en todos
sus caminos, da la comida a su tiempo a cuantos le están aguardando, y de su
mano comerán y sobrará”. Estas frases se encuentran en el Antiguo Testamento y
alcanza su plenitud en este texto del Evangelio de este domingo. Con los panes
y peces ofrecidos por un muchacho, Jesús pronuncia la acción de gracias al
Padre, parte y reparte los panes y peces, y una multitud de hombres, mujeres y
niños sacia su hambre y con lo que sobra se llenan doce canastos, signo de la
totalidad del Pueblo de Dios y de la universalidad del cuidado amoroso de Dios
para con todas sus criaturas.
Así es nuestro Dios, todo comienza con
algo que a todas luces es del todo insuficiente, el aporte de un muchacho de
cinco panes y dos peces para alimentar a una considerable multitud. Es
importante percatarnos que el signo de Jesús viene precedido de un aporte
previo, pequeño pero concreto. Fue este aporte lo que desencadenó un milagro
por parte de Jesús. No cabe duda que Dios puede hacer lo que quiera cuando
quiera, pero en la pedagogía de Dios el aporte de cada uno es esencial. En este
caso es el de cinco panes y dos peces, en otros es la fe de quien recibe un
milagro, en otros es la oración, la súplica o la fe de los otros. El Dios de
Jesús es un educado caballero.
Unas preguntas finales: ¿cuál es la
actitud de mi parroquia, de mi comunidad, de la Iglesia ante las enormes
multitudes de hombres, mujeres y niños hambrientos de pan y de dignidad en el
mundo y en el espacio concreto donde me muevo? ¿cuál es mi aporte personal?
¿cómo ayudo a construir un mundo donde se haga verdad y realidad el Reino de
Dios? El Evangelio termina con una reacción entusiasta de la gente: quieren hacer
rey a Jesús, suponemos que para que les alimente cada día y así no tener la
incertidumbre del mañana. Pero una vez más Jesús vence, o confunde, a la lógica
de este mundo: se aparta en soledad, huye de ese tipo de Reinado. Él está en el mundo sin ser del mundo.
ESTUDIO BÍBLICO.
Compartir el pan, compartir la vida
I
Lectura: 2Reyes 4,42-44: El milagro de repartir lo poco que se tiene
I.1. La primera lectura de este domingo
forma parte de un ciclo de milagros de Eliseo, el discípulo de Elías, que muy
posiblemente se trasmitió entre sus discípulos. Esas tradiciones se
transformaron, sin duda, para poner de manifiesto la grandeza de este hombre de
Dios. Se ha escogido el final de ese ciclo, que lo acorde para este domingo,
con objeto de servir de preparación al relato de la multiplicación de los panes
que se ha de leer en el evangelio. Si nos fijamos bien, el relato no describe o
especifica ningún gesto extraordinario por el que se lleve a cabo el dar de
comer a todos los que siguen al profeta, sino que toda la fuerza de lo que se
ha de hacer está en las palabras de Dios, a las que hace referencia el profeta
como si se tratara de un dicho popular y sagrado. El mismo salmo interleccional
del día (Sal 144) podría ser un apoyo a esta apelación profética. Ellos
comieron, se saciaron y sobró, según las palabras del Señor.
I.2. El relato es legendario, sin duda,
y probablemente se conservaba como una historia religiosa testimonial y
ejemplar en los círculos de profetas, los que en los momentos más difíciles
piden al pueblo que confíen en Dios por encima de todas las cosas. De hecho, en
la lectura de hoy se describe como situación previa una gran hambre que había
en la región. Los primeros frutos de la cosecha sirvieron para que todos, al
compartir lo necesario, pudieron subsistir. Porque en estas situaciones límites
lo más injusto es que unos pocos acumulen y otros pasen hambre; esta, creemos,
es la lección de esta historia religiosa de Eliseo. Confiar y repartir; eso es
lo que pide el profeta y por ello acontece lo extraordinario de que haya para
todos. Estas historias han sido muy proverbiales en los círculos religiosos y
de los santos. Lo importante no es verificar los detalles de su historicidad,
sino cómo pueden servir de modelo para ayudar a los necesitados y compartir lo
poco que se tiene. El hombre que le trajo al profeta los panes y la harina
quería hacerle a él un don personal para que no pasara hambre. Pero el profeta
lo repartió entre todos (este es el milagro) y todos se saciaron.
II
Lectura: Efesios (4,1-6): La unidad de la Iglesia
II.1. La segunda lectura, de la carta a
los Efesios, es el comienzo de la sección parenética, es decir, aquella en la
que después de una gran reflexión teológica sobre Cristo y la Iglesia, se pide
a la comunidad cómo llevar a la práctica toda aquella teología. Es una
exhortación a mantener la unidad por encima de todas las cosas, ya que Dios nos
ha llamado a una gran esperanza. La exhortación inicial (v.1) apela a la
vocación cristiana que todos hemos recibido. Y por lo mismo, en los vv. 2-6 se
describe en qué consiste la vida interna de la Iglesia. Se señalan la humildad,
la mansedumbre, la magnanimidad y el amor. Son valores de identidad verdadera
que introducen los vv.4-6: la unidad de la Iglesia (cuerpo) en el Espíritu.
