domingo, 2 de septiembre de 2018

DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Estos mandatos son la sabiduría de ustedes”

Tras varios domingos siguiendo el discurso del Pan de Vida en el evangelio de san Juan, volvemos al evangelio de san Marcos, que nos guía en este año litúrgico. También hoy comenzamos a leer la carta de Santiago que nos invita a mirar nuestra vida de fe para ser mejores discípulos. El mes de septiembre nos invita a recomenzar después de un tiempo de descanso; por qué no también recomenzar nuestro ser cristiano.

La mejor guía para crecer en la fe y ser buenos cristianos siempre es la Palabra de Dios. Siendo éste un tiempo de proyectos podemos darle a la “Lectio Divina” un espacio permanente en nuestro horario cotidiano. Porque la Palabra de Dios no puede ser solamente escuchada, hemos de dejarla que anide en nuestro corazón, en nuestro interior, para que siendo viva, se haga vida en nuestras obras. Este es el núcleo de las lecturas de la liturgia de hoy. Vivir de este modo es vivir con sabiduría e inteligencia, nos dirá la primera lectura.

Sí. Ser cristiano es cuestión de sabiduría, de la sabiduría que nace del corazón, de la experiencia, del silencio, de la escucha…

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

No añadan nada a los que yo les ordeno...
observen los mandamientos del Señor

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
   
Moisés habló al pueblo, diciendo:
   
Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que Yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.
    
Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: «¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!»
   
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Palabra de Dios.

SALMO 14, 2-5

R. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró
aunque salga perjudicado.
El que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así, nunca vacilará. R.

Pongan en práctica la palabra

Lectura de la carta del apóstol Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27

Queridos hermanos:

Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.
Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.

La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.
Palabra de Dios.

ALELUYA     Sant 1, 18

Aleluya. El Padre ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Aleluya.

EVANGELIO
Dejan de lado el mandamiento de Dios,
por seguir la tradición de los hombres

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.

Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce y de las camas.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»

Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:

        "Este pueblo me honra con los labios,
        pero su corazón está lejos de mí.
        En vano me rinde culto:
        las doctrinas que enseñan
        no son sino preceptos humanos".

Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Ser cristiano es cuestión de sabiduría

Si hoy se nos concediese a cada uno un deseo, la lista de peticiones sería importante y la mayoría irían dirigidos al bienestar, a mejorar la propia vida. No estaría entre los primeros puestos la petición que el joven rey Salomón hizo al Señor: “dame sabiduría y entendimiento”. Sin embargo, toda nuestra vida es un aprendizaje para crecer en sabiduría, pues es la que nos ayuda a afrontar las situaciones, encuentros, retos… que se nos presentan cada día.

La Palabra de Dios es nuestra sabiduría

La primera lectura, del libro del Deuteronomio, nos dice que la ley del Señor, su Palabra, es nuestra sabiduría e inteligencia. Muchos no están de acuerdo con esta afirmación, pues entienden que su ley es una imposición que nos quita libertad, que no nos deja ser y actuar como queremos.

Se olvidan que la relación de alianza entre Dios y su pueblo es una relación de amor en la que quien da el primer paso siempre es Él. La historia, tanto del antiguo pueblo de Israel, como de la comunidad eclesial, como la propia de cada uno, nos da muestras de la bondad de Dios hacia nosotros y de que su Palabra-Ley nos hace mejores y más felices. Y al contrario, muchas veces nuestros instintos, modas y querencias, no nos llevan a esa misma conclusión.

La lectura insiste en la cercanía de ese Dios que quiere lo mejor para su pueblo, al que ama y acompaña en el camino diario, en sus luchas y sus búsquedas.

La verdadera sabiduría consiste en vivir

Pero no es suficiente con escuchar y conocer la Palabra–Ley de Dios. La verdadera sabiduría está en ponerla por obra, en integrarla en la vida cotidiana, en la vida real. Hacer que la Palabra de Dios no sea algo ajeno al vivir diario, encapsulado en tiempos o espacios limitados “dedicados a Dios”, es la verdadera tarea del cristiano.