II.2. Todos hemos escuchado muchas ese
canto que proclama «un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo»; es nuestro
texto de hoy de la carta a los Efesios. Se afirma que es una cita litúrgica que
se cantaba en la liturgia bautismal, y que tiene unas ciertas reminiscencias de
la confesión de fe que encontramos en el Shema de Israel (es la oración judía
por antonomasia. Está formada por tres pasajes: Dt 6,4-9; 11,13-21; Num
15,37-41): Yahvé es nuestro único Dios y no hay otro fuera de El, que los
judíos piadosos repiten dos o tres veces al día. Lo que se quiere poner de
manifiesto, pues, con el texto cristiano de la carta a los Efesios es la unidad
de la comunidad como cuerpo de Cristo: un sólo Señor, una sola fe y un solo
bautismo, que fundamenta su unidad en Dios como Padre de todos.
Evangelio:
Juan (6,1-15): Saciar el hambre sin dinero
III.1. El evangelio de hoy está tomado
de San Juan. Sabemos que el c. 6 es una de las obras maestras de la teología y
la catequesis de San Juan, y por ello se ha escogido este capítulo, que se nos
servirá en cinco domingos para que la comunidad pueda enriquecerse con esta
alta y hermosa catequesis del pan de vida. Hoy se nos lee el milagro ( el
signo, mejor) de la multiplicación, que sirve de introducción a toda la reflexión
posterior. Es uno de los signos con los
que está elaborada la narrativa del evangelio de Juan y que ha sido muy
comentada entre los especialistas. En realidad es el que más semejanzas tiene
con los relatos de la multiplicación de los panes de los sinópticos (cf Mc
6,30-44; 8,1-10), aunque nos propone algunos detalles que pueden servir muy
bien a la teología propia de este evangelista.
III.2. Estaba cercana la Pascua, la gran
fiesta judía, lo que enmarca muy bien las pretensiones teológicas del
evangelista. De hecho, hay algunos elementos que nos recuerdan momentos de la
vida del pueblo en el desierto: las penurias, el hambre, la intervención de
Moisés, el maná… Jesús pregunta a sus discípulos qué pueden hacer con tanta
gente como les sigue e inquiere cómo darles de comer. Es como el relato de
Eliseo de la primera lectura; y Andrés, uno de los primeros discípulos, señala,
no inocentemente, a alguien que tiene como un tesoro en aquella situación:
cinco panes y dos peces ¿se los puede guardar para sí? ¡No es posible!. Vemos
que la solución del dinero para comprar pan para todos es imposible, porque el
dinero muchas veces no es la solución del hambre en el mundo.
III.3. El milagro de Jesús consistirá
precisamente en hacer que el pan se comparta y se multiplique sin medida. No se
saca de la nada, sino de poco (aunque para aquél joven es mucho). Pero el joven
no se lo ha guardado para sí, y Jesús ha hecho posible que el compartir el pan
sea compartir la vida. La gente vio a Jesús como un profeta (otra referencia al
texto de Eliseo) y considerando que querían hacerlo rey por este gesto
extraordinario se marcho a la soledad. Lo que vendrá después será una reflexión
de la teología de cómo Dios comparte su vida con nosotros, por medio de
Jesucristo. ¿Es posible decir muchas más cosas de este relato o signo
milagroso? No es útil hacer grandes alardes de tipo histórico sobre cómo han
nacido este tipo de relatos de la multiplicación de los panes y qué hecho
concreto y memorable sustenta una narración o una tradición como esta.
III.4. En este caso de Juan sabemos muy
bien que a las pretensiones del evangelista, como es su costumbre, este
“signo/sêmeion” (él no les llama milagros) le sirve de base y de apoyo para
construir el extraordinario discurso del pan de vida, como el maná que viene
del cielo, que ha de leerse en domingos sucesivos, y que vine a continuación de
nuestro relato. Todas las aportaciones originales o difíciles que se han dado
sobre el particular no nos llevaría ni a solucionar la historicidad de este
tipo de hechos, ni a remediar el hambre en el mundo. Pero sí hay una cosa
clara: sea así o de otra manera lo que sucediera en un hecho memorable de
Jesús, entre sus discípulos y las gentes que le seguían, el hambre no se
arregla con milagros ni con dinero. El camino es, como el texto lo pone de
manifiesto: compartir lo que se tiene en beneficio de todos. ¿Podría ser de
otra manera? ¡desde luego que no! La Iglesia y la humanidad entera están
llamadas a “reproducir” este milagro, este “signo” del compartir, entre tantos
grupos y tantos pueblos que no pueden comer ni pagar la deuda que los
empobrece. Otro tipo de lectura e interpretación de nuestro relato no tendría
sentido hoy. La “apologética” del poder divino y extraordinario de Jesús o de
Dios no daría de comer a tantos que hambrean lo necesario. (Fray Miguel de
Burgos Núñez, O. P.).