Lo recuerda el libro del Deuteronomio, pero sobre todo es el mensaje de la carta de Santiago, y no sólo de lo que hemos escuchado hoy sino de toda la carta, que nos exhorta a llevar a la práctica la Palabra que escuchamos, a dejarnos transformar por ella y convertir nuestras costumbres. “Escuchar la Palabra y no llevarla a la práctica es engañarnos a nosotros mismos” nos dice.

La sabiduría es cuestión de corazón

En el evangelio encontramos otra forma de engañarnos que estaba tan presente en tiempos de Jesús como hoy: hacer las obras pero sin poner el corazón en ellas. Esto era lo que vivían los escribas y fariseos, y lo que muchas veces hacemos nosotros para no complicarnos la vida.

Esta vez la cuestión era “lavarse las manos antes de comer”. ¡Cuántas veces la palabra humana sustituye a la Palabra de Dios! Cuántas veces la tradición o la costumbre, muchas veces sin mala intención, ocultan el verdadero sentido de los gestos, acciones o palabras. O peor aún, cuántas veces esconden el verdadero rostro de Dios, no dejando llegar a Él para que sea conocido y amado por todos.

Jesús pretende desenmascarar el engaño (a veces manipulación): es más importante la pureza del corazón y de la conciencia, lo que nace del interior, que la mera observancia exterior. Jesús no pretende quitar importancia al cumplimiento de la Ley, pero sí recuerda que ésta está al servicio de la persona, de su libertad, de su crecimiento, de su amor.

Las lecturas de la liturgia de hoy nos invitan a un examen de conciencia, a un chequeo de nuestra vida desde la fe, desde las intenciones que la mueven. Una invitación a buscar la verdadera sabiduría que nace de la Palabra de Dios y se instala en nuestro corazón transformando nuestra vida desde dentro y dando frutos que transforman nuestra sociedad.

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Deuteronomio (4,1-8): La grandeza de los mandamientos

I.1. El libro del Deuteronomio, que es uno de los más famosos de la Torá judía, el Pentateuco cristiano, nos ofrece una bella lectura que nos habla de la grandeza de los mandamientos de Dios. Este libro tuvo una historia muy movida, ya que parece que estuvo escondido (al menos una parte) en el Templo de Jerusalén por miedo a las actitudes antiproféticas de algún rey de Judá, hasta que Josías (s. VII a. C), un gran rey, abrió las puertas de la reforma religiosa. Entonces, los círculos proféticos volvieron sus ojos a este libro, que recogía tradiciones religiosas muy importantes.

I.2. La lectura de hoy era el comienzo del libro en aquella época y se invita al pueblo a considerar con sabiduría los mandamientos de Dios. Porque los mandamientos no deben ser considerados como prohibiciones, sino como la forma en que Dios está cerca de su pueblo y por ello éste debe escucharlo, servirlo y buscarlo. La lectura nos invita, pues, a no avergonzarnos de los mandamientos cuando en ellos se expresa su voluntad salvífica. Es verdad que los mandamientos se entienden, a veces, en sentido demasiado legalista y, entonces, a algunos, les parecen insoportables. Y será Jesús quien libere los mandamientos de Dios de ser una carga pesada, con objeto de acercar a Dios a todos nosotros.

II Lectura: Santiago (1,17-27): Abrirse a los dones divinos

II.1. La carta de Santiago recoge la enseñanza de los dones de Dios. Su comparación con los astros del cielo que se eclipsan en momentos determinados, no afecta al Padre de las luces. Es un texto lleno de claves sapienciales en la mejor tradición de la teología judía. Dios ha querido darnos los dones verdaderos y se revelan, para el autor de la carta, en la palabra de Dios.

II.2. Valoramos aquí una legítima teológica de la palabra, ya que en ella está la salvación. Es una palabra que opera la salvación de nuestro corazón y de nuestras mentes. Es verdad que pide, para que pueda salvarnos, ponerla en práctica. Sabemos que la carta de Santiago es de una efectividad incomparable, como sucede en su discusión sobre la fe y las obras. ¿Cómo es posible ponerla en práctica? Atendiendo a los que nos necesitan: a los huérfanos, viudas y los que no tienen nada. Y eso, por otra parte, es la verdadera religión, es decir, la verdadera adoración de Dios.

Evangelio: Marcos (7,1-23): La voluntad de Dios humaniza

III.1. El evangelio, después de cinco domingos en que hemos estado guiados por Jn 6, retoma la lectura continua del segundo evangelio. El tema es la oposición entre mandamientos de Dios y tradiciones humanas. La cuestión es muy importante para definir la verdadera religión, como se ha puesto de manifiesto en la carta de Santiago. El pasaje se refiere a la pregunta que los fariseos (cumplidores estrictos de la tradiciones de los padres) plantean a Jesús, porque algunos seguidores suyos no se lavan las manos antes de comer. La verdad es que esta es una buena tradición sanitaria, pero convertida en precepto religioso, como otras, puede llegar a ser alarmante. Es el conflicto entre lo esencial y lo que no lo es; entre lo que es voluntad de Dios y lo que es voluntad de los hombres en situaciones religiosas y sociales distintas.

III.2. Este conjunto de Mc 7,1-23 es bastante complejo y apunta claramente a una redacción y unificación de tradiciones distintas: unas del tiempo de Jesús y otras posteriores. Son dos cuestiones las que se plantean: 1) la fidelidad a las tradiciones antiguas; 2) el lavarse las manos. En realidad es lo primero más importante que lo segundo. El ejemplo que mejor viene al caso es el de Qorbán (vv.9-13): el voto que se hace a Dios de una cosa, por medio del culto, lo cual ya es sagrado e intocable, si no irreemplazable. Si esto se aplica a algo necesario a los hombres, a necesidades humanas y perentorias, parece un “contra-dios” que nadie pueda dispensar de ello. Si alguien promete algo a Dios que nos ha de ser necesario para nosotros y los nuestros en tiempos posteriores no tendría sentido que se mantenga bajo la tradición del Qorbán. Los mismos rabinos discutían a fondo esta cuestión. La respuesta de Jesús pone de manifiesto la contradicción entre el Qorbán del culto y el Decálogo (voluntad de Dios), citando textos de la Ley: Ex 20,12;21,17;Dt5,16;Lv 20,9). Dios, el Dios de Jesús, no es un ser inhumano que quiera para sí algo necesario a los hombres. Dios no necesita nada de esas cosas que se ponen bajo imperativos tradicionales. La religión puede ser una fábrica inhumana de lo que Dios no quiere, pero si lo quieren los que reemplazan la voluntad de Dios para imponer la suya.

III.3. Los mandamientos de Dios hay que amarlos, porque los verdaderos mandamientos de Dios son los que liberan nuestras conciencias oprimidas. Pero toda religión que no lleva consigo una dimensión de felicidad, liberadora, de equilibrio, no podrá prevalecer. Si la religión, de alguna manera, nos ofrece una imagen de Dios, y si en ella no aparece el Dios salvador, entonces los hombres no podrán buscar a ese Dios con todo el corazón y con toda el alma. La especulación de adjudicar cosas que se presentan como de Dios, cuando responden a intereses humanos de clases, de ghettos, es todo un reto para discernir la cuestión que se plantea en el evangelio de hoy. Esta es una constante cuando la religión no es bien comprendida. Jesús lo deja claro: lo que mancha es lo que sale de un corazón pervertido, egoísta y absurdo. La verdadera religión nace de un corazón abierto y misericordioso con todos los hermanos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).






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